La economía de estos años, para los sectores de la clase media baja y del proletariado, fue de una férrea contención de gastos y de privaciones en bienes imprescindibles, pues los ingresos familiares, como lo demuestran las estadísticas del Departamento Nacional del Trabajo, no llegaban a satisfacerlas en un alto porcentaje de los muestreos realizado.
Esas angustias diarias se sobrellevaron en base a la economía de la libreta de almacén, que permitió parar la olla y cubrir los gastos del vestir y calzar, hasta que se cobrara la quincena o el sueldo mensual, para seguir sacando fiado hasta el próximo cobro.
También esta década se caracterizó por la economía de los vales, fichas o retiros a cuenta en las actividades agro extractivas que predominaban en algunas regiones, con empresas como La Forestal, que han dejado tan mal recuerdo entre el proletariado.
Antes de entrar a detallar los distintos precios de las cosas del diario vivir, es necesario recapitular sobre los salarios o sueldos recibidos por la clase trabajadora. Oscilaban entre $ 65, cuando eran aprendices de albañiles y $ 170, cuando se trataba de obreros. Los capataces estaban entre $ 215 y $ 220, mientras los encargados de fábrica oscilaban entre $ 240 y $ 260. Estos valores variaban de acuerdo con las ramas de actividad. Los empleados administrativos lograban alcanzar entre $ 200 y $ 210, siendo superados esos niveles en los cargos de jerarquía y responsabilidad.
Para tener una idea del costo de vida en la década tratada en este trabajo, se agregan algunos valores indicativos, haciendo la salvedad que los precios seleccionados provienen de los avisos publicados en diarios y revistas. La mayoría no regían de manera plena y total en toda la ciudad, pues había barrios en los que, de acuerdo con la composición económica de sus habitantes, los comerciantes trataban de hacerlos más accesibles.
Para desayunar se alimentaban las personas con el llamado café completo (con pan y dulce o mermelada o manteca). Se podía tomar en las lecherías de barrio con 10 o 15 centavos. Si se tomaba como desayuno en la casa, el costo se reducía a 5 u 8 centavos, al dividir el litro de leche o el café preparado para la familia, como el resto de los aditamentos por la cantidad de miembros.
El café con leche con una ensaimada (bollo formado por una tira de pasta hojaldrada dispuesta en espiral), costaba en los cafés o lecherías del centro 20 centavos. Para los niños se completaba el desayuno y la merienda agregando galletitas o vainillas Terrabussi, bizcochos Canale o Bagley. No eran ajenas a estas colaciones las tortitas de grasa o bollitos de fabricación casera.
A veces se le agregaba un emparedado de dulce de membrillo o batata La Gioconda. También era costumbre en esos años separar la nata de la leche y darla a los chicos con el café o el mate cocido. También se acostumbraba a raspar el fondo de las ollas, donde se hacía hervir la leche, agregándole un poco de azúcar. Para completar el desayuno y la merienda, se hacían dulces caseros utilizando desde la leche a los tomates.
Precios ligeramente inferiores se lograban si se desayunaba con mate cocido o mate de bombilla y pan, galleta o factura del día anterior. La cascarilla, que reemplazaba al cacao o al chocolate, estaba a 12 centavos el kilo. El cacao importado estaba a $ 9 el kilo. Las marcas eran, Godet, Águila y Noel. Se usaba también para la merienda infantil el Toddy, que costaba $ 2, la media libra.
Uno de los mejores chocolates con churros se servía en la “Confitería la Armonía”, de Avenida de Mayo 1018, o en “Los 36 Billares” de la misma avenida al 1263.
El almuerzo costaba entre 50 centavos y $ 1,20, dependiendo de qué se ingería y dónde, siempre a nivel de clase trabajadora. En los puestos callejeros, (achuras, chorizos y morcillas asadas), servidos sin apoyatura, comiendo de a pie, lo mismo en los vendedores callejeros de pizza y fainá, era posible comer (llenar la panza) por menos de 50 centavos. En una cantina se podía comer mucho y bien con un vaso de vino por $ 1,50. Allí, un plato barato y apetecido, eran sardinas en aceite de oliva (españolas), con cebollas recién cortadas, acompañando todo con mucho pan y un vaso de vino, por $ 1,20 ó $ 1,50.
En un restaurante, con mantel, una entrada y un plato fuerte, con postre y un cuarto de vino nacional, era posible comer gastando entre $ 2 y $ 2,50. En los buenos restaurantes, con una botella de vino francés o alemán se almorzaba o cenaba por $ 5. Las bebidas sin alcohol podían ser agua, agua Villavicencio, Pomona o Indian Tonic Cunnington.
Las comidas se saborizaban con sal Cerebos, condimentando muchos platos con aceite de oliva importado marca Raggio, Ibarra o Bao; si era nacional llevaba la marca Ricoltore. Si el vinagre era de vino podía ser Omega, producido por Lagorio y Cía. También se utilizaba en la preparación de las comidas el condimento Savora y el extracto de tomate marca Cirio, importado de Italia. Por su parte, Bagley vendía arvejas enlatadas.
Para tener una idea muy somera de la cocina promedio de la clase media y de la clase pobre, consultar los recetarios de la Compañía Sansinena, (La Negra), que ofrecía la posibilidad de 1008 recetas.
En materia de alimentos los precios variaban mucho, dependiendo de la marca, la calidad, si eran sueltos o envasados. En esta última situación se encontraban la mayoría de ellos (azúcar, yerba, café, sal, fideos, harina, té, etc.), pero al final de la década se fue imponiendo la costumbre del alimento envasado que daba cierta constancia de calidad e higiene al evitar el manoseo. El azúcar suelta en terrones estaba a 0,33 el kilo y molida a 0,30.
Los alimentos frescos como las chuletas costaban 70 centavos el kilo, la chiquizuela a 20, el asado de tira 60, la carne con hueso, para guisos a 50 y la carne picada de buena calidad entre 30 y 40 centavos el kilo. La yapa en las carnicería eran trozos de corazón, bofe, ubre o hígado, “para el perro o el gato”, que muchas veces eran alimento de las personas. El pan llamado francés cotizaba a 20 centavos el kilo.
El kilo de papas costaba 10 centavos; los fideos guiseros 30 y los usados en la sopa 25; la harina blanca 000, estaba a 15 el kilo. La leche suelta vendida en la puerta de la casa, al pie de la vaca 10 centavos el litro. Por su parte la leche embotellada y pasteurizada costaba 18 la botella de 1 litro.
El vino tinto en damajuana de diez litros, marca El Chango valía $ 3,50. Si se vendía suelto, llevando la botella, su precio era de 40 centavos el litro. El vino blanco de la misma marca en damajuana valía $ 4,20 y el litro suelto 45 centavos. Había vinos más baratos, como el llamado Andino, producido por La Superiora, que decía tener una sucursal en cada barrio, a razón de 30 centavos el litro. El kilo de chocolate se cobraba a
$ 8,90, la libra a $ 2,50 y la media libra a $ 1,40. Las arvejas en lata, importadas $ 4,95. La pieza de salame importado de Italia $ 9,75; el queso Port Salut a $ 5,90 la pieza; otros quesos a $ 5,25.
El aceite de oliva importado de España o Italia, en latas de cinco litros costaba $ 7; en latas de 1 litro $ 1,60. El aceite suelto, nacional, de maíz, 45. centavos. El bacalao importado de Noruega a $ 1,10 el kilo. La grasa de vaca, derretida pero no purificada, estaba a 10 centavos el kilo, mientras que la grasa peya estaba costaba 0,03.
En esos años, el mejor café y té o consumidos en la ciudad eran de la Puerto Rico. Había mezclas de cafés desde $ 2, el kilo. Otros, considerados especiales estaban a $ 5,95 el kilo.
Se destacaban los restaurantes de “Loprete”, ubicado en Luis Sáenz Peña 749, “Priano”, Necochea 1224, “Chiquín” en Entre Ríos 1283 y “El Tropezón” en Callao al 200.
Un par de zapatos para niño se podía adquirir en casa Tonsa a $ 1,65, de goma sport $ 1,70. Había varias calidades por lo que también se ofrecían zapatos para niños que variaban entre $ 3,90 y $ 8,50. De buena calidad y en zapaterías ubicadas en el radio del actual microcentro, había calzado para niños que iba desde $ 6,50 a $ 8,50. Por su parte los zapatos para colegial de buena calidad de los uniformes exigidos por algunos colegios, variaban entre $ 9,90 a $ 11,90. Las sandalias estaban a $ 6,50.
Los zapatos para mujer, de regular calidad, los más baratos valían entre $ 5 y $ 7,90. Tonsa, por su parte ofrecía zapatos de mujer a $ 6,90, botas de vaqueta lisa $ 10,90 y otra bota simple, $ 8,90. La Casa Oscaria, Florida 274/280 ofertaba en 1934, zapatos a $ 12,90 el par y las medias, modelo Morley a 10 centavos. Otras ofertas de la misma casa eran zapatos de mujer a $ 8,90 el par y para hombre a $ 12,50. Estos nuevos precios eran de 1938. En el mismo año, se publicaron avisos ofreciendo zapatos para jugar al fútbol a $ 3,25 el par; camisetas a 95 centavos, medias a 0,50 el par y pantalones desde 0,75 hasta $ 1,25. Estos últimos eran para prendas deportivas.
La ropa de hombre presentaba las siguientes oportunidades: un pantalón para diario $ 14, en M. Álvarez, de B. Mitre y Esmeralda. Por su parte Casa Vives de Cerrito 224 ofertaba camisas de poplín inglés, con 2 cuellos y cuatro puños de repuesto en $ 5, un calzoncillo de poplín inglés $ 3; camiseta y calzoncillo a $ 5. Otra oferta era de calzoncillo o camiseta de lana, cada prenda a $ 3,90, en Bmé. Mitre 1133.
Otros precios y calidades ponían las ofertas de camisas blancas de hilo a $ 4, camisas blancas de zephir a $ 5,50, camisas blancas con pechera (para mozos) a $ 2,95. Un par de medias para hombre a 40 centavos. La docena de pañuelos de mano $ 5. Los tiradores de algodón 85 centavos, y los mismos de seda a $ 1.
Un traje a medida, en género nacional se podía pagar en 10 meses, a $ 70, o sea, a $ 7 al mes. Si era de género inglés a $ 110, también pagadero en diez meses. Un perramus importado, entre $ 70 y $ 100. El sobretodo también importado, variaba entre 90 y 160 pesos. La misma pieza, confeccionada en tela nacional estaba a $ 45 al contado.
Por su parte Au Bon Marché, Gath & Chaves y Harrods (precios tomados como promedios de las tres casas), tenían los siguientes: robe de chambre entre $ 49 y $ 75; ambo (traje sin chaleco), entre $ 185 y $ 200; pantalones entre $ 44 y $ 55; ambo de pantalón corto, para niños entre $ 53 y $ 63; sobretodos para niños entre $ 66 y $ 115.
Para ropa de trabajo había que acudir a Casa Roveda de Callao y Cangallo donde era posible comprar un traje enterizo de loneta por $ 9,50; 1 camisa de poplín $ 4,90; 1 camiseta de hilo $ 2,20. En ella había un gran surtido de sacos y camisas para mozos o para mecánicos en una gran gama de calidades y precios. Los sombreros para hombre marca Monza, importado de Italia estaba a $ 10 y el de castor, también importado a $ 11,80. A su vez el sombrero Maxera, impuesto como estilo y adoptado por los “lunfas”, como prenda distintiva, variaba entre $ 6 y $ 12, de acuerdo con las calidades de los paños utilizados en la confección, pero manteniendo siempre el toque distintivo.
La ropa de mujer tenía también muchas variantes en cuanto a los precios, pues dependían de la calidad de los elementos constitutivos, de la confección y de quién la producía. Algunos precios orientativos son los siguientes: Fajas sencillas $ 7,90. Otras fajas oscilaban entre $ 18 y $ 20 cada una. Las medias elásticas estaban a $ 18 el par. Estas dos cotizaciones eran de La Poupé, Cerrito 188.
Modeladores marca Imperio, en rica batista de hilo con cuatro ligas de seda $ 30. Los corset más afamados eran de Casa Porta y las medias llevaban la marca París. Además, se vendían moldes para vestidos, blusas, polleras y tapados para confeccionarlos en casa. Competían con las casas céntricas las modistas de barrio que hacían la ropa adecuada a los deseos de cada clienta, por la mitad de precio.
Por su parte Harrods, Gath y Chaves y Au Bon Marché, tenían estos precios (promedios): tapados variando entre $ 145 y 350; vestidos entre $ 49 y 138; peinador entre $ 29 y 45; corset entre $ 37 y 45.
Una máquina de afeitar tipo Gillete, marca Sarita se ofertaba a $ 2,50. Las 10 hojas para esa máquina a $ 1,50.
Para complementar la indumentaria masculina se ofrecía reloj de bolsillo a precios que oscilaban entre $ 82,90 hasta los $ 133. Para teñir los cabellos (hombre o mujer), se usaba tintura La Carmela, instalada en Pavón 1088. El precio de frasco era de $ 7, y la colonia de la misma marca $ 8. La loción y polvos de tocador importados de París, $ 2 la caja. Para 1935, el fijador Rosaflor que competía en el mercado con la gomina Brancato, ofrecía, recomendada por Julio De Caro, las brillantinas y fijadores para el cabello de su producción. Por su parte, la marca Gillete tenía para la higiene y belleza masculina, máquinas para afeitar, hojas de repuesto, brochas a precios ligeramente superiores a los de la competencia, pero con mejor calidad.
Para atender el peinado masculino se publicitaba la brillantina Atkinson que, de acuerdo con el tamaño del frasco, costaba desde 70 a 95 centavos. Para suavizar la cara se recomendaba la crema de pepinos desde $ 0,70 hasta $ 2,50, de acuerdo con el tamaño. La venta se hacía en el local de la calle Constitución 3558. Para la higiene en general se ofrecían muchos jabones, destacándose Palmolive, Prado, Reuter y Heno de Pravia a 70 centavos la pastilla. Le Sancy por su parte ofertaba 4 pastillas a $ 1, si se adquiría una sola el precio era de $ 0,35. Para la limpieza del cutis se usaba Sapolán Ferrini que costaba $ 1,80, el frasco. Competía en este rubro la Crema de Belleza Mercolizada. Otra crema recomendada para la belleza del cutis era la fabricada en Cabildo 2171 que llegaba al comercio con nombre francés. Para la piel con eczema se recomendaba la Pomada Eczemo Salva. Por su parte Griet ofrecía crema de miel y almendras, esmalte para uñas, cera para el cutis, rouge para los labios y colorete compacto, a razón de 70 centavos por artículo.
Para el cuidado de los pies se recomendaba en avisos muy reiterados en los medios gráficos Zino Pads del Dr. Scholl, que variaban de precios de acuerdo con la cantidad y con el tipo de callicida. Por su parte la pomada Taborats estaba a $ 2,60 y la Callusín líquida a $ 4,40 y en pomada a 70 centavos. También tenían mucha publicidad el Ungüento Monje Negro, para los callos, y las sales boratadas de distintas marcas.
El cuidado de la higiene bucal estuvo casi siempre a cargo de la producción de Palmolive, Kolynos, Pepsodent y Pebeco, esta última con menor penetración en el mercado. Un aviso muy reiterado, por ser realizado con el concurso de Eva Franco, María Ester Podestá, Luisita Cordera, Berta Singerman, Amelia Senisterra e Iris Marga, fue el correspondiente a la crema para el cutis femenino, llamada Crema de Oriente Vindo Bona. La loción para las canas fue la Loción Mirus a $ 8 el frasco. Para ello también se publicitaba la Loçao Brillantique. El polvo antisudoral era el Vasenol, el talco Flores del Campo a $ 20 la caja, el talco Williams, o los polvos Vichy Herba. Otro antisudoral femenino fue el Lescher a 70 centavos y a $ 1,70, de acuerdo con el tamaño.
Entre las casas de peinados para mujer, publicitó Casa Bozzini, Santa Fe 1825. Su atención se centró casi siempre en el corte a lo garçon (melenita de oro) y en los peinados llamados permanentes, que tenían larga duración, pero que afectaban la salud de los cabellos, por los líquidos usados, lo mismo que las tinturas. Por su parte los salones de peinados Hollywood, Rivadavia 935, ofrecían permanentes sistema norteamericano, desde $ 6, tinturas desde $ 4 y abono a tres servicios por $ 2,50. A su vez La Esmeralda, Piedras 485-99, tentaba a la clientela femenina con estos precios: Permanentes $ 5, tinturas $ 6, retoque de tintura $ 4, permanente eléctrica, $ 5, al aceite, $ 7 y la croquiñol $ 10. Competía con las anteriores en precios y servicios Chez Antoine, de Santa Fe 3311. La belleza femenina fue atendida por el profesor Jorge V. Mitre, que estaba en Charcas 1615.
El corte de cabellos para niños estaba a 20 centavos. En el segundo piso de Harrods funcionaba la peluquería para niños, donde el corte había que abonarlo 50 centavos.
El chupetín Pirulín 5 centavos. El paquete de galletitas Manón (6 unidades) estaba a mismo precio, al igual que las galletitas de Terrabussi. Ambas fábricas hacían ofertas de regalos a los consumidores.
La pelota de goma costaba 20 centavos, y la porción de pizza 10, al mismo tiempo que la de fainá estaba a la mitad.
Los aros de oro con brillantes estaban a $ 25, el par. Un anillo de oro 18 k, $ 26; el mismo con zafiro, $ 16. Un prendedor considerado clásico con zafiros y brillantes $ 23.
En materia de muebles las posibilidades eran muchas ya que se ofertaban 19 piezas (comedor, dormitorio y living) a $ 280, pagaderos en cuotas. Otra oferta de Casa Ravel, Corrientes 1835, anunciaba 23 piezas (comedor y dormitorio) a $ 275. La Fábrica Regional de Muebles, Rivadavia 2362 anunciaba dormitorio de abedul veteado a muñeca, compuesto de ropero de tres cuerpos, dos mesas de luz, cama de dos plazas con elástico Imperial, banqueta, perchas y toallero por $ 145. Varias fábricas ofertaban roperos desde $ 100 hasta 250; juegos de escritorio, completos $ 180; una mesa escritorio en $ 175, una mesa centro en $ 115. Estas tres ofertas eran de Muebles Sirlin. Por su parte La Imperial tenía estas ofertas: dormitorio Chipendale $ 280, comedor en el mismo estilo $ 360. A su vez, La Veneciana tenía camas de plaza y media a $ 35; de una plaza a $ 25 y de dos plazas a 45. Camas de hierro de plaza y media a $ 24, de caño de dos plazas a 35; los catres oscilaban entre $ 6 y 14. Casa Ravel intentaba competir con un juego de dormitorio a $ 255 y un comedor a 335. Un sillón cama, marca Gicovate, de dos plazas, $ 39. Esta casa estaba ubicada en Corrientes 1134 y la fábrica en la calle Rawson al 700. Muebles Washington, Rivadavia 2149, tenía la oferta de un conjunto de dormitorio y comedor, en raíz de nogal, compuesto por 15 piezas en $ 425. Otro con la misma cantidad de muebles, pero mejor calidad a 475. El ropero de gran capacidad $ 55. Ofertas similares eran las de Muebles Barzi, Rivadavia 2201.
La Casa Mise, Salta 92, ofrecía para las oficinas, máquinas de escribir usadas desde $ 65 hasta 250. Las ofertas de máquinas de escribir correspondían a las marcas Continental, Monarca, en Casa Iturrat, dependiendo del estado de las mismas los precios al contado.
Para el hogar, máquinas de coser entre $ 45 y $ 160. Otras de las marcas Singer, Newman, etc., eran de Casa Gil, Bernardo de Irigoyen 430. Había otras ofertas de máquinas de coser desde $ 38, sin indicación de marca, en Ludovico Guve, Alsina 1530.
El farol a querosene marca Helios costaba a $12, mientrasun tocadiscos portátil para discos de pasta, oscilaba entre $ 20 y 100 pesos..
Las cocinas eran de diferentes calidades y precios. Las de hierro, eran producidas por C.D. Sartore, Carlos Calvo 3950 o Manugani Hnos. de Humberto Iº 1084. Entre los fabricantes de cocina y estufas a querosene figuraron en esos años, Cuareta y Cía, Alsina 961. Por su parte la C. A. D. E. ofertaba cocinas eléctricas y la Compañía Primitiva de Gas, cocinas a gas. Ambas empresas las vendían instaladas a sus usuarios en cuotas mensuales. Eran varias las fábricas de calentadores, pero se destacó la marca Primus, que también produjo planchas a nafta y lámparas para alumbrar ambientes domiciliarios. Esta casa estaba instalada en Santiago del Estero 143.
Los precios correspondientes a los aparatos para escuchar música eran también muy diversos. Ofertaban de una concertina de 20 teclas a $ 12,90; radio Supereterodino de 5 válvulas $ 99,50; fabricadas por Casa América $ 225. Esta casa ubicada en Avenida de Mayo 959 ofrecía acordeón Piemonte $ 43,50, guitarra a 14,90, armónica 1,95, bandoneón a piano Hohner 69,50 (tenía 25 teclas con 12 bajos). Por su parte Casa Soprano, Brasil 1190, ofrecía bandoneón a $ 40, violín a 28,50, y violín para orquesta 38 pesos. Un aviso de 1935, de Casa Romero y Fernández, Florida 255, ofrecía guitarras de nogal a $ 16, pero tenía modelos desde 6,50. También había un gran surtido de cuerdas a precios muy accesibles, de las mejores marcas nacionales e importadas. Los pianos en Casa América se ofrecían a partir de los $ 1300.
La plancha eléctrica de calidad standard, estaba entre $ 4 y 5. La cámara para sacar fotos, marca Rex $ 11,95; la filmadora Romanso 10 estaba a 250; el proyector cinematográfico marca Zeiss Ikon $ 270, pero la máquina fotográfica más popular en esos años era la llamada de cajón, de fácil y simple manejo. Otra de mejor calidad, de la misma marca, de 8 x 14 con estuche, 5 rollos y trípode se ofrecía a $ 60.
Los cigarrillos de tabaco negro, el paquete de 12, sin filtro 7 centavos. Los llamados Brasil (para defensa de la industria nacional) costaba el atado 5. Las marcas de20 centavos el atado de 10 unidades eran Tecla, Barrilete, Dólar, 43, Ben Hur, Caravana, Liga 58, Nobleza, American Club sin filtro, Columbia y Pour la Noblese. Reina Victoria costaba 35, lo mismo que American Club con filtro, Particulares $ 1. Los cigarrillos ingleses marca Omaha, estaba en 90 centavos el atado de 20 unidades. Los Abdulla, con boquila lisa y oro 50. El toscano marca Avanti valía 15 centavos el atado de diez unidades. La caja de fósforos de cera se vendía a 5 y los de papel se regalaban cuando se compraba un atado de cigarrillos, sin importar la marca. La fábrica de cigarrillos Condal, ofrecía a los consumidores de su producción, regalos consistentes en bicicletas, relojes y dos caballos de carrera llamados Reina India y Halo, que fueron sucedidos por otros caballos. A su vez la marca Cleveland se ofrecía con la imagen de Mae West su precio era 35. Rodolfo L. Pando, Corrientes 4564 ofrecía cigarrillos por kilo, saliendo el atado a precios que oscilaban, de acuerdo con la calidad de tabaco desde 6 hasta 21 centavos.
El chop de cerveza variaba entre 20 y 30 centavos. Los diarios se vendían hasta las diez de la mañana a 10 centavos, después, a la mitad. El diario La Prensa regalaba en la madrugada la sección de avisos pidiendo mano de obra.
Los juguetes para las mujercitas ofertados por Marilú, que impuso su línea de producción, eran: muñeca de 42 cm., articulada y vestida $ 8 (se podía elegir el color del cabello, peinado y color de ojos), los tapados para vestirla iban desde $ 35 hasta 69. Como complemento de las muñecas se vendían: silla laqueada $ 3,50, mesa ídem, sombrero de playa $ 2, short de viyela $ 2, pull-over $ 2 y boina 70 centavos.
La bicicleta para niños se podía comprar en 10 o 15 mensualidades, de entre 10 y 15 pesos. Los precios oscilaban entre $ 110 cuando eran para niños, pasando a 150, cuando eran de paseo o 165 las de carrera. Los patines estaban a $ 2,80 el par, los monopatines a $ 10,50 y los triciclos s 34.
La enciclopedia de esos años era la colección en 20 volúmenes encuadernados, llamada El Tesoro de la Juventud. editada por Editorial Jackson y se entregaba con su mueble. Se pagaba una cuota inicial de $ 12 y el resto en diez o quince mensualidades.
Las revistas para niños tenían precios entre 5 y 20 centavos, con aventuras en serie como eran Laurel y Hardy, Rin Tin Tín, Detective Chang, Pat, el pirata, Harold Lloyd, La familia Conejín, El Fantasma, Los Caballeros de la Espada, El Hijo Adoptivo y La Ley del Honor.
Por su parte la Casa Bignoli Ltda., de Carlos Pellegrini y Santa Fe, tenía estos precios para las fiestas de Navidad: Medias Santa Claus (con juguetes y chocolates) variando desde 25 centavos hasta $ 5. Árboles de Navidad desde 80 centavos a $ 12,50. Muñecas marca Jumeau entre $ 50 y $ 105. Triciclos entre 23,50 y 32 pesos. Bicicletas de carrera, italianas, $ 110; de paseo, inglesas, de $ 75 a 95 pesos. Cocinas de juguete a alcohol con la batería correspondiente, de aluminio, $ 29,50. Tren a cuerda, 4,90 y Meccano desde 2,75 a $ 2,85.
En materia de armas, las ofertas eran muchas: revólver c.38, niquelado $ 30, empavonado $ 32. Revólver Smith Weston c.32 y 40. Carabina Rasetti de 6 mm. $ 38; las 100 balas $ 250. Winchester c. 44 de 12 tiros $ 84. Escopeta Rasetti, c.16 $ 80, con gatillo escondido $ 98. Otras marcas variaban entre $ 9 y 40. También había ofertas de cartuchos Orbea.
La desinfección de ambientes se lograba usando Antibactril, Lisoform o fluido Manchester. A ello hay que agregar el gusanicida Alcoluz, Bolívar 556, que estaba a $ 1 la lata de un litro. El teñido de los géneros se realizaba usando las anilinas Venus o Colibrí, ambas de industria alemana, que tenían precios accesibles, pues estaban entre 80 y $ 2, de acuerdo con el tamaño.
Las bebidas más consumidas, además del vino común, producido en la zona cuyana, eran los vinos especiales Marsala de Florio y Fernet Branca (italianos), Oporto Don Luiz (portugués) y oporto El Abuelo (español). Antes de almorzar, no durante la semana, sino los domingos y los días de fiesta, se acostumbraba a abrir el apetito, con un aperitivo, consistente casi siempre en un vaso de vermouth Cinzano o Campari con soda y una picadita. Había quienes le agregaban fernet. El whisky tenía en esos años muy poco consumo.
Los pisos de madera o mosaicos se mantenían limpios, perfumados y brillantes usando ceras como la Solabrillol o La Rosa. Para limpiar la vajilla y el menaje diario se usaba el Puloil o Relusol, que eran marcas comerciales del caolín molido.
Por la estrechez de medios económicos y la herencia cultural, muchas enfermedades eran atendidas en el propio domicilio y por los familiares, usando viejas recetas recibidas por vía familiar o transmitidas por las vecinas más viejas, cuando no por la curandera. Así para resfríos, gripes, bronquitis se aplicaban ventosas, untura blanca, paños calientes en el pecho y espalda, cataplasmas de linaza, completando la cura por la noche, con un vaso de leche caliente con alguna bebida de fuerte graduación alcohólica. Si se sudaba mucho, se componía rápido el afectado. Si no había bebida alcohólica se usaba vino caliente al que a veces se le agregaba canela.
Las ventosas también se usaban para curar dolores musculares, haciéndolas correr por la zona afectada. Para eso se necesitaba una gran práctica. Las ventosas eran a hisopo o a botón. En ambos casos se usaba el fuego para provocar el vacío dentro de la ventosa y así poderlas aplicar, ya que en contacto con la piel atraían a ésta, y se adhería.
Para engordar a los chicos, se usaba el aceite de bacalao en cucharadas diarias, también era costumbre atiborrarlos de platos confeccionados con Maizena o Quaker; la irritaciones a los ojos se curaban con baños de té; la de la garganta con hisopos embebidos en bicarbonato disuelto en agua tibia; para la presión arterial, las sanguijuelas; para los dolores de cabeza o jaquecas, el remedio casero eran las rodajas de papas sujetadas con un pañuelo anudado; sin embargo, la utilización de la Bayaspirina y del Geniol, se habían popularizado mucho, siendo ambas indispensables del botiquín casero. El segundo se ofertaba a 30 centavos el librito de cuatro tabletas y a $ 1,30 el tubo de 20; para los ojos en compota u ojeras, un pedazo de carne cruda y fresca; para la debilidad física la sangre extraída de pedazos de carne calentada y exprimida, en unos exprimidores a mano; para mejorar los cabellos femeninos y masculinos, el agua de lluvia y para salir de las “resacas”, café bien caliente amargo y si era posible con un poco de ceniza. La purga más efectiva era el aceite de ricino.
La atención de un parto normal en el domicilio, por una partera o comadrona, variaba entre 70 y $ 90.
Esta enunciación no agota la lista de remedios caseros, pero demuestra que todavía perduraban hábitos, que podemos llamar primitivos, pero que permitían salir de muchas molestias, con muy poco gasto, ya que la mayoría de los elementos eran baratos y estaban a la mano de cualquiera, evitando la llamada al médico que era onerosa o acudir al hospital público, que era molesto y no muy confiable para la mentalidad del común.
En lo que respecta a los materiales de construcción, los siguientes precios pueden servir para orientar respecto a los costos de las casas en general: el metro de arena oscilaba entre $ 5 y 9; la tonelada de alquitrán estaba a 220; la de asfalto a $ 80. Los azulejos belgas y alemanes de 15 x 15 tenían el precio de $ 125 el ciento, los ingleses estaban a $ 145 y los españoles de 20 x 20 a $ 181. La cerámica española se pagaba a $ 20 el metro cuadrado. La cal de Azul, costaba la tonelada $ 32 y la de Córdoba 63. Los 180 kilos de cemento Loma Negra oscilaban entre $ 10 y 38. Las chapas de amianto de 2,42 de largo
$ 10,45.; el millar de ladrillos variaban entre $ 36 y $ 42. y los hechos a máquina entre 55 y 75. El millar de tejas entre $ 140 y 200; el yeso blanco $ 50.; un inodoro entre $ 36 y $ 90 y las piletas de cemento $ 25; las mismas recubiertas en su interior con azulejos blancos $ 32; un lavatorio 40; un bidets entre 48 y 72 y la bañera entre 65 y 115. A estos últimos artefactos para el baño había que agregarle el costo de las griferías.
Para 1939 un terreno de 8,65 por 17 metros de fondo, ubicado en la calle García del Río al 3800, $ 2300 al contado, y una casa de dos habitaciones, baño, cocina, hall, con jardín al frente y un pequeño patio posterior $ 8.000.
En lo que corresponde a las informaciones para el otorgamiento de créditos a nivel empresario o personal, existieron en esos años varias empresas dedicadas a informar sobre la solvencia de los solicitantes, pero se destacó de manera muy nítida Veritas, que perduró por muchos años a la cabeza de todas.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año I – N° 5 – 2da. reimpr. – Mayo de 2009
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Mercados, Comercios, PERFIL PERSONAS, Vida cívica, Cosas que ya no están, Costumbres
Palabras claves: costos, vida
Año de referencia del artículo: 1930
Historias de la Ciudad. Año 1 Nro5