El contra-discurso de un diario galaico de Buenos Aires a mediados de la década de 1940
La imagen social del emigrante gallego en la Argentina ha merecido últimamente (y creemos que seguirá haciéndolo) el interés de los investigadores sociales.
Lejos de la intención omnicomprensiva de obras de más largo aliento, nuestra propuesta es la de indagar aquí una de las consecuencias puntuales de la llegada masiva de gentes de Galicia a nuestro país: en un tiempo y un lugar acotados (Buenos Aires a mediados de la década de 1940). Verificaremos las continuidades y mutaciones del contradiscurso que, como reacción al estereotipo negativo imperante en la sociedad porteña, elaboró la elite intelectual y política de la colonia gallega de esta ciudad en las primeras décadas del siglo XX. Para ello hemos tomado el periódico gallego El Orensano, editado entre 1944 y 1945 por el Centro Orensano de Buenos Aires, examinándolo de acuerdo con la línea interpretativa que el historiador gallego Xosé Manoel Núñez Seixas fijara en su último libro (O inmigrante imaginario) y en anteriores trabajos.1
Algo sobre el asociacionismo gallego en Buenos Aires
Al llegar a Buenos Aires los gallegos pasaron a constituir un nuevo grupo étnico dotado de una identidad cultural propia, aún cuando al mismo tiempo se convirtieron en sujetos de cambio a partir del contacto con la sociedad porteña y su cultura, tanto la criolla como la de los otros colectivos inmigrantes que allí se establecieron. No conocieron una segregación espacial al estilo de las “pequeñas Italias” del caso estadounidense, pero tampoco fue su mezcla e integración con los otros grupos humanos de Buenos Aires un obstáculo para la creación de un amplísimo universo de sociedades. Desarrollando prácticamente todas las posibilidades de sociabilidad étnica y combinando la procedencia geográfica (regional, provincial, comarcal o parroquial) con los particulares objetivos que cada institución perseguía (mutualistas, médicos, benéficos, culturales, recreativos, deportivos, etc.), estas asociaciones jugaron un rol fundamental en la conservación de la identidad cultural gallega de la colonia rioplatense, constituyendo un importante ámbito de socialización de los inmigrantes, en el que se consolidaron aquellos mismos vínculos de paisanaje que habían motorizado su aparición, y que facilitaron, al mismo tiempo, la inserción social del inmigrante y el reforzamiento de su identidad cultural.
Pero, además, desde sus más tempranos días, las asociaciones (sin importar las dimensiones generalmente modestas de las mismas) constituyeron el medio para adquirir, desde sus organismos de dirección, prestigio social dentro de la colectividad o de cara al exterior.
Tras la larga interrupción de los flujos inmigratorios que se extendió entre 1930 y 1948,2 una nueva oleada de inmigrantes llegará para incorporarse al tejido societario preexistente, revitalizando su funcionamiento y vida interna. Sin embargo, en lo que atañe a las elites societarias, desde mucho antes de la reanudación de aquellos flujos, un importante número de exiliados galleguistas3 y republicanos habían recalado ya en el seno de las mismas, insertándose entre sus comisiones directivas y dinamizando su funcionamiento, en particular en todo lo que atañe a su compromiso político republicano y/o galleguista y al ámbito cultural.
El Centro Orensano y su órgano de prensa
Nacido en 1941 como consecuencia de la unión de varias sociedades microterritoriales de la provincia de Ourense, el Centro Orensano se convirtió en el lugar donde arribaron algunos de los más significativos representantes de la intelectualidad gallega exiliada, incluyendo a la figura máxima del nacionalismo gallego, Alfonso Daniel Rodríguez Castelao (Rianxo, 1886 – Buenos Aires, 1950).
Los miembros de dicho Centro persiguieron, aún en contra de los intereses de la Federación de Sociedades Gallegas, una política tendiente a crear una única asociación gallega que fuese capaz de llenar el vacío cultural y político dejado por el Centro Gallego de Buenos Aires (la gran institución mutualista de la colectividad en la Argentina). Con tal objetivo en mente el ala galleguista de la Federación planteó como paso intermedio la creación de centros provinciales que agrupasen a las sociedades de una misma provincia. Esta actitud chocó con la orientación mayoritaria de la Federación y condujo finalmente a la ruptura entre ambas instituciones y, consecuentemente, a que el nuevo Centro dejase de participar en la edición del periódico federal (Galicia) y sacase de prensa su propio órgano periodístico: El Orensano.
Fue esta una publicación de aparición quincenal que abarcó 28 números entre noviembre de 1944 y diciembre de 1945, fecha en la que fue sucedido por Opinión Gallega.4 Editada en forma bilingüe, fue el dirigente Rodolfo Prada su director, y en ella colaboraron notables personalidades del galleguismo y del republicanismo, tanto del exiliado como del que quedó en Galicia tras la Guerra Civil; a los ya nombrados Castelao y Prada cabe agregar los nombres de Ramón Otero Pedrayo, Xosé Filgueira Valverde, Moisés da Presa, Vázquez da Xesta, Antón Alonso Ríos, Gumersindo Sánchez Guisande, Xosé Núnez Búa, etcétera. Desde sus páginas, además de informar sobre la labor societaria de la entidad editora y de la situación de la colectividad gallega en general, se debatió acerca del mencionado enfrentamiento con la Federación de Sociedades Gallegas por la unión de las sociedades microterritoriales en centros provinciales y se siguió con atención la evolución de la política internacional (en particular de todo aquello que pudiese contribuir a la caída del régimen de Francisco Franco). Numerosos artículos sobre la historia, geografía y cultura de la provincia de Ourense y de Galicia en general, junto a diversas colaboraciones literarias, completan el contenido de esta publicación.5
El estereotipo del inmigrante gallego y su contra-imagen a comienzos del siglo XX
Como Núñez Seixas ha explicado, el estereotipo negativo que tiñó a la condición de natural de Galicia data de tiempos antiguos. De hecho el uso peyorativo del gentilicio gallego puede rastrearse en el Río de la Plata ya en los tiempos tardocoloniales.
Esta connotación despectiva no sólo continuó vigente a lo largo del siglo XIX sino que, en el transcurso de los últimos años de aquella centuria y los primeros de la siguiente, la llegada masiva de inmigrantes galaicos (en su gran mayoría campesinos analfabetos o semianalfabetos) provocó una reactualización de los antiguos tópicos despectivos y, sobre todo, una renovada capacidad de verosimilitud. Además de ser muchos y poco preparados, los gallegos, al desempeñar toda una serie de ocupaciones en el sector terciario urbano de gran exposición al público, se hacían notar aún más. En virtud de esto la presencia del inmigrante gallego sufrió una verdadera amplificación en las representaciones teatrales, caricaturas, etcétera, en donde se lo mostraba como un ser ingenuo, tosco e inculto, aunque también muy trabajador y ahorrador hasta el extremo, pleno de bonhomía y carente de maldad.
Cabe aclarar que aunque los gallegos no constituyeron el único colectivo étnico que sufrió las burlas de la sociedad argentina (ni tampoco fue necesariamente el menos valorado), muy probablemente se trató del único que se sintió agraviado y despreciado colectivamente por partida doble, tanto por los argentinos como por el resto de sus teóricos compatriotas españoles. Esto pone de manifiesto en el hecho de que de vez en cuando también la prensa de otras colectividades ibéricas era acusada de expresar ofensas contra los gallegos, y en varias oportunidades se responsabiliza al resto de los inmigrantes españoles —en particular los castellanos— de ser los culpables del esparcimiento en las sociedades hispanoamericanas de las imágenes despectivas de los inmigrantes procedentes de Galicia. En cualquier caso, parece evidente que muchas de aquellas imágenes estereotipadas sobre los gallegos acabaron siendo apropiadas por un amplio porcentaje de aquellos mismos inmigrantes galaicos. Tal conducta provocaba a veces la reacción de las elites y los sectores políticamente más concientizados, no obstante lo cual —como veremos— la situación de principios del siglo XX parece perdurar a comienzos de la década de 1940.
Por otra parte, no debe pasarse por alto el hecho de que en ocasiones las elites de la colectividad instrumentalizaran (incluso magnificándolo) ese sentimiento de victimismo como eje temático de los discursos ideológicos alternativos orientados de cara al liderazgo de la colonia gallega y a su autoafirmación frente al exterior. Estas elaboraron, en consecuencia, un mensaje sustitutorio y autojustificador, una imagen del buen inmigrante que, si por un lado tenía como fin el facilitar la inserción de los recién llegados, indirectamente debía ensalzar también el papel de los inmigrantes ya establecidos con anterioridad como elites intermediarias. Para Núñez Seixas, aquel buen inmigrante gallego venia ser un trabajador constante, esforzado, frugal, honrado, modesto, humilde e implícitamente sumiso.6
Sin embargo, como el mismo autor pone de relieve, lo que las a veces duras reacciones de la prensa gallega en la Argentina reflejan frente a las esporádicas manifestaciones de menosprecio hacia sus connacionales por parte de la prensa o personalidades argentinas es, sobretodo, una evidente hipersensibilidad basada en un estado de opinión colectivo de soterrada y a la vez persistente minusvaloración afectiva. Por ello, cuando por parte argentina tenía lugar un reconocimiento a la calidad e importancia de la aportación gallega a la construcción de la nación, la reacción de las elites no podía ser más efusiva.7 Estas reacciones hipersensibles denotaban la importancia que los emigrantes en general, y no solo la elite, otorgaban a la defensa del buen nombre de Galicia (y para la mayoría de ellos, por extensión, de España) como modo de contrarrestar los prejuicios negativos asociados al gentilicio gallego.
Para rebatir los argumentos que hacían hincapié en su ignorancia e inutilidad, la elite de la colectividad gallega apuntó desde principios del siglo XX a una reivindicación de aquella como “punta de lanza” de la defensa de una hispanidad supuestamente amenazada en la Argentina por la marea de inmigrantes italianos. Según esta construcción intelectual, los inmigrantes gallegos serían quienes más habían contribuido a la “reespañolización” de Buenos Aires en un sentido cultural y lingüístico, exaltando de paso el origen común que uniría a gallegos (y españoles) con el pueblo argentino.8
Pero más allá de las esporádicas querellas con los italianos, lo usual no era el ataque sino la autoalabanza de las propias glorias y virtudes, resaltando las particulares contribuciones de Galicia a la historia, ciencia o progreso de España o América, exaltando a los personajes gallegos que alcanzaban notoriedad, sin que importara mucho su adscripción político-ideológica o cultural (excepción hecha con aquellos de filiación anarquista). La imagen de hombre de origen humilde pero que se hace a sí mismo y triunfa merced a su tesón, aplicación y esfuerzo pretendió mostrar, de un modo que a veces rayó en lo obsesivo, que los gallegos no eran tan ignorantes como los querían hacer aparecer en los estereotipos populares. Sin embargo, no sólo la exposición de los triunfos individuales era importante; también lo era mostrar su valía de modo colectivo y visible, a través de las instituciones étnicas y mediante la ejemplar actuación mutualista y cultural de las mismas. Una estrategia complementaria consistió en la revalorización del papel de los gallegos en la Historia argentina a partir de la apelación de aquellos episodios poco conflictivos con la mitología histórica del país.9
La vigencia del estereotipo negativo y la “minusvaloración afectiva”
Si bien se trata de una mención aislada, puede ser sintomático de la valoración de la condición del gallego en la esfera pública porteña a mediados de la década de 1940 un incidente ocurrido en febrero de 1945, en ocasión de una velada artística organizada por el Centro Orensano. El cronista de la misma comenta amargamente la actuación de la actriz que protagonizaba la obra porque ésta, a despecho del lugar en donde se hallaba, habría imitado “a aquellos interpretes que recurren a una ridiculización de personajes típicos para hacer triunfar sus cualidades artísticas”.10 Aún cuando desconocemos el contenido de su actuación, podemos suponer que la artista, quizás confiada por la aceptación que le dispensaran en otros ámbitos semejantes, cediera a la tentación de corporizar alguno de las populares machiettas del género chico porteño en las que los gallegos aparecían representados de un modo burlesco. En consecuencia, es posible presumir que el blanco final de las invectivas del comentarista fueran Niní Marshall y su célebre personaje Cándida.
Esta vigencia del estereotipo negativo asociado a la condición de gallego se corresponde tanto con la perduración de un sentimiento colectivo de ser objeto de un aprecio menor al debido, como con el deseo de revertir tal situación. Ello se trasluce en las invocaciones a una supuesta obligación de los gallegos de realizar un esfuerzo conjunto que permita dar a conocer a la sociedad de acogida los valores culturales de Galicia y su aportación a la civilización española y europea, a fin de que se los conozca mejor y se los aprecie más. Es, por ejemplo, lo que sucede cuando en medio de un discurso pletórico de alabanzas a la tierra que posibilitó su triunfo individual y el progreso de la sociedad que presidiera, el orador deja aflorar, sin embargo, un cierto resentimiento ante el trato recibido: “Empezamos la nueva vida en el taller, en la fábrica o en la casa de comercio y éramos el muchacho gallego que tenía que hacer los quehaceres más modestos y pesados, pues creían que solo éramos aptos para ser burros de carga”.11 La misma persona insiste apenas unas líneas más adelante en la necesidad de demostrar lo que valen los gallegos no ya frente a los argentinos sino ante la misma progenie nacida en el nuevo hogar:
“Nuestro Centro no tendría razón de existir si no realizase una labor cultural (…) que nos honre como gallegos y que sirva para que nuestros hijos argentinos se sientan honrados de haber tenido padres gallegos”.12
Presumiendo entonces tanto la continuidad del sentimiento de minusvaloración afectiva como del estereotipo negativo asociado a la condición de ser gallego, corresponde indagar ahora cuál fue la respuesta articulada por la elite del Centro Orensano desde las páginas de su publicación.
La imagen del gallego y del “buen inmigrante” en El Orensano
Las páginas de El Orensano, como corresponde al órgano de sociedad desde la que se impulsa una política galleguista explícita y militante, están colmadas de artículos, comentarios y reproducciones de textos en los que la condición de gallego y/o de emigrante gallego —en Argentina o América en general— se halla adornada por una serie de características positivas que, con algunas modificaciones que no carecen de relevancia, prolongan las líneas generales de aquella contra-imagen elaborada por la élite de la colectividad a principios del siglo XX.
Un artículo aparecido en noviembre de 1944, en el que comentan los pormenores del estreno en Buenos Aires de una pieza de teatro en gallego, alude a la sencillez, bondad, picardía e intuición que caracterizarían al paisano galaico, en tanto que el editorial publicado en la misma fecha alaba su laboriosidad, constancia, honradez y humildad, acervo de las virtudes gallegas para su autor. Es cierto que se hace referencia también a la tozudez, la desconfianza y el excesivo individualismo como rasgos propios del natural de Galicia, pero en todos los casos se invierte la carga negativa de dichos rasgos transformándolos en actitudes útiles frente a las amenazas de terceras personas.
En otros casos se apela a la utilización de lo que podríamos llamar “citas de autoridad” para transmitir una imagen favorable del gallego que va más lejos de los tópicos acuñados por la élite societaria a comienzos de la centuria. Es lo que ocurre cuando se reproducen fragmentos de la Geografía de la Provincia de Orense (editada en la década de 1920) del intelectual nacionalista Vicente Risco, que caracteriza a sus paisanos no sólo como trabajadores y afables, sino también como personas serias y alegres a la vez, extremadamente hospitalarios, amantes de lo novedoso antes que tradicionalistas y mentalmente superiores. Del mismo modo, se reproducen las opiniones de Manuel Blasco Garzón, un andaluz que fuera embajador de la República Española en la Argentina durante la Guerra Civil, en el que se describe al gallego como poseedor de rasgos cuasi-líricos: un ser extremadamente sensible que percibe la belleza de la naturaleza que le rodea y la describe con encendidas y musicales palabras, aunque también capaz de refugiarse en el humorismo de raíz celta cuando lo aqueja una pena.
Pero si los casos antedichos aluden a la condición del gallego en general, otros se refieren sólo a la condición del buen inmigrante, como un notable párrafo que, refiriéndose a un ex-presidente del Centro Orensano, presenta al mismo como el acabado ejemplo del hombre humilde que se hace a si mismo:
“Llegó a la Argentina (…) lleno de fe y entusiasmo (…). Por toda fortuna traía sus brazos, su honradez, y su voluntad. Trabajador incansable, no le fue difícil por lo tanto encontrar tareas donde iniciar sus actividades. Su voluntad y dedicación a las mismas, lo hizo apreciar por todos aquellos para quienes trabajó. (…). Su voluntad es firme y tiene condiciones naturales para imponerse. Anhela independizarse y lo hace con audacia y decisión. (…).
Su lucha es la de muchos gallegos que llegaron a estas tierras, (…).
Con un notable esfuerzo de superación se impone en los negocios y supera todos los inconvenientes que se le pusieron delante”.13
Por otra parte, también la condición del gallego en tanto pueblo emigrante gana en El Orensano una fuerte presencia entre aquellos elementos que conforman la imagen positiva difundida por la elite societaria. Porque aún siendo el fenómeno emigratorio sujeto de opiniones encontradas en cuanto a su carácter positivo o negativo para Galicia, la condición del emigrante siempre es idealizada y transformada en un fenómeno constitutivo del ser gallego —en ocasiones hasta el punto de sostener que no es tanto la necesidad económica como un misterioso e irresistible afán de peregrinaje lo que impulsa al gallego fuera de su tierra—. Entonces, cuando por ejemplo llega desde Galicia la noticia de la muerte de la madre de Castelao (enero de 1945), la nota laudatoria de El Orensano destaca el hecho de que aquella, como auténtica mujer gallega, viviera la tristeza de ser viuda de ausentes y recorriera así el calvario de la emigración; del mismo modo, para Prada el poeta Curros Enríquez habría necesitado pasar por el trance de abandonar su tierra para mejor consustanciarse con el espíritu de su pueblo.
De un modo aislado se detectan también en este discurso menciones al valor y el patriotismo como virtudes propias del gallego.
Nación gallega, estado español
A diferencia de lo que hasta la década de 1920 fue un discurso prácticamente monolítico, en el que la nación gallega se incluía dentro de la española, contribuyendo con sus glorias a la grandeza de aquella, en el caso analizado la valoración positiva de la condición de gallego y la construcción de su identidad colectiva se fundamentan a través de un discurso que oscila entre el señalar las diferencias —no necesariamente excluyentes— que existen entre lo que es la Nación gallega y el Estado español, hasta una oposición tajante entre Galicia y el centralismo castellano-español. Como consecuencia, nos encontramos ante una heterogénea cantidad de opiniones donde, en principio, parecen caber tanto las apelaciones a una nación española como los llamamientos a que los gallegos sean ante todo gallegos y nada más que gallegos. Sin embargo, al aguzar la mirada es posible ver cómo en realidad las alusiones a la nación española / pueblo español, no conciben a una u otro como unidad orgánica sino como el heterogéneo elemento humano que habita el territorio de un estado plurinacional. Además, en ocasiones los autores de aquellos textos en los que aparecen alusiones al pueblo español no son personalidades no-gallegas del republicanismo español, a las que presumiblemente se da voz debido al clima de entendimiento que entonces reinaba entre republicanos y galleguistas. Es este clima el que, al mismo tiempo que permite que a veces la bandera tricolor de la República comparta un primer lugar simbólico junto a la gallega o que el Centro Orensano celebre una fecha tan inequívocamente españolista como la del llamado “Día de la Raza”, genera la aparición de párrafos conceptualmente algo confusos pero significativos:
“Cuando vibran nuestros sentimientos más íntimos (…) Patria es aquel rincón donde hemos nacido (…) es nuestro suelo gallego. [Pero] cuando pensamos en el Estado, (…), en la organización del país como nación, Patria para nosotros es la República Española, República que queremos sea federal, para que nuestra Patria del corazón tenga cabida dentro de ella, ocupando el lugar que le corresponde por el derecho que le dan su cultura, su economía, sus características geográficas, su idioma, su historia…”.14
Entonces, la una y el otro no se presentan como figuras necesariamente antinómicas: por el contrario, en la coyuntura política del exilio de 1944-1945 se pondrá el acento en verlas compatibles.
Ahora bien, lo anterior no constituye sin embargo obstáculo alguno para que la identidad diferenciada de Galicia sea remarcada a través de un omnipresente despliegue de editoriales, manifiestos, relatos, poesías, etc., que, en última instancia, conllevan la justificación de la existencia del germen de autogobierno encarnado por el Consello de Galiza, organismo fideicomisario de la soberanía gallega constituido en 1944 por algunos de los diputados gallegos electos en las elecciones de 1936 (las últimas antes de la Guerra Civil), que pese a no seguir una línea independentista, defiende la conformación de una “República Federal Española” o una “Federación de Pueblos Ibéricos”, donde Galicia pueda engarzarse en igualdad de condiciones con las demás naciones de la Península.
Los “factores objetivos” de la nacionalidad gallega
Este discurso, que defiende una identidad nacional gallega diferenciada de los demás pueblos de la península, se apoya en toda una serie de los que el historiador Eric Hobsbawm denomina “factores objetivos” de nación.15 Galicia es una entidad perfectamente definida porque “constituye un grupo humano étnicamente diferenciado, que cubre un territorio con economía también especial, que habla una lengua propia y que rige su vida moral y física por tradiciones y costumbres peculiares”, 16 además de poseer, cuando menos desde los tiempos de la Gallaecia romana, sólidas y diferenciadas bases históricas.
En consecuencia, etnicidad, territorio, economía, cultura material, cultura inmaterial —principalmente la lengua y las tradiciones— e historia son los elementos a los que se apela una y otra vez, remarcando en cada ocasión las bondades que entrañan y el necesario orgullo que la pertenencia a la nación gallega debieran provocar.
Ciertamente, las repetidas apelaciones a tales elementos —desplegados mediante sucesivas “lecciones” que retoman y amplían las enseñanzas de las anteriores— hace pensar que sus adalides no debían estar muy confiados en el grado de convencimiento que tales ideas generaban entre sus lectores…
Como antaño, parece claro que entre todos los elementos etnoculturales que conformarían la nacionalidad gallega la lengua es aquel que se considera fundamental. A fin de darle a la misma mayor lustre se apela a las opiniones laudatorias que en cualquier tiempo le hubieran dedicado propios y extraños,17 se afirma su carácter de idioma milenario —rechazando la caracterización del mismo como dialecto— la pureza que denotan sus fuertes reminiscencias latinas, la paternidad que le cabe del portugués, el ascendiente que antaño ejerció sobre el castellano, y el extraordinario porvenir que le aguarda, porque el parentesco con el idioma ruso y la apelación al concepto de lengua galaico-portuguesa permite subrayar la importancia espacial y humana de la lengua gallega.18
Asimismo, mediante esta línea argumentativa se defiende un concepto de Hispanismo no-castellanocéntrico, en el que el idioma gallego —o galaicoportugués— reclama una significativa porción gloria.
Otros elementos de la cultura inmaterial que conformarían una parte importante de la identidad diferencial del pueblo gallego son los sentimientos de la saudade y la morriña, entendidos como el resultado de la íntima comunión del hombre y del paisaje, además de la aspiración de retornar a la tierra de origen.
De la misma manera, a fin de exaltar la organización social y económica de Galicia, se evocan favorablemente el régimen de aparcería, las costumbres matrimoniales, las formas de sociabilidad familiar, la indumentaria popular y la industria textil campesina, las festividades tradicionales, la música y los instrumentos, los cantos y los bailes, elementos, todos ellos, que no sólo aportan una imagen de la especificidad del pueblo gallego, sino también la de una sociedad ideal basada en la solidaridad y en el uso racional de los recursos materiales y humanos.
Los gallegos y la Argentina
Continuando con la ya “clásica” estrategia discursiva consistente en ensalzar a la Argentina y al mismo tiempo forjar una genealogía compartida entre la colonia inmigrante y el país de acogida, las paginas de El Orensano rescatan múltiples contribuciones de los gallegos a la Historia y el progreso del país, así como aquellos juicios elogiosos que en el presente o en el pasado se hicieran sobre Galicia y sus naturales por algún prócer argentino, personalidad de la política o la cultura del país o, en definitiva, cualquier personaje destacado de la Argentina o el extranjero.
Dentro del primero de los aspectos señalados —el de los elogios a la Argentina— destacan la caracterización del país austral en términos de una gran nación devenida para los gallegos en “segunda patria” generosa, a la que del otro lado del océano se guardaría un culto especial por el hecho de que la prosperidad de sus hijos allí establecidos repercutiera favorablemente en muchos hogares gallegos.19
Lógicamente los comentarios de este tenor abundan en la cercanía de las fechas patrias argentinas —puntualmente conmemoradas por los miembros del Centro Orensano, aunque en esto no se diferenciaban del resto de la colectividad gallega o de otros colectivos inmigrantes—: en ellas el hecho de que el surgimiento del nuevo país fuera la consecuencia de una guerra de insurgencia queda oculto por el acento que se pone en el sentido republicano y anti-tiránico de la lucha independentista. Así, en ocasión de una conmemoración de los hechos del 9 de julio de 1816 leemos:
“El hecho histórico que se conmemora en este día (…) no podía pasar desapercibido para nosotros que admiramos, al igual que los propios argentinos, los esfuerzos y sinsabores de los patriotas que supieron forjar la independencia de este país [por lo cual] en el primer minuto del día, las notas del Himno Nacional [argentino] hicieron vibrar de emoción a todos los asistentes [y así] nuestro Centro ha querido con esta fiesta saludar al gran pueblo Argentino, por intermedio de sus socios argentinos, y recordar como ellos y con la misma veneración, el respeto que le infunden las figuras de sus próceres, los grandes patriotas que han sabido conquistar la libertad de este gran pueblo”.20
Pero al mismo tiempo estas evocaciones abren la posibilidad de que se recuerde el papel que los gallegos jugaron en la Historia argentina y en la conquista de su grandeza.
Castelao, por ejemplo, señala “el esfuerzo de mis coterráneos en la eclosión y desarrollo de vuestra nacionalidad y en el alumbramiento de vuestras riquezas”,21 mientras un número cercano al aniversario de la “Revolución de Mayo” recuerda que “a ti [Argentina] te dieron [los gallegos emigrados], en prueba de su cariño, lo mejor que podían darte: su trabajo y sus hijos”.22
En esta línea no podía faltar la ya antigua apelación a la ascendencia gallega de Bernardino Rivadavia, a quien se dispensa un homenaje en el que, no obstante la participación como disertante de Enrique de Gándia —a la sazón secretario de la Academia Nacional de la Historia argentina— las alusiones a la condición de gallego del homenajeado corrieron a cargo de los galaicos organizadores del acto… En el afán por encontrar personajes gallegos o de progenie gallega compatibles con la historiografía nacional argentina se rescata a cualquier gallego del que se pueda probar que se plegó a la causa revolucionaria de 1810, aún cuando fuese una figura de segundo orden como Pedro Marote, vecino de la villa de Curuzú-Cuatiá que auxilió con su hacienda —no sabemos si de buen o de mal grado— al ejército que Manuel Belgrano conducía en dirección al Paraguay.
Y si los datos históricos de las frases encomiásticas a la Argentina y al papel que los gallegos jugaron y juegan en su grandeza no fueran suficiente para resaltar la comunión de ambas naciones, no faltarán los párrafos en los que dicho vínculo sea señalado de un modo ideal y poético:
“la Argentina es el país que Galicia tiene mas próximo en su conocimiento del mundo (…) [porque] después del descubrimiento de América se ha formado en el fondo del Océano un camino de esqueletos gallegos (…) como testimonio oculto y dramático de la unión con el nuevo mundo y sobre todo como vinculo mágico de nuestra devoción a la Argentina”.23
Con pluma ajena
Como ya señaláramos, no es menos importante en esta estrategia legitimadora dar a conocer las opiniones favorables que Galicia y los gallegos suscitaron en prominentes hombres argentinos o extranjeros: las alabanzas que Miguel de Unamuno prodiga a la belleza de la tierra, a las mujeres gallegas y a su antigua cultura; el comentario favorable con el que una revista cultural argentina celebra la participación de Manuel Colmeiro en una exposición marplatense; un artículo elogioso al pintor Carlos Maside; cada reconocimiento que el médico Gumersindo Sánchez Guisande reciba de parte de sus pares rioplatenses o por sus disertaciones en los ámbitos académicos argentinos; etc.
La mirada propia
Lógicamente, la reproducción de menciones foráneas a las personalidades gallegas que alcanzan notoriedad en la Argentina o el mundo no excluye el auto-elogio. Ello es particularmente habitual y no problemático respecto a las instituciones mutuales, de beneficencia, etc. de la colectividad, cuyos logros se constituyen en la mejor muestra de la capacidad de realización colectiva del grupo. Así, por ejemplo, se convoca a participar en aquellos eventos cuyo rédito económico sirve para que sus organizadores —los centros provinciales24— realicen “una labor de positivos meritos, que tienda a dignificarnos ante propios y extraños”.25 Sin embargo, la parte del león de los aplausos se los lleva el Centro Gallego de Buenos Aires, que con decenas de miles de socios es unánimemente considerado como el más acabado “ejemplo de laboriosidad, de constante esfuerzo de hombres modestos que (…) han sabido colocarla en la cumbre de sus similares”.26
Más complejo es, en cambio, cuando se trata de destacar a ciertas figuras individuales o hechos históricos, porque aún manteniéndose la actitud de resaltar la figura de los gallegos que hubieran sobresalido en cualquier época o lugar en las artes, las ciencias, la política, el comercio, la religión, etc., es posible verificar un mayor énfasis en los que se ve como adalides de la nación gallega, y/o aquellos que predicaron valores cercanos a los democráticos. Esto implica un evidente cambio de enfoque en relación con el discurso elaborado por la elite societaria a principios del siglo, y si bien muchos de los personajes gallegos individuales ponderados en El Orensano suponen una continuidad con aquel —Fray Martín Sarmiento, Fray Benito Jerónimo Feijoó, Manuel Murguía, Ramón del Valle-Inclán, Eduardo Pondal, Rosalía de Castro, Manuel Curros Enriquez, etc.—, también se producen relecturas del papel de algunos —Pardo de Cela— o la aparición de otros nuevos —Alexandre Bóveda.
Reinterpretando la historia de Galicia
Para las elites de la colectividad que a principios del siglo XX elaboraron un discurso alternativo al estereotipo negativo del gallego, la exaltación metódica de las glorias reales o míticas de la historia de Galicia implicaba también el engrandecimiento de la historia de España, porque lo que se reivindicaba era el destacado papel de aquella dentro de la nación española. Existe en tal sentido una diferencia de fondo respecto del recurso a la historia según se mire antes o después de la irrupción de los galleguistas en las diferentes sociedades de emigrantes y en sus órganos de prensa, porque desde el arribo de éstos comenzó a operarse un importante cambio de sentido en relación con esos acontecimientos históricos, semi-legendarios o legendarios del pasado gallego que, en última instancia, se orientaban en dirección a una suerte de “retorno” a los orígenes culturales y étnicos de la nación gallega, de modo que esta rechazase la asimilación cultural y se afirmara contra el “desprecio” de la sociedad receptora y el de sus teóricos “compatriotas” españoles.
Es cierto que en El Orensano muchos de sus artículos continúan siendo inocuos a la concepción de Galicia como parte integrante de la nación española.
Es lo que, por ejemplo, ocurre con la reproducción de los primeros capítulos de la fantasiosa Historia de Galicia de Benito Vicetto —en la que su autor concibe en clave bíblica los comienzos de la vida en Galicia—, de la carta que a este remite el historiador luso Alexandre Herculano —en donde se afirma que “el portugués no es sino un dialecto gallego”27—, de los diversos artículos que versan sobre los orígenes y la composición celta del pueblo gallego, de su heroica defensa ante la conquista romana, o de aquellos pasajes en los que el polígrafo Ramón Otero Pedrayo discurre sobre la originalidad e inmutabilidad de la conciencia gallega, o la perfecta individualidad cultural que Galicia debe a su pasado celta.
Sin embargo, estos mismos ejemplos, interpretados de un modo diferente, fácilmente podrían derivarse en un sentido nacionalista y resultar en la conformación de un par dicotómico del tipo Galicia / Castilla o Galicia / España. Eso es lo que de hecho ocurre con muchos casos antaño utilizados por la elite emigrante para la construcción de un discurso que contribuyera a la gloria de Galicia como parte de España, y ahora son reformulados en una clave estrictamente nacionalista, por ejemplo los episodios reales o legendarios de osada resistencia a las sucesivas invasiones romana, sueva o árabe.
La visión apologética de la historia gallega adopta entonces un sentido claramente anticentralista, anticastellano o, incluso, antiespañol, y se acusa a la política seguida por los reyes castellanos desde Isabel I de ser la culpable del fenómeno depresivo que “desconfiguró” al país hasta la depauperación de su fisonomía cultural y económica:
“Galicia ha sido la región más duramente sometida a la unidad política de la monarquía española y la más sacrificada por el centralismo administrativo y civil”.28
o bien
“las organizaciones docentes, políticas, económicas y religiosas del Estado español en Galicia, conspiran (…) para la destrucción de la unidad y costumbres de la vida gallega [siendo] su misión (…) cerca de nosotros (…) hacer que dejemos de ser quienes somos, que rompamos las unidades de nuestra vida personal y colectiva de pueblo (…) para mejor servicio del poder hegemónico de Castilla”.29
Desde esta perspectiva se ve a Galicia convertida por la fuerza en una tierra a la que se niega el derecho a usar su idioma, de la que el Estado solo se acuerda para expoliarla y que, como consecuencia de la pobreza que ello genera, se desangra en la emigración. Una emigración que, otra vez a causa de las inicuas condiciones de vida generadas por España, ni tan siquiera cuenta con una mínima preparación para afrontar el reto de construirse una vida lejos de su tierra:
“su lucha es la de muchos gallegos que llegaron a estas tierras [argentinas], faltos de una preparación elemental para hacer frente a la vida [porque] Galicia (…) es la cenicienta de la península Ibérica [y] solo se acuerdan de ella para sacarle todo lo que es posible: pero escuelas, pocas y malas”.30
Esta percepción de expolio y abandono no mejora tras la debacle de la monarquía en 1931, pues las instituciones republicanas españolas anteriores y posteriores a la Guerra Civil tampoco escapan a la crítica anticentralista. Al comentar la distribución del presupuesto del Estado en 1936 Castelao sostiene que “Galiza para o Estado español non é máis que unha vaca leiteira que ten o pesebre na nosa terra e os tetos en Madrid”,31 mientras Antón Alonso Ríos —que en 1936 fuera elegido diputado al parlamento de Madrid por el agrarismo de izquierda— comenta la política de la República en el exilio en términos que no dejan lugar a dudas: “los políticos centralistas, aunque se llamen republicanos, socialistas, anarquistas o comunistas, están mucho mas cerca de Franco que de nosotros (…) [porque] para ellos [solo] tiene que haber una política española: la castellana; una cultura española: la castellana”.32
El anti-castellanismo puede llegar a alcanzar en ocasiones altísimas, como en la poesía “Falan castelán” —publicada en febrero de 1945— en la que se asocia la lengua de Castilla con todo aquello que de dañino exista en la sociedad gallega: el cacique, el cobrador de impuestos, el cura, el “señorito” de la villa, el falangista, etc. Pero, como se desprende de la misma, no solo Castilla y el centralismo cargan con la responsabilidad de los males de Galicia: para Moisés da Presa la mayoría de los políticos gallegos contemporáneos están adscriptos a partidos políticos de nivel estatal que no atienden las necesidades gallegas y, consecuentemente, pecan de una gran desidia en lo que hace a sus deberes con su tierra natal:
“¿Que ocurre cun político galego cando chega a desempeñar o cárrego de ministro? ¿Aitoa como galego? Non. A soa situazón é a que compre a un político hespañol, non galego, e pol-o ao servizo dos chamados intereses nacionales, e xa sabemos por unha longa e desesperante eisperenz, que na órbita dos intereses nacionales (…) nunca entra Galiza”.33
Sin embargo, para la gente de El Orensano, a pesar del expolio centralista y de los gallegos desapegados que no atienden a las necesidades de su tierra, el Estado español no habría conseguido acabar con la personalidad histórica de Galicia, que continuó siendo ella misma, con sus virtudes y defectos. La pretendida superioridad cultural castellana se habría debilitado desde el momento en que surgieron hombres —los del llamado Rexurdimento gallego o la Xeracion Nós— que buceando en un glorioso pasado profetizaron —y prepararon— un porvenir luminoso para Galicia, basado en la reconquista de la libertad nacional. Además, aún cuando el plebiscito autonómico que los galleguistas —aliados con el Frente Popular español —ganaron en junio de 1936 había sido sepultado por el golpe de Estado de julio y las subsiguientes Guerra Civil y dictadura, bajo el amparo de la aparentemente favorable coyuntura de julio de 1945 la visión se cierra de manera optimista, anunciándose que el Día de la Patria Gallega de ese año (25 de julio34) sería el último del exilio, y tras él llegaría la conformación de la república federal española o la unión de todos los pueblos ibéricos en condiciones de igualdad.
¿Cuáles son los héroes o los acontecimientos en los que se apoya la nueva mirada sobre el devenir histórico de Galicia? Durante años la figura del Mariscal Pardo de Cela —símbolo de la resistencia al dominio castellano por su oposición a Isabel I de Castilla— encarnó la defensa de la personalidad histórica de Galicia. Pero ahora la suya es una imagen cuestionada:
“A figura de Pardo de Cela non ten pra nós os trazos que poideran facer d-el un heroi nazonal galego (…). Nós quixeramos ver o Mariscal recollendo as arelas d-os irmandiños i-aproveitando a forza inxente d-aquela eisplosón social pr-a arrancar a Galiza d-a servidume d-os reises de Castela e por fin a inicua esplotazón feudal. Mais non é este o caso”.35
Su figura se rescata entonces en tanto defensor de la independencia gallega frente al “imperialismo” castellano, pero eso no le alcanza para ser el héroe de los galleguistas democráticos de Buenos Aires porque, a diferencia de los Irmandiños,36 él también encarnaba el feudalismo gallego. Además, a su lado aparece ahora también la figura de quien fuera Secretario General del Partido Galeguista, Alexandre Bóveda, un mártir de nuevo cuño —fue fusilado por los franquistas en los primeros días del alzamiento— desprovisto de las ambivalencias del Mariscal, y al que se dedican diversos homenajes en el aniversario de asesinato. Pero también ocupan su lugar en el panteón del nacionalismo democrático personajes individuales como Antolín Faraldo, Alfredo Brañas y Prisciliano, o colectivos como los míticos defensores de los no menos míticos episodios de las numantinas defensas de la ciudad de Cinnania y el monte Medulio-, los discípulos de Prisciliano, los Irmandiños, los seguidores de Pardo de Cela, los que lucharon contra la invasión napoleónica en Vigo y Pontesampaio, los fusilados en Carral y, finalmente, aquellos que perdieron la vida como consecuencia del golpe militar del 36.
Esta exaltación sistemática de la Historia de Galicia en clave galleguista se complementa con una labor cultural que comporta una verdadera “galleguización” de las fiestas asociativas.
Si —como ha sostenido Núñez Seixas37-—las mismas constituyen uno de los indicadores indirectos de cuales son los sentimientos de identidad de los inmigrantes, debemos resaltar la importante presencia del elemento cultural gallego en muchas de las celebraciones, veladas, picnics, excursiones, audiciones radiofónicas, etc., organizados por el Centro Orensano o a las que su órgano de prensa da publicidad. Aunque en un número no despreciable de las mismas la composición de su repertorio es en conjunto heterogénea —los bailes típicos o la música gallega se desarrollan, por ejemplo, al lado de otros ritmos españoles o anglosajones— o incluso el elemento gallego sea por completo inexistente, se verifica en cualquier caso un importante esfuerzo por rescatar la música, la lengua o las danzas propias de Galicia e incluirlas en los momentos de esparcimiento de la masa societaria y no societaria. Además, en ocasiones señaladas, como durante el Día de Galicia de 1945 —25 de julio—, el componente cultural y artístico gallego ocupa el 100 % del repertorio de los actos desarrollados.
Como ya hemos podido observar más arriba, la cultura gallega se halla presente también en una importante cantidad de cuentos, poesías y relatos, en textos referidos a la historia, la geografía, la sociedad y la economía de Galicia, o la condición étnica del gallego, muchos de los cuales fueron publicados en lengua gallega o incluso —a fin de resaltar la comunión de ambos idiomas— en portugués. Finalmente, la mezcla de diversión y “adoctrinamiento” en clave galleguista que se promueve desde El Orensano se manifiesta también en la publicidad de la que goza la audición radial “Recordando a Galicia”, programa dirigido por la actriz Maruxa Boga y que, además del acompañamiento del actor galleguista Fernando Iglesias (“Tacholas”) y el famoso gaitero Dopazo, cuenta con la participación ocasional de importantes figuras del galleguismo político y cultural como Castelao, Prada, Eduardo Blanco-Amor, Colmeiro, etc.
Un paraíso en la Tierra
El paisaje gallego continúa siendo destacado en términos que lo describen de un modo completamente idealizado, como un paraíso terrenal. Para ellos se aprovechan, además de las opiniones laudatorias de los nativos, cuanto comentario favorable aquel hubiese despertado en los extranjeros que visitaran el país. Del mismo modo, son objeto de aplauso las grandes realizaciones arquitectónicas gallegas, como la catedral de Santiago de Compostela o el monasterio de Oseira en la provincia de Ourense. En este sentido, un camino paralelo es el de publicitar aquellas charlas o reuniones que otras instituciones gallegas organizaran teniendo como tema principal las bondades del paisaje galaico, las construcciones que lo adornan y la comunión entre el medio y la identidad del Pueblo gallego.
Sin embargo, la exaltación de la tierra y la arquitectura no se agota ahí, sino que sirve también para argumentar a propósito del latente potencial económico, industrial y turístico del país gallego:
“A través del paisaje variado y siempre nuevo, entre pinos, robles, castaños y viñedos se divisan blancas casitas de laboriosos pescadores, al lado de antiquísimas mansiones de señores feudales, grandes fabricas y talleres que representan riqueza industrial y progreso de un pueblo, mezcladas con hermosas capillas que son señales de fe de sus habitantes. (…). Es un desfile interminable de inmensos arenales y villas (…) poblaciones veraniegas, que en los días de estío son el refugio de muchas familias del interior. (…) En resumen, son las Rías Bajas el país ideal para el veraneo y el turismo a gran escala”.38
Conclusiones provisionales
El análisis de una fuente como El Orensano implica indudablemente una mirada sesgada a propósito de la imagen social del emigrante gallego en Buenos Aires, así como de la reacción de la elite de la colectividad ante la misma. Es incuestionable que el período de tiempo analizado es breve, pero también que no solo es necesario alargar los años de la pesquisa, sino también multiplicar el número y el tipo de fuentes. Está claro que este periódico reviste condiciones excepcionales por encontrarse entre sus redactores algunos de los mas señalados galleguistas de las tierras del Plata, lo que hace que sea bastante probable una importante distancia entre la mirada de esas elites y la visión o las expectativas de la masa no concientizada / politizada de la colectividad. Además, una cosa es tomar nota de las imágenes elaboradas por las elites intelectuales y societarias, y otra muy distinta aquilatar su impregnación entre el común de los inmigrantes gallegos. Sin embargo, aún teniendo en cuenta esos reparos —y otros muchos que aquí podrían hacerse— creemos posible arribar a unas mínimas conclusiones.
En primer lugar, el estereotipo negativo del gallego parece continuar vigente en la sociedad porteña.
En segundo lugar, al menos en lo que hace a los redactores de El Orensano, también la contra-imagen elaborada en las décadas anteriores continúa actuando, aunque por el camino perdió algún elemento distintivo y sufrió también mutaciones de importancia en otros. Respecto de lo primero, las alusiones al papel de los gallegos en la conquista de América han desaparecido por completo, lo mismo que la polémica con los italianos en relación a la pertenencia de Colón a una u otra nación. Pero más importante aún es que la matriz discursiva común de naturaleza prepolítica se ha politizado y, en consecuencia, las cualidades y virtudes de los gallegos ya no adornan a la nación española sino que son patrimonio exclusivo de los naturales de Galicia. Consecuentemente, la construcción en clave épica de la Historia gallega no contribuye a ensalzar a la española sino que, por el contrario, muchas veces los elementos más importantes y emotivos de la misma se dirigen justamente contra Castilla —o España— y sirven para marcar las fronteras del grupo étnico frente a esos otros.
En tercer lugar, la insistencia en la valoración y salvaguardia de las características culturales diferenciales de los gallegos —nominadamente la lengua y las tradiciones— parece indicar que, en realidad, la misma diluye muchos de sus rasgos específicos en el seno de la sociedad de acogida.
Bibliografía
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Notas
1. Este libro resume y ordena años de aguda investigación por parte de su autor sobre el tema de los estereotipos e imaginarios sobre y de los gallegos en la Argentina. Constituye en tal sentido un punto de partida ineludible para las investigaciones actuales o futuras sobre las visiones propias y ajenas acerca de los inmigrantes procedentes de aquel rincón de la Península Ibérica. X. M. Núñez Seixas, O inmigrante imaxinario. Estereotipos, representacións e identidades dos galegos na Arxentina (1880-1940), Santiago de Compostela: Universidade de Santiago de Compostela, 2002. Otros trabajos donde el autor aborda las características generales de la emigración gallega a la Argentina, el desarrollo de un sentimiento nacionalista gallego en el seno de esa colectividad, y las consecuencias que para la propia tierra de origen tuvo aquel tremendo desplazamiento de hombres, capitales, ideas y cosmovisiones, son: O galeguismo en América, 1879-1936, Sada: Eds. do Castro, 1992 ; Emigrantes, caciques e indianos, Vigo: Eds. Xerais, 1998 ; (ed.), La Galicia austral. La inmigración gallega en la Argentina, Buenos Aires: Biblos, 2001.
2. Debida, en primer lugar, a las repercusiones de la crisis económica de 1929 y a las subsecuentes políticas restrictivas a la entrada de extranjeros desarrolladas en la Argentina, luego a las sucesivas coyunturas de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial y, finalmente, a la política autárquica desarrollada por el régimen franquista en el Estado español.
3. Según la definición de Núñez Seixas, entendemos por “galleguismo” el conjunto de ideologías que, en un amplio arco que va desde el Regionalismo al Nacionalismo gallego en sus diferentes fases, coinciden en la afirmación de la personalidad y especificidad política y cultural de Galicia.
4. Editado conjuntamente por los centros Orensano y Pontevedrés y que, aunque de un modo irregular, apareció hasta mediados de la década de 1960.
5. V. Peña Saavedra (dir), Repertorio da prensa galega da emigración, Santiago de Compostela: Consello da Cultura Galega, 1998, pp. 167-169.
6. Núñez Seixas, op.cit., pp. 101-106.
7. Núñez Seixas, op.cit., pp. 110-113.
8. No deja de resultar curiosa esa aseveración que palmariamente pasaba por alto el hecho de que una buena parte de los inmigrantes gallegos poseían un dominio muy limitado del castellano en el momento de arribar a Buenos Aires.
9. En este sentido, es interesante observar que hasta hace muy poco tiempo el salón de entrada del Centro Gallego de Buenos Aires lucia un monolito con los nombres de aquellos naturales de Galicia que habrían ayudado a los patriotas argentinos durante las luchas por la independencia.
10. “Crónica societaria. Lo que fue nuestra velada extraordinaria”, [E]l [O]rensano, I: 24.2.1945, p. 2.
11. “El Homenaje a Don Claudio Fernández”, EO, I: 22, 8.9.1945, p. 2-3.
12. Ibid. p. 3.
13. “Un orensano ejemplar. Don Claudio Fernández”, EO, I: 17, 30.6.1945, p. 7. Véase también “El Homenaje a Don Claudio Fernández”, EO, I: 22, 8.9.1945, p. 2-3.
14. “Patria…”, EO, I: 5, 13.1.1945, p. 1.
15. E. Hobsbawm, Naciones y nacionalismos desde 1789 [1990], Barcelona: Crítica, 1998, p. 13.
16. Vid. “La nacionalidad gallega”, EO, I: 8, 24.2.1945, p. 1 y “El plebiscito gallego”, EO, I: 17, 30.6.1945, p. 1.
17. De ese modo se cita al Marqués de Santillana, Argote de Molina, Menéndez Pelayo, Menéndez Pidal, Julio Cejador, Teofilo Braga, Fitz Maurice Kelly, etc.
18. El área de la misma y su número de hablantes se extienden así más allá de los confines de Galicia y de las zonas gallego-hablantes de Asturias, León y Zamora, hasta incluir a Portugal, sus colonias y el Brasil.
19. Alusión a las importantes remesas monetarias que los emigrantes enviaron durante años a su tierra de origen.
20. “Crónica societaria. Conmemoración del 9 de Julio”, EO, I: 18, 14.7.1945, p. 2.
21. “Saludó a la Argentina”, EO, I: 2, 2.12.1944, p. 4.
22. “25 de Mayo de 1810”, EO, I: 14, 19.5.1945, p. 1.
23. “Saludó a la Argentina”, EO, I: 2, 2.12.1944, p. 4.
24. Además del Orensano, a mediados de la década de 1940 ya existían el Pontevedrés y el Lucence.
25. “Otra fiesta programada”, EO, I: 1, 14.11.1944, p. 4.
26. “Actividades programadas”, EO, I: 1, 14.11.1944, p. 4.
27. “Cristal del tiempo”, EO, I: 5, 13.1.1945, p. 2.
28. “Idiomas, usos y costumbres orensanas”. Recopilación de la Geografía de la Provincia de Orense por Vicente Risco”, EO, I: 5, 13.1.1945, p. 7.
29. Vazquez da Xesta, “Ollemos cara Galiza”, EO, I: 19, 25.7.1945, p. 2.
30. “Un orensano ejemplar. Don Claudio Fernández”, EO, I: 17, 30.6.1945, p. 7.
31. “Números cantan”, EO, I: 5, 13.1.1945, p. 1.
32. Antonio Alonso Ríos, “En el aniversario de la muerte del Mariscal Pardo de Cela”, EO, I: 3, 16.12.1944, pp. 5 y 6.
33. Moisés da Presa, “O noso deber de galegos…”, EO, I: 11, 7.4.1945, p. 3.
34. Fecha tradicional del Apóstol Santiago, también reconvertida por los galleguistas de celebración del patrono de España a fiesta nacional exclusivamente gallega.
35. Antonio Alonso Ríos, “En el aniversario de la muerte del Mariscal Pardo de Cela”, EO, I: 3, 16.12.1944, pp. 5 y 6.
36. Rebeldes anti-nobiliarios del siglo XV.
37. Vid. Núñez Seixas, O inmigrante imaxinario, p. 24.
38. Luis Lamas, “Un viaje por las Rias Bajas”, EO, I: 22, 8.9.1945, p. 8.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año V – N° 26 – Junio de 2004
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Oficios, Varón, Vida cívica, Actividad-Acción, Asociacionismo, Colectividades, Inmigración
Palabras claves: Gallego, cultura gallega
Año de referencia del artículo: 1945
Historias de la Ciudad. Año 5 Nro26