Bajo las baldosas de nuestra ciudad, en los rincones de las viejas casas, se encierran tesoros que ignoramos, tesoros no por su valor intrínseco sino porque esconden fragmentos de la memoria de sus contemporáneos. Merced al trabajo de los investigadores, van apareciendo a la luz. Este es un ejemplo.
El local denominado en la actualidad “La Panadería”, que funciona como restorán y bar, se encuentra ubicado en Costa Rica 4001, esquina Medrano, frente a la plaza Unidad Latinoamericana. Durante 1998 los propietarios contrataron al prestigiado arquitecto Federico Faivre para llevar adelante un reciclado de la vieja panadería que allí funcionó casi un siglo y de la casa antigua, adaptándola a nuevas necesidades comerciales. No se trataba de una restauración sino de adecuación a una tendencia ahora común en el barrio, aprovechando en lo posible obras antiguas.
Estos trabajos se hicieron preservando las fachadas, el horno y otros sectores de la construcción original, pero la sorpresa fue que, al levantar los pisos, se encontraron con dos muy profundos pozos aún abiertos. Y actuando a la inversa de lo habitual, decidieron no taparlos y tratar de aprovecharlos para que puedan ser vistos por los habitués del sitio. Se pusieron en comunicación con el Centro de Arqueología Urbana de la FADU-UBA y el Instituto Histórico del Gobierno de la Ciudad. Por la gestión del arquitecto Faivre ante los propietarios se resolvió preservar esas estructuras y proceder a su recuperación y conservación, además de convocar a especialistas para realizar tareas de excavación en los pozos. Esta tarea se desarrollaría con la intervención de un equipo especializado, compuesto por profesionales de ambas instituciones con la ayuda de estudiantes y pasantes de arqueología y restauración. Esto se hizo durante el resto del año 1999 e inicios del 2000, abriéndose al público poco más tarde.
La información histórica recuperada a través de documentos y noticias provenientes de antiguos vecinos e informantes del barrio, fue escasa y difícil de contrastar con otras fuentes. En el sitio, hacia la década de 1930, funcionó una casa y un comercio de panadería denominado La Gran Nación, propiedad de dos españoles. Posteriormente, hacia 1958 fue su dueño el señor Varcarcel, separándose de la casa contigua que fue del señor Passini. El comercio funcionó hasta 1996. Frente al sitio, en el espacio que ahora ocupa la plaza, estuvo ubicada desde principios del siglo XX una estación de tranvías. Anteriormente en ese lugar se realizaron otras actividades, como por ejemplo, venta de corderos.
Las estructuras halladas son dos pozos circulares cercanos uno al otro, construidos en el siglo XIX tardío, cuando en el lugar funcionaba una antigua panadería con cuadra y una vivienda anexa. Descubiertos durante las obras de reciclaje del local, bajo el piso de una de las habitaciones que daban a la calle Medrano, ambos fueron cavados en origen a pala. Se encuentran ubicados a unos dos metros de la fachada original sobre Medrano; el nº1 a una distancia de 14 metros de la fachada que da hacia la calle Costa Rica, en tanto que el otro a unos 18 metros y se encuentran separados entre sí por una distancia de cuatro metros.
Estas estructuras aparecieron bajo un relleno de escombros de 0,60 m de espesor, tapados con restos de tablas y tirantes de madera dura. Los propietarios tomaron medidas de protección durante la obra, teniendo en cuenta el valor histórico del hallazgo. Construyeron un muro de contención y consolidaron el borde de los pozos con materiales rescatados de la demolición, llegando al nivel de piso del local donde se colocaron tapas de vidrio y rejillas de ventilación sobre la parte superior de los pozos.
A partir de este hallazgo casual se decidió iniciar un estudio detenido de los los pozos y excavar en uno de ellos, es decir en el fondo -a 18 metros de profundidad-, para recuperar un contexto de la época en que estuvo en uso cotidiano para sacar agua. El otro pozo llegaba aún a la napa freática, pero debido a lo estrecho -80 cm de diámetro- y que las paredes son de tierra, la tarea resultaba un riesgo imposible de asumir. La excavación se hizo tomando como hipótesis de investigación las siguientes: 1) Considerando la época de la urbanización de este sector de la ciudad y algunos aspectos constructivos a la vista, planteamos que los pozos cavados en el lugar serían estructuras posiblemente construidas durante fines del siglo XIX; 2) En la parte inferior del pozo 1 y acerca de los objetos o fragmentos de ellos que pudieran aparecer, habría cuatro posibilidades a considerar:
* Que correspondieran a elementos de la demolición de la casa construida a fines del siglo XIX que existía en el predio.
* Que fueran objetos caídos durante la época de uso del pozo.
* Que correspondieran a la época de la clausura del pozo.
* Que resultaran una mezcla de todos estos procesos.
En todos estos casos era interesante hacer un esfuerzo por trabajar a esa profundidad.
Debido a las dificultades que se planteaban en el sitio, como la gran profundidad de los pozos, muy angostos y con paredes internas con derrumbes en varios sectores, se decidió desarrollar un sistema mecánico de seguridad, sobre el que no había experiencias en el país, al menos en cuanto a la arqueología.
El sistema comprendía cerrar el área con un cerco metálico para evitar que nadie se acercara mientras se trabajaba; montar un sistema para subir y bajar gente y baldes; pasar la tierra por una zaranda sin ensuciar el sitio; seleccionar los objetos en ella y luego descartarla en forma ordenada. Para esto se organizó una estructura de dos partes: un trípode de hierro con motor eléctrico para el descenso/ascenso y a su lado una zaranda con una “manga” de plástico que llevaba la tierra a un gran balde. El trípode tenía movimiento de varias direcciones para poder operar el cable dentro del pozo con entera libertad. Con este sistema un excavador entrenado para ello, provisto de un arnés de seguridad era bajado hasta el fondo del pozo por medio de un cable de acero conectado al motor, tomado al trípode cuyas patas apoyaban en los costados, en un piso de hormigón armado. Otra persona debía accionar los comandos del motor y controlar desde la superficie el ascenso y descenso mecánico del excavador y los baldes con sedimentos y objetos provenientes de las extracciones. No había forma de hacer que el sistema funcionara con sólo una persona, para evitar accidentes. Toda esta tecnología resulta novedosa para el medio arqueológico, por lo menos en la ciudad de Buenos Aires y en nuestro país.
Hay que destacar que cada balde excavado debía ser elevado, para luego descenderlo, lo que hacía el trabajo tedioso; el excavador no podía permanecer mucho tiempo en el fondo porque el aire tornaba a enrarecerse y los fuertes olores hacían desagradable su estadía; además del riesgo de caída de los baldes con escombro. Esto hizo que excavar poco más de dos metros de profundidad llevara mucho tiempo y riesgos elevados.
La excavación permitió encontrar un conjunto que reúne tres tipos de objetos mezclados entre sí y arrojados en diferente momento. Esta mezcla debe haberse producido por el continuo ascenso de la napa freática, hasta que el sedimento y los derrumbes de ladrillos lo hicieron imposible. Si bien no tiene sentido hacer una lista de los objetos hallados podemos señalar que hubo materiales de construcción y objetos de la obra de reciclado -plásticos, monedas, clavos, maderas-, ladrillos provenientes de derrumbes del recubrimiento de las paredes, parte de la demolición de la casa antigua y otros caídos durante el tiempo de uso de los pozos. Entre ellos es de destacar monedas fechadas en 1885. Entre los objetos más antiguos hubo muchos clavos de sección cuadrada, molduras de yeso incluyendo la decoración del techo, objetos de hierro de uso constructivo, un farol del tipo quinqué y fragmentos de la vida doméstica del siglo XX. También se encontraron 79 huesos provenientes de la alimentación, por lo general modernos, cortados con serrucho y sierra eléctrica de vacunos, ovinos, gallinas, pescado y ratas.
El pozo Nº 1 es una estructura de un metro de diámetro y con una profundidad de 11.30 m desde el piso actual hasta el nivel de relleno. En este primer pozo la terminación de los muros presenta un trabajo de enladrillado, con distintos tipos de ladrillos y manufacturas de construcción. A partir del nivel 0 hasta 0.95m se realizó un recalce de la boca del pozo utilizando ladrillos rescatados de la obra de reciclaje del local. En este primer tramo fueron ubicados cuatro caños que se conectan con cuatro rejillas de ventilación a nivel del piso del local para facilitar el aireamiento y evitar la creación de hongos.
En el segundo tramo, comprendido entre 0.95 y 4.60 metros, el muro presenta un aparejo desordenado con unas hiladas de punta y otras de plano, sin ritmo alguno; los ladrillos son de 17 x 26 x 3 cm, las juntas fueron tomadas con cemento durante el reciclaje. Este tramo presenta un desmoronamiento del enladrillado de forma irregular en todo el perímetro, dejando a la vista el perfil excavado originalmente.
El tercer tramo se extiende desde los 4.60 a 5.00 m con un aparejo desordenado de ladrillos de 14 x 24 x 5 cm. El cuarto, desde los 5.00 m a 6.60 m tiene ladrillos de iguales dimensiones colocados de punta. En el quinto tramo, desde los 6.60 a 8.40 metros continúan los mismos ladrillos con aparejo completamente desordenado y a partir de ese nivel continúa el muro excavado en el terreno natural hasta los 11.30 m de profundidad.
El pozo Nº 2 posee un diámetro de 0.85 m. y una profundidad aproximada de 17 m. En el fondo se encuentra acumulada cierta cantidad de agua que corresponde la napa freática, cuyo drenaje natural se observa al cambiar de nivel con las estaciones o fuertes lluvias. Por estos problemas fue imposible descender. La estructura original fue excavada directamente en el terreno. En el perfil de los sedimentos que corta la excavación se observan peldaños cavados para el ascenso y descenso de los poceros.
Dentro del relleno correspondiente a la parte inferior de la estructura 1 se practicaron 8 extracciones de sedimento y objetos, de dimensiones arbitrarias de 20 a 30 cm por extracción, como forma de proceder a un ordenamiento básico. Desde la superficie de relleno se excavaron en total 2.14 metros. Fue imposible excavar en niveles más reducidos dada la complejidad para elevar cada balde de tierra, mecánicamente, con el excavador abajo; asimismo había que acelerar el tiempo de estadía dentro del pozo.
De acuerdo a la composición de la matriz sedimentaria, del registro arqueológico obtenido y a las ubicaciones espaciales de los objetos hallados, se trataría de un palimpsesto, es decir de un conjunto integrado por múltiples componentes mezclados, provenientes de sucesivos rellenos. Los datos que avalan la presunción son los siguientes:
* Ubicaciones desordenadas del material arqueológico, por ejemplo materiales de construcción de mediados y fines del siglo XX junto a otros del siglo XIX.
* Sedimento de matriz heterogéneo, suelto o bastante suelto, por ejemplo humus, con tierra arcillosa colorada (sedimento Bonaerense) y fragmentos de material de construcción.
* Hallazgos que se encontraban en una relación de asociación, pero que pertenecen a épocas distantes, por ejemplo monedas de 1995 y 1992 junto a una moneda de cobre del año 1885.
* Evidencias claras de derrumbes de los ladrillos del muro, producidas en forma lenta pero continua en el tiempo y hallados en todos los niveles de excavación.
Respecto al origen del material cultural excavado, nuestro diagnóstico es que el de mayor antigüedad proviene del viejo edificio, incluso de la época en que estuvo en uso, pero la alta presencia de revoques y molduras indica que se arrojó cuando fue demolido para la construcción del local gastronómico que hoy conocemos. Durante el reciclado se debieron haber arrojado algunos escombros al pozo; si bien ese material corresponde al siglo XIX tardío su depósito es reciente. El material moderno en cambio, compuesto por monedas y envases actuales por ejemplo, también corresponde al momento del reciclado del edificio. Incluso los visitantes arrojaron algunos objetos (envases y monedas) al pozo durante la excavación.
¿Cuál era la función de estos dos enormes pozos? Desde el siglo XVI hasta finales del XIX cada casa tuvo pozos para evacuar materias fecales –los pozos ciegos–, pozos para extraer agua de la napa –los pozos de balde– y aquellos utilizados para arrojar basura –los pozos de basura.
Los aljibes en realidad eran cisternas bajo tierra, cilíndricas o cuadradas pero cubiertas con bóvedas que acumulaban el agua de lluvia que llegaba desde las terrazas. Dado que en la parte superior tenían un brocal, es decir un cilindro de ladrillo o mármol con un enrejado de donde colgar la soga y el balde, fueron confundidos con los pozos de donde se sacaba agua de la napa, pero eran construcciones muy diferentes. Este tipo de estructuras sanitarias estuvo en uso hasta fines del siglo XIX y fueron cancelados en su mayoría hacia 1894/5. No cabe duda que el pozo Nº 1, al igual que el Nº 2 presentan rasgos característicos que permitirían suponer que fueron pozos ciegos. Prueba de ello son los muros excavados sobre el terreno natural, sin estar enladrillados, que le permitía funcionar como pozo absorbente. Pero en realidad se trataba de pozos de balde. Al ir sufriendo periódicos desmoronamientos en la pared, el Nº 1 fue reforzado con enladrillado; esto último podría explicar las causas del desorden constructivo que se manifiesta en el uso de diversos tipos de ladrillos colocados sin algún ritmo aparente.
El encontrar ladrillos de punta se explica precisamente por la necesidad de colocarlos en sitios en que se había derrumbado la tierra sobre la cual se debían afirmar. En síntesis y tomando en cuenta todas las evidencias disponibles a este momento –constructivas, funcionales, de ubicación y de procesos de deterioro– es que la explicación funcional que pensamos más lógica es que el pozo Nº 1 fuera usado como aljibe; éste es ligeramente más antiguo que su vecino y debido a sucesivos derrumbes quedó anulado y fue cubierto, por lo que se procedió a excavar el Nº 2, que fue cancelado en 1894 simplemente tapándolo pero sin rellenar.
La idea de dejar estos pozos visitables para el público fue apoyada por el Gobierno de la Ciudad, debido a que estaba en funcionamiento el proyecto Hitos de la Memoria, impulsado por el Instituto Histórico. Gracias a esa propuesta quedaron a la vista diversas construcciones antiguas, las que, aunque fueran de propiedad privada, contaban con el acceso público garantizado. En este y en otros casos también se hicieron vitrinas o lugares de exhibición para los materiales recobrados y paneles explicativos de la historia del sitio y de lo excavado.
Un ejemplo de restauración de materiales arqueológicos
Durante la excavación se halló un conjunto de 41 fragmentos muy alterados de un antiguo rosetón hecho de yeso, de los que se colocaban en el centro de los techos de las habitaciones para colgar el quinqué primero, o la lámpara eléctrica más tarde. Eran fragmentos chicos de un material altamente degradable como es el yeso. Por eso consideramos importante describir como se logró consolidarlos primero y reconstruir la pieza completa para su exhibición.
En primer lugar estos fragmentos recibieron asistencia en el momento mismo de su hallazgo gracias a la presencia de conservadoras en el equipo y hasta la llegada al laboratorio. El primer paso fue el diagnóstico para conocer el estado de la estructura de la pieza, hecho mediante observación organoléptica y un macronálisis de la materia. En base a eso se determinó su tratamiento. El archivo de la investigación, las tareas y los materiales empleados, así como el seguimiento fotográfico quedan registrados en la Ficha Técnica de Conservación Nº 99/5. También se hizo un mapa o reconstrucción de la pieza una vez acomodada. La materia prima del rosetón es el yeso, mineral de sulfato de calcio hidratado que se presenta en masas laminares fibrosas o en cristales. Deshidratado tiene la propiedad de endurecerse. La manufactura original fue mediante vaciado en molde. Morfológicamente tenía forma circular con un diámetro máximo de 375 milímetros y un espesor entre 8 y 25 milímetros. La decoración está formada por una roseta central en relieve con pétalos estilizados superpuestos, enmarcada por una trenza bordeando la circunferencia. La limpieza se efectuó con procedimientos mecánicos, con pinceles y por aspiración. Las adhesiones se efectuaron con acrílico reversible seleccionado por su calidad plástica y penetrabilidad, el Paraloid B72 al 5% y al 50% respectivamente. El refuerzo de la estructura se hizo por la parte posterior de la pieza con una red de fibra de vidrio. Para facilitar la lectura se completaron los faltantes con yeso París, como material compatible y reversible.
Por último, reseñamos el equipo responsable del trabajo de excavación, compuesto por el arquitecto Guillermo Páez, la conservadora Norma Pérez y los arqueólogos Mariano Ramos y Mario Silveira. Colaboraron en las diferentes tareas de laboratorio Florencia Zapata, Laura Mari, Andrea Caula, Silvia Álvarez, Alicia Marzorati, Patricia Frazzi, Gimena Varela, Dolores Rodrigué, Verónica Rinaldi, Marina Ojero, Paola Texeira, restauración, Mercedes Montesano. El excavador fue Fernando González. g
Para ampliar información
– SCHÁVELZON, Daniel, Arqueología de Buenos Aires, Editorial Emecé, 1999.
– SCHÁVELZON, Daniel, Arqueología Histórica de Buenos Aires, (4 vols.) Editorial Corregidor, Buenos Aires.
– SCHÁVELZON, Daniel, Historias del comer y del beber en Buenos Aires, Editorial Aguilar, 2000, Buenos Aires.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año IV N° 21 – Junio de 2003
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Categorías: ARQUITECTURA, Comercios, Bares, Café, Cantinas y restoranes,
Palabras claves: restauracion, reliquias, enterradas
Año de referencia del artículo: 1999
Historias de la Ciudad. Año 4 Nro21