Hace muchos años traté asiduamente en el Archivo General de la Nación, donde concurría casi diariamente, a don Manuel Melo Fajardo. Hombre alto, de subido color morocho, siempre impecable, con traje oscuro, camisa blanca y corbata al tono. Se preciaba de sus antepasados hispánicos y mencionaba siempre Maestres de Campo y Regidores del Cabildo, aunque era evidente que poseía también,-cosa común en antiguas familias argentinas- alguna porción de sangre no europea.
Celoso y reservado, hacía sus investigaciones en silencio y por lo tanto no era comunicativo ni simpático, lo que hoy diríamos una persona “difícil”. Tenía, con referencia a Buenos Aires, la convicción de ser el que más conocía sobre el tema, al punto tal que en 1968 no participó en el primer Congreso de Historia de la Ciudad que organizó la Junta de Estudios Históricos de San José de Flores, porque según nos manifestó entonces, consideraba que los participantes estaban muy por debajo de su nivel. En parte tenía razón; sus trabajos de investigación, que no son muchos, demuestran la erudición del investigador serio y están redactados con prosa ágil y atractiva. En la serie de Cuadernos de Buenos Aires, publicó dos obras importantes: “Miserere, ignorado epónimo de una plaza principal” y “Dos casa de mi ciudad”, además de algunos artículos en La Nación, de los que recordamos su curioso aporte sobre los paraguas del 25 de mayo de 1810 y el que hoy reproducimos, referido al origen de la avenida Gaona, publicado el 6 de julio de 1959, o sea casi medio siglo atrás. En justicia, su obra merece ser reeditada y su autor reconocido como uno de los grandes historiadores porteños. De su biografía es poco lo que conseguimos averiguar, sabemos que ingresó en 1926 como empleado del Banco de la Nación Argentina y se jubiló el 26 de enero de 1954; deducimos por tanto, que debió nacer hacia 1904 y falleció soltero en la década de 1970.
De varios años a esta parte se viene reclamando por diversas personas de las autoridades edilicias de esta capital la modificación del nombre de la avenida Gaona, gestiones que han dado motivo a la formación de un frondoso expediente en la municipalidad de Buenos Aires. Aducen los interesados que el nombre actual proviene de una errata cartográfica cometida a fines del siglo pasado, al alterar la denominación de camino o calle de Gaona que era la tradicional, y se la había dado en homenaje a don Calixto Ruiz de Gauna o Calixto Gauna, quien a raíz de la repercusión producida por la Revolución de Mayo en la ciudad de Salta, de cuyo Cabildo era miembro, se trasladó a caballo a esta Capital en sólo ocho días con el objeto de comunicar a la Primera Junta patria los acontecimientos de aquella provincia.
Abunda el citado expediente en detalles de la proeza y en datos biográficos del patriota, a los que también ha contribuido algún distinguido historiador salteño, y así, en mérito a una simple presunción, se sostiene que por el referido camino entró Gauna al llegar a esta ciudad en su precitado viaje.
Cada tanto tiempo, y aún en estos días, se agita la cuestión –que en algunas ocasiones ha tenido publicidad en diarios, revistas y audiciones radiofónicas- si nuestros ediles se deben abocar a la consideración del mismo problema, para arribar siempre a la conclusión de que si tradicional fue en el siglo pasado la denominación de camino o calle de Gauna, hoy lo es la de calle o avenida Gaona.
Que antiguamente se la distinguía con el primer nombre ha quedado suficientemente probado en el referido expediente con la mención de memorias y actas municipales y planos en que así se la designaba. Por mi parte, puedo asegurar que en registros notariales del siglo XIX he visto escrituras y planos donde figura la calle Gauna. Empero, en el año 1895, en un plano levantado por la Oficina de Obras Públicas de la Municipalidad de Buenos Aires, se estampa en el trazado de la citada calle el nombre de Gaona, el que en lo sucesivo es usado en ordenanzas municipales, planos, etc. y también en las chapas indicadoras. Coincidentemente, por aquel entonces, el Dr. Adolfo P. Carranza en su opúsculo titulado “Razón del nombre de las plazas, parques y calles de la ciudad de Buenos Aires” y más tarde, en el año 1910, los señores Adrián Beccar Varela y Enrique Udaondo en su libro “Plazas y calles de Buenos Aires. Significación histórica de sus nombres”, la menciona con el nombre de Gaona, que atribuyen al alférez Eduardo Gaona, patriota salteño muerto en la batalla de Suipacha.
Visto el propósito de imponer el nombre de don Calixto Gauna a esta calle porteña, creo oportuno formular algunas consideraciones pertinentes y referencias inéditas que entiendo dejarán dilucidado el problema. Advierto que quienes se colocan en la expresada actitud no han determinado la existencia de un solo documento probatorio de que aquel patriota entró en esta ciudad por el citado camino y no por el corriente -y hasta obligado- que era la actual avenida Rivadavia, como tampoco nadie menciona con precisión el dato de un decreto gubernativo por el que se haya asignado tal denominación. En síntesis, como lo dice el dictamen dado en 1944 por la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos: “se presume, aunque no está probado”.
En mi opinión, todas aquellas personas discuten con criterio moderno en una cuestión que corresponde ser examinada situándose en épocas pretéritas. En primer lugar, tengamos presente que los gobiernos patrios de 1810 y años siguientes premiaban los servicios y proezas con promociones a grados militares y otras distinciones, tal como lo hicieron con don Calixto Gauna -que llegó a coronel- con motivo de su actuación en las luchas de la Independencia; pero no acostumbraban asignar nombres de patriotas o héroes a la calles de la ciudad y caminos de sus alrededores, temperamento bien patente en la resolución del primer Triunvirato (Chiclana, Sarratea y Pueyrredón) de setiembre de 1812 disponiendo que “se borren enteramente los nombres de los sujetos particulares con que se designan las calles de esta ciudad”, refiriéndose a la nomenclatura que tenían desde 1808 con los apellidos de personas que se distinguieron con motivo de las invasiones inglesas.
El antiguo camino o calle de Gauna figura en los primeros planos de los alrededores de la ciudad a partir del levantado por el Departamento Topográfico de la Provincia en 1867 y nacía detrás de los Corrales de Miserere (actual estación Once de Septiembre del Ferrocarril D. F. Sarmiento y plaza de Miserere) y corría hacia el Oeste para tomar a poco dirección paralela al camino principal (actual Avenida Rivadavia) cortándose poco después de pasar cerca del pueblo de San José de Flores, al encontrar los bajíos del arroyo Maldonado. De cualquier modo, parece fuera de lógica que don Calixto Gauna, con la tremenda fatiga que tendría al finalizar su penoso viaje, se desviara del camino principal que lo llevaba directamente a la ciudad y tomara por alguna calle transversal abierta entre las chacras para entrar por el otro camino que lo llevaba igualmente a los Corrales de Miserere, sitio al que convergían ambos.
Por otra parte, recordemos que las calles de la traza de la ciudad habían recibido su primera nomenclatura oficial ya bien entrado el siglo XVIII, recurriéndose para ello al santoral; pero los nombres impuestos tuvieron poca difusión y sólo figuraban en algunos documentos gubernativos o actuaciones judiciales, en tanto que en el uso común los habitantes y hasta las autoridades las designaban calle de Campana (Francisco Álvarez Campana), calle del Cabildo, calle de Narbona (Juan de Narbona), etc. Con tales denominaciones pueden verse en muchos documentos de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, y si tal ocurría con las calles de la ciudad propiamente dicha, mayor razón tenía esa costumbre tratándose de las abiertas entre las quintas de extramuros y las más apartadas que comunicaban con las chacras, todas las cuales carecían de denominación oficial. Así, se decía: el camino de la costa de San isidro, el camino a la chacarita de San Francisco, la calle larga a la Recoleta. Todavía en planos de la segunda mitad del siglo pasado, en que figura el camino o calle de Gauna, hay muchas calles de las afueras y chacras sin denominación, y, siendo así, es natural que el vecindario para distinguirlas les diera el nombre del dueño de alguna quinta o chacra principal por la que pasaban.
Tan poco se ha profundizado el conocimiento de nuestro pasado anterior a la Revolución de Mayo en el proceso de desarrollo y extensión de nuestra ciudad, que se olvida o ignora que durante la segunda mitad del siglo XVIII Buenos Aires tuvo un conspicuo vecino en don Pablo Ruiz de Gaona o Pablo Gaona, quien fue alcalde de ella en los años 1774 y 1787 y regidor y alférez real en 1780. Este personaje era casado con doña María Elena de Lezica, hija del distinguido vecino don Juan de Lezica y Torrezuri y su esposa, doña Elena de Alquiza y Peñaranda.
Don Pablo Ruiz de Gaona, caballero de salud delicada, eludió posteriormente los cargos capitulares y si bien dedicado al comercio de ultramar, se retiró a las afueras de la ciudad, a una chacra comprada a su suegro que este había adquirido en el año 1748 del real fisco juntamente con mucha mayor extensión de tierras, todas ellas situadas a continuación del ejido de la ciudad, sobrantes de las suertes de chacra principales.
Allí edificó una amplia casa y la rodeó de profusa arboleda, con una capilla que en el correr de los años, al erigir el obispo Lué el Curato de San José de Flores, por auto del 31 de mayo de 1806, disponía que “hasta tanto se construya la Iglesia Parroquial… servirá de Parroquia Provisional el Oratorio Público de Don Pablo Gaona”. Obvio es decir que la chacra de éste quedó comprendía en el territorio del nuevo Curato, cuyos límites determinaba dicho auto.
Recluido en ella, sumamente enfermo, don Pablo no asistió a las jornadas libertadoras de Mayo en la ciudad, pero su yerno, don José Santos de Inchaurregui, vasco, viudo ya de doña María Josefa Ruiz de Gaona, única hija de aquél, concurrió al Cabildo Abierto del día 22, en el que votó por la cesación del virrey Cisneros y traspaso del mando al Cabildo internamente hasta la creación de una Junta Gubernativa elegida por diputados en todo el Virreinato.
El día 254 se elige a Inchaurregui vocal de una junta presidida por el virrey y de la que también eran miembros don Cornelio de Saavedra y los doctores Juan Nepomuceno de Sola y Juan José Castelli, todos los que prestan juramento; pero esa misma noche renuncian ante la oposición que se hacía al virrey, siendo reemplazados en el glorioso día siguiente por la Primera Junta patria.
Dos semanas después Gaona otorgaba testamento, pero vivió aún más de tres años, falleciendo el 3 de agosto de 1813, no sin antes haber dictado otra disposición por la que recomendaba preferir a alguno de sus herederos en caso de rematarse la chacra “bajo el concepto que produce anualmente más del rédito de veinte mil pesos y a más la leña para el consumo de la casa”.
Por los inventarios de sus bienes nos enteramos que aquella tenía perímetro de 16 cuadras, plantaciones muy valiosas -sobresaliendo el monte de 33.000 árboles de duraznos- y en la capilla un retablo con las tres imágenes de N. Sra. del Rosario, San Francisco y Santo Domingo.
Esa propiedad, a la sazón conocida por el Estanco de Gaona y compuesta de 15 cuadras cuadradas, fue heredada por sus nietos Inchaurregui, quienes la vendieron el 16 de enero de 1826 a don Justo Piñero, el que la conservó hasta su fallecimiento, siendo adjudicada en 1857 a su viuda, doña Plácida Gamas de Piñero.
Esta la amplió con otros terrenos contiguos de poca extensión y a su muerte y de su testamentaria, en el año 1887, adquirieron el conjunto sus hijos don Justo M. Piñero y don Parmenio T. Piñero, los que a su vez le agregaron otros terrenos linderos. Años después, fallecido el último, bajo disposición testamentaria en que donaba a la Municipalidad de esta capital (en cuya jurisdicción quedaron comprendidas esas tierras desde 1887, al federalizarse el partido de San José de Flores) la mayor parte de sus bienes con destino a la construcción de un hospital que llevase su nombre, en virtud de la resolución del 29 de septiembre de 1908, con la dicha donación y la compra de la parte mitad de don Justo M. Piñero, esos 238.040 metros cuadrados de terreno pasaron a dominio municipal, destinándose principalmente a la formación del Parque Centenario, centro geográfico de la Capital Federal.
Es el perímetro limitado por las actuales avenidas Campichuelo, Chubut, (hoy Ángel Gallardo), Río de Janeiro y Díaz Vélez, correspondiendo a la antigua chacra de Gaona el territorio comprendido entre las tres primeras y una línea que sigue aproximadamente el trazado de la calle Arengreen hasta llegar a Díaz Vélez y sigue por ésta hasta encontrar Campichuelo.
El territorio de la chacra de Gaona era de figura casi rectangular (cinco cuadras de largo por tres de ancho) y, como vemos, uno de sus lados quedaba sobre la actual avenida Díaz Vélez, que es precisamente el antiguo camino o calle de Gauna, después calle Gaona, desde que a éstos se les cambió el nombre por aquél en dos de sus tramos; primeramente, desde su nacimiento hasta la calle Río de Janeiro (antes Gran Chaco) y después, desde ésta hasta la calle Parral, (hoy Honorio Pueyrredón), conforme a las ordenanzas municipales del 27 de noviembre de 1893 y 12 de agosto de 1938. Con lo que podemos decir que la actual avenida Gaona es la calle que retrocedió.
Con estos antecedentes fácil es inferir que desde fines del siglo XVIII la población se acostumbró a designar el camino con el apellido del dueño de la afamada chacra a que conducía, y que Gaona degeneró en Gauna (así como ahora en aura) en la tosca dicción del paisanaje de la vecindad o transeúnte, que era la gente que más frecuentaba el paraje; y tanto se divulgó la última forma en el correr de los años que fue recogida así en disposiciones municipales y planos oficiales y particulares. A esta altura de mi exposición entiendo haber dejado restablecida la verdad de su denominación, y al desvanecerse con ello la simpática leyenda del homenaje a don Calixto Gauna, o al alférez Eduardo Gauna, sin discurrir acerca de si es justo o no la perduración del nombre de Gaona, señalo a la consideración del ciudadano porteño que él recuerda a un hombre representativo de la ciudad virreinal, así como los dos patriotas salteños a quienes hasta ahora se atribuía han sido -y no dudo lo serán aún más- honrados debidamente en su provincia natal.
Mas, de interrogarme alguien si pienso que los autores del plano de 1895 tuvieron propósito restaurador, sólo podría responderle: ¡Mágica errata!..
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año VIII – N° 42 – agosto de 2007
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Avenidas, calles y pasajes, PERFIL PERSONAS, Varón, Escritores y periodistas, Vecinos y personajes,
Palabras claves: parque centenario, gaona, Manuel Melo Fajardo, investigador
Año de referencia del artículo: 1959
Historias de la Ciudad. Año 8 Nro42