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Boedo

El Café de Poetas y Malandras

Ricardo Lopa

Piana-Manzi-Castillo-Centeya, C. 1925.

Los que somos de Boedo, nos enteramos, por la memoria oral, escrache literario y periodístico, que supo haber un café en San Juan y Loria, (límite oeste, San Cristóbal – Boedo) conocido más por el apellido de su dueño, Carpintero, que por el nombre del mismo, “Argentino”.

“…y el café “Argentino”, de un tal Carpintero, en la calle San Juan, cerca de Loria…” (Silvestre Otazú. “Boedo también tiene su Historia” pág.78. Papeles de Boedo. 2002)

En dicho boliche, paraban jóvenes poetas del tango de Boedo; Manzi, Cátulo, Piana, Centeya, y otros no menos trascendentes, como Dante A. Linyera, Horacio Salgán y Ángel Vargas, que iban a darle lustre al “Barrio del gotán y la pebeta (D.A.Linyera, Tango “Boedo”) como anticipo a la categorización legal, que de hecho ostentaba por cultura y predicamento

“En torno a la mesa de codillo nos reuníamos con él (Manzi), el taciturno Sebastián Piana,…Cátulo Castillo…” (La Maga Colección, dic./95 pág.36. … Julián Centeya.)

Paso obligado al comité del Pasaje Oruro, era el religioso feca en el boliche de San Juan y Loria, “El Carpintero”, donde la barra solía arribar. (Inter… Centeya J. La Maga Colección, dic.1995)

No vaya a creerse, que el café era solo refugio de jóvenes soñadores y poetas. El contexto social ameritaba la presencia de personajes non sanctos, que le daban la característica de época a los boliches, y el Carpintero no le esquivaba al bulto. De hecho, en los altos había una luz roja, que anunciaba la proximidad de la taquera. “…corazón del arrabal porteño, cuna del malandrín y del poeta, rincón cordial, capital del arrabal…” (“Boedo” D.A. Linyera)

Quién describe al café de Carpintero es Cátulo Castillo (foto). Lo hace en su obra “Amalio Reyes, un hombre”. Si bien no lo nombra puntualmente, se tiene fundada certeza, que el café de Pintero, como lo denomina, es nuestro Carpintero. Avala la teoría, la cercanía del domicilio de Cátulo en su adolescencia, Loria 1449.

Cátulo, hombre de Boedo, pasó la adolescencia transitando por sus calles y casas. Castro  947 lo vio nacer, luego de un intervalo de la familia por Chile; pues el anarquismo del padre, José González Castillo lo ameritaba; vuelve a Boedo, Av. San Juan 3951. A continuación le toca el turno a Loria 1449, para terminar el recorrido juvenil en Boedo 1058/60. La madurez lo va a llevar por otros rumbos, pero siempre su corazón ancló en Boedo.

“La calle San Juan, cruzaba a dos cuadras de mi barrio…Había un cine modesto…Y al lado mismo, un Café. Era un Café de barrio, con dos vidrieras sucias y mesas…y un billar ordinario, que tenía más zurcidos que paño. Lo regenteaba un gallego bueno y trabajador, que hacía de todo. Mozo, lavacopas, cajero, prestamista, reducidor y cañotero, cuando se armaba juego.

Lo llamaban “El Café de Pintero”…Malandras y atorrantes, quinieleros y cafishios, alternaban en sus mesas desvencijadas e insomnes, tirando los dados o jugando al monte…entre trifulcas por malos repartos y alguna que otra requisa obligada a cargo de la seccional…La gente que allí entraba, habitué, tenía que tener ciertas formas: usar chambergo, darse el lujo de “pagar una vuelta”, convidar cigarrillos, echarse el resto sobre una carta, manejar un mazo con profesión y elegancia usando miradas suspicaces y especiales en el momento de la “postura brava” (C.Castillo, ob.cit., pág.38.Editorial Domingo Cortizo)

Al Carpintero, también solía concurrir por las noches con su lazarillo, un Viejo Ciego con un violín, de rara silueta de flaco rocín.

Me la juego, que por el ‘25, veo un joven vecino (Garay 3251) de futura barba en piel, en una de sus mesas, cortado por medio, esperando al lazarillo que anticipara la llegada del jovato. Dibuja, en una servilleta arrugada la letra que describe la aparición del mayor, que con su triste violín se la rebusca buscando el mango que le haga subsistir, es el Ciego del Violín, que acaba de venir, llamado Alejandrín.

Sin chistar, presentó la obra a mediados del ‘25, al concurso de la revista El Alma que Canta de Vicente Bucchieri. “El Alma que Canta, la lee desde el Presidente de la Nación hasta el último Chacarero” (Alberto Vacarezza). Dicha revista tuvo como colaborador a Dante A. Linyera, letrista del tango Boedo (1927) autoría de Julio De Caro en la partitura.

Cuando se publicó la letra de El Ciego del Violín, sin firma, como exigía el concurso, Cátulo Castillo, amigo del todavía Manzione, la pidió para ponerle música. Si el autor, accedía a la solicitud de retirarla antes de la selección final quedaba excluido. Pudo más la amistad y la jerarquía de Cátulo que musicalizó la segunda parte, y Sebastián Piana, la primera.

Con el nombre de “Viejo Ciego”, la obra fue estrenada el 6 de noviembre de 1926 en la pieza teatral de Ivo Pelay “Patadas y serenatas en el barrio de las latas”. ¡exitazo! (“Homero Manzi: Poesía y Política”. Luis C. Alén Lascano. Todo Es Historia nº 46, feb.1970, pág.14)

“Con un lazarillo llegás por las noches/trayendo las quejas del viejo violín,/ y en medio del humo/ parecés un fantoche/tu rara silueta/de flaco rocín.

Puntual parroquiano tan viejo y tan ciego/Al ir destrenzando tu eterna canción,/Ponés en las almas/Recuerdos añejos/Y un poco de pena mezclás al alcohol…

…Parecés un verso/Del loco Carriego, /Parecés el alma/Del mismo violín.

Puntual parroquiano tan viejo y tan ciego, /Tan llena de pena, tan lleno de “esplín”….

…A ver, viejo ciego, tocá un tango lerdo, /muy lerdo y muy triste que quiero llorar”
(“Viejo Ciego”, tango. Piana-Castillo, C) (música) Manzi, H. (letra)

 

La barra y el puntual parroquiano, tan viejo y tan ciego, no dejaron de imputarle a Homero la morosidad del tango que etiquetara al café.

“…Homero Manzi se fue debiéndole su tango al almacén de San Juan y Loria, (“Carpintero”) que fue su paradero inicial en el barrio…”
(La Maga Colección. Centeya…Ídem).

Y acá aparezco yo, copo la parada, banco la morosidad, yo no soy Cátulo, Sebastián o Julián, soy el alma de Homero que vino a Boedo la deuda a saldar.

“Fuiste mi parada/Parada inicial/Con Cátulo y Sebastián/Y también, el tano Julián

En la mesa sobre San Juan/Solíamos estar/Con un par de amigos/A ver la vida pasar

El parroquiano con el violín/Por las noches solía llegar/El puntual parroquiano/Para sus penas contar/Tan viejo y tan ciego/Solía por San Juan entrar/Siempre con un lazarillo/Y un tango nostálgico entonar.

Ahora, ni boliche, ni Catulín/Ni la barra que solía concurrir/Piantaron junto al viejo del violín a hacerle compañía a Discepolín

Muchos jóvenes pasarán/Por Loria y San Juan, ignorarán/Que ahí, en Carpintero, Cátulo y Julián/Junto al quía y Sebastián, hicieron el arrabal

Fuiste mi parada, parada inicial/Con Cátulo, Sebastián y el tano Julián/Y yo soy Homero Nicolás, /El Barba, para lo que guste mandar”

 

Ricardo Lopa

Información adicional

Categorías: Escritores y periodistas, Músicos, compositores y cantantes, Bares, Café, Cosas que ya no están, Tango
Palabras claves: Tango, compositores, café, periodistas, Carpintero

Año de referencia del artículo: 2020

 

Homero Manzi

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