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Ciudad de Buenos Aires

Buenos Aires y la barranca

Juan Trabucco

La Barranca, C. 2009. “el bajo” la costa del río; imaginada una costa rectilínea norte sur que no existe

Introducción
El presente trabajo surge de la convicción de entender la ciudad, en su dimensión física y humana, como un fenómeno que integra individuos. Esa integración también puede ser vista, entre otras cuestiones, como una sucesión de transformaciones, producto de hábitos compartidos y de individualidades, que entretejen una coherencia simbólica. El escenario urbano, responde a un complejo juego de inmediateces y trascendencias, que actúan como una definición alternativa de cultura. Se decidió trabajar sobre un elemento clave de este juego entre lo inmediato y lo trascendente; el límite sobre el río. La ciudad, como señala Bernardo Secchi (1), puede ser entendida como un palimpsesto que necesita ser interpretado y modificado para continuar siendo un palimpsesto. El límite sobre el río es un tema recurrente que, acompañando los diferentes tiempos de la ciudad, despliega una serie de representaciones que a la vez que consolidaron continuidades, también instauraron diferencias.

Como ocurrió…
Buenos Aires se presenta chata, su geografía física es monótona, ausente de sobresaltos topográficos. Sin embargo, es justamente la ausencia de desniveles la que de algún modo condujo a sus habitantes a encontrar en los mínimos declives, y en particular en la barranca sobre el río, un tipo de sugestión simbólica y trascendente capaz de celebrar el encuentro entre el llano y el río. El declive señala el encuentro entre el agua y la tierra, a pesar de que hoy por causa de los rellenos, la costa se encuentre más lejos. La barranca anticipa la proximidad del río, la tradicional puerta de llegada y partida hacia el exterior. En oposición, una vez subida la barranca, se presenta la llanura, la pampa extensa en la que uno se pierde.

En la segunda fundación de la ciudad, ocurrida en 1580, Juan de Garay (2), trazó un damero de 156 manzanas en el sector topográfico más elevado y próximo a su vez al río; dando por resultado la materialización de un límite en forma de barranca entre una porción de llano cuadriculado y el agua. Esta preexistencia geográfica, convertida en un primer imaginario, acompañó a Buenos Aires otorgándole un soporte concreto y simbólico que fue considerado de varias formas. La organización espacial de la ciudad, quedó definida por su estructura inicial de damero (3). Lo que presupone, en su concepción, una organización espacial que encuentra su máxima coherencia en la horizontalidad absoluta y los límites regulares. Desde los tiempos fundacionales, la percepción urbana del habitante exalta la lógica del damero, aún cuando la misma solo sea parcial. La ciudad hace tiempo que ha sido transformada y alterada de varias formas, perdiendo esa totalidad ortogonal del trazado fundacional. Sin embargo, el habitante reconoce su ciudad como “ortogonal”: un segundo imaginario cargado de valor fundacional.

Ambos imaginarios se complementan dando lugar a una esencia espacial de la ciudad que se mantiene gracias a una estrategia básica de circulación, basada en la suposición de calles paralelas que sin embargo se aproximan o separan y cruces a 90° esperados con una expectativa matemática, que muchas veces ni siquiera ocurren. De forma similar, para el habitante, hacia el este estaría “el bajo” refiriéndose a la costa del río; imaginando una costa rectilínea norte sur que no existe. Estos pequeños deslices cardinales, esta imperfección de lo que no es del todo ortogonal, forman parte de un aprendizaje que el ciudadano resuelve, borrando las anomalías defectuosas durante sus tiempos de niñez.

La cuadrícula, avanzó en todas las direcciones, inclusive “bajando por la barranca” rumbo a las nuevas tierras ganadas al río. En este avance, un porcentaje grande de la barranca a sido absorbido por el tejido macizo de una edificación continua. Solo las calles, los parques que se encuentran sobre la barranca y alguno que otro edificio en particular, ponen en evidencia el viejo desnivel. Esta superposición de una cuadrícula densamente edificada sobre la barranca, hace que la misma  resulte a veces olvidada; a excepción de algunos casos se nos revela con particular intensidad.

Como fue percibida.
Dentro de su extensa producción literaria, Jorge Luis Borges también se dedica a la exaltación de Buenos aires y su geografía. Poemas como La plaza San Martín de 1923 y Fundación mítica de Buenos Aires de 1929 sintetizan de manera ejemplar este encuentro simbólico entre el río y el llano (4).

Borges y su familia, a su regreso de Europa en 1921, se radican en un sector de la ciudad que en aquel entonces se reconocía como Villa Escobar, y hoy llamamos Palermo Viejo. El propio Borges experimenta, arribando a Buenos Aires, la noción de liminalidad; Buenos Aires se vuelve encuentro entre Europa y América. En ese encuentro es sin duda la barranca la que desde la ciudad permitía “asomarse al puerto”; pero también es la que nos permitía llegando a Buenos Aires, divisarla desde el río, presentando el escenario agitado del puerto y los inmigrantes. Ambas experiencias, ver la ciudad desde el río y llegar a la ciudad de la que uno es, son encarnadas poéticamente por Borges, en dos espacios de la ciudad: la Plaza San Martín ubicada en el barrio de Retiro sobre la barranca, permitiendo ver el puerto; y aquella manzana de Palermo Viejo idéntica a tantas otras, que es entendida por Borges como el nuevo centro fundacional y mítico de la ciudad en su retorno a Buenos Aires. Asistimos a la simbolización espacial de dos imaginarios que forman parte de colectivos sociales ampliamente difundidos. En aquel entonces, el habitante de la ciudad se encontraba inmerso en una oleada inmigratoria que venía transformando la ciudad y, era conciente a la vez, de un pasado que se volvía mito al adquirir la distancia que solo los grandes cambios pueden producir. A partir de este momento Buenos Aires sería impactada por nuevas fundaciones y liminalidades, no solo en su contacto con el exterior, también con nuevos contactos con el interior del país y el continente.

Pero como anticipamos al inicio, el soporte concreto, la barranca y la cuadrícula, no se cargan de una explicación dominante o excluyente. El caso de Borges es solo una entre varias otras formas de otorgar significado a estos elementos. En estas interpretaciones estarán en juego valores de todo tipo, ya sean estos, ideas de sociedad, planteos políticos, escenarios económicos, etc. Estas diferentes maneras de ver el problema, expresión auténtica de otredad, no deben ser resumidas como simples polaridades entre posiciones encontradas: real/falso, profundo/superficial, invisible/visible, etc.

De esta manera, Buenos Aires consigue seguir siendo, bajo el influjo de dinámicas culturales diversas, un territorio de construcción cultural (5). Cada una de estas dinámicas produjo sus defensores y detractores, pero todas contribuyeron a definir lo urbano de Buenos Aires como un estado de tensión en el límite, y por lo tanto como una cultura compleja hecha de desplazamientos.

La ciudad se compone entonces de varios elementos de valor simbólico variable, que en el caso de la cuadrícula y la barranca a partir de un determinado momento se perciben articulándose entre si. Ambos componentes responden a figuras opuestas, la manzana es el producto de una racionalidad reiterada, mientras que la barranca es el producto de una preexistencia puntual. Ambos han sido reelaborados a lo largo de más de 400 años, dando lugar a desplazamientos de distintos tipos. Ambas figuras, como se anticipó antes, son manifestaciones culturales que exceden su literalidad, se presentan elaboradas en el lenguaje de Borges y otros escritores, pero también en la música, en la fotografía, en la pintura; en fin son componentes culturales incorporados en nuestra cultura porteña. La barranca, por su condición excepcional, se ha vuelto acento antes que frecuencia. Sus derivaciones simbólicas han dado lugar a la reproducción de aspectos espaciales de la misma por medio del empleo de diversas analogías (6). Cada caso, cada reproducción se constituyó en una representación nueva de la misma.

Qué papel juega el arquitecto
La barranca de la ciudad conforma en su mayor parte un límite muy consolidado y construido que acompaña avenidas de conexión norte-sur marcando el límite geográfico entre la antigua costa y una extensión variable de tierras ganadas al río. La arquitectura que acompaña este límite salvo escasas excepciones de actividades públicas, es residencial. Las excepciones quedan en manos de parques y equipamientos recreativos y culturales fuertemente públicos; e institucionales de contenido público variable. Este borde marcado por la barranca puede ser entendible, algunas veces, como un Belvedere fragmentario que una vez “retirado el río” permite que proyectemos nuestras miradas agobiadas por la ciudad al exterior visual que sus diferentes terrazas propician: el río.

En ese despliegue de realidades aterrazadas, se consolidan algunas de ellas como realidades culturales. Como toda construcción cultural, lo urbano, requiere intérpretes. El arquitecto actúa como uno de los intérpretes más decisivos de esas realidades culturales. La ciudad, como señala Bernardo Secchi, puede ser entendida como un palimpsesto que necesita ser interpretado y modificado para continuar existiendo (7).

Cinco ejemplos que desde distintos tiempos representan la barranca

-) Plaza San Martín, Carlos León Thays , 1936

Ubicada sobre la barranca a la altura de Retiro actúa como un portal hacia fuera de la ciudad, que nos separa de la reiteración infinita de las manzanas, invocando a través de su verdor la naturaleza y, gracias a su barranca, permitiéndonos observar el puerto con su ajetreo. Se ensaya una analogía pintoresca que evoca una naturaleza idealizada regulada por criterios compositivos propios de la tradición académica.

-) Biblioteca Nacional, Clorindo Testa, 1962

Ubicada sobre la barranca y separada del suelo, define una penetración monumental de la ciudad construida hacia los límites sobre el río. Actuando como una magnificación del portal poetizado por Borges en la Plaza San Martín. La manzana se transforma en barranca, despojándose de sus rastros cartesianos, para traer al presente la geografía sedimentada de Buenos Aires. En ambos casos, la Plaza San Martín y la Biblioteca Nacional, el valor de la barranca se impone al de la manzana. Se ensaya una analogía de naturaleza idealizada, a medias pariente de los ideales de ciudad moderna elevada sobre el terreno, a medias celebración de la barranca anticipadora del río.

-) Buenos Aires Design Center, Clorindo Testa, 1979-1982

Estamos en presencia de una analogía geográfica, en la que el edificio recrea en su recorrido interno la pendiente suave del suelo de la ciudad, manteniendo sobre él una terraza mirador al río y conectando la terraza con los niveles internos por medio de “quebradas con saltos de agua”. En el interior del edificio, se experimenta un viaje hecho de una poética espacial que evoca una geografía primigenia. Se ensaya una analogía de una naturaleza topográfica que se incrusta en la barranca misma.

-) Argentina Televisora Color, Flora Manteola, Javier Sánchez Gómez, Fina Santos, Justo Solsona y Rafael Viñoly, 1977

Se localiza fuera de la barranca, sobre tierras ganadas al río. Marca con otros edificios otro límite entre la ciudad y la parrilla de  infraestructura urbana que la separa del río. La estrategia del proyecto es generar un plano inclinado que articula una parte de los parques de Palermo con un sector residencial consolidado. El edificio desarrolla una analogía topográfica controlada por una fuerte retícula que vuelve a recordarnos la cuadrícula de la ciudad. En este caso, a diferencia de los casos de Testa, la barranca es un producto racional enteramente regulado. Se ensaya una analogía de barranca artificializada, regulada por la geometría del plano inclinado, la retícula y, sobre ellos,  varias capas superpuestas de figuraciones geometrizadas.

-) Plaza Micaela Bastidas, Garay, Magariños, Novoa, Joselevich, Sebastián y Vila, 2002

La metáfora geográfica despliega una poética de territorio a medias natural y a medias “cultivado”, surgen resonancias de áreas de cultivos, jardines privados, bordes rocosos, barrancas, médanos, etc. Estos territorios poseen la particularidad de cargar la barranca y sus aledaños de sugestiones, invitaciones a la interpretación, oportunidades de proyectar sobre sus lugares una multiplicidad de actividades que terminan de construir el sentido del lugar. La barranca es la barranca recreativa, la barranca evento que transforma la geografía en una oportunidad lúdica de esparcimiento. Se ensaya una analogía de la barranca que trabaja con la memoria geográfica y la construcción de una geografía destinada a la ocupación.

 

Bibliografía

(1) SECCHI BERNARDO. Prima lezione di urbanistica, Bari, Editorial Laterza, 2000

(2) ROMERO JOSÉ LUÍS y ROMERO LUIS ALBERTO. Buenos Aires, historia de cuatro siglos. Buenos Aires, Editorial Abril, 1983

(3) PORTAS NUNO. Os tempos das formas nas cidades lusas do Brasil, Porto,

Departamento de Arquitectura da Universidade do Porto, 2005

(4) BORGES JORGE LUÍS. Fervor de Buenos Aires: La Plaza San Martín y Fundación mítica de Buenos Aires. Buenos Aires, Editorial Emecé, 2007 (1923)

(5) BARBERO JESÚS MARTÍN. Revista Gaceta de Colcultura N° 12, Bogotá, editada por el Instituto Colombiano de Cultura, Diciembre de 1991

(6) COLLINS PETER. Los ideales de la Arquitectura Moderna: su evolución, 1750 – 1950, Parte cuarta: funcionalismos: La analogía biológica, La analogía mecánica, la analogía gastronómica, la analogía lingüística, Barcelona, Editorial Guastavo Gili, 1998.

(7) SECCHI BERNARDO, op. cit.

Información adicional

Categorías: Arroyos, lagos y ríos, Avenidas, calles y pasajes, Mapa/Plano
Palabras claves: Ciudad, barranca del rio,

Año de referencia del artículo: 2009

10mo Congreso

Plaza San Martín

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