Trámites y proyectos relacionados con el entubamiento del arroyo Cildáñez. El nombre de este curso de agua, denominado por muchos despectivamente “arroyo de la sangre” por los desperdicios del cercano Matadero, provino de un propietario vecino de apellido Cidañez.1
“Ya en 1917, un grupo de vecinos clamó porque se ‘enderezara el curso de El Zanjón’, a cuyas orillas se reunían, en alegre anarquía, latas, desperdicios, envases vacíos y barro. Naturalmente, el gobierno comunal hizo saber que el asunto se estudiaría a fondo y se arbitrarían los medios para el arreglo. Pero pasaron los años y en noviembre de 1929, un cronista que tuvo la osadía de internarse en el páramo donde fluía el Cildáñez, escribía, interpretando una opinión vecinal: ‘Hagan ustedes un paseíto por Nueva Chicago y lléguense como para tomar buen aire hasta el arroyo que corre a poca distancia de la puerta principal de los mataderos de Liniers. Allí encontrarán ómnibus y volantas, nutrida edificación familiar y establecimientos industriales’. El periodista ponía luego en duda la resistencia de la capacidad olfativa del audaz que efectuara la excursión.
Otra vez el Gobierno y la municipalidad decidieron tomar cartas en el asunto. Se designó una comisión de entendidos, que debía elaborar un extenso informe preliminar. De inmediato se iban a adoptar las soluciones. Los diarios de la época no dicen si el proyecto llegó al despacho de Yrigoyen, pero existen buenas razones para creer que el Viejo, no alcanzó a enterarse. Y si lo hizo, la burocracia engulló otro expediente más.
Saltamos al año 1940. Ya el barrio era compacto, en plena expansión. Miles de personas vivían en el radio delimitado por Echeandía, Mozart, Av. Castañares y Lacarra. “Desde aquí estamos a 25 cuadras de la Plaza Flores. Se llega rápidamente a Banfield y Lomas de Zamora. Pero ésta es una ínsula degradante”, señala un informe. De los terrenos que antaño cobijaban fábricas de ladrillos, quintas, potreros, nada quedaba. Pero el arroyo continuaba su curso, con sus orillas saturadas de basura, con sus olores y una colección espeluznante de roedores. Los vecinos dijeron: urge, ahora o nunca, el entubamiento del Cildáñez.
El directorio de Obras Sanitarias aprobó la suma de 2.200.000 pesos y el Jockey Club se mostró dispuesto a anticipar el dinero a la Municipalidad, impulsado por preocupados directivos. Fue encontrado un plano, que databa de la primera presidencia de Yrigoyen, con detalles de un entubamiento de 1287 metros.
Por fin, un día, el barrio se reunió para aplaudir el arribo de varias cuadrillas y equipos mecánicos. El entubamiento era un hecho. Desde la Av. General Paz hasta Remedios de Escalada y Basualdo avanzó el hormigón. Y allí se interrumpió. Desde este último punto hasta la Av. del Trabajo sólo se construyeron las paredes laterales del conducto. Pero, en cambio, nombróse una comisión técnica con funcionarios de Obras Sanitarias, la Municipalidad y el frigorífico. Sus conclusiones no se conocieron jamás.
Había otra idea: la emisión de bonos por 100 millones de pesos, que iban a ser colocados entre el vecindario. Tras profusa propaganda y comunicados de sumo optimismo, el asunto de los bonos quedó olvidado.
Después llegó Perón. Otra vez las comisiones vecinales golpearon las puertas de los despachos oficiales. Pero aquí hubo una interferencia: la continuación de la obra suponía —se dijo— el desalojo de decenas de “humildes familias”. Esos “humildes” significaban votos y, por otra parte, rechazaban terminantemente cualquier indemnización. Nada obstó sin embargo, para que el líder, en visita al Matadero, anunciara que el Cildáñez sería cubierto por una super carretera. Acallados los aplausos, siguió el olvido.
Así se llega a 1961. El intendente Giralt, con gran decisión, se arremanga. Se firman los contratos de obras de saneamiento del bañado de Flores y el entubamiento del Cildáñez. En total, la obra comprendería un tramo de cuatro kilómetros y medio, entre Basualdo y la Av. Coronel Roca. Roberto Burle Marx, un artista y urbanista brasileño, se encargaría de los arreglos forestales y de jardinería.
El lunes 22 de octubre de 1962 se inician los trabajos de entubamiento del Cildáñez. Modernos equipos móviles, decenas de técnicos y obreros son contemplados con orgullo por los vecinos. ¡Por fin! Digamos de paso, que el 21 de diciembre de ese año una terrible desgracia enluta la zona. Un omnibus con pasajeros se precipita al Cildáñez, en su desembocadura en el Riachuelo. Hay seis muertos.
Giralt deja tres mil metros de entubado. Los planes se interrumpen, naturalmente, con los hechos políticos. Pero algo se ha hecho. Resta, de ahí en adelante, la colocación de las planchas de cemento hasta el propio Riachuelo. El 15 de marzo de 1962 es día de gran fiesta. Sobre la estructura de hormigón, el intendente Rabanal celebra la concreción de anhelos populares. Pero una semana antes, el vicepresidente Perette, con Rabanal, Reinaldo Elena y Belnicoff, declaran terminado el tramo y hablan del triunfo radical. Rabanal dice a los vecinos que “sus hijos y nietos vean como interpretamos sus anhelos y deseos”.
Estamos en 1966. El Cildáñez, al internarse en el basural buscando el turbio Riachuelo, continúa con sus orillas heridas por la basura y su fauna de roedores. Los vecinos se organizan para pedir el entubamiento. Dicen que la fetidez del ambiente, el peligro de epidemias, etc. atentan contra el desarrollo del barrio. Este problema del Cildáñez, resueltamente, es una larga historia.”
1 – Cuya historia puede leerse en nuestro libro “SAN JOSÉ DE FLORES. El pueblo y el Partido. 1580-1880”, Buenos Aires, 1977.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año III – N° 13 – Diciembre de 2001
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Arroyos, lagos y ríos, Vida cívica, Popular. Mataderos, Parque Avellaneda, Villa Soldati
Palabras claves: arroyo Cildáñez, arroyo de sangre, flores, entubamiento
Año de referencia del artículo: 1960
Historias de la Ciudad. Año 3 Nro13