En el apacible y tradicional barrio de Belgrano una residencia fue centro de reunión de los precursores del culto al físico y escenario de una página inigualable de nuestra historia, sólo quedó en el recuerdo gracias al título de un libro.
M’ hijo el dotor
Carlos Delcasse había nacido en la ciudad francesa de Burdeos el 4 de noviembre de 1852 y menos de dos años después fue traído a la Argentina. Al cumplir los 18 años, para evitar que participara en contiendas civiles, su padre le sacó la papeleta francesa.
No obstante en 1873 se enrolaba en la Guardia Nacional firmando su certificado el Dr. Amancio Alcorta, aunque recién el 6 de mayo de 1878 prestó juramento y se le expidió la carta de ciudadanía.
Su padre quería que siguiera sus pasos como marmolero. Sin embargo, su hijo se abrió camino con los oficios más diversos: albañil, caballerizo, mozo de boliche, practicante de cirugía, fotógrafo y soldado según constaba en su Boleta de Enrolamiento de 1892.
Como carecía de dinero para pagar el derecho de examen, ingresó en el Colegio Nacional Buenos Aires gracias a la generosidad del entonces rector don Alfredo Cosson, al que le pidió lo admitiera en sus aulas en las que se graduó de bachiller. Continuó sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires donde se recibió de abogado, profesión que le permitió lograr un lugar destacado en la comunidad de Belgrano de la que fue intendente en 1887. Al incorporarse esa sección al municipio, fue elegido concejal.
Al renovarse las Cámaras en 1904, el Dr. Carlos Delcasse del Partido Autonomista Nacional ganó por la circunscripción 16° Belgrano. También obtuvo una banca uno de sus alumnos de esgrima y progresista rival parlamentario, Alfredo Palacios, el primer diputado socialista de América, que ganó por la circunscripción 4° San Juan Evangelista.
Probó su veta empresaria al adquirir en 1911, junto con Enrique Wolmann, las acciones de la “Ledesma Sugar Estates and Refining Company Ltd. Sociedad Anónima”
Aunque su recuerdo perduró ligado al deporte, su profundo amor a las artes le permitió entablar una estrecha amistad con otro reconocido belgranense: Rogelio Yrurtia.
¡Mirad adonde llegan!
Un grupo de ciudadanos de Belgrano había elevado una protesta formal para impedir que Carlos Delcasse prestara juramento ante la Cámara por ser francés, la que se trató en la apertura de las sesiones preliminares del 2 de mayo de 1904. Fue el diputado Juan Balestra quien salió en su defensa dando a conocer todos los logros personales y profesionales que este galo supo labrar en nuestro suelo. Sus palabras finales fueron vibrantes y emotivas: “Se ha querido también explotar el sentimiento nacional recordándonos que vamos a tener un extranjero en la Cámara. Pero felicitémonos mucho ¡bienvenido sea! ¡Si es conmovedora la historia de este hijo de un modesto marmolero, que cuando llega a la edad de la razón, cree en el porvenir de su patria de adopción y lucha y batalla en la pobreza y funda uno de los estudios más importantes de esta capital; y ya en lo alto de su vida se ve rodeado por el amor de sus conciudadanos y sentado en una de las bancas del Congreso! (Aplausos en las bancas y en la barra) Que mejor hecho vamos a presentar al viejo mundo en donde el hombre lucha sin éxito, cuando les digamos: ¡no sólo los hijos nacidos en esta tierra, sino los que vienen a identificarse con nosotros, mirad cómo crecen, mirad adónde llegan! ¡Venid a nosotros! (Aplausos)”1
Por unanimidad prestó juramento ese mismo día pasando a integrar la Comisión de Investigación Judicial y dos años después la Comisión de Códigos.
Desde su banca propuso modificar, sin éxito, la “Ley Cané o Ley de Residencia” y la “Ley de dietas”; proponía rebajar el sueldo a los que no concurrían al recinto para aumentar a los de buena asistencia. Como a nadie le gusta engrosar el bolsillo ajeno, era de más fácil cumplimiento que destinarlo a fines benéficos con dudosos destinos. Después le fue aprobada la “Ley de Inembargabilidad”. Promovió también la discusión de las leyes “De marcas de fábrica”, “De amnistía por delitos electorales”, “De sucesión” y la modificación al “Código de Minería”, entre otras.
Pero fue en el tratamiento del proyecto de ley de Alfredo Palacios respecto al trabajo de mujeres y niños,2 que para fastidio de su propulsor Delcasse hizo aplazar varias veces, donde reconoce ante la Cámara su modesto origen: “(…) antes que el señor diputado Palacios, tuve el honor de presentar a la consideración de la cámara, hace tres años, más o menos, un proyecto tendiente a lo mismo que él se propone, pero con ideas más remiradas (…) toda mi vida, todos mis actos patentizan que no hago una frase meramente efectista, si afirmo que yo también soy socialista. Hijo de obrero y obrero yo mismo, sé lo que es trabajar manualmente, y no vendría a impugnar aquí los principios que todos aprobamos, y que forjan parte de mis antecedentes de hombre de labor”.
Por duplicado
En su estudio de abogado en la calle Chacabuco N° 61 se seguían los casos más varia-dos. De algunos de ellos hizo mención en los debates parlamentarios y de otros escribió monografías: “Privilegios Parlamentarios” (1887), “Juicio a Mariana Miranda” (1893), “Proceso de divorcio entre los cónyuges d. Juan Delesalle y dña. Adelina Peuvrel de Delesalle (1906)” y “Expropiación de la Isla del Espinillo”(1908)3.
También participó en la Comisión que se reunió en la Facultad de Derecho el 29 de julio de 1913 con el propósito de colegiarse dentro del foro de la Capital. Presidida por el Dr. David de Tezanos Pinto, junto con Norberto Piñero, Marco M. Avellaneda, José León Suárez, Osvaldo Magnasco, Hernán Cullen Ayerza, Pedro Agote, Miguel Cané, y otros, redactaron los estatutos que fueron la base de una nueva Asociación: el Colegio de Abogados de la ciudad de Buenos Aires.
Fue también socio fundador y miembro del Patronato de Liberados, asociación que buscaba la reinserción social de aquellos que habían cumplido condena y la protección de sus familias. Obtuvo personería jurídica del P.E.N. el 1 de febrero de 1919.
Hombre del Derecho y amante del arte, encargó para la bóveda familiar en el Cementerio de Olivos la obra “Justicia” de Rogelio Yrurtia. luego de admirar la maqueta en la casa taller del artista en la calle Blanco Encalada, que fue instalada en 1938. El sepulcro pertenece en la actualidad al Colegio de Escribanos de la ciudad de Buenos Aires.
En 1959, nueve años después de la muerte de Yrurtia, se colocó la estatua que se encuentra en la entrada del Palacio de Justicia, por medio del vaciado en bronce del original.
Solaz para el espíritu
La casa de Delcasse era una de esas antiguas quintas suburbanas en la que se aislaban aquellos que buscaban huir de la entonces locura de la metrópoli. Algunos aseguraban que la construcción databa de 1883 y era obra del arquitecto suizo-italiano Pedro Petrocchi al que creían su primer dueño. Mientras otros opinaban que fue su socio Enrique Wolmann el que se la vendió en 1900.
La residencia con aires de villa renacentista tenía su entrada principal por Cuba 1919; desde la planta baja se abría una galería con columnas de mampostería coronadas por una terraza con balaustre. Tenía también pilastras con cariátides, mansardas de pizarra francesa que remataban con agujas de zinc, frisos de mampostería con hojas de acanto, pisos de parquet de roble con marquetería, mayólicas, mosaicos y cerámicas únicas en su diseño.
La casa tenía veinte habitaciones y una escalera de ébano labrado llevaba al primero y segundo pisos; en este sólo había un solitario mirador, del que sobresalía por el borde de la pared externa, con lánguida elegancia, el famoso ángel.
El ingreso a la famosa pedana era a través de un antiguo portón de hierro sobre la calle Arcos, donde también estaba el polígono de tiro, el gimnasio y un lugar de descanso; todo retirado unos 15 metros de la casa a la que estaba unida por una simple pared.
Orgullo del dueño de casa era la nutrida biblioteca que acrecentó al recibir los libros y archivos que habían pertenecido a su consuegro, Joaquín V. González, fallecido en 1923.
Una de las habitaciones estaba destinada a la transmisión de radio; allí había un diploma en el que constaba, que por primera vez en el mundo, un aficionado –obviamente el dueño de casa– se había comunicado en un mismo día con cinco continentes.
En el exuberante jardín arbolado con magnolias, camelias, palmeras y árboles frutales se encontraba, en lugar preferencial, un bronce que retrataba al dueño de casa y uno de los torsos que sirvió para la obra “Canto al Trabajo”, ambas de su amigo y vecino Rogelio Yrutia.
Frente a la quinta, sobre la calle Sucre, vivió durante muchos años el Dr. Juan B. Justo. Aunque no existió relación personal entre ambos, cuando el líder socialista sufrió un atentado en el mes de abril de 1916 en el cual una bala le provocó la fractura de la cabeza del fémur, Delcasse ordenó que las luces de la quinta se mantuvieran encendidas ya que el diputado retornaba a altas horas de la noche apoyado sobre un bastón luego de las largas jornadas parlamentarias.
La pedana fue también involuntario escenario de una tragedia, cuando en la jornada electoral del domingo 9 de marzo de 1902 fue asesinado el Comisario Carlos A. Pina de la Comisaría 23° a manos del criminal Nazario Miguens (a) “el Negro Nazario” que primero le pegó una puñalada y luego se ensañó aunque este, ya mortalmente herido, había caído en el pavimento. El cuerpo fue llevado a la Sala de Armas de la casa para brindarle los primeros auxilios a la espera del Dr. Nicolás Repetto, pero falleció en el lugar y permaneció allí hasta que el cadáver fue trasladado al Departamento Central de Policía donde se levantó la capilla ardiente en el Despacho del entonces Jefe, Dr. Beazley.
Algunos decían que ese malevo era uno de los cuchilleros del bajo Belgrano que Delcasse solía llevar a la sala de armas a fin de enterarse de cómo manejaba la daga el criollaje de esos tiempos ya que quería escribir un libro sobre el tema.
En las Noticias de Policía se daban cuenta de estos lances, bajo el título: “Duelo criollo. Tajos y puñaladas” donde se relataba: “En la esquina de Maipú y Paseo de Julio, riñeron ayer Juan Carlos Lanfranco (a) Patacón y Rafael Vazquez (a) Cangrejo, el primero armado de cuchillo y el segundo con un cortaplumas. La lucha fue corta pero sangrienta pues a los pocos momentos de empezar, el Cangrejo rodó por tierra gravemente herido de dos hachazos en la cabeza y de una puñalada en la mano izquierda. El heridor se encuentra detenido en la Comisaría 13° a disposición del Juez de Instrucción en turno y la víctima fue llevada por asistencia y remitida después al hospital San Roque, donde nos informaron que su estado de salud es delicado” 4
Locos pero sanos
Los hermanos Jorge y Eduardo Newbery habían aprendido boxeo en Estados Unidos, pero en Buenos Aires se practicaba “la savate”, estilo francés, que usaba al mismo tiempo las manos y extremidades inferiores, de tal suerte que el pugilista tenía la posibilidad de recibir sorpresivamente un puntapié. Jorge impuso, a puño limpio, el método estadounidense.
Delcasse dejó este deporte al perder en un match con Jorge Newbery en el patio de su casa en 1898; con más de cuarenta años aseguró que ya no estaba para eso.
Pero sí fue referí del primer match profesional de boxeo en Argentina el 9 de octubre de 1903. El entonces jefe de policía, Francisco Beazley, actuó como time-keeper (aunque todavía no estaba permitido en Buenos Aires) en un encuentro “match-to-finish” entre Paddy McCarthy y el italiano Abelardo Robassio, que el irlandés ganó por knock-out.
Pronto Delcasse le permitió a Newbery, y al núcleo que comenzaba a fortalecer la musculatura, usar los fondos y jardines de la casa que se convirtieron en el sitio preferido de los que en box, carrera, lucha, bastón, esgrima, entre otras actividades, deseaban adiestrarse. Un columnista deportivo aseguraba “…ahí hicimos entrada muchos, pero muchos, por las puertas siempre hospitalariamente abiertas del Mecenas de la atlética porteña”.5
Esto hizo murmurar a los vecinos, y a los que no también, que aquel era un recinto sin techo de perfectos locos, corriendo en paños menores, tomando baños de sol, hablando de higiene fisiológica y persiguiendo el estímulo a la virilidad.
Pero fue al debatir el proyecto de ley del Presidente Figueroa Alcorta que autorizaba al Poder Ejecutivo a sufragar los gastos que demandaría la concurrencia de representantes de la República a los Juegos Olímpicos que se realizarían en Londres en 1908, donde sacó a relucir todo el fervor que tenía por el tema: “Un triunfo argentino en los fields de Inglaterra significaría algo más que el hecho material de haber tenido más fuerza o más resistencia que un inglés: significaría que estamos a la cabeza de las naciones sudamericanas, desde que los mismos ingleses al invitarnos han considerado que únicamente nosotros podemos competir con ellos. Otra cosa no importa, salvo la distinción de la que hemos sido objeto. Tengo la convicción de que en el país, dado el desarrollo que han adquirido el tiro de bala, las carreras de ligereza y de resistencia, el box, la esgrima, etc., si alguno de los nuestros no llega primero, ocupará dignamente un buen puesto lo que no dejará de ser un gran triunfo. Por lo que respecta a la esgrima, si los jurados son competentes y justos, ciertamente sacaremos campeonatos (…). Sé que han dicho: el doctor Delcasse no es un hombre serio, porque tiene una sala de box y de esgrima en su casa, porque tira también al palo, al sable y al florete, porque lucha y porque corre. Pero con mi actitud he conseguido mi propósito: despertar en la juventud la afición de los ejercicios físicos, a los cuales debo todo lo que soy (…), me es molesto decir ciertas cosas porque no me gusta ponerme de ejemplo, yo mismo he fundado uno de los mejores fields de ejercicios físicos, que existe en la República…”. Al argüir otros diputados las carencias del país, expresa: “Declaro que si mi posición me lo permitiera, yo mismo costearía ese gasto, tal es la convicción íntima que tengo de que conviene a la nación que estemos representados en los juegos olímpicos de 1908”.
Aunque Diputados aprobó el proyecto con una rebaja significativa en cuanto al presu-puesto pedido, fue rechazado en el Senado por lo tanto no se envío representación.
La Casa de los Duelos
Aunque penados por la ley, varios fueron los encuentros que tuvieron lugar en los “campos del honor”, en general las zonas poco pobladas de Palermo y bajo Belgrano.
Con el seudónimo de Carlos María de Menvier escribió un libro de guía para médicos en los duelos, aunque contenía una serie de sanos consejos para los duelistas: bañarse el día anterior al combate, una estricta dieta los días previos, provocar la libertad de los intestinos y vejiga (para disminuir el riesgo de peritonitis, si era atravesado por el filo del contrincante) y ropa limpia por el peligro de infección si fragmentos de ropa eran arrastrados por una bala. 6
También era perito armero y algunos aseguraban que más de una vez colocó balas de fogueo para limpiar dos honores al mismo tiempo. Llevaba una minuciosa libreta con los duelos realizados en su casa que llegaron a ser 384 a la fecha de su muerte.
La mayoría de las veces un combate de esgrima terminaba con “la primera sangre”, donde un puntazo bastaba, heridas o la inferioridad de condiciones para proseguir el combate; así fue como un experto esgrimista como Lisandro de la Torre fue vencido y debió usar barba el resto de su vida, por la espada de Hipólito Irigoyen que nunca había tocado una.7
El 4 de marzo de 1918 tuvo lugar el duelo entre el diputado Delfor del Valle y el Dr. Rodolfo Moreno (h), elegidos los padrinos y el lugar para el caso, que fue la quinta de Delcasse, quien actuó también como director. El desenlace lo relata la crónica con el título “Incidente Personal. El duelo de ayer”: “…en el segundo. asalto fue herido el Sr. Del Valle en la región pectoral, continuando el lance. En el tercer asalto el Dr. Moreno resultó con una herida en el pecho. Examinados los duelistas, manifestaron los médicos que debía darse por terminado el lance, en virtud de hallarse ambos duelistas fuera de las condiciones físicas para continuarlo. Así se hizo, reconciliándose los Sres. Moreno y del Valle.” 8
También se enfrentaron el maestro esgrimista Enrique Pini y el Cnel. Revello (1907), Godoy-Mc Lean (1912), Narlenghi-Speroni (1927), Manuel Fresco (h) y Julio V. Rocha (1933), y algunos memoriosos recordaban un lance por una mujer entre un capitán del ejército y un pintor que falleció después al infectársele las heridas del combate y provocó que ella se suicidara.
Un brillante esgrimista fue Alfredo Palacios que practicó en la quinta, como el maestro Pini y el Gral. Garmendia, pero en medio de los muchos notables apareció un joven oficial del ejército llamado Juan Domingo Perón que durante 10 años hizo práctica en la casa bajo la dirección de Luis José Luchetti, que había sido contratado por Delcasse para dar clases.
Su pasión por este deporte hizo que fundara en su casa, el 7 de julio de 1903, el “Circle de l’Eppée” que patrocinó durante muchos años la “Copa Periodismo”. En el semanario Belgrano de octubre de 1920 apareció una caricatura de Delcasse acompañada por una simple cuarteta que lo definía: “Diputado nacional fue en la época “nefanda” / Siempre amante del sport, esgrimista y boxeador / Toma sus baños de sol y le gusta la parranda / Es en suma un buen letrado y juez de lances de honor”. 9
Las alas rotas
Carlos Delcasse falleció el 9 de febrero de 1941. Estaba casado con Carmen Ferrari y tuvieron tres hijos: Jorge, Maximiliano y Carlota.
Fue inspirador, mecenas y guía del deporte en nuestro país, así rezaba la placa que sus amigos colocaron el 13 de junio de 1948 en la vieja quinta. Su viejo amigo Rogelio Yrurtia diseñó una medalla en su homenaje.
Su hija, la señora Carlota Delcasse de González, siguió ocupando la casa y permitió que ella fuera escenario de la película “La Casa del Ángel” realizada en 1956 por Leopoldo Torre Nilson en base al libro (Premio Emecé, 1954) de su esposa, la escritora Beatriz Guido, quien años después impulsó una iniciativa: “Los Delcasse fueron maravillosos conmigo y me abrieron de par en par las puertas de esta casa, que siempre estuvo dispuesta a recibir todas las inquietudes del espíritu. Allí estuve en muchas oportunidades junto a Ricardo Rojas, y eso me inspiró para una idea que quiero impulsar: convertir la mansión en Casa del Escritor, mantener las oficinas centrales de la SADE en la calle Uruguay, pero hacer en la Casa del Ángel una villa para tomar unas copas y charlar todos los literatos del país.”
También hubo otras propuestas que sólo demoraron el final conocido.
En 1974, la Resolución 29944 (no publicada) establecía que el Ejecutivo Municipal debía arbitrar las medidas necesarias a fin de no alterar la situación del inmueble conocido como casa quinta Delcasse o Casa del Ángel. Al año siguiente, se ordenó proceder a iniciar las gestiones a efectos de concretar la adquisición del inmueble sito en las calles Sucre y Cuba, “conocido con la denominación de casa-quinta de Delcasse”, después de todas las cuestiones de forma señala: “Créase el Museo Municipal de Deportes de la Ciudad de Buenos Aires y el Museo de Historia de los Barrios Porteños y aféctase el solar a tales efectos.”10 Ese mismo año se promulgó dicha Ordenanza, que fue publicada en el Boletín Municipal, pasando a las Direcciones Generales de Rentas Inmuebles y Concesiones.
Nunca se concretó. La venta se realizó en forma privada y los nuevos dueños dejaron caer la propiedad en un estado de total abandono mientras esperaban la ordenanza municipal que fijó nuevas normas urbanísticas para ese lugar, sin mencionar a su antiguo dueño ni al famoso ángel, con “disposiciones del Código de Planeamiento Urbano que resultan menos restrictivas que las vigentes”, pudieron construir un complejo de negocios y altas torres.11
Sólo se salvó el ángel gracias al Decreto Nro. 1897/77 que autorizaba al Museo de la Ciudad a proceder al retiro de las piezas cuya preservación fuera de interés arquitectónico y documental de sitios afectados a demolición.
“La Casa del Ángel es una novela evocadora de convencionalismo y prejuicios de una sociedad porteña ya esfumada en el tiempo. El nombre fue sugerido por una figura femenina alada con una lira que se encontraba debajo del mirador y en un ángulo de la pared. Su semejanza con un ángel promovió la denominación”. 12
Notas
1.- Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados. 1904. Pág 8 y 9.
2.- Ibid.. Año 1907. T. I.
3.- Se pueden consultar en la Biblioteca del Congreso, el “Juicio a M. Miranda” en el AGN.
4.- La Nación, 5 de octubre de 1902.
5.- VIALE, César: “El boxeo entre nosotros. Las primeras lecciones y desarrollo constante del sport”. En La Nación, 5 de mayo de 1902.
6.- LOPEZ MATO, Omar: “Lances de honor en la historia argentina”. En: Todo es historia. N° 433, Ago 2003.
7.- Años después le referiría los detalles al escritor Manuel Gálvez para su novela “Vida de Hipólito Irigoyen”. En: GALVEZ, Manuel: En el mundo de los seres reales. Hachette 1965.
8.- La Nación, 5 de marzo de 1918. Hasta el último duelo en el país entre el Almte Isaac Rojas y el diputado Roberto Galeano el 4/7/1959 en Pilar se respetó la forma de las actas en las que figuraba como lugar de encuentro Colonia (Uruguay) y si hubo o no reconciliación entre las partes.
9.- MAYOCCHI, Enrique Mario: Belgrano 1855-Del pueblo al Barrio-1998. JEHB. 1998.
10.- Ordenanza Nº 31.233 del 3 de Julio de 1975. BM 15.078
11.- Ordenanza Nº 34.230 del 1 de junio de 1978. BM 15.785
12.- Clarín, 17 de julio 1957.
Bibliografía
Patronato de Liberados. Memoria y Balance (1918-1919). s/ed. 1972
SOIZA REILLY, Juan José. “Los duelos Caballerescos en la República Argentina”. En: Caras y Caretas, Mayo 1933.
IÑIGO CARRERA, Héctor: Belgrano: pueblo, ciudad, capital y barrio. CEHB. 1962.
MATAMORO, Blas. La Casa Porteña. CEAL, 1971.
MARINI, Orlando: Homenaje a la Casa del Ángel a 20 años de su demolición. Carpeta perteneciente al Museo de la Ciudad.
Información adicional
Año VII – N° 37 – agosto de 2006
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: PERSONALIDADES, VIDA SOCIAL, Deporte, Biografías, Cosas que ya no están, Historia
Palabras claves: Quinta, Deporte, Derecho, Literatura, Casa, Boxeo, Proyecto
Año de referencia del artículo: 1910
Historias de la Ciudad – Año VI Nro 37