La historia de Barracas contenida en su escudo
Es probable que don Enrique Horacio Puccia, historiador del barrio de Barracas y referente de los historiadores porteños, se haya visto en un desafío importante a la hora de condensar, en unas pocas imágenes, toda la historia del barrio. Si tenemos en cuenta que la última edición de su libro “Barracas – su Historia y sus Tradiciones (1536-1936)”, en el que recorre buena parte de los sucesos ocurridos en nuestro territorio desde la llegada de los conquistadores españoles hasta el primer tercio del siglo XX, consta de 560 páginas, podemos imaginarnos lo difícil que le debe haber resultado encontrar aquellos íconos que, a simple vista, permitieran identificar esta región y hacerla reconocible con sus particularidades, entre los demás barrios de la ciudad. Las dificultades, lejos de amilanarlo, deben haber sido un aliciente para don Enrique, quien contaba en su haber: la creación de la Junta de Estudios Históricos de Barracas, de la República de Barracas y de la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires. Así que, cuando la por entonces Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, lanza en 1989 la convocatoria a la participación de ciudadanos e instituciones barriales para la creación de los emblemas que identifiquen a cada uno de los barrios porteños, considerando pautas locales “históricas, culturales, étnicas, geográficas y deportivas”, Enrique Puccia puso manos a la obra.
El barrio en cuatro “cuartos”
Nuestro historiador adoptó una concepción tradicional de la heráldica y dividió el escudo en cuatro partes, asignándole a cada una un significado particular pero que se relaciona con las otras partes de manera sutil o explícita, de acuerdo a la interpretación que cada espectador haga del mismo. También es posible observar el escudo siguiendo un orden distinto cada vez. Nosotros les proponemos, en esta oportunidad, un recorrido “cronológico” por el escudo de Barracas.
El barco
En el extremo inferior izquierdo del escudo tenemos un barco amarrado y eso nos remite al Riachuelo, que no ocupa un lugar central en el escudo, pero sí en los orígenes y el desarrollo de nuestro territorio. Barracas es uno de los pocos barrios porteños cuyo nombre remite a las actividades que se desarrollaban en él. Las “barracas” eran esas construcciones en las que se almacenaban los frutos del país antes de ser embarcados hacia las metrópolis europeas y donde se almacenaban las manufacturas metropolitanas antes de distribuirse por todo el territorio del virreinato del Perú, primero; del virreinato del Río de la Plata, después; de las Provincias Unidas del Río de la Plata; de la Confederación; hasta llegar a la República Argentina. Es que nuestro vínculo con el mundo fue, desde los inicios de nuestra historia como Nación, desde la periferia hacia el centro.
El Riachuelo fue, desde que las naves de Pedro de Mendoza llegaron al Río de la Plata, puerto natural y refugio de esas embarcaciones que surcaban el Atlántico para hacerse de materias primas y devolvérnoslas elaboradas en productos industriales. A ambas orillas del Riachuelo se levantaron las barracas que dieron nombre a todo el territorio. Este espacio ribereño fue, durante casi cuatro siglos centro de actividades productivas, económicas, industriales, laborales que nos llevan a sostener que es posible rastrear la historia de nuestro país siguiendo los vaivenes históricos de las poblaciones asentadas en los márgenes de este humilde curso de agua.
El cuarteador
Como si se tratara de una continuidad, al menos en las actividades que se desarrollaban en el barrio, el cuarto superior izquierdo nos presenta al “cuarteador”, un jinete que ayudaba a que los carros cargados con los productos que llegaban al puerto y que debían ser transportados a la ciudad, pudieran remontar la empinada barranca de la “calle Larga” de Barracas (la actual Av. Montes de Oca”). Para cumplir con su cometido, el cuarteador ataba su caballo a los carros que subían por la calle Larga con “cuartas”, lazos de cuero trenzado, añadiendo así un “caballo de fuerza” adicional a los que tiraban de los carros.
En el ya mencionado “Barracas – su Historia y sus Tradiciones (1536-1936)”, Enrique Puccia ofrece una semblanza de don Florencio Mendoza, un afamado cuarteador que, siendo soldado federal, luego del derrocamiento de Juan Manuel de Rosas de la gobernación bonaerense,
“(…) se instaló al pie de la barranca de la calle Larga, que entonces era más empinada y requería la colaboración constante de los cuarteadores, ‘a la cincha’ para las ‘chatas’ y con ‘balancín’ para los primeros ‘tranguays’, al igual que ocurría en la vecina ‘subida’ de Herrera.”[i]
El testimonio resulta interesante como un posible cruce entre un mundo rural tradicional (el del hombre de a caballo) y una modernidad urbana naciente (el del tranvía como transporte de esos mismos hombres, pero ya desmontados y convertidos en obreros). Es evidente que en el progreso no había lugar para los cuarteadores.
Las industrias
Durante los intentos de industrializar nuestro país por el proceso de sustitución de importaciones las viejas barracas vinculadas al intercambio de mercancías se irán reconvirtiendo en los albergues de talleres, fábricas e industrias. Esta idea de la “Barracas Industrial” está presente en el cuadro superior derecho del escudo en el que las chimeneas lanzan poderosas columnas de humo al cielo en una idea de que la producción fabril se instalaba en el barrio y llegaba para quedarse. Las primeras factorías que se instalan en el barrio se proponían transformar los excedentes de las materias primas que producía nuestro país en manufacturas que abastecieran a un mercado interno creciente y que, en el mismo movimiento, achicaran la brecha entre importaciones y exportaciones en la balanza de pagos nacional. De esta manera, serán dos los sectores industriales que se desarrollarán más rápidamente que el resto: el textil y la alimentación.
Para mover las máquinas y lograr que las bocas de las chimeneas permanezcan humeantes, crecientes masas de obreras y obreros comenzarán a poblar el barrio de Barracas. Serán inmigrantes, desembarcados en las mismas orillas del Riachuelo y que permanecerán en los alrededores, pero serán también criollos que verán cada vez más difícil el sostenerse con sus actividades tradicionales y vendrán al puerto a ofrecer su fuerza de trabajo a cambio de un salario. De la conjunción de unos y otros, de sus costumbres, ideas, prácticas y tradiciones surgirán agrupaciones, sociedades de socorros mutuos, sociedades de resistencia que derivarán en los primeros sindicatos. Dentro de las industrias el mundo del trabajo se organiza.
La cultura
Llegamos así al último cuarto del escudo de Barracas, en el extremo inferior derecho. Para organizarse, las y los trabajadores crearon, junto con las primeras organizaciones gremiales, organizaciones culturales que les permitieran tomar contacto con las ideas y los conocimientos que transitan por determinados círculos sociales pero que permanecen ajenos a los sectores subalternos de la sociedad. La alegoría que se nos propone en este cuadro es tradicional para la época y, de alguna manera, se ha hecho carne entre nosotros: el conocimiento que se encuentra representado por el libro abierto se adquiere por la práctica educativa; las acciones de leer y escribir están implícitas en el libro, la pluma y el tintero. Para enfatizar la idea del conjunto están los rayos de luz que emanan de los tres elementos: el conocimiento ilumina; el hombre se encuentra a oscuras hasta tanto no adquiera el conocimiento necesario para salir de las tinieblas y superarse a sí mismo. Siempre me quedo pensando si será una casualidad o una causalidad el hecho de que en Barracas se venere a Santa Lucía, a quien los fieles se encomiendan cuando tienen problemas en la vista. Devolver la visión, como la tradición atribuye a Santa Lucía, puede ser leída también como una alegoría del conocimiento.
Son numerosas las instituciones culturales, las obras de arte, los movimientos y grupos artísticos que tienen su origen en Barracas: escuelas, colegios y universidades; cines, teatros y compañías teatrales; grabadores, pintores y escultores; periodistas, escritores y poetas; cantores, músicos y centros culturales. Todos ellos están aquí, a la vuelta de cualquier esquina, para recordarnos que, si miramos con atención, en nuestro barrio encontraremos todas las herramientas necesarias para construir una sociedad más justa y solidaria y para seguir intentando la utopía de que no haya entre nosotros explotadores y explotados.
Lucas Yáñez.
[i] Puccia, Enrique H., “Barracas – su Historia y sus Tradiciones (1536-1936)”, Bs. As., Asociación Fraga, 2010.
Información adicional
CULTURA Y EDUCACION, Historia / Embel
2021 /
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