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Ciudad de Buenos Aires

La invención de la bandera de Buenos Aires.

Leticia Maronese

, 2020.

Quien controla el pasado controla el futuro.
Quien controla el presente controla el pasado
(George Orwell) ”

 

1.- Antecedentes, explicitación del marco teórico y de la metodología a utilizar: 

1.1.- Antecedentes inmediatos.
El 28.09.1995, en la Sesión Ordinaria 22º de ese año, el Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires (HCD), con los votos de los Bloques de la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista y la oposición del Frente Grande y la Unidad Socialista, consagraba a la que iba a ser la bandera oficial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a partir de esa fecha. Un rápido trámite de 15 días por una sola Comisión Parlamentaria, sin estudios, debates ni informes técnicos, sólo como un mero trámite administrativo; [1] la Ordenanza 49.669 instituía como símbolo de la ciudad a la bandera denominada por algunos de Garay, por otros de Cacciatore  [2]. Su impulsor fue el concejal radical García Arecha.

Este proceso legislativo se daba en un momento político particular. En las Cámaras Nacionales tenía aprobación la llamada Ley Cafiero que, al mismo tiempo que permitía iniciar el proceso de autonomía de la Ciudad, consagrada por la Reforma a la Constitución Nacional de 1994, le fijaba sus límites. Además, faltaban pocos días para la elección de senador por Capital, elección que volvería a ganar el FREPASO el 8 de octubre de 1995 [3]. Cabe destacar que la composición del HCD no iba a renovarse ese año y que en diciembre pasaría a tener la mitad de sus miembros, o sea 30 concejales.

 

1.2. Marco teórico: la bandera como lugar de memoria y monumento.
El trabajo que se presenta en esta ocasión  es un avance de investigación que, en este caso, analizará cuatro momentos históricos de invención de tradiciones (Hobsbawn y Ranger, 2002) que llevaron a la producción de artefactos culturales, que historiadores y cientistas sociales definen como creación de lugares de memoria (Pierre Nora, 1984-1992) o erección de monumentos (Le Goff, 1991), de los cuales se nutre muchas veces el poder dominante para manipulación y/o control de la memoria colectiva.

La bandera, como artefacto cultural, ingresa con otros objetos y representaciones que, como la toponimia urbana, los nombres de edificios, las conmemoraciones y efemérides, los monumentos, las  representaciones en billetes o estampillas, los himnos y canciones patrióticas, los relatos míticos, etc. “actúan como material, como argumento, y como guión para la re-presentación (…) de algo ya desaparecido, pero que resulta de alguna utilidad presente” (Carretero, 2006, p.22).

Pierre Nora clasifica cuatro tipos de lugares de memoria, que resultan útiles para el análisis. Ellos son: sitios (museos, monumentos, plazas, edificios); objetos (placas conmemorativas, libros, banderas, la flor de lis de la monarquía francesa, etc.); fechas (celebraciones nacionales, etc.) y personas públicas entronizadas como ejemplares. Estos tipos de lugares, calificados como restos por el autor, son espacios de rememoración, recreaciones imbricadas con el contexto político – social, y tienen un valor simbólico particular para el grupo social que rememora.

Para el trabajo que me ocupa me interesa desmontar esa erección de sentido, analizando su proceso de construcción y por qué resultó posible –en este caso particular- en los albores del siglo XXI. Esta es la tarea que nos compete a historiadores, sociólogos, antropólogos, periodistas, etc., dado que, y repitiendo los conceptos de Le Goff, “el documento (monumento) no es inocuo. Es el resultado ante todo de un montaje, consciente o inconsciente, de la historia, de la época, de la sociedad que lo ha producido, pero también de las épocas ulteriores durante las cuales ha continuado viviendo, acaso olvidado, durante las cuales ha continuado siendo manipulado, a pesar del silencio (…). El documento es monumento. Es el resultado cumplido por las sociedades históricas por imponer al futuro –queriéndolo o no queriéndolo- aquella imagen dada de sí mismas (…) porque un monumento es, en primer lugar, un disfraz, una apariencia engañosa, un montaje. Es preciso ante todo desmontar, demoler ese montaje, desestructurar esa construcción y analizar las condiciones en las que han sido producidos esos documentos-monumentos”. (Le Goff, 1991).

Este marco teórico de análisis fue y es utilizado en la comprensión de los procesos que llevaron a la independencia de las colonias españolas y al surgimiento de sus estados nacionales. Yo propongo utilizar las mismas categorías no sólo para ese marco histórico -que parece más anclado en la creación de la bandera nacional por Manuel Belgrano-, sino también para el momento de la invasión y conquista de América del Sur, por ser herramientas útiles para explicar cómo surge un escudo de ese tipo, con esas características e invenciones colaterales que crearon una mitología rastreable en textos de historia posteriores y que son citados en la misma sesión legislativa.

Eric Hobsbawm usa el término tradición inventada en un sentido amplio y como él mismo define, “… la tradición inventada implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado (…) en la medida en que existe referencia a un pasado histórico, la peculiaridad de las tradiciones inventadas es que su continuidad con éste es en gran parte ficticia”.También es importante señalar la diferencia que realiza entre tradición y costumbre (que es la que rige las sociedades tradicionales, pero sin excluir la innovación o el cambio). En el caso que nos ocupa la costumbre sería establecer escudo de armas o patrono/a de las ciudades fundadas, la tradición inventada sería un escudo con la Cruz de Calatrava o la entronización de San Martín de Tours. O sea, cómo se usan artefactos culturales (materiales en Hobsbawn) para crear nuevas tradiciones inventadas en el marco de nuevos propósitos. Y en toda época es posible pedirlas prestadas “al surtidísimo almacén de los rituales oficiales, los simbolismos y las exhortaciones morales: la religión y la pompa principesca, el folklor y la francmasonería” (Hobsbawn y Ranger, 2002). Menciona que fueron los movimientos nacionales y sus estados los que mayormente hicieron uso de ello: “como el himno nacional  -cuyo primer ejemplo parece ser el británico en 1740-, la bandera nacional -en todo caso una variación de la revolucionaria francesa tricolor, desarrollada entre 1790 y 1794-, o la personificación de ‘la nación’ en un símbolo o una imagen, ya fuera oficial (como la Marianane o Germania, etc-) o no oficial” (Ej.: Tío Sam).

Hobsbawn aclara que, cuando las tradiciones están vivas, no es necesario inventarlas. Se las inventa cuando han entrado en el olvido[4]. La explicación a su uso en la actualidad está dada porque la ideología liberal decimonónica “falló sistemáticamente en proporcionar los vínculos sociales y los lazos de autoridad que se daban por hechos en las sociedades primitivas y creó vacíos que debieron de llenarse con prácticas inventadas”. Estas tradiciones inventadas llenan parte del vacío dejado por el “declive secular tanto de la vieja tradición como de la costumbre” (Hobsbawn y Ranger, 2002).

En base a ello surgen tres tipos de tradiciones, que pueden darse también superpuestos: “Estas tradiciones inventadas parecen pertenecer a tres tipos superpuestos: “a) las que establecen o simbolizan cohesión social o pertenencia al grupo, ya sean comunidades reales o artificiales; b) las que establecen o legitiman instituciones, estatus o relaciones de autoridad; y c) las que tienen como principal objetivo la socialización, el inculcar creencias, sistemas de valores o convenciones relacionadas con el comportamiento” (Hobsbawn y Ranger, 2002).

En la investigación comenzada, se tratará no sólo de situar el análisis en la red de relaciones económico – sociales y de poder que dan origen a las decisiones políticas en cada época, sino también de analizar las producciones de sentido que emergen de las acciones y relatos de protagonistas y/o historiadores posteriores y que están señalando la naturaleza del orden que desea establecerse. Fijar la mirada sobre estas prácticas y la producción simbólica como instrumentos fundamentales de cohesión social, desnuda el carácter de instrumento de dominación de lo simbólico. Cabe aclarar que este poder simbólico no se puede ejercer si no es reconocido, por lo que no debe sentirse como arbitrario. Entre estos sistemas se encuentra la religión, concebida como estructura y a su vez como estructurante de la vida social (Bourdieu, 2000).

Sin duda, es una complejidad mayúscula analizar épocas tan distintas, pero coincido con Hugo Achugar que en el monumento-documento puede estar la clave, es el que avisa a los que vienen atrás lo que pasó antes, es objeto y objetivo de representación, y se ofrece como capital cultural (Bourdieu) o como patrimonio (García Canclini). [5]

El análisis del poder dominante en cada época también reviste suma complejidad. En el primitivo orden colonial el poder hegemónico sólo en última instancia está referido al monarca, dado que en los ámbitos locales (las ciudades y sus territorios) o en las distintas instituciones de gobierno o en las disputas entre los mismos conquistadores, parentela y clientela, existe una trama de intereses particulares que debe tenerse en cuenta. El nuevo espacio creado también reviste condiciones novedosas dado que -aún con ese traslado en masa de mentalidad medieval, con toda la carga de la influencia de la lucha política y religiosa contra los moros- lenta e inevitablemente incorporaría los datos y la realidad de la tierra y los pueblos conquistados [6].

Metodológicamente  estableceré una periodización histórica referida a distintos momentos de activación y/o  invención de tradiciones que responden a distintas comunidades imaginadas (Benedit Anderson, 2007). Esta periodización analizará cuatro instancias que considero fundamentales para la activación de esa tradición que termina en la consagración de una bandera:

  • 1580, respondiendo a las luchas de poder de ese momento, fundamentalmente a las necesidades de Juan de Garay;
  • principios del siglo XX, y en el marco de rescate de lo español y el criollismo y de la mano de Enrique Peña, que es quien recibió el encargo de llevar adelante una investigación que termina con la representación visual del escudo de armas señalado en 1580;
  • la ideología y la concepción de la política de las dos últimas dictaduras militares, con el integrismo religioso del onganiato y el contexto celebratorio de la conmemoración del IV Centenario de la Fundación de Buenos Aires, durante la intendencia del Brigadier Cacciatore;
  • finalmente, el mismo momento de la sanción de la Ordenanza. En esa instancia es visible una íntima alianza entre los dos partidos tradicionales (UCR y PJ) por sobre el Frente Grande, los que sancionaron un emblema en las antípodas de la tradición democrática y plural de la Ciudad, que no tenía nada que ver incluso con otros de ciudades y provincias argentinas (marcados por la lucha por la independencia de España, o por el surgimiento del Estado Nacional o por las necesidades que han llevado en las postimerías del siglo XX a una reafirmación de lo local frente a lo global).

Por supuesto que existe un momento crucial de invención, muy analizado por los historiadores y especialmente en esta época de bicentenarios, que no trataré, aunque la bandera celeste y blanca, creada por Manuel Belgrano, fue la bandera de Buenos Aires (de la ciudad y la gobernación).

 

1.3.- Metodología a utilizar
Sobre estos distintos momentos históricos aportaré hipótesis de investigación que serán contrastadas en los sucesivos trabajos posteriores. Sin duda, en muchos casos, las hipótesis son sólo preguntas para las cuales no tengo aún respuesta definitiva.

La metodología de la investigación se ocupará, en su primer momento, del relevamiento, recopilación y análisis de fuentes y bibliografía. Con posterioridad a la presentación de este trabajo exploratorio, se realizará una investigación cualitativa a través de entrevistas a las personas que tuvieron relación con el tema. Se analizará la legislación, escudos y banderas de otras jurisdicciones, a nivel de ciudad o provincia sobre la base de periodizaciones, teniendo en cuenta las entronizaciones respectivas. Casos especiales como el de la Ciudad de Corrientes y su discusión sobre el escudo de Juan Torres de Vera y Aragón, de gran actualidad, son ilustrativos del déficit de conocimiento de fuentes o, en algunos casos, de heráldica[7].  También considero de interés analizar la introducción de la bandera en el sistema escolar, las diversas circunstancias que la acompañaron, y el análisis del relato de sentido incorporado a la currícula.

 

 

2.- DESARROLLO

2.1.- La primera invención: la hora de Juan de Garay.
A partir de que Gaboto abandona la exploración de la cuenca que confluye en el Río de la Plata, Perú es el nuevo organizador del espacio, al producirse la invasión y conquista de Francisco Pizarro (Guérin, 2000). En 1535 se descubre el cerro rico de Potosí, que en poco tiempo da origen a la ciudad más grande del mundo luego de Londres. Hasta allí llegan las noticias de las riquezas del Río de la Plata, o Río de Solís. Francisco de Mendoza llega en 1545 al destruido fuerte Sancti Spiritu, se encuentra con la carta que había dejado Irala y con indígenas que hablan castellano. Las posteriores entradas desde el Perú derrumbarán esperanzas de obtención de riquezas en la cuenca. Pero Charcas necesita un puerto sobre el Atlántico y fue el oidor de su Audiencia, el licenciado Juan de Matienzo, su primer impulsor, quien expuso esa necesidad ante el mismo monarca. Cupo a Juan Ortiz de Zárate –que había llegado a Perú en 1534 y había podido reunir con su hermano una importante fortuna- ser el siguiente impulsor. Designado gobernador del Río de la Plata, marchó a España para convalidar su cargo mediante una capitulación. La misma fue firmada en julio de 1569. Por ella debía introducir ganado vacuno, ovino y caballar y fundar tres pueblos entre La Plata y Asunción y otro en el puerto “que llaman de San Gabriel o Buenos Aires”. La muerte de Ortiz de Zárate dejaría en mano de su parentela y clientela –incluyendo en ella al marido de su hija, Juana de Zárate- herencia, derechos y obligaciones.

Para entender lo que sucedió después es necesario analizar la sociedad de ese momento, inmediato a la invasión española al mundo andino y que además transita entre en conflictos armados protagonizados por los mismos conquistadores. Ese momento inicial es incluso distinto al que presenta la finalización del siglo.

Si bien la sangre, el linaje y el clientelismo han marcado fuertemente el proceso de reproducción del sistema social hispano desde siempre[8], las primeras épocas de la conquista del mundo peruano no condicen mucho con el derecho castellano y las normas canónicas vigentes en la península (Prestas, 1997, p.41). Me refiero a la importancia que tuvo la primera generación mestiza, producto de varios factores conducentes: la falta de mujeres españolas, la necesidad hasta económica de la casa poblada [9], la falta de prejuicios del español, la necesidad de alianzas entre blancos e indios, la búsqueda por parte de las mujeres originarias de mejorar su situación a través de la descendencia.

Esta realidad desestructuró aún más el mundo indígena, pero tuvo otras consecuencias, como compensar el descenso de la población indígena y otra, más a largo plazo, dado que estos mestizos, blanqueados por mérito propio, reconocimiento familiar o enriquecimiento, con el tiempo afirmaría n su identidad y bregarían por el reconocimiento de sus derechos (Areces, 2000).

Es así que estos nuevos protagonistas -cuyo linaje inca a veces se inventaba, como en el caso de Juana de Zárate- [10], obtuvieron poder y recursos, si bien, cuando se trataba de mujeres, debían casarse o volver a casarse si habían enviudado, para cumplir con las obligaciones inherentes a la encomienda y vecindad, que requería del uso de armas y de la defensa del territorio conquistado. Así “el pater familiae, el titular de la encomienda determinaba la sucesión patrimonial y era quien establecía el sistema de transmisión de la propiedad más allá de las normas establecidas por el derecho y la costumbre y, por ende, quien organizaba los matrimonios de sus herederos (dado que el matrimonio era una transacción económica más, garantizada por el parentesco, el nacimiento de una nueva empresa económica o la necesidad de mantener por dos vidas una encomienda). El problema hereditario se constituyó en una urgencia a resolver biológicamente” (Areces, 2000).

Esto explica también lo que denomina Ana María Presta “errores familiares” de la familia Zárate –Mendieta, que llevó a la dilapidación de la fortuna familiar y la decadencia de la red, dado que “la familia no mensuró que la heredera y  su matrimonio constituían un asunto de estado (no un tema privado) quien desposara a doña Juana podía llegar a convertirse en marqués del Río de la Plata, título al que se adicionaban gobernaciones, encomiendas, trata de esclavos, exenciones impositivas, entre otras prebendas económicas e inflación honorífica (…) Poco podía hacer el clan Zárate-Mendieta, y sus ya devaluadas acreencias que, a más de las pérdidas económicas, sumaba el encono de la dirigencia local, virreinal y trasatlántica para timonear enajenaciones tributarias y plazos de pago frente a la andanada de juicios, ejecuciones y despojos que le lanzaron una justicia local ofendida y un virrey al que se le había mancillado públicamente el poder y el orgullo al desahuciar a su candidato a marido” (Presta, 2006).

Pero, ¿es un error familiar?  Mi idea es que al Clan poco le interesaba que Juana se casara con alguien cuya importancia social y política no podrían controlar. Tanto el oidor Juan de Matienzo (una de las personalidades intelectualmente más brillantes de la época), como el Virrey Toledo (constructor de un orden colonial que se mantuvo hasta el siglo XVIII)[11], ambos con pretensiones de unir a Juana a sus respectivos clanes, condicionaban profundamente el poder de los Zárate – Mendieta.

Por ello, es pertinente la idea que lanza Paul Groussac de que seguramente es Diego de Mendieta, sobrino y heredero de Ortiz de Zárate (mientras no se casara Juana), joven de escasa aptitud para gobernar (según hecho comprobado en Santa Fe), el favorito del Clan, y que de esto se trataba la comisión reservada de traer a Juana a estas provincias encargada a Juan de Garay (Groussac, 1950, p. 216). Del mismo modo, José María Rosa asevera que Garay no quiere quedar en manos de Toledo -que desea la mano de Juana para su ahijado Antonio de Meneses- ni de Matienzo, que la desea para su hijo Francisco, con lo cual encontrar a un candidato como Juan Torres de Vera y Aragón, vocal de la Audiencia de Charcas (cosa que en realidad lo invalidaba para casarse, salvo licencia del mismo Rey) y que era noble, licenciado en leyes pero pobre, era lo ideal: “la conducta de Garay y Vera deja suponer que ambos se habían distribuido amigablemente la herencia de Ortiz de Zárate: el capitán vizcaíno se quedaría con el gobierno y el licenciado andaluz con la fortuna y la hija”.  Para Rosa la actitud de Garay le dio resultado: “Podría el virrey Toledo mantener preso al nominal adelantado Vera, podrían en España discutir y anular sus títulos, pero seguramente no podrían, ni desde Lima, ni desde España, sacar a Garay de la Nueva Vizcaya. Desde 1578 hasta su muerte, será “señor absoluto del Río de la Plata” J.M. Rosa, 1976, p.173).

Estas aseveraciones se asientan en el poder de las redes de parentesco y las prácticas clientelares que formaban parte del habitus[12] de dominantes y dominados. Estas prácticas se objetivan en monumentos-documentos de memoria que inventan tradiciones como marcas territoriales, cultos, blasones, aunque en esta etapa estén muy legitimadas por las costumbres. Estas marcas, se imponen auto referencialmente dentro del clan. Algunas invenciones/marcas tuvieron éxito y persistieron, otras no.[13]

Llegará Garay frente a lo que sería el emplazamiento de la nueva ciudad un 29 de mayo de 1580, día de la Santísima Trinidad. Dicen que a ese hecho se debe el nombre que le impuso a la ciudad. Pero debe tenerse en cuenta que en el Valle de Losa la principal devoción es la de la Santísima Trinidad, inclusive hasta nuestros días. Otra feliz coincidencia sería la elección de San Martín de Tours para Garay. Según la historiadora Hebe Livi, que no pone en cuestionamiento el tema del sorteo para elección del Patrono, Garay se debió sentir sumamente halagado por el azar dado que: “es un santo muy conocido por él y en su niñez muchas veces ha concurrido a su fiesta. Se celebra en proximidades de su natal Villa de Los, en San Martín de Losa. Este pueblo es de singular importancia en esa época. Fundado en el 853, a poco de iniciarse la reconquista de España contra los árabes por el abad Pablo, queda bajo el patrocinio de San Martín. De él dependen, entonces, Villalba de Losa y la inmensa mayoría de dicho Valle, e incluso tierra de Vizcaya, como Orduña y alguna de la Alava actual” [14].

Debo hacer notar que esta devoción no es casual. Toda esa zona española sigue festejando aún hoy la fiesta perteneciente a los ciclos agrícolas de San Martín (recordar la frase de a todos los chanchos les llega su San Martín) todos los 11 de noviembre. San Martín de Losa, Villalba de Losa -ambas pertenecientes a Burgos (Castilla –León)- y la zona vasca tras su frontera, siguen siendo hoy territorios de pequeñas aldeas y explotación ganadera. La ciudad de Orduña, cruzando la frontera, es de mayor población que estos pueblos y es un exclave de Vizcaya, o sea, es un territorio que pertenece políticamente a Vizcaya pero que no está conectado territorialmente con ella y rodeado de otra entidad política.

También es impensable sostener que para un vasco San Martín de Tours “era un santo francés”, teniendo en cuenta el carácter de la cultura vasca, y que ese concepto es propio de los estados nacionales que se establecieron con mucha posterioridad.

El análisis de las que señala Garay como armas de la ciudad ya no es tan transparente o se tienen menos indicios salvo los marcados por él, y aún así dejan dudas, por lo menos para mí. Recordemos lo que dice el acta a través del Manual Informativo de la ciudad de Buenos Aires de la Municipalidad: Antes del escudo sancionado en 1923 existieron otros dos: “Del primero se tiene noticia a través de los ‘Autos proveídos por el General Juan de Garay, fundador de Buenos Aires’ en los que hace referencia al orden que había de guardarse en el repartimiento de tierras y estancias, elección del patrono y armas de la ciudad. Estos autos están fechados el 20 de octubre de 1580 y en los mismos Garay señaló por armas de la ciudad a un águila negra pintada al natural, con su corona en la cabeza, con cuatro hijos debajo, demostrando que los cría; una cruz colorada sangrienta saliendo de la mano derecha y subiendo más alta que la corona, semejante a la cruz de Calatrava,[15] todo ello en campo blanco. Las razones alegadas por el mismo Garay, sobre el significado de estos atributos son las siguientes: 1) ‘haber venido a este puerto con el fin y propósito firme de ensalzar la santa fe católica (cruz)  servir a la corona real de Castilla y León (corona del águila), y dar ser y aumentar los pueblos de esta generación (cuatro aguiluchos), que ha cuarenta años que están poblados y cerrados e iban en gran disminución’ (probable alusión a la despoblación de Buenos Aires)” (Manual Informativo, 1980).

Las necesidades simbólicas y políticas del fundador, evidentemente, no tuvieron eco en los vecinos. Este sería el caso de las tradiciones que no logran establecerse en su momento. Propia más del Antiguo Régimen, en tanto pertenecen a aquellas que establecen o legitiman instituciones, estatus o relaciones de autoridad (Hobsbawn y Ranger, 2002), tampoco fueron sostenidas por el mismo Torres de Vera y los que formaban parte del clan y su clientela, ya que no aparece la Cruz de Calatrava en ningún otro lugar. Sin embargo, las otras disposiciones sí lo fueron (reparto de mercedes, establecimiento del Patrono, etc). La investigación de Enrique Peña muestra lo errático del tema. Se debe hacer notar que en La Trinidad conservan el poder por varios años (por lo menos hasta el 1615) los fundadores (Beneméritos), entre los cuales es imposible pensar que se había perdido la memoria histórica en forma tan temprana.

Sin embargo, dejo a modo de pregunta (¿hipótesis?) y aclarando que no soy nada versada en temas heráldicos: ¿esa Cruz de Calatrava no tendría que ver con el mismo Garay? He comprobado en los escudos familiares vascos que la Cruz de Calatrava es un elemento bastante habitual, como el Árbol de Guernica o la misma Flor de Lis.[16]

Estoy apuntando justamente al carácter de vizcaíno del fundador, con todo lo que implica la defensa de los fueros vascos, que no tuvo más remedio que reconocer la Corona de Castilla y Aragón: ¿es más alta la cruz que la corona por ese motivo? ¿Está la familia de Torres de Vera y Aragón en ese emblema? Ni él ni sus descendientes y basta mirar el escudo de la ciudad de Corrientes, con sus cambios hasta nuestros días, con todas las dificultades que plantea, que son muchos los no versados en Heráldica, especialmente aquellos que inventan blasones.

 

2.2.- La segunda invención: la hora de Enrique Peña.
Para entender este tramo histórico, que políticamente en cuanto al escudo de armas primigenio no tuvo consecuencia y lo prueba la Ordenanza de 1923, hay que entenderlo en el contexto histórico del Centenario.

Como consecuencia de la pérdida de la guerra de España con EEUU y, consecuentemente, de las colonias que aún conservaba, surgen varios intelectuales españoles (generación del 98) que buscan la regeneración nacional, lo que se traduce en un españolismo que en América se incorpora a las visiones más conservadoras y tradicionalistas[17]. Esto, en nuestro país, es exacerbado por la desconfianza que despertaban los nuevos contingentes de inmigrantes que estaban lejos del ideal del poder dominante sobre cuál era el tipo de colono que debía poblar el desierto.  Para Joaquín V. González: “Nuestra nacionalidad será, pues, más perfecta y consciente mientras más hondamente pueda atestiguar las raíces de su genealogía, y los fenómenos, lecciones y caracteres de su historia serán tanto más ejemplares y docentes cuanto con mayor precisión puedan determinarse sus orígenes, su conexiones, sus ascendencias, en el pasado inmediato de los tres siglos coloniales y en el más remoto de la raza materna, en la cuna europea de la civilización de que proceden su sangre y su genio” [18].

Volviendo al tema específico de los blasones y siguiendo a Enrique Peña (segundo inventor de la tradición al darle entidad visual) y en breve resumen, transcribimos: “Concretando, pues, se puede afirmar que el significado del escudo de que me ocupo es el siguiente: el águila negra corresponde a las armas de Zárate y Torres de Vera; los cuatro aguiluchos representan las ciudades que éste debía fundar; y la cruz y la corona por haber venido a este puerto con fin y propósito firme de ensalzar la fe católica y servir a la corona de Castilla y León”. El Consejo de Indias, el 20 de septiembre de 1591, dispuso: “Que señalaban y señalaron por armas las que el dicho Juan de Garay les señaló, y se les dé cédula para que dicha ciudad pueda usar y use de ellas”.

Hasta el 26.10.1615 el Cabildo no se ocupó de las armas de la ciudad. En esa ocasión dispone penas para un platero y, entre ellas, “que hiciese y labrase en plata las armas de esta ciudad, que son un pellicano con cinco hixos”. El que dispone la pena, Capitán Víctor Casco, era uno de los vecinos más importantes y había llegado a la ciudad poco después de su fundación. Peña dice que no comprende qué sucedió, dado que en aquella época debían existir las actas del 20.10.1580 y del 25.02.1590 (día de la solicitud al Consejo), “en la que constaría, con toda claridad, que en las armas dadas por el fundador figuraba una águila con cuatro aguiluchos. Aun admitido el supuesto de que ya no existieran en 1615, como no existen hoy, ni aquellas actas ni la resolución del Consejo de 20 de septiembre de 1591, quedaba la tradición que Casco debía conocer como muchos otros, pues aun vivían varios vecinos, testigos de lo resuelto por Garay. No acierto a comprender por qué el águila negra indicada por el fundador se trocó, en tan corto tiempo, en un ave acuática de plumaje multicolor…” Dice Peña que ignora si se hizo el escudo y si se usó, porque nada ha encontrado que lo diga y en parte alguna hay representación gráfica.

Luego transcurren treinta y cuatro años sin que exista alguna referencia a las armas de la ciudad, hasta que el gobernador de la provincia, Don Jacinto de Lariz propone crearlas dado que era costumbre en las otras provincias y reinos. Así surge el escudo de armas de 1649, escudo que se pinta en las actas “atento no aberse allado En El archivo deste cavildo Y sus Libros que aYa tenido ni tenga asta agora armas algunas”. Dice Peña que el nuevo escudo es absolutamente distinto, “la figura dominante no es el águila negra sino una paloma radiante, volando de frente, en la parte inferior un mar agitado que muestra una de las uñas de un ancla (significaría puerto), la leyenda es ” CIUDAD DE LA TRINIDAD Y PUERTO DE SANTA MARÍA DE BUENOS AIRES”.

Para Peña la Resolución tiene un error al decir que no se había encontrado que la ciudad tuviera armas, dado que aunque no existieran las actas primeras, sí debía existir la de la sesión del 26.10.1615, del capitán Víctor Casco, dado que aún estaban. De este escudo no hubo solicitud de aprobación, dado que no hay documentos; además era “escaso el número de personas que conocía la existencia de este escudo (el de Lariz). La vulgarización de tan interesante noticia se debe al señor José Luis Cantilo, quien en 1891, en una revista religiosa que se publicaba en Luján, La Perla del Plata, insertó un largo artículo al respecto, reproduciendo el dibujo y dando minuciosos pormenores sobre él. Entiendo que fue aquélla la primera vez en que se daba pública noticia de su existencia”.

En las actas del 4.05.1744 aparece la solicitud de realizar un dosel nuevo y retocar las armas de la ciudad. Estas armas eran un cuadro pintado al óleo que se conserva en el Museo Histórico. Peña aporta la imagen de distintas medallas que respondieron a las proclamaciones de los reyes Fernando VI, Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. Como también otras de 1811, 1813 y 1852, que muestran distintas versiones de los mismos elementos mencionados.

Enrique Peña no pensaba que el escudo de armas de Garay, tan desconocido, debía tener otro destino que el que había tenido hacia ese momento, en consecuencia dice: “Lo que se impone es que la Intendencia obtenga, del Concejo Deliberante, la sanción de una ordenanza que determine, de una manera clara y precisa, la representación gráfica del escudo de armas de la ciudad. Para ese fin se podría encargar la redacción del proyecto de ordenanza a una persona de reconocida competencia en Heráldica, a la que se le podrían proporcionar los documentos que he citado en este trabajo, y tal vez recomendarle que, no estando determinada la clase de buques que figuran en el escudo, fuesen una carabela y un bergantín, que fueron los tipos de embarcación que trajo Juan de Garay cuando vino a fundar esta Ciudad.” Aclarando que cumpliendo la orden encomendada, solicitó el trabajo de pintar el escudo a D. Miguel Velasco, especialista en trabajos heráldicos, “a quien encomendé la ejecución del trabajo, facilitándole, para asegurar su exactitud, copias de las Actas del Cabildo y resolución del Consejo de Indias a que me he referido” Está firmado en Buenos Aires, el 8.01.1910.

 

2.3.- La tercera invención: la hora de la espada y la cruz.
La tercera, como invención de una tradición, hace eclosión en el año 1980, en la conmemoración del Cuarto Centenario de la fundación de Garay. Pero esta aparición se da a nivel del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y, específicamente, en el círculo que rodea al intendente, el Brigadier Cacciatore. O sea, no circula a nivel de la sociedad o de medios especializados, como revistas del tipo Todo es Historia.[19]. Es el momento en el que se encarga a Enrique de Gandía  la reedición de Historia de la Ciudad de Buenos Aires. En la sobretapa del libro en versión lujosa aparecen dos escudos: el oficial de la ciudad y el de Garay. En la página 189 se reproduce la reconstrucción de Enrique Peña.

Aparecen objetos que son mencionados en la discusión en el recinto de 1995, por lo cual no los menciono. Existe en el Museo José Hernández una medalla de ese año, de autoría de Bucci, artista de Talleres Piana.[20] En el Informe del Instituto Histórico, luego de sancionada la Ordenanza 49.669, se menciona que: “Durante la gestión del intendente Osvaldo Cacciatore y en especial durante los festejos del IV Centenario, se intentó que convivieran ambos escudos (el oficial y el de Garay) Este Instituto fue la institución que recibió varios proyectos de heraldistas que diseñaron posibles conjunciones de los dos en 1980 se encargó a la institución”.

 

2.3.1.- 1930 en adelante.
En la bibliografía cito autores que han estudiado el proceso de catolización y militarización de la sociedad y el estado a partir de 1930, y a caballo del golpe de estado del Gral. Uriburu. Todos indican en el pensador francés Maurras el antecedente de influencia predominante. Para Félix Luna “Los nacionalistas de la década del 30 fueron más maurrasianos que fascistas (los regímenes fascistas movilizan a las masas, pero para Maurras toda ampliación de la participación es mala): solo existe un medio para mejorar la democracia – decía el ideólogo de Action Francaise- destruirla”. En ese sentido, Luna dice que es un contrasentido de los nacionalistas vernáculos el enaltecer a J. M. de Rosas, dado que “es una tradición democrática: acaso una democracia gaucha, primitiva, brutal, pero democracia al fin (…) En ultimo análisis, el horror por la democracia que sienten los nacionalistas se basa en una repugnancia hacia el comité, el escenario donde igualitariamente se codean todos, ricos y pobres, cultos y analfabetos” (Luna, 1980).

En la misma revista, es muy interesante el análisis que realiza María Dolores Béjar, a través de tres pensadores del nacionalismo de la década del 30: Manuel Gálvez, Julio Meinvielle y los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta. Es el segundo, el sacerdote Meinvielle, la figura clave, en tanto que es el mentor del proceso de catolización de la Argentina y, sobre todo, de las fuerzas armadas, dado que, en su pensamiento, la Iglesia es la fuerza rectora en todos los aspectos de la vida privada y pública. El poder político quedaba sometido al religioso, y lo eterno primaba sobre lo temporal. Es uno de los que introduce el “españolismo”. España tenía la misión de redimir a la humanidad, y esta misión era un plan divino. La victoria, primero expresada en la Guerra Civil Española requería de varios elementos: del martirio del fuego y la sangre para purificar, de hombres elegidos para predicar la nueva moral y de la espada del príncipe cristiano que redima la perversidad de los impíos. Definía a los enemigos principales: la reforma protestante, la revolución francesa y la revolución rusa y afirmaba que las tres habían sido obra de judíos que buscaban, así, vencer y dominar a los cristianos.

Fortunato Mallimaci distingue entre la iglesia de “catolicismo de conciliación con el estado liberal”, que tuvo vigencia entre 1880 y 1920 y la del que empieza a ser hegemónico desde mediados de la década del 20, el integralista, que tiene como misión fortalecerse en el estado a partir de penetrar a las fuerzas armadas. A partir de 1930, y hasta la última dictadura militar, en 1983, existe una cultura política que va permeando a la sociedad argentina, sobre todo en sus núcleos dirigentes. La iglesia católica será así considerada un actor legítimo del sistema social y político hasta la actualidad. Para este pensador, es el pase de un catolicismo a la defensiva a otro a la ofensiva, que con fuertes componentes autoritarios combate la matriz liberal y socialista-comunista ejerce o juega como un nacionalismo de sustitución.

Por supuesto que el campo católico es complejo y la disputa por el poder simbólico se da también en su interior, donde conviven diferentes maneras de ser católico. La cuestión es, entonces, determinar quién va ejerciendo la hegemonía. Y el sector integralista-cursillista lo logra plenamente durante las dictaduras militares del 66/73 y 76/83: “Al mismo tiempo que la sociedad se catolicaliza, vastos sectores del catolicismo se militarizan. Las fuerzas armadas hacen suya también la defensa de la Patria Católica, produciéndose una simbiosis que ha perdurado hasta la derrota de Malvinas y la llegada de la democracia en 1983, entrando luego en una crisis de recomposición (…). Este largo proceso de fidelidades entre gobiernos militares y el sector hegemónico del catolicismo fue solamente puesto en tela de juicio durante los años sesenta y setenta, tanto en la sociedad como en el interior del cuerpo eclesiástico” (Mallimaci, 1996).

Nuevamente se señala al sacerdote Julio Meinvielle como su principal mentor. Su prédica, su capacidad de formar grupos de todo tipo, hasta juveniles, creador de revistas, docente y formador de docentes y escritor prolífero, hacen de él la figura central de este proceso hasta la década del setenta que muere (pero, como el proceso, dejando su cría). En los textos de la bibliografía que aporto es abundante el análisis de su pensamiento, justamente por todo lo que dejó escrito.

Con el golpe militar de 1966 y la figura del Gral. Onganía, ferviente católico, aparecen en escena estos integrantes de los cursillos de la cristiandad, otros signos visibles son las consagraciones del país “a la virgen María” o a “Nuestro Señor Jesucristo”. “En el golpe militar de 1976 los acercamientos entre institución eclesial e institución militar serán globales, integrales, masivos y de mutua legitimación. Unos y otros asumen que defendiéndose mutuamente, garantizan la continuidad de una y otra estructura”. Es entonces que cabe señalar que es entre 1970 y 1980 el momento de máximo apogeo de esta relación que, como es lógico, no englobó a todo el campo militar o a todo el religioso, pero sí a sus sectores hegemónicos. Entre ellos sobresalieron las capellanías castrenses y los vicarios castrenses, desnudados en los juicios contra los represores genocidas que se están llevando a cabo. La pluralidad religiosa –hoy creciente- en la sociedad no tiene el correlato a nivel estatal y de sociedad política, donde perdura el modelo de catolización dominante”. Mallimaci reproduce una nota de la revista católica Criterio del 23.01.1959 en la cual se sostiene que “aceptar la Argentina pluralista es renunciar al modelo de Argentina Católica y a la fraseología que identifica al catolicismo con un mítico e indefinible ser nacional”.

Pero hay también otra fecha clave, señalada por varios autores, y es la aparición en Argentina de los combatientes de la OAS, luego de la derrota en Indochina: “En 1958 desembarcó en la Argentina la primera avanzada de La Cité Catholique,[21] un retoño de la organización católica L’Action Francaise creada por Charles Maurras. Con ella llegó al Río de la Plata la doctrina de la guerra contrarrevolucionaria, la técnica de la tortura y su fundamento dogmático tomista”. Su creador fue Jean Ousset (secretario de Mourras)[22].

Para Emilio Mignone, la formación intelectual de la mayoría de los obispos influyó en su acercamiento a los regímenes militares, a través de dos corrientes, el integrismo y la ideología del nacional-catolicismo: “Ambas concepciones están presentes en pastorales, homilías y declaraciones. Subsisten a pesar de los cambios producidos y la aparición de nuevos modelos posconciliares, entre ellos los de la Iglesia como sacramento de salvación y la Iglesia a partir de los pobres, este último nacido en América Latina (…) El integrismo [23] es la doctrina básica, de la cual constituye una vertiente la ideología del nacional-catolicismo (…) En éste, a partir de la concepción de que el cristianismo debe abarcar las estructuras estatales, el catolicismo pasa a ser una suerte de religión nacional. La Religión y la Patria –ambas con mayúscula–, como antes la Religión y el Rey, se confunden (…) Las fuerzas armadas –sin tener en cuenta la convicción personal y la conducta moral de su oficialidad– consideran al catolicismo como un elemento integrante de la Nación y un instrumento de control social, de tal manera que coinciden con el nacional-catolicismo, prevaleciente en amplios sectores eclesiásticos” (Mignone, 1986).

 

2.4.- La cuarta invención: la hora de “Belgrano” García Arecha [24]

2.4.1.- El marco político y la discusión en el Recinto. Posturas y relaciones de fuerza.
Pese a su cercanía es, para mí, la etapa más oscura. Años de los negocios y el trueque político, como también lo fueron antes y después de esa fecha. De hecho no es posible conseguir una Versión Taquigráfica (VT) oficial porque las de esos años nunca fueron corregidas, aprobadas ni publicadas. El CEDOM, archivo de la Legislatura, no las proporciona. Existen cajas en la biblioteca a las cuales he accedido, producto de la buena voluntad del personal que no las ha tirado en el momento de cierre del HCD.

El análisis de las VT lleva a pensar que hay algo más atrás de lo que se dice en la débil argumentación del radicalismo y el peronismo. Hay silencios y ausencias notorias, porque omitieron expresarse figuras claves. ¿Qué papel jugó García Arecha? ¿cuál fue el trueque legislativo? ¿de qué manera esto se traslada a la Convención Estatuyente, a la Constitución y al escudo luego convertido en sello (dicen que por presión de la Iglesia, dado que se había omitido en forma clara a la paloma que representaba la Santísima Trinidad) en la gestión de la Alianza y para el cual se había realizado un Concurso Público?

¿Por qué no se aplica la Ordenanza durante años? Se usa la bandera 5 años después y sin ceremonia. Sencillamente aparece por primera vez en la conmemoración del 190º aniversario de la Revolución de Mayo y con el tradicional cambio de guardia, se izó en la Plaza de Mayo el 23 de mayo de 2000.  El acto, según relata Ámbito Financiero, es el habitual en esta fecha que lleva a cabo el Regimiento de Patricios, no haciéndose alusión a nada especial con respecto a la nueva bandera que, todos los medios gráficos denominan, de Garay. Al mismo tiempo se izó en el Obelisco, que el mismo día cumplía 64 años [25].

Unos días antes había tenido lugar la elección del 7 de mayo de 2000. Aníbal Ibarra sería el nuevo Jefe de Gobierno. Era la última ocasión para que el radicalismo legitimara, enarbolándola, a la bandera.

 

2.4.2. El trámite legislativo.
En agosto de 1995 tiene entrada el expediente Nº 3279-C-95 del Concejal García Arecha. Solamente se gira a la Comisión de Interpretación y Asuntos Legales. Insólitamente no va a Cultura, comisión presidida por el Concejal Abel Fatala, del Frente Grande. Se despacha en sólo 15 días y está tratándose en el recinto en la Sesión Ordinaria N° 21, del 21.09.2009 (VT 24. págs. 47 a 56).[26]  El expediente tenía el mínimo de fojas necesarias para el trámite y ningún Informe Técnico, como es de rigor en estos temas. El Instituto Histórico actúa posteriormente, en la instancia de un posible veto, con un informe absolutamente negativo.

Ibarra (FG) presenta otro proyecto. Aclara que no acompaña el despacho es válida como hipótesis la necesidad de una bandera: “Lo que no entendemos correcto es que se decida la bandera oficial de la ciudad de Buenos Aires al margen de la intervención de la sociedad porteña. Se trata de un hecho de tanto simbolismo  de tanta trascendencia que, necesariamente, debe estar abierto a la intervención de toda la sociedad porteña, tanto más cuanto que la bandera que se propone no está internalizada en la sociedad porteña. Es más, no es conocida por el común de los porteños. Entonces, sumado a esto, entendemos que la decisión y, en todo caso, la aprobación de la bandera oficial debiera –o es lo más indicado- ser elegida a través de la Convención Estatuyente. Por lo expuesto, queríamos proponer dar entrada a un proyecto de ordenanza que dice: Artículo 1º.- Llámese a concurso público para la creación de la bandera oficial de la ciudad de Buenos Aires. Art. 2º.- Créase una comisión integrada por un representante de cada uno de los bloques que integran este Concejo Deliberante para que proceda, en el término de treinta días, a realizar las bases del concurso mencionado en el Art. 1º.- . Art. 3º.- La aprobación de la bandera oficial de la ciudad de Buenos Aires será realizada por la Convención Estatuyente”.

Castells (PJ) defiende el carácter de “representantes” de los concejales y dice que Manuel Belgrano creó la bandera nacional sin concurso previo. Anuncia el voto positivo de toda la bancada justicialista.

García Arecha (UCR) expone los siguientes argumentos: es una decisión que hace a la autonomía de Buenos Aires, tienen facultades en cuanto representantes de los vecinos y la insignia está en el despacho del intendente desde hace décadas.

Crespo Campos (UCD) apoya el proyecto de García Arecha “porque puede ser que tengamos una bandera que es poco conocida, que ha sido olvidada o que es casi ignorada por la ciudad. Nos guste o no, esa bandera representa el escudo escogido por Juan de Garay en 1580”.

Naddeo (FG) objeta la metodología. Objeta los argumentos ofrecidos por anteriores concejales, relativos a Belgrano y banderas provinciales: “No podemos comparar en absoluto la creación de la bandera nacional (…)  como las provinciales (que) surgieron en medio de las luchas por la independencia y tuvieron identidad de pueblos que se sumaron al combate tras dichas insignias  (…) esas banderas se convirtieron en identidad (…) representando a un pueblo en marcha,  en lucha. Con todo respeto por el concejal García Arecha y con el resto de las instituciones que, quizás, puedan avalar a esta bandera de la conquista, de la colonización, de la fundación de Juan de Garay, para que sea un emblema histórico –creo que sí es un emblema histórico- pero hoy no representa a esta ciudad, a este pueblo de la ciudad de Buenos Aires. Si empezáramos a analizar sus contenidos, nos encontraríamos realmente muy ajenos a esa temática simbolizada en esta insignia que se nos quiere imponer, no solamente a nosotros sino a todas las generaciones venideras.” Pide no avanzar la votación en ese día y, en caso contrario, votación nominal.

Arellano (US) aclara que el Bloque Socialista ya no acompaña el proyecto y adhiere al presentado por el Frente Grande “por ser una propuesta superadora”.

Pérez Suárez (PJ)  afirma que “Ninguna otra bandera ha identificado a la Municipalidad de Buenos Aires y ha estado presidiendo los más importantes acontecimientos de la Municipalidad ha realizado” (por ejemplo, declaración de visitantes ilustres). Haciendo “el uso de nuestras atribuciones, que van a terminar el 10 de diciembre de 1995, y hasta el 9 de diciembre de 1995 vamos a seguir ejerciendo y representando, en consecuencia, a los vecinos, no tenemos que hacer una asamblea para elegir una bandera que ya está establecida”.

García Arecha estaba en una entrevista y vuelve al Recinto muy enojado, y la no corrección posterior de sus palabras torna muy interesante su intervención. Menciona que sobre temas que se votaron ese día, él en ningún momento pidió votación nominal, para dejar constancia de la cantidad de concejales presentes para votar. Califica la actitud como “hipocresía” y aclara: “para la última calle  me hubiera gustado que se pidiera la votación nominal”. Dice que “estoy acostumbrado a hacer política de frente, no andar con cuchillos por la espalda por algún pasillo (…)  como el objetivo de la votación nominal es reflejar si están dadas las condiciones jurídicas para la sanción de esta norma (…) solicito que este cuerpo incluya este tema como primero en la próxima sesión ordinaria”.

Con esta última intervención surge claramente que no había quórum en el recinto para tratar una ordenanza. Ibarra aclara que si no hay suficiente número de concejales, no es responsabilidad del Frente Grande. Interviene Pico que presidía: “quiero aclarar, en función de algunas expresiones del concejal García Arecha que, cuando votamos las ordenanzas anteriores, había número en el Recinto (…) quiero dejar sentado que los concejales por los que no hay número ahora, no pidieron autorización a la Presidencia para retirarse del recinto, como corresponde”. Se vota la Resolución de García Arecha, pasa el Trámite Parlamentario Especial 9100 a la siguiente sesión.

En la Sesión Ordinaria del 28.09.1995 (N° 22. VT 25. págs. 45 a 94) las posturas están claras. En realidad es sólo el Frente Grande quien argumenta, en medio de murmullos y ruidos en el recinto para entorpecer la discusión. De los bloques mayoritarios, muy pocos hablan. La defensa del proyecto de García Arecha, es llevada por el matrimonio Castell-Pérez Suárez. El tratamiento se da luego de la aprobación de la Ordenanza que diera nombres de mujer a Puerto Madero y hay referencias constantes a grado de consenso, análisis e informes técnicos, como su correlato en número de fojas, de los expedientes que dieron origen a la Ordenanza 49.668. Llama la atención que no se anotan oradores, y la sesión es mantenida mediante interrupciones a concejales del Frente Grande luego de votarse el cierre de lista de oradores. Su duración fue de seis horas, con lo cual se tratará de realizar un esfuerzo de resumen en los argumentos de los intervinientes.

Naddeo. Critica el apuro contrariando la voluntad de la fuerza política que expresa a una gran cantidad de ciudadanos de la ciudad de Buenos Aires. También el momento (el tránsito hacia la autonomía). Agrega que “El emblema y el escudo de Juan de Garay, que pretende ser convertido en la bandera de la ciudad de Buenos Aires –aún cuando reconocemos su importancia histórica- fue un símbolo que tuvo una vida absolutamente efímera. De hecho, prácticamente no hay constancias de él en las actas y crónicas de fines del siglo XVII. Además, en 1649 los cabildantes de Buenos Aires decidieron reemplazarlo (…) Desde 1649 esta ciudad tiene como símbolo un escudo en el que se ve la costa o el río, un anclar y una paloma radiante, que todos sabemos que se trata del Espíritu Santo, y que, de alguna manera, está representando el escudo actual (…) Dentro del mismo período histórico: el de la conquista y el de la colonización, los propios habitantes  (…) desecharon una simbología e incorporaron otra, una paloma en el lugar del águila imperial; un ancla en vez de una cruz ensangrentada (…) estamos imponiendo a toda la población de la ciudad de Buenos Aires, incluidos nuestros hijos cuando concurren a la escuela, un símbolo que habla de guerra, de opresión y sangre, tanto del conquistador como del indígena. Estamos imponiendo un símbolo que habla de la Inquisición, de las órdenes de Caballería y de la Edad Media Española”. Dice que es un símbolo que no representa a la ciudad actual, que es la síntesis de diversas expresiones políticas, sociales, étnicas y culturales.

Eduardo Jozami (FG) repite también que esa bandera no tiene relación actual con lo que representa la ciudad y su espíritu, “pero tampoco tiene que ver con las tradiciones de la colonia (…) porque si este escudo (…) hubiese mantenido su vigencia a lo largo de los siglos, seguramente cualquier discusión sería ociosa y nosotros diríamos: es el escudo de la ciudad, es una tradición de la ciudad (…) Pero resulta que aquí, nosotros, estamos inventando una bandera; estamos creando una nueva bandera y no a partir de la imaginación del concejal o los concejales que la van a votar sino que estamos tomando un antecedente que es el escudo de Garay. Pero si se consultan los libros que se han ocupado de analizar los distintos escudos de la ciudad de Buenos Aires, las distintas acuñaciones de moneda, las distintas emisiones en homenaje en tiempos de la colonia y después de la independencia, se observa que es tan arbitrario tomar este símbolo de Garay como cualquier otro. No estamos reconociendo el escudo de la ciudad que existe a partir de una ordenanza aprobada por este mismo Cuerpo en 1923; no estamos votando el escudo histórico de la ciudad que es el de 1649. Tengo sobre mi banca el debate interesante que se dio en 1923 sobre el tema (…) a lo largo de todo ese debate no hay ninguna referencia al escudo de Juan de Garay de 1580”. Solicita que se posibilite una nueva discusión, que se abra una ronda de consulta a sectores representativos de la ciudad.

Raúl Fernández (FG) señala que no hay marco de consenso, que varios concejales de la UCR y el PJ (en privado) no están de acuerdo con que esa sea la bandera de la ciudad. Cabe aclarar que en todo el debate que sigue, nadie desmiente esta aseveración, con lo cual aparece como cierta. Dice que del escudo “no se ha encontrado documentación que acredite su uso, más allá de su legalidad, dado que fue aprobado por el Consejo de Indias. Es un escudo, más allá de la simbología que pudo tener para Juan de Garay, el águila imperial; o la cruz ensangrentada –me imagino que todos la conocemos: es la Cruz de Calatrava, de una Orden creada en 1158 para combatir a los moros –es una cruz de guerra-. Solicita vuelta a comisión y que la Comisión 209 sea la que tome en discusión el tema.[27]

Abel Fatala (FG): primero realiza una autocrítica dado que “se le había pasado” que el expediente de García Arecha debería haber ido a Cultura. Sólo fue a la de Interpretación y debería haber tenido despacho de Cultura y la 209.  Manifiesta que seguramente la Secretaría Legislativa lo tomó como un asunto meramente administrativo, ya que su título era “Adóptese como bandera oficial de la ciudad de Buenos Aires a la que de hecho se encuentra instalada desde hace décadas en el despacho de los intendentes y secretarios”.

Jozami pregunta qué instituciones han avalado y por los Informes Técnicos que existen en el expediente. El Sr. Secretario (Clienti) contesta que no hay informes técnicos. Se empiezan a molestar los concejales de la UCR “por dilaciones”. Naddeo vuelve a solicitar intervenciones de organismos de estudios históricos como el Instituto Histórico o la Facultad de Filosofía y Letras. Incluye los antecedentes históricos en la VT (en Apéndice VI, pág. 1). Fatala (que ya no tiene el expediente) solicita saber la cantidad de folios. Pérez Suárez –como contrapartida-  pide saber también cuantos folios tiene el expediente de Puerto Madero que fuera aprobado. Jozami dice que “hasta para poner una placa en algunos edificios de la Ciudad se pide consulta al Instituto Histórico” y en este caso no se ha pedido opinión. Dice que, a pesar del silencio general, no hay consenso (nadie desmiente este aseveración). Bonanata (UCR) pide cierre de debate con lista de oradores. Por secretaría se informa la cantidad de folios: 3279-C-95 (García Arecha), 6 folios; Puerto Madero, 39 [28].

Interviene Pérez Suárez diciendo que ese escudo está en el telón del Teatro Cervantes, en el escudo del Club de la Ciudad de Buenos Aires y en el despacho del presidente del Cuerpo. Dice que el Himno Nacional tampoco tiene que ver con la Argentina actual. También a nadie se le ocurre cambiar la bandera nacional (antes se había dicho repetidamente que tenía los colores monárquicos). Naddeo vuelve a defender la historia y encarnadura de la bandera nacional “… porque es un símbolo que encarna identidad nacional, conciencia social de lucha y protagonismo popular. Contrariamente, antagónicamente, el escudo de Garay no reúne ninguno de esos requisitos. Despojémonos del contenido ideológico, que creo que es perverso, que creo que es contradictorio con los tiempos que corren. El escudo de Garay era desconocido por los mismos habitantes de la ciudad de Buenos Aires en los siglos XVI y XVII” Pide incluir en la V.T. páginas del libro de Enrique Peña El escudo de armas de la Ciudad de Buenos Aires, de la colección Cuadernos de Buenos Aires. (Va a Apéndice VI, pág. 3), y realiza un resumen de las apreciaciones de Enrique Peña. Agrega que es cierto que está en el telón del Cervantes, pero “es parte de los blasones, escudos, de la Heráldica, que tiene numerosos historiadores como estudiosos de parte de un acervo heráldico y cultural en general. Ninguno de estos argumentos es suficiente para decir que hoy ese escudo no representa absolutamente nada en la tradición política, en la simbología, en el entusiasmo, en el ‘ethos’, en la identidad de esta ciudad”.

Crespo Campos asume la defensa del proyecto, al cual apoya por su origen político liberal conservador “más conservador que liberal, en este caso”. Dice:“ me gustaría que alguien me contase qué debate tuvo Belgrano el día que se le ocurrió crear la bandera argentina. Belgrano estaba apoyado en las barrancas del río, la flota realista estaba enfrente, ¿y que hizo? ¿tuvo una gran deliberación? (…) Son las mismas urgencias que tuvo el concejal García Arecha para proponer esta bandera. Dentro de poco va a haber una Asamblea Estatuyente (…) Hoy, la Cámara de Diputados  acaba de aprobar el Proyecto Cafiero. A lo mejor, algunas cosas que están pasando hasta nos pueden impedir que el pueblo de la ciudad cree su propia bandera”.

Fernández dice que, a pesar de que el blasón esté en el Club Ciudad, en un aplique de un mueble de presidencia, no se puede pretender que forme parte de la historia de la ciudad. Coincide con la concejala en que el himno nacional no expresa la realidad actual, pero que no se puede cambiar: “es que nosotros no estamos planteando cambiar la bandera (…) estamos diciendo que para crear una bandera – porque no hay ninguna bandera- nos demos un mecanismo más amplio y participativo. Si consensuamos (nombres de calles y plazas) ¿cómo no podemos sentarnos y pensar y consensuar un símbolo para la Ciudad (…) porque había algunos nombres de calles, de estas mujeres que se proponían, que irritaban a algunos concejales, y otros nombres irritaban a otros concejales”. Solicita que se vote  el pase a la C. 209.  Se vota y no resulta aprobada la propuesta.[29]

Mendoza (PJ) irrumpe con sorna y motiva aplausos de concejales y tribuna: “Hace dos sesiones que estamos dilatando con este tema el tratamiento de todos los órdenes del día y resulta que (…) me vengo a desayunar con que somos treinta y un obcecados contra siete virtuosos”.

Fatala incorpora otras visiones, como el planteamiento del historiador José María Rosa sobre el tema, que no tiene nada que ver con la versión idílica de Crespo Campos sino con distribuciones de poder en 1576 y comenta cómo las águilas se convierten en pelícanos. Luego solicitará la incorporación del texto mencionado de José María Rosa que se incorpora como Apéndice VI, pág. 8. Ibarra, en un largo discurso de resumen, vuelve sobre la  necesidad de debate y consenso.

García Arecha: “Esta bandera ha sido entregada desde hace más de dos décadas a importantes figuras del mundo (alcaldes, presidentes, el Rey de España, figuras de renombre). Desde hace tres décadas esta bandera se viene confeccionando en platos que la Intendencia obsequia a cualquier visitante”.

Posteriormente se realiza la votación que consagra la voluntad de los dos bloques mayoritarios[30].  Se insertan como notas los textos completos de Despacho de Comisión y Ordenanza.[31]

 

2.4.3. Un frustrado intento de veto. Informe del I. H. del 12.10.1995 [32]
El Instituto Histórico realiza un exhaustivo informe firmado por su Directora Liliana Barela de corte negativo y que extrañamente se traduce en un veto como es lo acostumbrado. Haré un breve resumen, insertando como nota al final su texto íntegro.

Destaca que si bien el escudo de Garay existió históricamente, “no fue utilizado ni reconocido”.  Que no representa al fundador sino a Ortiz de Zárate (ver anexo 2). Que si bien fue reconocido por el Consejo de Indias “pasaron casi 50 años hasta que fuera preocupación de los cabildantes -vecinos- que en sesión del 5 de noviembre de 1649, resuelven que la ciudad tenga su escudo de armas como otras ciudades cabeceras de provincias de España e Indias, dando conformidad a la propuesta del gobernador Jacinto de Láriz. Este escudo fue dibujado en la misma acta del Cabildo e intercalando en su texto. En este -según puede verse- aparecen ya los atributos que luego registra el escudo definitivo de la ciudad: la paloma (Espíritu Santo, es decir Santísima Trinidad, primer nombre de la ciudad fundada por Garay) en el cuartel superior y el ancla (puerto) en el cuartel inferior. En la sala principal del Cabildo de la ciudad se encuentra un óleo (1744) que repite los atributos anteriores y aparecen los dos barcos, que si bien no se incluyen dentro del escudo, comienzan por configurar una IDENTIFICACION de los atributos con la ciudad MISMA. Años después, en diferentes proclamaciones de reyes, quedan incluidos los barcos de la medallística. En 1852, al organizarse el gobierno municipal, la Corporación encargó a su Comisión Municipal que realizara el sello de Municipio. Esta comisión integrada por los señores Gabriel fuentes, Emilio Agrelo y Domingo Sarmiento proyectó el sello que debía usar el Municipio. La comisión se expidió diciendo que no vacilaba en aconsejar que se adoptara el escudo con dos navíos anclados en un mar espumoso, plateado, con una paloma volante en medio, en campo celeste, que simboliza el Espíritu Santo. Como puede apreciarse al decidir el sello la Comisión tuvo en cuenta la tradición. Desde ese momento este fue el escudo que puede verse en los edificios municipales. Finalmente el 3 de diciembre de 1923 se dictó la ordenanza que fijó oficialmente el escudo de la ciudad.  Atento lo expuesto en estos antecedentes este Instituto considera que no es aconsejable usar como símbolo un escudo que la ciudad prácticamente no utilizó y por lo tanto no pudo identificarse con él (luego menciona los proyectos del intendente en 1980, pero) a pesar de ello el escudo de Garay y esta reedición sufrió el mismo olvido que el original. Este hecho ratifica la opinión que manifestamos al principio del informe en relación a la bandera, y que hacemos ahora extensiva al escudo: “es un símbolo que la representa y la identifica”. En el siglo XX no se puede identificar a esta ciudad con un escudo -que ella nunca usó- y que está coronado por un águila imperial que refiere a un imperio que NO EXISTE”.

 

2.4.4. Historia posterior
El 8 de octubre se realiza la elección a senador por la Capital. Gana Graciela Fernández Meijide, por primera vez una mujer es elegida senadora en la ciudad. El 30.06.1996 se realizan elecciones a Jefe de Gobierno y a Convencionales Constituyentes para dictar el Estatuto Organizativo. El 6 de agosto asume el gobierno Fernando de la Rúa. 1º de octubre, finaliza la Convención, presidida  por Fernández Meijide (el FREPASO había también ganado la elección con un 34,8% y la obtención de 25 convencionales.

En diciembre de 1996 el gobierno llama a concurso público para la elección de la “identidad visual de Buenos Aires”, transformado en mayo y junio de 1997 en “escudo oficial” y luego de fuertes rechazos, en “logo de gestión”. Todo queda como un error de interpretación. En la actualidad la Legislatura, a través de un proyecto del Diputado socialista D’Angelo, busca acotar el uso de los sellos de gestión, que cambian con cada gobierno y de establecer la preeminencia del escudo oficial tradicional. Por el momento esto es resistido por el Bloque del PRO que sostiene que cada administración tiene derecho a establecer y estampar su logo en forma oficial para que sean conocidas sus obras. Mientras tanto, el escudo oficial, es cada vez menos usado.

La historia posterior también encuentra a un García Arecha en solitaria lucha contra el FREPASO por otras cuestiones, hasta que termina siendo desautorizado por su propio partido. El diputado Fernando Finvarb presenta varios proyectos de creación de la bandera de la ciudad por concurso, basándose en el Art. 82, Inc.1 de la Constitución de la ciudad, por el cual la Legislatura “aprueba los símbolos oficiales de la Ciudad” con la mayoría absoluta de dos tercios del total de sus miembros. Estos proyectos ni siquiera son tratados.

 

2.4.5. Los combates por la historia y la memoria.
He seguido en cuatro momentos históricos el curso del Escudo de Armas de Garay. En cada circunstancia su función es distinta e integra diferentes luchas por la hegemonía simbólica. La bandera actual no es fruto de una necesidad histórica. Por eso, tienen razón los que la llaman “la bandera de Cacciatore”, él fue su inventor y, en ese momento expresaba los objetivos concretos de la dictadura de reestructurar la vida social, política y cultural del país bajo determinados valores. La discusión de 1995 es la lucha por establecer un pasado, una memoria, una discusión sobre la identidad de la nación (aunque se discuta en Buenos Aires).[33]

Su arbitrariedad histórica la presenta desnuda en su carácter de invención. Cabe destacar que la intervención de García Arecha es absolutamente compatible con las posiciones ideológicas que ha sustentado frente a otras leyes, y que se explicitarán en próximos trabajos.

 

[1] Se obvió la que por Reglamento Interno era la “comisión madre”, la de Cultura, que era presidida por el concejal Abel Fatala del Bloque Frente Grande. La Comisión de Interpretación y Asuntos Legales estaba presidida por el radical Pablo Melfi.

[2] Sin embargo y pese al “apuro” que se desprende de las versiones taquigráficas de las Sesiones del HCD, no flameó oficialmente hasta cinco años después, en el Cambio de Guardia frente al Cabildo, al conmemorarse los 190 años de la Revolución de Mayo y en el 94 aniversario de la construcción del Obelisco, en la Plaza de la República

[3] En las elecciones del 14 de mayo de 1995, para la categoría Diputado Nacional por Capital Federal, estos fueron los resultados: Frepaso, 34,5%; PJ y aliados, 22,6%; UCR, 19,8%. En las elecciones del 8 de octubre de 1995 a senador por Capital Federal: Frepaso, 45.6%; UCR, 21,5% y PJ  17.4%.

[4] Las tradiciones inventadas no sólo son creadas por los grupos o gobiernos conservadores. También los innovadores las crean, aunque no tengan apego a lo antiguo. Hobsbawn da el ejemplo de liberales, socialistas, comunistas, que crearon tradiciones. Ejemplo: el Día del trabajo

[5] Achugar, Hugo, “El lugar de la memoria, a propósito de monumentos”. En Jelín y Langland (comp.)  Monumentos, memoriales y marcas territoriales, Madrid, Siglo XXI, 2003.

[6] Era la España que –paralela a la conquista- los Reyes Católicos había desalojado a musulmanes, judíos, gitanos, de su territorio, creado la Inquisición, principal pilar de unión entre la cruz y la espada que no solo perseguía a quien no fuera católico, a todo lo que se asemejara a brujería, conductas privadas como la bigamia y otras, estableciendo libros prohibidos y una larga lista de conductas perseguibles que la distanció de la Europa de la Reforma y cerró paso a toda diversidad cultural.

[7] Diferentes imágenes del escudo nobiliario de Juan Torres de Vera y Aragón, que diera origen al escudo de la ciudad de Corrientes, fueron estudiados por Manuel Figuerero en 1921, Federico Palma en 1967, Carlos Luque Columbres en 1987, para llegar a el informe de este año de Gustavo Sorg. En libros de historia se pueden ver reproducidas esas diferentes imágenes.

[8] Ansaldi, Waldo, prólogo al libro de Tulia Falleti y Fabián Sislian Dominación política, redes de familias y clientelismo, Avellaneda, Buenos Aires, Rep. Argentina, Grupo Editor Universitario, 1997.

[9] Cicerchia, Ricardo: “Formas y estrategias familiares en la sociedad colonial. En Tandeter, Enrique, Nueva Historia Argentina, la sociedad colonial, Barcelona-España, Editorial Sudamericana, 200, pp.331/353

[10] El origen incaico de la hija mestiza de Juan Ortíz de Zárate ya fue desmentido por las investigaciones más recientes realizadas por Ana María Prestas y ratificadas por Narciso Binayán Carmona o Carlos Méndez Paz (H).

[11] Toledo organizó las encomiendas, las reducciones indígenas luego transformadas en pueblos de indios, terminó con la resistencia inca de Vilcabamba, derrotando y matando al último incaTupac Amaru, comenzó con el acuñamiento de monedas, creó el Tribunal de Santo Oficio, Inquisición para los delitos ideológicos y religiosos, etc., marcando así todos los siglos siguientes hasta las reformas borbónicas.

 

[12] Los conceptos de campo y habitus se basan en nudos de relaciones: “Un campo está integrado por un conjunto de relaciones históricas objetivas  ancladas en cierta forma de poder (…) mientras que el habitus alude a un conjunto de relaciones históricas ‘depositadas’ en cuerpos individuales (personas) bajo la forma de esquemas mentales y corporales de percepción, apreciación y acción” Bourdieu y Wacquant, Propuestas para una antropología reflexiva, México, Grijalbo, 1995.

 

[13] Desaparecieron ciudades, como Zaratina del Salvador, no tuvo éxito denominar Santa Fe de Luyando a Santa Fe, obra de Diego de Mendieta, no subsistió el nombre de Nueva Vizcaya para el Río de la Plata, Corrientes perdió el Vera y tampoco existió el escudo de armas de 1580 transformado recién en bandera cuatrocientos años después. También se extinguió la denominación Ciudad de La Trinidad bajo la hegemonía simbólica del nombre de un puerto que ni siquiera tenía las condiciones naturales para serlo efectivamente.

[14] www.santafe-conicet.gov.ar/…/04-livi_politica.html

[15] La Orden de Calatrava es una orden militar y religiosa, la más antigua de las españolas dado que fue fundada en 1158 para defender la ciudad del mismo nombre de los moros. Su poder fue muy importante, estaba compuesta por gente de la nobleza. Tenía como compromiso defender la fe católica y guerrear contra los moros, luego, a partir de 1652, la misión de defender la Inmaculada Concepción de María. En 1540 (por bula) el Papa autorizó a los caballeros a contraer matrimonio.

[16] En la revista Basconia, Anuario Vasco Argentino de 1956 se encuentran reproducidos gran cantidad de escudos de familias vascas.

[17] Terán, Oscar, Historia de las ideas en la Argentina. Buenos Aires, Siglo XXI, 2008. pp.155/189.

[18] Terán, Oscar, p.184.

[19] Todo es Historia dedica el año a la ciudad de Buenos Aires a través de una separata “Buenos Aires: IV Cumplesiglos” a cargo de María Sáenz Quesada y con autores invitados. En el número de enero está dedicado al siglo XVI y no hay referencias a escudos. Las imágenes que insertan son las de la virgen de Bonaria, grabados de Schmidl, la estatua de Garay, el óleo de Carbonero sobre la fundación, el plano de la ciudad. En el número de febrero, en la nota de inicio la imagen visual predominante es el escudo de Láriz.

[20] El registro dice: “Medalla conmemorativa de la celebración del IV Centenario de la Fundación de Buenos Aires y el I Centenario de su federalización. Medallón conmemorativo del cuarto centenario de la 2º fundación de Buenos Aires. Anverso: en el centro, busto en relieve de Juan de Garay, 2º fundador de Buenos Aires. Leyenda superior: Bs.As. al Gral. Juan de Garay; inferior: 1580-1980. Reverso: en el centro: en relieve el antiguo escudo de armas que dio Juan de Garay a la ciudad de Buenos Aires (águila y crías). Leyenda superior: En el IV Centenario de la Fundación. En el sector inferior tres estrellas de cinco puntas.

[21] Como lo señala Verbitsky, los miembros de la Cité Catholique integraron la organización clandestina Organizción de Ejercito Secreto (OAS) que luego fue desbaratada por Charles De Gaulle. Su capellán Georges Grasset fue el experto que distribuyó desde París a Madrid o Buenos Aires a los fugitivos, él llegó aquí en 1962. Todos ellos comenzaron a dar instrucciones a miembros de las fuerzas armadas.

[22] Verbitsky, Horacio, “La ciudad católica”. En El silencio. Buenos Aires, Página 12/Editorial Sudamericana, 2006.

[23] “Para el integrismo la Iglesia es una sociedad perfecta en el sentido que tiene un fin en sí misma, no subordinado a otro y debe asegurarse los medios para cumplirlo, ya sea de manera directa o requiriéndolo a otros, normalmente el Estado. La iglesia es contemplada como institución jurídica, más que como misterio de fe o sacramento de salvación que viene a proclamar la Buena Noticia. La situación deseable para la Iglesia es el “Estado católico”. En ese sentido se idealizan algunos períodos históricos, en particular la Alta Edad Media europea, en la cual el poder eclesiástico habría impregnado la totalidad de la estructura social y colocado bajo su influjo a los poderes estatales.” (Mignone 1986)

[24] El “Belgrano” fue el mote que empezó a circular en el HCD, inventado por los mismos radicales.

[25] Ámbito Financiero. 23.05.2000. “De la Rúa, en debut de la bandera porteña”; La Nación. 23.05.2000. “Flameará desde hoy la bandera porteña”; Clarín. 24.05.2000: “Plaza de la República, frente al obelisco. Por primera vez, izaron la bandera de la Ciudad”; La Nación. 24.05.2000: “Ya flamea la bandera porteña”

Crónica, 24.05.2000: “Feliz cumpleaños, obelisco”; BAE. 24.05.2000. Foto .Al pie de la foto “Ayer comenzó a flamear la bandera de la ciudad de Buenos Aires. Fue izada en el Obelisco por el Jefe de Gobierno Enrique Olivera, junto a Domingo Cavallo, Gustavo Béliz (oculto), quienes precisamente ayer desistieron formalmente del ballottage ante la Justicia Electoral” (también se a José M. García Arecha); El Cronista. 24.05.2000; “Acto por los 64 años del monumento. Estrenan bandera en el Obelisco”; Diario Popular. 24.05.2000: “Flamea por primera vez la bandera de la ciudad de Buenos Aires”; La Prensa. 24.05.2000: “Fue izada por el jefe de gobierno porteño. En el Obelisco flamea la bandera de Buenos Aires”.

[26] La Comisión de Interpretación estaba presidida por Pablo Melfi, UCR, fallecido hace unos días; sus otros integrantes eran: Jorge Castells, vice-pres. PJ (fallecido); Humberto Bonanata, UCR; Gabriela González Gass, UCR (fallecida); Inés Pérez Suárez, PJ; Guillermo Oliveri, PJ; Raúl Puy, PS; Aníbal Ibarra, FG; Crespo Campos, UCD. Los presidentes de bloques mayoritarios eran, por la UCR: Carlos Lousán (fallecido) y por el PJ: Víctor Pandolfi (fallecido). La presidencia era ejercida por Juan José Pico, PJ, durante el debate la ejerció en algunos momentos, y en otros Raquel Kismer del mismo partido. Sólo Ibarra no había firmado el proyecto, sí lo había hecho el socialismo, que, posteriormente, retira la firma. Pablo Melfi, que ese día sólo estuvo en el homenaje a Illia y se retiró, tampoco se  hizo presente en la sesión posterior. Otra ausencia notable fue la de Juliana Marino, como así también el silencio de los presidentes de los bloques que apoyaban (Louzán y Pandolfi), a excepción de Crespo Campos.

[27] La Comisión 209 intervenía en los asuntos de nomenclatura. Reunía a los presidentes de los bloques, al del HCD y al de la Comisión de Cultura.

[28] Puerto Madero, expediente Cabeza 463-C-95 (5f.), agregados los proyectos 2575 (9f), 3575 (6f), 2577 (4f) y 2578 (15f). Total de folios 39.

[29] Se vota, 7 por la afirmativa: Arellano, Fatala, Fernández (R), Ibarra, Jozami, Naddeo, Yelicic. 31 por la negativa: Bello, Bernasconi, Bonanata, Castells, Cortés, Crespo Campos, Fernández Héctor, Gabriele, García Arecha, González Gass, Grandinetti, Kismer, Larrosa, Lescano, Lestingi, Lombardo, Louzán, Martínez, Mendoza, Milone, Montiel, Narvaja, Oliveri, Pandolfi, Pérez Suárez, Rivas, Roselló, Salvatori, Sanpedro, Sanda y Siracusano (Francisco). (Creo que 16 UCR, 15 PJ, 2 UCD y 1 Modin)

[30] Por la Afirmativa:  Bello, Bernasconi, Bonanata, Castells, Cortés, Crespo Campos, Fernández Héctor, Gabriele, García Arecha, Grandinetti, Kismer, Larrosa, Lescano, Lestingi, Lombardo, Louzán, Martínez, Mendoza, Milone, Montiel, Narvaja, Oliveri, Pandolfi, Pérez Suárez, Rivas, Roselló, Sanpedro, Sanda y Siracusano (Francisco). Negativa: Arellano, Fatala, Fernández (R), Ibarra, Jozami, Naddeo, Yelicic. Abstención: González Gass y Salvatori.

[31] Despacho. Trámite 9100 del 8.9.1995. Concejal García Arecha: Despacho de la Comisión de Interpretación. Adoptar como bandera de la Ciudad a la que de hecho se encuentra instalada en los despachos del Intendente y de los Secretarios (expte. 3279-S-95). Honorable Concejo: A través de los presentes actuados el Sr. Concejal José María García Arecha propone adoptar como bandera oficial de la Ciudad de Buenos Aires un pabellón rectangular de un metro cuarenta centímetros de base por noventa de alto, que reproduzca, sobre fondo blanco, el escudo creado por Juan de Garay el 20 de octubre de 1580, cuya integración describe. Efectuado el estudio de legalidad al presente, no se advierten objeciones que formular. El Concejo Deliberante es el órgano facultado para crear los símbolos de la ciudad. La Ordenanza del 3 de diciembre de 1923 (AD 121.5) adoptó para la ciudad el escudo que ostentan hoy todos los edificios municipales, los sellos y membretes del papel oficial. Ningún reparo hay para que disponga la adopción de una bandera. Por lo expuesto, esta Comisión de Interpretación y Asuntos Legales pone a consideración del cuerpo la siguiente: ORDENANZA (49.669)

Artículo 1º.- “Adoptase como bandera oficial de la Ciudad de Buenos Aires el pabellón compuesto por fondo blanco, reproduciéndose en su centro la réplica del escudo creado por Juan de Garay el 20 de Octubre de 1580, integrado por un águila negra con su corona en la cabeza, cuatro hijos por debajo y una cruz colorada sangrienta que sale de su mano derecha”. Art. 2°. “La bandera será rectangular, de un ciento cuarenta centímetros (140cm) de base por noventa centímetros (90 cm.) de alto y el escudo se ubicará centralmente”. Art. 3°. “La bandera adoptada por el artículo 1 ° acompañará a la bandera nacional en todos los actos oficiales y presidirá los despachos de los funcionarios de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires”. Art. 4°. “Comuníquese juntamente con el dibujo que para mayor claridad acompaña, que forma parte de la presente ordenanza”. PUBLICACION. ORDENANZA N° 49.669. Boletín Municipal del 6/11/95 N°:20.157, pág. 103.411.

[32] Informe Instituto Histórico. C. E. Nº 90856 de 1995, Buenos Aires, 12 de octubre de 1995.- “MOTIVO: ref. Adóptese como bandera oficial de la ciudad de Buenos Aires escudo de Garay

Sr. SUBSECRETARIO DE CULTURA: A fojas 2 de estos documentos se presenta el proyecto de Ordenanza por el que se adopta como Bandera oficial de la ciudad de Buenos Aires el 20 de octubre de 1580. Atengo ello este Instituto cumple en informar:

  1. La bandera de una ciudad es un símbolo que la representa e identifica.
  2. Si bien el escudo de Garay (anexo 1) que ha inspirado la bandera propuesta fue el primero ideado para la ciudad cabe consignar que el mismo prácticamente no fue utilizado ni reconocido ya que pocos años después se diseñará uno nuevo que desconoce el anterior.

Por otro lado el escudo del águila en general no representa al fundador de la ciudad sino a Ortiz de Zárate (ver anexo 2).

III. Si bien es cierto que el Consejo de Indias resuelve el 20 de septiembre de 1591 acceder a lo pedido por el Cabildo de Buenos Aires, pasaron casi 50 años hasta que fuera preocupación de los cabildantes -vecinos- que en sesión del 5 de noviembre de 1649, resuelven que la ciudad tenga su escudo de armas como otras ciudades cabeceras de provincias de España e Indias, dando conformidad a la propuesta del gobernador Jacinto de Láriz. Este escudo fue dibujado en la misma acta del Cabildo e intercalando en su texto (anexo 3. fotocopia del acta). En este -según puede verse- aparecen ya los atributos que luego registra el escudo definitivo de la ciudad: la paloma (Espíritu Santo, es decir Santísima Trinidad, primer nombre de la ciudad fundada por Garay) en el cuartel superior y el ancla (puerto) en el cuartel inferior.

  1. En la sala principal del Cabildo de la ciudad se encuentra un óleo (1744) que repite los atributos anteriores y aparecen los dos barcos que si bien no se incluyen dentro del escudo, comienzan por configurar una IDENTIFICACION de los atributos con la ciudad MISMA (anexo 4).
  2. Años después, en diferentes proclamaciones de reyes, quedan incluidos los barcos de la medallística.
  3. En 1852, al organizarse el gobierno municipal, la Corporación encargó a su Comisión Municipal que organizara el sello de Municipio. Esta comisión integrada por los señores Gabriel fuentes, Emilio Agrelo y Domingo Sarmiento proyectó el sello que debía usar el Municipio (anexo 5). La comisión se expidió diciendo que no vacilaba en aconsejar que se adoptara el escudo con dos navíos anclados en un mar espumoso, plateado, con una paloma volante en medio, en campo celeste, que simboliza el Espíritu Santo.

Como puede apreciarse al decidir el sello la Comisión tuvo en cuenta la tradición. Desde ese momento este fue el escudo que puede verse en los edificios municipales.

VII. Finalmente el 3 de diciembre de 1923 se dictó la ordenanza que fijó oficialmente el escudo de la ciudad (anexo 6).

VIII. Atento lo expuesto en estos antecedentes este Instituto considera que no es aconsejable usar como símbolo un escudo que la ciudad prácticamente no utilizó y por lo tanto no pudo identificarse con él. Durante la gestión del intendente Osvaldo Cacciatore y en especial durante los festejos del IV Centenario, se intentó que convivieran ambos escudos. Este Instituto fue la institución que recibió varios proyectos de heraldistas que diseñaron posibles conjunciones de los dos.

A pesar de ello el escudo de Garay y esta reedición sufrió el mismo olvido que el original. Este hecho ratifica la opinión que manifestamos al principio del informe en relación a la bandera, y que hacemos ahora extensiva al escudo: “es un símbolo que la representa y la identifica”. En el siglo XX no se puede identificar a esta ciudad con un escudo -que ella nunca usó- y que está coronado por un águila imperial y que refiere a un imperio que NO EXISTE”.

[33] Queda el interrogante y la necesidad de develar con entrevistas y fuentes, porque el Intendente Saguier mantiene el pendón si bien de manera decorativa y pasiva, no asumiéndolo como una bandera.

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Información adicional

Categorías: Vida cívica, Historia
Palabras claves: Ciudad, bandera, Buenos Aires

Año de referencia del artículo: 2020

10mo Congreso

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