La figura de Carlos Moreno no es ajena para todos los que consideran que la defensa del patrimonio tangible e intangible de la humanidad es un deber y un derecho inalienables.
Arquitecto egresado en 1967 de la UBA, docente universitario, investigador, es autor de numerosos textos referidos al patrimonio cultural y arquitectónico, entre los cuales recordamos “Patrimonio de la Producción Rural” (1991-1998); “Las cosas de la ciudad – Españoles y criollos, largas historias de amores y desamores”; “De las viejas tapias y ladrillos” (1996); “La casa y sus cosas” (1996); “La casa de Diego Casero” (1996); “Yendo, viniendo y poblando”(1991); “Manzana de las Luces – Cómo y quiénes la construyeron” y “Pequeñas historias de la Plaza, el Cabildo y la gente”, este último con Leticia Maronese. Colaborador de la revista “Vivienda” y el diario “La Nación”.
Desde hace unos meses, ha vuelto a ocupar una vocalía en la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, donde también estuvo entre 1991 y 1995. Fue vicepresidente 2º de ICOMOS Argentina entre 1996 y 1999 y asesor de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Historias de la Ciudad – ¿Qué representa para vos la defensa del patrimonio?
Carlos Moreno – Sin duda significa revalorizar la memoria, tan necesaria para una comunidad en una época en que todo parece diluirse, en medio de una globalización que nos devora e introduce en la historia de otros, en una historia que no es la nuestra. La defensa del patrimonio es la defensa de la identidad. Por eso es importante conocer el ayer para poder construir el hoy.
H.de la C. – Historiemos…
CM – Nuestro país tiene una geografía muy extendida, con diferentes condicionantes y posibilidades de respuesta. Quienes la habitaban vieron llegar otras culturas, con sus propios modos de construir y organizar el espacio. Estas nuevas formas debieron ser adaptadas a la posibilidad americana, de la cual nace la arquitectura-construcción criolla. Con los años y las influencias de diversos orígenes, se fue derivando hacia estilos más cosmopolitas, especialmente en las áreas con puertos, receptoras de la inmigración. Digamos además que gran parte de lo que se construía era el resultado de una arquitectura sin arquitectos, básicamente popular, que cuando podía iba tomando las formas de la otra arquitectura, la “culta”, con sus obras de excelencia tanto en el diseño como en las tecnologías aplicadas.
H.de la C. – ¿Cómo definirías al patrimonio?
CM -Aparte de las definiciones académicas, lo considero el producto de un trabajo realizado por la humanidad, ya sea manual o intelectual, que con el devenir del tiempo pasa a integrar lo característico del lugar donde se produjo y se lo encuentra. En suma, identifica al habitante de ese espacio. La ciudad, como expresión de la comunidad, es la resultante de muchas generaciones que irán representándose en obras e ideas. Por cierto, esta acumulación está compuesta de multitud de elementos, positivos y negativos según quién y cómo los mire, factores en suma, de un proceso continuo que deberemos evaluar. El patrimonio y su valoración no son algo eterno o permanente, sino que se van modificando con los cambios culturales de cada sociedad. Lo que surge como una consigna, es la necesidad de preservar la identidad, nuestra identidad, que nos permite saber quiénes somos y los mil “por qué” de nuestra singularidad.
H.de la C. – ¿Y de esa evaluación surgirá la necesidad de preservar o no ese producto?
CM – Cada comunidad, cada barrio, podríamos decir cada cuadra, tiene una imagen singular compuesta por formas, texturas, colores. Rescatarlas y ponerlas en valor podría lograrse si las normativas correspondientes incorporaran determinados lineamientos para evitar interferencias que, como un grito violento, rompen esa armonía resultante de muchos años de vida. Evitaríamos así la contaminación visual que tanto conspira contra la calidad de vida de la gente.
H.de la C. – ¿Se ha trabajado bien en nuestro país en lo referente a la preservación patrimonial arquitectónica?
CM – Como en todo, corresponde analizar caso por caso, para luego determinar si lo que se ha hecho ha sido bien, o no. Hemos observado resultados lamentables, cuando siguiendo criterios superficiales y carentes de una previa investigación seria, se han resignificado edificios con mucha facilidad, haciéndoles perder parte de su memoria, sin tener en cuenta la relación, —por ejemplo—, entre una determinada arquitectura histórica, que representa a una cultura propia y las terminaciones superficiales, especialmente revoques y colores.
H.de la C. – ¿Podrías darnos un ejemplo?
CM – Se han reconstruido edificios de la segunda mitad del siglo XIX, en pleno apogeo de la arquitectura italianizante de la inmigración, como si hubieran pertenecido al período colonial, olvidando los fines para los que se los construyó, la clase social de sus propietarios, las zonas donde están ubicados (donde en algunos casos jamás hubo edificios coloniales). Y podríamos agregar los colores con que se las pinta; el supuesto blanco colonial que ya en 1870 no se utilizaba más, mientras los empapelados interiores empezaban su auge. Además en una casa más o menos importante nunca se hubieran dejado vigas a la vista…
H.de la C. – En tus obras observamos abundancia de ilustraciones…
CM – Nos hemos fijado un importante porcentaje de comunicación gráfica. Nos encontramos muchas veces que los dibujos y acuarelas basadas en distintas fuentes (documentos de texto, imágenes de época, etc.) nos daban la intensidad de comunicación que necesitamos, con la gente como protagonista, la composición social de la época, vestidos, equipamiento y espacios arquitectónicos. Las imágenes están organizadas en series temáticas: la vida cotidiana, la religiosa, el gobierno, el trabajo, la vida en el campo, las tecnologías, la construcción y sus sistemas, etc.
H.de la C. – ¿Qué podemos decir sobre la acción oficial en el campo de la preservación?
CM – Hay muchas presencias, pero también muchas ausencias para explicar la memoria de nuestra comunidad. Desde lo oficial se han calificado algunos referentes de nuestra memoria nacional, a través de la declaratoria de “Monumentos Nacionales”, protegidos por la Ley Nº 12665/40, que crea la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. Por años, se han rescatado como monumentos aquellos edificios o sitios relacionados con una historia epopéyica, olvidando la vida cotidiana. En los últimos tiempos, con un grado mayor de madurez, se ha incorporado otros referentes, como los galpones de esquila de la estancia “María Behety” en Río Grande, Tierra del Fuego, una bodega mendocina o el poblado histórico de Capilla del Señor.
H.de la C. – ¿Qué política lleva adelante la Dirección Nacional de Patrimonio?
CM – Liliana Barela es la Directora Nacional de Patrimonio, Museos y Arte de la Secretaría de Cultura de la Nación. Todos los que la conocemos sabemos de su empuje, de la claridad de sus ideas, de su persistencia en llevar adelante proyectos concretos y concretables, como lo hizo cuando estuvo al frente del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Hoy preside además la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. Por eso la defensa del patrimonio con intensidad, con una clara orientación democrática, como un referente por encima del “bronce”, está hoy garantizada.
Está aplicando el sentido de lo creativo a la gestión pública. Un ejemplo es la actual “Casa FOA”, donde se muestra la convergencia entre la actividad privada y lo público.
Por cierto, no podemos olvidar el valor de un referente cultural más allá de la calidad de su arquitectura, porque esta es la única manera de recuperar y desarrollar el “afecto” entre la gente, el cudadano común, y esos testimonios para conservar. En otras palabras: no podemos olvidar el palacio Duhau, pero tampoco la “casa chorizo”. Así será posible vivenciar la intensidad de la memoria, encontrar las raíces propias, imprescindibles para que el árbol no se caiga. Y en esta empresa está embarcada Liliana, y por supuesto sus colaboradores.
H.de la C. – ¿Y en la ciudad de Buenos Aires?
CM – La subsecretaría de Patrimonio Cultural del Gobierno de la Ciudad, dirigida por la arq. Silvia Fajre y la Dirección General, a cargo de la arq. María de las Nieves Arias Incollá desarrollan interesantes propuestas, sumamente abarcativas. De ellas son ejemplo el rescate de la paleta de colores para edificios, conjuntos o sectores de valor patrimonial y el concurso de fotografía patrocinado por ustedes. Toda gestión deberá contar con la participación intensa de los vecinos, además de la colaboración de empresas que comprendan el valor de la preservación. Así se irán construyendo modelos que servirán para nuevos emprendimientos de rescate patrimonial.
H.de la C. – ¿Cómo se subdivide el territorio argentino en las operaciones de rescate patrimonial?
CM – Los monumentos nacionales están integrados en regiones histórico-culturales: el NOA, que fue por siglos el centro de mayor intensidad en el actual territorio, heredero de las antiguas culturas andinas y paso hacia el Alto Perú, que abarca las provincias de Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero; el NEA, compuesto por Formosa, Chaco, Misiones, Corrientes y Entre Ríos, centro de la actividad jesuítica que actuó sobre las antiguas culturas tupiguaraní en el litoral del Paraná y el Uruguay; CUYO, con San Juan, Mendoza, La Rioja y San Luis, de primitiva colonización desde Chile, paso hacia el Pacífico, zona de producción vitivinícola; CENTRO, integrado por Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires y la Capital Federal, región de contraste cosmopolita, fundamentalmente agropecuaria, puerta de la inmigración europea, centro de la administración nacional y PATAGONIA, que comprende La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, la Antártida y las islas del Atlántico Sur, la mítica frontera incorporada efectivamente hacia fines del siglo XIX, caracterizada por el desierto, la cordillera y los climas extremos.
H.de la C. – ¿Cómo intervenir entonces para preservar un edificio, por ejemplo?
CM – No hay una sola respuesta al ¿cómo intervenir? Esto depende del edificio, su estado, su historia como referente cultural de la memoria comunitaria. La arquitectura, por la naturaleza de sus materiales, muchas veces sobrevive a la gente que le dio forma. Esto genera un nuevo desafío: cómo hacer útiles hoy, construcciones que tienen un gran valor cultural-económico, integrándolas a las nuevas necesidades funcionales y espirituales. Conocer los modos tecnológicos y sus razones es una necesidad básica para comprenderlos y poder conservarlos en sus distintas posibilidades. Restaurar o refuncionalizar son aspectos diferentes que necesitan de un profundo y detallado conocimiento de la obra a encarar. Los resultados pueden ser excelentes, razonables o simplemente destructivos. Eso dependerá del conocimiento que se tenga y la capacidad para intervenir.
H.de la C. – Sabemos que en estos temas no hay conclusiones definitivas…
CM – El patrimonio cultural de los argentinos se compone de un conjunto de bienes materiales y espirituales que se han ido conformando a lo largo de su historia. Los hay de excelente factura y los hay sencillos; los hay tangibles como las obras de arquitectura, e intangibles, como los modos en que se vivió en esa arquitectura. En realidad, el patrimonio tiene un mensaje cultural —intangible—, y una materialidad que le da soporte —tangible—; es difícil separar ambos aspectos sin caer en distorsiones. Y eso se hizo en nuestro país muchas veces. Recordamos, como decíamos antes, lo monumental, pero olvidamos el contexto que permitió esa obra.
Estamos en un período de inflexión. Hay que mantener la llama de la esperanza para el futuro, a pesar de las tormentas del presente.
O procuramos mantener vigente nuestro derecho a la preservación y exigimos de los gobernantes el cumplimiento del deber de contribuir a ello, o cada día un poco más, iremos perdiendo nuestra identidad para hundirnos en el olvido más perverso.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año III – N° 12 – Noviembre de 2001
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: PERFIL PERSONAS, PERSONALIDADES, Escritores y periodistas,
Palabras claves: Carlos Moreno, patrimonio tangible, patrimonio intangible
Año de referencia del artículo: 2001
Historias de la Ciudad. Año 3 Nro12