Tiempos de cambio en Buenos Aires fueron los años 1820. Los comerciantes ingleses habían descubierto América del Sur como oportunidad comercial y en ese contexto, aparecen en estas tierras los Helsby.
En agosto de 1821 llegó a Buenos Aires James Gooden Helsby, su esposa y un baúl repleto de preciosas cajas y cajitas de oro y plata con relojes montados en diamante. Venían del norte de Inglaterra, de la pujante y bulliciosa ciudad-puerto de Liverpool, donde James había nacido en febrero de 1794, hijo del comerciante Thomas Helsby (1773-1849) y de Mary Gooden (1799-1838), hija a su vez de un empresario naviero. La madre murió cuando tenía sólo 4 años y seguramente se crió en la trastienda de la prestigiosa joyería-relojería de su padre.
Allí aprendió el arte de fabricar esas prodigiosas cajas para relojes portátiles, que hacia finales del siglo XVI habían inventado los orfebres ginebrinos cuando la legislación calvinista les prohibió fabricar “cruces, cálices u otros instrumentos” religiosos. Y seguramente James también aprendió el oficio de relojero. En 1818 padre e hijo figuran en la guía Gore de Liverpool como “watchcase maker”, en la relojería de la calle Vauxhall.
En abril del mismo año el joven se casó en Leeds, York- shire, con Sharon Stephens, hija del reverendo John Stephens, de Dover1.
Por aquella época los comerciantes de Liverpool habían descubierto las bondades de vender sus productos en América del Sur, y las grandes casas solían enviar alguno de sus socios más jóvenes para atender sus negocios en el nuevo mundo. En ese contexto, James y Sharon Helsby emprendieron la aventura de cruzar los océanos, rumbo al Río de la Plata. Y su padre, Mr. Thomas Helsby, de Liverpool, se convirtió así en “Merchant in South American Trade”, como figura en guías comerciales posteriores.
Eran tiempos de cambio en Buenos Aires. La ciudad comenzaba a curarse de la anarquía del año 20. Martín Rodríguez y, especialmente, su ministro Bernardino Rivadavia arremetían contra las antiguas instituciones coloniales —reforma administrativa, militar, judicial y eclesiástica, supresión del Cabildo—, a la vez que creaban la Universidad de Buenos Aires e impulsaban una serie de iniciativas bajo el lema de orden y progreso.
En aquel año de 1821 la pequeña comunidad británica de Buenos Aires empezaba a hacerse notar: un grupo de comerciantes acababa de establecer el primer cementerio protestante y privado de Sud América; James Wild fundaba el periódico El Argos; Elizabeth Hewitt de Hyne dirigía un prestigioso colegio bilingüe, y en la zona hoy conocida como “city porteña” convivian una cantidad tal de mercaderes británicos que la gente la conocía como “el barrio inglés”.
Cuando James Helsby llegó, ya había en la ciudad otros relojeros británicos, como George De Gavis, residente desde 1809, J. Turnley, desde 1818, o Bernard Jonas desde 1819; y conocidos joyeros como Alexander Forsyth. En los años siguientes se radicarían muchos más, como Bartolomew Fleming, James Holmes, Robert Hill, James Roby, los hermanos Henry, Sylvester y Samuel Hesse, Robert Leys, James Brown, John Mollison y tantos otros.
Pero, indudablemente, en los primeros años de la década del 20, don Diego Helsby —así se lo conoció— era el relojero más prestigioso. Por eso en aquel tiempo se ocupó del mantenimiento del reloj del Cabildo, el que marcaba la hora oficial de la ciudad. Y seguramente por eso también, su coqueta relojería de la calle Cangallo tentaba a los “cacos” de la aldea, que eran muchos.
Cuenta El Argos del 28 de mayo de 1823 que “en la noche del 25 del corriente se hurtaron por la ventana de la reloxería de Diego G. Helsby, cerca del café de los Catalanes en la calle de Cangallo, siete relojes, dos de oro, cuatro de plata, y uno de metal: las descripciones detalladas de ellos se hallan en carteles por las esquinas; como asimismo el hallazgo que dicho Helsby dará por cada uno que le entreguen.”. Nadie encontró los relojes y Helsby publicó un aviso el 11 de junio de 1823 con una detallada descripción de los mismos, ofreciendo interesantes recompensas a quien los devolviera:
“Un reloj caja de oro, de repetición, da las horas, los cuartos y los minutos; de rueda catalina -sus autores Roberte & Courvoisia, núm. 40507.
2° Uno id. caja de metal, de rueda catalina -autores Fres. Mermillo, á Geneve, sobrecaja con vidrio atrás.
3° Uno id. con caja de plata, de rueda catalina -autor B. Webb, London; tiene la porcelana lo siguiente: B. Webb´s patent polar watch; y una aguja de marear.
4° Uno caja de plata, de rueda catalina, de repetición -sus autores Reymond Rolland Freres, F. de G. F.
5° Uno id. de caja de oro, de patente con segundos, montado en diamante, y tiene guardapolvo -autores S. y T. Bolton, Birmingham, N° 414.
6° Uno id. caja de plata, de rueda catalina, guardapolvo de plata, el agugero para la llave tapado con plata, y tiene sobrecaja descompuesta.
7° Uno id. nuevo de plata, de patente, con segundos, montado en diamante, guarda polvo- autor Js. G. Helsby, Liverpool, núm. 7531.
El dicho Diego G. Helsby dará doscientos y cuatro pesos por albricias a cualquiera persona que se los entregue, que es decir, por el primero 59 1/2 pesos; el segundo 8 1/2 pesos; el tercero 17 pesos; el cuarto 25 1/2 pesos; el quinto 51 pesos; el sexto 8 1/2 pesos; y séptimo 34 pesos. Buenos Aires 27 de mayo de 1823”.
Para 1825 la relojería se había mudado a la calle Perú N° 45 (antigua numeración) y su dueño ya era un hombre de buen pasar, pues integra la “Lista alfabética de los Sres. capitalistas sujetos al ramo de contribución directa en esta capital y su Campaña”, con una contribución de $ 48.
Mr. Helsby fue un miembro bastante activo de aquella primera comunidad británica, especialmente en materia religiosa. Así, en abril de 1822 había fundado, conjuntamente con el joyero Alexander Forsyth, el maestro de carruajes William Morris, el herrero William Pitthouse, el contador William Wincey, el carpintero Isaac Robinson, el mecánico Thomas Muckle, el talabartero Hugh Ryan, y las señoras McGaw, entre otros, la Sociedad Bíblica Auxiliar de Buenos Aires, establecida para difundir en el país las Escrituras (Testamentos y Biblias) en idioma español que remitía la matriz británica.
Parece que la iniciativa tuvo poco éxito en la sociedad porteña de la época porque en junio de 1823, Helsby —que era el presidente de la institución— informó a la Sociedad Bíblica Británica que “hemos encontrado a muy pocos deseosos de poseer las Escrituras y sin duda tenemos un número suficiente que nos queda entre manos como para suplir la demanda por dos o tres años. La irreligiosidad y la indiferencia son la única aunque poderosa oposición que hemos encontrado en la distribución de la Palabra de Dios…”2
En 1825 la Sociedad Bíblica Británica envió a Buenos Aires como delegado regional al reverendo John Armstrong, primer pastor anglicano que arribaba al Plata. El religioso fue inmediatamente convocado para celebrar casamientos, bautizar chicos y enterrar muertos, para lo cual, con la colaboración de los dirigentes de la comunidad, se abrió una capilla protestante en la calle Potosí 161 (Alsina y Perú), asiento de una vieja capilla jesuítica convertida en sala filarmónica, y el 25 de septiembre de 1825 el reverendo celebró su primer oficio. Armstrong fue contratado como capellán y Helsby, cuya casa-relojería estaba a pasos de la iglesia, fue el “churchwarden”, el que guardaba las llaves y se ocupaba de su mantenimiento.
Años más tarde, cuando se fundó el templo protestante de Sud América, St. John the Baptist (inaugurado en 1831) —que todavía subsiste en la calle 25 de Mayo—, el relojero formó parte del grupo de suscriptores que pagaron el 50% del costo de suscripción (aportó $ 70).
En 1830 integraba también la comisión directiva del Buenos Ayrean Foreign School Society de Venezuela 137, institución presidida por el mismo reverendo Armstrong, que se hizo cargo de la educación de los chicos más humildes de la comunidad extranjera.
Mientras el relojero se ocupaba de su negocio y de los asuntos comunitarios, la familia Helsby crecía. En 1821 había nacido Thomas Columbus, en 1826 Rebecca Eliza, en 1828 William George, y en 1829 y 1831 dos niñas —Mary Helen y Elizabeth Sharon— que murieron en la primera infancia.
Es probable que Helsby hubiera acordado con su padre permanecer en América diez años. Y por eso, después de una década en el país, en junio de 1831 se quiso despedir definitivamente de Buenos Aires, embarcándose en el buque Tyrian con destino Liverpool. Partió seguramente con su hijo mayor —que estaba en edad de educarse “at home”— y el resto de la familia lo siguió un año más tarde. Helsby se radicó en la calle Elliot N° 7, como “watchmaker”3, y suponemos que el joven Thomas Columbus se inició como aprendiz. En Liverpool nacieron dos hijos más: en 1833 Roseta Gooden y en 1836 John Stephens.
Quizá esta familia no habría vuelto más a América si el destino no les hubiera jugado una mala pasada: James Gooden Helsby, que ya había enterrado por lo menos dos hijitas, sufrió el 5 de abril de 1838 la pérdida de su compañera, Sharon Stephens de Helsby. La muerte de Sharon, el bullicio de la fría Liverpool y, porqué no, la nostalgia, llevaron al relojero a decidirse a cruzar nuevamente los océanos rumbo a la soleada aldea de Buenos Aires. Se embarcó en Londres el 16 de septiembre de 1843 en el buque británico Middleton y llegó a destino el 11 de diciembre.
Don Diego, el óptico
En enero de 1844 publicó un aviso en el British Packet cuya traducción dice así: “James G. Helsby, relojero y joyero, respetuosamente informa a sus amigos y al público que después de una larga ausencia en Inglaterra, ha vuelto a este país y reiniciado su actividad (por el momento) en el local de James Roby, relojero, calle de Representantes N° 47, lindero al que antiguamente ocupaba, casi enfrente de lo del Sr. Cueto. J.G.H. espera dar satisfacción a todos aquellos que lo favorezcan con su ordenes que le asegura una continuación de la confianza que durante tanto tiempo tuvo el placer de gozar”.
Cuatro años más tarde decidió abandonar la relojería-joyería de su amigo Roby y dedicarse exclusivamente a la óptica, profesión en la que, según anunció, tenía considerable experiencia. Y se instaló en un local de altos en la calle Victoria (Hipólito Yrigoyen) Nº 37 (antigua numeración), a una cuadra y media de la plaza de la Victoria, donde desde hacía un tiempo su hijo Thomas Columbus tenía el más prestigioso de los estudios de daguerrotipos de la época. Como veremos más adelante, los tres hermanos Helsby fueron importantes pioneros de la fotografía, por lo que es posible conjeturar que el viejo relojero-joyero-óptico James Helsby, un hombre sumamente habilidoso, los haya guiado o por lo menos los haya acompañado en sus primeras experiencias fotográficas.
De cualquier manera, desde 1848 a 1852 lo encontramos siempre en la calle Victoria con su hijo, arreglando lentes y armando gafas mientras el otro atendía coquetas señoras y elegantes caballeros que llegaban siempre ansiosos, a posar frente a esa extraña cámara que les permitiría perpetuar su imagen.
En mayo de 1851 publicó un curioso aviso en La Gaceta que muestra la precariedad con que trabajaba un óptico en aquellos tiempos: “Calle de la Victoria N° 37 1/2. Anteojos y lentes superiores. Diego G Helsby, Óptico, respetuosamente avisa a sus amigos y al publico en general, que tiene el gusto de ofrecer un surtido nuevo de Anteojos y lentes, en gafas (o engarce) de diferentes materias y calidades para todas las vistas, bien sea de présbito, que vean claro solamente a la distancia, o sean de miope que los de corta vista, aun en ambos casos muy pronunciados. También tiene anteojos de vidrios paralelos de sombra para proteger la vista irritable contra la luz, con gafas de varias formas; y anteojos para la tierra. Además tiene un surtido brillante de vidrios sueltos blancos, verdes y azules de aumento y miopes para colocar en las gafas y lentes a quienes les falta, y pondrá gafas nuevas a los vidrios viejos; y compone anteojos de todas clases. Mr H desea advertir a las personas lejos de la ciudad, que no es preciso que se incomoden más que mandar a sus agentes en Buenos Aires ocurrir a él con los informes convenientes para hacerse de anteojos o lentes que les acomoden perfectamente. NB: Para mayor facilidad para dar con la entrada nueva a los altos, hay una piedra de mármol blanco, a la vereda con la figura de anteojos, en frente de la puerta N° 37 1/2”.
Como vemos, la presbicia o la miopía la definía el mismo paciente, sin que se tuviera en cuenta la graduación del defecto.
En mayo de 1852, después de Caseros y meses antes que su hijo abandonara la ciudad, Helsby publicó un aviso en el British Packet informando que mudaba su óptica de Victoria N° 37 1/2 a la misma calle, Nº 57 1/2.
Murió en la Buenos Aires todavía convulsionada por los ecos del sitio de Hilario Lagos, el 18 de agosto de 1853, y fue enterrado en el cementerio protestante de la calle Victoria (hoy Plaza 1º de Mayo).
El British Packet informó la noticia en su edición del 30 de agosto recordando que “El fallecido, que había cumplido 58 años, era nativo de Liverpool, pero residió la mayor parte de su vida en esta ciudad, donde fue universalmente respetado por su capacidad, su suave y amable disposición, su activa benevolencia y su sincera y humilde piedad”.
Thomas Columbus, primer daguerrotipista argentino
El hijo mayor de James y Sharon Helsby nació en Buenos Aires en 1821 y fue bautizado Thomas Columbus en honor al continente que lo vio nacer. Seguramente viajó con su padre a Liverpool en 1831 para ser educado en la cultura de sus mayores y para ser instruido en las técnicas de la óptica y la relojería. Era todavía un adolescente cuando el francés Louis Daguerre (1789-1851) presentó al mundo sus primeras experiencias fotográficas, mediante un procedimiento para “fijar la imagen de la cámara oscura por la acción de la propia luz”, y tenía 18 años cuando el inglés William Henry Talbot (1800-1877) inventó un proceso llamado Calotipia con el que se obtenían negativos, pudiendo pasar dichos negativos a positivos sobre papel.
Thomas aprendió el arte de la relojería y en un principio el daguerrotipo pudo ser sólo un hobby. A los 20 años, poco más o menos, habría vuelto al Río de la Plata y en Montevideo, según distintos autores, trabajó como daguerrotipista en el establecimiento Galería Montevideana. En septiembre de 1843 habría sido registrado desembarcando en Valparaíso4, pero si así fuera permaneció muy poco tiempo porque en agosto de 1844 estaba en Inglaterra para casarse con Patience Hazell.
Lo cierto es que desembarcó en Buenos Aires con su esposa el 22 de noviembre de 1844. Habían viajado desde Liverpool al Río de la Plata en la bodega del buque británico Wilton Wood, lo que demuestra que sus medios económicos eran bastante escasos. Según el autor chileno Rodríguez Villegas, en enero de 1845 se trasladó de Montevideo a Buenos Aires, donde se anunció como “fotógrafo viajero” en la calle Cangallo N° 52. Sin embargo, en 1845, cuando se registró en el consulado británico y cuando bautizó a su hija Sharon Elizabeth en la iglesia anglicana de St. John´s, figura siempre como “watchmaker” (relojero), lo que evidencia que en principio Thomas Columbus Helsby se radicó en nuestra ciudad para seguir los pasos de su padre en el negocio de la relojería.
El relojero decidió cambiar definitivamente de profesión cuando conoció al norteamericano John Armstrong Bennet, que llegó a Buenos Aires el 9 de junio de 1845. Venía Bennet con una larga experiencia como “artista” del daguerrotipo en Nueva York, e instaló inmediatamente un estudio en un local de altos de la calle Piedad (Bme. Mitre) N° 121. Allí seguramente se perfeccionó Helsby en las más modernas técnicas del daguerrotipo, hizo miniaturas y aprendió el arte de colorear. Bennet se quedó sólo seis meses pues el 22 de diciembre de 1845 partió a Montevideo, dejando en su estudio a Thomas Columbus Helsby quien a partir de entonces se publicitaba como “sucesor de Mr. Bennet”.
En marzo de 1846 informó en los periódicos que se ausentaría por un tiempo de Buenos Aires, y en abril se fue en el buque Spider, que salió con destino Montevideo-Río de Janeiro. Es probable que sea esta la época en que Helsby trabajó en Montevideo, pues con el mismo rumbo partió su esposa tres meses después. Volvieron a Buenos Aires un año más tarde, y el 18 de octubre de 1847 el daguerrotipista publicó un aviso en La Gaceta que dice así: “Galería de retratos de Daguerrotipo coloridos. Calle de la Victoria N° 37. Tomás C Helsby, sucesor de Juan A. Bennet (antes establecido en la calle Piedad 121) acaba de regresar a esta capital, donde se propone sacar retratos de daguerrotipo. Habiendo tenido bastante práctica durante su ausencia, ha adquirido un grado de perfección en su arte, que le lisongea con la esperanza que las personas que se dignen ocuparle quedarán satisfechas de los retratos que les haga. Su galería estará abierta todos los días, menos los domingos, desde las 9 de la mañana hasta las 3 de la tarde, así en los días nublados como en los claros, y las personas que gusten ver las muestras pueden dirigirse a la calle y número arriba indicado”.
Helsby tuvo mucho éxito. Y quizá aprovechando su experiencia como relojero-joyero, al poco tiempo ofrecía miniaturas para colocar en relicarios, anillos, medallas, broches y brazaletes. El estudio de Victoria 37 fue luego mudado a Victoria 39, subiendo por una escalera en Victoria 37 1/2.
Cuenta Miguel Ángel Cuarterolo5 que en aquel estudio fotográfico —que fue considerado el mejor de su época— tenía dos salones, uno que servía de sala de espera y el otro era una galería con un techo de vidrio y cortinas adaptables para controlar la luz que ingresaba, así el fotógrafo podía circular alrededor de su cliente y encontrar el ángulo apropiado.
En aquellos primeros tiempos las sesiones eran un gran evento y había que prepararse. Los fotógrafos sugerían la ropa que debía usarse frente a la cámara. Se recomendaba a los hombres vestir trajes oscuros, las mujeres debían evitar los colores claros, especialmente el blanco, y se les pedía que trajeran mantillas de seda y guantes para adornar el cuadro. Si el cliente quería que se pintara el daguerrotipo a mano, el trabajo era más caro. En este caso, las mejillas de las damas se retocaban suavemente con carmesí, sus vestidos lucían verdes o azul marino, las joyas o —en el caso de los varones— los botones, insignias militares y mangos de los bastones se cubrían con pigmentos dorados. El trabajo se entregaba en bellos marcos o estuches, aunque también podían aplicarse, como dijimos, a relicarios, anillos, medallas, brazaletes o relojes.
Helsby también ofrecía a los porteños fotografiar a sus queridos muertos para que, luego de un prolijo coloreado, conservaran intactas sus facciones, apareciendo como todavía vivos. En el año 1852 todas sus obras llevaban además una faja de luto, por la muerte de Daguerre.
Durante todos estos años el fotógrafo mantuvo correspondencia con J. A. Bennet y a través de él fue informándose de los últimos adelantos técnicos. Y aprovechó esta relación para competir con otros daguerrotipistas que iban llegando y hacían alarde de traer mejores técnicas.
Así, en diciembre de 1848 cuando anunció que se mudaba a Victoria N° 39, publicitándose como daguerrotipista y plateador, destacó que tenía la ventaja de mantener correspondencia con “el distinguido daguerrotipista John Bennet por quien está al tanto de las ultimas mejoras del arte”. Y, por si esto no fuera suficiente para ganarle a sus competidores, rebajó sus precios de $ 200 a $ 150 en los retratos grandes y de $ 150 a $ 100 en los más pequeños. En marzo del año siguiente anunció que había recibido una nueva y superior partida de materiales de daguerrotipo así como dos nuevas cámaras, por lo que podía hacer retratos más grandes. Poco después amplió su negocio a la venta de artículos de librería como papelería, lápices y plumas6.
Entre los que le disputaban los clientes estaba William Weston quien en diciembre de 1849 se mudó a Victoria N° 37, local donde antes estuvieran los Helsby, pegado al que ahora ocupaban. Parece que Weston solía decir en privado que Helsby abusaba del color para tapar las imperfecciones de sus retratos y éste lo habría contraatacado acusándolo de exhibir retratos que no eran de su autoría. La disputa llegó a los periódicos cuando en diciembre de 1850 Weston publicitó su negocio informando que había hecho importantes mejoras especialmente en el método para colorear, y destacaba que muchos daguerrotipistas utilizaban mal el color para esconder malas impresiones.
La situación se agravó cuando los Helsby abrieron una nueva puerta a su local, que llevaba el N° 37 1/2 y Weston aprovechaba la confusión de números para ganar clientes. Thomas Columbus Helsby publicó entonces, durante varios días un aviso en letras bien grandes en el British Packet, que destacaba el “37 1/2”, defendiendo sus retratos como los mejores de plaza, por la rapidez de la toma y el colorido que aplicaba cuando el cliente lo pedía. Agregaba que él tenía genuinas muestras de sus retratos para mostrar. La versión castellana —suavizada— de este aviso en La Gaceta nos muestra como era su trabajo: “…según el plan suplido a su favor por uno de los mejores artistas Daguerreanos de los Estados Unidos, ha construido en la azotea de la casa que ocupa un nuevo y completo Gabinete único de su clase en esta ciudad, en el que para sacar los retratos coloridos al daguerrotipo con preparativos y facilidades aumentadas de tal manera, que no puede menos que entenderse el reconocimiento que aún había adquirido para sacar las mejores pruebas de la capacidad de este bello arte, hace los retratos igualmente sin colores cuando así sean preferidos; y retrata las personas fallecidas. Entre las superioridades de su actual establecimiento se encuentran mayor celeridad en la operación, una ventaja particularmente al sacar los retratos de los niños, una luz superior para sacar los grupos, la capacidad de hacer buenos retratos aún en tiempo llovedizo, una antesala en que aguardarse los concurrentes con una pieza independiente para sacar los retratos; obviando de esta manera el estorbo (por la ocasionada entrada de personas desconocidas) que solían experimentar las personas al hacerse retratar, una conveniencia que aprecian las señoras, a quienes esta falta era una incomodidad particular; y la non exhibición en la puerta calle, u otro paraje público cualesquiera, de muestras de las personas retratadas, una reforma esta introducida por ´el que avisa´, en la costumbre ordinaria de ponerlas a la expectación pública, prefiriendo éste poner solamente para la inspección del público algunas muestras de los varios marcos y de las cajitas en las cuales se acostumbra colocar a los retratos. Otra seña segura para evitar la equivocación, y por la que también en adelante se distinguirá la entrada nueva del interesado, es la existencia de una lápida grande de mármol (con un par de anteojos) en la puerta calle misma, “calle de la Victoria 37 y medio”.
Este aviso fue contestado por Weston con otro en el British Packet del 3 de mayo de 1851 que decía que él (Weston) era la persona a quien se refería Helsby y que sus imputaciones sólo le merecían compadecerse de quien las había escrito.
The Total Abstinence and Beneficial Society
Dejemos por un momento al Helsby artista para ocuparnos del hombre. Porque Thomas Columbus, al igual que su padre, era un hombre muy religioso y también se hacía tiempo para las tareas comunitarias. Tanto él como su esposa fueron miembros activos de la iglesia metodista de Buenos Aires, donde bautizaron a la mayoría de sus hijos. Y aquella iglesia metodista —fundada en 1842 y dirigida por pastores norteamericanos— tenía desde hacía años dos obras fundamentales: su escuela dominical (Sunday School) y su sociedad de abstinencia (Total Abstinence and Beneficial Society). En ambas actuó Thomas Columbus durante sus años porteños.
En 1852 “TCH”, indudablemente nuestro Helsby, publicó una larga carta en el British Packet elogiando la tarea del Sunday School de su iglesia, donde, según él, los chicos más humildes de la comunidad angloparlante podían mejorar ostensiblemente la precaria educación que recibían en las escuelas primarias.
Respecto de la Total Abstinence and Beneficial Society, la historia de esta institución es sumamente interesante y excede la materia de este artículo. Solo diremos que tuvo su origen en la Temperance Society fundada en 1833 por un grupo de británicos y norteamericanos residentes en Buenos Aires, liderados por los reverendos Armstrong, de la iglesia anglicana, y Torrey, pastor de la comunidad norteamericana. Este tipo de sociedades, que habían nacido en Norte América hacia 1825, tenían por objeto principal prevenir el alcoholismo y recuperar a los alcohólicos.
El problema del alcoholismo era grave en países que recibían inmigrantes pues los colonos, especialmente los que venían sin familia, solían sufrir de nostalgia y la nostalgia terminaba casi siempre en la pulpería. Pero también parece que el movimiento por la temperancia prendió en países como Suecia donde a partir de 1834 fue liderado por el rey Bernardotte, quien mandó que todo aquel miembro de la sociedad de temperancia que rompiera su juramento de abstinencia sería denunciado públicamente en la iglesia para que todos los fieles rezaran por él. En Inglaterra la causa recibió, por supuesto, el apoyo de la reina Victoria desde su asunción al trono.
Pero en Buenos Aires, en 1833, la sociedad de temperancia generó una magnífica polémica sobre las bondades y malicias del alcohol. Con el tiempo la iglesia anglicana perdió interés en la causa. Probablemente muchos de sus miembros se alejaron cuando los adeptos más estrictos de la Temperancia impusieron la total abstinencia y, obviamente, la mayoría de los residentes ingleses no estuvo dispuesta a abandonar su gin and tonic diario. Por eso quedó reducida a un grupo que giraba en torno de la iglesia metodista norteamericana con el nombre de Total Abstinence and Beneficial Society of Buenos Ayres, que se reunía en la Temperance Hall de la calle Cangallo, probablemente en la misma iglesia, y que tenía también una importante biblioteca y hemeroteca.
Entre sus fieles más activos estaba Thomas Columbus Helsby, en cuyo estudio de daguerrotipo se solían vender las entradas a los “tea-parties” de la sociedad. Así, por ejemplo, en octubre de 1850 lo encontramos en uno de esos “tea-parties” abogando por la abstinencia en un largo discurso que fue muy aplaudido por la concurrencia.
Para concluir con el tema diremos que en abril de 1852, después de Caseros, la Total Abstinence Society publicó un periódico cuyo nombre propuesto era Temperance Herald and General Intelligence pero que finalmente apareció como Buenos Ayres Herald. El periódico duró poco tiempo pero seguramente Helsby, a quien le gustaba difundir sus ideas, escribió algún artículo.
Y aquí termina la historia de Thomas Columbus en Buenos Aires porque en enero de 1853, poco antes de la muerte de su padre, emigró con su familia a Valparaíso para asociarse con su hermano William George, quien ya estaba establecido como daguerrotipista en aquel puerto desde algunos años antes.
Los Helsby en Chile
El estudio de William George Helsby, el más prestigiado de Valparaíso en 1853, operó a partir de entonces como Helsby & Co. y en 1854 abrió una sucursal en Santiago de Chile que estaría a cargo de Thomas Columbus. La sociedad de los Helsby terminó mal, tras un largo y desagradable litigio comercial entre hermanos.
William, que se había casado en 1851 en Valparaíso con la londinense Rachel Reike Watson (1830-1916), regresó a Inglaterra hacia 1860 para continuar su carrera de fotógrafo en Liverpool, dejando a la posteridad una magnífica obra que incluyó retratos de la sociedad chilena y vistas estereoscópicas de esa costa del Pacífico. Dejó también una docena de hijos, los primeros tres nacidos en Chile, varios en Liverpool y los últimos en Gales, adonde se retiró hacia 1873 y donde al parecer se dedicó a las tareas rurales porque en el censo británico de 1881 figura como “retired farmer” (granjero retirado). Allí murió el 10 de agosto de 18917.
El estudio fotográfico fundado por William George en Valparaíso —Helsby´s Corner— había seguido funcionando por lo menos hasta 1868, a cargo del hijo menor de James Gooden Helsby: John Stephens. Éste había arribado a Chile en 1854, y ya había trabajado asociado con William George en Santiago.
Al igual que sus hermanos, John se convertiría en afamado daguerrotipista, y también terminaría su vida en Inglaterra. En 1881 lo encontramos como “retired photographer” en Lymington, Hampshire, de donde era oriunda su esposa, Emma Thorn (c.1830-1897), con quien se había casado en Valparaíso en 1859. Murió en Lymington el 26 de septiembre de 1893.
En cuanto a Thomas Columbus Helsby, sabemos que después de concluir la sociedad con su hermano, permaneció en Chile prestando durante largos años sus servicios de retratista —en Valparaíso y en Santiago—, a la vez que realizaba vistas del país. Murió el 13 de mayo de 1879, probablemente durante un viaje al Perú.
Tuvo cuatro hijos argentinos pero tres de ellos murieron en la tierna infancia. No sabemos que pasó con el cuarto, Edmund Hazell. Tuvo también por lo menos un hijo chileno, Alfredo Hazell Helsby (1862), que con el tiempo sería un conocido pintor, y que seguramente se inició ayudando a su padre a colorear los retratos de las damas chilenas.
O de algún muertito, que había que revivir en papel.
Notas
1.- Los datos genealógicos de la familia Helsby en Gran Bretaña, corresponden al archivo de Peter Helsby, Australia.
2.- CANCLINI, Arnoldo, La Biblia en la Argentina, Asociación Sociedad Bíblica Argentina. Bs. As, 1987, pág. 84.
3.- Archivo Peter Helsby, Australia.
4.- Este y otros datos posteriores de los tres hermanos Helsby en Chile, han sido tomados de la Historia de la Fotografía, Fotógrafos en Chile durante el
siglo XIX, de Hernán Rodríguez Villegas. Editorial Centro Nacional del Patrimonio Fotográfico, Chile. Gentileza de Abel Alexander. Sin embargo, cabe
tener en cuenta que hubo otro Thomas Helsby que estuvo en Chile desde 1834 y que pudo ser a quien se registró en el puerto de Valparaíso en 1843.
5.- CUARTEROLO, Miguel Ángel, Imágenes del Río de la Plata. Crónica de la fotografía rioplatense. 1840-1940. Bs. As. Editorial del Fotógrafo, 1983.
6.- El investigador Abel Alexander afirma que en la temprana etapa del daguerrotipo era común un segundo oficio o actividad comercial para sostener el atelier retratístico.
7.- Datos proporcionados por Peter Helsby, Australia.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año IV N° 22 – Agosto de 2003
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Categorías: ESPACIO URBANO, PERFIL PERSONAS, PERSONALIDADES,
Palabras claves: terratenientes, porteños,
Año de referencia del artículo: 1850
Historias de la Ciudad. Año 4 Nro 22