Una de las más curiosas expresiones populares de las Invasiones Inglesas fueron las poesías, sonetos y glosas anónimas que expresaban el desahogo de los porteños y que circulando de mano en mano, se leían muchas veces a escondidas en tertulias, corrillos y cafés.
Estos desahogos literarios no fueron exclusivos de las invasiones inglesas; poesías satíricas hubo en todas las épocas y especialmente durante el período de Rosas, en que aparecían frecuentemente anónimas en los periódicos porteños exaltando diversos personajes populares o acontecimientos militares.
Los ejemplares relacionados con las invasiones inglesas, en cambio, son muy raros y aunque algunos han sido recopilados en antiguas publicaciones, otros han permanecido inéditos y una gran mayoría se ha perdido. El fenómeno de las invasiones y la reconquista de Buenos Aires produjo una explosión de inspirados versos provenientes de Lima, Chile y diversos lugares del virreinato, algunos tan lejanos como la Villa Imperial de Potosí. Hace años leímos en el Archivo General de la Nación un mediocre poema de esta procedencia que el potosino don Leandro Ozio, envió al Cabildo de Buenos Aires con motivo de la reconquista.
Los dos que reproducimos aquí, se refieren a la derrota del famoso Regimiento 71 y a la actuación del virrey Sobremonte. Son interesantes porque reflejan admirablemente el estado de ánimo y el ingenio popular de los porteños de la época. Ignoramos si han sido publicados; sólo sabemos que los manuscritos originales, pertenecían a principios del siglo pasado a la colección Pillado. Así lo dice una copia que hace años tenemos en nuestro poder y creemos que una ocasión como el bicentenario es propicia para compartirla con los lectores, respetando la ortografía de la época.
El dedicado al Regimiento 71 es bueno, en cambio el de Sobremonte es de escaso valor literario, frente a esas otras cuartetas que, dedicadas al personaje, comienzan así: “¿Ves aquel bulto lejano / que se pierde atrás del monte? / Es la carroza del miedo / con el virrey Sobremonte.”EPITAFIO DEL REGIMIENTO 71
Aqui yace el famoso Regimiento
nombrado del Inglés, 71:
Jamás vencido de enemigo alguno,
que en lides mil, selló con lucimiento.
Aquí yace postrado su ardimiento
a la fuerza y valor de unos soldados,
que sin brillo, sin lustre y desastrados,
abatieron su orgullo en un momento.
Llorará la Inglaterra esta desgracia,
sirviendo de escarmiento a su osadía,
al saber sucumbieron por audacia
cerca de dos mil hombres… ¡Que manía,
intentar dominar su ineficacia,
del Argentino el brío y valentía!
GLOSA EN OCTAVAS
Medio año ha que Casaus la nueva traxo
de que una armada inglesa aquí venía;
pero este aviso se lo hechó al sancajo
Sobre-monte, diciendo era manía:
llegó aquella, y salió por el atajo
este gran cavallero: ya estaría
dispuesto así pr. la alta omnipotencia:
“Señor marqués ¿qué dice vuexcelencia?”
Aquí las malas lenguas aseguran
de que V. E. es un gentil gallina;
y no yerran a fe los que murmuran
en vista de la grande disciplina
militar, que sus hechos nos figuran
conservó en la pasada tremolina:
todo fue horror: mas de su carabana
“¿Cómo se halla madama Da. Juana?”
Sabe este pueblo que V.E. ha dicho
que le dexaron con espada en mano,
al paso que la entrega fue un capricho
propio de un pensamiento sevillano:
sólo falta que diga que en un nicho
debemos colocarle muy ufano,
puesto al lado suyo con sotana
“el inspector y el brigadier Quintana”.
Todos los militares satisfacen
a los vecinos quando en si no caben
de la tristeza y penas en que yacen,
con decir, que unos hacen lo que saben,
al tiempo que otros saben lo que hacen:
muy justo es q.e a un Gefe menoscaben
por su acción, mientras con impaciencia
“lloran hoy los efectos de su ausencia”.
Todo es zozobras, todo es sentimiento
quanto en mi mente triste pronostico,
el pobre gime, teme el opulento
los males que le anuncia el grande y chico:
sin respeto al prestado juramento
mil mentiras inventa el vulgo iniquo,
sin poder remediar esta imprudencia
“nuestro ilustre cabildo y Rl. Audiencia”.
Dícese que el Marqués se fue muy hueco
con sus nueve mil onzas; y a fe mía
que no puedo entender este embeleco,
pues sacó en la pasada lotería
con el “setenta y uno” un terno seco,
que ha de darle un mal rato en algún día;
por sus obras en conciencia sana
“juzgo que han de ajustarle la pabana”.
¿Quién creyera que un Gefe que sabía
ostentarnos su facha fanfarrona
había de mostrar tal cobardía
al ver el capacete de Belona?
Sin duda que ninguno lo creería:
pero ya que ha quedado su persona
como quedó el Alcalde de sotana,
“póngase bien con Dios, gima con gana”.
Mandóse por V. E. a los Urbanos
la custodia no mas de las Barrancas,
y supieron allí de que a dos manos
le daba a su caballo en las dos ancas,
para ponerse en salvo. A los villanos
presidiarios se dieron armas blancas;
mas del mal que traerá tal providencia
“examine sus culpas y conciencia”.
Con solo la consulta de Gallegos
desamparó esta plaza vuexcelencia,
y yendo a conquistar a Villa-Diego
nos dexó aquí a la luna de Valencia.
Pensará V. E. que son ciegos
los criollos qe. han sufrido esta insolencia;
pues tiemble, y para algún lance apretado
“guarde las nueve mil que se ha llevado”.
Si temía madama la Marquesa
viendo en el Teatro un culebrón de palo,
¿qué haría al conceptuar al armada inglesa
dueña ya de su casa y su regalo?
La consecuencia es clara, aunque espera;
perdóneme lector si es que resvalo,
y vuexcelencia entretanto que la imita,
“procure que no aborte Mariquita”.
Los montes van de parto, dixo Horacio,
y al cabo nacerá un ratón pequeño:
lo mismo dixe, al ver que de Palacio
salió V. E. el miércoles risueño,
guiando el Tren volante con espacio
y haciendo alarde de un gran empeño:
ya se vio el efecto; viva descansado
“puesto que V.E. ya ha abortado”.
V. E. nos vendió; páguele el cielo
el favor que nos hizo tan cumplido:
pero en medio de nuestro desconsuelo
vemos al vecindario redimido
de infinitos piratas que, con velo
de amigos, lo tenían consumido.
Pruebe su corazón y si palpita,
“pida al Pueblo perdón con voz contrita”.
Yo pongo un peso por apuesta ingente
que le entró V. E. fiebre aguda
quando mandó se derribase el puente.
Mire que su caballo ya estornuda
con el humo qe. exala el Tren batiente;
y si no quiere le echen una ayuda
como la que V. E. nos ha echado
“tenga el calzón bien fuerte pretinado”.
V. E. se llevó en su compañía
seiscientos hombres de a caballo armados,
y si no se llevó la infantería
fue porque meditó que sus soldados
no podrían seguir su remería:
al mirarlos de sed y hambre agoviados
escape, corra, vuele: nada omita
“y métase a Santón en una Hermita”.
SONETO
Señor marqués ¿qué dice vuexcelencia?
¿Cómo se halla madama Da. Juana?
El inspector y el brigadier Quintana
lloran hoy los efectos de su ausencia.
Nuestro ilustre cabildo y real audiencia
luego que han de ajustarle la pabana;
póngase bien con Dios, gima con gana;
examine sus culpas y conciencia:
Guarde las nueve mil que se ha llevado,
procure que no aborte Mariquita
puesto que vuexcelencia ya ha abortado.
Pida al pueblo perdón con voz contrita,
tenga el calzón bien fuerte pretinado,
y métase a Santón en una Hermita.
Información adicional
Año VII – N° 37 – agosto de 2006
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: POLITICA, VIDA SOCIAL, Arte, Colectividades, Historia, Política
Palabras claves: Periódicos, Invasiones Inglesas, Poesías, Sátira, Rosas
Año de referencia del artículo: 1806
Historias de la Ciudad – Año VI Nro 37