Esta novedad arquitéctónica, disciplinariamente inculta, se difundió en todo el país por constructores esmerados, con los fuertes sabores de una demanda que se juzgaba moderna y cosmopolita.
Uno de sus cultores fue el arquitecto Virgilio Colombo; su obra luce en varios barrios de la capital y entre ellos, el de San José de Flores.
Se denomina no académicas o antiacadémicas a una serie de escuelas arquitectónicas que se difundieron en nuestro medio. El arquitecto Federico Ortiz, en los apuntes de uno de cuyos cursos nos basamos, se expresa en los siguientes términos: “Hay en la Argentina una sorprendente cantidad de arquitectura y de decoración que en Europa recibió distintos nombres: Art Noveau, Modern Style, L’Art 1900, Liberty, Sezession, Modernisme, Jugensdtil y algunos más; nuestro país es uno de los pocos, fuera de Europa que puede mostrar, aún hoy, un conjunto relativamente atractivo de obras que corresponde a estas denominaciones, tendencias del diseño cuyo apogeo se produjo alrededor de 1900. La imposibilidad de hallar una denominación abarcante, nos hace recurrir al concepto de arquitecturas no académicas o antiacadémicas para describirlas. Fueron consideradas extravagantes y hasta licenciosas por la ortodoxia profesional y por quienes se consideraban custodios del dogma artístico oficial. La idea y la intención de hacer algo nuevo respecto de las arquitecturas que tenían acaparado el patrocinio oficial es el rasgo más fuerte. Otra característica común de estas tendencias es su vinculación con las vertientes más novedosas y contestatarias de la literatura y de la poesía, de la pintura y de la escultura. Un tercer rasgo fue la voluntad de crear y constituir sistemas expresivos completos, conjuntos de diseños identificables individualmente con cada tendencia. Finalmente, como cuarta peculiaridad de casi toda la creación antiacademicista podemos decir que la misma tiene fuertes raíces regionales y en la mayoría de los casos encarna y representa valores expresivos de contenido oriundo o nacional.”
Este estilo tuvo su momento de apogeo en la Exposición del Centenario en 1910. Su difusión se dio principalmente dentro de la arquitectura comercial y doméstica, reconociendo distintas vertientes, en algunos casos asociadas a la intención de dotar a determinada arquitectura de un carácter nacional, como puede verse en los trabajos de García Núñez para la colectividad española o de Virginio Colombo para la italiana.
En los años en que este estilo se construía, todos los movimientos de la elite criolla, así como su cultura, estaban dirigidos a demostrar una complementariedad europea, con una Europa que se identificaba con París como su centro natural. Ninguna “novedad” era deseable en 1910 y el problema para muchos consistía en encontrar una forma de superación del “cosmopolitismo” y el filisteísmo que habían hecho crisis con la Revolución del Parque, sin afectar su propia hegemonía.
La elite cultural era conciente de la crisis de la tradición clásica, que por funcionar sobre la base de normas, permitía a la larga democratizar su empleo. Precisamente, el mundo de la nueva sociedad, con sus nuevos pobres y sus nuevos burgueses, con la inabarcable reproducción que esa tradición permitía y propugnaba, la había vulgarizado y masificado, haciendo necesario encontrar otras formas de identificación. La búsqueda de lo “raro” parecía un camino alternativo. Pero no era posible abandonarse a la pura subjetividad; por el contrario, la “diferencia” debía radicar en un “estilo”, con sus normas como garantía de proyecto grupal de hegemonía.
Ser antiacadémico, entonces, en el fondo no era participar de una búsqueda de libertades esenciales creativas o pretender revitalizar o renovar arcaicas estructuras sociales, sino simplemente tomarse la pequeña libertad de apartarse de los cánones o de los motivos tradicionales de ornamentación. Por ello las distintas vertientes, entre nosotros (Liberty, Secession, Jugendstil, etc.) son superficiales: se aplican parietalmente a estructuras que no tienen disensiones vitales con las de la Academia y a su manera son también eclécticas. En definitiva, como manifiesta el arquitecto Ortiz, “la mayoría de estos ejemplos son estilos de treinta centímetros de profundidad”.
Colombo y el estilo Liberty
Aceptando que hay algún riesgo, llamaremos Liberty a las manifestaciones antiacadémicas de origen italiano que se dieron en nuestro país. Aquí, en las primeras décadas del siglo XX actuó un grupo de arquitectos italianos cuya obra es de interés por su originalidad. Si bien no todas tienen el mismo nivel de calidad, es necesario reconocer su importancia en la búsqueda de nuevos caminos alternativos al academicismo. De este grupo se destacan Virginio Colombo, Fausto di Bacco, Francisco Gianotti, Atilio Locati, Bernardo Milli, Salvador Mirte y Benjamín Pedrotti.
Virginio Colombo falleció joven, en 1928, cuando apenas había cumplido los cuarenta y tres años. Sin embargo su obra fue vasta –más de 35 edificios– y de una diversidad muy apreciable. Por ello, tiene derecho a figurar entre los arquitectos más originales de la Argentina de comienzos de siglo, junto con Eduardo Le Monnier y Julián García Núñez. Colombo nació en Milán en 1885 y cursó estudios terciarios en la prestigiosa Academia de Brera. Llegó a la Argentina a los 21 años de edad y a los 25 ya había obtenido una Medalla de Oro, en 1910, por sus trabajos en la Exposición del Centenario de la Independencia Nacional.
En su época de estudiante, la arquitectura de alternativa en Italia ofrecía un cuadro interesante de obras, algunas de audaz configuración producto del ingenio y de la voluntad renovadora de un conjunto numeroso de arquitectos, entre los que se destacaban Ernesto Basile, Raimondo D’Aronco, Pietro Feniglio, Anibale Rigotti, Giuseppe Sommaruga y Ulisse Stacini. Es razonable concluir, entonces, que debió haber sentido fuertemente la influencia de un ambiente artístico lleno de fermento innovador, especialmente perceptible en Milán, ciudad que estaba completando un importante ciclo de transformación. Su obra es la más cercana a la antítesis de la ortodoxia arquitectónica del momento.
En sus edificios se comprueba un deseo de desestructuración del orden clasicista. Y si en las fachadas subsiste un vestigio de basamento-fuste-cornisa, ello es una excusa para armar toda otra cosa: un polifacético mundo de formas que van de lo más abstracto en las piezas de herrería, pasando por la estilización floral, hasta llegar a los planos enteros ocupados por representaciones figurativas, de exaltada policromía y también por esculturas de fuerte contenido simbolista, algunas muy sensuales, como la fachada de Hipólito Yrigoyen 2563/7. La antigua casa de la familia Carú en Rivadavia y Añasco, demolida en 1964, fue un pintoresco ejemplo de residencia urbana cuyo perfil de castelo aparece también como una mera excusa para crear un edifico formal y decorativamente exuberante, pletórico en la expresión de los materiales nobles: granitos, mármoles y otros de acabada plasticidad. Otra obra de Colombo, la de la avenida Rivadavia 3222, innegable segmento de palazzo entre medianeras, casi saturado de insinuaciones clasicistas hasta el piso superior, remata el edificio con una banda de decoración de ojivas sobre un fondo policromo de mosaicos, algo así como un eufemismo del gótico veneciano.
En el edificio de la avenida Corrientes 2558, su obra más grande, la composición de la fachada es de gran vigor expresivo y, aunque algo sombría, tiene rasgos originalísimos como el tratamiento de la zona del fuste, cortada horizontalmente en tres pisos por balcones, dejando más libre la zona central, más estrecha y con un solo balcón en el eje de simetría. Dos paneles de altorrelieves, a la altura de este balcón central, completan la tarea de segmentar el fuste. Sin embargo, el mismo queda latente, insinuado, en el fuerte sentido ascensional que le infunde el formato vertical de las ventanas.
Con frecuencia su arquitectura consistía en una poco reflexiva conjunción de recursos en las fachadas de edificios especulativos. Sin embargo, dos soluciones constituían el rasgo característico de sus obras: la aplicación de paños de frescos o mosaicos con escenas figurativas y de esculturas de gran tamaño en relación con los restantes elementos Las primeras perforaban la solidez del muro, mientras que, contrastando con el léxico y la composición tradicionales, las segundas provocaban un efecto de extrañamiento en el conjunto, no sólo por la escala del grupo simbólico de mujeres sosteniendo el mundo que funcionaba a modo de linterna, sino por los dos paños laterales tras los que aquella desaparecía, poniendo en primer plano a un conjunto “parlante” de esculturas, pinturas y bajorrelieves.
Antiacademicismo en el barrio de Flores
La difusión del antiacademicismo en ejemplos menores fue producto precisamente de su condición como vehículo de sectores nuevos. En todo el país hay ejemplos de esta arquitectura de constructores esmerados, disciplinariamente inculta, pero con los sabores fuertes solicitados por una demanda que se juzgaba moderna y cosmopolita.
El barrio de Flores, nacido como curato en 1806, fue creciendo en forma más o menos concéntrica en torno a la plaza, alrededor de la cual, como en toda ciudad hispana, se encontraban la iglesia, la municipalidad y el matadero municipal, vertebrados por el Camino Real del Oeste, la actual avenida Rivadavia.
Esta avenida, separada por sólo una cuadra de las vías del Ferrocarril del Oeste que a partir de 1857 unió lo que hoy es la plaza Lavalle con la estación Floresta, es una de las marcas divisorias del barrio: Flores Norte y Flores Sur a cada lado. Esta última zona tiene su límite sur en la avenida Eva Perón, a partir de la cual comienza el Bajo Flores, que se extiende hasta los espacios verdes que delimita la avenida Perito Moreno, aproximadamente. Una rápida lectura del plano de relevamiento nos muestra la implantación de este estilo en el barrio.
Flores Norte, con su límite en la avenida Gaona (el antiguo “camino de Gauna”), fue hacia donde se dirigió la ocupación y la consiguiente urbanización de los primeros tiempos, lo que constituye la “zona tradicional” de las familias pudientes. Sobre la avenida Rivadavia se construyeron las grandes mansiones y palacetes que, en su mayoría, fueron demolidos con el paso de los años. Pero aquí, las mansiones se construyeron durante los últimos años del siglo XIX y principios del XX, razón por la que encontramos un gran número de viviendas antiacademicistas, pues el academicismo respondía a un gusto perimido.
Flores Sur se fue urbanizando desde la avenida Rivadavia hacia el sur, llegando en los primeros tiempos hasta la calle de Circunvalación Sur, hoy avenida Directorio. Y vemos allí que también abunda este estilo, con una frecuencia similar a la de la zona norte. Esta frecuencia va decreciendo hacia el sur, lugar de tierras menos valorizadas y por lo tanto de viviendas más humildes que, si bien fueron reemplazadas, lo fueron a partir de la tercera década del siglo XX, cuando ya el modernismo no era tenido en cuenta como proyecto.
El Bajo Flores, trasponiendo la avenida Eva Perón, que coincide aproximadamente con las primeras estribaciones de las que fueran las barrancas del Riachuelo, es una zona baja e inundable que recién comenzó a urbanizarse en la segunda década del XX por familias de bajos recursos, razón por la que este estilo simplemente no existe, salvo escasas excepciones.
En la esquina de Felipe Vallese y Gral. José G. Artigas hallamos un conjunto discretamente veneciano, de dos viviendas independientes con negocio de farmacia y su correspondiente laboratorio. Se trata de un conjunto pequeño si consideramos su obra, pero importante a escala barrial.
Colombo enmarcó el cuerpo principal en el centro usando un lenguaje que se despoja en los laterales, los que mantienen el aventanamiento y las rejas, pero no el dentado de los arcos ni el tratamiento de los muros. El cuerpo central, en la ochava, está constituido por dos plantas: la farmacia y la vivienda del piso superior. Esta última es independiente con entrada sobria, casi disimulada, por la calle Artigas.
Sobre el frente que da a Felipe Vallese se encuentra la otra vivienda que pertenece a la familia propietaria. Allí se puede apreciar una muestra de su excepcional pericia técnica en la fabricación de texturas, variando el grano y el color de los revoques en innumerables combinaciones que reemplazan otros materiales. Existen frisos ricamente trabajados en relieve dando base a los arcos dentados de la puerta y las simétricas ventanas principales. Por encima de estos arcos, otros frisos rectos delicadamente trabajados con mosaicos (venecitas) que forman motivos florales enriquecidos con piezas doradas.
El símil piedra del frente se ve reforzado con el lenguaje de varios tipos: martelinadas en los vanos, pulidas las que dan fondo a los arcos de las ventanas y el zócalo de granito martelado y lavado. Los frisos de entrepaños en la planta baja se combinan con los paños de ladrillos.
Los balcones se ven sostenidos sobre modillones tradicionales de línea italianizante. Los pretiles y las barandas, es decir, el resto de los balcones, así como las ventanas, son claramente modernistas; las carpinterías de hierro muestran todas el mismo motivo del cuadrado atravesado por sus medianas y sus diagonales.
Todo el perímetro del bajo saliente de la esquina muestra una decoración de venecitas con motivos florales en colores suaves también enriquecidos por el dorado de algunas piezas. Por dentro, mármol, relucientes cerámicas, frisos ornamentales e impecables carpinterías. El nombre de Viriginio Colombo aparece discretamente grabado en la esquina, donde afortunadamente se tuvo el cuidado de no destruirlo al colocar el cartel.
El otro testimonio de la obra de Virginio Colombo en Flores lo encontramos en Bacacay 2299. Se trata de una vivienda unifamiliar construida en 1912, de menor volumen que la anterior y también tratada en forma más sencilla. Su falta de monumentalidad la hace pasar casi inadvertida para los paseantes.
La entrada de servicio, que se abre al umbroso jardín, hoy pertenece a la vivienda de planta alta que, subdivisión mediante, se ha convertido en una vivienda independiente. El friso inferior de granito martelinado y coloreado, con su terminación superior, es casi el único detalle de la rica policromía volcada en otras obras. La casa ha sido modificada por dentro, pero los materiales (carpinterías, pisos, artefactos de iluminación, buñas de terminación de cielorrasos, gargantas de luz) siguen mostrando su nobleza en un perfecto estado de conservación. El único problema serio manifestado por sus propietarios es la humedad del bajo balcón de planta baja.
Estos dos edificios permanecen en pie como ejemplos de la obra de Colombo en los barrios porteños. Su aporte, en alguna medida, ha dado características singulares a los sectores de la ciudad donde se encuentran.
Emilce Rotondo
Arquitecta, miembro del CICOP
Argentina y de la Junta de Estudios Históricos de San José de Flores
Bibliografía
ALIATA, Fernando, “Eclecticismo y arte nuevo: La obra de Virginio Colombo en Buenos Aires”, en Cuadernos de Historia 8, IAAIE-FADU-UBA 1997.
ORTIZ, Federico, “La arquitectura del liberalismo”, en AA.VV. La Arquitectura del liberalismo en la Argentina. Ed. Sudamericana, Bs. As. 1968.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año IV N° 20 – Abril de 2003
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: ARQUITECTURA, Edificios destacados, ESPACIO URBANO, Vecinos y personajes, Vivienda, Historia
Palabras claves: Arquitectura, fachada, barrio, Flores, Viriginio Colombo
Año de referencia del artículo: 1912
Historias de la ciudad. Año 4 Nro 20