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Ciudad de Buenos Aires

El Parque Chacabuco: un museo al aire libre

Mauro A. Fernández*

Otra vista de la estatua y su fuente. Robada en 1991, no pudo ser recuperada., C. 1990.

Buena parte del prestigio alcanzado décadas atrás por el parque Chacabuco –centro y origen del nombre del barrio homónimo–
se debió a la rica colección de obras escultóricas que albergó en el hermoso entorno paisajístico que supo tener.

Por las décadas del 20 y del 30 principalmente, Buenos Aires –en su mayoría de edad en todos los terrenos– vivía una continua inauguración de estatuas y fuentes públicas modeladas por los hombres de la generación del 80. “Fruto de este proceso de decantación estética en la escultura argentina en proceso formativo, son las fuentes talladas, cinceladas o modeladas para el bronce por esas manos estilizadoras que –desde 1920– fueron cubriendo parques y paseos hasta entonces postergados por el progreso urbanístico, más atento a las luces del centro que al alejado Parque Chacabuco, Parque de los Patricios o Plaza Almagro, futuros asientos de aquellas piezas”.2
A título de ejemplo del alto concepto que ostentaba nuestro parque en esta materia, recordemos que en un momento se proyectó trasladar al mismo el carillón del Concejo Deliberante. Efectivamente; tras estudios efectuados en el año anterior, la ordenanza municipal 10.171, del 30 de diciembre de 1938, autorizaba “la construcción de una torre en la rotonda del parque Chacabuco, destinada a la instalación del «carillón» existente en el edificio de esta Corporación”.
Este complejo de treinta campanas fundidas en Alemania, con un peso de veintisiete mil kilogramos, llegó a Buenos Aires el 30 de septiembre de 1930 y fue inaugurado en la torre del edificio del ex Concejo Deliberante el 18 de enero siguiente. En la práctica, nunca se le dio un uso muy continuo.
El espacio que se le había destinado en el parque Chacabuco era una rotonda de adoquines, encuentro de senderos que daba sobre la avenida Asamblea a la altura de la calle Faraday. Se calculaba que desde allí, el carillón tendría un mayor alcance acústico. El proyecto preveía la construcción de una torre de hormigón y mampostería, que nunca se llevó a cabo. En 1943 la idea se desechó.
Por su parte, al proyectarse la creación del “Parque de Escultura Contemporánea”, en 1983 –otro plan que quedó en tal–, entre varios lugares se consideró al parque Chacabuco como el más apto para su instalación.
Curiosamente, esto último ocurría cinco años después de que el trazado de la Autopista 25 de Mayo no sólo cortó al parque por el medio sino que le quitó el magnífico marco natural que brindaba a las obras de arte que atesoraba. Como consecuencia de esta construcción, en septiembre de 1978 fueron retiradas y depositadas en los Talleres del Departamento Monumentos y Obras de Arte, dependiente de la entonces Dirección de Paseos de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, las esculturas “La Aurora”, “Adolescencia” y “La Ñusta” y los sapitos de bronce de la fuente del rosedal. El decreto 7.955, del 3 de diciembre de 1982 autorizó la subsistencia en el parque de las obras “La Ñusta”, “Federico Chopín” y “Gral. D. José de San Martín”. Estos bustos habían sido colocados en su nuevo emplazamiento el 23 de julio, hecho convalidado luego por el decreto. Excepto “La Ñusta” y “La Madre”, por largo tiempo no quedaron en el parque otras obras de arte más que bustos. El “puma” regresó mucho después. Otro aspecto a destacar es que sólo “La Madre” y el busto a Sarmiento se mantienen en su emplazamiento original.
Vamos a hacer un repaso de todas las obras artísticas que tienen o tuvieron su asiento en el parque Chacabuco. Sus diversas ubicaciones podrán apreciarse en el plano adjunto. A la vez que para su conocimiento, sirva esta nota de homenaje a todos los artistas argentinos o extranjeros que enriquecieron nuestra ciudad con los frutos de sus inspiraciones. Incluimos, finalmente, dos obras –el mástil y la fuente luminosa– que, si bien no constituyen creaciones escultóricas, han servido, como aquéllas, para embellecer el parque.

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En la cabecera de la hermosa fuente de los sapitos –como familiarmente se la conocía–, en el Rosedal, sobre un pilar de granito martelinado3, se encontraba el grácil desnudo masculino denominado “Adolescencia” –Apolo, en la voz popular–. Era un bronce de 1,69 m de alto y 0,53 x 0,83 m de ancho, que había sido adquirido por la Municipalidad el 17 de diciembre de 1928. Trasladado a depósito el 6 de septiembre de 1978, fue reubicado en la Plaza Campaña del Desierto de donde fue robado el 14 de septiembre de 1991, no pudiendo ser recuperado más.
Su autor, Vicente Roselli –pintor y escultor nacido en Buenos Aires el día de Navidad de 1891 y muerto en la misma ciudad el 17 de enero de 1958– frecuentó cursos superiores en la Academia Nacional de Bellas Artes y concurrió al Salón Nacional desde 1915. Obtuvo el Primer Premio Municipal en 1928 y el Primer Premio de la Comisión Nacional de Cultura en 1947. Aparte de “Adolescencia”, se destacan el Monumento a Aguado y “Despertar íntimo”, en el Palacio Municipal.
Roselli “no pudo eludir la estética predominante hacia fin del siglo XIX cuando modeló «Adolescencia» (…) Comentando los bronces de Roselli, dijo Pagano que «le atraen las bellas y ágiles formas juveniles y las imágenes de la niñez. Rehuye lo brusco y enérgico de las recias y fuertes estructuras viriles. Un ritmo contenido rige el suave modelado de su plástica»”.4
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En los jardines que se abrían a continuación de la fuente luminosa, siguiendo por la entrada de Asamblea y Emilio Mitre, se alzaba la escultura que más atraía a los pequeños, ya que despertaba en su imaginación las voces, los olores y las aventuras de la selva. Nos referimos al puma o “Yaguareté” –según la denominación oficial–, que representa al tigre americano, el mayor de los felinos actuales.
Es una figura en bronce de gran tamaño, obra de Emilio J. Sarniguet, que conserva los rasgos prominentes del animal en sus movimientos y anatomía. Esta obra estuvo expuesta a la entrada del Salón Nacional de 1935 y fue adquirida por la Municipalidad ese año. Su emplazamiento en el parque Chacabuco fue autorizado por Decreto del 21 de diciembre de 1937 e inaugurado el 16 de febrero de 1938. Durante más de tres décadas, el Yaguareté sirvió de cabalgadura a cuanto chiquilín se acercaba al parque. Pero en abril de 1974 debió ser llevado a depósito por haber sufrido un atentado que le provocó el cercenamiento de la cabeza y la cola.
Un año después, fue reubicado en el Jardín Zoológico, donde permaneció, prisionero como los demás huéspedes de ese paseo, hasta que, luego de un larguísimo trámite promovido por la Junta de Estudios Históricos del Barrio Parque Chacabuco, fue devuelto al lugar de donde no debió ser retirado nunca. Una soleada tarde, el último día de julio de 2001, exactamente a las 14,45 hs., el recordado y añorado “Puma” volvió apoyar sus patas en el sendero de la entrada de Emilio Mitre y Asamblea del viejo parque Chacabuco luego de veintisiete años de ausencia. Y ahí está, otra vez, para recuerdo de unos, curiosidad de otros y espacio de juego y ensoñación para los más pequeños. En el sector que ocupaba originalmente se construyó, durante la remodelación posterior a la construcción de la autopista, una fuente rectangular.
Emilio J. Sarniguet, nacido en Buenos Aires el 26 de junio de 1887 y muerto en la misma ciudad el último día de febrero de 1943, inició sus estudios en la Academia de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y los prosiguió en París, pensionado por el Jokey Club de Buenos Aires, en 1907. Concurrió al Salón de los Artistas Franceses, en 1910-1913. Regresó a Buenos Aires y obtuvo el Primer Premio en la Exposición de Artes Decorativas de 1924 y Primer Premio en el Salón Nacional de 1925 con “La comida de las fieras”. Figuró en la exposición “La pintura y la escultura de este siglo, Buenos Aires, 1952-53”. Su “Gaucho resero”, exhibido en 1932 a la entrada del Palacio de Bellas Artes, se encuentra hoy emplazado en Mataderos. Se dedicó con preferencia al género animalista. Si accedió a la figura humana lo hizo con una integración impuesta por algunos temas, cuyo motivo principal es siempre el caballo, elemento éste de su predilección plástica.
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Una obra que parecía perdida para el parque con la intrusión de la autopista, pero que se logró recuperar –al menos en parte– es la escultura en bronce denominada “Ñusta” –nombre de las princesas vírgenes consagradas al dios Inti (el Sol), entre los antiguos incas–. La pieza representa a una india, como agazapada, vaciando un cántaro. “Hay en ella, en los ojos, en la línea de la boca, en el casi abandono en que yace su cuerpo, algo así como dolor; no el dolor físico, sino el que se alza del espíritu; el sordo pero tremendo dolor de una raza doblegada por el invasor. Sólo parece mantenerse en lo profundo, en el fondo de esa mirada dolida, el deseo de todo un pueblo de volver a ponerse de pie ante la historia. (…) La Ñusta no sólo es belleza y ornato para los paseantes, sino motivo de reflexión para quienes exploren la apasionante raíz aborigen de América.”5
Esta obra fue adquirida por la comuna metropolitana a la señora Lina T. de Andina. Originalmente descansaba sobre una fuente de estilo neoincaico, ejecutada en granito rojo dragón, cuyo pedestal tenía grabados dibujos en ese estilo. Fue inaugurada el 18 de octubre de 1938 sobre la calle Emilio Mitre, entre Ziviría y Tejedor. El 6 de septiembre de 1978 pasó a depósito y fue devuelta al parque –a la entrada de la intersección de las avenidas Asamblea y Emilio Mitre– el 15 de junio de 1982. Pero ya la fuente no la acompañaba; ahora descansa sobre un pequeño zócalo de mampostería en el centro de un pequeño cantero.
Su autor, Emilio Tomás Andina, nació en Buenos Aires –sus padres eran de Lago di Como– el 28 de mayo de 1875 y murió en la misma ciudad el 16 de abril de 1935. Comenzó sus estudios en la Asociación Estímulo de Bellas Artes y en 1899 se trasladó a Italia e ingresó en la Real Academia de Bresa, Milán. Allí obtuvo el título de escultor estatuario y decorador. Fue discípulo de Vespasiano Bignani, en dibujo, y de Butti y Francisco Canfalonieri, en escultura. Completó su formación en el Instituto Real de Bellas Artes de Roma con modelos vivos.
Casado con Pascualina Tagliabue, en 1905 regresó a Buenos Aires y realizó el grupo escultórico “Náufrago”. Atraído por los temas telúricos, Andina se expresaba mediante un sólido figurativismo que apuntaba muchas veces directamente a lo americano. Como dice Oscar Félix Haedo:“Se interesó por el tema social con lenguaje naturalista, ajustado a la tradicional figuración que, en ocasiones, motiva con el tema folklórico, recogiendo el predicado americanista de Ricardo Rojas y el arquitecto Martín Noel”.6
Este sólido artista es autor del monumento a Adolfo Alsina, de “Tehuelche”, “Tata viejo” y “Almafuerte”, expuestos en la Exposición Comunal de Artes Decorativas del año 1915, de “El trabajo”, que apreciamos en el Parque de los Patricios, de “Flora argentina”, ubicado en el Jardín Botánico, etc. Fue profesor de arquitectura y modelado en la Escuela Industrial de la Nación, de La Plata. Al morir, su estudio fue heredado por el escultor Francisco Reyes.

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Una obra que impresionaba al caminante que desembocaba en la rotonda que se abría en el centro del parque, en la confluencia de sus caminos principales, era “La Aurora” –popularmente llamada “La Blanquita”–, hermoso grupo escultórico adquirido por encargo de la Municipalidad, en Francia, a su autor, Emilio Peynot, en 1914. Aquella impresión era causada por el tamaño y factura de la obra y por su blancura deslumbrante, que contrastaba sobre el oscuro follaje que la rodeaba.
Fue inaugurada en 1918 en la plaza Rodríguez Peña –esquina Callao y Marcelo T. de Alvear–; pero por tener que erigirse allí el monumento a Bernardo de Irigoyen, en octubre de 1928 fue trasladada al parque Rivadavia y emplazada en el sitio que hoy ocupa el monumento al Libertador Simón Bolívar. Cuando por ley 11.920 se fija allí el emplazamiento de dicho monumento, “La Aurora” es llevada a depósito, en enero de 1943, y, poco después, ubicada en el parque Chacabuco, finalizando su armado el 23 de noviembre de ese año. Hasta 1950 estuvo en un cantero lateral a la derecha de la rotonda mencionada anteriormente, sitio al que se la trasladó para un mayor lucimiento.7 Entre el 4 y el 21 de agosto de 1957 fue restaurada por el afamado escultor italiano que se formó y desarrolló su actividad artística en Buenos Aires, vecino del parque Chacabuco, Antonio Sassone, mientras trabajaba en el Departamento Monumentos y Obras de Arte del municipio porteño. Esta hermosa escultura fue retirada del parque, en septiembre de 1978, y guardada en depósito por un tiempo, fue emplazada en su actual ubicación, en el parque Centenario, en agosto de 1980.
“Representada a través de un grupo que se encuentra en su frente principal, compuesto por tres figuras desnudas de mujer, realizado con honda espiritualidad y gran belleza de líneas y que con ritmo ascendente, expresa «La Alborada». Completando este grupo, en su parte posterior se representa una escena campesina compuesta por un labriego –boyero– en acción de colocar el yugo a dos bueyes en actitud de reposo. Esta obra se muestra equilibrada en su acción representando motivos de intereses universales en todos sus ángulos e irradiando toda ella expresión de belleza por su plasticidad.”8
En su edición del 5 de noviembre de 1917, poco antes de su inauguración, decía el diario La Prensa: “El «Nacimiento de la aurora» es una de las más singulares especialidades de Peynot: el modelado femenino. (…) «Nacimiento de la aurora», que será una de las mejores obras que adornen los paseos de la metrópoli, fue escogida por el intendente Anchorena como consecuencia de un contrato celebrado entre el artista y el intendente Güiraldes para que la Municipalidad, mediante la suma de $24.000, optara entre cualquiera de sus nuevas obras.”9
Emilio Edmundo Peynot, escultor francés consagrado como uno de los grandes maestros contemporáneos, nació en 1850 y falleció en 1938. Perteneció a la Escuela Francesa siendo alumno de Jouffroy y de Robinet. Inició su carrera en el Salón en el año 1873. Miembro de la Asociación de Artistas Franceses, Gran Premio de Roma en 1880, Oficial de la Legión de Honor, en 1903,etc. Nuestra ciudad posee varias obras –aparte de “La Aurora”– de su autoría: “Ofrenda floral al Sarmiento”, “Francia a la Argentina”, “Dr. Aristóbulo de Valle”, etc.

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“La Madre”, grupo escultórico de fibrocemento patinado, es un homenaje de la entonces Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires que fue inaugurado el 25 de noviembre de 1970. Este grupo escultórico se encuentra en los jardines del chalet construido sobre la avenida Eva Perón y Hortiguera en el que funciona el Departamento Zona Sur de Guardianes. Una placa en su pedestal ilustraba: “Homenaje de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires 18-10-70”.
La autoría de esta obra pertenece a Domingo Jesús de Páez Torres, quien nació el 13 de mayo de 1920, en San Isidro, Departamento de San Martín, provincia de San Luis. Inició sus estudios artísticos en la Escuela de Bellas Artes de Mendoza, siendo becado en los años 1939-40 por el gobierno de San Luis para perfeccionarse en la especialidad de escultor en la Escuela Nacional de Bellas Artes “Manuel Belgrano”. Ingresó como restaurador de esculturas en la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, en 1940, llegando a ser Jefe de la División Monumentos y Obras de Arte de esta comuna. Expuso sus trabajos en numerosos salones.
De su producción le fueron adquiridas piezas para el Museo Nacional Domingo Faustino Sarmiento, Regimiento Iº Patricios, Gobierno de la Pcia. de San Luis y Centro de Residentes Puntanos de la Capital Federal.

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Flanqueando la fuente que da a la entrada de Asamblea y Emilio Mitre, se encuentran dos bustos. El de la izquierda rinde homenaje a “Federico Chopin”; es un busto de bronce, obra de Pedro Juan Ferrari, con el nombre “Chopin” en su plinto, sobre base de granito lustrado, con una artística placa de bronce que ilustra al paseante: “Federico F. Chopin / Genio musical / 1810-1849”.
Donado a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires por el Conservatorio Municipal “Chopin” en 1937, fue inaugurado el 22 de noviembre –Día de la Música– de 1944. Su emplazamiento original era en el fondo del camino de entrada de la esquina de Emilio Mitre y la entonces Av. Quirno Costa (hoy Eva Perón).
Al pie, adosadas a sendos basamentos de mampostería soterrados, dos placas con el texto flanqueado de laureles expresaban: “Soc. Cult. Polaca Federico Chopin en su 9º aniversario – Homenaje a su compatriota y patrono Federico Francisco Chopin – Villa Martelli 20-7-1958” y “En el centenario de la muerte del insigne compatriota quien en los tonos inmortalizó la grandeza, el dolor y la inquebrantable esperanza de la libertad de Polonia – 17-X-1949 Unión de los Polacos”.
Pedro Juan Ferrari, escultor italiano contemporáneo, nació en Ferrara (Italia) en 1884; realizó estudios artísticos en el Instituto de Bellas Artes de su ciudad natal y luego en Bolonia. Obtuvo importantes reconocimientos por su obra. En 1922 viajó a América y se radicó en Buenos Aires, más concretamente, en el barrio de Boedo. Entre sus obras se destacan las estatuas simbólicas que adornan el frente del cine Premier.10 Falleció en Buenos Aires en 1970.

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“Domingo F. Sarmiento” está representado en nuestro parque por un busto de bronce de 0,59 mts. de alto por 0,40 mts. de base sobre pedestal de mármol lustrado, que fue modelado por Adhemar Dameno Peláez e inaugurado el 11 de septiembre de 1967. Donado por la Asociación Vecinal de Fomento y Cultura “Rivadavia”, la Ley 17161 autorizó su erección –sobre la calle Emilio Mitre, entre Estrada y Tejedor– en febrero de ese año. Una placa al pie reza: “A Domingo // Faustino Sarmiento // maestro y civilizador // en el centenario de su muerte // Club de Leones Bs. As. Parque Chacabuco / 1888-1988”.
Dameno Peláez nació en Guaminí, provincia de Buenos Aires, el 14 de julio de 1913 y murió en Buenos Aires el 14 de enero de 1967. En varios rincones de nuestro país pueden apreciarse sus obras como también en el Museo de Bellas Artes de la Boca y el de La Plata. Además de escultor –discípulo de Soto Avendaño–, fue crítico de arte y poeta y se desempeñó como Secretario General de la Sociedad Argentina de Artistas Escultores.
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Contrariamente a tantos parques y plazas de nuestra República –y más aún, siendo el jefe del ejército vencedor en la batalla de Chacabuco, de la cual tomó su denominación nuestro parque–, el general San Martín no contó con su efigie hasta sesenta años después de formado el mismo.
En mayo de 1908 se había proyectado erigir un monumento en conmemoración a la batalla de Chacabuco “en el que figurarán todos los que tuvieron notable figuración en esa acción”.11 A principios de 1957 un proyecto de la Junta Vecinal Parque Chacabuco preveía la construcción de un monumento a la “Batalla de Chacabuco y su Héroe”. Ninguno de los dos planes se llevó a cabo. Existió, sí, una placa de bronce sobre un monolito de mampostería que recordaba la Batalla de Chacabuco, pero fue retirado en septiembre de 1978.
El busto de bronce del “General San Martín” fue donado por la Asociación Cultural Sanmartiniana de Caballito, autorizándose su erección por Ley 17810 del 15 de julio de 1968. El basamento de mampostería y lajas que tenía en su ubicación original –en un cantero junto la pista de ciclismo, próximo al mástil y al rosedal– databa de 1971. Con la remodelación posterior a la construcción de la autopista, el busto fue ubicado, aunque no con su pedestal original, en un solado cubierto de canto rodados, luego de la fuente rectangular, camino a la autopista, frente a un conjunto de ocho mástiles.
A un costado, una placa de bronce sobre base de mampostería recordaba el homenaje: “Este busto fue erigido con el aporte material y espiritual de las siguientes instituciones: (…) Gloria a los Héroes de Chacabuco”. Hace ya varios años que el busto fue retirado de su lugar “para proceder a su restauración” y aún no ha sido restituido. La placa tampoco está más.

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El último de los bustos emplazados en el parque es obra del escultor argentino Carlos María Toto, nacido en 1949, jefe del Departamento Monumentos y Obras de Arte de la Dirección de Espacios Verdes y vecino del barrio. Este busto –de mármol reconstituido de 0,75 m de alto– se encuentra a la derecha de la fuente de Asamblea y Emilio Mitre y recuerda al “Dr. Antonio Federico Ozanam”. Fue emplazado el 19 de noviembre de 1983 –en adhesión al sesquicentenario de la fundación de la Sociedad de San Vicente de Paul–, por iniciativa y encargo de la Conferencia de Santa Luisa de Marillac, con sede en la Parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. La Ley 23330, del 3 de julio de 1986, confirmó dicho emplazamiento.
Recordemos que el doctor Ozanam fue un destacado escritor, orador y sociólogo francés que vivió entre los años 1813 y 1853. Fue el fundador de las Conferencias de San Vicente de Paul –más conocidas como Conferencias Vicentinas– para socorrer a los pobres.

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“Homenaje a la Bandera” es el nombre oficial del mástil ubicado cerca de la autopista y de los juegos en el sector norte del parque que da hacia la avenida Eva Perón, entre las calles Puán y Hortiguera. Su basamento de mampostería de caras rectangulares mide 2,15 x 1,95 m y se eleva en el centro de un círculo de lajas delimitado por cuatro maceteros del mismo material que siguen la línea circular, con cuatro pasos para el ingreso hasta el pie del mástil. Es ésta una obra del escultor argentino Luis Perlotti y fue donado por la Asociación Pro-Agentes de la Sección 12ª de la Policía Federal.
En un comienzo se había proyectado erigirlo detrás de la fuente luminosa. Pero este emplazamiento no contaba con la conformidad municipal, pues el mástil “interferiría la perspectiva del lugar y las obras de arte colocadas en ese eje –«Yaguareté» y «Aurora»–”. El 27 de agosto de 1958 se autorizó su actual ubicación y se procedió a su efectiva inauguración el 25 de mayo de 1959.
Al reestructurarse el parque con motivo de la construcción de la autopista 25 de Mayo, el sector ocupado por los juegos que dan sobre la Av. Eva Perón –en el centro de la pista de ciclismo–, y una parte del rosedal y sus adyacencias no fue remodelado y cayó en un total abandono.
El mismo destino corrió el mástil que estamos comentando. Pero el 19 de junio de 1998 fue reinaugurado con la formulación de la Promesa de Lealtad a la Bandera por parte de los alumnos de 4º grado del Instituto Nuevo Horizonte –vecino al parque– ante el Pabellón Nacional donado por la Comisaría 12ª. El entorno había mejorado; pero ambos, mástil y entorno, pronto fueron nuevamente olvidados.
Sobre la cara de su basamento que mira al este, una placa de bronce –¡lamentablemente robada, como las restantes, a comienzos de 2004!– recordaba: “La Asociación Pro Hogar Policial de la Seccional 12ª de la Policía Federal, con la aprobación del Poder Ejecutivo Nacional y de la Intendencia de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, cristalizando los deseos del vecindario y su amplia adhesión, erige este mástil en homenaje a la Bandera Nacional y a su creador, el Gral. Don Manuel Belgrano, símbolo eterno de la nacionalidad argentina. 25-5-1959”. En la misma se incluía la lista de la Comisión Directiva de la Asociación.
En la cara que da al sur, aún subsiste una placa con dos figuras alegóricas y la siguiente leyenda: “Bandera de la patria / celeste y blanca, / Símbolo de la unión y / De la fuerza….” “…que a su sombra la Nación Argentina / Acreciente su grandeza por siglos / Y siglos y sea para / Todos los hombres, mensajera de libertad, / Signo de civilización y / Garantía de justicia / Joaquín V. González”.
Hacia el norte había una réplica en bronce del Escudo Nacional. En la cara dirigida al oeste, unos pernos indicaban que la placa existente en algún momento anterior se había sacado. Luego se colocó en ella otra que decía: “En este día el Instituto Nuevo Horizonte A 1125 y la Comisaría 12ª reinauguraron este mástil / 19-6-1998”.
Cabe recordar, como antecedente, que el 9 de julio de 1957 ya se había inaugurado un mástil –por gestión de la misma institución policial– dentro del campo del Club Deportivo Infantil y Juvenil, hacia la esquina de Asamblea y Curapaligüe. La autorización para su erección databa del 9 de noviembre de 1950.

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La Fuente Luminosa –o Fuente Monumental, como técnicamente se la llama–, ubicada al final del camino que se abre a la entrada de Emilio Mitre y Asamblea, constituye uno de los recuerdos más gratos y persistentes entre los que la conocieron en su época de esplendor.
“El natatorio y la fuente, que viste majestuosamente de mil colores sus chorros de agua en noches de fiesta, constituyen otras magníficas realidades de cuya predilección habla la gran cantidad de concurrentes”.12 La fuente “tenía forma de dos piletones superpuestos con dos pequeñas construcciones laterales encima de las cuales se hallaban dos esfinges. Esta fuente contaba con chorros de agua iluminados, que funcionaban los días festivos o fines de semana”.13 Al momento de su instalación, “llamó la atención de todos por sus hermosos colores logrados con vidrios ubicados debajo de los altos chorros de agua, dentro de dos cascadas”.14 Siguiendo la línea arquitectónica del parque, la obra está montada en cuatro desniveles.
Esta fuente de mampostería fue construida por la Dirección de Paseos según planos que datan de 1937. Pero su destino originario no fue nuestro parque. A fines de la intendencia de Vedia y Mitre (1932-1938), se la colocó al pie del monumento al General Bartolomé Mitre, inaugurado el 8 de julio de 1927 en la plaza homónima, en Av. del Libertador y Agüero. Pero por diversas críticas de orden urbanístico y estético –“la cascada-fuente le quitaba al monumento al patricio la grandeza que le prestaba el marco originario dentro de su sencillez; le restaba perspectiva y, además, el conjunto quedaba desprovisto de la armonía imprescindible para lograr un buen efecto estético”15–, pronto se la retiró de allí. Entonces,“aprovechando en lo posible la fuente y las maquinarias productoras de los juegos de agua y luces multicolores”16 –se la trasladó a su actual emplazamiento, siendo inaugurada el 17 de mayo de 1939 por el intendente Arturo Goyeneche.
Las Esfinges griegas mencionadas más arriba, no formaban parte de la construcción primigenia; fueron colocadas allí con posterioridad. Eran dos copias de las originales de A. Caim, emplazadas en el parque Tres de Febrero, y pertenecían al Jardín Botánico. En julio de 1961 se había pedido su retiro atento a la desproporción existente entre éstas y la fuente; pero no se hizo lugar a ese pedido. Mas al poco tiempo, en 1962, fueron dadas de baja por haber sido cedidas al Estadio Municipal Tres de Febrero (ex Velódromo Municipal).
A lo largo de su vida, esta fuente sufrió larguísimos períodos de abandono. Hoy, enrejada y sin las luces de colores, vuelve a ser un punto de atracción dentro del paisaje del parque.
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Esta mirada parcial del parque Chacabuco sólo refleja una parte de la hermosura que el paseo ostentó en otros tiempos. Aquellos en los que, junto a sus obras de arte escultóricas sumaba las paisajísticas –como el rosedal con su laberinto, sus escalinatas y su inolvidable fuente de los sapitos–, deportivas –sus variadas canchas de fútbol y tenis y su circuito para bicicletas–, culturales –como su quiosco biblioteca, su teatro al aire libre y su rotonda para la banda de música– y otras, como su tambo, su vivero, etc. f

Fuentes consultadas
DEPARTAMENTO MONUMENTOS Y OBRAS DE ARTE (Dirección de Espacios Verdes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires): legajos de las diferentes obras estudiadas.
DEPARTAMENTO TÉCNICO (Dirección de Espacios Verdes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires): legajo y planos del parque Chacabuco.
DIARIOS: El Mundo, La Nación, La Prensa, Noticias Gráficas.
GESUALDO, Vicente, “Enciclopedia del arte en América” (3 volúmenes), Editorial Bibliográfica Argentina Omeba, Buenos Aires, 1969.
HAEDO, Oscar Félix, “Las fuentes porteñas”, M.C.B.A., Cuadernos de Buenos Aires Nº LI, Buenos Aires 1978.
INSTITUTO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES, “El parque Chacabuco y sus «casitas baratas»”, en Historias de Buenos Aires, año 1, Nº 2, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Secretaría de Cultura, Buenos Aires, mayo de 1987.
LOVOTRICO, Ricardo, Aproximación a la historia de un barrio: Parque Chacabuco, Ediciones Dunken, Buenos Aires, 1997.
MUNICIPALIDAD DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES, Guía Cultural de Buenos Aires, diversos números.
TEJERÍA, Osvaldo Luis de, “Pintura del Parque Chacabuco”, en Revista Continente (Mensuario de Arte, Letras, Ciencias, Humor, Curiosidades e Interés General) Nº 82, Editorial Los Dos, Buenos Aires, enero de 1954.

Notas
*. Parafraseando la obra de León Tenenbaum, Buenos Aires, un museo al aire libre, Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, 1987
2. HAEDO, Oscar Félix, Las fuentes porteñas, pág. 110.
3. Trabajado con la martelina: martillo con dos bocas guarnecidas de dientes prismáticos.
4. HAEDO, Oscar Félix, op. cit., pág. 117/8.
5. “La Ñusta”, en Guía Cultural de Buenos Aires, Nº 107, abril de 1979, pág. 63.
6. HAEDO, Oscar Félix, op. cit., pág. 110.
7. INSTITUTO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES, El Parque Chacabuco y sus “casitas baratas”, pág. 2.
8. Legajo del Departamento Monumentos y Obras de Arte.
9. “La fuente «Nacimiento de la Aurora»”, en La Prensa, 5-11-17.
10. Véase más en Pedro J. Ferrari, Pedro J. Ferrari, El Ateneo, Buenos Aires, 1955.
11. “Actas del Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires”, 1908, sesión del 26 de mayo de 1908
12. TEJERÍA, Osvaldo Luis de, Pintura del Parque Chacabuco.
13. LOVOTRICO, Ricardo, Aproximación a la historia de un barrio: Parque Chacabuco, pág. 35.
14. Ídem nota 7.
15. La Nación, 17-5-39.
16. Ídem nota 15.

Información adicional

HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año VIII – N° 42 – agosto de 2007
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991

Categorías: Estatuas, monumentos y placas, Plazas, Parques y espacios verdes, Artistas plásticos y escultores, Cosas que ya no están
Palabras claves: Parque Chacabuco,

Año de referencia del artículo: 1990

Historias de la Ciudad. Año 8 Nro42

Plano del parque, previo a la construcción de la autopista “25 de Mayo”.
Aparecen señaladas las obras en su ubicación original.

Otra estatua de reminiscencias egipcias.

“Adolescencia” o “Apolo” del escultor argentino Vicente Roselli. Bronce sobre un pilar de granito.

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