En Buenos Aires se presentaba una lucha electoral muy pareja para suceder a Sarmiento en la presidencia de la Nación. Los candidatos con posibilidades eran: Alsina, Mitre, y desde el interior asomaba la figura de Nícolas Avellaneda, hijo de Marco Avellaneda, gobernador de Tucumán, ejecutado por orden del caudillo oriental, al servicio de Rosas, Manuel Oribe, en octubre de 1841.
En 1872 escribió Avellaneda: “Como un rumor naciente, como el soplo de ligera brisa, como un arrebol ligero que se extiende sobre el cielo azul, empieza a hablarse de la candidatura del General Mitre para la futura Presidencia de la República. Es todavía un murmurio, un ruido de olas, un cuchicheo entre íntimos, una esperanza secreta que sube a los labios en aspiraciones apenas formuladas”. (1) Con el propósito de alcanzar la primera magistratura de la Nación, Avellaneda creó el Partido Nacional, buscó simpatías en las provincias y eligió como compañero de fórmula para la vicepresidencia al doctor Mariano Acosta que gobernaba Buenos Aires desde 1872. Adolfo Alsina caudillo del Partido Autonomista, solo contaba con el respaldo efectivo de la provincia de Buenos Aires. El Partido Nacionalista como era natural propuso a Bartolomé Mitre para la carrera hacia la presidencia. El general aceptó la candidatura el 20 de mayo de 1873. Su fuerza se localizaba en Buenos Aires, donde aventajaba al autonomismo de Alsina. Don Bartolo declaró tener “consideraciones de un orden superior” para aceptar tal ofrecimiento. Veía en peligro el principio de la soberanía popular y la pureza del sufragio por parte de “ligas bastardas de mandatarios” Simón de Irondo, gobernador de Santa Fe, era un declarado avellanedista que ejercía su influencia sobre Entre Ríos y Corrientes. (2) Su candidatura había tomado cuerpo entre sus compañeros de estudios de Córdoba y en el círculo liderado por José Posse en Tucumán. El hacendado Andrés Egaña prestó su casa de Buenos Aires para organizar el comité electoral avellanedita. (3)
Alsina mostraba una figura ágil y fuerte: y proactiva…”Alto, musculoso de facciones enérgicas y modales sueltos… como todos los grandes caudillos populares. Alsina amaba en su actuación, la iniciativa resuelta e impetuosa que impone a los partidarios con la llaneza cordial que les atrae y encadena…” (4)
Alsina representaba “el partido popular, los desheredados por la fortuna, pobres, en una palabra. Había sabido captarse las mas vivas simpatías entre esa clase de la sociedad y el entusiasmo que su solo nombre producía, demostraba evidentemente que se hallaba en la categoría de ídolo de una gran parte de los menesterosos.” (5)
Mitre contaba con los sufragios de la primera sociedad porteña; Alsina, con las simpatías populares, entre cuyas filas siempre había figurado. La juventud estudiantil, los intelectuales, la muchachada bulliciosa y expansiva, simpatizaba con Alsina..
Ambos candidatos confiaban en contar con el apoyo del interior para ganar, en algunas tenían el apoyo del poder político por ejemplo: en Santiago del Estero, donde los hermanos Taboada tenían el control parecían estar con el vencedor de Pavón y en San Juan había varios mitristas también; Alsina se sentía fuerte en Catamarca; tenían claro que la contienda se resolvía en Buenos Aires: su ciudad y su campaña.
En la prensa era común tomar en broma a los candidatos opositores en épocas de elecciones, en El Nacional, órgano del Partido Alsinista, se bromeaba sobre la estatura de Avellaneda, de ahí los motes populares de chingolo y taquito.
El 1 de mayo de 1873 el ministro Avellaneda elevó al Congreso su última memoria como ministro del presidente Sarmiento. Allí pudo dar cuenta de la estadística escolar levantada en diciembre de 1872 y declarar la existencia de 1088 escuelas públicas en el país. Los establecimientos educativos habían crecido con respecto al año 1871 poco menos que un 17% no obstante concurrir a los mismos solo un 20,80% de los niños en edad escolar. Veía, por otra parte, la necesidad de erigir una Escuela Normal, para la formación de maestras, mucho mejores sin dudas que los varones a la hora de educar.
“El nombre del señor Sarmiento, escribió Avellaneda, al frente del gobierno era por si solo una dirección dada a las ideas y a la opinión en favor de la educación popular. Su firma al pie de los decretos era una autoridad que daba prestigio a mis actos”. (6)
Nícolas aseguraba que su candidatura era más fuerte en el litoral que en el interior. Confiaba en el apoyo que brindarían Corrientes, Córdoba, Mendoza y Tucumán. (7)
El diario “La Nación” declaró incompatible la condición de ministro y de candidato electoral Avellaneda tardó tres días en preparar la resolución suprema de dejar la cartera. Desoyendo la opinión adversa de sus amigos, confió su decisión a José María del Carril, quien aprobó su plan. Luego de redactar su renuncia, del Carril visitó a Nícolas
Vengo a implorarle para que nada haga, o lo demore. Me he abierto con Cortinez, y este opina que su renuncia todo lo compromete. Usted saldrá del Ministerio y Arredondo quedará en su puesto, jefe de la frontera sur.
Le había elegido para mi confidente repuso Avellaneda buscando su sostén. Pero veo que flaquea. Mi resolución es irrevocable, y le pido que no me perturbe con sus reflexiones en estos momentos de la acción.
Es un duelo a muerte con Arredondo que no encontrará nada vedado para su venganza.
-Los dados pueden ser de hierro. Pero están tirados- concluyó Avellaneda-. (8)
El 16 de agosto Avellaneda informó al ministro del Interior, para que este se la comunicase a Sarmiento la renuncia indeclinable al cargo de ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública. No obstante, el renunciante pensaba que no había incompatibilidad moral ni legal entre el ejercicio de un ministerio y la candidatura a presidente. Sin embargo reflexionaba que la transmisión del mando se haría más tranquila y normal en el supuesto de que el presidente no tuviese en su gabinete la presencia de un ministro a la vez candidato. Sarmiento aceptó la renuncia por decreto del día 19. (9)
A las diez de la noche de ese mismo día, Nícolas anunciaba a su esposa y a algunos amigos que había dejado de ser Ministro. “Me tiene usted ya fuera del Ministerio, escribió a Juan Ortiz Estrada, para ponerme al frente de los trabajos electorales, aceptar responsabilidades y obrar como jefe de partido”. (10)
Al mes siguiente visitó Rosario en campaña proselitista. Asistieron al discurso entre tres y cuatro mil personas. Fue el 7 de septiembre. Allí recordó los orígenes de su candidatura y reiteró el apoyo recibido desde varias provincias. “Un candidato argentino debe venir a colocarse en esta gran plaza del Rosario, y señalando primero las naves que llegan presurosas conduciendo la máquina, el artefacto y al inmigrante que se sienta luego tranquilo y laborioso en nuestros hogares, mostrando enseguida sus alegres y ruidosas calles entregadas a los tráficos del comercio, y notando, finalmente, sobre cada una de las puertas una de esas nobles enseñas con que se ostenta la industria libre, un candidato argentino debiera decir he ahí mi único y supremo programa, que es al mismo tiempo el programa de mi país, para los que mandan y para los que obedecen, implantar, radicar profundamente estos elementos de bien y de progreso donde quiera que existan, al mismo tiempo que se les abre el paso para que lleven su poder de civilización y de vida hasta los lejanos confines de nuestro territorio”. (11) También visitó Córdoba.
El 1 de febrero de 1874 se llevaron a cabo elecciones para diputados nacionales en todas las provincias. En Buenos Aires, a pesar del consabido fraude y las violencias triunfaron los nacionalistas sobre los autonomistas. El doctor Alsina al no tener chance para disputar la presidencia resolvió que sus partidarios se volcasen hacia Avellaneda. El Partido Nacional terminó por fusionarse con el Autonomismo, dando nacimiento al Partido Autonomista Nacional. (12)
El 18 de marzo en un “Manifiesto a mis ciudadanos”, Nícolas Avellaneda expresó que el Partido Nacional levantaba la idea de “representar la voluntad y el pensamiento de la mayoría de la Nación en el Gobierno de la Nación, manteniendo el orden, única base sobre la que se desarrolla la libertad al abrigo de nuestras instituciones que necesitamos no innovar en su texto escrito, sino convertir en hecho, espíritu y verdad para nuestros pueblos.
Podemos ahora llamarnos un partido nacional, sin que la geografía nos contradiga. Donde quiera que haya una población, dentro de los límites que trazan la extensión del territorio argentino, allí estamos en poco o en mucho representados como partido. Podemos aspirar legítimamente a la fundación de un gobierno, porque constituimos de un modo evidente e incontrastable la gran mayoría de la Nación.
¿Qué ha hecho nuestro partido para obtener estos resultados? Ser prudente en la lucha, ser laborioso en la propaganda. No levantar por el odio barreras insuperables, cuando no existen sino disidencias de opiniones. No pronunciar en debates transitorios palabras irreparables”. (13)
La proclamación formal de la candidatura de Avellaneda para la presidencia de la Nación se hizo en el Teatro Variedades el 22 de marzo. Acompañaría la formula como candidato a la vicepresidencia el doctor Mariano Acosta, gobernador de la Provincia de Buenos Aires y hombre del autonomismo. (14)
Las elecciones para nombrar electores para presidente y vicepresidente de la Nación tuvieron lugar el 12 de abril. El fraude, triunfante y descarado, siguió su curso. El teniente coronel Napoleón Uriburu en Salta y el coronel Julio Argentino Roca en San Luis aseguraron el triunfo de la fórmula Avellaneda-Acosta. Por el contrario gran parte de la Provincia de Buenos Aires se volcó al general Mitre, gracias al accionar del general Ignacio Rivas y del coronel Francisco Borges. Fraude sobre fraude, los resultados de las elecciones del 1 de febrero hubieron de darse vuelta. Los mitristas personificaron a los derrotados y los diplomas de los diputados fraudulentos fueron aprobados. El Club Constitucional declaró que había llegado “el momento de salvar al país del peligro de una prolongada época de maldades”. Mitre decidió encabezar la revolución contra el fraude, asegurándose que el golpe se daría después de la asunción de Avellaneda, visto entonces como un producto de facto. En caso de triunfar la revolución, el mismo Mitre se autoproscribiría de toda candidatura. (15)
El 16 de abril una enorme manifestación popular saludó al electo presidente, quien se hallaba acompañado de Adolfo Alsina, vicepresidente de la Nación. Avellaneda habló desde el balcón de su casa saludando al gran Partido Nacional. Partido de orden por vencer sin violencias. Partido nacional por estar representado en las catorce provincias. Partido argentino porque reflejaba patriotismo y respeto a la dignidad de los pueblos. Dijo además “que el patriotismo no podía expresarse en sus emociones supremas por la palabra, que por esto tenían los pueblos su bandera para enarbolarla en las grandes ocasiones, como la expresión sublime y encarnada de sus emociones patrióticas y sus grandes gritos en los que se confundían y estrechaban todas las almas”. Los colores celeste y blanco flamearon frente al domicilio del presidente electo, mientras los manifestantes repetían las últimas palabras de su improvisación: “Viva la República Argentina Viva la República en paz, en el progreso y en la libertad realizando sus grandes destinos”. (16)
El 21 de julio, por 44 votos contra 17 la Cámara de Diputados aceptó el triunfo de los candidatos alsinistas electos en febrero. (17)
El 6 de agosto de 1874 la Asamblea Legislativa proclamó vencedora a la fórmula Avellaneda- Acosta por 146 electores contra 79 del binomio Mitre –Torrent. Córdoba, Corrientes, Catamarca, Mendoza, Jujuy, La Rioja, Salta, Santa Fe, San Luis y Tucumán dieron el triunfo al doctor Avellaneda; mientras que San Juan, Buenos Aires y Santiago del Estero (liderada por los hermanos Taboada) se inclinaron por el general Mitre. El día 14 tuvo lugar en el Teatro Variedades un banquete en honor del presidente electo, en el que además hablaron Sarmiento, Bernardo de Irigoyen, Adolfo Alsina entre otros. “El primer magistrado de la República no recibe con el bastón del mando el poder de verificar milagros-explicó Avellaneda- No puede así prometerlos, y no es de buena ley envolverse en el prestigio fantástico de propósitos quiméricos. Los gobiernos no se hacen ya con decretos autocráticos, ante el silencio de los pueblos. Los gobiernos se hacen con los recursos colectivos, con la opinión pública, bajo el impulso de todas las fuerzas sociales. El conato de un gobernante debe ser comprender el programa de su época para representarlo y servirlo, haciendo en esto consistir el suyo”. (18)
La revolución mitrista fue sofocada totalmente tras la derrota del general Mitre en la batalla de La Verde, el 26 de noviembre de 1874, a manos de las fuerzas nacionales al mando del teniente coronel José Inocencio Arias.
El 12 de octubre amaneció gris y lluvioso. En la Plaza de Mayo formaban batallones de infantería, regimientos de caballería, una batería y la escolta presidencial.
En todo este contexto se estrenará meses después una obra teatral que dará inicio al género de la revista porteña que paso a relatar a continuación.
Casimiro Prieto Valdes, nació en Reus el 27 de octubre de 1847. Llegó a Buenos Aires en el buque a vela “El Joven Joaquín”, a fines de 1867, fue un pionero en el ámbito literario y periodístico del Buenos Aires de ese momento. Trabajó en “La Nación Argentina” dirigida por el doctor José María Gutierrez, encargándose de las artes de fondo hasta inaugurarse la sección Conversación de carácter humorístico, que firmaba con el seudónimo “Aben Xoar”, mostró sus dotes de escritor más que satírico, festivo y humorístico.
Más tarde con el doctor Avellaneda, redactó un diario que defendía la candidatura de este a la presidencia de la República.
En 1876, junto con Juan Martínez Villergas redactó el semanario satírico “Antón Perulero”, fundó al año siguiente “El Almanaque Sudamericano” que por espacio de 26 años se lo publicó la librería “El Siglo Ilustrado” de Buenos Aires y en 1888 con Rafael Carrillo y Ricardo Conde Salgado “La Prensa Española”. Colaboró en “El Correo Español”, “El Nacional”, “Unión Argentina”, “Pluma y Lápiz” de Barcelona, “Caras y Caretas” que adquirió el derecho de publicación de varias poesías inéditas suyas.
En 1870 publicó Música Celestial, colección de poesías joco-serias “escritas sin ton ni son”.
Por su ingenio y vivacidad se lo llamó el Mark Twain hispano-americano.
La obra “El sombrero de Don Adolfo” se estrenó el 26 de junio de 1875, en la sala del Teatro de la Alegría. Según su autor la obra es una “caricatura político-dramática en un acto y en verso”. Los protagonistas de la obra son: Patricia (Alegoría de la Patria), D. Domingo, D. Adolfo, D. Nicolás y un criado. La acción se sitúa en Buenos Aires, en octubre de 1874 y es una sátira del presidente Avellaneda, presentado como el discípulo obediente y adulador de un Sarmiento enérgico y pedante, con citas de sus propios textos.(19)
Avellaneda con la ayuda de Sarmiento quiere conquistar a Patricia y tiene como rival a Adolfo que viendo el resultado de las elecciones de febrero de 1874, renuncia a su candidatura a la presidencia ante el triunfo del partido de Avellaneda, respaldándolo en su campaña.
La caricatura de Sarmiento se logra por su tono grandilocuente, su carácter egocéntrico y la artificialidad que le confiere el verso. En un dialogo con don Adolfo, al hablar de su propia historia dice: “Me dirigí a Sud America. / Por fin recogimos velas y al suelo patrio llegue, / y poco después fundé/ un deposito de escuelas.”
La caricatura de Avellaneda se concreta al presentarlo como un personaje sin iniciativa propia, supeditado a las indicaciones de Sarmiento. Se lo desvaloriza además en su aspecto físico y por su origen provinciano. En su dialogo con Patricia, cuando pretende conquistarla, esta le dice: “su figura me da risa”.Al referirse asimismo advierte que: “aunque soy bastante chico/ tengo el corazón muy grande” clara alusión a la baja estatura de Avellaneda. La parodia funciona también, cuando don Domingo aconseja a su protegido el camino a seguir en la conquista de su amada: “Pues pretendes con ardor/ a esa doncella rendir/Has de mentir y mentir/te lo dice tu mentor”. Así queda clara la desvalorización de los discursos electoralistas. El sostén de las provincias a la candidatura de Avellaneda, aparece digitado por Sarmiento cuando don Domingo le dice a Don Nícolas lo que hizo para que pueda obtener el favor de Patricia: “Yo trabaje a la sordina/escribiendo a sus hermanas/De provincias y he obtenido/lo que ansiaba.”
La función de don Adolfo es la de cuestionar el accionar de sus oponentes. Así, cuando aparece ante Patricia explica porque estaba oculto diciendo: “Me oculte mientras de amores/Le hablaba con torpe labio/El protegido… de un sabio. Ante las cartas de los parientes provincianos señala el sacrificio que asume la dama al aceptar a don Nícolas: “Si le quiere por marido/Insistir fuera locura/Harto se ve que se inmola”.
Su figura se valoriza cuando ante la derrota acepta ayudar a su rival.
Patricia aparece como una amante esquiva ante las pretensiones de don Nícolas hasta que llegan las cartas de sus parientes recomendando la boda. En el momento en que su prometido le pregunta si lo ama, responde: “Pues no hay más recurso/Tuya soy”, con lo que queda clara la desvalorización del candidato y la posición ideológica del autor.
El apoyo de Alsina a la candidatura de Avellaneda se ve reforzado por el regalo del sombrero que significaría el poder. Finalmente el obsequio de bodas de don Domingo, su bastón es una clara alegoría a la cesión de los atributos presidenciales. (20)
Se permitió la representación de la pieza luego de un riguroso examen, exigiendo no se utilizaran los nombres propios.
Un mes después la obra fue censurada por la municipalidad por ser perniciosa al orden público.
La tolerancia de la municipalidad se debió a que se creyó en ese momento que esta obra sería la última de su género que se representaría en nuestros escenarios. Esto no sucedió
Según la municipalidad la obra era perniciosa al orden público
En su alegato ante la municipalidad Prieto Valdes dice: Patricia es un personaje puramente alegórico, Don Adolfo, es un personaje que imaginario o alusivo no envuelve ni la sombra de una ofensa contra ningún hombre público o privado, ya quiera este apropiarse la alusión ya se establezca oficiosamente por otro y en su nombre.
De Don Nicolás puede decirse exactamente otro tanto
- Domingo que es el último rol que me falta establecer, es un personaje en cuya boca se ponen frases que pertenecen, de pública notoriedad, a uno de los hombres políticos del país. Ahora, y en este último caso, si no hay alusión, no hay ofensa, y si hay alusión de ninguna manera podría darse por ofendido el hombre político a quien se atribuyeran sus propios documentos y palabras que constan en escritos suyos y que el no ha retractado ni piensa retractar.(21)
La censura no se levantó.
NOTAS:
[1] AVELLANEDA, NICOLÁS. Política. Apuntes. Bs. As, 1872. En Escritos y discursos. Tomo VII. Buenos Aires: Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, 1910, pp. 181.
[2] SCENNA, MIGUEL ÁNGEL. “1874: Mitre contra Avellaneda”. Revista Todo es Historia, nro. 167 (abril 1981), pp. 11-12.
[3] GASIÓ, GUILLERMO Y MARÍA C. SAN ROMÁN. La conquista del progreso: 1874-1880. Buenos Aires: Ediciones La Bastilla, 1977, p. 17. (Colección Memorial de la Patria).
[4] AVELLANEDA, NICOLÁS. Memoria del ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la Nación. Mayo 1 de 1873. En Escritos y discursos. Tomo VIII, pp. 285-393.
[5] AVELLANEDA, NICOLÁS. Acción Ministerial. Otra página inédita. Bs. As, 1874. En Escritos y Discursos. Tomo VIII, p. 398.
[6] AVELLANEDA, NICOLÁS. Una carta política. Bs. As, junio de 1873. En Escritos y discursos. Tomo VII, pp. 211-215.
[7] AVELLANEDA, NICOLÁS. Renuncia del Ministerio. Bs. As, agosto de 1873. En Escritos y discursos.Tomo VII, pp. 251-254.
[8] AVELLANEDA NICOLÁS. Renuncia del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública. En Escritos y discursos.Tomo VII, pp. 217-221.
[9] Carta de Nicolás Avellaneda a Juan Ortiz Estrada, en San Luis. Bs. As, agosto 20 de 1873. En Escritos y discursos.Tomo VII, pp. 229-231.
[10] AVELLANEDA, NICOLÁS. Discurso político en el Rosario. De “La Opinión Nacional”. Rosario, septiembre 8 de 1873. En Escritos y discursos.Tomo VII, pp. 283-290.
[11] GASIÓ, GUILLERMO Y MARÍA C. SAN ROMÁN, ob. cit, p. 56.
[12] SCENNA, MIGUEL ÁNGEL, “1874: Mitre contra Avellaneda”, ob. cit, pp. 12-14.
[13] AVELLANEDA, NICOLÁS. Manifiesto a mis conciudadanos. Marzo 18 de 1874. En Escritos y discursos.Tomo VII, pp. 291-301.
[14] GASIÓ, GUILLERMO Y MARÍA C. SAN ROMÁN, ob. cit, pp. 27-28.
[15] SCENNA, MIGUEL ÁNGEL, 1874: Mitre contra Avellaneda, ob. cit, p. 16.
[16] AVELLANEDA, NICOLÁS. Discurso en la manifestación del 16 de abril de 1874. Extracto. “La Unión Argentina”, Bs. As, abril 17 de 1874. En Escritos y discursos.Tomo VII, pp. 255-258.
[17] AVELLANEDA, NICOLÁS. Parque Tres de Febrero. Senado Nacional. Sesión de junio 23 de 1874. En Escritos y discursos.Tomo VII, pp. 259-276.
[18] Colección completa de Leyes Nacionales, pp. 443-444.
[19] SEIBEL, BEATRIZ. Antología de obras de teatro argentino: desde sus orígenes a la actualidad. Prólogo de Beatriz Seibel. 1ª. ed. Tomo 4 (1860-1877): Obras de la Organización Nacional. Buenos Aires: Inteatro, 2008, pp. 30-31; 99-127.
[20] PELLETIERI, OSVALDO. De Lope de Vega a Roberto Cossa: teatro español iberoamericano y argentino. Buenos Aires: Galerna, 1994. [21] MEMORIAS DE LA MUNICIPALIDAD DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES. AÑO 1875.
FUENTES:
Biblioteca Nacional
Biblioteca del Teatro Nacional Cervantes
Información adicional
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Palabras claves: censura, elecciones
Año de referencia del artículo: 1874
11mo Congreso