Junta de Estudios Históricos de Barracas

Barracas hoy
Hay en cada barrio un alma personal, con características únicas. Barracas se adueña de quien cae en su hechizo. Los viajeros la recuerdan con emoción, los historiadores evocan sus hechos notables, los artistas encuentran inspiración para sus obras, los poetas cantan sus misterios y los investigadores descubren tesoros inesperados. El paisaje urbano nos muestra una fotografía con huellas del ayer, plasmadas en una realidad cambiante.
Barracas es hoy, a principios del siglo XXI, esa cultura heredada, con sus modos de vida y costumbres, pero es también las industrias cerradas, los cartoneros, las casas tomadas, los inmigrantes –muchos de ellos de provincias nuestras y de países hermanos con sus dolores y desgarros–, las villas que siguen resistiendo el enjuiciamiento de gran parte de la comunidad, y los que descubrieron que el barrio está a 30 cuadras del centro encontrando nuevas posibilidades de inversión y turismo.
Los barraquenses resisten a la destrucción de su historia y patrimonio tangible e intangible.
Se trata de recuperar la identidad de un barrio fragmentado, que se encuentra en tensión. Sabemos que nada es idílico, es un cotidiano desafío romper las prácticas individualistas, los miedos, las problemáticas comunes, las señales alarmistas, la exclusión, el consumismo naturalizado y las distintas miradas sobre el concepto de progreso. Pero se puede…
Barracas se mueve, muta, nos desgarra, nos potencia, nos enoja, nos fortalece. Caminar por sus calles es observar sus contrastes: la zona de Montes de Oca, la del otro lado de la Autopista y una tercera en la Villa. Cada una con sus características socio-culturales, con su arquitectura, su música, sus comercios, sus vecinos y sus costumbres, que determinan el ritmo de este barrio entrañable.
Se trata de mirarnos, reconocernos –tanto los vecinos históricos, como los que llegan y los que se van– y entonces las sombras de la incomunicación se irán diluyendo. No hay que tener miedo de remover sensaciones, de recuperar la memoria, de trabajar en conjunto las distintas generaciones, de convertir una plaza en un espacio de juegos y creación, de transitar sin prejuicios una calle donde los artistas plásticos y los escultores muestren su arte e inviten a otros a hacerlo y donde las máscaras del corso y la alegría del carnaval transgresor nos permitan volver a disfrutar de una auténtica celebración.
En fin: la idea es convertir los espacios públicos en escenarios, tomar la escuela, la estación, los murales. Y entonces el barrio se llenaría de voces, de risas, de arte; los abuelos contarían sus historias, los jóvenes compartirían sus anhelos; los vecinos volverían a tomar mate en la vereda sin paranoia… María le cuidaría el hijo a su vecina; intercambiaríamos recetas y costumbres con nuestros hermanos inmigrantes; don Juan y don Pedro jugarían a las bochas y al ajedrez; Teodoro y Jacinto se juntarían a tomar el vermú de los domingos; Gladis y Arturo tomarían un café en alguno de nuestros Bares Notables mientras escuchan un tango lunfardesco; los pibes y pibas nos enseñarían pasos de hip-hop; Graciela y Cacho bailarían un rock en la vereda, Carlitos que vive en Montes de Oca y Yamila que vive en la Villa practicarían pasos de murga del otro lado de la Autopista.
No estamos soñando. Son lazos sociales que existen, se trata de que no se pierdan y se multipliquen. Es posible, cada uno de nosotros es el protagonista. El compromiso de muchos vecinos e instituciones sensibles ante la injusticia y desigualdad, genera a diario -con trabajo y alegría- las herramientas para transformar y construir el barrio que soñamos.
Algún día transitaremos por una Barracas más integrada.
Breve historia del barrio
La ciudad de Buenos Aires, a partir de su traza fundacional a fines del siglo XVI, evoluciona principalmente hacia el sur, en función de las actividades relevantes, ligadas al puerto que se encontraba en el Riachuelo.
Este “Río Pequeño” tal como lo bautizara el cronista Ulrico Schmidel ofrecía ya en ese siglo un refugio seguro a las embarcaciones.
Hacia fines del siglo XVII, y a lo largo del XVIII, comenzaron a levantarse sobre su margen unas construcciones precarias denominadas “barracas” que posibilitaban el almacenamiento de productos, frutos, cueros para el depósito y tráfico de la actividad comercial que allí se desarrollaba.
Es así, que el nombre de Barracas, va adquiriendo identidad y se apropia de esta zona, conociéndose progresivamente como Barracas del Riachuelo, y también Barracas al Norte en el siglo XIX.
En 1785, se leyó en el Cabildo el informe del Procurador General, en el que manifestaba la necesidad y utilidad de construirse un puente, en el lugar que llaman “de las barracas”.
Las obras estuvieron a cargo de Juan Gutiérrez Gálvez, que poseía una quinta en la margen derecha, y era propietario de una de las canoas que efectuaba el cruce del río.
El Puente de Gálvez, inaugurado el 1° de diciembre de 1799, marcó el precedente del Puente de Barracas, de Restauración de las Leyes, y del ahora denominado Puente Pueyrredón.
Su enlace con lo “pagos del sur” o también denominado “pago de la Magdalena” y la importancia como paraje, determinaron con el correr del tiempo la agrupación de vecinos con quintas que habitaban el lugar.
Ya desde 1789, los cabildantes procedieron a convocar a “los quinteros del Riachuelo” y a los “carretilleros” a fin de resolver que contribución debían pagar para formar un fondo que permitiera nivelar los pantanos que había en los “caminos de barracas”.
Fue necesario desmontar la abrupta barranca de la Calle Larga (hoy Av. Montes de Oca) y suavizar su pendiente para facilitar el tránsito desde la Plaza Mayor al Riachuelo.
En 1806 el Puente de Barracas se transformó en escenario estratégico de las Invasiones Inglesas, incendiado ex profeso para evitar el avance de los soldados británicos. El puente fue reparado nuevamente y el 23 de diciembre de ese mismo año, se lo consideró apto para su tránsito.
Nuevamente en 18O7, la Calle Larga y el Puente de Barracas vuelven a ser escenarios de la heroica defensa posibilitando el paso de Liniers hacia los Corrales de Miserere para impedir el avance de las fuerzas británicas. En los prolegómenos de 1810, una quinta de Barracas, cuya propiedad pertenecía a Francisco M. Orna, adquiere relevancia al transformarse en punto de encuentro de los patriotas que gestaban la tan ansiada Revolución de Mayo.
En 1812, otra propiedad vuelve a ser sitio de conspiraciones. La quinta de Alzaga en Barracas se transforma en “Cuartel General de los Conjurados”. La Capilla de Santa Lucía se convierte así en refugio de Martín de Alzaga ante las persecuciones del cual era objeto, siendo finalmente ajusticiado en la Plaza de la Victoria.
Ese mismo año, se afinca en el barrio el Almirante Guillermo Brown, en la hoy denominada Av. Martín García. Dos de sus hijos, Guillermo y Eduardo, asisten a la escuela de Vicente Sánchez, quien en 1825 instala la misma en la Calle Larga. En 1841, este maestro oriundo de Castilla recibe a José Hernández y sus hermanos como alumnos, quienes vivían junto a su abuelo en una quinta ubicada en M. de Oca y O. Cruz (actual).
En 1853, otro acontecimiento transcurre de manera relevante en la zona de Barracas. El denominado “sitio de Bs. As. “, opera con sus diversas fuerzas en distintos puntos de la zona sur. En los potreros de Langdon ubicados en las alturas barraqueñas, el coronel Bartolomé Mitre recibe una herida en la frente provocada por un disparo. El 11 de julio, finaliza la lucha cuyas acciones tuvieron lugar en los sectores correspondientes al barrio y sus alrededores.
El 30 de agosto de ese mismo año, se crea el primer Juzgado de Paz de Barracas al Norte, designándose para ocupar dicho cargo a Don Juan Mildberg. Barracas se separa del Juzgado de Paz de San Telmo, comprendiendo también a La Boca, cuyo Juzgado se crea recién en 1870.
La llegada del ferrocarril en 1865, provoca cierta fractura entre las quintas, dando lugar a durmientes, vías y acero para la habilitación de los trenes del F. C. Sud. Desde Constitución, la primera estación más cercana fue Barracas, la segunda Lomas de Zamora, finalizando el trayecto en la localidad de Jeppener.
En 1871, la terrible epidemia de fiebre amarilla, azota también el barrio. La cantidad de enfermos asciende a 426, y los fallecidos 144. Los doctores Federico de la Serna e Iriarte fueron designados, en la zona para la atención de los enfermos.
En 1901, la educadora Antonia Capurro, crea la primera escuela nocturna para mujeres obreras. Se incorpora así, otro nivel a los ya conocidos en Barracas: Escuela Manuel de Sarratea (1865) Fray J. Santa M. de Oro (1866), Escuela Normal de Maestras Nro 1 (1874), Esc. Bernardo de Irígoyen (1875), Escuela Superior de Comercio J.V.González (1905), Escuela Normal Nro 5 (1909) Escuela de Artes Gráficas (1940), Escuela Industrial Nro 3 (1940).
La vigencia de ciertas instituciones de bien público, que trascendieron a través del tiempo, le otorga a Barracas otra condición relevante. Aún se encuentran en el barrio la Asociación Española de Socorros Mutuos de Barracas y Buenos Aires fundada en 1862, la Asociación Fratelanza Artesana (1891), Sociedad Luz (1899) Club Social de Santa Lucía (1901), Club Barracas Central (1904), Asociación Fraga (19O5), Club Barracas Juniors (1912), Club Sportivo Barracas (1913), Club Sportsman (1920).
La expresión más genuina de la música porteña el tango, tuvo en este barrio a los más destacados representantes. Por sus calles cafés, pulperías y esquinas se pudieron ver y escuchar a diferentes figuras como el legendario Pedro Chiappe, allá por 1890,y desde principios del siglo XX, a creadores de la talla, tales como Eduardo Arolas, Agustín Bardi, los Bernstein, Carlos Marcucci, Eduardo del Piano, Rodolfo Sciamarella, Teófilo Ibañez, Armando Posada, Ignacio Riverol, Ángel Condercuri, Juan Velich, Alfredo Bigeschi, Normando lazara, y Carlos Piccione, y Fulvio Salamanca entre otros.
La presencia del maestro y compositor Alberto Ginastera, que nació y vivió hasta la década de los años 40 en Barracas, prestigió al barrio con su talento. Asimismo las cantantes líricas Isabel Marengo, Elsa Venturino, Elena Arizmendi y en la actualidad la soprano Adelaida Negri constituyen un significativo grado de excelencia en la música universal.
Este patrimonio, se acrecienta con los artistas plásticos de valiosa trayectoria tales como Pío Collivadino, Justo Lynch, Vicente Forte, Osear Vaz, Aurelio Canessa, César Carugo, Marino Pérsico ,y actualmente los destacados Maestros Carlos Cañas, Leo Vinci, Eduardo Mc Entyre, Marino Santa María entre tantos otros.
En abril de 1940, la gran inundación que afectó a los barrios de sur, marcó en la memoria colectiva, uno de los momentos más dramáticos en la población barraqúense.
Los hechos políticos y sociales marcan en el puente Pueyrredón sucesivos acontecimientos, a lo largo de los años. En Octubre de 1945 masivas caravanas de trabajadores de los frigoríficos de Avellaneda junto a los obreros de las industrias de Barracas, se dirigieron a la Plaza de Mayo.
El contexto de insalubridad dado por los saladeros, los elementos contaminantes del Riachuelo, el Matadero del Sud, las fundiciones de cebo, unidos a las precarias condiciones de higiene, favorecían aún mas la propagación de tal enfermedad.
El 9 de noviembre de 1871 se reinaugura el nuevo puente de Barracas. Su principal proyectista y concesionario Ing. Prilidiano Pueyrredón, no pudo ver concluida la obra, pues fallece con anterioridad a la inauguración.
El nuevo puente construido de hierro dulce y fundido, presentaba en su parte central un espacio de diez varas, para dar paso a la navegación.
Unida a una política de inmigración e industrialización del país, Barracas, sintetiza la concreción de este proyecto.
Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, la ribera barraqúense va adquiriendo un perfil de fábricas, ferrocarriles, talleres, barracas de lanas, cueros y depósitos que lo asimila al quehacer cotidiano.
En 19O4, la población del barrio ascendía a 84.792 habitantes, de los cuales, casi 40.OOO, eran extranjeros provenientes de Europa, siendo el segundo barrio más poblado de la ciudad. Las condiciones de vida de muchos inmigrantes, no eran las óptimas. La desocupación, los bajos salarios, las reiteradas huelgas y encuentros masivos inquietaban al gobierno. En 1907, se produce en el conventillo de la calle Ituzaingo la primer “Huelga de Inquilinos”, dado que les era imposible pagar lo que se le pedía. La huelga se extendió a los demás barrios. Lucharon durante dos meses. Muchos inmigrantes fueron expulsados del país, atento a la Ley de Residencia, sancionada en 1902, que permitía deportar a los extranjeros que consideraban “peligrosos”. Otros fueron víctimas de la represión que se implemento para neutralizar la huelga.
El patrimonio arquitectónico, se acrecienta con la construcción del Banco de Londres (1906), Banco Nación (1908-11), Asociación Fraga (19O5), Iglesia del Sagrado Corazón (1980), Pasaje Europa (1923), incorporándose a las ya conocidas y relevantes- Iglesia de Santa Felicitas (1876), Iglesia de Santa Lucia (1887), Casa Cuna(1874), Hospital Rawson (1868),Hospital Nacional de Alienadas (1854), Establecimiento Noel (1858), Talleres Gráficos Peuser (1867), Establecimiento Metalúrgico Fontana (1865),Fábrica Argentina de Alpargatas (1985), Águila Saint hermanos (1 880) entre el centenar de establecimientos registrados.
La educación pública abarca desde fines del siglo XIX, hasta nuestros días una amplia y diversa gama de modalidades y niveles.
En 1962, el enfrentamiento de distintas corrientes en el ejército “azules y colorados”, vuelven a producir en las calles situaciones riesgosas y preocupantes entre el vecindario.
El trágico derrumbe del edificio de la Av. Montes de Oca 680, en junio de 1970, donde numerosas personas perdieron su vida, conmovió a toda la ciudadanía.
Comienzan así los años del terror. En 1974, perseguido por la Triple A, es asesinado en la calle Coronel Rico, Julio Troxler, quien fuera subjefe de Policía de la provincia de Bs. As en la presidencia del Dr. Cámpora. Los distintos allanamientos y secuestros de vecinos registrados en distintas casas del barrio, volvieron a marcar huellas imborrables en la memoria de la población.
La demolición de 22 manzanas, para realizar la Autopista 9 de julio, durante el periodo 1977-80 produjo una fractura en la traza del barrio con las marcadas consecuencias de desarraigo de los vecinos y desaparición de viviendas, bibliotecas, comercios, industrias, escuelas que afectaron a la identidad y pertenencia de los barraquenses.
Las recurrentes crisis económicas y su correlato en lo social y cultural, fueron modificando el perfil pujante qué poseía el barrio.
Barracas es hoy , a principios del siglo XXI, esa cultura heredada: los modos de vida, las costumbres, pero también las industrias cerradas, los cartoneros, las casas tomadas, los nuevos vecinos, inmigrantes muchos de ellos de provincias nuestras y países hermanos, con sus dolores y desgarros. También llegan los que descubrieron que Barracas está a 30 cuadras del centro y es negocio invertir… Pero es grande y hace espacio. Resiste con firmes argumentos, a la destrucción de parte de su historia y patrimonio, para que se levanten edificios torres.
El compromiso de muchos vecinos sensibles ante la injusticia y desigualdad, genera herramientas para construir una transformación social y cultural, tomando como principal objetivo la elaboración de un pensamiento reflexivo y critico, legado que nos dejó el historiador y maestro Don Enrique H. Puccia.
Breve historia de la junta
Historia del Archivo histórico.
En 1988, ante la iniciativa de Enrique Puccia, entonces secretario de la Asociación Fraga, se propone la convocatoria a una sesión ordinaria de C.D.
El punto a tratar era el siguiente: Enrique Puccia, historiador y escritor, y entonces representante de la Junta de Estudios Históricos de Barracas, preocupado por la desaparición de gran parte de su material de estudio en distintas sedes de instituciones barraquenses, decide confiar en la Asociación Fraga el resguardo de su patrimonio histórico.
La aprobación de la iniciativa fue unánime y se resuelve la creación de un espacio físico para el funcionamiento de un archivo gráfico, que el mismo Enrique Puccia se encargaría de clasificar, y que a su vez sería su lugar de estudio.
Luego de varios acuerdos con la dirección de la Escuela Pte. Derqui se decide el espacio en donde funcionaría. Se determina el lugar en el “Aula Mayor” de la escuela. A tal efecto, se construye la pared divisoria y se acondiciona el ambiente para recibir el material.
Se reciben entonces algo mas de 50 paquetes, la mayoría cajas de camisas y otros hechas con papel de diario e hilo, y que contenían en su mayoría recortes de diarios, libros y fotos. Se recibe también una estantería color celeste para albergar dicho material. A los pocos meses, Enrique Puccia envía una mesa y cuatro sillas para comenzar a trabajar.
Se construye un altillo de madera que funcionaría biblioteca y se instalan dos estanterías de cedro para albergar los libros.
La falta de tiempo de Enrique Puccia junto a varios problemas personales y el fallecimiento de su esposa hicieron que Enrique abandonara el proyecto.
En 1995, fallece Enrique, siendo el único miembro de C.D. capacitado en ese entonces capaz de llevar adelante el archivo.
En diversas reuniones, se consultó con su hijo sobre el destino material, quienes reconocieron el legado de su padre a la Asociación Fraga.
En 1996, en sesión ordinaria de C.D., se propone la intervención de personas capacitadas para la clasificación del material de Enrique con el objeto de reanudar el proyecto del archivo gráfico. Quedo descartada la posibilidad de contratar un bibliotecario, u otro entendido por falta de recursos económicos.
En 1997 se consulta al señor Gregorio Traub, representante de la Junta de Estudios Históricos de Barracas y socio de la Asociación Fraga, sobre la situación del archivo.
La C.D. decide por unanimidad, encomendar la especifica tarea de seleccionar, clasificar y encuadernar el material del archivo, al Sr. Traub, quien considera a los miembros de la Junta de Estudios Históricos de Barracas como los mas capacitados y confiables para dicha tarea: Gregorio Traub, Susana López, Luís Zorz y Enrique H. Puccia (hijo).
Desde entonces los miembros de la Junta trabajan desinteresadamente en esta tarea.

Barracas, CABA, Argentina
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