“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero, hay hombres, que luchan toda la vida. Esos son imprescindibles”.
Junta de Estudios Históricos del Barrio de Liniers, 15 de octubre de 2004
LUIS RODRÍGUEZ: UN MUNDO DE CALESITA
Por Susana H. Boragno
Recorrer su vida es transitar por caminos de giros y más giros, acompañado por ese mágico mundo de Calesitas. Su historia es simple, cálida, llena de emociones, la vida nunca le ha quitado la dulzura de su cara, su sonrisa amigable, su trato lleno de amistad, que lo brinda a todos los que golpean su puerta y siempre recibe con su acostumbrada amabilidad, ante: “Hola Don Luis, ¿cómo está?”, “Y, más o menos”.
Su calesita encapotada cuenta el porqué: Los chicos que a diario llegan a su casa se van tristes, Don Luis no los puede invitar a dar una vuelta.
“Como no voy a estar así, hace 70 años que soy calesitero y ahora no tengo fuerza en las piernas.”
Y así empieza su relato. “Papá se casó en el año 1919 con Asunción Barcia, trabajaba como guarda en el Anglo Argentino. Era de la línea 22, que cubría Plaza de Mayo- Quilmes. No estaba efectivo, cobraba $5 si suplía a otro trabajador enfermo. El guarda era el encargado del tranvía y debía revisarlo antes de salir por si tenía alguna falla.
En una oportunidad, pleno invierno, lo llamaron para cubrir a un trabajador, justo a la hora de salir y no pudo controlar su estado. El tranvía partía de Plaza de Mayo y cuando cruzaba el Riachuelo ya iba casi colmado de obreros para los frigoríficos y otras fábricas en Avellaneda. En la Capital las vías eran seguras, pero en Provincia empezaba a tambalearse por el exceso de peso. Un señor bien vestido, con galera se sentó en primera fila y como no funcionaba la traba de la puerta lo llamó a mi papá para que la cerrase, pero se volvió a destrabar. Como además tenía que vender los boletos y los pasillos estaban ya completos, ante un nuevo requerimiento, mi papá le contestó: “cierre Ud la puerta”. El señor era un accionista de la Anglo y cuando mi papá regresó a la terminal se enteró que estaba despedido.
Yo tenía 4 meses de vida, el alquiler de la pieza en Sarandí 1437 había que pagarlo ($30), entonces los amigos le prestaron el dinero y en marzo de 1920 se compró una Calesita. Y arrancó por todos lados, Capital y Provincia, no le fue mal… en 1924 compró esta casa, con mi padrino de bautismo… fue a estrenar… Pedro Lordi, que vivía en la calle Pola compraba lotes y construía casas.
Cuando terminé la primaria, a los 13 años, estudié un año más en el Incorporado Instituto Alsaa, con tal mala suerte que como la escuela no cumplió los requisitos, no aprobamos ninguno el año.
Mi padre me dijo: “de vago no te quiero”. A esa edad era difícil conseguir una ocupación y me preguntaba: “Cómo te fue?”… “Papá, no conseguí nada”… Entonces me dijo: “Nosotros somos 3: papá, mamá y vos y tenemos este “aparato”, necesito un peón, lo que obtenemos lo dividimos en 3”. Después se le fue el peón y ocupé su lugar. Entonces tenía 15 años, ya tenía un trabajo que continúo hasta la fecha.”
Su papá fallece en julio de 1944 por un derrame cerebral. “Teníamos la calesita en Villa Real, Cortina y Nogoyá y la estaban mudando a Juan B. Justo y Fragueiro. Nos ayudaban unos muchachos y unos primos, ya teníamos colocado lo que se llama el paraguas, y yo con el camión fui con ellos a buscar el resto. A las 2 cuadras nos corrieron para avisarme que papá se había descompuesto. Lo llevamos al Hospital Salaberry, pero llegó muerto.
Eran terrenos de las monjas y lo administraba un apoderado español. Le fui a hablar y me dijo que cuando juntase el alquiler se lo llevase, en ese tiempo podía ser $ 15, 20 o 30 por mes. A ese lugar regresé tres veces más.
La calesita caminó mucho por el barrio de Liniers y los alrededores: Montiel y Ramón Falcón; Carhué y Rivadavia; Tuyú y Rivadavia; Av. Gral. Paz y Rivadavia, sobre la avenida donde daba vuelta el tranvía, todo eso era un potrero. Larrazabal y Ercilla, Larrazabal y Sequeira, Tonelero y Tellier, Piribebuy y Cañada de Gómez (antes que edificasen la manzana). Caaguazú y Fonrouge, en esa época yo iba a la escuela sobre Fonrouge y me llamaban “inspector de calesita… andá a dar la lección”.
Los caballos: se le enseñaba día por día, debía tener un carácter tranquilo y lo hacía con los ojos tapados; no teníamos que preocuparnos por el alimento, como no tenía desgaste, el veterinario nos estipulaba la ración tanto de maíz como de pasto que lo comprábamos en la pastería; corría un dicho entre los calesiteros: Peón, caballo o perro que durmió una noche bajo la lona no la dejaba más”.
El primer caballo se llamaba Rubio. Fue muy inteligente, era una persona. Cuando ya de viejo se enfermó, le habíamos hecho una cama de paja, no se podía mover, pero cuando sentía la música de la calesita (el organito) paraba la cabeza. Un domingo que había mucha gente se levantó con gran dificultad y tambaleándose, se llegó hasta la calesita y cayó muerto. El segundo caballo fue Charo: cuando estábamos en la calle Remedios entre Azul y Pergamino, nosotros íbamos antes a preparar todo y atar el caballo, y vi que tenía la boca llena de gusanos, vino el veterinario y le dijo a mi papá que había que sacrificarlo porque no tenía solución. Y se lo llevó. Y ahí pusimos el motor, era marca Stover, de fabricación de EEUU. Ya estábamos en Corvalán y Ramón Falcón.
El organito: “nosotros teníamos uno grande, era francés de Paris, marca Faucher y Gasparini y lo vendí cuando compré la victrola.” Yo lo hacía funcionar, tenía un volante que facilitaba su manejo, y un cilindro que se daba vuelta y así sonaba la música. El que los arreglaba era Vicente de la Salvia, era el que más sabía de este tema.
El organito le daba la orden al caballo y paraba con la música. Unos muchachotes, para que siguiese, le tocaban la armónica, pero él no le daba bolilla, tenía que sonar su música. Cuando dejamos el organito y comenzamos con la victrola, yo compraba los discos de la nueva ola: “fox-trox, boogue boogue”.
La primera sortija de la calesita la hizo un tornero de los Talleres Ferroviarios de Liniers. Se llamaba Barcia, yo le di un pedazo de madera de lapacho que tenía. Su papá también era calesitero.
Antes de tener la calesita en mi casa estaba en Bacacay y César Díaz y me robaron la lona que hacía 3 meses la había comprado. Sólo le servía a otro calesitero. Mi mamá ya estaba enferma, no podía pagar otra. La achiqué de 7,50 la pasé a 6m de diámetro. (tardé un mes y medio en hacerlo), y desde 1965 la tengo aquí, en lo que fue el jardín de mi casa.
La Calesita en silencio: me duele mucho, me falta algo, todos los chicos me paran: los extraño. Pasé toda mi vida, la niñez, la adolescencia, la juventud y la madurez. La Calesita es mi vida, mi vida misma. Toda mi historia está reflejada en sus vueltas”.
MARÍA ANTONIA PÉREZ ECHEVERRÍA Y ALFREDO O. CONDE,
UN MATRIMONIO DE MAESTROS
Por Edmé E. Conde, Ethel G. Conde y Cristina Dapeña
Corre el año 1926. El 21 de septiembre, junto con el inicio de la primavera abraza los comienzos de una nueva familia conformada por el matrimonio de Alfredo Oscar Conde y María Antonia Pérez Echeverría, en una casa municipal ubicada en la calle Ventura Bosch 6820, esquina pasaje La Cautiva. Llueve. Es señal de buenos augurios, aunque la lluvia trastorne el traslado del mobiliario de estos dos maestros que han elegido el camino de la enseñanza no sólo por vocación, sino por amor.
María Antonia, Marianto, egresó de la escuela Normal Lenguas Vivas. Su decisión fue siempre ser maestra de grado. Durante 30 años de sus 34 de docencia, ejerció en el antes llamado 1er grado inferior. En nuestro barrio, fue maestra fundadora de, la escuela que hoy lleva el nombre “República Francesa” sita en Montiel 153. Se jubiló en 1955.
Alfredo, egresó de la escuela Normal Superior Mariano Acosta, como maestro y profesor de Ciencias Naturales. Inició su carrera docente en la hoy Escuela Nº 12 del DE 20, cuando estaba en la calle Albariño. Luego siguió en la Escuela Nº 10, “Alfonsina Storni”, ubicada en Lisandro de la Torre (ex Tellier) al 1100 hasta su ascenso por concurso como Inspector técnico Seccional del Distrito Escolar 18. Finalmente fue elegido por sus pares como miembro de la Junta de Calificaciones Nº 4.
Ejerció como profesor de castellano de la Asociación Popular educadora de Liniers, en el pasaje Amalia 372, institución sin fines de lucro, desde donde la cultura y la educación llegaban a todo el vecindario. Perteneció a la Escuela Domiciliaria para niños discapacitados.
Fue profesor de las Universidades Populares argentinas que funcionaba en el turno nocturno de la escuela Nº 4 Félix de Olazábal en Ramón Falcón y Lisandro de la Torre.
Fue uno de los fundadores de la Biblioteca Popular “Juana Manuela Gorriti” que actualmente funciona en Larrazábal 410, en el mismo edifico de la Escuela Nº 9 “José María Torres”.
Fue presidente de la Corporación Sarmiento (Timoteo Gordillo 475), entidad creada para defender los intereses de los vecinos de las Mil casitas. Mientras duró su gestión realizó intercambios culturales convocando a grandes figuras de la cultura argentina para exponer sus ideales. Además, gestionó proyectos edilicios para mantener y hacer progresar al barrio de Liniers, al que tanto amó. Proyectó junto con el Ingeniero Sagarra, antiguo vecino, las calles subterráneas que unirían a los lados sur y norte de Liniers, salvando las vías del ferrocarril Sarmiento. Durante varios años fue presidente del Club Liniers ubicado en la calle Palmar, entre Montiel y el pasaje El Mirasol.
Integró y presidió el Instituto Joaquín. González y participó en muchas otras instituciones culturales entre ellas la Unión Cultural Americana, el Instituto Sarmiento de Sociología e Historia, el Instituto Popular Rivadaviano, la Comisión de Amigos de Pedro B. Franco.
También escribió libros, dictó conferencias, participó en Congresos Educativos. Fue un hombre activo y comprometido con la educación y la cultura y siempre acompañado, apoyado y alentado por su esposa, Marianto. Juntos trazaron un camino en sus vidas: “educar a los niños en el más sagrado amor a la libertad”. Ese camino lleno de honestidad y buenos ejemplos fue el legado que dejaron a sus dos hijas, nietos, bisnietos, alumnos, amigos, vecinos.
ANTONIO GILABERT, UN MAESTRO DE VIDA
Por Lydia Gandón
Me ha correspondido el honor de hacer una ajustada semblanza de la vida y de la obra de Don Antonio Gilabert Morilla, verdadero personaje de mi Barrio de Liniers. De padres malagueños, nació en Bs. As., el 7 de marzo de1894. Creció junto a ellos en una vivienda típica de la época: el conventillo, donde vieron la luz Francisco, Anita, Manolo y Juan, sus hermanos.
Cursó la primaria en una escuela de la calle Entre Ríos en donde tuvo como Maestro, al padre del futbolista Bernabé Ferreira. Lo gracioso del caso es que los varones, en lugar de jugar fútbol, jugaban a “Las banderitas,” distinguiéndose su equipo con el nombre de “Los pisa huevos”.
A los 18 años su vena artística lo llevó a fundar y organizar el cuadro filo dramático “Las Tinieblas”, habiendo realizado una serie de funciones teatrales en salones de la capital, con la intervención de Benita y Teresa Puértolas, madre y tía de Héctor Coire, y con Jacinta Diana, madre de Pedro Quartucci. A los20 años, al cumplir con el Servicio Militar, recibió, de parte del Ejército, la propuesta de que se quedara como oficinista, ofrecimiento que no aceptó, porque a los 21, ya había comenzado a gustar de las lecturas que su trabajo en la Imprenta Alemana le permitía realizar. A los 22, contrajo matrimonio con Delia Faquetti. Los primeros años vivieron en Flores, donde nacieron sus hijos Marcelo y Norberto, para luego radicarse en Liniers en donde completó su familia, con la llegada de Élida y de Edgardo (aquí presentes), e instaló su propia imprenta que llevaba en sociedad con su hermano Francisco. Don Antonio falleció el 30 de agosto de 1982.
Hombre ejemplar, autodidacta, fue un verdadero MAESTRO de la VIDA, dando la suya en una entrega total, siempre en bien de la comunidad. Su vocación: las asociaciones cooperadoras escolares y las sociedades de fomento, de las que mencionaré solo algunas. En 1922: Presidente de la Asociación de Fomento “Flores Sud” y Biblioteca Popular. En 1923 Secretario de la As. Cooperativa “Por nuestros niños”. En 1926: Presidente de la Asociación de Fomento “Santiago de Liniers”. En 1927: Candidato a Concejal Municipal. En 1928: Miembro del Comité Pro-Subterráneos, y del de Pro-Reducción de tarifas eléctricas. En 1929: Presidente de la Cosmopolita de Liniers. En 1936: Preside la Comisión Pro-Legado Santojanni, integrada por 14 instituciones fomentistas de la zona sud oeste de la capital, la que después de despedir los restos del filántropo en el Cementerio de Flores, bregó para que la Municipalidad aceptara el legado hecho a su favor y posteriormente, para que las autoridades municipales convirtieran el Policlínico de enfermos pulmonares a clínica general, habiendo realizado en el lapso de 40 años varias campañas en tal sentido, lo que recién se produjo en el año 1977. En 1956 fue Secretario de la Comisión Pro- Ayuda al Enfermo de Poliomielitis, presidida por el señor Leonardo Pareja, y creada por iniciativa de la Asociación de Fomento “Santiago de Liniers”. Y así, cada año, por espacio de casi 70, creó, fundó, organizó, participó, presidió entidades de bien público, como la “Junta Vecinal Representativa del Barrio de Liniers”, allá por el año 1970, que nuestro personaje organizó y presidió, y en la que mi esposo y quien les habla, tuvimos el gran honor de trabajar codo a codo con él.
Me permito cerrar esta semblanza con las palabras de otro personaje-su amigo-el señor Alfredo Conde, expresadas en el jubileo de Gilabert en 1977, en este acróstico literario:
Ancha frente sagacísima y de
Natural soltura
Tiene don Antonio;
Orondo y satisfecho de su necesidad de darse,
Nunca jamás deja de trabajar
Intensamente, como un dios mitológico
Omnipotente y culto.
Gala hace de su quehacer
Infinito, sin tregua, ni descanso, como
Leyenda magnánima, machacona,
Aguda e ingeniosa,
Bandera de los buenos de corazón,
Enamorado de la amistad,
Resplandeciente y excitante,
Toda entregada al bien de la comunidad”.
CRISTINA HELENA BURNETT OCAMPO: UNA ARTISTA DE LINIERS
Por Carlos Alberto Mazzino
Cristina Helena Burnett Ocampo, por una circunstancia fortuita llegó adolescente al Barrio de Liniers a su nuevo domicilio de la calle Carhué Nº 672, momento en que su padre dijo: “aquí nos quedamos sólo por quince días hasta encontrar algo mejor”. La vida los fue llevando a todos y en la actualidad Cristina es la única que aún vive allí, luego de 68 años. Afirma que, en un principio, desde la Avenida Rivadavia el pavimento llegaba sólo hasta la puerta de su casa, y la vereda sólo tenía un metro de fondo. Su casa, conocida como “Municipal”, con el conjunto de los recuerdos patrimoniales familiares y profesionales de los siglos XIX, XX y XXI, hoy es una de las pocas que totalmente habitable se conserva en forma absolutamente original, con cambios mínimos acordes a la evolución de la tecnología hogareña.
Esta síntesis de su personalidad revela su actitud ante la vida. Su forma de ser y empuje personal, su amor y respeto hacia el lugar donde habita inserto en el transcurrir histórico de los acontecimientos en general, y la importancia que le otorga a todos estos valores como trascendencia existencial para ella misma y la comunidad de pertenencia propia y también mediata, motivan su permanente y responsable accionar humano.
En prestigiosas instituciones y con excelentes maestros, Cristina a través del tiempo estudió y se perfeccionó en una gran cantidad de expresiones artísticas: croquis, perspectiva, dibujo lineal y dibujo y pintura en carbonilla, témpera, acuarela y óleo, piano, canto, declamación, escenografía teatral, fotografía y cine de animación. De la misma manera, lo hizo con los idiomas francés, inglés, alemán y ruso.
Como artista plástica expuso muchas de sus obras, como “El opa”, “La última sopa”, “El hombre de la gorra”, “Nastiona”, “La hipócrita”, “Los girasoles del campo”, “Amor bajo los paraísos”, “Cynthia”, “Primavera”, “El chico del carro”, “Huemac”, “La abuela”, “Jarra con flores”, “Cocina de campo”, “Ramón”, “Don Juan” y “China”. Algunos de los prestigiosos lugares donde se hicieron las exposiciones, son: 47ª y 53º Salón Nacional del Museo de Bellas Artes, Salón de Otoño del Ateneo Esteban Echeverría, Asociación Estímulo de Bellas Artes, Salón Tout Petit del Café Bohemia, Artistas de Liniers, Tercer Salón de Artes Plásticas del Club Liniers, Unión de Mujeres Americanas, Centro Lucense, Café Tortoni, Complejo Cultural Parque Chacabuco de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Salón Cultural Elías Castelnuovo, Salón Museo Benito Quinquela Martín, Salón Pasaje Bollini, Hospital Británico, Asociación Impulso y Salón Old House.
Dentro de la literatura, en las últimas cuatro décadas se destacan sus textos “Librería de viejo”, “Panorama poético”, “Mil ochocientos poetas argentinos”, “El amor en la poesía argentina”, “La mujer en la poesía hispanoamericana”, “La luz encendida”, “Americanto”, “Poetas hispanoamericanas contemporáneas”, “Los rostros de la gloria”, “Los pasajeros del arca”, “Hojas sueltas de mi vida”, “Mis andanzas por la Boca” -traducida al inglés- y un “Diccionario de poetas argentinos”. En el cúmulo de sus escritos breves se encuentran “Las mil casitas de Liniers”, “La estación ferroviaria de Liniers”, “Liniers: origen del nombre de sus calles y pasajes”, “Misceláneas de Liniers” y para la radio La voz de Rusia, “Cincuenta años después de la Segunda Guerra Mundial”, “¿Qué sabe Ud. de literatura rusa?” y “Moscú, ciudad de la paz y la amistad”. Gran cantidad de entidades e instituciones la recibieron en esta faz cultural a la que se agrega su prolífica condición como poeta y cuentista. De estas últimas facetas son relevantes sus poemas “Desde lejos” y “El choque”, y sus cuentos “El recuadro”, “Gratia plena”, “La memoria interior”, “Las apariencias”, “Ama a tu prójimo”, “Los Reyes Magos” y “Letters”. Asimismo, es tradición su colaboración en los órganos periodísticos “Aquí Mataderos”, “El Barrio”, “El Abedul”, “Ateneo”, “El Farol”, “Cosas de Barrio” y “El Tren de la Amistad”. Su acción literaria en general, fue objeto de ediciones privadas, oficiales y también ejecutadas por ella misma.
No obstante, en Cristina es la música y el canto una particular vocación. Así lo determinan expresiones literarias de su creación intelectual e inclinación personal. Charlas, reportajes y trabajos como “Los Grandes de Liniers” en la Cámara de Senadores del Congreso de la Nación del 3 al 5 de diciembre de 1997, definen su trayectoria específica en las distintas áreas de su labor artística, a través de su misma presencia en diferentes espacios físicos y en el periodismo gráfico, radial A.M. y F.M. y televisivo, y en la actualidad, vivencialmente con grupos de niños en edad escolar.
Y con relación a la totalidad de su trayectoria artística, son muchos los reconocimientos, menciones y premios recibidos en los órdenes nacional e internacional.
Vibran en Cristina extensas anécdotas imposibles de contabilizar. Sólo una, es que, para vivir, además trabajó como dibujante de piezas anatómicas animales: gracias a su formación plástica inicial, eso le permitió ingresar a esa tarea por el dibujo de una lengua y de un bife de costilla con hueso, de una vaca.
Para Cristina, gran importancia tuvo en su formación el contacto personal con maestros como Alberto Williams, Carlos López Buchardo, Benito Quinquela Martín, Juan de Dios Filiberto, Juan Orihuel, Luis Dottori, Julio Jáuregui, Elías Castelnuovo y entre tantos otros, con Chiavetti, Plank, Lanoel, Pérez Celis, Ditaranto y Chiérico.
Resume la vida en plenitud de Cristina Helena Burnett Ocampo -aún hoy en total actividad artística desbordante de energía- determinadas reflexiones que registra en su libro de sugestivo título “La luz encendida”, y que dicen: “Primero la música. Después todo lo demás, que no es poco”, “¡He tocado fondo y todavía canto!”, “Si en la vida todo lo dijéramos cantando, las discusiones serían un pizzicato”, “Estoy sin canto. Mi oído está alerta”, y.…, “¡Cuántas son las cosas que han quedado sin decir!”.
JOSÉ AMALFITANI Y EL BARRIO
Por Nélida R. Pareja
El 1 de enero de 1910, para algunos en la casa de Nicolás Marín Moreno, para otros en el túnel de la estación Vélez Sarsfield, se fundó el C. A. Argentinos de Vélez Sarsfield. Jugaban de local en el potrero de Ensenada y Avda. Provincias Unidas, hoy Alberdi. Su primer presidente fue Luis Barredo, del que poco se habla porque en 1913, entre los 10 nuevos socios de ese año lo encontramos a José Amalfitani. En 1919 Vélez asciende a 1ª División. En 1923, Amalfitani asume como presidente, hasta 1925. Gracias a su entusiasmo para conseguir nuevos socios y su labor realizando colectas, se consigue el terreno de Bacacay y Cortina, propiedad del farmacéutico del barrio, Sr. Vaccaro. El club alquila luego un terreno ubicado en la intersección de las calles Schmidel y Guardia Nacional (Villa Luro). “El Fortín”. El Club resurge, pero Amalfitani se retira, junto a Francisco Pisa, por un entredicho con la Federación de Fútbol, después de nueve años inolvidables en el Fortín de Villa Luro y diecinueve de haber luchado juntos por Vélez Sarsfield.
En 1940, Vélez sufre su primer descenso de categoría, que trajo como consecuencia el desalojo del terreno del campo de juego, la renuncia de un centenar de socios y la resolución adoptada en Asamblea Extraordinaria de disolver la institución. Las deudas eran enormes. Vuelve a partir de 1941. El Club había sido desalojado y Amalfitani se niega a quemar la documentación ante la inminente liquidación. Pide al Presidente de River Plate, José Liberti que interceda ante el Consejo Directivo de la Asociación del Fútbol Argentino, para evitar el descenso y la desaparición del club. En defensa de su postura, Amalfitani dijo: “Señores, este es el único Club que lleva el nombre de un prócer argentino, Vélez Sarsfield y ya, por este mismo respeto patriótico por su nombre, no puede morir. Si se levantó una vez, puede levantarse una más, para dignificar la memoria del ciudadano ilustre…”. Fue entonces, cuando “Don Pepe” puso todo de sí mismo y juntó peso por peso para encarar la construcción del nuevo estadio de la avenida Juan B. Justo y Álvarez Jonte, con lo que había quedado de las tribunas del viejo Fortín y 27.000 camiones de tierra, casi todos cedidos o donados. En 1942, todos los presidentes de los clubes de fútbol asistieron a la inauguración del nuevo estadio. La lucha de Amalfitani fue más que notoria, y la compensación de su esfuerzo fue el retorno a Primera División en 1943. Ya en la categoría máxima, se comienza la remodelación del estadio y para 1951 se inaugura el estadio de cemento.
“Yo sostengo señores que las instituciones del fútbol, deben cumplir una función de eminente carácter social y en consecuencia deben propender a la práctica de todos los deportes y actividades culturales, esa es ya la finalidad del Club Atlético Vélez Sarsfield.
El periodista Guillermo Tagliaferri del diario Clarín dijo: “Aseguran quienes conocieron y trataron a José Amalfitani que era cascarrabias y protestón, y a la vez juran que fue un ejemplo de honradez, rectitud y limpieza moral. También lo catalogan como un trabajador incansable…Amalfitani mangueó con tenacidad…No se encandiló con la dirección, ya que era común verlo agarrando una pala, cargando baldes o pintando una pared. Y así de las cenizas edificó un club modelo, todo a pulmón”.
Había nacido el 16 de junio de 1894, en Callao y Corrientes y desde muy pequeño se mudó a Villa Luro. Se casó con María Cristina Linvel y dirigió una compañía de construcciones de la que era propietario. Siempre reconoció a Vélez como su familia, o su profesión, era “parte de sí mismo”. Murió el 14 de mayo de 1969 y la AFA designó el día de su fallecimiento como el Día del Dirigente Deportivo.
Quisiera rescatar al otro Don Pepe. Al que cuidaba las finanzas del Club como nadie. Simple y sencillamente, con anotaciones que llevaba en el bolsillo, para algunos en forma desordenada, pero cuidando, lo que había que cuidar. Siempre decía: “cuida los centavos que los pesos se cuidan solos”. Al que comenzó la pileta olímpica sin planos, mejor dicho, sin planos en papel. ¡Todas las medidas estaban en su cabeza, tanto la había soñado!
Quisiera rescatar al Don Pepe de los veranos en Mar del Plata, en su casa de Peralta Ramos y la parada en Lezama, para comer raviolones, rito irrenunciable. Al de los días de asado y vino. Porque Don Pepe recibía de Mendoza, de la bodega Battaglia, barriles de vino que dejaba en el jardín de su casa, en la calle Cossio. Cuando la solera hacía su trabajo y el vino estaba en el punto que Don Pepe considera bueno, nos reuníamos: los grandes a envasar el vino y los chicos a correr, jugar e inevitablemente a treparnos al árbol de camelia blanca que había en el fondo. Quiero rescatar al Don Pepe que disfrutaba de sus amigos y de su barrio.
En octubre de 1958, la empresa “Federal”, le entregó la distinción “Honor al Mérito”. Al referirse al homenaje que se le brindara en esa ocasión, lo consideró “una fiesta espiritual y todo lo que tiene Vélez Sarsfield gira alrededor de aspectos puramente espirituales. Le he devuelto a mi barrio algo de lo que el barrio me dio: todas mis emociones de muchacho. He visto como se apagaba el último farol a kerosén, arrastrado por el progreso. Allí he formado mi hogar, ahí he gestado el gran amor de mi vida…allí he tenido un hijo…ahí tengo otra hija, que es mi nuera y a la que adoro, allí está el tiranuelo, que es el que ordena, que es mi nieto. Vale decir entonces, que yo no he hecho otra cosa más que pretender devolver a varias generaciones de pibes, todo el cariño que yo le tengo a mi barrio”.
Información adicional
Son escritos realizados sobre personalidades del barrio por integrantes de la Junta de Estudios Históricos del barrio de Liniers
Categorías: Artistas plásticos y escultores, Vecinos y personajes, Clubes y bailes, Biografías
Palabras claves: barrio de Liniers, calesita, artista plástica, club, fomentista
Año de referencia del artículo: 2004