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Montserrat

Polémicas y enfrentamientos en los Cafés y Bares de Buenos Aires durante la Guerra Civil Española

Carlos Szwarcer

Av. de Mayo y Salta, C. 1940. Izq. Bar Español. Reducto de los "franquistas". (Foto 1939. AGN) Der: Café Iberia. Lugar de encuentro de los "republicanos". (Foto 1946. AGN)

En la Buenos Aires del siglo XVIII, según registros de la época, la sociedad colonial se reunía en los primeros rincones neurálgicos de encuentro social ubicados en la Recova Vieja: el “Almacén del Rey”, desde 1769 -posteriormente llamado el Café La Sonámbula-, o  el “Café de los Catalanes”, inaugurado en 1799, en las actuales calles Juan Domingo Perón y San Martín; ese año el Café La Amistad, abrió sus puertas en el bajo de la Alameda. Pasó el tiempo obcecadamente y la Recova ya no existe, se demolió en 1884. Los caminos que siguió la historia fueron por demás sorprendentes y vertiginosos.

Desde esta perspectiva, la ciudad  tuvo un espectacular crecimiento al convertirse en puerta de acceso de importantísimas oleadas inmigratorias, entre fines del siglo XIX y principios del XX, modificando su carácter predominantemente hispano, pasando a ser el receptáculo de una profusa mezcla de culturas.

Durante este período los porteños consolidaron la tradición de encontrarse en los Cafés, esos sucedáneos de los “fogones” criollos, o como lo definen algunos “popes” de las ciencias sociales: lugares que representaban “La Choza Mayor de la Tribu”. Es importante destacar  que esos Cafés fueron además el resultado de la evolución desde la época colonial en que las primeras pulperías y almacenes, donde corría el alcohol, el juego y las riñas, devinieron en tabernas o fondas, para ir transformándose en ámbitos en los que se conversaba desde temas triviales a profundos debates de grupos literarios, artísticos y políticos, propiciándose tanto los diálogos constructivos como las discusiones y los enfrentamientos ideológicos por acontecimientos locales e internacionales.

Hacia 1810, época de la Revolución de Mayo, los establecimientos de mayor destaque fueron el Café de los Trucos, emplazado en la cuadra sur de la Plaza Mayor, llamado así por los famosos juegos de baraja entre sus parroquianos, el Café de Marco situado en la esquina de las calles Alsina y Bolívar, fundado en 1801 y el mencionado Café de los Catalanes.

En este sentido el Café de Marco fue visita obligada de políticos cuando comenzaba a gestarse la independencia americana y pasaron por sus mesas la mayoría de las figuras encumbradas de la burguesía de la ciudad. Esa asistencia era posible por su ubicación privilegiada: a metros del Cabildo, el Fuerte y la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo). Este legendario local, caja de resonancia de la intelectualidad porteña, lugar de anécdotas increíbles, fue testigo del país en sus orígenes. Lugar de tertulias, trascendentes encuentros, y también de metódicos excesos de algunos “prohombres”. Pedro José Marco fue su fundador, natural de la villa de Isaza, entroncada en el valle del Roncal, en pleno reino de Navarra. Descendiente de guipuzcoanos, hombres de fe, hidalguía, coraje y generosidad

Por lo tanto fueron los  Bares y Cafés de la ciudad donde más se manifestaba el germen de posiciones, discusiones y la  participación política urbana que como señalamos venía de lejos en el tiempo. Los españoles sabían bien que los jóvenes que se reunían en este estratégico Café alentaban el espíritu de libertad de la naciente república y que el salón fue propicio para las reuniones políticas de los acontecimientos de mayo de 1810, proceso que finalizaría con la destitución del virrey español y su reemplazo por una Junta de Gobierno local, hito fundacional que inició la evolución hacia la independencia del Estado Argentino.

Si ya la Argentina, en particular Buenos Aires, tenía una predominante presencia española desde su fundación, se acrecentó con la aludida oleada inmigratoria en el siglo XX que consolidó una influyente cultura hispánica.

Por otra parte los análisis demográficos marcan también un carácter multiétnico fruto de la llegada de inmigrantes entre 1850-1950, mayoritariamente eran italianos y en segundo lugar españoles, agregándose a la población preexistente: indígenas originarios, afro-argentinas y los gauchos del período colonial. El censo de 1895 contabilizó 198.000 inmigrantes de España, cifra que creció a 841.000 en 1914. Y los datos previos a la Guerra Civil Española indican que entre los años 1921 y 1930 arribaron otros 232.000 hispanos.

En sintonía con los sucesos acaecidos en la península, a partir de 1936 estos fueron seguidos en Argentina con enorme interés por la población en general, la intelectualidad  vernácula y, en particular por la numerosa colectividad española que incorporaba estos acontecimientos trágicos como tema primordial en las conversaciones familiares y en los lugares de encuentro social.

El gobierno argentino, en aquellos momentos presidido por el general Agustín P. Justo,  se declaró “prescindente” con relación a lo que ocurría en tierras españolas. Esa neutralidad no fue la posición mayoritaria de la comunidad hispana instalada en el país. Las pasiones encontradas chocaban cotidianamente en la Avenida de Mayo -inaugurada en 1894 con un típico sello español inspirado en la Gran Vía de Madrid– donde se concentraban varios Cafés convertidos, de algún modo, también en campo de batalla entre los dos bandos enfrentados ásperamente apenas iniciado el conflicto bélico en  julio de 1936.

En Buenos Aires para apoyar a los republicanos se crearon “comités de ayuda” y hubo festivales en el Luna Park con la presencia de numerosos artistas. En tanto los franquistas recibieron el apoyo del Jockey Club y de la Legión Cívica, grupo paramilitar formado por el expresidente argentino general José Félix Uriburu.

En la zona de la Av. De Mayo fueron dos Cafés y un Restaurante tradicionales los reductos con dispares manifestaciones. El Bar Iberia que nació como Bar La Toja en 1897, ubicado a una cuadra del Comité Central de la Unión Cívica Radical, en la esquina de Av. De Mayo y la Calle Salta. Con la compra en 1936 por el exiliado español Daniel Calzado el espacio se convirtió en la sede de los republicanos. En su salón, sentados en sus mesas, los habitués compartían noticias de su tierra, anhelaban la victoria de los rojos y la derrota de los franquistas. Recolectaban alimentos y ropa que enviaban a la península, redactaban consignas, pergeñaban movimientos y proyectos. En su libro de actas llamado “La República en el exilio”  registraban todas sus reuniones.

En la otra ochava se encontraba el Bar Español, el de los adherentes al movimiento que, como publicó aquí monseñor Gustavo Franceschi, en la revista Criterio, definía a Franco como “el paladín de un nuevo Estado, cristiano por su espíritu, español por su raigambre y moderno por su adaptación a las necesidades de los tiempos actuales”.

Evocan que en marzo de 1938 los republicanos ubicaron un camión con altoparlantes en el medio de la calle. Desde el vehículo sonaba el “Himno de Riego” (muy popular desde 1931 a 1939), desplegándose consignas antifascistas. La reacción de los franquistas no se hizo esperar, tirando de todo, vasos y platos, sifones, sillas incluidas contra el camión. Desde ya que no faltaron las trompadas entre ambos bandos. Las refriegas y enfrentamientos se repetían periódicamente, y finalizaban cuando llegaba la Policía.

En conclusión, la actitud de los españoles y sus descendientes fue reaccionar visceralmente a favor de uno de las dos bandos en conflicto, aunque existía un lugar cerca del Iberia y El Español, cuyo nombre ya indicaba una posición de neutralidad, nos referimos al restaurante El Imparcial, fundado en 1860 por el inmigrante español Severino García. Allí no se podía hablar de política, ni de religión. Ubicado en Hipólito Yrigoyen 1201, esquina Salta (a metros de El Español), especializado en la tradicional gastronomía española en este sitio aún en los tiempos más infaustos para la comunidad hispánica se respetaba el letrero que rezaba: “En este Local está terminantemente prohibido las discusiones de política, religión y las polémicas de mesa a mesa”.

El “Señor Tiempo” es inexorable y sus historias, según se miren, pueden ser infiernos o paraísos. Ya decía Jorge Luis Borges: “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”. Mientras tanto en Buenos Aires, en la intersección de Av. de Mayo con la calle Salta, se encuentra la “Esquina de la Hispanidad”, sitio de la ciudad que con toda justicia fue declarado de Interés Histórico por la Legislatura Porteña en el año 2005.

 

© Carlos Szwarcer

Información adicional

El artículo trata sobre las polémicas y enfrentamientos en los Cafés y Bares de Buenos Aires durante la Guerra Civil Española. (Bar Español, Café Iberia, Restaurante El Imparcial). La Esquina de la Hispanidad.
Artículo “Polémicas y enfrentamientos en los Cafés y Bares de Buenos Aires durante la Guerra Civil Española.(Carlos Szwarcer). Publicado en “La Región Internacional”. (España). Septiembre de 2024.
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1940 / 13/09/2024

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Frente del Restaurante el Imparcial en la actualidad. Antiguo cartel del Restaurante El Imparcial.

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