Una vez desalojados los franciscanos, comienza el fraccionamiento y la venta de las Barrancas de Belgrano y de la Calera. La familia Sebastiani, los Álzaga, los Saavedra y la quiebra de José Julián de Arriola.
Doña María Josefa Villarino
El 18 de mayo de 1780, ocho años después de haber recibido las dos suertes, y a seis de haberse iniciado el juicio de expulsión de los franciscanos, el matrimonio Sebastiani le vendió a María Josefa Villarino “unas tierras para chacra que tenemos, y poseemos por nuestras propias cerca de la Calera de San Francisco que se componen de ciento y cincuenta varas de frente al río y mil ciento cincuenta de fondo bien entendido que desde la orilla de la barranca corren cien varas de estas hacia el bajo, y las mil cincuenta varas restantes tiran para el fondo que es el sur (en realidad oeste-sudoeste); cuyas tierras lindan por la parte de la ciudad con las que fueron de los ex-jesuitas, y hoy pertenecen a las Temporalidades, y por los otros tres costados con unas tierras que nos quedan…”.
Esta fracción hoy estaría comprendida entre La Pampa, Ciudad de la Paz, aproximadamente Sucre, y las vías del ex Ferrocarril General Bartolomé Mitre que, por entonces, era el camino del bajo. La venta se hizo por trescientos cincuenta pesos de plata acuñada, moneda corriente de a ocho reales cada uno. En la escritura no se mencionó la existencia de construcción alguna.
Un año más tarde, el 30 de abril de 1781, María Josefa Villarino le compró otra fracción, lindera a la que ya era suya, al matrimonio Sebastiani-Espinosa. Dicha fracción constaba de 100 varas de frente y siete cuadras de fondo. La cuadra se consideraba de 150 varas, por lo que el fondo se extendía a 1.050 varas, igual que el del terreno lindero que había adquirido el año anterior, tomando esta distancia desde el borde de la barranca; también corrían 100 varas hacia el río desde el borde de dicha barranca.
Entonces, la propiedad de María Josefa ocupaba desde La Pampa, por el sudeste, hasta una línea que pasaba unos 40 m al sudeste de Echeverría, y desde Ciudad de la Paz hasta las vías, aproximadamente.
Como en la escritura anterior, en ésta se mencionaban “unas tierras para chacra que tenemos, y poseemos por nuestras propias cerca de la Calera de San Francisco”. Ya hacía siete años que los franciscanos habían recibido la donación de Hornos y pudieron extenderse a esas tierras, linderas con las de Sebastiani-Espinosa.
Los límites de esta segunda fracción de Villarino estaban fijados de la siguiente forma: “lindan por la parte de la ciudad con tierras de la compradora, y por los otros tres costados con más terreno que nos queda. Bien entendido, que desde la orilla de la Barranca corren cien varas más de dichas tierras hacia el bajo, que es el frente, y desde arriba de la barranca las siete cuadras tiran para el fondo…”.
Esta fracción la vendieron por doscientos veinticinco pesos de plata acuñada, y moneda corriente de a ocho reales cada una.
Lazos familiares
María Josefa Villarino y González Islas, distinguida dama de la sociedad, era hija del acaudalado vecino1 don Fernando de Villarino y Varela y de doña Gregoria González Islas (hermana del abuelo materno del general Manuel Belgrano, por lo que María Josefa era prima de la madre de Belgrano).
Gregoria, su madre, fue casada por su padre Juan Guillermo González y Aragón,2 en 1763 con Fernando de Villarino, en la iglesia de San Miguel Arcángel, previa licencia especial. De esta unión nació María Josefa de Villarino y González Islas quién casó con Ángel Castelli Salomón. Bendijo esta boda en la Iglesia Catedral, su tío José González Islas.
Castelli había nacido en la Villa de Nici, provincia de Corón, en el reino de Morea, Grecia, durante la dominación veneciana y se radicó en Buenos Aires en 1752. Era médico y fue propietario de una farmacia. De este matrimonio nacieron Juan José Castelli, prócer de Mayo (primo segundo del general Manuel Belgrano), Francisco Luciano, que fue marino y Mónica Castelli y Villarino de Zaldarriaga.
Ángel Castelli, que se licenció de médico cirujano en Venecia en 1739, ejerció su profesión en la marina, por lo que realizó numerosos viajes. En uno de ellos naufragó frente a la isla Maldonado, en las costas del Uruguay y de allí pasó a Buenos Aires.
Lo acompañaba en ese viaje Vicente Sebastiani, quien posteriormente se casó con la hija de Antonio Espinosa, y pasó a ser propietario de las suertes de su suegro, donde se asentaría, posteriormente, el Pueblo de Belgrano. Años más tarde le vendió a María Josefa Villarino, mujer de Ángel Castelli, las dos fracciones de tierra ya mencionadas.
En 1770, Castelli, se presentó ante la Junta de Temporalidades para arrendar la botica que había sido de la Compañía de Jesús. Se la adjudicaron con sus drogas, plantas medicinales existentes en el jardín y dos esclavos ayudantes. Los vecinos de Buenos Aires lo tenían en alta estima y les merecía gran concepto como profesional. Murió Ángel en Buenos Aires el 17 de septiembre de 1781.
En abril de 1781, María Josefa compró la segunda fracción de tierra a los Sebastiani-Espinosa; Castelli, su marido murió poco después, el 17 de septiembre de 1781. Siete meses más tarde, el 14 de abril de 1782, la viuda se casó en segundas nupcias con Joaquín Terrero y Escalera. María Josefa Villarino dejó pasar un año después de la última compra que le hizo al matrimonio Sebastiani-Espinosa y se presentó ante el escribano José García de Echaburu, para firmar una declaración donde expuso que el dinero para la compra de los dos lotes era de su esposo, Joaquín Terrero; a pesar de haberlos comprado cuando aún vivía su primer marido Ángel Castelli. Todo fue muy rápido.
José Joaquín Terrero y Escalera, su segundo esposo, era albacea testamentario del finado Ángel Castelli y tutor de los hijos de éste. Había nacido en la villa de Algeciras, obispado de Cádiz, España, el 22 de marzo de 1741, hijo de Diego Ildefonso Terrero y Trujillo y de Josefa Beatriz Escalera, era licenciado en medicina y cirugía y llegó a Buenos Aires cerca de 1770.
De su matrimonio con María Josefa Villarino nacieron tres hijos: José María Buenaventura del Espíritu Santo, quien se ordenó sacerdote, casó a Juan Manuel de Rosas y bautizó a Manuelita; Joaquín Cayetano María Evaristo Ventura Tomás y Juan Nepomuceno José Miguel Buenaventura Terrero y Villarino, éste último socio y posteriormente consuegro de Rosas. Estos también eran primos segundos del general Manuel Belgrano.
El doctor José Joaquín Terrero murió el 9 de octubre de 1794, en la posta de Bustos, sobre la costa del Río Tercero, Córdoba, en viaje hacia Mendoza y fue sepultado en la iglesia de San Francisco de Córdoba.
Mateo Ramón de Alzaga
Al morir Terrero y su mujer Villarino, la propiedad que ésta había comprado al matrimonio Sebastiani-Espinosa la heredaron sus hijos, el presbítero José María y Juan Nepomuceno Terrero. Estos la vendieron a Gregorio Perdriel el 13 de octubre de 1815. En la escritura se asentó que “la mayor parte del terreno en su longitud está cercado de tapia y tuna y alguna zanja con plantíos de durazno, algún otro frutal, y yerba; en lo principal el edificio que se compone de varias piezas, habitaciones con sus corredores, cerca y demás, todo edificado de ladrillo y buenos materiales. Dicho terreno en la forma dicha lo hubo y compró nuestra madre difunta…”.
Cuatro años más tarde, el 14 de septiembre de 1819, Gregorio Perdriel la vendió a José Julián Arriola. Por la escritura, aparentemente Perdriel no habría hecho mejora alguna en la parte edificada, pues se repiten los mismos términos que figuran en la escritura de la compra anterior.
Sólo en esta última transacción aparece documentada la existencia de un edificio en esa porción de tierra, que corresponde a lo que fue la capilla de los franciscanos, quienes debieron abandonarla una vez desalojados. A pesar de ello continuaron siendo propietarios del edificio, pero no de la tierra que ocupaba.
Otro documento que permite afirmar que donde figura la capilla de la Calera en el plano de mensura de Juan Saubidet, levantado en 1830, ya había una construcción en 1790, que evidentemente había sido la capilla original de los franciscanos transformada en la casa de Joaquín Terrero, es el expediente caratulado “Dn. Manuel Millán, y otros varios, con Dn. Juan José Castilla sobre el deslinde de sus tierras, en el Partido de la Costa de Sn. Isidro”.3
No está muy claro por qué al querer vender la Calera a Mateo Ramón de Álzaga en noviembre de 1781, Vicente Sebastiani convino en cederle a su suegro, Antonio Espinosa, la mitad de las dos suertes que daba al río excluyendo lo “vendido a don Ángel Castelli” (en este documento consta el primer marido de María Josefa Villarino a pesar de la declaratoria de ésta en la que asentó que la compra la realizó con dinero de su segundo marido).4
Vicente Sebastiani se quedó con el terreno del bañado que continuaba la faja de las 250 varas de frente que había comprado María Josefa Villarino. Este lote se extendía aproximadamente desde las vías del ex Ferrocarril General Bartolomé Mitre hasta el río. Aparte, guardó para sí la otra mitad de las dos suertes que estaba limitada desde Plaza hasta más allá de General José Gervasio de Artigas por el ancho mencionado de las dos suertes (700 varas).5
Mateo Ramón de Álzaga era natural de la villa de Castro de Urdiales, en el señorío de Vizcaya. Su padre fue Pedro Pablo de Álzaga. Tenía el grado de capitán de infantería del regimiento de Milicias de esa ciudad.
Cuatro años después de comprar la Calera se presentó ante el gobernador interino Diego de Salas pidiendo que el prelado del convento de San Francisco, que dirigía los trabajos en la Calera en los terrenos adyacentes que Hornos les había cedido, le permitiera usar el horno para quemar cal: “el que tiene construido en mis terrenos y Calera que fueron de Antonio Espinosa para poder aprontar la cal que debo entregar a la Real Obra de la Universidad”.
Mientras, Álzaga construía sus propios hornos, los franciscanos se opusieron y presentaron oposición legalmente firmada por Sota, el nuevo síndico del convento. Los franciscanos desconocieron la venta que hizo Espinosa a Mateo Ramón de Álzaga; el pleito lo siguieron con aquél. El que los representaba en este tiempo, 1784, era el letrado Andrés del Pedregal.
Álzaga no pudo tampoco ver concluido ese pleito. A un año y meses de aquella presentación, muy enfermo, postrado, dio poder para testar a su mujer Toribia María Francisca Cabrera y Saavedra. Murió en septiembre de 1786, en su casa de la Plaza Chica, Belgrano al llegar a Bolívar, vereda que mira al norte. Cuatro hijos y uno por nacer era su descendencia.
Su mujer heredó los terrenos, y dos años más tarde, el 18 de abril de 1788, se casó en segundas nupcias con su primo hermano Cornelio Saavedra con quien tuvo tres hijos: Diego, Manuel y Mariano. En 1798, al morir Toribia María Francisca heredaron las tierras su esposo Cornelio y sus tres hijos Saavedra.
Las ventas de Saavedra
Por 1825, aproximadamente, Cristóbal de Aguirre inició a Saavedra un juicio por cuentas impagas por lo que éste decidió vender la chacra y calera para saldar la deuda; pero, como debía marcharse a la campaña, dio un poder especial al doctor Pedro Medrano para liquidar el bien y saldar la deuda.
Así, el 4 de noviembre de 1825, Cornelio Saavedra y sus hijos Diego y Manuel (Mariano había muerto en 1809) vendieron a José Julián Arriola por seis mil pesos “unos terrenos de chacara en la costa de San Isidro al norte de esta ciudad conocidos por la Calera de los Padres con el edificio, hornos, alfalfares y demás que hay en ellos…”.
De esta forma, en el término de seis años, considerando la primera compra que hizo en 1819 a Gregorio Perdriel, Arriola pasó a ser el propietario de la parte más valiosa de las suertes que habían recibido Miguel del Corro y Francisco Bernal en el repartimiento de tierras que hizo Juan de Garay. Pero los franciscanos seguían siendo los dueños de la casa de la Calera, de la capilla y del horno de quemar cal.
Un mes y medio después de la firma de la escritura con los Saavedra, el 19 de diciembre de 1825, Arriola compró al síndico del convento de San Francisco, Pablo Villarino, “la casa de la Calera y capilla perteneciente a la comunidad de San Francisco en el camino de San Isidro edificada en terrenos que en el día son del mismo comprador incluyéndose el horno de quemar cal y demás que allí se conocía por posesión de dichos religiosos; e igualmente unos terrenos que poseía el expresado convento por donación que de ellos le hizo don Simón Hornos compuesto de trescientas varas de frente y cuatro cuadras de fondo según consta de la cláusula nona de su testamento…”.
En esta escritura se anotó un error al decir que el frente de la extensión medía 300 varas. En la cláusula novena del testamento de Hornos está muy claro que el frente era de 250 varas.
Al año de la compra de la Calera, el 14 de noviembre de 1826, José Julián Arriola hizo un contrato6 o sociedad con Juan Echevertz por tres años “para elaboramiento de cal y ladrillos […] en la calera denominada de San Francisco de propiedad del primero”. Arriola entregó bajo inventario los terrenos de la Calera, correspondientes al obraje de cal y ladrillos, los cuatro hornos, galpones y todo lo necesario para la elaboración de cal y ladrillos, exceptuando las quintas. De las utilidades se repartiría, en el primer año, y cada seis meses, una tercera parte para Echevertz y dos terceras partes para Arriola, quien era el administrador. En los dos años siguientes las utilidades se repartirían por mitades. Arriola cedió el cardo para leña que crecía en sus tierras y corría con el quebranto por el deterioro, evaluado en setecientos pesos en los dos primeros semestres y mil pesos en los cuatro siguientes. El deterioro comprendía “los quebrantos que sufra el terreno, es decir la disminución de tierra, piedra y conchilla invertidos en la elaboración”.
El yacimiento más importante de conchilla estaba en la manzana delimitada por O’Higgins, 11 de Septiembre, Mendoza y Olazábal.
La quiebra de José Julián Arriola
Arriola no mantuvo en su poder por muchos años La Calera de los Franciscanos, como ya se verá. Personaje singular, desarrolló una intensa actividad comercial hasta su quiebra financiera en 1831. Fue uno de los ciudadanos firmantes, encabezados por el doctor Bernardo de Monteagudo, que pidió la formación de un nuevo gobierno el 8 de octubre de 1812, conformando la revolución que depuso al primer gobierno triunviro.7
Ya por ese entonces era martillero, y tenía su oficina en la calle de la Catedral (hoy San Martín) 74, entre Bartolomé Mitre casi esquina Cangallo. En el libro Buenos Aires desde setenta años atrás, el doctor José Antonio Wilde,8 al narrar el veraneo de las familias ricas, se refiere a Arriola en la siguiente forma: “Las familias, llevadas de su afición al campo, hacían sus excursiones especialmente a San Isidro. Salían los sábados a la tarde o vísperas de fiesta en grandes cabalgatas, que presidía el conocido rematador de aquellos tiempos, muy relacionado entre los ingleses, don José Julián Arriola”.
Arriola se había casado con Carmen Pacheco, hermana del general Ángel Pacheco; ambos eran hijos del doctor José Gómez Pacheco y de Teresa Concha. El matrimonio tuvo 15 hijos. Una hija, Carmen, se casó con Miguel Marín. El hijo de este matrimonio, el doctor Plácido Marín (1852-1929), nieto de José Julián Arriola, fue estanciero y hombre de negocios. Fundó, entre otras instituciones de bien público, el colegio Carmen Arriola de Marín, en San Isidro, en memoria de su madre.
Otra de sus hijas, Enriqueta, se casó con Diego White,9 quien lo hacía en segundas nupcias. En 1836, White, que era hacendado, estableció una cabaña denominada Rivadavia, en honor del que había sido el primer presidente de los argentinos, en tierras que fueron de Ignacio Blanco10 y Pedro Medrano.11
Por allí, en el bañado, corría un arroyo que se conocía como de White, donde hoy está la avenida Rubén Darío (cerrada), límite sudeste del Tiro Federal Argentino (CENARD), y de las tierras de Rosas que formaron Palermo de San Benito.
White también construyó el Hipódromo en 1849 que estaba emplazado entre Besarés, O´Higgins, Deheza y Cabildo. Avecindado en Belgrano, en Juramento y Cuba, donde se levantó la Municipalidad, hoy Museo Sarmiento, integró la comisión que aprobó la traza del pueblo, y erigió la Iglesia de la Inmaculada Concepción. Fue, además, el que organizó la primera Exposición Rural que se hizo en el país, en 1858, en la casona que fuera de Rosas, ubicada donde hoy se encuentra el monumento a Sarmiento, en Palermo. Por otra parte, donó las tierras para el emplazamiento de la actual estación Rivadavia del ex Ferrocarril Mitre.12
En 1823, Arriola aparece firmando unos recibos13 “de la suscripción para facilitar la emigración de familias destinadas para fundar el pueblo con el nombre del General Don Manuel Belgrano”.
Figuraban como comisionados y firmaban José Julián Arriola y Félix I. Frías. Uno de esos recibos, fechado el 31 de agosto de 1823, estaba a nombre de Juan José Anchorena, el que había contribuido con la cantidad de 34 pesos.
Es evidente que no estaba previsto en ese tiempo que el pueblo en cuestión se asentara en las tierras donde, en 1855, se fundó el actual barrio de Belgrano. Ni aun especulando con que Arriola pensara en lotear la fracción que allí tenía, ya que en 1823 sólo poseía la tierra comprendida entre La Pampa, una línea paralela a La Pampa que pasaba a unos 40 m al sudeste de Echeverría, y desde Ciudad de la Paz hasta las vías del ferrocarril en el bajo, aproximadamente. Una superficie muy reducida como para imaginar allí un poblado.
Entre otras actividades comerciales, Arriola se dedicó al armado de buques corsarios.14 Y también remataba barcos y las mercaderías que los corsos tomaban durante la guerra15 con el Brasil.
Como se puede ver, las inversiones que hacía eran muy importantes. Los riesgos que corría, muy altos. Los beneficios podemos verlos por lo que se relata en el Diario de operaciones cuando habla de las acciones de algunos de los barcos de Arriola.16 El comercio de negros también estaba incluido como una de las actividades que desplegaba con sus barcos corsos.17
Por 1828, Arriola ya estaba en serias dificultades financieras. Aparecían protestos de letras.18 En febrero recibió y aceptó 10 letras que estaban en poder de Juan Bautista Peña, al que se obligaba a pagarle su valor.19 El compromiso lo avaló hipotecando a favor de Peña la Calera “con el edificio, hornos, alfalfares y demás que hay en ella”.20 Sobre la Calera ya pesaba una hipoteca anterior de 12.000 pesos. En ese compromiso con Peña hipotecó también su casa de la calle San Martín 74 (entre Bartolomé Mitre y Cangallo), donde tenía las oficinas de remate.
Por la Calera, Arriola había pagado en total 11.300 pesos de moneda corriente.21
En ese año, 1828, se produjo la bancarrota de Arriola.22 Los síndicos de su concurso, Juan Nonell23 y Juan Bautista Peña,24 fueron los que finalmente vendieron las tierras de Arriola a Juan Manuel de Rosas, las que comprendían las Barrancas de Belgrano y la extensión donde se fundaría el pueblo de Belgrano.
Ladrillos para la Universidad
El 21 de octubre de 1782 ya se habían vendido las 250 varas de frente por 1.150 de fondo a Josefa Villarino de Terrero y lo que quedaba de la mitad de las dos suertes a Mateo Ramón de Álzaga. Vicente Sebastiani firmó una obligación con “los señores de la muy ilustre Junta de Temporalidades”.
Por ella se obligaba a entregar 60.00025 ladrillos para “la obra de las casas que harían de servicio para la Universidad que se va a establecer en esta ciudad”. Era el proyecto del virrey Juan José de Vértiz y Salcedo para la que fue posteriormente la Manzana de las Luces.
Para producir los ladrillos, Sebastiani solicitó una buena parte del dinero adelantado y dio como garantía en hipoteca la “quinta, dos hornos y la casa de su obraje que tiene suyo propio”. La entrega debía cumplirse entre noviembre de 1782 y febrero de 1783.
Conjeturas sobre la Capilla
Si bien se cuenta con documentos que permiten seguir la vida de la Capilla de la Calera, aparecen períodos y circunstancias un tanto oscuros, por ello se teje esta teoría que trata de interpretar cómo se fue desarrollando en ella la actividad religiosa desde que los franciscanos se instalaron en las tierras de los Espinosa.
Al ser desalojados de la Calera, en noviembre de 1774, ubicada en las actuales Barrancas de Belgrano, la que era propiedad de los Espinosa, la capilla fue abandonada. Todos los ornamentos y demás elementos para el culto les fueron entregados a los padres, según consta en los documentos del juicio.
La capilla se levantaba en la intersección de Arribeños y La Pampa26 (camino divisorio de la suerte de Francisco Bernal y la de Yusepe de Salas); quedó comprendida en las tierras que, en 1780, compró María Josefa Villarino. Allí, vacía, fue utilizada como depósito con sus viviendas aledañas; luego, en 1815 adquirió esas tierras Gregorio Perdriel. Cuatro años más tarde, en 1819, compró esos terrenos José Julián Arriola y quedaron en su poder hasta 1842.
“En junio de 1825, en cuyo transcurso se resolvió segregar del curato de San Isidro una nueva parroquia, que pertenecía en realidad al paraje de Santos Lugares de Jerusalén. A la que se designó como titular el Santísimo nombre de Jesús, y como iglesia provisoria la conocida con el nombre de la Calera”,27 la que estaba en los terrenos de José Julián Arriola y que este cedió para tal fin.
En diciembre de 1826, a poco más de un año de haber puesto otra vez en condiciones la capilla de la Calera, el cura de Jesús Amoroso, que así encabezaba la correspondencia, pidió al Provisor Gobernador del Obispado “…en virtud del estado de aquella iglesia, lo necesario para la administración de sacramentos y celebración de la misa, proponiendo se saque del sobrante que haya de los conventos y en particular los ornamentos y campanas del oratorio de Merlo, cuyo santuario, según se me ha dicho, queda sin uso”.28
Por el informe del cura párroco de Morón se sabe que no hubo inconvenientes en que la Parroquia de Jesús Amoroso fuera provista de ornamentos y demás útiles que existían en la Ermita de Merlo.
El 17 de diciembre de 1834, respondiendo a un pedido del vecindario de este nuevo Curato –conocido por el nombre de Jesús Amoroso– se resolvió que la mencionada capilla de la Calera dejaría de ser iglesia parroquial, y que en lo sucesivo llenaría tales funciones la ya nombrada de Santos Lugares.
En el diario La Razón, en julio de 1936, en la columna “Mi ciudad” que escribía Mario Bernaldo de Quirós, apareció reproducido el siguiente documento:
“En la ciudad de Buenos Aires a doce de septiembre de 1828, yo don José Julián Arriola, vecino de ella y poseedor del oratorio y casa titulada de los Padres Franciscanos sita entre las casas de mi habitación y el obraje de hornos, habiéndome hecho presente don Martín Boneo, cura vicario de este partido, la necesidad de iglesia y casa para el desempeño de las funciones parroquiales y bien de esta ciudad, de acuerdo con él he venido en conceder a la parroquia lo siguiente: cedo para el servicio del curato, la iglesia y demás habitaciones contiguas, que son trece, e igualmente el terreno que hay hasta el camino abajo, comprendiéndose, con el ancho que tiene desde la zanja que está a la derecha de la iglesia, hasta la que está inmediata a la izquierda de las habitaciones y por el fondo la zanja próxima al cementerio.
“La donación que hago de lo anterior, casa y terreno a la parroquia será abolida en caso de que no tenga localidad para formar templo.
“En caso de que la parroquia salga de este destino por tener templo adecuado y deje de haber culto divino en el referido Oratorio volverá éste con todas sus habitaciones y tierras a sus propietarios o a la de sus sucesores.
“La presente donación que hago se escribirá por duplicado debiendo existir un ejemplar en el archivo de la iglesia y otro en el mío y siempre el boleto en poder del cura para su cumplimiento y pueda ser obligado, y lo mismo el cura de la parroquia de darme el presente y lo firmamos”.
Y en el artículo 10 de las antiguas escrituras se insiste: “Si en cualquier tiempo dejara de haber iglesia en terrenos sobre la barranca, que vuelvan a mi sucesión, los que sólo por aquel destino dono, y me quito”.
Es curioso que Arriola hubiera extendido este documento cuando hacía apenas unos pocos meses que había hipotecado a favor de Juan Bautista Peña la Calera “con el edificio, hornos, alfalfares y demás que hay en ella”.
A partir de 1834 se pierde el rastro de la actividad en la capilla hasta 1856, una vez fundado el pueblo de Belgrano.
“Efectivamente, fue en 1856 cuando a la abandonada capilla se le hicieron refacciones, pero sin afectar su estructura original. Y fue el mismo ingeniero López de Bertodano quien, dos años después, en 1858, levantó por orden de la Municipalidad de Belgrano un plano completo del pueblo. Felizmente tuvo la buena idea de ilustrarlo con la reproducción de las tres principales construcciones que por aquel entonces poseía la localidad: la tribuna y dependencias del llamado Circo de las Carreras, el local donde funcionaba el Club Belgrano y, entre artísticas viñetas y dibujos alegóricos, nuestra capilla vista de frente,29 rodeada de árboles y figuras de personas en actitud de ingresar en ella.
“La litografía resultó tan nítida que en ella se pueden observar hasta los más simples detalles arquitectónicos, tal como quedó luego de los arreglos efectuados.”
El arquitecto Solari dejó una breve descripción de ella: “Puede estimarse que la capilla ocupaba un terreno de cincuenta por sesenta varas aproximadamente (43,30 a 52 m), en la cual además del pequeño templo y vivienda del cura, había un huerto cercado por macizo muro. Pero es obvio que a este respecto se puede decir algo más. Por ejemplo: que aquella poseía un techado a dos aguas y su fachada ostentaba un frontón sostenido por tres arcos de medio punto, de mayor tamaño el central. En los extremos del frontón se destacaban dos elementos decorativos y una cruz en el vértice superior del mismo. A su izquierda, una torre campanario, de unos quince a veinte metros, rematada por una cúpula y, sobre ella, una cruz de mediana dimensión. A la izquierda de la torre un muro cerraba un patio. Tal era el aspecto exterior de la capilla en el año 1858.”
En este mismo estudio, Octavio Córdoba da un pormenorizado detalle de las modificaciones que se hicieron al edificio después de 1856. Hasta narra el hallazgo, en 1869, de una sepultura al hundirse el piso a la entrada de la capilla.
¿Dónde estaba la capilla?
Se sabe que ya en 1774, en las barrancas de Belgrano, existía una capilla de los franciscanos, y que era de “ladrillo cocido, con su sacristía y frontis con dos campanitas”; además tenía “dos cuartos con su corredor todo de ladrillo cocido”.
Luego del juicio entablado por Antonio Espinosa con los franciscanos comenzó la venta de fracciones de tierra de las dos suertes originarias que formaron la gran extensión que fue de los Espinosa.
Sin embargo, y curiosamente, en esos documentos de venta no se mencionan las construcciones. Sólo aparecen a partir de 1815 en la escritura por la que José María y Juan Nepomuceno Terrero vendieron a Gregorio Perdriel el lote formado por los actuales límites de: La Pampa, una línea paralela a La Pampa unos 40 m al sudeste de Echeverría, las vías del ferrocarril y Ciudad de la Paz.
En la escritura se menciona un “edificio de varias habitaciones con sus corredores y cerca y demás, todo edificado de ladrillo y buenos materiales”.
En principio parecería que hay cierta semejanza en esta descripción con la que figura en el inventario de 1774 correspondiente al juicio que se mencionó al principio.
Lo mismo se anotó en la escritura cuando Gregorio Perdriel le vendió en 1819 a José Julián Arriola.
En 1830, en el plano de la mensura que levantó Juan Saubidet aparece, a la altura de la actual calle La Pampa y Arribeños, un dibujo, un cuadrilátero con uno de sus ejes orientado al este-oeste. En ese mismo lugar aparece indicada la capilla en el plano que el ingeniero Carlos Enrique Pellegrini levantó en 1862 cuando se trazó la estación Alsina del ferrocarril del Norte.
Y esa misma construcción, con esa disposición, orientada de este a oeste, en ese mismo lugar se la ve en el Plano General del Pueblo y Arrabal de Belgrano, levantado por orden municipal por los agrimensores Rafael Hernández y Francisco Arigós Rodríguez en 1872. El frente de la capilla estaba orientado al oeste y el ábside al este. ¿Por qué esta orientación?
A principios de la era cristiana, en el altar se celebraba la misa de cara a los fieles, y si bien en un comienzo no hubo reglas sobre este punto, más tarde se dispuso que el sacerdote al consagrar tuviese el rostro hacia oriente, lo cual, dada la posición del altar, obligaba a colocar la fachada mirando al este. Al cambiar en el siglo V la posición del sacerdote celebrante de la misa, volviendo la espalda a los fieles, varió consecuentemente la orientación de las basílicas, cuyos ábsides se situaron hacia oriente.
En esa ubicación que se ha anotado, y teniendo como patrón el plano de Carlos Enrique Pellegrini, en el borde de la barranca apareció una construcción de viejos ladrillos como formando parte de un brocal de un pozo; correspondería al extremo sudeste de la construcción que figura en el plano. Estos ladrillos miden 18,5 cm de ancho, 37 cm de largo y 5 cm de espesor.
Curiosamente, se puede leer en el contrato celebrado entre la Municipalidad de Belgrano y el maestro albañil Ángel Cotella, en 1859, para la refacción de la Capilla, que uno de los trabajos que éste debía realizar, el 7º en el contrato, era “hacer un cuarto nuevo para el señor Cura, donde está el pozo, de seis varas de largo y tres cuartos de ancho, cuyas paredes serán de un ladrillo, el piso de baldosas con contrapiso de ladrillo, el techo con tirantes de pino de tea y alfajías de quebracho, con sus hiladas de ladrillo y su correspondiente argamasa y reboques de cal. Colocándole una puerta al patio y una ventana a la calle de la que saque de otra parte”.
De pertenecer el brocal encontrado al pozo mencionado en el escrito, la habitación del cura, en 1859, ocuparía el vértice sudeste de la construcción indicada en el plano de Carlos Enrique Pellegrini de 1862.
Se accedía a la capilla por su frente que daba al oeste, por un camino diagonal que empalmaba en la esquina de Echeverría y 11 de Septiembre con la diagonal Zavalía.u
Notas
1.- Testamento de Fernando Villarino. Reg.5 1773. F. 327. AGN.
2.- Juan Guillermo González y Aragón nacido en Cádiz el 10 de febrero de l637, se radicó en Santiago del Estero donde se casó con Lucía de la Caridad Islas y Alva en 1717. Tuvieron tres hijos: Gregoria, que con el tiempo sería abuela de Juan José Castelli; Juan Manuel, quien iba a ser abuelo del general Manuel Belgrano, y José, que sería sacerdote. Al enviudar, González y Aragón se trasladó a Buenos Aires, donde fundó la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, para enterrar a los difuntos pobres de solemnidad muertos en la ciudad o en los campos y náufragos en el mar y ríos, por muerte natural o violenta o ajusticiados. Al poco tiempo y siendo viudo decidió dedicarse completamente a la vida religiosa, por lo que se ordenó sacerdote en 1734.
3.- Sala IX 41.7.7, año de 1790. AGN. Allí, Juan Antonio Collaso, comisionado para mensurar las tierras anotó: “…examiné el paraje o mojón cierto de que deben arrancarse las mensuras en el frente de estas suertes principales, y se me dio razón de un marco (cerco que rodea) que se halla por deslinde entre las tierras que fueron de los regulares de la compañía y posee el Colegio de San Carlos con las que fueron de Dn. Antonio Espinosa y posee su yerno Dn. Vicente Sebastiani en las cuales y en su frente tiene vendido alguna parte dicho Sebastiani a Dn. Joaquín Terrero […] pasé al citado marco que reconocí se halla al costado de una quinta cercada de tapial que se me dio razón es de Dn. Joaquín Terrero como así mismo una casa que tiene adentro edificada […] inspeccionando cuales fuesen las mensuras que se hubiesen arrancado de aquel punto se me dio razón que todos los que se han ofrecido en el litigio que hubo entre partes con el convento de San Francisco y el finado Dn. Mateo de Álzaga se han arrancado de aquel mismo punto y particularmente dio razón Dn. Simón de Hornos […] en cuyos términos determiné hacer el arranque del mojón expresado (dicho mojón se hallaba a la altura de La Pampa y la intersección de Arribeños) […] mandé al piloto Dn. José Barbosa guarde la regla del rumbo de Sueste Norueste con diez y seis grados de variación por el frente de las suertes y el fondo al Nordeste Sudueste con los mismos grados de variación […] y habiendo puesto su banca y aguja de marear al pie del marco se notó que para seguir midiendo el frente lo impedía la quinta y casa de Dn. Joaquín Terrero y se hizo preciso levantar una escala de docientas varas, Sudueste Nordeste con la cual se bajó la barranca grande pasado el primer camino más inmediato a dicha barranca (la Avenida del Libertador)…”.
4.- Así, la fracción que recibió Antonio Espinosa era la comprendida por la línea paralela a La Pampa unos 40 m al sudeste de Echeverría, hasta la de unos 20 m al sudeste de Olazábal, y desde la barranca hasta Ciudad de la Paz, más la superficie comprendida desde Ciudad de la Paz hasta Plaza por el ancho de 700 varas (desde La Pampa hasta una línea paralela a ésta unos 20 m al sudeste de Olazábal). Esta es la extensión que incluía la Calera y que Espinosa vendió a Mateo Ramón de Álzaga.
5.- La venta se hizo “en los términos siguientes a saber: las cuatrocientas cincuenta varas de frente, sobre la barranca, hasta topar con las tres mil de las del citado mi terreno (de Vicente Sebastiani), que completan el fondo de la legua, que confinan en las tierras de cabezadas, al precio de diez reales vara, que importan quinientos sesenta y dos pesos cuatro reales, con más las tierras del bañado que comprende dicho frente, según los documentos de propiedad. “Las doscientas cincuenta varas que medían al completo de las setecientas de frente, desde donde termina o fenece el fondo de las vendidas a don Angel Castelli (vuelve a repetirse el nombre del primer marido de María Josefa Villarino), hasta topar con las tres mil arriba citadas de dicho mi yerno (Vicente Sebastiani), al precio de cuatro reales vara, que importan ciento veinte y cinco pesos; y la Calera en el precio de seis mil pesos; que todo compone la cantidad de seis mil seiscientos ochenta y siete pesos cuatro reales, cuyo pago deberá hacerme, la mitad que son tres mil trescientos cuarenta y tres pesos seis reales, al contado, y la otra mitad restante, en el día que dicho terreno, y Calera lo desalojen los padres de la casa de Observancia de Nuestro señor Padre San Francisco, a causa de haber seguido litigio con su síndico ecónomo de ella, y haberse últimamente expedido por su Alteza Real provisión en la que se declara el derecho de propiedad que obtengo a las mencionadas tierras, y Calera, con lo demás que consta del auto inserto en ella, que se halla obedecida, que el juzgado respectivo votó, y en su virtud por haberse mandado expresa-mente en ella que se me posesionase en el uso de dichas tierras y calera, controvertidas la aprendo quieta y pacíficamente como resulta de la diligencia practicada por el alguacil mayor de esta ciudad el día diez y seis de abril del año pasado de mil setecientos setenta y nueve”.
6.- Reg. 4 1825-1826. Fj. 466v. AGN.
7.- Ángel Justiniano Carranza, Campañas Navales de la República Argentina. Secretaría de Estado de Marina. Bs.As. 1962.
8.- El doctor José Antonio Wilde nació en 1813 y murió en 1885. El libro salió a la luz en 1881.
9.- Nació en Escocia en 1801, murió en Buenos Aires en 1871.Casó en primeras nupcias con Isabel Ondney, en Escocia.
10.-Las tierras habían pertenecido a Bartolomé López, quien en 1632 vendió a Domingo Gribeo como intermediario; éste hizo cesión en 1636 a Francisco González; las heredó su hija Juana González de Ribera, más tarde el hijo de ésta, Gregorio Blanco; después el hijo de éste, Ignacio Blanco del Castillejo, que las vendió en 1757 a Juan José Castilla. Esta extensión tenía 400 varas de frente por 1.000 varas de fondo (346,40 x 866 m). Probablemente el frente se extendía desde Quesada hasta Manuela Pedraza, aproximadamente. Y el fondo llegaría desde el bajo hasta Amenábar. En esta porción, en la parte que era bañado, se encontraba el arroyo White. Diego White había comprado estas tierras a Thorondike. De la mensura de las tierras de Rosas en el plano de Domingo Amézola.
11.-Estas tierras linderas a las anteriores por el SE habían pertenecido, entre otros, a: Manuel Antonio de Flores, jefe de escuadra de la real armada; Juana María Pereyra; Ana González de Alderete. Estos vendieron en 1774. Ana Peralta fue la que vendió a Pedro Medrano ante el escribano Francisco de Merlo.
12.- Vicente Osvaldo Cutolo. Nuevo diccionario biográfico argentino.
13.-Documentos diversos. Legajo 1. Documento Nº 44. AGN.
14.-Entre los años 1826 y 1827 el Gobierno expidió patentes de corso, entre otros, a los siguientes buques armados por Arriola: Presidente, Triunfo Argentino, General San Martín, La Sin Par, Bonaerense, Hijo de Julio, Rápido, Montezuma y Duplicate.
15.-Así, en el Diario de operaciones de la Escuadra Republicana, Campaña del Brasil (1826-1828), llevado por Álvaro de Alzogaray, publicado por el Archivo General de la Nación de Uruguay, Montevideo, 1934. se lee: “Se venderán a la mejor postura, por la casa de J.J. Arriola, y por cuenta de la escuadra nacional, Las siguientes presas brasileras. La famosa Zumaca flor del Río, con todos los aparejos que tiene, surta en estas valizas. El muy velero cuter de guerra, Unión, id. id. La balandra San Antonio y Animas, en barracas. Los señores que se interesen en comprarlas o quisiesen pasar vista de los inventarios, se les manifestarán en dicha casa. Igualmente en el mismo día se rematarán algunos efectos, o comestibles; y también como 800 a 1.000 quintales de carne salada tasajo, y como 150 cueros vacunos de tapa”. También en ese Diario de Operaciones se encuentra: “…arboló la bandera de la República la goleta corsario Presidente, y antes General Lafayete; este buque es de lo mejor en su clase, fue comprado por Arriola y compañía en 52.000 pesos y armada en corso por los mismos con 120 hombres de tripulación”. Más adelante dice: “La goleta Americana Motezuma ha sido comprada por Dn. José Julián Arriola en 80.000 pesos, para armarla en corso”.
16.-“…fondeó en balizas interiores la goleta corso Presidente, Capitán Allen, de su primer crucero; ha tomado 10 presas, 6 de las cuales despacho a diferentes puertos, 4 quemó y echó a pique. El 9 del corriente dejó a la goleta corso Sin Par, frente a Cabo Frío, había hecho una presa solamente, que es el bergantín que fue quemado por su misma tripulación días pasados habiendo varado cerca de la Ensenada. La Presidente trae a su bordo algunos efectos secos, 111 dientes de elefantes (que tomó de una fragata negrera, a la que no apresó por que tenía muy poca aguada) galones de oro, y 800 onzas de oro selladas (estas dos últimas cosas se dice que el corso no las trae a su bordo, sino que vienen en el bergantín presa Suceso). De las 6 presas que la Presidente despachó a puertos 2 se sabe que se perdieron, (1 al llegar al Tuyú, y la otra en la playa de Santa Rosa) 1 fue quemada intentando tomar puerto en el Salado; de las 2 que no se sabe, uno es el hermoso bergantín Suceso procedente de Oporto con destino al Janeiro, cargado de fierro, 300 pipas vino de Oporto, galones, y 800 onzas de oro selladas…”.
17.-En el mismo Diario de operaciones, por el año 1828, se encuentra: “Por la mañana llegó 1 ballenera del Salado de donde salió ayer a la tarde, y trajo la nota de haber llegado a aquel puerto el 3 del corriente la Zumaca Nacional Luisa, procedente de Patagones con cargamento de efectos, y negros a la consignación de Dn. Julián Arriola”.
18.-Las declaraciones de éste, en todos los casos, son las mismas: “que no podía aceptar dichas letras para pagarlas al plazo de su giro, por carecer de fondos disponibles con que hacerlo, pero que a la garantía de su pago hipotecaba el bergantín corsario de su propiedad Flor de Mayo, en el cual se habían invertido las cantidades a que estas y las precedentes letras protestadas del mismo girador eran referentes…”. En otros casos decía que “no tenía más arbitrios con que pagarla que con el producto del buque corsario de que es armador nombrado Flor de Mayo, y de las presas que haga en el presente crucero, pero que cuando esta venta se verificare sería una deuda privilegiada y pagada con toda preferencia”.
19.-Ascendía a 46.836 pesos 51/2 reales, una suma de dinero más que considerable para la época.
20.-Registro 3 1828, foja 63. AGN.
21.-En ese tiempo, junio de 1828, vendió por documento simple una quinta en el bañado de Palermo, que más tarde, en 1839, sería de Rosas. Era el lote 10 del plano de Amézola y tenía por límite oeste el arroyo Maldonado; así figuraba en las escrituras. Hoy, allí está emplazada una playa de estacionamiento del Jockey Club, frente al hipódromo, y pasan también por allí las vías del ex Ferrocarril Mitre. Por frente tenía la hoy Avenida del Libertador.
22.-Legajo B nº 14, años 1837-1842. Catálogo del Archivo de Tribunales-Comercial Tomo 1 A-G. AGN. Bidaya, Francisca, contra José Julián Arriola por cobro de pesos de un pagaré.
23.-Juan Nonell era hacendado, casó con Dolores Montaner y Escobar. Fue un hombre de gran fortuna, entre sus bienes se encontraban propiedades en Europa, como una villa en el lago Di Como. La hija de este matrimonio, Teresa Nonell casó con Jacobo Parravicini, que fue Cónsul General del imperio Austro-Húngaro. El nieto de éstos fue Florencio Parravicini (1876-1943), famoso actor de teatro, pionero de la aviación argentina, yachtman destacado y eximio tirador.
24.-Juan Bautista Peña fue político y funcionario. Por esos años de la quiebra de Arriola fue reelecto Juez de Paz de la parroquia Catedral al Sur; en 1831 y 1832 se lo nombró en la Comisión de Negocios Constitucionales de la Cámara de Representantes. Era dueño de la quinta en el bajo de Palermo, que fue la primera que compró Rosas el 12 de enero de 1838, Reg. 1 1838. Foja 6. AGN.. En 1839 intervino en la Revolución del Sud, defendiendo los intereses de los ganaderos de la provincia de Buenos Aires. Por ello fue considerado entre los lomos negros. Le fueron embargados campos y haciendas. Después de Caseros ocupó importantes puestos políticos.
25.-Sebastiani se obligaba con los ladrillos a “ponerlos y costearlos en el paraje de la referida obra bien acondicionados, y a satisfacción del señor brigadier don José Custodio de Sa y Farías conteniendo cada ladrillo media vara de largo (aproximadamente cuarenta y tres cm), una cuarta de ancho (aproximadamente veintidós cm), y la cuarta parte de una cuarta de canto (aproximadamente cinco y medio cm)…”.
26.-Hoy hay allí un mural compuesto por 20 cerámicas, alusivo al lugar donde se erigía.
27.-Levene, Ricardo, Historia de la provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos, Volumen II, pág. 309. La Plata 1941. Publicaciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires.
28.-Sala X.4.8.6. AGN.
29.-Nuevos aportes históricos sobre la Capilla de la Calera e Iglesia de la inmaculada Concepción en Belgrano por Alberto Octavio Córdoba, en Archivum, Revista de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, Director: profesor Enrique Mario Mayochi. Tomo decimocuarto. Buenos Aires 1984.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año VIII – N° 44 – diciembre de 2007
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Edificios destacados, Iglesias y afines, PERSONALIDADES, Vecinos y personajes, Cosas que ya no están
Palabras claves: franciscanos, tierras de bajo Belgrano, Capilla Calera de San Francisco, terratenientes
Año de referencia del artículo: 1866
Historias de la Ciudad. Año 8 Nro44