Poco se conoce de la vida y actuación de este importante fotógrafo de fines del siglo XIX y principios del XX, que documentó Buenos Aires a través su óptica costumbrista donde aparecen edificios, paisajes y personajes característicos de la historia de nuestra ciudad.
Introducción
Samuel Rimathé no se limitó sólo a Buenos Aires, recorrió todo el país con su equipo a cuestas fotografiando todo lo que consideró de interés. Testimonio de ello fue un mundo desconocido plasmado en álbumes que se conservan hoy en diversos museos y colecciones particulares, además de cientos de fotos sueltas y tarjetas postales que reproducen sus imágenes sin mencionarlo.
No obstante la importancia de su producción iconográfica, a excepción de su patria de origen, la mayoría de los datos biográficos aportados hasta ahora son erróneos. Que era suizo, no existían dudas pues el inconfundible blasón aparece reproducido en sus propagandas: “FOTOGRAFIA Y PINTURA. S. Rimathé. Calle Cuyo 858-864. Buenos Aires”. Angelitos, palomitas y dos escudos entrelazados, uno argentino y otro suizo, permiten afirman que se trataba de un artista de ese origen, aunque Paladino Jiménez en su importante obra “El Gaucho”, publicada en 1971, reproduce algunas de sus imágenes catalogándolo como francés.
Dice Paladino: “Así llegamos al año 1880, cuando aparece otro virtuoso de la fotografía gauchesca: es el francés Francisco Rimathè. Sus postales fueron famosas, sobrepasando su número el millar, con escenas del campo bonaerense y entrerriano, ciudad de Buenos Aires y otras regiones del país. Estaba su negocio ubicado en la calle Libertad al100. Su actuación abarca toda la década del ochenta”.
De Paladino toma estos datos Juan Gómez en su magnífica obra “La Fotografía en la Argentina” (1986), pero como a su vez tenía catalogadas notables fotografías testimoniales firmadas por S. Rímate, con domicilio en la calle Cuyo, atribuyó al francés actuación desde 1880 y al suizo desde 1899.
Correspondió al señor Sameer Makarius realizar en 1987, la primera exposición de vistas argentinas dedicadas exclusivamente a rescatar las imágenes de Rímate, fechando su actividad entre 1885 y 1910. Este autor brinda algunos datos más concretos sobre la identidad de este tan desconocido como admirado S. Rimathé. En primer lugar, aclara que se trata de una sola persona y que Francisco Rimathé simplemente no existe. Dedica también una larga disquisición sobre el escudo de Suiza para atribuirle esta nacionalidad y hasta encuentra en un trabajo de genealogía dos personas de este apellido radicadas en el siglo pasado en Zurcí, provenientes del pueblo de Zizers.
Makarius, además de editar un pequeño catálogo de la muestra, que se realizó en el entonces denominado “Centro Cultural Las Malvinas” de Florida 753, firma una nota dedicada a la misma en el diario Clarín del 22 de noviembre de 1987, donde reproduce algunas imágenes del artista, denominándolo acertadamente “el primer reportero gráfico de Buenos Aires”.
La misma exposición con el título de “S. Rimathé: Vistas fotográficas de la Argentina. 1885-1910” fue presentada en el Museo de la Fundación “Rómulo Raggio” entre el 1ª y 17 de junio de 1988. Rimathé para Makarius, era un suizo “que dejó en su trabajo el claro testimonio de su amor por esta tierra adoptiva; fue un verdadero pionero de la fotografía en la Argentina; fue el primero, vale la pena subrayarlo, que documentó, con sentido moderno y humano, a mendigos, lustrabotas, changadores, vendedores ambulantes y gente despueblo en su ambiente natural, sin embellecer ni maquillar la realidad. Fue además -continúa- un correcto y a veces brillante documentalista del país entero: del conventillo, del campo, de las ciudades y su gente en todos los aspectos de su vida cotidiana. Ante nuestra mirada siguen desfilando sus lavanderas, sus aguateros, los tranvías a caballo, la aduana de Taylor, la Casa de Inmigrantes, el viejo edificio del Congreso, la Catedral y tantas otras cosas”.
La incógnita de su nombre y de su vida
Por la misma época, Mario Grimaldi al presentar un audiovisual sobre la historia de las tarjetas postales, destacó la obra de Rimathé, señalando que a más de cien años de distancia, todavía se desconocía el nombre correspondiente a este artista.
La misteriosa letra “S”, fue finalmente descifrada por Abel Alexander. La vasta producción fotográfica, testimonio de la vida urbana y rural argentina de fines de siglo, reproducida desde entonces innumerables veces en libros, álbumes y tarjetas postales, tenía por primera vez nombre y apellido completo: Samuel Rimathé.
Sobre el particular, en un trabajo inédito que generosamente puso a nuestra disposición, Alexander no sólo descubre la personalidad del suizo, sino que lo ubica en el contexto de su época: “Podríamos afirmar, dice, que Rimathé perteneció a la tercera generación de aquellos profesionales de la cámara, cuya etapa inicial estuvo marcada por daguerrotipistas y ambrotipistas, siendo estos reemplazados hacia fines de la década de 1860 por los nuevos fotógrafos por el sistema negativo-positivo o placas húmedas al colodión, cuyas imágenes más difundidas fueron las “carte de visite” y los “portrait cabinet”, formatos de gran aceptación en el mundo del retrato mecánico”.
Las nuevas placas secas al gelatino bromuro permitieron a los fotógrafos superar la engorrosa tarea de preparar su propio material fotográfico y reemplazar los pesados laboratorios ambulantes, por los prácticos vidrios negativos previamente emulsionados.
Algunos salieron de sus recoletos aterieres para lanzarse a registrar vistas urbanas y rurales, y confeccionar álbumes documentando la realidad no sólo de la capital sino de lugares tan apartados como Misiones y la Patagonia, Entre Ríos y Corrientes, gauchos, indios y paisanos.
En esta tarea habían ya sobresalido entre otros, Esteban Gonnet, Benito Panunzi, Antonio Pozzo, Christiano Junior y los hermanos Boote. La colección de álbumes numerados de estos últimos tuvo una gran difusión en la Argentina y el exterior.
Alexander señala que Rimathé: “aborda a personajes marginales de la sociedad: lustrabotas, mendigos, atorrantes o trabajadores humildes como aguateros, changadores, vendedores y ambulantes y lo hace a plena luz, lejos de los estudios de toma, en los conventillos de inmigrantes, en la calle, en los mercados, el puerto, etcétera.”
Compartimos ampliamente estos conceptos y su juicio sobre el valor de este artista, cuando encuentra: “el mérito mayor en la obra de Rimathé, en sus fotografías sobre los ranchos de la campaña, los rodeos, tareas en el campo, las caravanas de altas carretas atravesando la pampa, galeras y diligencias, los saladeros y hasta el indio salvaje en sus toldos”.
No obstante, concluye su trabajo con esta desconsoladora confesión: “Se ignora la fecha de nacimiento y fallecimiento de Rimathé, así como su arribo a la Argentina procedente de la Suiza natal”.
Nuestra investigación sobre el tema
Artista imprescindible para la reconstrucción del pasado argentino, la extensa obra fotográfica de Rimathé, ha sido tan reproducida como ignorada su personalidad y confesamos que la tarea de investigar y rescatar su memoria, nos deparó momentos de íntima satisfacción.
Para iniciar el tema, debemos remontarnos al 31 de agosto de 1888. Ese día, dos pequeños barcos ingleses arriban al puerto de Buenos Aires, uno procedente de Liverpool y el otro de Southampton. En este último, denominado “Neva” llegaba por primera vez al país un joven que había estampado como datos filiatorios, que era suizo, soltero, de religión protestante y de profesión “Artiste. Photographia”.
En realidad, su nombre completo era Samuel Pablo Rimathé, hijo de Domingo y Julia Bann. Había nacido en La Spezia en 1863, pero ello no le daba la nacionalidad italiana; de acuerdo al “jus sanguinis” entonces vigente, era suizo como sus padres. Más tarde se naturalizó argentino.
Su tardío ingreso al país a fines de 1888, obliga a rever todas las cronologías que señalan a Rimathé actuando desde 1880 y a fechar la mayoría de su producción en la década siguiente, como veremos más adelante.
Radicado de jovencito en Buenos Aires, su actuación no debió tener mayor trascendencia, frente a la competencia de renombrados artistas veteranos de la fotografía que contaban con negocios establecidos y acreditados. En efecto, transcurre mucho tiempo sin que tengamos noticias de Samuel. Su nombre no aparece en ninguno de los avisos fotográficos de estos primeros años, aunque en 1890 documentó con su cámara diversos aspectos de la revolución de ese año; una fotografía suya mostrando rifleros radicales, ha sido ampliamente difundida.
Pero joven e inquieto no permaneció inactivo y a partir de entonces buscó nuevos rumbos en su profesión trasladándose al interior, donde a la par que sobrevivía realizando fotografías familiares y sociales, comprendió que el negocio importante era dar a conocer, sobre todo en el extranjero, tipos y costumbres de nuestra ciudad y campaña. Una de estas vistas tempranas lleva fecha del 7 de agosto de 1890.
Ese mismo mes, publica un aviso en La Prensa, ofreciendo en venta una cámara de nueve objetivos por 40 pesos, dando como domicilio Libertad 151. Este tipo de cámaras se utilizaba para la reproducción de unas denominadas “fotos estampillas”, tema técnico aún no muy bien estudiado.
Al año siguiente, con la misma dirección y el nombre de “Fotografía Rimathé”, solicita un impresor bueno señalando: “inútil presentarse si no es muy competente”, aviso que reitera unos días después.
De 1893 data un retrato de familia, donde posan los cuatro hijos de don Juan Alemann, tres con sus esposas y ocho nietos. Los Alemann, de origen suizo, mantenían cordiales relaciones con el artista, quien les reprodujo en su laboratorio antiguas fotos de familia tomadas en Suiza.
En julio de 1894 seguía en la misma dirección ofreciendo en venta una cámara de 40 por 50 para placa seca y colodio y otra de 13 por 18, de taller con objetivo “portrait”. La primera vuelve a ser ofrecida “barata” en marzo de 1895, especificando que se trata de una cámara de 40 por 50 de tres cuerpos.
Sin embargo, no serían sus retratos, tamaño “portrait cabinet”, los quele darían renombre. Aunque los escasos ejemplares conocidos hoy son de buena calidad, no pueden competir con la abundante producción de los fotógrafos contemporáneos, algunos excelentes retratistas de gabinete como Chute & Brooks, Freitas o Witcomb.
En esos años, según nos informa Alexander, cambió dos veces de dirección; en un retrato encontró impresa en negro en la parte inferior del cartón “Fotografía Rimathé. Calle Piedad 1921. Buenos Aires” y luego, sobreimpresa con un sello una nueva dirección: “Cangallo 666”.
En base a diversas guías consultadas, se ha podido reconstruir la cronología de sus estudios de fotografía, que sería la siguiente: 1890-95: Libertad 151 y luego, Piedad 1932; 1899: Cangallo 666; 1900: Cuyo 858-864; 1913: Salta 1921. Su último domicilio registrado en 1922, es el de Arenales 1433.
En 1898 lo encontramos en Cangallo 666, presentándose como “Fotógrafo de Vistas”, rubro al que había dedicado todos sus esfuerzos y que es el que le daría justa fama. Estas tomas le permitieron formar un importante “banco de imágenes” al mismo tiempo que constituyeron un magnífico negocio y justificaron ampliamente sus gastos de traslado y estadía a los diferentes lugares de nuestro país.
Ellas se reproducen profusamente en tarjetas postales, especialmente en series editadas por Guillermo Kraft y publicaciones como “La Ilustración Sudamericana”, o “Caras y Caretas”. De esta última revista fue corresponsal, cubriendo la visita del presidente brasileño Campos Salles a la Argentina en noviembre de 1900. De esta serie documental sobresalen las difíciles tomas nocturnas, que Rimathé resuelve con oficio. Cuarenta de estas vistas fueron reproducidas en fototipia por la Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, por cuenta de “Caras y Caretas”.
En ese año de 1900 publicita su “Taller especial para vistas de paisajes y arquitectura” y publica artísticas tomas de diversos lugares de la capital en la “Guía Ilustrada de Buenos Aires para el viajero en la República Argentina”, mostrando los edificios del Departamento Central de Policía, el Depósito de las Aguas Corrientes, el Cuartel de Caballería de Palermo, el lago del Parque 3 de Febrero, la Recoleta, el Parque Lezama, el Pabellón Argentino, Plaza Lavalle, Plaza Lorea, la Iglesia de Santa Cruz, la Escocesa de San Andrés, Colegio San José, Colegio del Sagrado Corazón, el edificio de La Prensa, el Banco Británico de la América del Sur, el Jockey Club, el Cementerio de la Chacarita, la Estación Once de Septiembre, etc.
Por la numeración de los álbumes de “Vistas Fotográficas” que conocemos hoy, contabilizamos 340 tomas, aunque ignoramos cuántas más fueron editadas. Hay álbumes de Rimathé en diversas bibliotecas, museos y colecciones particulares, y también cartones sueltos y simples fotografías sin soporte. Obra en nuestro poder un álbum de 48 tomas que aunque no lleva su firma, son de su autoría. Se titula “Vistas de Buenos Aires” y muchas fotografías son excelentes, pero en otras el estado de la emulsión es malo, desvaneciéndose las imágenes y extendiéndose manchas de óxido sobre la misma. Como fotógrafo, excepcional, como técnico de laboratorio, mediocre.
¿Cuántas fotografías realizó el artista viajero? En 1894, manifestaba que: “durante más de cuatro años había recorrido el país tomando vistas fotográficas, de paisajes y cuadros de costumbres, en lo que había invertido mucho tiempo y dinero, hasta poder coleccionar más de ochenta mil vistas, artísticamente tomadas, con las que había formado un álbum que había puesto a la venta en distintas fotografías”.
Tuvo éxito en esta tarea y aunque la cantidad de ochenta mil vistas nos parece exagerada, sus álbumes de tomas bien realizadas que mostraban tipos populares, edificios y paisajes, tuvieron muy pronto una gran demanda y Rimathé los daba en consignación para su venta a distintas firmas de la capital.
En 1900, estaba instalado en Cuyo 851 al 64 con el teléfono 521, Central. Un extenso aviso de “La Ilustración Sudamericana” nos informa: “Fotografía Rimathé. Estudio de retratos. Cuadros al lápiz, Acuarela, Oleo, Pastel. Copias de planos en azul y líneas negras, copias en tela. Fotografías arquitectónicas de Fábricas, etc. Cualquier trabajo de aficionado se mejora y concluye con esmero y arte. Aumentos platinos. Por Liquidación: Gran surtido de vistas del país, a precios reducidos”.
El plagio de los álbumes
La liquidación de sus vistas “a precios reducidos” tenía una explicación. Con la aparición de la fotografía sobre papel de copias múltiples, muchas fotos se copiaban y reproducían entonces, o de inspiración para realizar dibujos y litografías. Este robo de imágenes ajenas no era inédito en nuestro país y en el exterior y la variada y rica obra de Rimathé no constituyó una excepción. Por entonces no existían leyes de propiedad intelectual o artística y muy pronto, sus álbumes fueron copiados y vendidos a precios más bajos que los originales.
El artista suizo se consideró seriamente perjudicado y recurrió a los tribunales, pero el resultado no le fue satisfactorio y sus fotografías siguieron siendo copiadas y reproducidas, ante la impotencia de su autor. Ello explica su decisión de abaratar su precio.
La cuestión se inició en 1894. Enterado Samuel Rimathé de esta competencia desleal, decidió entablar demanda contra uno de los plagiarios, la firma Guillermo Bremen y Compañía, conocidos editores de libros, ante el Juzgado Civil del Dr. Alberto Centeno. La sentencia que recayó en esta oportunidad es una valiosísima pieza documental y nos ilustra sobre el pensamiento de los juristas de la época para resolver el caso “Rimathé contra Bremer”, dos importantes cuestiones: “si la fotografía es arte o industria, y en último caso, si los trabajos fotográficos se pueden reproducir libremente”. Nos extenderemos en algunos detalles, por la sorprendente actualidad del tema.
Rimathé señalaba en la demanda, “que los señores Bremen y Cia. habían reproducido sus vistas por medio de la fototipia, vendiendo el artículo a menor precio del suyo, con lo que le han causado los perjuicios porque demanda”. Solicitaba se los condenara al pago de una indemnización por los daños y perjuicios causados por estas reproducciones, se les prohibiera hacerlas y venderlas en el futuro.
No había en nuestro país mayor jurisprudencia sobre el tema y en tal sentido el juez apeló a la experiencia extranjera, informándose sobre problemas similares ocurridos en Francia, como veremos más adelante.
El doctor Centeno señalaba en su sentencia, que aunque los demandados practicaron un acto prohibido al reproducir los álbumes de vistas fotográficas que don Samuel les entregaba en consignación, para lucrar con su venta, no existía “comprobación de los demás recaudos necesarios para fundar una condenación por daños y perjuicios”.
Los abogados de los señores Bremen y Compañía alegaban “que el fotógrafo no goza del privilegio exclusivo de la reproducción de sus obras con que nuestra ley fundamental, la doctrina y las legislaciones, protegen la propiedad artística y la propiedad industrial”.
Al apoyar este criterio, el juez criticaba una resolución de la Corte de Casación francesa, con motivo de la reproducción de unos retratos del conde de Cavour y de Lord Palmerston, editados por el famoso fotógrafo francés Meyer. Dicho tribunal declaró: “que la obra podía considerarse artística, en razón de la habilidad y buen gusto del fotógrafo, en la preparación de los fondos, distribución de los objetos, luces, colores, etc.”
Pero el doctor Centeno no compartía esta jurisprudencia y señalaba que, aún cuando no puede desconocerse la habilidad del fotógrafo y su gusto artístico, ello importaba establecer una doctrina ecléctica de suyo peligrosa, desde que dejaba librado al criterio de los tribunales, que carecen de competencia especial al efecto, una cuestión de gusto, que es materia de crítica y en que las apreciaciones pueden ser tan distintas o variadas”.
Para el juez argentino “un fotógrafo, si bien puede ser un industrial más o menos hábil, no es artista”. Aunque Rimathé como propietario de los negativos no los había facilitado a los demandados, “es exacto que la parte actora carece del privilegio que le confiere la propiedad artística o industrial”, de ello se deduce que los demandados, si bien no han comprado o adquirido el dominio, “han usado o se han servido de la colección de negativos pertenecientes al actor” sin estar “autorizados para aprovechar de ellos, reproduciéndoles indirectamente, porque como se ha dicho, ello importaría servirse de lo ajeno, ya sea con perjuicio del dueño o sin él”.
Pero acota que ello no ha causado daños al demandante. “El señor Rimathé, opina en la demanda, que el perjuicio consisten haberle impedido la venta de sus vistas fotográficas por haber vendido a más bajo precio las vistas indebidamente reproducidas”. Según afirmaba el juez, los álbumes de vistas eran de muy distinta calidad y por simple comparación obsevaba que el original era de mucho más valor que el otro.
Por esta razón, decía, sólo personas expertas pueden justificar si “la colección reproducida ha excluido o podido excluir de la venta a la de los demandados, demostrándose así la competencia perjudicial”. Faltando pues, “la demostración de la existencia de perjuicios”, concluye:
“Por estos fundamentos, fallo absolviendo a los señores Guillermo Bremen y Cia. de la parte de la demanda referente a la indemnización de daños y perjuicios y les condeno a que se abstengan de continuar la venta de las vistas que han reproducido, como también a la reproducción en el futuro de las vistas fotográficas del actor.y con declaración que las costas serán en el orden causado, por no haber prosperado en su totalidad la demanda”.
Los últimos años del artista
La reproducción de sus fotografías, con o sin su autorización, se realizó en escala masiva y muy especialmente a través de tarjetas postales. Y hasta el propio Rimathé caería en la tentación de presentar como suya una fotografía del cacique Biguá, tomada originalmente por Benito Panunzi.
El perjuicio sufrido por la copia de sus originales parece haber sido mínimo y no le impidió a don Samuel, con la comercialización de sus fotografías costumbristas, vivir desahogadamente.
A fines de 1906, vende su estudio de Cuyo 864 a los señores Blom y Weber, pero no se retira del negocio fotográfico. En efecto, en 1911 lo encontramos viviendo en Venezuela 1351, como “fotógrafo”.
Tenía 49 años el 28 de marzo de 1912, cuando decide casarse con Verónica Quevedo en el pueblo de Almirante Brown. En el documento oficial figura como soltero y “rentista”. Su esposa, también persona mayor, era cordobesa de Río IV y viuda de Bernardo Lacaze, del que había heredado una fortuna en propiedades y dinero, valuada en alrededor de medio millón de pesos de entonces.
Nuestro fotógrafo traslada su domicilio a Salta 1321 y posteriormente a la lujosa residencia de Libertad 1433, donde los esposos Rimathé vivían a lo grande. Su esposa utilizaba un suntuoso automóvil King valuado en 1.600 pesos y el artista una “voiturette” Ford tasada en 650. Pasaban largas temporadas en su quinta de Adrogué y vivían de las rentas que les producían sus propiedades de la capital y la provincia, títulos y depósitos bancarios.
Esta situación aparentemente feliz continuó hasta el 7 de mayo de 1922, en que repentinamente falleció doña Verónica. La herencia fue solicitada por tres hijos de la extinta. Uno de ellos alegaba que el acervo hereditario “se compone exclusivamente por bienes propios de mi madre”.
Samuel Pablo Rímate, viudo y sin hijos, recibió la suma de 210.248 pesos moneda nacional, como cónyuge sobreviviente y a partir de entonces desconocemos cuál fue su destino. ¿Murió en nuestro país o disfrutó en Europa de su inesperada fortuna?
La misma nebulosa sobre el fin de su vida rodea a la enorme cantidad de negativos de vidrio de su archivo documental que desaparecieron también sin dejar el menor rastro.
Información adicional
Año VI – N° 31 – junio de 2005
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: PERSONALIDADES, Fotógrafos, Biografías
Palabras claves: Artista, Fotografia, Paisaje, Suiza
Año de referencia del artículo: 1900
Historias de la Ciudad – Año VI Nro 31