A pocos años de la independencia, gran parte de la educación primaria se brindaba en escuelas privadas, generalmente a cargo de maestras extranjeras. Entre ellas, hubo una que, siendo protestante y de cultura inglesa, gozó de una merecida fama, formando a muchas generaciones de jóvenes argentinas en una educación abierta, que le granjeó gran popularidad en su época. Esta primera y prestigiosa escuela británica funcionó entre 1823 y 1841. Su historia se rescata en esta nota.
José Antonio Wilde en su libro Buenos Aires desde 70 años atrás señala: “La primera escuela inglesa que se conoció en este país fue establecida en 1823 ó 1824, y estaba dirigida por la señora Hyne, esposa de un capitán de buque mercante retirado. La señora llegó a tener más de ochenta niñas. Después de los exámenes daba siempre un te, invitaba a los padres de sus alumnas y en un salón perfectamente adornado con guirnaldas y ramilletes de flores, bailaban las niñas de la escuela y sus amigas, hasta cierta hora, terminaba la fiesta con un baile general”.1
Investigando en otras fuentes, encontramos nuevas noticias sobre esta escuela. Así, el 18 de septiembre de 1822, El Argos de Buenos Aires nos informa: “Doña Isabel Hyne tiene el honor de noticiar a este respetable público que ha establecido una escuela a dos cuadras de la Catedral para el Norte, en la que se enseñan las lenguas inglesa y castellana, a leer, escribir y contar; a coser, bordar y tocar el piano. Los que gusten hacer educar a sus niñas en dicha escuela pueden verse con la referida señora. Honorario mensual hasta los 7 años, 4 pesos: de 7 años arriba 6 pesos: o pupilo 17; por el piano 6.”
No sabemos si era realmente una maestra calificada o si fue por necesidad que abrió este pequeño colegio para educar de acuerdo con los muy “modernos” métodos lancasterianos, sistemas que introdujo en Buenos Aires el maestro español José Catalá y Codina, radicado en nuestro país en 1820 a instancias de Diego Thompson, quien lo había conocido en Baltimore. Este educador había publicado en la Imprenta de Expósitos al año siguiente, su libro Gramática Castellana, considerado un buen estudio filológico de nuestra lengua por la Real Academia de España, donde exponía las ideas de Lancaster.
El sistema lancasteriano
Este método, tan difundido desde principios del siglo XIX, tomó su nombre de un pedagogo inglés, Joseph Lancaster (1778-1838) quien lo basó en las experiencias que uno de sus compatriotas, Mr. Bell, había puesto en práctica en la India. En 1798 abrió en su ciudad natal, Southwark, una escuela elemental privada para niños pobres y la falta de medios para contratar maestros le hizo escoger el sistema de enseñanza mutua, utilizando los mejores escolares como monitores o repetidores de las lecciones a los otros. El método de Lancaster fue dado a conocer en 1803 en su libro Improvements in Education as it respects the Industrious Classes of the Community y en 1810 apareció con el título de The British System of Education.
El sistema lancasteriano, conocido también como de Lancaster-Bell, o de “monitores”, se empleaba para esta época en unas 95 escuelas inglesas y entre 30.000 alumnos elementales, pero fracasó cuando quiso aplicarse a la enseñanza superior. Desacreditado por la iglesia anglicana, su autor emigró en 1818 hacia América del Sur, logrando implantarlo en Colombia (1820-29), protegido por Bolívar. Más tarde se radicó en Canadá y los Estados Unidos falleciendo en Nueva York en octubre de 1838.
La escuela de Mrs. Hyne aplicaba este método de acuerdo con lo propuesto por el maestro Catalá, “con esta particularidad, que la enseñanza era un día en inglés y otro en español”, según nos informa El Mensajero del 18 de junio de 1827. Este diario, al referirse a ella, reproduce un comentario firmado en Londres en mayo del año anterior por Mr. James Taylor, que dice así: “He tenido frecuentes noticias de la prosperidad de esta escuela, y me escriben que la juventud de Buenos Aires muestra grande afición a la lengua inglesa, y hace rápidos progresos en ella”.
Por su parte, Thomas George Love en Cinco años en Buenos Aires, publicado con el seudónimo de “Un inglés”, es bastante explícito sobre la actividad de este primer establecimiento anglo-argentino de educación. Dice: “Entre los numerosos colegios existe uno dirigido por una señora inglesa, Mrs. Hyne, que disfruta del favor del pueblo; cuenta con setenta alumnos a los que se les enseña con otras cosas indispensables, el idioma inglés. Si se juzga por la ansiedad que tienen los padres de enseñar a sus hijos nuestra lengua, la próxima generación resultará totalmente anglicanizada. Colocando a los pequeños bajo la tutela de una dama protestante han demostrado no tener miras tan estrechas como yo suponía, pues no creen que la religión sufrirá por ello. Uno de los jóvenes alumnos conversó un día conmigo en buen inglés, aprendido en poco tiempo”.2
Las sedes de la escuela
En el censo de 1827, Mrs. Hyne fue registrada en la calle Piedad N° 13, junto con dos hijas mayores y dos niñas menores también de apellido Hyne, más una escocesa y dos criollas. Sin embargo, ya para entonces estaba decidida la mudanza del colegio al barrio del Socorro pues en 1826 la señora había comprado una casa en la calle Juncal entre Suipacha y Artes (hoy Carlos Pellegrini).
La casa-colegio del Socorro llegó a tener ocho piezas edificadas con cuatro chimeneas, tres estufas, cocina económica, pozo, dos palomares, gallinero, glorieta y jardín con arboleda; a lo que se agregaba otra casa contigua alquilada en la esquina de Juncal y Suipacha de similares características.
En los salones y bajo la glorieta de estas casas se llevaban a cabo los actos de fin de curso donde se entregaban las medallas a las mejores alumnas, como nos lo relata José Antonio Wilde, citado al inicio de este trabajo.
Testimonios de alumnas
Es probable que en un principio las alumnas fueran en su mayoría niñas pertenecientes a la comunidad de habla inglesa tanto británica como norteamericana, que por ese entonces era bastante numerosa, pero luego se abrió al ingreso de familias criollas, a pesar de ser un colegio protestante. La hija de la pequeña Bessie Yates, una de sus pupilas, luego esposa de Eduardo Lumb, por ejemplo, lo recuerda de la siguiente forma:
“En cuanto llegó, Bessie fue internada en un colegio dirigido por una señora mayor, llamada Mrs. Hyne, que tenía una pequeña escuela que también aceptaba pupilas. Y no fue infeliz, salvo que vivía aterrorizada por la figura de una criada vieja y morena, a la que no le entendía una palabra. Sin embargo, durante una de esas tormentas terribles que hay en aquellas regiones, se despertó y corrió al cuarto de la morena, saltó a su cama y se abrazó a su cuello. Este pequeño incidente originó una pensión de por vida para la criada”.3
Esta mucama negra es muy probable que fuera Dolores Merlo, a quien Mrs. Hyne, apiadándose de su situación, compró en febrero de 1825, a su propietario el español Antonio de Ureta, abonándole 246 pesos.4 La liberó de su esclavitud, se comprometió a vestirla, alimentarla y curarla en sus enfermedades y, en contrapartida, Dolores se ocuparía de trabajar en su colegio, recibiendo un pago mensual de seis pesos que se aplicaría para amortizar la suma que su protectora había desembolsado para comprar su libertad.
Otro testimonio es el de Emma Van Praet de Napp (1829-1918) quien escribió en su diario: “La primera educación la recibí en el colegio de Mrs. Hyne, señora inglesa de gran inteligencia y educación. Estaba situado en la calle Juncal haciendo cruz con la iglesia del Socorro, era un vasto edificio muy a propósito para un internado, eran arrabales y se consideraba campo porque no había casi edificios. El colegio de Mrs. Hyne era el mejor, puede decirse el único de Buenos Aires. Las señoritas Bevans eran monitoras, Ana era la intelectual, María, profesora de labores”.
Ya que la señora Napp recuerda a las señoritas Bevans, agreguemos que a la muerte del ingeniero hidráulico James Bevans en 1832, su mujer e hijos quedaron en la pobreza y fueron cobijados por Mrs. Hyne en el Socorro donde la viuda, Priscilla Bevans actuaría como maestra. Cuenta una vieja tradición de esa familia que andando los años, allá por 1840, llegó a la casa el ingeniero Carlos Enrique Pellegrini quien venía a comprar un aparato de ingeniería que había pertenecido a Bevans. No sabemos si se llevó el aparato o no, pero lo cierto es que quedó prendado por siempre con la bella María Bevans, joven, rubia, de grandes ojos azules. Y en esa casa-colegio se casó en 1841, naciendo de esa unión, entre otros hijos, el futuro presidente doctor Carlos Pellegrini.
Las medallas del Colegio
Dijimos que la escuela de la señora de Hyne otorgaba medallas a las mejores alumnas. De ellas han sobrevivido muy pocos ejemplares; sólo conocemos los tres que publicamos y que son los que nos han permitido rescatar a este primer colegio inglés de Buenos Aires de un injusto olvido.
Debemos señalar que aparte de su curiosidad, estas pequeñas piezas de plata que han permanecido hasta ahora inéditas se encuentran, junto con los premios militares, entre las más antiguas medallas argentinas del período independiente. Además, al ser personalizadas y trabajadas a mano, las tres son piezas únicas.
En sus inicios, los premios escolares fueron simples piezas de plata buriladas a mano o fundidas por plateros. Más tarde, con la inauguración en 1826 de la Casa de Moneda de Buenos Aires, comenzaron a ser acuñados allí casi todos los premios militares de la época de Rosas y los escolares del Colegio Republicano Federal, Colegio Filantrópico Bonaerense y de la Sociedad de Beneficencia, aunque paralelamente continuó la más económica labor de los orfebres que burilaban pequeñas piezas directamente a mano, para otros colegios menos importantes.
Las dos primeras correspondientes a la escuela inglesa de Mrs. Hyne, son de 1825, o sea cuando aún funcionaba en Piedad N° 13 (hoy Bartolomé Mitre) y su descripción es la siguiente:
Anverso: leyenda perimetral superior burilada a mano en letra manuscrita; “Escuela de Mss. Hyne”. En el perímetro inferior: “Bus. Ais. Sepre 12 1825”- En el campo en siete líneas, las dos primeras en mayúsculas y las demás manuscritas en minúscula: “1r. / PREMIO / de M. Diaz / a la edad de 9 as. / y 104 días y / 9 ms de esc- / uela”. En la parte superior, argolla para colgar.
Reverso: en seis líneas manuscritas: “Por Escritura / lectura – arithm- / etica, y geografía / lecciones de ingles / costura y vorda / do”. En la parte inferior grabada como adorno una llave. Todo dentro de un pequeño círculo perimetral.
Es de plata, con un diámetro de 30 milímetros, un peso de 6 gramos y pertenece a la colección Cunietti-Ferrando.
El segundo ejemplar, de factura similar y del mismo año, tiene en el anverso la siguiente leyenda burilada a mano en letra cursiva y en seis líneas: “La / recompensa de Aplicación / A. Higinbothom / 1825”. El reverso completa la inscripción del anverso: “ganada / en la Escuela / de Mrs. Hyne / Bue.s Ayres / 1825”.
La alumna premiada pertenecía a una familia de origen norteamericano. Cuenta la tradición que por la dificultad de pronunciación del apellido Higginbothom, su padre, era conocido en Buenos Aires como “Don Injuinto”.
El metal es plata, su diámetro 26 milímetros y su peso: 4,8 gramos. Tiene un anillo para colgar y pertenece a la colección del Museo Histórico Nacional. Fue donada por el ingeniero Francisco Trelles en 1934 como perteneciente a la colección de su padre, don Manuel Ricardo Trelles al entonces Museo de Historia Natural (hoy Bernardino Rivadavia) y pasó luego a integrar las colecciones del Museo Histórico Nacional.
Debemos lamentablemente señalar que todos nuestros esfuerzos para reproducirla aquí han fracasado. La dirección del Museo Histórico, nos informó que no está accesible al público interesado, ni para observarla ni para fotografiarla. Para su descripción, sin embargo, hemos podido valernos de la que hizo a principios del siglo pasado el historiador y numismático don Aníbal Cardoso.
El tercer ejemplar conocido, se encuentra en los Estados Unidos, formando parte de las colecciones de la familia Montes Bradley y fue otorgado en 1835, cuando la escuela funcionaba en la calle Juncal haciendo cruz con la iglesia del Socorro, a su antepasada Mansilla Bradley. Burilado a mano sobre una chapita circular de plata, en la parte superior lleva un pasador para colgar. Su descripción es la siguiente; en el campo del anverso en dos letras manuscritas leemos: “Mancilla B. Bradley / Aged 6 years”. El reverso con burilado similar dice en tres líneas: “Presented by / Mrs. Hyne / 1835”.
La niña Mancilla B. Bradley, era hija de Thomas Osgood Bradley, comerciante norteamericano y de Lucy Ann Sutton. El matrimonio, oriundo de Haverhill, Massachussets, llegó al país en 1828. Como eran puritanos usaban indistintamente apellidos por nombres: así en 1829 cuando nació su hija le pusieron Mancilla en homenaje a una hija del primer matrimonio del general Lucio Norberto Mansilla, que había casado con un Sutton y por esta razón probablemente fuera tía y madrina de la recién nacida.
Triste fin de la esposa del Capitán Hyne
Mrs. Hyne, cuyo nombre de soltera era Isabel Hewitt, había nacido en Devon, Inglaterra allá por 1787, ingresando al país alrededor de 1816 con su marido Robert Hyne. Más tarde llegarían dos hijas que habían quedado en Europa y nacerían otras dos en Buenos Aires. Mr. Hyne, un marino mercante y, en algunos períodos, almacenero, dejó su firma en varias transacciones de tierras.
Sobre la vida privada de su esposa poco más se sabe, salvo que ella y su hija contribuyeron en 1836 en una colecta para ayudar a los pobres inmigrantes que habían llegado de las Islas Canarias enfermos de tifus. Y que en febrero de 1842 se presentó en un Juzgado solicitando autorización para vender su casaquinta, que no podía concretar sin la venia de su marido.
Dice en un escrito, que efectivamente estaba casada con Roberto Hyne, hace como 35 años, pero que ignoraba su paradero “y así es que cuando compró, vendió y volvió a comprar la misma quinta, no se le puso embarazo en el contrato”; que su valor fue ahorrado por ella sola “con la contratación de una serie de años de su colegio de Niñas muy conocido en esta ciudad: que hoy gravita sobre sí una penosa enfermedad, que ve por este motivo necesidad de hacerse de Recursos”.5 Cita como testigo a Miguel Riglos quien ratifica los hechos y el juez le otorga la venia solicitada. La casa fue comprada por doña Andrea Ibáñez de Anchorena. Cabe aclarar que si bien era cierto que el capitán Hyne la tenía abandonada, no era cierto que ignorara su paradero, porque el marino realizaba largos viajes pero volvía siempre a Buenos Aires, donde todavía residía en 1874.
Mrs. Hyne se embarcó para Inglaterra el 25 de abril de 1842, con el capellán anglicano John Armstrong, que también se alejaba para siempre de Buenos Aires. El 30 de abril siguiente, Thomas George Love informó en el British Packet: “En el mismo paquete (que llevaba a Armstrong) también partió para siempre otra persona muy respetada –Mrs. Hyne. Esta agradable señora, y la muy provechosa escuela que dirigió durante casi veintidós años y que enseñó el idioma inglés a muchos jóvenes nativos de Buenos Aires, de ambos sexos, no serán fácilmente olvidadas. Tampoco ella olvidará fácilmente a Buenos Aires, aún rodeada de los encantos de su Devon natal. Mrs. Hyne fue acompañada hasta el sitio de embarque por numerosos amigos…”.
Notas
1 – WILDE, José A. Tradiciones y recuerdos de Buenos Aires. Ediciones varias.
2 – Cinco años en Buenos Aires, por “un inglés”. Ediciones varias.
3 – Lady MacDonell, (Anne Lumb, de soltera) en Reminiscences of Diplomatic Life. Edic. A. C. Black, London, 1913. Traducción libre.
4 – A.G.N. Registro 6. 1824/25. Folios 362 y 362v.
5 – A.G.N. Registro 1. 1842. Folio 52.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año VII – N° 40 – marzo de 2007
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: CULTURA Y EDUCACION, Escuelas y colegios, PERFIL PERSONAS, Mujer, Vecinos y personajes, Cosas que ya no están
Palabras claves: escuela inglesa, primeras escuelas, docente, maestra, privada
Año de referencia del artículo: 1835
Historias de la Ciudad. Año 7 Nro40