La actividad de los rematadores tiene antigua data: este sistema se ha desarrollado a través de las distintas épocas; uno de los modos de adjudicación más arcaico y muy curioso de remate era el de la “candela virgen”: abierta la puja de la venta se encendían 3 velas, una después de la otra, y si la tercera se extinguía sin que hubiera habido oferta, la venta se declaraba desierta. La actividad aquí tuvo una época de gran desarrollo cuando se expandió la ciudad.
El rol de “los hombres del martillo” tiene su período de apogeo en Buenos Aires a fines de 1800. A través del libro Obligaciones del Martillero Público de Julio Quesada, editado en 1948, se puede saber que en el año 1927 se realizó el primer Congreso de Rematadores reunidos por su iniciativa y presidido por Adolfo Calvete. En esa oportunidad, habló en nombre del Intendente de la Ciudad de Buenos Aires, Dr. Casco, el arquitecto Carlos Becker:
“Ha querido el Sr. Intendente que la Comuna estuviera con vosotros en esta ceremonia bien definida porque entiende que el desarrollo de Buenos Aires ha tenido en los señores martilleros por razón de sus funcionarios, dirigentes y de consejo, el factor necesario para encarrilar sus progresos transformando la vieja aldea colonial de tiempos remotos en la magnífica urbe” e hizo alusión a las palabras de Alberdi interpretando que: “Gobernar es poblar, que hoy ha podido ser sustituida por: dividir es poblar, completando con dividir para vivir y para poblar” los señores Martilleros “que han cumplido palmo a palmo la misión fundamental cuya base sirvió para la transformación de las ciudades…”
Luis Cánepa en su libro El Buenos Aires de Antaño, al referirse a los rematadores dice: “Empezaron a actuar al finalizar el primer cuarto del siglo XIX. No era que antes no los hubiera pero no eran personas dedicadas a eso como profesión única”, y dice que “en tiempos de la colonia existía un impuesto con el nombre de la pregonería estableciéndose por Real Cédula que se cobrara a los rematadores”. Da como primer rematador a Tomás Gowland y cuenta que el martillo que se utilizó está en el Museo Fernández Blanco.
Manuel Bilbao, en su libro Buenos Aires (año 1900), en el capítulo de los rematadores reconoce como los más nombrados al mencionado Tomás Gowland, F. Silva, Ramón Arriola y Pedro J. Díaz.
Y en diciembre de 1895 por un acta de los Sres. Adolfo Bullrich y Francisco P. Bollini se reunieron los rematadores conviniendo cobrar comisiones uniformes sobre las ventas que se hicieran, cesando los abusos que se cometían por la falta de una disposición especial. Esto, una vez aceptado, pasó a ser ley entre ellos.
La visión de José Ceppi
Los escritos de los viajeros han sido siempre de gran importancia y utilidad. La visión de un extraño es más jugosa y normalmente difiere de la visión local porque la reiteración cotidiana hace que se pierdan de vista los detalles de las costumbres, peculiaridades que un viajero observador capta por serle novedosas.
Tal es el caso de José Ceppi, cuyo seudónimo era Aníbal Latino, un italiano nacido en Génova en 1853 que, después de actuar en España, primero como militar y luego como periodista, arribó a estas tierras en 1884. Publicó sus primeras impresiones sobre Buenos Aires en el libro Tipos y costumbres Bonaerenses. Sus escritos están cargados de enfoques clasificados. Sus inteligentes apuntes sobre los caracteres urbanos y sociales son una buena receta para comprender estos tiempos de cambio y de nuevos rumbos, donde empezaban a transitar los rematadores.
Su capacidad de observación lo llevó a ser Secretario de Redacción, Vicedirector y Director suplente del diario La Nación.
Desde el sitial de su profesión de periodista contó con variada y completa información, pudiendo tratar diversos temas, que conforman hoy un buen compendio para entender y estudiar a esa sociedad que le tocó vivir.
Ubica al rematador y lo define así: “elegancia de estilo y pureza de lenguaje, buen caudal de observación, erudición vasta, una imaginación fecunda, un gracejo oportuno y de buena ley”. Dice: “El rematador adquirió la importancia de una institución, cosa que no ocurrió en Europa donde carece de los honores de oficio. Allá ser rematador o subastador es ser un cualquiera, y aún puede decirse que no existe tal profesión como manera de vivir. Sólo hay remates cuando lo prescribe la orden judicial o gubernativa y a quien por obligación le corresponde, no lo hace de mucho gusto y se deprime presentarse en público a vociferar y hacer gestos como un obcecado. En cambio aquí personas distinguidísimas no desdeñan dedicarse a tan ingrata como entretenida tarea, que no sólo les proporciona pingües ganancias sino también relaciones e influencias.” Y remarca: “Ni en Europa ni en EE.UU. ni en el resto de los países de Sudamérica, ni en el resto de la República, los rematadores han sabido imprimir a su oficio un carácter atrayente, simpático, especial, originalísimo, ejercerlo con desenvoltura, con gracia, con chispa, darle esa importancia , ese tono, ese aliciente que le han sabido dar los rematadores porteños.”
Y agrega: “De vivir de rentas en esta ciudad me pasaría la vida yendo de un remate a otro, pero tiene algo peligroso, porque tal arte tiende a hacerle comprar a uno lo que no quiere, lo que no necesita. Cómo saben esos diablos realzarse, darse importancia, hasta ennoblecerse en el ejercicio de una profesión que pareciera tan vulgar, tan insignificante.”
“Basta ojear la tercera y cuarta plana de los principales diarios, en los que hay sendas columnas reservadas a las producciones filosófico-literarias de nuestros protagonistas, donde ellos despliegan su arte en el momento crítico.
¿Sois capitalistas?¿tenéis algunos miles de nacionales de sobra y deseáis emplearlos en la adquisición de una casa que dé buena renta, o en la compra de algún terreno para edificárselo de la manera que más os plazca? Allí hallaréis para todos los gustos…”.
Y así habla el rematador o los avisos por él: “Remate espléndido –colosal– vale muchísimo más –vale el doble– barrio de grande y asombroso porvenir –a donde se edifica extraordinariamente– a donde nadie vende –por lo que den– ¡Personas de cálculo, atención! ¡Alerta especuladores! ¡Alerta pichincheros! ¡Alerta, alerta!”.
“¿Quién se resiste a comprar? ¿Quién no quiere hacerse rico?”
Y se cuestiona y dice también: “Bien es verdad que tampoco sabemos, como ellos, arbitrar los medios de ganar en un solo día lo que nos cuesta años y años de incesantes sudores como si tuvieran algún poder sobrenatural.
Quienes son y de que clase social salen los rematadores. “Se han visto a generales, periodistas, diputados o personas de bastante ilustración.”
Y suma una aguda descripción: “Miradle, allí viene. Viste con elegancia, marcha con desenvoltura, estrecha la mano a este, la levanta en alto para saludar al otro, mira, olfatea, habla desde que entra y parece conocer a todo el mundo, menos a nosotros, aunque bueno será no le miremos mucho, porque le llamaremos la atención y nos saludará como antiguos camaradas, y hasta nos dará la mano, preguntándonos como estamos. Toma distancia, da breves y terminantes órdenes a su escribiente.
Los caballeros acuden, lo rodean, le siguen, se mueven a impulso de sus movimientos, forman coro, le obedecen como mansos corderos, le miran con aire de admiración, de envidia.
Y llega el momento solemne. Sube nuestro campeón a la silla, pasea su mirada por la concurrencia, enjugándose el sudor. Empuña sacándose de su bolsillo un pequeño martillo, que es para él la varilla mágica, y exclama: La venta, señores, es al contado, y a la mejor oferta. Tengan la bondad de no hacerme perder tiempo. Hay mucho que vender y todo ha de salir hoy. Ofrezcan pronto, cualquier cosa, y silencio, que ya no estamos para conversaciones.”
Y Latino concluye diciendo: “todo lo venden, sea bueno o malo, provechoso o inútil y da un consejo al lector que alguna tarde no sabe que hacer, si está de mal humor, si necesita distraerse. Vete a presenciar con los bolsillos vacíos, si no tenés deseos de comprar, cualquier remate.”
Visión de Jules Huret
Otras crónicas se encuentran en el libro de Jules Huret De Buenos Aires al Gran Chaco, un periodista y escritor francés que comenzó su carrera en L’Echo de París en 1889. Sus escritos sobre literatura y sobre autores de la época le valieron obtener una gran popularidad e incorporarse en la redacción de Le Figaro, donde se lo comisionó para hacer varios viajes a Europa y América.
Sus artículos dieron origen a una serie de libros que acapararon la atención de miles de lectores. Y se convirtió a comienzos del siglo XX en el hombre de prensa más importante de Francia.
Tal era su fama que Clemenceau, cuando le preguntaron sobre su impresión sobre Argentina, respondió “¿Qué quiere usted que diga después de Huret?” Ambos visitaron Buenos Aires en los festejos del Centenario.
Rescatamos del “Inquisidor Universal”, como se lo conoció a Huret, estas palabras: “las calles están llenas a ciertas horas, de hombres-sandwiches que llevan grandes telones con anuncios donde están escritos con letras encarnadas los próximos ‘remates’ y las condiciones de las subastas.”
Recorre Barracas y la Boca, donde cuenta acerca de las casas pintarrajeadas de verde o de rosa vivo. Los separan terrenos sin urbanizar, campos de alfalfa y maíz. Grandes anuncios blancos con letras colocadas sobre altas estacas indican que el domingo siguiente tendrá lugar un remate.
Subastados los lotes y adquiridos por obreros, en poco tiempo estarán cubiertos de casas en construcción. Así se formó en 15 años la mayoría de los arrabales o barrios excéntricos de Buenos Aires: Santa Rita, Mazzini, Malcolm, las Catalinas, Devoto.
Y al final le da un espacio al hombre que se agita y se enriquece, el rematador: “una especie de tasador libre que tiene a la vez algo de abogado, de notario y de confesor. Vende las tierras a gritos, conoce la legislación, posee la confianza de sus clientes, les guía en sus compras y en sus ventas, les presta dinero, si es necesario. Elige la época más favorable para la venta, organiza la publicidad, no ignora el verdadero valor ni el porvenir de las propiedades que ofrece. Representa el optimismo argentino, esplendente y seguro de él. Es quien transformó la vida económica y social del país, por su invención de la parcelación de las tierras y de su venta a plazos. Constituyen estos ‘remates’ la institución acaso más pintoresca de la Argentina.” Y pinta con su pluma y su mirada un remate para el próximo domingo, con tren especial gratuito para conducir a los interesados. Es precisamente del Sr. José Guerrico, famoso rematador de la época. (diciembre de 1911)
En la estación de partida los viajeros encontrarán una orquesta que los acompañará hasta el lugar del remate, sin dejar de tocar. El lugar a parcelarse (Versalles), se ve adornado con banderas y gallardetes que ondean sobre palos y cuerdas. En el medio del campo se levanta una vasta tienda de lona a rayas blancas y encarnadas bajo las cuales se alinean sillas y bancos. Se sirve gratuitamente cerveza y a veces se da de comer, se reparten planos del terreno, con indicaciones de los lotes a todos los asistentes Huret relata: “Tomamos a las 2 pm un tren que estaba lleno de gente, mujeres, niños, marinos, soldados, pero también obreros y capataces, con sus trajes domingueros. Al alejarse hacia el oeste se ve la vía bordada de nuevos barrios.”
Y Guerrico dice: “hace tres años todo esto que Ud. ve estaba desierto y servía de pasto para el ganado”.
“Cuando después de un cuarto de hora el tren se detiene, pudimos admirar la estación recién construida. A 20 m escasos estaba la carpa en medio del extenso campo. Las calles estaba trazadas y de trecho en trecho elevándose una fila de árboles jóvenes y lámparas eléctricas.”
Huret escribe: “He aquí, me decía yo abarcando con una ojeada el cuadro de una ciudad argentina que se funda. En efecto nada faltaba: la estación, el propietario del terreno, el rematador, las calles trazadas, una farola nueva de acetileno y los futuros habitantes. El Sr. Guerrico subió sobre una mesa, enderezó su pequeño cuerpo y paseó una mirada sobre la asamblea. Con su sombrero negro flexible, su pie bien calzado por bota charolada, el corto bigote militar con las puntas hacia ambas direcciones, toma aire, enérgico y decidido: ‘No he venido aquí para vender a los suspicaces ni inteligentes” y dice: “Estos encuentran siempre caro el precio y nunca ganan dinero. Yo vendo a los estúpidos, a los idiotas que compran con los ojos cerrados, que ganan siempre dinero en este país y que hoy mismo van a ganarlo.”
Con una llave en su mano derecha comenzó la subasta, anunciando las cifras por cortos gritos rápidos, bailados y cantados. Los lotes más próximos a la estación eran desde luego los más solicitados y se adjudicaron a más alto precio, 22 y 25 francos el metro. El comprador se adelantaba hacia la mesa donde se hacía la escritura (boleto), sacaba lentamente los billetes de su saco con sus torpes dedos, firmaba.” Después la tienda quedaba vacía.
El periodista registra los comentarios. “Estas ventas son trampas nueve veces sobre diez. Son los compradores los que adquieren los primeros lotes para incitar a los otros. (grupies) Todos estos remates son una farsa.”
José Guerrico: rematador
Comenzó su carrera al lado del rematador Adolfo Bullrich, del que se independizó en el año 1888 instalando sus oficinas en la calle Bartolomé Mitre y Florida. Se asoció con su entrañable amigo Williams. La reconocida firma Guerrico & Williams contó con la presencia de este último por poco tiempo, pero Guerrico nunca le cambió el nombre a la empresa. Trasladó sus oficinas a Carlos Pellegrini 1042 (en el viejo colegio amarillo entre Santa Fe y Charcas), que cayó bajo la piqueta con la apertura de la Av. 9 de Julio. Vivió en la calle Arenales 1037, casa que fuera del Presidente Avellaneda, también demolida por la Av. 9 de Julio. La empresa Guerrico & Williams funcionó hasta el año 1967/68, se subdividió en Guerrico Remates y Eduardo Guerrico. Hoy, su bisnieta, Laura Wernicke continúa con los remates.
Se dice que fue a José Guerrico a quien se le debe el nombre del barrio de Versalles. Lo cuenta la conocida y hoy desaparecida revista Mundo Argentino, en la cual se publicó la información que indicaba que, encontrándose en el propio Palacio de Versalles (Francia), Guerrico recibió vía telegráfica la noticia de que habían comprado unas tierras. Entonces dijo: “a este barrio que se va a formar lo llamaremos Versalles”, palacio del cual estaba enamorado.
Parte de esas tierras fueron adquiridas a Jorge Rodríguez Visillac para formar la Cía. de Tierras del Oeste. El 25 de junio de 1908 se aprobó el Acta de Constitución y los Estatutos de la Compañía de Tierras del Oeste, empresa de la cual José Guerrico era síndico. Es interesante detallar algunos de los objetivos de esta sociedad: comprar, vender, construir edificios públicos, comprar hornos de ladrillos, levantar iglesias, colegios en la forma que convengan con las autoridades respectivas, establos, usinas de gas, aguas corrientes, electricidad. Trazar y fundar pueblos y colonias en sus campos, comprar, arrendar o explotar por cuenta propia o de terceros canteras de cal o de piedra y yacimientos de arena, hacer obras de riego, canales, tomas de agua, etc.
De acuerdo con lo convenido anteriormente, al resolverse la constitución de la Compañía de Tierras del Oeste, ésta debía venderle al ferrocarril la superficie que necesitase para ampliar los Talleres de Liniers. Para ello debía desviar más al Norte el arroyo Maldonado y el Boulevard Gaona (Gauna). También para el trazado de un ramal y la estación a ubicarse en el lugar más conveniente, el famoso Trencito de Versalles. Partía del lado norte de la Estación Villa Luro y, en un recorrido que no superaba los 2,6 km, llegaba a una estación que se construyó como terminal: la Estación Versalles (Arregui entre M. P. de Peralta y Barragán).
Como la mayoría de los proyectos ferroviarios, el avance de sus líneas traería los loteos del barrio que reflejara Jules Huret. Para esos tiempos Guerrico era Director de Migraciones y Presidente del Consejo Deliberante y fue quien contribuyó al empedrado de las primeras calles del barrio. Entrando en la década del 20, propició la construcción de unos elegantes chalets que al día de hoy identifican al barrio.
Guerrico & Willliams inició los primeros loteos de la Compañía de Tierras del Oeste el 10 de diciembre de 1911 y en el primer remate salieron a la venta 2.202 lotes en las 61 manzanas en la que se había dividido la antigua estanzuela La Paz, ahora de propiedad de la Cía.: “se cobrará en 80 mensualidades sin interés”, decían los avisos de la firma.
Los remates se hacían “bajo carpa”. El primero no tuvo mucho éxito, solamente 183 compradores adquirieron 363 lotes. Hay que tener en cuenta que no favoreció el tiempo, ya que ese domingo fue un día nublado y húmedo y en los días que le precedieron la ciudad se vio azotada por un fuerte temporal que provocó el desborde del Arroyo Maldonado, si bien se anunciaba que “aquí no pasaba nada porque son las tierras más altas de la Capital Federal”.
Hubo otros loteos en el año 1913, con poca suerte. Los precios resultaron altos y los especuladores desistieron. Algunos dejaron de pagar las cuotas o pidieron la devolución de lo abonado, pero el 24 de agosto de 1921 la firma Guerrido & Williams encaró un nuevo remate para la Cía. de Tierras del Oeste, esta vez con éxito.
El rematador Guerrico fue un ejemplo de los rematadores de esa época. Hoy lo recordamos haciendo conocer su aporte al desarrollo de sitios como Villa Real, Villa del Parque, City Bell y Ranelagh y tantos otros que le dieron carácter a la Argentina.
José Guerrico: el Intendente
“Como fue anunciado hoy a las 12hs, fue puesto en posesión de su cargo de Intendente, el Lord Mayor de nuestra Ciudad, José Guerrico, quien fue designado por el Presidente de la Junta Provisional de Gobierno Teniente General José F. Uriburu.”
Esto ocurrió después de la Revolución del 6 de septiembre de 1930 y resultó ser uno de los primeros decretos emitidos. Al acto concurrió un público numeroso, entre los que se destacaban políticos y amigos personales de Guerrico que ocupaban totalmente el Salón Blanco de la Intendencia. Hizo su entrada acompañado del Ministro del Interior, Dr. Sánchez Sorondo, del Secretario de Obras Públicas e Higiene y Hacienda, Dr. A. Mugica, y del Escribano Hoyo, quien confeccinó el acta de circunstancia. El Dr. Sánchez Sorondo dijo “en nombre de la Junta Provisional pongo en posesión del cargo al Sr. Guerrico Sus altas dotes personales, su carácter afable y su amor a la Ciudad han de responder a la esperanza que en él se deposita.” Manuel Carlés opinó:”se eligió a un gran municipal, alcalde mayor al mejor vecino”.
Durante los 18 meses de su gestión, muchas fueron las obras que realizó, respondiendo al ideal de una generación dedicada al fomento. Venía de una arraigada familia porteña. Sus tíos eran Manuel José de Guerrico, gran coleccionista, embajador, quien desempeñó después de Caseros la Jefatura de Policía, y José Prudencio, quien ocupó por varios años, el cargo de Municipal y Presidente de la Municipalidad en vísperas del 80. José Guerrico fue fundador y organizador de establecimientos agropecuarios y de empresas de colonización.
En 1907 ocupaba una banca en el Concejo Deliberante. El Presidente Roque Sáenz Peña le confirió el cargo de Director de Inmigración. En el año 1912 fue elegido Presidente del Concejo Deliberante. Hizo construir el suntuoso Palacio Legislativo Municipal, popularizó el Teatro Colón con espectáculos gratuitos, concretó obras en Parque del Retiro, Parque Rivadavia, Parque Centenario, Barrio Parque de Palermo Chico, la transformación de la Av. Alem en tiempo record y la pavimentación con asfalto especial traído de Venezuela. Completó la apertura de la calle Santa Fe, el ensanche de Díaz Vélez y la terminación de la Av. Diagonal Norte. El 19 de marzo de 1931 apagó el último farol de alcohol de Buenos Aires sobre la Av. Del Trabajo, actualmente en el Museo Saavedra. Realizó mejoras en la pavimentación, el tráfico y el abastecimiento de los consumos para la Ciudad. Inauguró la línea B del subterráneo. Puso en funcionamiento los hornos incineradores. Hizo plantar numerosos árboles, especialmente los jacarandás que cuando florecen embellecen la Ciudad. Durante su gestión también “se solucionó” el pleito por la eliminación y traslado del Templo de San Nicolás, así como el ensanche de la Avenida Libertador (Blandengues), la transformación del Parque Lezama, Jardín Botánico y Parque Chacabuco. Propició la construcción de piscinas populares. Impulsó el traslado del Museo de Bellas Artes al lugar actual.
José Guerrico: su fallecimiento
Guerrico falleció el 12 de julio de 1933. Los diarios se hicieron eco de su desaparición: ”Constituye un duelo público para nuestra ciudad que se benefició con la obra esforzada y tesonera de este distinguido hombre. Siendo Intendente,.su silueta se hizo familiar en los barrios extremos de la ciudad. Con la muerte de Don José Guerrico pierde el viejo elenco representativo porteño a un hombre de carácter y a un espíritu fuerte. Tenía al morir 70 años, que encierran una vida intensa, fecunda y múltiple, llena de nobles ejemplos de labor.”
A la Capilla Ardiente instalada en el Salón de la presidencia del Concejo Deliberante, comenzó a afluir una concurrencia numerosa y calificada. Hasta ella llegaron muchas ofrendas de la Intendencia Municipal, Concejo Deliberante, Círculo de Armas, Patronato de la Infancia, la Casa del Canillita, el Colegio de Procuradores Municipales, personal del Teatro Colón, Dirección de Inmigración, Sociedad de Fomento de Versalles, etc.
Al otro día, al retirarse el féretro, el carillón del Concejo hizo escuchar La Marcha Fúnebre de Chopin. Se realizó una misa de cuerpo presente en la Iglesia del Pilar a la que asistió el presidente de la Nación, Sr. Agustín P. Justo. En el peristilo de la Recoleta pronunció un discurso el Intendente Municipal, Dr. Vedia y Mitre, quien manifestó: “Don José Guerrico fue un hombre de trabajo. Amó el trabajo como amó su obra pública, ese era el hombre que traemos a este último refugio y que despido en nombre de la Intendencia Municipal de Buenos Aires.”
El Dr. Eduardo Crespo habló en nombre de los Amigos de la Ciudad y Publio Massini en nombre del Gremio de Rematadores. El Intendente Mariano de Vedia dictó un decreto de duelo, encargándose a la Escuela Raggio la ejecución de su busto de mármol con destino al Salón principal del Palacio Municipal.”
Su nieto, Nicanor Zapiola Guerrico, lo recuerda así: “una vez por mes nos sacaba a pasear, recorríamos la ciudad, nos mostraba el puerto, los parques, las avenidas. Tenía locura por la ciudad. Se la tomaba muy en serio. Era activo, criollo, de carácter fuerte, sus hijos lo veneraban, era un hombre de bien.”
A través de este trabajo resaltamos la tarea de los rematadores, protagonistas de un período de transformaciones de nuestra ciudad, tarea en la que pusieron su capacidad y el histrionismo necesario para llevarla adelante.z
Bibliografía
OLIVEIRA CESAR, Lucrecia, Los Guerrico. Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, 1988.
BORAGNO, Susana, Barrio de Versalles. Inédito.
Diarios: La Razón – El Pueblo – El Diario – La Prensa – El Mundo Argentino.
Agradecimiento a la Flia. Guerrico
Información adicional
Año VII – N° 38 – octubre de 2006
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Oficios, PERSONALIDADES, POLITICA, TRABAJO, Biografías, Historia
Palabras claves: Remate, Versalles, Venta, Rematador, barrio, ciudad, intendente
Año de referencia del artículo: 1920
Historias de la Ciudad – Año VI Nro 38