El Puentecito se llama así porque la calle se llamaba Puentecito. Era un nombre tradicional, pero la Municipalidad lo adoptó oficialmente. A tres o cuatro cuadras de este lugar (Luján 2101, esquina Vieytes 1899), corría un arroyo que desembocaba en el Riachuelo. A ese arroyo se le había puesto un puentecito para que los vecinos, dueños de quintas y de tambos que por ese entonces pululaban por la zona, lo pudieran cruzar. Le quedó el nombre hasta bien entrado este siglo en que recibió el de Luján.
El lugar en que nos hallamos, el restaurante El Puentecito, es muy tradicional: viene gente de todas partes de la ciudad y mucha también del partido de Avellaneda: políticos de nota, industriales, comerciantes, dueños de barracas, deportistas…
Fue muy famoso en el siglo pasado. Tengo entendido que se fundó en el año 1873. En estos momentos no recuerdo el nombre de quien lo construyó, pero lo tengo registrado en mis apuntes. Luego fue de un señor Roca, luego de Martín Seminario y se ve que este señor murió porque a continuación viene la viuda de Seminario.
Era famoso este restaurante porque congregaba gente de ambas márgenes del Riachuelo, debido, sobre todo, a una cancha de pelota adyacente: la cancha California. Los más grandes pelotaris concurrían a esa cancha. Se cruzaban grandes apuestas, que se hacían a viva voz, para darle mayor incentivo al partido. Un detalle que muchos ignoran es que allá por el año 1890 y tantos, se hicieron bailes de carnaval en este local, lo cual demuestra su popularidad.
La fama de El Puentecito se mantuvo, a pesar del paso de los años, de los cambios en las costumbres y modalidades. Tanto es así que hoy, en pleno 1993, siguen acudiendo clientes de variada procedencia al restaurante. Tal vez la proximidad del Riachuelo le despierte sugestiones…
Pienso que mucha gente viene en busca de cierto ambiente marinero que, seguramente, antes era mucho más acentuado que ahora. Téngase en cuenta que el Riachuelo tenía activo tráfico de mercaderías.
De la Vuelta de Rocha o de Badaracco, los barcos a vela que tenían que anclar en esta zona lo hacían con ayuda de los cuarteadores, de los que tiraban de la sirga: se tiraba desde la embarcación una soga que se ataba a la cincha del caballo que ayudaba a que la embarcación avanzase, debido a que había poco viento y el agua tenía poco movimiento.
Por esta zona también se encontraba la famosa fonda De los Siete Hermanos, o De los Vera, que yo trato en uno de mis libros. Estaba en la esquina sudeste de Río Cuarto y Montes de Oca. A la salida de un comité, de una biblioteca pública, de un partido de pelota, allá iban las falanges barraquenses. Tenía la virtud que por unas po-cas monedas no se le daba descanso a las mandíbulas.
En la calle San Antonio había muchas fondas. Allí también se comía por pocas monedas.
Sobre Montes de Oca, la antigua Calle Larga de Barracas, abundaban las cervecerías alemanas. A El Puentecito la clientela no venía tanto por la comida sino por el ambiente.
En esta zona hubo mucha prostitución. En la calle Lavadero, sobre todo. Tiene la características de tener una sola vereda: la otra es el Riachuelo. Había muchas casas, tanto públicas como clandestinas. La prostitución se extendía a las calles adyacentes. Pero nunca supe que el ambiente prostibulario haya alcanzado a El Puentecito.
La clientela de El Puentecito era de hombros solos, en su gran mayoría. La adyacente cancha de pelota atraía no solamente a los jugadores y a los amantes del deporte, sino también a los amantes del juego, a los apostadores, a quienes les gustaba jugar sus pesos, no jugar a la pelota.
A este restaurante venían esporádicamente el Chino Bardi y Arolas, por recordar solamente a la gente de tango. Otro asiduo concurrente era el Gallego Julio, un personaje de avería.
Arolas venía por el ambiente prostibulario de sus adyacencias. En una de las casas de la calle Lavadero, en una pelea entre grupos rivales, fue cuando Arolas recibió su consabido tajo. En aquel tiempo era un signo de hombría, propio de un tipo que se la había jugado.
Barracas tuvo fama de ser un barrio bravío, en el sentido de gente trabajadora, que no esquivaba las tareas más rudas en fábricas, curtiembres, depósitos. Ocurrían hechos delictivos, como en cualquier otra zona de la ciudad, pero estadísticamente fue uno de los barrios más tranquilos.
Había un lugar terrible, que yo alcancé a vivir, en el otro extremo de Barracas: el café La Fratinola, en la esquina de Martín García y Patricios. Enrique Cadícamo le dedicó un poema evocador. El ambiente era tan espeso, había tanto humo, que parecía que tenía que cortarse con cuchillo para avanzar. Allí paraba toda la gente, no voy a decir delincuentes, sino de hacha y tiza: los obreros del lápiz (como le decíamos a los quinieleros) y la gente que trabajaba en las fábricas, en los talleres y donde a toda costa se tenía que demostrar la hombría.
El famoso Yepi, el bandoneonista del cuarteto que tocaba allí, mostraba en la cintura la culata del revólver para que nadie se insolentara con él ni con sus compañeros músicos.
Es probable que no faltasen los incidentes en El Puentecito. Pero tratándose de un restaurante, el ambiente era necesariamente otro.
El Puentecito quedó en la actualidad por debajo de la vereda, porque cuando se construyeron los muelles se fue levantando el nivel de la calle. Hay infinidad de fotografías que demuestran que el nivel de aguas del Riachuelo coincidía con el de la ribera. No había contención para las crecientes.
Desde que yo tengo uso de razón, el exterior del edificio es el mismo. Como sigue siendo la misma su atracción para la vida de Barracas y, más aún, para la vida de Buenos Aires.
Entrevista realizada por el Dr. Guillermo Gasió
el 19 de octubre de 1993.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año I – N° 5 – 2da. reimpr. – Mayo de 2009
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Comercios, Vida cívica, VIDA SOCIAL, Cantinas y restoranes, Historia, Popular
Palabras claves: lugares destacados, puentecito
Año de referencia del artículo: 1873
Historias de la Ciudad. Año 1 Nro5