En la década de los setenta del siglo XIX llegaba a Buenos Aires, desde Alemania, Don Guillermo Staudt, fundador de la firma importadora que llevaría su apellido.
Ya en 1877, Staudt & Cia. estaba instalada en un edificio propio de tres plantas, en el centro mercantil de la ciudad. Su principal actividad era la importación de textiles, pero el promisorio desarrollo de sus negocios hizo que los mismos se ampliaran hacia otros horizontes, convirtiéndose en uno de los mayores importadores de bebidas.
Dado el auge de su actividad, Staudt inaugura con gran pompa en 1893 un nuevo edificio, levantado en un terreno de veinte metros de frente por cuarenta y cinco de fondo, sobre la calle Piedad (hoy Bartolomé Mitre), entre Florida y Maipú. En la primera quincena del mes de marzo de aquel año, todos los diarios y revistas se ocuparon del acontecimiento, describiendo no solamente el acto social, sino también las especiales características de la nueva sede de esta firma. La información periodística hacía mención a “una construcción originalísima”, que el público dio en llamar “la casa de fierro”.
Fue director de la obra en Buenos Aires el Ingeniero Carlos Altgelt, pero su diseño y los elementos constructivos fueron elaborados en Alemania por los ingenieros Vobrach y Rieth, que habían construido el Parlamento del por entonces imperio, en Berlín, a semejanza de sus similares de New York y Londres.
Su estilo no obedecía a un orden arquitectónico determinado, resultando el ecléctico conjunto sobrio en adornos, a la vez sencillos y elegantes. Casi todo el edificio era de hierro, en tanto que las paredes laterales medianeras, de un metro de espesor, eran de ladrillos y material. Se había empleado en la mezcla para el cemento de los pisos amianto en abundancia, como una forma de evitar la propagación del fuego en caso de incendios.
Evitándose por razones de seguridad el empleo en la obra de materiales considerados combustibles, las únicas partes fijas de madera eran los tramos superficiales de los escalones que, a su vez, descansaban sobre las estructuras de las escaleras, que eran metálicas.
Contaba la construcción con una altura de 32 metros, integrándolo seis pisos por sobre el nivel de la calle y cinco subsuelos, el último de los cuales estaba apenas a un metro de la napa de agua. Los cinco pisos estaban divididos por chapas de acero en canaleta, de cinco milímetros de espesor; siendo este metal usado en los techos de la construcción, con algunas excepciones, como veremos más adelante.
La torre, independiente, daba frente a Bartolomé Mitre, y sobre ella se encontraba un gran reloj que funcionaba por un sistema de presión de aire. Ciento diez columnas de hierro de cuarenta centímetros de espesor sostenían la por entonces colosal edificación. Sobre la azotea había habitaciones destinadas para algunos empleados de la firma.
Se había previsto todo aquello que podía considerarse como necesario para un emprendimiento de esta naturaleza, El costado izquierdo de la planta baja o “principal”, estaba destinado a las muestras y depósito de bebidas, que constituían, en aquel momento, uno de los más fuertes ramos de las actividades de la firma.
En todos los pisos, insertas en las paredes, se habían colocado cajas de hierro que, para mayor seguridad, guardaban dentro de sí, otras cajas de similar material para resguardo de dinero, libros y documentos comerciales, etc.
A nivel, sobre el ala derecha de la planta, se abría una gran puerta de entrada para carros, procurando de esta manera que no se obstruyera la vía pública en los horarios en que debía producirse la carga y descarga de mercaderías. Allí se había instalado una oficina-escritorio, resguardada por cristales que facilitaban una visión del movimiento del lugar. Los vehículos ingresaban al vestíbulo para aquellas operaciones, que se llevaban a cabo al costado del ascensor que, por presión hidráulica, conducía los bultos a los depósitos subterráneos.
Dicho con las palabras que aparecían en las publicaciones de la época,1 el “descensor” de la mercadería a los sótanos podía llevar un peso de mil ochocientos kilos. Los transportes, como vimos, se acercaban al pie y la carga podía entonces ser manejada por muy poco personal.
Además de los ascensores y escaleras distribuidas por toda la casa, se había colocado en el extremo izquierdo una escalera para casos de peligro, incendio, etc. que corría desde la azotea hasta el último subsuelo, facilitando la salida hacia la calle. Esta vía de escape debía estar permanentemente habilitada.
Cada uno de los pisos y subsuelos estaban dotados de bocas de incendio con sus mangueras, bastando dar una vuelta a la llave correspondiente para que el agua de los depósitos superiores, que contenían veinte metros cúbicos cada uno, saliera con la fuerza de su propio peso, siendo además auxiliada en caso necesario, por un motor a gas de doce caballos de fuerza. Estos depósitos estaban comunicados por caños de hierro con otro existente en el último sótano, que contenía veinticuatro metros cúbicos adicionales. El líquido elemento circulaba constantemente por las columnas distribuidas por todo el edificio, pues todo allí se movía por la presión hidráulica.
Se podría creer que los sótanos, por su tamaño y situación carecerían de luz natural, pero todo había sido hábilmente calculado. Conformaba parte del techo del edificio una estructura metálica con cristales transparentes, —similar a las utilizadas en las estaciones de ferrocarril, como vemos en las ilustraciones—, habiéndose utilizado ladrillos de vidrio en distintos sectores de los pisos, que facilitaban que la luz penetrara hasta los subsuelos. No obstante, y como refuerzo, doscientas lámparas del sistema Edison, estaban distribuidas en el conjunto. A estas unidades se le sumaban diez focos de quinientas bujías cada uno.
En el quinto subsuelo se hallaban las instalaciones destinadas al motor y la dinamo. Una pequeña pieza servía de depósito y resguardo de unas sesenta baterías galvánicas, cuyo objetivo era contar con una reserva de electricidad. Funcionando el motor solamente una hora, se acumulaba en las baterías corriente suficiente para el alumbrado continuado durante seis horas, y para que la bomba hidráulica funcionase durante cinco, también continuas.
En el tercer sótano se encontraban ocho depósitos, en cada uno de los cuales cabían ciento veinte mil botellas, perfectamente acondicionadas. De acuerdo a este orden programado, tanto las máquinas como los depósitos no requerían el servicio continuo de más de un hombre.
El techo superior del edificio era doble. La casa estaba limitada, por los fondos, por un armazón de hierro pintado de color claro, que colaboraba para ofrecer una viva luz natural hacia el interior. Al frente, en cada uno de los pisos, se había colocado un amplio y elegante escritorio y en las paredes, los estantes contenían mercaderías de seda, constituyendo una especie de muestrario de la que restaba depositada en los sótanos.
Tal es la descripción que hemos podido recuperar sobre la base de publicaciones de fechas cercanas a la inauguración del edificio.
Pero la modernidad y funcionalidad de esta muestra de los adelantos en la arquitectura y la construcción del siglo XIX, se encontró con la llegada del siglo XX frente a frente con las necesidades que el progreso le imponía a la ciudad de Buenos Aires. Y la “Casa de Fierro” muere en 1914.
Fue demolida ese año para dar paso a la apertura de la segunda cuadra de la Diagonal Roque Sáenz Peña, desde su nacimiento en la Plaza de Mayo. La fructífera actividad comercial de la empresa se derivó hacia otros lugares.2
A partir del año 1920 Staudt & Cia. continúa con el desarrollo de sus negocios en un monumental edificio ubicado en la calle Bernardo de Irigoyen 330, que también tiene salida por Moreno 970.
En 1938, cuando la empresa ya estaba dirigida por el hijo del fundador, Ricardo W. Staudt,3 se modernizó la fachada y sobre el frente de Bernardo de Irigoyen, a la altura del cuarto piso, se colocaron las figuras escultóricas que aún lo adornan, representando al Comercio, la Industria, el Agro y la Navegación.4
Las cabezas de las estatuas reproducen los rasgos de cuatro miembros femeninos de la familia Staudt. La que representa a la Agricultura corresponde a la madre del fundador; la de la Industria representa a su esposa; la del Comercio a la segunda esposa de su hijo; y la de la Navegación a una nieta de aquel primer Guillermo Staudt.
Hoy, a principios del año 2002, la familia Staudt sigue estando presente en nuestro país, a través de su actividad en el comercio, la industria y el agro.
Y día y noche, sin solución de continuidad, a la vista de todos los porteños, las imágenes de cuatro de sus miembros continúan haciendo guardia sobre nuestra ciudad.
Notas
1- Los principales datos de estas líneas nos fueron ofrecidos por el señor Ricardo Staudt. Las imágenes pertenecen a una publicación sobre la familia Staudt y a “La Ilustración Argentina” de 1894.
2 – Hemos perdido los pasos sobre el lugar donde la firma Staudt y Cia. desarrolló sus actividades comerciales entre 1914 y 1920.
3 – Don Ricardo, gran coleccionista de obras de arte, integró el Instituto Bonaerense de Numismática y Antiguedades, falleciendo el 15 de mayo de 1954. Su hijo Guillermo fue una personalidad multifacética, amante de la naturaleza y de las más variadas expresiones de la cultura. Presidió la Institución Argentino-Germana; fue director de la Asociación Argentina de Criadores de Hereford y asesor de Parques Nacionales. En la estancia “Benquerencia”, en San Miguel del Monte, que heredara de su padre, crió caballos de tiro y de salto, y se destacó en la conducción de carruajes. En 1968 inauguró en Alemania un zoológico único en el mundo, con una gran colección de aves rapaces de Europa, entrenadas para volar en libertad. Casado con Martha Facio tuvieron dos hijos y seis nietos. Murió de un paro cardíaco a los 76 años, mientras cazaba entre las montañas de su campo “Mil Rosas”, en San Martín de los Andes. Sus cenizas fueron inhumadas en el jardín de la estancia “Benquerencia”.
4 – Estas mismas estatuas adornaban al palacio de la familia Staudt en Berlín, que fuera donado al gobierno argentino para sede de su embajada y resultara destruido durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. El acto de cesión fue realizado por D. Ricardo W. Staudt.
Jorge Ochoa de Eguileor
Docente, investigador, historiador y escritor.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año III – N° 15 – Mayo de 2002
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: ARQUITECTURA, Edificios destacados, En obra / construcción, Comercios, Industria, fábricas y talleres,
Palabras claves: Staudt, bebidas
Año de referencia del artículo: 1938
Historias de la Ciudad. Año 3 Nro15