La Junta de Estudios Históricos de Boedo se encuentra dedicada a una tarea de extensión cultural del mismo modo que otras entidades similares de la ciudad de Buenos Aires.
Ampliando su perspectiva sobre la promoción de los valores del barrio que representa, su participación activa en diversidad de eventos la caracterizan muy singularmente.
Entre otras muchas realizaciones concretadas desde su fundación en 1986 siempre presidida por el Lic. Aníbal Lomba, merece subrayarse la edición y reedición de una veintena de títulos de escritores, poetas, historiadores y docentes vinculados con el pasado y presente de Boedo.
En los próximos días, presentará un nuevo trabajo con su sello editorial: El amor sigue siendo niño, obra de cuentos sobre y para niños de Álvaro Yunque, seudónimo de Arístides Gandolfi Herrero (1889-1982) autor de memorables obras en el campo literario tales como Versos de la calle (1924); Barcos de Papel (1926); Zancadillas (1926); Nudo Corredizo (1927); Ta-te-ti (1928); Jauja (1929); Espantajos (1930), Nuestros muchachos y Niños de Hoy.
Dos serán los motivos de congratulación. Primero, hacer posible llevar al lector un trabajo por mucho tiempo censurado de uno de los escritores emblemáticos de aquellos dos grandes grupos que constituyeron la nueva generación literaria que proponía, acorde con los cambios operados en el mundo, una ruptura con el pasado.
Boedo y Florida; Florida y Boedo. Para algunos, caprichosa forma de distinguir dos corrientes literarias. Es que, más allá del aparente juego que inicialmente iluminó esa clasificación, aparecieron a poco y a través de las obras y de las proclamas, dos concepciones bien diferenciadas: la que se proponía una fuerte renovación estética y la que no aceptaba una literatura desacoplada de la necesidad de promover una profunda transformación de la realidad social y política.
El propio Yunque, en La Literatura Social en la Argentina, se encargó de distinguir las diferencias de origen:
“Las dos calles que dieron lugar a uno y otro movimiento no son meros simbolismos. Florida era el centro de Buenos Aires, la vía de las grandes tiendas, la del lujo exquisito, la cantada por Darío con profusión de oros y palabras bellas, la calle donde está el Jockey Club y donde una clase social —y sus acólitos— exhibía su cotidiano ocio… Boedo era el suburbio chato y gris, calle de boliches, de cafetines y de teatrejos, refugio del dominical descanso obrero, calle que nunca tuvo poeta suntuoso que la cantara, calle cosmopolita, ruidosa, de futbaliers, guaranga, amenazante… Florida tenía pasado, tradición porteña. Boedo era lo gringo, lo importado, lo actual…”.
Enrolado en una especie de realismo testimonial, expuso con tierna crudeza los desprecios e injusticias a que son sometidos, por las clases dominantes, los sectores más desprotegidos de la sociedad cuya causa reivindicó durante toda su vida. La obra de Yunque, cual la de un maestro, encierra en su contenido mensajes que trasuntan un hondo sentido ético. Tal el caso de El amor sigue siendo niño.
En segundo término y como homenaje al hombre, por su inclaudicable consecuencia para con sus ideales. En épocas como la que vivimos, tan impregnada de hipocresía, frivolidad, travestismo ideológico y exitismo oportunista, la trayectoria de hombres y mujeres que como él no se doblegan, que no renuncian a sus creencias ni a sus principios cualquiera sea el costo que les suponga, resulta por su ejemplaridad merecedora de reconocimiento y respeto por parte de argentinos de viejas y nuevas generaciones.
Yunque supo sufrir y enfrentar, durante algunos períodos de su vida, el castigo reservado para los lúcidos cuestionadores de un orden social injusto: el silenciamiento mediante la prohibición de la distribución y circulación de sus libros, recurso aplicado a artistas, pensadores o científicos, no importa cuándo ni cómo, si por dictaduras militares o gobiernos civiles.
Ayer, hoy y siempre, la censura es una infamia y un crimen que socava uno de los principios liminares de la democracia republicana: el derecho a la más absoluta libertad de expresión.
Pero sobre todos los tipos de censura, hay uno que sobresale por su significado y por ser consecuencia del dolor, de la tristeza o del miedo. Es la autocensura, la de los quebrados, la de esos hombres y mujeres cotidianos, niños, adolescentes y adultos, —a los que tantas páginas plenas de sentimiento dedicaron los escritores de Boedo— cuando ni siquiera se animan a emitir una voz de protesta, de rebeldía…
Y es esta una limitación espiritual con la que Álvaro Yunque no transigió y en la que nunca cayó, porque jamás se sintió vencido.
En una carta fechada en 1966, dirigida a Elías Castelnuovo —que con amistosa generosidad Marisa Escobar me permitió consultar en su valioso archivo— señala Yunque con una ironía carente de resignación: “Lógico que nos silencien ¿Quién nos mandó a nadar contra la corriente y andar diciendo verdades?”
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año IV N° 22 – Agosto de 2003
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Categorías: PERSONALIDADES, Escritores y periodistas, Vecinos y personajes,
Palabras claves: revista, publicacion, literatura, Alvaro Yunque
Año de referencia del artículo: 1940
Historias de la Ciudad. Año 4 Nro22