A comienzos del siglo XX surgieron en el corazón de Buenos Aires, modernos edificios destinados a hoteles, éstos fueron desplazando la tradicional área de hospedaje ubicada en las cercanías de la zona costera del Río de la Plata.
Desde principios del siglo XIX la zona hotelera se había agrupado en los alrededores de la calle 25 de Mayo.1 En realidad se trataba de fondas entre las que se distinguió la de los Tres Reyes, el Hotel de Faunch, el de Keen y el de Smith, en los que el servicio se hacía a la inglesa con cubierto y copa. Posteriormente, el nuevo hotel de Faunch ofreció departamentos para familias y dispuso, por primera vez, en toda la ciudad, de baños fríos y calientes. La aparición en estos establecimientos de salas de reunión comenzó a otorgarles ya cierta categoría de hotel. Siguió luego el de la Paix, ubicado en Cangallo (hoy Tte. Gral. Perón) y Reconquista.
Frente a la Plaza de Mayo se instaló el Hotel Argentino, donde José Hernández retornado casi clandestinamente escribió el Martín Fierro en 1872.2 Fue el primero en tener cada planta zonificada, con subsuelo, zona pública y habitaciones en los pisos, establecimiento de baños y luz a gas. En Victoria 390 (hoy Hipólito Irigoyen) se hallaba el Hotel de Londres.
En 1906, el naviero Nicolás Mihanovich hizo construir en la esquina de 25 de Mayo y de las actuales Tte. Gral. Perón y Leandro N. Alem, el Gran Palace Hotel dando cierta continuidad a la tradicional área que pronto se vio desplazada. Fue proyectado por el italiano Carlos Morra; los ambientes se componían de un vestíbulo, un vestidor, sanitarios y dormitorio. El edificio fue más tarde destinado a sede de la Facultad de Filosofía y Letras.3
La inauguración el 9 de julio de 1894, de la Avenida de Mayo produjo un fuerte impacto en la ciudad. La arteria imbuida en el espíritu de la modernidad fue proyectada por Juan Antonio Buschiazzo, imitando el modelo urbanístico de París.4 Fue originalmente pensada como zona de recreación para la aristocracia porteña, para transformarse luego en el emplazamiento de la gran hotelería. Este proceso se dio desde fines del siglo XIX y comienzos del XX, mientras se producía una considerable afluencia de viajeros que venían del exterior a conocer los progresos de la gran capital del sur.
La ciudad había modificado en corto plazo su infraestructura, la apertura de Puerto Madero movilizó a los pasajeros arribados en los barcos. Se realizaron importantes obras de salubridad, que mejoraron las condiciones higiénicas convirtiéndose en una de las urbes de más baja mortalidad en el mundo.
Entretanto, los medios de transporte facilitaron una rápida expansión hacia los suburbios. Los servicios públicos acompañaron su crecimiento vertiginoso y la educación alcanzó a vastos sectores de la población, razón por la cual todos estos adelantos, ejercieron un gran atractivo para los curiosos visitantes.
El encanto de Buenos Aires se cimentó en el clima de regocijante optimismo, producto de la creencia de la clase dirigente en un progreso indefinido. En las vísperas y durante los festejos del Centenario patrio de 1910, confluyó en Buenos Aires una treintena de periodistas, políticos, escritores y científicos europeos y americanos. Los ilustres personajes se alojaron en los hoteles recientemente habilitados. Recordemos la presencia en el medio local de personalidades como Georges Clemenceau, Jean Jaurès, Rafael Altamira, Anatole France, Ramón del Valle Inclán, Guglielmo Ferrero y Vicente Blasco Ibáñez, entre otros.
El período de mayor esplendor en el movimiento de esta gran vía tuvo lugar en el lapso que media entre 1910 y 1930. Allí surgieron grandes tiendas como A la Ciudad de Londres o el anexo de Gath y Chaves, hoteles prestigiosos como el Metropole (1899) y el Majestic (1905), y los primeros cafés de moderno diseño, entre los que se destacaban el de La Prensa, Nueva Prensa, el Ciudad de París, Ciudad de Londres, Padilla, Latino, Gambrinus, Galois, American Bar, Café del Siglo, el del Teatro Mayo y el célebre Tortoni. Los sectores interesados en aprovechar el flujo comercial que la avenida había creado fueron encarando sus obras en esta nueva área de la ciudad, tan cercana al centro de poder, donde finalmente se estableció el eje monumental que uniría la Casa de Gobierno con el Palacio Legislativo.
A fines del siglo XIX, los modernos planteos arquitectónicos cambiaron la imagen chata, vinculada a resabios de origen hispánico, por la de una ciudad opulenta y cosmopolita. Una serie de normas intentó regir el ordenamiento y la regulación urbana desde fines de los años 80. Las Ordenanzas sobre construcciones dispusieron cambios en la altura edilicia permitida, y se hizo obligatorio presentar los planos a la Municipalidad para su aprobación. Se estudiaron planes de ensanche de nuevas calles y la apertura de avenidas. Es cierto que la arquitectura planeada originalmente para la arteria confirma su destino habitacional ya que en ella se levantaron en primer lugar departamentos destinados a renta. Por su parte, la cercanía del sector a la city porteña y a la zona administrativa derivó finalmente en un proceso de concentración hotelera, siendo los hoteles más destacados: el Gran Hotel España, el Metropole y el Majestic.
Gran Hotel España
En el 916- 956 de la avenida, con salida por Hipólito Yrigoyen, se levantó el Gran Hotel España y sus anexos, obra del arquitecto español José Arnavat. El edificio proyectado con planta baja y cuatro pisos tenía la particularidad, como otras construcciones de la reciente arteria, de tener salida hacia otra calle. La planta tipo de este hotel se zonificó en dos bloques que distinguieron las categorías de las habitaciones, el sector de mayor confort se organizó hacia la avenida, con la inclusión de baños privados. El segundo, con vista hacia Hipólito Irigoyen, y el resto de los cuartos ventilados por un largo y ancho patio de aire y luz. Su planteo se asemeja al de los parisinos de mediados del siglo XIX.5
Ricardo Llanes reconoce, en una entrevista realizada a uno de los más antiguos mozos que trabajó en el sitio, que el primer impulso se debió al emprendimiento de Javier Láurenz quien en 1897 fundó este establecimiento, dándole el dinamismo que necesitaba a poco de su inauguración.6 El hotel es definido como un mundo en miniatura al que concurren con su equipamiento: el moblaje, el alfombrado, los cortinajes, así como las ropas de cama, mantelería y vajilla, entre otros factores que daban al lugar su propio estilo. En sus cien habitaciones habitaron hasta doscientos pensionistas. El entrevistado reconoce que los huéspedes eran “señores y señoras” de significación social, en su mayoría de origen español, por lo que contribuyó a esta presencia el predominio del gusto hispánico. En junio de 1909 arribó a nuestra ciudad el valenciano Vicente Blasco Ibáñez. El escritor fue recibido en el puerto Madero, por unas diez mil personas que lo instaron a continuar la marcha a pie hasta este alojamiento, cuyos balcones se abrieron para que la gente allí reunida escuchara su palabra.7
En 1910 era considerado como el de “mayor capacidad de Sud América, punto de cita de todos los comerciantes y estancieros de la República”.8 Hacia 1930, se construyó el Anexo, obra del arquitecto húngaro Andrés Kálnay, sobre la calle Tacuarí 27. Hacia esta época el establecimiento resultaba conveniente para las transacciones entre comerciantes de países limítrofes y del país, definiéndose el perfil de sus clientes entre: hacendados, cerealistas, bodegueros, yerbateros, molineros, comisionistas de cualquier ramo, letrados, políticos y “personas de actualidad”.9
El Metropole
La empresa La Previsora levantó el edificio de avenida de Mayo esquina Salta, obra del arquitecto argentino Augusto Plou; sus propietarios eran Loisy y Roget. Allí se inauguró en 1899 el Metropole, sus amplios espacios como el vestíbulo de entrada le daban el tono de una “casa de grandes”, y la escalera de honor resultaba una verdadera obra de arte. Contaba con cuatro pisos que le aseguraban los preciados dones del aire y la luz. Un detalle de la composición de sus ambientes le daba el rasgo moderno de adecuación, ya que éstos se podían transformar en departamentos independientes. Intervinieron en el equipamiento de los artefactos eléctricos los talleres Clair Anglade, las celosías eran de Creuzot, los muebles de Dalquier, las alfombras Montes y la cristalería Rigolleau, entre otras casas. El espacio interior se caracterizaba por su tono elegante y aristocrático, en consonancia con el gusto de la época. En el tercer piso, el mobiliario estilo Luis XIV armonizaba con los ornamentos, desde las mesas escritorio que podían convertirse en mesas de juego o de comedor, hasta las mesitas de luz, sólidas y a la vez ligeras. El establecimiento de baños medicinales con sistemas de inmersión, vapor e hidromasajes completaban la visión moderna provista por las nuevas comodidades de la época.
El gerente M. Loisy consideraba que vivir allí estaba al alcance de todos, disponiendo de tres pesos por día. El hotel surgió entonces como una forma diferente de habitar, la idea de residir en él como en la propia casa se hacía cada vez más tentadora. El cronista de La Nación que visitó la nueva construcción advirtió que en los últimos pisos no se sentían los sonidos de la vida intensa de la calle. El confort se expresaba a través de los servicios de los lavatorios que contaban con aguas corrientes y desagües. Ofrecía prestaciones aún más completas que las de una residencia familiar. Algunas de sus habitaciones se hallaban aisladas por medio de una hábil combinación que permitía formar un departamento con sala, comedor, dormitorio y cuarto de baño que le otorgaban la independencia necesaria.
Por aquellos tiempos la moda seguida por las familias y los caballeros solos era renunciar a los fastidios de tener casa siguiendo el ejemplo yankee. La nota que comentamos, aparecida el 18 de diciembre de 1899 aseguraba “El hogar vencido por el Hotel Metropole. Nueva York en Buenos Aires”. Poco comprensible resulta cómo ya el 14 de julio de 1909 se anunciaba el remate de su mobiliario y demás existencias. Sin embargo, en la década de 1930 pasó a manos de J. Pomés y Cía., conservándose como establecimiento de primer orden.
Además del Metropole, en este tiempo, se abrió el Majestic, modelo en su género; ambosauguraron un cambio en el uso de la tipología hotelera, que hasta entonces había primado en la ciudad. La tendencia al modo de vida norteamericano generaba sitios donde podrían alojarse las familias. Recordemos que en Nueva York, el Plaza Hotel fue destinado a la clase de mayor poder adquisitivo, diseñado con ocho ó más habitaciones en suite.
El Majestic
Esta obra, de singular importancia, fue presentada en enero de 1905 por los arquitectos Ítalo Benedetti y Federico L. Collivadino al concurso para la Caja Internacional Mutua de Pensiones. El proyecto ganó el primer premio y se levantó con frente sobre avenida de Mayo 1301-1317 y sobre la calle Santiago del Estero. Si bien el carácter del edificio debía corresponder al de una institución bancaria, el diseño presentado bajo el lema “Mercurio”, fue elogiado por su acertada disposición. La obra atraía además por su imponente clasicismo predominando la idea de la función institucional que debía cumplir. Constaba de ocho plantas, el subsuelo y la planta baja destinados a las oficinas y anexos de la Caja, y escritorios del primero al tercer piso. Seguían los departamentos de alquiler para familias que ocupaban del cuarto al sexto piso, el octavo era el sector de buhardilla. En 1909, los pisos altos fueron habilitados como Hotel Majestic. Al año siguiente en el roof garden se dio cita una multitud para observar el paso del cometa Halley.
Fue uno de los más legendarios sitios de la avenida, en él se alojaron: la comitiva chilena de los festejos del Centenario, el escritor Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito y el político George Clemenceau. El gran Vaslav Nijinsky llegó a fines de 1913 para presentar el Ballet Ruso, oportunidad en la que se casó con la bailarina Romola de Pulsky, permaneciendo en este lugar durante su estadía. En 1929, cuando el arquitecto Le Corbusier, impulsor del movimiento moderno, arribó al país para dar una serie de conferencias, se albergó en este establecimiento que era todavía de primer orden.
Sin embargo, al poco tiempo, en 1931 el hotel quebró, pasando a manos del Estado. Luego fue destinado a sede de las oficinas de la AFIP. Funciona allí el singular Museo Histórico de la Administración e Ingresos Públicos, cuyas nueve salas ocupan el quinto piso. Sus vitrinas exhiben una lujosa vajilla, y curiosamente la gorra de un botones del antiguo hotel, que fue encontrada en el techo de uno de los ascensores al reparárselo.10 Aún se conservan rastros de la notable ornamentación, los antiguos vitrales y los pisos de cerámicas coloreadas.
La importancia adquirida por la avenida de Mayo, en materia hotelera, fue creciendo, entre 1897 y 1910, con la inauguración de alrededor de veinte edificios destinados a estos fines; muchos de ellos se concentraron en el tramo final. Hasta llegó a existir entre Montevideo y Rodríguez Peña, en el número 1641, un hotel denominado Zeman. Sin embargo, este sector posteriormente no fue construido, sino destinado al emplazamiento de la Plaza del Congreso.
Todavía, a fines de los años 20 la plaza hotelera seguía tentando a los inversores, y en esos momentos fue cuando surgió un nuevo establecimiento.
El Hotel Castelar
El Castelar ubicado en el 1148-1150, fue diseñado por el arquitecto italiano Mario Palanti y construido por el ingeniero José Pizone en 1928. El planteo tipológico alcanzó con este edificio una variante con sus doce pisos y tres subsuelos. Contaba con 200 habitaciones con baños, comedor à la carte, grill room y bar americano, gran salón de fiestas y banquetes, hallándose todos los salones refrigerados. Al cumplir su primer año de vida, el 9 de noviembre, el Castelar –a pesar de la crisis del 29, que se advertía en algunos ramos de la industria y del comercio– se hallaba rebosante de gente. Rafael y Alfredo Gil Pérez eran sus directores.
En 1929, fue elegido como gerente y jefe de personal Fortunato Díaz, transformándose en el brazo derecho de la casa. Había nacido en Asturias, comenzó su carrera como ascensorista del Gran Hotel España, luego fue portero, puesto en el que se desempeñó con esmero, fue corredor y sereno hasta ocupar la jefatura. En 1925 se asoció con el señor Láurenz pero tres años después no renovó su contrato. Al inaugurarse el Castelar “verdadero poema de mármol y de bronce” fue designado para desempeñarse como gerente y jefe de personal. Sus conocimientos hoteleros, acumulados en treinta años, motivaron el buen número de clientes que acudieron al hotel, además del confort y las comodidades que el establecimiento brindaba.
El señor Díaz se preocupaba en persona de la atención de los huéspedes. Su figura “vivaracha y simpática puede observarse vigilando constantemente las diferentes dependencias del Hotel, con tanto celo como sus propios dueños, es un trabajador infatigable que no ignora tampoco, (….) entre sus numerosas y complejas ocupaciones, encontrar el tiempo necesario para interesarse particularmente por cada viajero (…) dotado de una gran calma, serio, estudioso, enérgico pero mesurado en sus ademanes y gestos, y con un trato paternal de que nuestro país podría disponer a cada instante su ingénita y natural bondad”.11 Este personaje, por la cortesía de sus modales y la suavidad de su trato, estaba entre los más sobresalientes gerentes de la plaza.
En este lugar celebró sus reuniones la peña El Signo y funcionó además radio Stentor. Uno de los pasajeros más ilustres fue el poeta español Federico García Lorca, alojado en este hotel en 1933, donde vivió hasta marzo de 1934. Invitado a pronunciar conferencias en la Asociación Amigos del Arte, asistió al debut de la actriz Lola Membrives, en su obra Bodas de Sangre que fue representada en el Teatro Avenida. En sus ratos libres no dejaba de escribir transformando este lugar en su cuartel. En señal de agradecimiento el poeta observó “la sonrisa de viejo amigo que me ofrece el aire luminoso de la Avenida de Mayo”.12
El Castelar pasó de gran hotel internacional a ser residencia para viajeros del interior y reuniones empresariales. El bar del subsuelo, donde se reunía una activa peña literaria, ha sido sustituido por baños turcos, y hoy funciona un spa.13 En mayo de 2003, la el Gobierno de la Ciudad inició un programa con el fin de reforzar la historia del lugar con ambientaciones, sobre todo recordando la presencia de García Lorca como una forma de atraer nuevamente a los visitantes del exterior.14
Otros establecimientos
Además de estos tres importantes hoteles se construyeron otros que no le iban a la zaga. Podemos recordar el Chester Hotel, en avenida de Mayo 586, destinado inicialmente a comercio y vivienda. El Caviezel ‘s New,15 de primer orden, en el número 915, fue realizado bajo los principios de la industria hotelera suiza, distribuido en departamentos lujosos de dos o cuatro piezas con sala de baño particular, luz eléctrica y ascensor, con todo el confort que podía encontrarse en Europa.
El Albión Hotel, situado en el número 1168, luego San Luis, era en 1913 un hotel excelente de precios moderados y confortable, donde se podía solicitar habitación con pensión completa; el precio era de seis pesos por día, y en él se hablaba en inglés.
El Chile Hotel fue diseñado en 1907 por el arquitecto Luis Dubois, en el número 1295, haciendo irrumpir en esta calle la tendencia del art nouveau. Inicialmente se llamó Leticia Hotel y luego tomó el nombre de Chile Hotel Romanelli. El escritor Abelardo Arias concurrente asiduo al bar los 36 Billares, cercano al mismo, hace transcurrir gran parte de su novela La vara de fuego, ambientada en los años 30, en este hotel.
El Splendid Hotel Frascati, en avenida de Mayo 1088 era propiedad de Fructuoso Montaner. En los años 30 se había modernizado totalmente, ofrecía 120 habitaciones con baño y calefacción, siendo el precio para matrimonios de veinte pesos.
Como consecuencia de la posterior apertura de la avenida 9 de julio desapareció el Hotel Madrid.
El Paris Cecil Hotel, en avenida de Mayo esquina Salta, en manos de la compañía de J. Pomés, se destacaba por ser de premier ordre y con grandes commodités pour familles, con sus apartamentos y cámaras con baños privado como puede leerse en su propaganda. Al fundirse el París con el Cecil resultó estrecho para dar cabida a la clientela. Entretanto, en el edificio del París Hotel, en noviembre de 1930, un cartel anunciaba “Se alquila para hotel y restaurant”.16
Enfrentados en esquina el Metropole y el Paris Cecil Hotel, jerarquizaron con el coronamiento de sus cúpulas el gusto por la arquitectura francesa, tratamiento que resulta singular dentro de nuestra ciudad y particularmente en la avenida.
En noviembre de 1930, en El Cosmopolita se comenta al respecto “Nos parece difícil que hoy, como están las cosas, vuelva esta finca abandonada a ser lo que antes fue. El horno no está, precisamente, para bollos. Y ya se habla de dos hoteles nuevos: uno de 900 habitaciones que es casi seguro que se construirá en la Diagonal Norte y otro en la Plaza del Congreso con 1200 nada menos”.17 Ciertamente el cierre del hotel se debió a la voracidad de 16 herederos de la ex propietaria del inmueble, la viuda de Quemada, “que como nacieron en cuna de oro no pueden figurarse lo que cuesta ganar el dinero, aumentando el precio del alquiler de 9.000 a 15.000 pesos”. Durante los veinticinco años de existencia desfilaron por el París Hotel los personajes más sobresalientes del mundo artístico, científico y político. Artistas como Gabriela Besanzoni, Gilda de la Rizzo, María Guerrero y la Bella Otero, razón por la cual la compañía de Pomés abandonó la casa y se instaló en el Cecil, en el que se llevaron a cabo numerosas reformas para extender el comedor hasta la esquina de Salta y Rivadavia.
El Nouvel Hotel fue creado por un grupo de capitalistas argentinos, en 1907, con el auspicio de Faustino Da Rosa, también director del Teatro Avenida. Se diseñó con 120 dependencias y constituía la última palabra del buen gusto y el confort.
Otros hoteles fueron el Mundial, en avenida de Mayo y Santiago del Estero, cuyo gerente Gerónimo Alonso también lo era del Ritz y el Italia-América de avenida de Mayo 916 en su esquina con Tacuarí, que brindaba las mayores comodidades para familias, ofreciendo pensión completa y cocina de primer orden. Su propietario era Alfredo L. Pignone.
En el número 1088, el Splendid Hotel inaugurado en 1904, fue cuatro años después el Grand Hotel Frascati y en los años 30 pasó a ser el Splendid Hotel Frascati, propiedad de Fructuoso Montaner. En ese tiempo, fue completamente modernizado; contaba con 120 habitaciones con baño y calefacción, y el precio para matrimonios era de veinte pesos.
Podemos señalar entre otros, el ubicado en avenida de Mayo 620-624, diseñado por el arquitecto Carlos Nordmann en 1895. En la misma cuadra en el número 686-700 el mandado a construir por Mercedes de Anchorena, en el número 952 el Imperial Hotel, realizado en 1895. También próximo a éste, en el 970-982, se levantó un edificio destinado originalmente a hotel, y en el 984-1000, en esquina con Bernardo de Irigoyen 70, inaugurado en 1903 como Hotel D’Arc, fue el Gran Hotel Eslava que perteneció a la sociedad Cordeu Hnos. Su restaurant a la carta se especializaba en cocina española. En 1991 fue habilitado temporalmente como Casa FOA.18
El ingeniero Arturo Prins fue autor del Hotel Centenario. En 1906, diseñado por el arquitecto Carlos Schindler, en avenida de Mayo 901-915 y Tacuarí 39, se abrió el Hotel Novel y, en el número 853-861, con salida por calle Rivadavia el Hotel Hispano se estableció en 1893. Ambos funcionan hasta la actualidad.
El Gran Hotel Castilla de avenida de Mayo esquina Salta de la firma Cordeu Hnos. se distinguía como especial para familias.
En este período se produjeron importantes cambios en la tipología que medió entre la creación de los departamentos de renta que luego fueron derivados a funciones hoteleras.
En la avenida confluyó la obra de arquitectos italianos y alemanes que repercutió sin dudas en la fisonomía de Buenos Aires a fines del siglo XIX. Profesionales como Le Vacher, Benedetti, Buschiazzo, Scolpini, Mirate y Broggi, Schindler, Nordmann, entre otros, debieron ajustarse a las disposiciones impuestas para las edificaciones que se levantarían en la avenida de Mayo. En lotes y sobrantes de terreno, muchas veces de escasa profundidad, construyeron sus obras en alturas que debían oscilar entre los cuatro y cinco pisos. La tipología más usual fue la de departamentos previstos con sectores comerciales en planta baja, y en los niveles superiores, oficinas y habitaciones para familias.
La creciente acción de los italianos, ticineses, alemanes y suizos se aplicó no sólo al diseño de grandes residencias y hoteles privados sino también a construcciones para renta. En ellas tuvo un papel fundamental la introducción del hierro que permitió el crecimiento en altura de los edificios, transformados ahora en monumentales armazones de mampostería. Las instalaciones sanitarias, el gas para la iluminación, el agua corriente y posteriormente la electricidad fueron características de todas estas nuevas residencias que manifestaban el nuevo estilo de vida y el confort moderno.
Si bien el nuevo bulevar no logró convocar a los habitantes para vivir en él, por el contrario, muchos inmuebles ideados para departamentos de alquiler se transformaron muy pronto en hoteles. Así ocurrió con el edificio sito en el número 1111 de la avenida, luego destinado al Hotel Ritz. Proyectado por Juan A. Buschiazzo, fue construido por otro italiano, José Ventafridda, y realizado como casa de renta para Adolfo Bernasconi. En el sector bajo se instaló en 1903, la sastrería Casa Muñoz famosa por su cliché “donde un peso vale dos”.19 En 1915, cuando pasó a manos de Luis Züberbuhler, probablemente el edificio fue destinado a servir como hotel. Hacia los años 30 fue administrado por Gerónimo Alonso, hombre de trabajo que se reintegró a las filas hoteleras captando la simpatía de sus colegas. Otro gerente del Ritz fue Luis Arenas.
En la actualidad sigue funcionando como hotel y se halla en proceso de continua restauración, por ejemplo su fachada con el tiempo perdió los graciosos remates que lo coronaban.20
Otro edificio creado con fines de renta fue realizado por el italiano Roland Le Vacher junto con Emilio Agrelo, creadores de la Galería Pacífico, a la altura del 802-838. Entre los años 1895 y 1898, las plantas altas fueron destinadas al Hotel The Windsor. En la esquina de este sitio existió el primer bar automático inaugurado en 1920. Otro edificio de renta diseñado por el arquitecto Alejandro Christophersen entre los años 1893 y 1895, ubicado en la avenida de Mayo 902-926 y Tacuarí 67-73 ocupó las plantas altas con el Hotel Astoria.
Lo mismo aconteció con la obra trazada por Pablo Scolpini, oriundo de Salerno, en avenida de Mayo 852-864, con salida por Hipólito Irigoyen, proyectada en 1890 como casa de renta con comercios en planta baja, y que se transformó luego en el Hotel La Argentina.21
El Chacabuco Mansion’s Hotel, en avenidade Mayo 748, era un establecimiento con pensión a precios módicos. Distribuido en noventa habitaciones dispuestas con todo confort, su dueño era Juan Colombo. El edificio había sido uno de los primeros construidos en esta arteria con fines de renta, y de 1897 a 1910 fue destinado a hotel. La propiedad perteneció a Carlos Drabble y la obra fue realizada por el arquitecto Adolfo Büttner, inicialmente, la prensa lo denominó Cubo Drabble, dadas las condiciones estrechas del terreno. Otro hotel que cumplió sus primeras funciones como departamentos de renta y comercio, ubicado en la avenida de Mayo 1164-1172 fue el San Luis. En el número 933-937, con salida por Rivadavia fue construido en 1898 el Alcázar Hotel, propiedad de la familia Roverano.
He intentado seguir el itinerario de estos hoteles de la avenida de Mayo desde el tiempo de su creación. Aunque evidentemente, la posterior declinación de la arteria arrastró consigo a su hotelería.
Todavía en la década del 40, Ezequiel Martínez Estrada considera esta forma de habitar en los hoteles donde:
“Muchas familias prefieren la vida de pensión a la vida de hogar. Centenares de ellas viven en hoteles. Eluden las molestias del menaje y esquivan al mismo tiempo enfrentarse con la responsabilidad de su existencia. (…) Los hoteles son indispensables en las ciudades, tanto como las mujeres públicas, a las que se parecen también por múltiples analogías. El hombre necesita del hogar y de la compañía; pero no siempre ni a todas horas.”22
Para el escritor el hotel es “el simulacro del hogar, como la mujer pública es el simulacro de la esposa. Una esposa sin menaje. (…) Nosotros gustamos de vivir en el hotel como en nuestra casa; pero el neoyorquino gusta de vivir en su casa como en el hotel. (…) Nosotros tenemos ya bares automáticos y restaurantes que nos economizan las molestias de la servidumbre cara y descortés. (…) Hoteles, restaurantes, bares automáticos, casa de hospedaje y de pensión modifican nuestro sentido de la vida; porque ellos nacieron según los planes de la ciudad.”23
Recordemos aquel comentario del cronista de La Nación al inaugurarse el Hotel Metropole, cuando hacía referencia a seguir los modos de vida de los yankees a los que les gustaba instalarse en grandes hoteles. Ciertamente, en nuestra avenida se dio este doble aspecto: haber sido creada como un ámbito arquitectónico donde prevaleciera el habitar, si se piensa en las numerosas casas de renta que se construyeron y luego fueron destinadas a pensiones y hoteles. Se trató más de un habitar fugaz o, como sostiene Martínez Estrada, un simulacro del hogar.
Alvaro Abós, en su recorrido literario por Buenos Aires encuentra a la avenida de Mayo como un “largo hotel”. Allí el escritor Germán Rozenmacher en su libro Cabecita Negra, de 1963, ambienta el relato “Tristezas de una pieza de hotel”, en alguna de las pensiones de bajo precio que quedaron en nuestra significativa arteria cuando solo era un recuerdo de su antiguo esplendor. Señala Abós que aún quedan hoteluchos como el Tandil, el Hispano, el Argentino, La Giralda –intentando aprovechar las migajas de la regeneración turística de la avenida, en la onda del urbanismo barcelonés.24
Sin embargo, los intentos del área por retomar su antiguo brillo son más notorios en este último tiempo. El Gobierno de la Ciudad inició gestiones para evaluar la importancia que traería a este sector su pronta incentivación, interesándose en asesorar técnicamente en las reformas que se realicen en estos antiguos edificios. En 2003 se lanzó un proyecto que trataba de reforzar la historia de estos sitios, apuntando a rescatar su valor patrimonial y cultural, como se fue haciendo con los bares notables de la zona. Funcionaban en ese momento unos veinte hoteles y hospedajes. “La mayoría recibe a turistas extranjeros (sobre todo de Europa) y del interior del país”.25
Entiendo que debe seguir insistiéndose en las tareas de rescate patrimonial de esta ya centenaria arteria, que forma parte indisoluble de nuestra identidad y de las formas de vida existentes en la ciudad, ya que no ha perdido la capacidad original de albergar al viajero. Asegurar entonces, la rehabilitación del sector construido es un compromiso permanente que deben asumir las autoridades con la comunidad.
Notas
1.- Verdicchio, Gastón,“Fondas, hoteles y otras formas de hospedaje en el viejo Buenos Aires”, en Todo es Historia, Buenos Aires, Nº 315, octubre, 1993.
2.- ABÓS, Alvaro, Al pie de la letra. Guía literaria de Buenos Aires, Buenos Aires, Grijalbo, 2000, p. 12.
3.- Puede recordarse la proyección del Gran Hotel Internacional en el Paseo de Julio con 700 habitaciones, cerca del muelle de pasajeros, obra que no se llevó a cabo por la crisis de 1890, en El Sud Americano, Buenos Aires, 5 de diciembre de 1888.
4.- Radovanovic, Elisa, Buenos Aires. Avenida de Mayo, Buenos Aires, Turísticas, 2002.
5.- Verdicchio, Gastón, Voz “Hotel”. En Diccionario de la Arquitectura en la Argentina. Letras E-H, Buenos Aires, Clarín Arquitectura, 2004.
6.- LLANES, Ricardo M., La Avenida de Mayo. Media centuria entre recuerdos y evocaciones, Buenos Aires, Kraft, 1955.
7.- “Blasco Ibáñez. Su llegada a Buenos Aires. La recepción de hoy” en La Prensa, Buenos Aires, 6 de junio de 1909, p. 7.
8.- Camba, F. y Mas y Pi, J., Los Españoles en el Centenario Argentino, Buenos Aires, 1910, p. XVII.
9.- El Cosmopolita, Revista de Hoteles Sudamericanos, Buenos Aires, noviembre 1930.
10.- BOUILLON, Willy G.,“El Majestic, de hotel de lujo a sede del museo de la AFIP”, en La Nación, Buenos Aires, 23 de octubre de 2004.
11.- El Cosmopolita, op. cit.
12.- ABÓS, Álvaro, op. cit., p. 29.
13.- “Uno de los primeros en refaccionarse”. Alejandra Rey. “La Avenida de Mayo recupera su brillo”, en La Nación, Buenos Aires, 28 de noviembre de 2004.
14.- FEVRIER, Andrés, “Los hoteles de avenida de Mayo recuperarán su viejo esplendor”, en La Razón, Buenos Aires, 28 de mayo de 2003.
15.- Se menciona también un Caviezel Pensión a la altura en el 815.
16.- “Paris-Cecil”, en El Cosmopolita, op. cit.
17.- El Cosmopolita, op. cit.
18.- “Casa FOA. Decoración del gran Hotel”, en Clarín, Buenos Aires, 11 de octubre de 1991.
19.- Puede leerse la copla titulada “Hablar por hablar”, Aviso de la Casa Muñoz en Revué Illustrée du Rio de la Plata, octubre, 1903 citado por Elisa Radovanovic, op. cit., p. 112.
20.- REY, Alejandra, Op. cit.
21.- PETRINA, Alberto, (Dir.) Buenos Aires 8 recorridos por la ciudad. Guía de Arquitectura, Buenos Aires, Municipalidad, 1994, p. 37.
22.- MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel, La cabeza de Goliat, Buenos Aires, Nova, 1957.
23.- Ibidem.
24.- ABÓS, Alvaro, op. cit., p. 25-26.
25.- FEVRIER, Andrés, op. cit.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año VIII – N° 43 – octubre de 2007
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Congreso-Av Mayo-Casa Rosada, Edificios destacados, TEMA SOCIAL, Cosas que ya no están
Palabras claves: hoteles, hotel,
Año de referencia del artículo: 1900
Historias de la Ciudad. Año 8 Nro43