Amigas y amigos, continuamos con recuerdos del carnaval en nuestro querido barrio. Enrique H. Puccia, en el libro póstumo de memorias “La cuadra de los locos” nos recuerda que “el verdadero espectáculo se centralizaba en los inquilinatos, porque participaban de la alborotadora fiesta acuática casi todos sus moradores, grandes y chicos, algunos colados de la cuadra y aún las madres y los padres, que en esas jornadas tiraban la chancleta y la alpargata y se entregaban de lleno, con el mismo frenesí de los jóvenes a ver quién mojaba más. Las cacerolas, las ollas, las palanganas, los jarros, los baldes y hasta los mismos tachones casi descomunales para lavar la ropa, no resultaban suficientes para abastecer la demanda de quienes estaban empeñados en esas encarnizadas batallas, en las que cobraba vital importancia, por su valor estratégico, el dominio del lugar donde era posible proveerse del líquido elemento.
Muchas veces se daba el caso que alguno de los participantes, fuera hombre o mujer, sintiera su humanidad alzada en vilo por cuatro o seis brazos, para luego ser depositada, no muy graciosamente por cierto, en el piletón o en la tina rebosante de agua.
(…) Al atardecer, ya finalizados los juegos acuáticos, la cuadra comenzaba a poblarse de mascaritas sueltas: pierrots, angelitos, diablitos, paisanas, holandesas, gauchitos, mariposas, soldaditos, oficiales de marina, colombinas, príncipes, marquesas...”.
Información adicional
Puccia, E.H. (2005). La cuadra de los locos. pp. 126, 128. Buenos Aires: Asociación Fraga.
Carnaval, Costumbres, Historia / Barracas, Barracas al Sud, Carnaval, Fiestas populares, Disfraces.
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