Vitam pro laude
Recordamos aquel lejano 4 de agosto de 1983, como un día mágico. Tuvimos la fortuna de asistir en aquella fecha a la sede del antiguo Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, situado en avenida Córdoba 1556 de nuestra ciudad. Una numerosa convocatoria se reunía para dar nacimiento a una entidad histórico-cultural, la actual Junta de Estudios Históricos del Puerto Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre y Barrio Puerto Madero.
Entre toda aquella concurrencia, llamaron particularmente nuestra atención cuatro personas, con matices muy distintos entre ellas, pero que tenían varios hilos conductores en común; perseverancia, don de gente, amplia cultura y bondad ilimitada.
Dos de ellos nos acompañan, siendo grandes amigos y colegas ampliamente conocidos en el medio historiográfico de nuestra ciudad, por su fecunda labor y gran obra. Nos referimos a María Josefina Salazar y Edgardo José Rocca.
El tercero ha sido creador de una pléyade de historiadores, conocido cariñosamente como un maestro de la historiografía porteña, nos referimos a don Enrique Horacio Puccia, quien también nos honró con su amistad y sabio consejo.
Nos queda ahora referirnos a quien motiva la presente ponencia, a quien tildamos de Padre, por haber sabido ser tutor de nuestro destino en las lides históricas; Maestro, por haber sabido guiarnos con el ejemplo de su persona; Mentor, por haber sabido vislumbrar algunas de nuestras posibilidades futuras y Amigo, por brindarnos siempre una palabra cordial o un consejo oportuno.
Don Eduardo Mario Favier Dubois vino al mundo el 21 de marzo de 1920 (primer día del calendario astral) en el partido de Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, descendiente de dos familias de origen francés radicadas en Cañuelas. Su abuelo paterno, Joseph Favier, había emigrado muy joven de Montrigaud, región del Ródano-Alpes, y trabajó en el Ferrocarril del Sur como señalero. Su otro abuelo, Alfredo Próspero Dubois, provenía de la Alsacia y fue un destacado investigador, profesor, perito policial y fotógrafo, habiendo recorrido el mundo en la Fragata Sarmiento con la Armada Argentina.
Las labores de su padre en el Ferrocarril del Sud determinaron que pasase su infancia y adolescencia en distintas localidades del sur argentino y del conurbano bonaerense. Años más tarde la familia se radicó en La Plata, pasando luego al barrio de Constitución, en la ciudad de Buenos Aires.
Fue el mayor de tres hermanos y en el año 1948, contrajo enlace marital con Susana María Ponzinibbio Locci, proveniente de una destacada familia de inmigrantes italianos, con quien procreó diez hijos a los que educaron e instruyeron altamente.
Profundamente católico, cursó estudios secundarios en el Seminario Diocesano de La Plata, donde aprendió, además de teología y filosofía, griego y latín, siendo gran cultor t difusor de este último. Militó desde su juventud en el entonces novel Partido Demócrata Cristiano, donde fue varias veces candidato a diputado y miembro del Tribunal de Ética, llegando a ser candidato por dicha fuerza política a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Hacia el año 1948 obtuvo su título de abogado en la Universidad de Buenos Aires, para cuatro años más tarde alcanzar su Doctorado en Derecho y Ciencias Jurídicas.
Ejerció intensamente la profesión de abogado por veinte años en los fueros comercial, civil, laboral y penal económico, actividad que a partir de 1960 combinó con la enseñanza secundaria. Entre otros Colegios, fue profesor del “San José de Flores”, de los Hermanos de La Salle, donde llegó a ser designado Presidente de la Unión Lasallana de Padres de Familia. En esa época escribió, para la Editorial Crespillo, obras de texto que fueron clásicas entre los alumnos secundarios como las de “Derecho Usual y Práctica Forense” y “Derecho Comercial”. Luego, a partir del año 1967, comienzan sus actividades como profesor terciario y universitario, lo que determinó que por más de cuarenta años dejara la profesión de abogado, habiéndose Diplomado en 1979 como Profesor Universitario en la Universidad de Belgrado.
En su vasta trayectoria profesional como docente e investigador de grado y de posgrado estuvo vinculado muchos años a diversas Casas de Altos Estudios como Universidad de Belgrano, Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires Facultades de Derecho y de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Mar del Plata, a la prestigiosa Universidad Notarial Argentina, Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, Universidad del Museo Social Argentino, Universidad de La Plata, Universidad Católica Argentina y a la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Morón, entre otras, donde aún seguía revistiendo, con licencia médica, como profesor e investigador al momento de su deceso.
Fuertemente implicado en la investigación, en la enseñanza, en la ética y en el progreso del país, ejerció diferentes cargos desde su profunda visión de servicio, entre los que destacan los de Vicepresidente de la Academia Argentina de la Historia, Secretario General de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Fundador y Presidente Honorario del Instituto Autónomo de Derecho Contable. Fundador del Centro de Derecho y Deporte, Director de Departamento Jurídico en la Universidad de Morón y Director del Departamento de Ciencias Económicas en el Instituto Nacional Superior del Profesorado de la Capital Federal, siendo en éste último profesor de todas las disciplinas jurídicas.
En el campo del desarrollo de la historia local y regional fue activo Mentor, Fundador y Presidente de la Junta Promotora de Estudios Históricos de los Barrios del Oeste, la que hasta el presente cuenta con Salas anexas de Historia Eclesiástica, Genealogía, latín y Heráldica, entre otras disciplinas. Fue Socio Fundador de la Junta de Historia y Cultura de la Floresta, Miembro de Número y Presidente (1983-1989) de la Junta de Estudios Históricos de San José de Flores y Miembro Fundador de la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires, entidad que también presidió entre los años 1995 y 1999. Se desempeñó además como promotor activo y socio honorario de diversas Juntas Barriales de Estudios Históricos como las de Villa Ortúzar, Villa Lugano, Almagro, Villa Luro, y Liniers, entre otras.
Cabe destacar sus investigaciones sobre “Enseñanza del Derecho”, “Derecho y Contabilidad”, y “Análisis Económico del Derecho”, y sus publicaciones históricas sobre los distintos barrios de la Ciudad de Buenos Aires, como las plasmadas en la Revista Lyra entre los años 1967 y 1970, entre todas ellas citamos “Pujante sudoeste porteño” y “El Barrio Parque Avellaneda”. Destacamos sus obras tituladas “Villa del Parque, bosquejo histórico de un barrio cordial” y “El Pacto de Unión Nacional o de San José de Flores” (en colaboración). Citamos también “Proyección histórica, urbanística e institucional del antiguo Partido Provincial de San José de Flores”, publicado en el Boletín del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Fue prologuista de innumerables obras de carácter jurídico, histórico, glosarios de latinismos, toponimia y otras especialidades.
También su pensamiento quedó en muchos artículos publicados, como los que desde hace muchos años hacía mensualmente para la Revista de Doctrina Societaria y Concursal de la Editorial Errepar, en los últimos tiempos en colaboración con su hijo Eduardo, además de ensayos y múltiples conferencias.
Permítasenos recordar en este opúsculo una anécdota no casual, sino causal. Corría el año 1997 cuando nuestro homenajeado presidía la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires. Antes de comenzar una de sus reuniones plenarias, en la Manzana de las Luces, me comentó con gran entusiasmo que se estaba formando una Junta de Estudios Históricos en el barrio de Liniers, encargándome disponer todo lo necesario para la recepción de los representantes de la novel entidad, encabezados por el señor Norberto Capurro, destacado vecino de esa zona. Nuestra sorpresa y preocupación no se hicieron esperar, pues cuasi al unísono las autoridades de la Manzana nos comunicaron que ese día no podríamos utilizar la acostumbrada Sala de Representantes y que, por ende, debíamos reunirnos en el primer piso, en medio de andamios, maderas y elementos de obra esparcidos por doquier, dado los trabajos que se estaban realizando en el recinto. Logrando disimular en parte la situación, mi querido maestro me solicitó que lo acompañase a recibirlos, presagiando “…se trata de gente de buena fe, existen entre ellos varios profesionales. Esta junta pienso que va a funcionar bien. Verá Ud. Miranda que en ella encontrará nuevos amigos…”. ¡Y sus palabras se cumplieron!!! Al poco tiempo conocí a otros integrantes como Nédar y Lydia Gandón y mi amiga Nélida Rosa Pareja.
A más de todo lo expuesto, deseamos agregar lo personal. Fue una persona ávida por el conocimiento, enemigo del ocio y de los vicios mundanos, todo le resultaba atrayente y podemos afirmar que vivió y partió hacia su viaje final con austeridad material y gran riqueza moral.
Luego de una prolongada y penosa agonía que lo mantuvo en estado de semi-atonía, pero con todos sus sentidos indemnes, entregó su alma al creador el viernes 4 de julio de 2014 en horas de la mañana.
Sus restos fueron despedidos en la Capilla del Cementerio Parque Memorial, por una gran pléyade de familiares, amigos y discípulos, entre los que se contaron varios oradores.
Entre ellos, quien estas líneas escribe, expresando entre otros conceptos y en homenaje a su gran maestro;
“Largo y difícil es el camino de los preceptos, corto y fácil es el de los ejemplos”, esta frase del célebre Marco Fabio Quintiliano resume la filosofía de vida de don Eduardo Mario Favier Dubois. Muchos afirman que los grandes personajes como él, al partir de esta vida dejan un gran vacío, yo me permito hoy disentir con esta expresión, porque en el caso de marras este gran maestro nos deja un lleno. Un lleno de cultura, un lleno de sabiduría, un lleno de esperanza en el porvenir y una pléyade de discípulos entre los cuales me cuento con gran honra. En su fecunda existencia supo prodigarse en hechos, obras y realizaciones, por ello cabe para él la frase latina aplicable literalmente “non omnes moriar”, es decir “no morirás del todo”. Como historiador se destacó durante su actuación en la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires, entidad que debe a sus conspicuos esfuerzos su institucionalización, siendo precedido y sucedido en dicha titularidad por hombres de la talla de Enrique Horacio Puccia y Edgardo José Rocca, respectivamente. Fue miembro directivo de gran cantidad de Juntas e instituciones históricas, en las cuales dejó huella indeleble de su paso. Fue, además, fundador y presidente de la Junta Promotora de Estudios Históricos de los Barrios del Oeste, la que cumple hasta hoy una gran misión en el campo historiográfico, dedicándose entre muchas otras tareas, tal su denominación lo indica, a la promoción de entidades históricas en esa parte de nuestra ciudad. Todas esas instituciones ven hoy partir a su Pater familiae, quien deja en todas ellas un recuerdo imborrable. Resultaría imposible reseñar siquiera su magna actividad, pero caben para él los conceptos vertidos por un exquisito poeta, recogidos en las famosas Tradiciones Peruanas; obviamente, me refiero a Ricardo Palma, quien al cuestionarse acerca de la vida y de la muerte nos decía: “No son los muertos/ aquellos que en dulce calma/ la paz disfrutan en la tumba fría/ Muertos son los que tienen muerta el alma/ y viven todavía/ No son los muertos no/ aquellos que reciben rayos de luz en sus despojos yertos/ Los que mueren con honra son los vivos/ y los que viven sin honra son los muertos/ La vida no es la vida en que vivimos/ la vida es el honor, es el recuerdo/ Por eso hay muertos que en el mundo viven/ y hombres que viven en el mundo muertos/. Descanse en paz, querido Maestro y que su alma y sus consejos nos acompañen por siempre. Muchas gracias.
Solía culminar sus escritos con la expresión latina Finis coronat opus, es decir El final corona la obra. Así queda dicho.
Arnaldo Ignacio Adolfo Miranda Tumbarello
REFERENCIAS.
- MIRANDA TUMBARELLO, Arnaldo Ignacio Adolfoesta frase del célebre Marco Fabio Quintiliano resume la filosofía de vida de don Eduardo Mario Favier Dubois. Muchos dicen que los grandes personajes con él, al partir de esta vida dejan una gran vacío, yo me permito disentir con esta expresión porque en el caso de marras este gran maestro nos deja un lleno. Un lleno del cultura, un lleno de sabiduría, un lleno de esperanza en el porvenir y una pléyade de discípulos entre los cuales me cuento con gran honra. En su fecunda existencia supo prodigarse en hechos, obras y realizaciones, por ello cabe para él la frase latina aplicable literalmente “non omnes moriar”, es decir “no morirás del todo”. Como historiador se destacó durante su actuación en la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires, entidad que debe a sus conspicuos esfuerzos su institucionalización, siendo precedido y sucedido en dicha titularidad por hombres de la talla de Enrique Horacio Puccia y Edgardo José Rocca, respectivamente. Fue además, fundador y presidente de la Junta Promotora de Estudios Históricos de los Barrios del Oeste, la que cumple hasta hoy una gran misión en el campo historiográfico. Resultaría imposible reseñar siquiera su magna actividad, pero caben para él los conceptos vertidos por un exquisito poeta, recogidos en sus célebres Tradiciones Peruanas, obviamente, me refiero a Ricardo Palma, quien al cuestionarse acerca de la vida y de la muerte nos decía; “NO son los muertos/ aquellos que en dulce calma/ la paz disfrutan en la tumba fría/ Muertos son los que tienen muerta el alma/ y viven todavía/ No son los muertos no/ aquellos que reciben rayos de luz en sus despojos yertos/ Los que mueren con honra, son los vivos/ y los que viven sin honra son los muertos/ La vida no es la vida en que vivimos/ La vida es el honor, es el recuerdo/ Por eso hay muertos que en el mundo viven/ y hombres que viven en el mundo muertos/. Descanse en Paz querido Maestro y su alma y sus consejos nos acompañen por siempre………esta frase del célebre Marco Fabio Quintiliano resume la filosofía de vida de don Eduardo Mario Favier Dubois. Muchos dicen que los grandes personajes con él, al partir de esta vida dejan una gran vacío, yo me permito disentir con esta expresión porque en el caso de marras este gran maestro nos deja un lleno. Un lleno del cultura, un lleno de sabiduría, un lleno de esperanza en el porvenir y una pléyade de discípulos entre los cuales me cuento con gran honra. En su fecunda existencia supo prodigarse en hechos, obras y realizaciones, por ello cabe para él la frase latina aplicable literalmente “non omnes moriar”, es decir “no morirás del todo”. Como historiador se destacó durante su actuación en la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires, entidad que debe a sus conspicuos esfuerzos su institucionalización, siendo precedido y sucedido en dicha titularidad por hombres de la talla de Enrique Horacio Puccia y Edgardo José Rocca, respectivamente. Fue además, fundador y presidente de la Junta Promotora de Estudios Históricos de los Barrios del Oeste, la que cumple hasta hoy una gran misión en el campo historiográfico. Resultaría imposible reseñar siquiera su magna actividad, pero caben para él los conceptos vertidos por un exquisito poeta, recogidos en sus célebres Tradiciones Peruanas, obviamente, me refiero a Ricardo Palma, quien al cuestionarse acerca de la vida y de la muerte nos decía; “NO son los muertos/ aquellos que en dulce calma/ la paz disfrutan en la tumba fría/ Muertos son los que tienen muerta el alma/ y viven todavía/ No son los muertos no/ aquellos que reciben rayos de luz en sus despojos yertos/ Los que mueren con honra, son los vivos/ y los que viven sin honra son los muertos/ La vida no es la vida en que vivimos/ La vida es el honor, es el recuerdo/ Por eso hay muertos que en el mundo viven/ y hombres que viven en el mundo muertos/. Descanse en Paz querido Maestro y su alma y sus consejos nos acompañen por siempre………e Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires y fundador y presidente (1968-2014) de la Junta Promotora de Estudios Históricos de los Barrios del Oeste.
Luego de una larga existencia dedicada a la cultura y al saber sus restos fueron despedidos en la Capilla del Cementerio Parque Memorial, por varios oradores.
Entre ellos, el Prof. Acad. Arnaldo Ignacio Adolfo Miranda Tumbarello, quien en homenaje a su maestro dijo entre otros conceptos; “Largo y difícil es el camino de los preceptos, corto y fácil es el de los ejemplos”, esta frase del célebre Marco Fabio Quintiliano resume la filosofía de vida de don Eduardo Mario Favier Dubois. Muchos dicen que los grandes personajes con él, al partir de esta vida dejan una gran vacío, yo me permito disentir con esta expresión porque en el caso de marras este gran maestro nos deja un lleno. Un lleno del cultura, un lleno de sabiduría, un lleno de esperanza en el porvenir y una pléyade de discípulos entre los cuales me cuento con gran honra. En su fecunda existencia supo prodigarse en hechos, obras y realizaciones, por ello cabe para él la frase latina aplicable literalmente “non omnes moriar”, es decir “no morirás del todo”. Como historiador se destacó durante su actuación en la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires, entidad que debe a sus conspicuos esfuerzos su institucionalización, siendo precedido y sucedido en dicha titularidad por hombres de la talla de Enrique Horacio Puccia y Edgardo José Rocca, respectivamente. Fue además, fundador y presidente de la Junta Promotora de Estudios Históricos de los Barrios del Oeste, la que cumple hasta hoy una gran misión en el campo historiográfico. Resultaría imposible reseñar siquiera su magna actividad, pero caben para él los conceptos vertidos por un exquisito poeta, recogidos en sus célebres Tradiciones Peruanas, obviamente, me refiero a Ricardo Palma, quien al cuestionarse acerca de la vida y de la muerte nos decía; “NO son los muertos/ aquellos que en dulce calma/ la paz disfrutan en la tumba fría/ Muertos son los que tienen muerta el alma/ y viven todavía/ No son los muertos no/ aquellos que reciben rayos de luz en sus despojos yertos/ Los que mueren con honra, son los vivos/ y los que viven sin honra son los muertos/ La vida no es la vida en que vivimos/ La vida es el honor, es el recuerdo/ Por eso hay muertos que en el mundo viven/ y hombres que viven en el mundo muertos/. Descanse en Paz querido Maestro y su alma y sus consejos nos acompañen por siempre………: El Adiós a un gran Maestro, necrológica aparecida en distintos medios periodísticos, julio de 2014.- - BOSQUEJO BIOGRÁFICO del Dr. Eduardo Mario Favier Dubois, realizado por sus hijos con la colaboración de ex alumnos del biografiado.
- DEIBE, Saturnino y RISSO, Mario: Glosario de latinismos. Aplicación Tributaria, Buenos Aires, 2008.-
Información adicional
Categorías: Académicos y científicos, Asociaciones y agrupaciones barriales, Biografías, Historia
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Año de referencia del artículo: 2017
2do congreso