Si morirse es cambiar de barrio, sólo ante esa circunstancia Jorge Casal pudo haber dejado el suyo. Fue el 25 de junio de 1996.
Setenta y dos años atrás, el 14 de enero de 1924, había entrado al mundo por la Siberia. No la de las frías estepas a la que le cantó Magaldi, sino por la Siberia arbolada y poblada de pájaros que forma parte del paisaje de Villa Urquiza. Un barrio al que Casal le fue siempre fiel y del que ha llegado a ser uno de sus hijos dilectos, tanto, que una de sus plazas lleva hoy su nombre. Un barrio en el que está toda su historia. Sus amigos de siempre. La casa de Nicolino y el almacén de Agapito donde ensayó sus primeros cantos. El colegio William Morris, que ya no está, y que fuera su escuela primaria. La barra amiga de Iberá y Ceretti. El cine-teatro “25 de Mayo”, donde en el año 36 pisó por primera vez un escenario cantando en una fiesta escolar la “Canción del canillita”. El café “La Esmeralda”, lugar de prolongadas tertulias. Y las calles… esas mismas calles de siempre por las que tanto le gustaba caminar.
Con él se ha ido el amigo entrañable. Nos queda su recuerdo y su voz en el milagro del disco. Una voz plena y de hermoso timbre, irreprochable de afinación e impostación. Una voz que, con la hondura de lo permanente y definitivo, ya tiene un lugar propio en la mejor historia de nuestra música popular.
En lo personal debo decir que Jorge Casal ha sido y seguirá siendo el cantor de mi barrio, a quien conocí personalmente hace ya muchos años, en la antigua sucursal del Banco Provincia, en la que a su gerente le gustaba entonces realizar asados para el personal -y esto en la misma agencia- invitando a esos ágapes a sólo dos vecinos: a Casal y a mí. Siempre he tenido la impresión de que para aquel hombre aquellos asados eran tan sagrados como los depósitos.
Fue Casal quien me regaló su canto en la fiesta de mi casamiento.
Fue Casal, en uno de mis cumpleaños en mi casa, el que cantó a dúo con Edmundo Rivero.
Fue con quien compartí más de una cena con Rosita Quiroga.
Uno de los primeros en ser convocados cuando fundé la Junta de Estudios Históricos de Villa Urquiza.
Fue el cantor y es el amigo (aquí me cuesta conjugar en pasado), que ya forma parte del registro emocional de Buenos Aires, y el que sigue teniendo una cierta congoja en la garganta que lo hace inconfundible.
Hoy la plaza de Villa Urquiza ubicada en Triunvirato y Roosevelt lleva su nombre.
Aníbal Troilo con Jorge Casal – “Patio mío” / https://www.youtube.com/watch?v=ZB_J01myupc
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Año de referencia del artículo: 1984