Natalio Botana fue no sólo el más importante y renovador de los creadores de periódicos de nuestro país, sino que ocupó en la ciudad de Buenos Aires un espacio determinado y determinante, haciendo de “CRITICA” un hito de porteñidad, y de su vida personal un constante deslumbrar por el nivel de los reconocidos artistas e intelectuales, tanto de ambas orillas del Plata como del resto del mundo, que frecuentó y protegió.
La década del treinta fue la época del esplendor de Botana. Vendiendo casi un millón de ejemplares de su diario, se sentía comparable a William Randolph Hearst, rey norteamericano de la prensa amarilla, que Orson Welles inmortalizaría como “Kane” en su película “El Ciudadano”. Estaba casado con Salvadora Medina Onrrubia, hija de un artista de circo que decía que había nacido princesa…
“CRITICA” fue a Buenos Aires lo que Carlos Gardel al tango: una presencia cotidiana, fuerte, impactante, en la vida de los años 30 y 40 del siglo XX.
Tanto que a pesar de los años transcurridos desde su cierre, el diario permanece en la memoria ciudadana por su originalidad, el elevado nivel intelectual de sus colaboradores, el compromiso asumido frente a los sucesos históricos de esos tiempos, el ímpetu constante con que Botana supo contarlo —y mantenerlo— en un mercado editorial hasta entonces monopolizado por periódicos de formato, ideas y contenidos tradicionales.
Su quinta, bautizada “Los Granados”, estaba ubicada en la calle Richieri 1355, en Don Torcuato, a cuatro cuadras de la ruta Panamericana.
La había comenzado a edificar Botana hacia la primavera de 1913, poco después de haber llegado a nuestro país, sin un peso, escapado de la justicia oriental, por ser miembro del Partido Blanco. Le sobraba ambición, ansias de poder, picardía, sensualidad…
En ese contexto bullente de cambios, creatividad, renovación, no fue extraña la presencia del mexicano David Alfaro Siqueiros (1896-1974), eximio pintor y muralista, hombre temperamental, creador de sindicatos obreros y de artistas.
Bautizado “El Coronelazo” durante la Guerra Civil Española, encarnó una síntesis de modernidad e indigenismo, caracteres emergentes en su patria tras la Revolución de 1910. Junto a José Clemente Orozco y Diego Rivera, integró el gran terceto del muralismo mexicano, y ya desde la década de 1920 sus “Llamamientos a los pintores de la nueva generación americana” dieron a su estética un perfil revolucionario.
Siqueiros llegó a Buenos Aires en 1933, abandonando las cárceles de su país, donde lo habían llevado sus ideas políticas, gracias al soborno pagado a las venales autoridades revolucionarias por un amigo suyo, Pablo Neruda, que era cónsul de Chile en el país azteca. El escultor Luis Falcini, el poeta Oliverio Girondo, la escritora Victoria Ocampo y Natalio Botana le brindaron su apoyo.
Pronto Siqueiros conmovió al ambiente. Sus artículos en el suplemento multicolor de Crítica, dirigido por Jorge Luis Borges, propugnando un arte al servicio de la lucha de clases, levantaron las iras del nacionalismo criollo. Por eso no pudo concretar su proyecto de pintar los silos de Puerto Nuevo. Fue entonces cuando, a instancias de Botana, se recluyó en “Los Granados”, donde el dueño de casa le ofreció el sótano para pintar un mural.
Los colaboradores
El mexicano convocó a los artistas Lino Enea Spilimbergo y Antonio Berni, al escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro y a Juan Carlos Castagnino, que trazó la composición usando reglas y cordeles. Con este equipo de lujo, que llamó “poligráfico”, acometió la obra mural más rica de América del Sur, que recibió por nombre “Ejercicio plástico”.
Este trabajo en equipo fue el antecedente del Taller de Arte Mural en el país, que estuvo conformado —una década más tarde— por Spilimbergo, Berni, Castagnino, Demetrio Urruchua, el español Miguel Colmeiro (muerto en 1999 en su Galicia natal) y el escultor Luis Falcini. Los cinco primeros artistas realizaron, en 1946, las pinturas de la cúpula de las Galerías Pacífico.
Esta fue la primer gran obra mural que se hizo en un lugar público de Buenos Aires y resultó ser una de las más importantes de América del Sur.
Durante meses se ensayaron distintas angulaciones, empleando un proyector de diapositivas que distorsionaba las figuras de desnudos femeninos, reemplazando a los trazos en carbonilla, que eran pintados con un aerógrafo, en lugar de con pinceles, y con pinturas sintéticas a base de silicatos, que al fraguar el revoque se deshidratan en sílice puro y se depositan en la mezcla de cal, arena y cemento de la pared, formando una capa de color que es capaz de resistir el paso del tiempo. Los trazos iban de una pared a otra, trepando al techo y terminando en el piso, de modo que el espectador se sentía en el centro de una burbuja flotante.
El sótano de la quinta de Botana era un espacio abovedado de 90 metros cúbicos y una superficie de 200 metros cuadrados, íntegramente pintados. Unos pocos peldaños llevaban a su interior. Dos ventanas a la izquierda de la única puerta proporcionaban, durante el día, una tenue y sugerente iluminación.
Como muchas buenas ideas, el tema de la obra le surgió a Siqueiros un tanto imprevistamente. “Fue durante un descanso —relató Castagnino en el curso de una visita grupal, en 1962— que nos tomamos luego de realizar mediciones, analizar los revoques y planificar el tratamiento técnico. Siqueiros se había asomado a un aljibe de la quinta observando su imagen reflejada y la deformación de las proporciones que se producían al acercar la mano a la superficie del agua, el movimiento ondulatorio de esta y la simultaneidad de los perfiles. Para él fue todo un mundo de sugerencias que luego plasmó en lo que llamó “caja plástica”, o sea una caja transparente sumergida en el fondo del mar, a cuyas paredes se acercan flotando los personajes, y en cuyo centro, en un punto virtual, se encontraba el espectador”.
Para desgracia de Siqueiros, su esposa, la poeta uruguaya Blanca Luz Brum, poseía una belleza alucinante. Esto originó el drama, un drama que no terminó en muertes y tragedia, pero que sí ahondó la tristeza del gran muralista. El precio para Siqueiros fue tremendo: a cambio de su sueldo, a cambio del placer de pintar ayudado por los otros genios, mientras él bajaba al sótano, Botana se acostaba con Blanca Luz Brum…
Todo este drama se trasuntaba en el mural: los colores tenues, las figuras retorcidas y fantasmagóricas, la belleza pecaminosa de una mujer, otros personajes, todos cubriendo el techo abovedado y las cuatro paredes. En el piso estaba la figura de un hombre con cuernos enroscados en forma de tirabuzón. Ese hombre “…era yo. Ese es mi autorretrato. La modelo me engañaba con Natalio Botana. Por eso me pinté con el rostro cornúpeto…”, admitió Siqueiros en una carta que le envió al periodista Abel González, cuando este y dos amigos pretendían filmar el mural y contar su historia…
Neruda tuvo más suerte que Siqueiros, su amigo, cuando se topó con el resplandor de Botana. Años después lo narró así: “Con García Lorca fuimos invitados a una cena en casa de un millonario autodidacto que había hecho una fortuna fabulosa con un diario sensacionalista en Buenos Aires. Centenares de jaulas con faisanes y animales de todos los colores rodeaban esta casa. La biblioteca estaba llena de libros antiquísimos comprados en subastas europeas. Había cuadros y estatuas por doquier. El piso de la sala de lectura estaba totalmente revestido con pieles de pantera cosidas unas a otras… Entre unos cien invitados comimos una vaca entera asada con el cuero. El perfume del asado se mezclaba con la fragancia del trébol y la menta, el murmullo de grillos y renacuajos… Con Federico y una poetisa de ojos verdes fuimos hacia la pileta, la dejamos atrás y llegamos a una torre blanca y su mirador. Después…”. Termina el relato de Neruda contando como él y la poetisa subieron al mirador, mientras el gran Federico hacía la guardia al pie de la escalera.
En esa época la quinta tenía dieciséis hectáreas, con bosques y caballerizas propios. Todo se subdividió, quedando solamente la casa principal, con sus mayólicas, maderas y vitraux traídos de Europa.
Salvadora Medina Onrrubia pretendió borrar el mural con ácido muriático, ante la presunción de que la modelo había sido Blanca Luz Brum, con la que su marido había mantenido un romance. Como su intento resultó inútil, mandó pintarlo con cal y cerrar el sótano.
Botana murió en 1941, y la quinta cambió varias veces de dueño, entre los que se contaron Alvaro Alzogaray y José Pirilo, quien fuera dueño del diario “La Razón”. En 1962 Castagnino restauró el mural, pero la quinta permaneció abandonada por años, sin caseros, siendo ocasional refugio de vagabundos, que cocinaron en el sótano, y tampoco ayudó a la conservación del mismo el barro y la humedad.
En 1989 fue adqurida por la firma Seville S.A., de la que era presidente Héctor Mendizábal, un vendedor de autos usados de Morón, quien la compró en u$s 70.000, con la idea de desmontar el mural y pasearlo por el mundo. Y de inmediato encargó a los ingenieros Jorge Fontán Balestra y Tomás del Carril, que trabajaron con el restaurador mexicano Manuel Serrano (quienes aún no cobraron por su trabajo), con un equipo de 25 personas, para dividir la obra de Siqueiros en siete partes, incluyendo el piso, para así trasladarla con seguridad y facilidad.
El comedor de la casa que había sido de Botana fue demolido totalmente hasta dejar expuestas las paredes del sótano, construyendo un galpón para proteger al mural del clima, y los muros fueron seccionados en seis partes que tienen menos de un centímetro de espesor, mediante un cuidadoso trabajo de ingeniería estructural, restaurándose finalmente la casa, luego de seis meses de trabajo.
Aseguraron el espesor del mural cubriéndolo por dentro con una especie de lana de vidrio sobre tela, una cimbra metálica y madera, con resina Araldita CW 22-15 y agente espumante. Todo protegiendo al inmenso mural de 6,70 metros por 5,30 y 2,90. Por fuera, sacaron los ladrillos y la argamasa, dejando sólo el revoque, cubriéndolo luego —también— con una red de metal y madera. El mural desarmado fue montado en cinco contenedores, de modo que podía ser armado en 48 horas.
La euforia, que contagió a los socios de Mendizábal, los llevó a buscar fondos que después Seville S.A. no pudo afrontar, con la idea de exhibir “Ejercicio Plástico” en una gira mundial. Las desinteligencias con los administradores de la firma precipitaron un pedido de quiebra: 26 demandas terminaron arrinconando a Mendizábal contra las cuerdas, y lo que iba a ser un recorrido triunfal por el mundo se volvió un infierno. En primer lugar, para el mural, que por una medida cautelar de la Justicia, en 1992 en cuatro contenedores, fue a parar al depósito Grúas Don Bosco, en San Justo. Un quinto contenedor, en un depósito de Marcos Paz, contiene el piso del sótano, parte indivisible de la obra.
Cientos de escritos se acumularon en varios juzgados con demandas, acusaciones de una y otra parte, pedidos de nulidad, sentencias, medidas cautelares, apelaciones. En medio de tantas idas y vueltas, el 4 de octubre de 1994 Seville S.A. apareció vendiéndolo por 824.000 dólares a Dencanor S.A., una ignota empresa uruguaya. El litigio abrazó ambas orillas del Plata y alguna vez la letrada de Dencanor, Mirta Graciela Barruti, acusó a los tribunales argentinos de trabar la posesión del bien.
En un trabajo publicado en México (“1930-1940: retrato de una década”) se presenta el mural de “Los Granados” como una de las obras más importantes y significativas de Siqueiros, y se sugiere que a corto o largo plazo habría que pensar en un destino similar al de su emplazamiento original. Es decir, pensar que la obra debería establecerse bajo tierra, pero en un lugar público, uniendo todas las partes, incluyendo ventanas, rejas, escalera y piso.
Pero, ¿cómo salir del entuerto jurídico y preservar un bien que los propios mexicanos consideran de valor incalculable? El valor, sin embargo, no era monetario: fue tasado en unos tres millones de dólares por el Banco Ciudad de Buenos Aires, en caso de que se procediera a un remate judicial, bastante menos de los cuatro que se pagaron por un lienzo de Frida Khalo hace poco, pero lo suficiente para cubrir lo que Dencanor S.A. aseguraba haberle pagado a Seville S.A. (824.000 dólares) y lo que reclamaban otros tres acreedores, que rondaría el millón de dólares.
“Las opciones posibles para superar este conflicto de intereses son varias, pero todas están en manos del gobierno” dijo Nydia Sroulevich, abogada y artista plástica. Y entre estas alternativas estaban desde la expropiación lisa y llana hasta su declaración como bien histórico y artístico, como se hizo con el mural de Berni en el bingo de Avellaneda.
En su momento, la Secretaría de Cultura de la Nación tomó cartas en el asunto propiciando un proyecto de ley declarando al mural Patrimonio Nacional. Pero la maraña de intereses en juego dilató la toma de decisiones.
En marzo de 2001, por vía judicial, se había logrado que el mural fuera inspeccionado por una comisión de expertos designados por Cultura. A último momento, el 22 de ese mismo mes, una de las partes litigantes logró la recusación del juez que atendía la causa, Juan Manuel Gutiérrez Cabello. Se insistió ante el tribunal pero los titulares de Dencanor tienen las llaves de los contenedores y se negaron a colaborar. El caso está en manos de la Sala 5ª de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial.
Liliana Barela, presidenta de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos explicó que “inspeccionar la obra es clave para poder evaluar sus posibilidades de restauración y declararla Bien Artístico. Eso significa asegurar la misma protección que un monumento. Esta obra fue valuada en 3.000.000 de dólares por el Banco Ciudad y el Estado no tiene plata para comprarla. Pero apoyándonos en la Constitución Nacional, podemos exigir que no se destruya. Hace años que está sometida a las peores condiciones, bajo el sol, el frío y la lluvia, al aire libre”.
La aspiración de las autoridades es que el público pueda disfrutar de esta obra. El Estado podría tenerla en custodia mientras sigue el juicio, haciéndose cargo del montaje, el cuidado y los seguros. “Lo que ha pasado con esta obra de Siqueiros podría crear conciencia en la gente sobre la importancia de defender nuestro patrimonio cultural. Necesitamos adaptar a nuestra realidad las leyes de países como Chile, México o España”, dijo Barela.1
El jueves 10 de mayo de 2001 el mural fue declarado Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires por la legislatura provincial, a raíz de un proyecto del diputado Sergio T. Massa; y el senador nacional Horacio D. Usandizaga presentó un proyecto de ley que permite la intervención del Estado aún en el caso de obras embargadas judicialmente, como en este caso.
Ahora se abre una nueva instancia, aunque todavía resta esperar que la Secretaría de Cultura de la Nación obtenga la declaración de Patrimonio Nacional del mural, para evitar que el mismo salga del país, salvando finalmente la pérdida o destrucción de este exponente del patrimonio histórico-cultural argentino.
Sin legislación sobre la materia, esta importante obra que debiera ser considerada patrimonio nacional y de la humanidad sigue en sus cinco contenedores al aire libre, a riesgo de perderse para siempre.
Con “Ejercicio plástico” nació una obra que clausura el muralismo clásico, de cuño renacentista, instalando al espectador en un punto interactivo con el espacio que lo envuelve, de modo tal que todo se disuelve en una pura virtualidad. Es el secreto de su magia. Es una obra única que hoy ya figura como el hito más relevante en la carrera artística de Siqueiros y como una obra-bisagra en el arte muralístico del siglo XX.
En tanto, la quinta Los Granados había sido rematada judicialmente, conociéndose hace poco tiempo que su propietario actual era Armando Gostanián, ex director de la Casa de la Moneda, tomando pública notoriedad por haberse dispuesto como el lugar de detención del ex presidente Carlos Menem.
1. Diario Clarín, viernes 24 de agosto de 2001.
Osvaldo Carlos Sidoli
Presidente de la Junta de Estudios
Históricos del Caballito. Investigador
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año III – N° 14 – Marzo de 2002
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Edificios destacados, PERFIL PERSONAS, Artistas plásticos y escultores, Escritores y periodistas, Arte, Hitos sociales
Palabras claves: muralista, La Botana, cúpula, Galerías Pacífico, Siqueiros, mural
Año de referencia del artículo: 1930
Historias de la Ciudad. Año 3 Nro14