Poco después de fundado el poblado de San José de Flores, el doctor Juan José Paso adquirió a don Antonio Millán, el 10 de mayo de 1820, un lote de terreno despoblado frente a la plaza con 38 metros de frente sobre Rivadavia, haciendo esquina con Fray Cayetano Rodríguez. Lo compró tal vez con la idea de construir allí una casa para residir en los últimos años de su vida en un pueblo amable no muy alejado de la capital y cercano a la quinta que ya poseía en la zona sur de Flores. Tenía entonces 62 años y su carrera política parecía haber concluido. Ese año había sido detenido y puesto en prisión, acusado injustamente de hallarse implicado en negociaciones con los portugueses. No olvidemos que 1820 fue un año de grave anarquía política y hubo hasta tres gobernadores en un solo día.
Luego las cosas cambiaron, Paso integró como diputado la Junta de Representantes y continuó su actividad política. El terreno del pueblo, mientras tanto, permanecía baldío, hasta que lo vendió a don Ildefonso Ramos Mejía el 10 de febrero de 1829 ante el escribano Castañaga.
En cambio, continuó con la posesión de su chacra, lindera con el Polvorín de Flores que había adquirido muchos años atrás, hacia 1805 ó 1806 a don Isidro Lorea y que pobló con numerosas plantas y árboles frutales. Esta quinta, dividida en dos fracciones, tenía una extensión de poco más de 20 cuadras cuadradas y de allí salieron los primeros árboles que se plantaron para adorno de la plaza de Flores.
En ella había edificada una casa de 18 habitaciones, muros dobles, pisos de baldosas con techos de azotea que estaba rodeada de rosales y parras de uva moscatel. Tenía dos salas, dormitorio, un cuarto, un corredor al frente de 24 varas de largo, un mirador al que se ascendía por una escalera de 13 escalones, despensa, cocina, caballeriza con cochera, altillo y un horno para pan.
Cuando falleció se hizo una valuación de la misma y el tasador contó más de 200 rosales; en los alrededores, podían apreciarse valiosos perales, manzanos, higueras, naranjos, membrillos y un monte con unas 50.000 plantas de duraznero común. Este último hacía varios años que no se cortaba y así se lo dejó, para incentivar con su leña a los futuros interesados en la propiedad.
No obstante, por su profesión de abogado y su actividad política, Juan José Paso residía en la ciudad, pero pasaba temporadas en su quinta y la habitó en forma casi permanente en los últimos años de su vida, en compañía de algunos peones y de su cocinera Juana Ricardez.
El prócer, que permaneció toda su vida célibe, hallándose gravemente enfermo al cuidado de los doctores Salvio Gaffarot y Justo García Valdez, llamó al escribano Agrelo y extendió su testamento largo el 3 de septiembre de 1833. Falleció el 9 a los 75 años de edad.
Dejó pocos bienes: su quinta de San José de Flores, un terreno edificado en la calle de Potosí esquina Salta, los muebles de su habitación y un esclavo llamado Domingo. En su testamento designaba albacea a su hermano Ildefonso1 y heredera a su sobrina María Josefa Almandos, que podía elegir una fracción de chacra o cualquiera de sus restantes bienes y el resto repartirlo en partes iguales a sus otros sobrinos, hijos de su difunto hermano don Francisco y de María Mercedes Coronell. Eran ellos, Victorio, Flora, Juan José, Josefa, Teodora y Manuela Paso, solteros y Francisca, esposa de Clemente Miranda, Jacinta, mujer de Valerio Sánchez y María del Rosario casada con Nemesio López. Por su parte, la señorita Almandos era hija de su hermana María Ventura Paso y de don Francisco Almandos.
La situación económica de estos herederos, en su mayoría menores de edad, era de total insolvencia. La señorita Almandos, que estaba en mejor situación económica, eligió el predio de la calle Potosí y dejó la chacra a sus primos, pero debió hacerse cargo de los gastos de la testamentaria que incluían los honorarios de los médicos, las medicinas, el ataúd, los refrigerios, las esquelas, los coches de acompañamiento fúnebre y hasta el pago de un “barbero que afeitó al finado”.
Sus reclamos de pago a los otros coherederos se volvieron insistentes y ante la amenaza de ejecutarlos, el 15 de abril de 1834 los sobrinos de Paso firmaron un compromiso hipotecando la propiedad a favor de la acreedora a un interés del 1 1/2 por ciento mensual por la suma de 1922 pesos y l real que importaba la deuda.2
El 26 de julio de 1834 se hizo una detallada tasación que alcanzó la suma de 46.471 pesos, en su mayor parte valor de las plantas, que superaban incluso al del mismo terreno. Pero los meses pasaban sin novedad y María Josefa Almandos decidió realizar el cobro de la deuda por vía ejecutiva.
El 16 de enero de 1835 el juez Dr. Roque Sáenz Peña, embargó la quinta que estaba ocupada por Jacinta Paso y administrada por su esposo, el teniente coronel Valerio Sánchez, para pago de la acreedora.
Notificados los herederos, afirmaron que no tenían dinero para abonar la deuda. Más aún, María Mercedes Coronell expresaba: “no tengo absolutamente nada con que sustentarme y dar de comer a dichas mis hijas”. El único bien que poseían era la quinta de Flores y a sus productos apeló doña María, pidiendo se le participara de los ingresos por leña y frutas y se le entregara mensualmente cien pesos para supervivencia de su familia.Los fallidos intentos de venta
No había otra solución viable que desprenderse de la propiedad y el 20 de enero de 1835, se intentó venderla en forma particular, insertando en “La Gaceta Mercantil” el siguiente aviso:
“SE VENDE. La hermosa chacra
conocida por del Dr. Paso,
en el partido de San José
de Flores, con una hermosa casa y catorce cuadras de monte,
en el mejor estado; y a más
tres cuadras de frutas exquisitas; se da a un precio equitativo.
El que quiera comprar ocurra
a la calle del Parque, en
la quinta del finado
D. Francisco Paso, darán razón.”
Como no hubo interesados, no tuvieron más remedio que decidir la subasta de la quinta, “que se vende para el pago de una acreedora”. El 12 de marzo se pregonó la venta sin postulantes, realizándose otro pregón el 21 y un tercero el 30 sin haberse presentado ninguna oferta. La señorita Almandos opinaba que ello se debía a lo elevado de su base, por lo que se decidió que don Santiago Moraña, tasador oficial de quintas, realizara una nueva valuación. El 14 de octubre de 1835, se retasó el terreno en 10.340 pesos, los frutales, montes y plantaciones en 17.510 y el total ascendió a 40.690 pesos. Un mes después, se fijaron en los parajes públicos una docena de carteles que decían:
“¡Viva la Federación! Aviso Judicial.
En los días tres, cuatro y cinco del
entrante Diciembre por disposición
del Señor Juez de Primera Instancia Doctor Don Roque Sáenz Peña, se han
de hacer almonedas y remate de una quinta, edificios y plantíos que quedó
por fallecimiento del Doctor Don Juan José Pazos, la que se halla situada en
el Cuartel Segundo de la Campaña,
y en las inmediaciones de San José
de Flores; cuyo terreno se compone de veinte y media cuadras cuadradas,
con mas un sobrante de cuatro mil
ochocientas varas cuadradas. Tasada
en la cantidad de sesenta y ocho mil
novecientos cincuenta pesos moneda
corriente. Las personas que se interesen en ella, pueden ocurrir a la oficina al cargo del Escribano López, hoy al cargo del que subscrive donde encontraran
sus tasaciones. Buenos Ayres, Noviembre veinte y ocho de mil ochocientos treinta
y cinco. Izaurralde.3
No obstante haberse pregonado el 3 y 4 de diciembre “por todo el espacio de la tarde hasta puesto el sol”, ante la desesperación de los propietarios, tampoco aparecieron postores. Unos meses después, a pedido de la acreedora María Josefa Almandos la quinta se sacó nuevamente a remate en los días 18, 19 y 20 de agosto de 1836, sin conseguir ninguna oferta. Era el tercer remate fallido.
La demandante, dispuesta a cobrarse de cualquier forma lo que se le debía, pidió se rebajara su tasación y se sacara nuevamente a subasta, lo que motivó la reacción de María Mercedes Coronell, quien no sólo le contestó sus escritos realizando diversos cargos contra su sobrina, sino que también solicitó se declarara nulo y sin ningún valor el convenio que habían firmado sus hijos garantizando la deuda con el valor de la chacra. Señalaba que ella no había sido consultada para la firma de este documento, extendido bajo presión de la acreedora y que el Defensor de Menores no había intervenido para evitar los graves perjuicios que provocaba a sus hijos menores.
No se quedó atrás la señorita María Josefa; puso en duda que los hijos de doña María Mercedes fueran aún menores y pidió se exhibieran las partidas de nacimiento.
Por su parte, el Defensor de Menores si bien rechazó la revocación del documento que pretendía la señora de Paso, intimó a la señorita Almandos para que entregara una cuenta pormenorizada de los gastos para justificar la suma de 3844 pesos que pretendía.
Mientras tanto, la chacra seguía en poder del teniente coronel Sánchez, cuya administración también fue cuestionada por María Mercedes Coronell dando lugar a lamentables incidentes y roces,4 lo que nos da una idea de la frustración y violencia que provocaba la difícil situación económica que atravesaban los herederos Paso.
Así en medio de disputas bizantinas, llegamos al año de 1838; la chacra se había venido cada vez más a menos, en un abandono tal que llovía dentro de las habitaciones haciéndolas totalmente inhabitables.
Finalmente, en forma inesperada apareció un comprador. Así lo comunicó María Mercedes Coronell viuda de Paso, tutora y curadora de sus hijos menores al Juez Dr. Cayetano Campana, cuando pidió autorización para la venta:
“que después de repetidas diligencias para el remate de la Quinta en que somos partícipes por iguales partes en la cláusula séptima del testamento del dicho Doctor Paso, no se ha conseguido la enajenación de esta finca, pero al fin hemos convenido con Don Joaquín de Achával en venderla por treinta y dos mil pesos moneda corriente al contado, en cuyo conttrato hemos tenido presente que si la quinta subsistiese en común, se menoscabaría sucesivamente hasta arruinarse del todo”.5
El 14 de mayo de 1839, el juez autorizó la venta de 20 1/2 cuadras con mas un sobrante de 4800 varas cuadradas, que lindaban por su frente al este con Romualdo Segurola, por su fondo al oeste con el finado Antonio Millán, por el sur con los herederos de Salvador Domínguez y por el norte con Andrés Valenzuela. Al día siguiente, los herederos le extendieron la escritura a Joaquín de Achával6 procediéndose en ese mismo acto a cancelar la hipoteca con parte del importe recibido, que quedó reducido a 26.793 pesos.
Pero no terminarían allí los problemas, de acuerdo con un decreto de contribución forzosa del 30 de septiembre de 1812, sobre esta suma el gobierno les iba a deducir un tanto por ciento de impuestos.
Fue entonces cuando hicieron una fundada súplica para que se les condonara esta suma, basados en que la situación económica de los nueve hijos del finado don Francisco Paso era afligente y notoria su pobreza. “Entre estos nueve partícipes, –decía el albacea Ildefonso Paso–, hay siete mujeres de las cuales cinco se hallan aún solteras, sin tener otros arbitrios para vivir que los que puede proporcionarles la industria y trabajo. Mi hermano, afirmaba, quiso hacer una verdadera obra de bien”: “mandando distribuir sus bienes entre personas miserables de notoriedad y destituidas de todo auxilio y protección. Su sexo y las especiales circunstancias en que se encuentran los beneficiados son motivos bastantes para calificarlos como tales, y para que si por ellos no se les considera exentas de aquella contribución se haga lugar al menos a la condonación que reclamo en su favor, de la beneficencia del Gobierno. La calidad del instituyente exige también de V.E. la gracia que solicito. Mi hermano ha sacrificado sus mejores años al servicio público, y ha consagrado especialmente todos sus esfuerzos al triunfo de nuestra libertad. La causa de la emancipación ha tenido siempre en el un ilustre defensor: la hizo suya desde su nacimiento, ha contribuido poderosamente a su conservación, y ha muerto con la patriótica satisfacción de haber sido uno de los personajes que más han trabajado por su consolidación. Tales servicios exigen al menos la consideración que reclamo en favor de las personas a quienes ha querido beneficiar en sus últimos momentos”.
Finalmente, Viamonte y su Ministro de Hacienda, Manuel J. García, condonaron la deuda con la siguiente resolución:
“Buenos Ayres, 9 de Diziembre de 1833. Teniendo en vista los importantes y desinteresados servicios rendidos a favor del País, por el finado ilustre y virtuoso ciudadano Dr. Dn. Juan José Passo, como asimismo el desamparo y orfandad de los sobrinos de este, en cuio favor legó sus cortos bienes y considerando que la disposición de 30 de Septiembre de 1812, que estableció el derecho de herencias transversales, en el alto impuesto que hoy se recauda, fue una providencia puramente de circunstancias, las cuales han desaparecido desde que terminó la guerra de la Independencia, y que por lo tanto debe consultarse, cuando no la supresión del Ramo al menos la disminución del gravamen, fixándolo en proporción a las actuales circunstancias del País: el gobierno por todo, estima conforme a equidad y justicia otorgar la ecepción que se solicita en obsequio de una familia digna por tantos títulos de su consideración y de la estimación pública.”7
La venta de la chacra dio para cada uno de los herederos Paso la ínfima suma de 2977 pesos.
El cónsul Coelho de Meyrelles
Don Joaquín de Achával, el nuevo comprador, se había dedicado con gran suceso al comercio, reuniendo una regular fortuna. Ocupó además diversos cargos públicos; fue el último Regidor del Cabildo de Buenos Aires en 1821 y, suprimido este, pasó a desempeñarse como Jefe de Policía. En este cargo, se destacó por sus iniciativas para el arreglo de calles y caminos, reglamentación del juego, teatro y diversiones, alumbrado público, organización del Cuerpo de Serenos, etcétera, demostrando probidad y una acrisolada honradez.
En 1823 se apartó de la política para dedicarse a su vida privada trabajando la chacra de San José de Flores y una estancia en la provincia que administraba su hijo José Víctor de Achával, fallecido prematuramente.
Don Joaquín vivió algunos años en Europa y en 1836 ocupó el cargo de prior del Consulado de Comercio de Buenos Aires, ciudad donde falleció a los 52 años de edad, el 31 de julio de 1844. Lo heredaron su esposa y albacea doña Camila Gonçalvez y su hija menor Camila de Achával. La chacra de San José de Flores con sus 20 1/2 cuadras cuadradas más el sobrante mencionado, fue tasada en 160.000 pesos moneda corriente pero, durante mucho tiempo, como había ocurrido antes con los Paso, no hubo interesados en su compra.
Finalmente, José Coelho de Meyrelles le brindó lo que la viuda llamó “la oportunidad inesperada”; adquirirla por el mismo precio en que fue tasada en la cuenta de partición de bienes de su esposo y la liberó –según expresaba al juez– de poner en manos extrañas un trabajo que ella no podía asumir por sí misma. El Asesor de Menores autorizó la venta y la operación se concretó el 7 de junio de 1847. El comprador abonó 60.000 pesos al contado y el resto a 60 días.8
Don José Coelho de Meyrelles, era portugués; había nacido en 1814 en la isla Brava del Cabo Verde donde su padre era Gobernador Militar. Estudió en Francia y en la Universidad de Coimbra y se radicó muy joven en Buenos Aires, casándose el 2 de agosto de 1835 con doña María Acosta, con quien tuvo dos hijos, José Manuel y Federico, pero sólo sobrevivió este último. Meyrelles, un apuesto y activo empresario, comerciante e industrial, reunió en pocos años una colosal fortuna, siendo designado Cónsul de Portugal en Buenos Aires, donde prestó importantes servicios a su patria. Ellos le fueron reconocidos en 1854 cuando el príncipe regente Fernando de Braganza lo nombró Caballero de la Orden de Nuestra Señora de Villa Vicosa.
Por esa época estaba asociado con empresarios portugueses y brasileños, encabezados estos últimos por el barón de Mauá, para realizar exploraciones en la zona de Mar del Plata donde organizó en sociedad tres estancias llamadas “Laguna de los Padres” de 31 leguas cuadradas, “La Armonía” de 5 1/2 y “San Julián de Vivoratá” de 12 1/2, en tierras que le transfirió José Gregorio Lezama y que fueron el origen de la ciudad de Mar del Plata.
Allí se erigieron edificios y muelles, se hicieron importantes plantaciones, se puso en funcionamiento un saladero y se pobló con numeroso ganado de animales vacunos y caballares. En 1857 por venta de la parte del barón de Mauá, que poseía el 90 por ciento de las acciones, las tres estancias con sus establecimientos pasaron a ser de su exclusiva propiedad. Para ello contrajo una abultada deuda de dinero con Federico Plowes, que nunca pudo levantar.
Para esta compra, Meyrelles le había traspasado en 1856 a José Gregorio Lezama su casa de altos y bajos en la calle Belgrano 97 al 101 que había pertenecido a Diego Brittain y al año siguiente su quinta de la Calle Larga de Barracas y su chacra de San José de Flores, compuesta esta última por 20 1/2 cuadras cuadradas, linderas por el este con Romualdo Segurola, por su fondo al oeste con Claudio Stegmann, por el costado del sur con Salvador Domínguez y por el norte con los herederos de Andrés Valenzuela.9
Finalmente, el cónsul Coelho de Meyrelles, primer poblador de la zona, debió vender sus tres estancias el 26 de septiembre de 1860 a don Patricio Peralta Ramos, considerado el fundador de Mar del Plata. Aquejado de una grave enfermedad cardíaca falleció prematuramente en Buenos Aires el 18 de mayo de 1865, a los 51 años de edad.
La chacra pasa a la familia Morillo
Los Morillo eran cuatro hermanos, Máxima casada con Elías O’Gorman, Josefa Nicolasa, Juan Manuel y Baldomero Gervasio,10 hijos de Manuel Morillo, porteño y de Ramona Arroyo, natural de Montevideo.
Su padre había poblado una estancia en tierras del estado, que le fue escriturada a su nombre entre los años 1836 y 1838 y que a su fallecimiento heredaron sus hijos. Se denominaba “Estancia San Ramón” y estaba ubicada sobre el arroyo de Azul, con 29 leguas cuadradas de terreno.
Por esa época, don José Gregorio Lezama estaba interesado en comprarles las cabezas de ganado de toda especie que la poblaban. Para este fin, convinieron en arrendársela por siete años en la suma de 60.000 pesos moneda corriente con derecho a establecer poblaciones, corrales y lo demás necesario para la mejor conservación de los animales. El contrato se firmó el 11 de julio de 1857 y se protocolizó el 1 de enero de 1858.11
En pago de los arrendamientos, Lezama les transfería la chacra de San José de Flores y la casa de la calle Belgrano que habían sido de Meyrelles, a excepción de la leña existente, “una carreta nueva, ocho bueyes, seis vacas y tarquinos y todo lo demás que exista tanto en animales como en herramientas y útiles de labranza, enseres y cuanto pertenezca a la referida quinta”.12
Esta chacra, que el censo de contribuyentes de 1863 estimaba en 16 cuadras cuadradas, considerada una de las tres más valiosas del partido de Flores, había sido valuada en 400.000 pesos. Los hermanos Morillo conservaron la propiedad durante algunos años y luego de un arreglo de cuentas entre ellos, la finca quedó dividida: una fracción correspondió a Baldomero y dos a Juan Manuel. Este último vendió su parte el 17 de octubre de 1870 a Luis Repetto, señalando que se trataba de una casa quinta con corral de material, arboleda, potreros y cercos, situada en el Cuartel Primero del Partido de San José de Flores.
Su frente sur de 500 metros, calle de la Pólvora en medio, lindaba con doña Jacinta Piris, su costado del oeste medía 548 metros, calle sin nombre en medio limitaba con Claudio Stegmann; por el este 318 metros linderos con la fracción de Baldomero Morillo y por el norte, 517 metros, con Federico Neild y Guillermo Wilson. Como era de forma irregular tenía otro frente al noroeste de 345 metros. En resumen, le vendía “todo lo que resulte entre las calles públicas, cercos y linderos.”13 El comprador pagó 470.000 pesos moneda corriente.
Cinco años después, se ofreció otra fracción de la chacra de Morillo compuesta por cinco manzanas, subastada el domingo 16 de abril de 1873 por los martilleros Rodríguez, Larrazábal y Cia. Se iniciaba con ello la urbanización de los terrenos y la formación de casas quintas, que hicieron famoso como residencia de descanso al vecino pueblo de Flores. En el extenso aviso publicado en los diarios, los rematadores afirmaban que estas tierras se encontraban “en el centro de la gran colonia inglesa”:
“Cada manzana dividida en 4 lotes.
Uno con acción a los demás. También venderemos varios lotes chicos de 10,
20 y 30 varas. Están rodeados –
afirmaban- por magníficas quintas,
Repetto, Estrada, Neild, Arana y Morillo.
La capilla nueva a un paso. La gran
calle de Circunvalación pasa por
el frente de las manzanas. Terrenos
altos y pintorescos situados sobre
la loma. Dominan toda la población
y campaña. Nada más hermoso,
nada más ventilado. Verdadero
paraíso para formar quinta. En la
quinta del Sr. Terrero, en la calle
real habrá una bandera para indicar
la calle por donde deben ir
los compradores”.14
Ese mismo año, volvieron a ofrecerse estas tierras, en un remate que se realizó el 5 de septiembre. Decía el detallado anuncio que ellas estaban ubicadas:
En la pintoresca loma de San José
de Flores, a poca distancia de la calle
Rivadavia, tras la capilla del Padre
Rebollo. Contiguo a las casas quintas
de Repetto, Arana, Pedro Smith,
Estevarena y donde han comenzado
a edificar los Sres. Senillosa, Amadeo, Merlo y otros”.15
El entusiasmo por vender en Flores, denominada “la nueva ciudad de Buenos Aires”, se reflejó ese año de 1873 en un anuncio que decía:
“El progreso representado por
el macadan, (sic) los tramways,
los Colegios-modelos, los Teatros,
los mercados, los magníficos restaurants, los baños públicos, los palacios,
los chalets, los paseos, las flores, etc. etc. en fin, por la sociedad más distinguida de Buenos Aires. Allí remataremos…”
Para tener una idea de la rápida valorización de la zona y el interés por edificar residencias allí, diremos que en diciembre de 1873, la quinta de Federico Neild que había sido valuada en 750.000 pesos moneda corriente, fue comprada en 1.250.000 por el señor Manuel Rocha.
La fracción de Baldomero Morillo
Liquidada la mayor parte de la chacra, la última fracción de la familia Morillo fue conservada por Baldomero durante toda su vida y la incrementó además, adquiriendo parte de las tierras que su hermano Juan Manuel había vendido a la familia Repetto.
En noviembre de 1863, casó con la porteña Dolores Pereyra con la que tuvo siete hijos,16 habitando con su familia una casa de la calle Uruguay 289, pero murió accidentalmente mientras se encontraba en su quinta de Flores el 13 de abril de 1884. Tenía solo 48 años.
Para entonces su patrimonio se había incrementado; además de las tierras del Caballito, era propietario de una casa de once habitaciones en la calle Florida 920 y campos en 25 de Mayo. La quinta de Flores tenía su frente de 241 metros a la calle de la Pólvora, llamada sucesivamente Av. Campana, Dr. Quirno Costa y hoy Eva Perón y hacía esquina con la del Bañado, bautizada más tarde Bella Vista y hoy Curapaligüe, donde se extendía hacia el oeste unos 218 metros.
La sucesión de don Baldomero se inició el mismo año del fallecimiento y en 1887 la chacra fue tasada en 47.716 pesos moneda nacional, correspondiendo 42.612 al terreno, estimado en un peso el metro cuadrado y 5.103 a los edificios con 12 habitaciones, horno, cocheras, aljibe, pozo de balde con piletas, un molino de viento para agua y un palomar.17 Ubicada en un terreno elevado, la propiedad estaba arbolada con más de 200 añosas casuarinas, eucaliptos y olivos, además de frutales.
El hecho de que la mayoría de los hijos eran por entonces menores de edad y uno de ellos, demente, demoró durante años la resolución de la testamentaria. Así llegamos a 1902 en que la chacra fue mensurada nuevamente por el agrimensor Jerónimo de la Serna, valuándola en 57.000 pesos moneda nacional y dividiéndola en seis fracciones. La correspondiente a la esquina de Curapaligüe y Eva Perón donde estaba la casa principal, fue adjudicada a la viuda Dolores Pereyra y las restantes a sus hijos sobrevivientes a razón de 9.500 pesos a cada uno.
La quinta estaba arrendada y en los edificios de Curapaligüe 855 funcionaba la Dirección General de Educación Física, pagando un alquiler de 200 pesos mensuales a los Morillo.
En la década de 1950 todavía subsistía el terreno indiviso en poder de los herederos de esta familia. Fue entonces cuando la Municipalidad de Buenos Aires lo adquirió para erigir allí el complejo habitacional denominado “Barrio Simón Bolívar”.
En planos actuales, la chacra de don Baldomero Morillo, último resto de la quinta del Dr. Juan José Paso, ocupa el espacio comprendido entre las calles Dávila, Fernández Moreno, Curapaligüe y Eva Perón.
1.- Ambos eran hijos de Domingo Passo que figura con la profesión de panadero y de doña María Manuela Fernández Escandon. Juan José, nacido en 1758 era el mayor de los cuatro hermanos, Ildefonso, Francisco y María Ventura Passo.
2.- A.G.N. Registro 1. 1834. Escribano Victoriano Vila. Folio 79v.
3.- A.G.N. Tribunales. Sucesión 7396.
4.- Sánchez renunció como administrador luego de discutir por la posesión de un carrito y acusó a su suegra de llevarse una escalera, la soga del pozo y otros elementos de la chacra.
5.- A.G.N. Registro 1. 1839. Escritura del 15 de mayo de ese año ante Luis López.
6.- Escritura idem.
7.- A.G.N. Tribunales. Sucesión 7396.
8.- A.G.N. Registro 1. 1847. Escribano Mariano Cabral. Folio 415.
9.- A.G.N. Registro 5. 1856. Escribano Castellote. Escritura del 11 de agosto de ese año.
10.- Estos hermanos eran de notoria filiación federal. Juan Manuel fue Juez de Paz de Pila en el conflictivo año 1840, localidad donde procedió a confiscar, de acuerdo con un decreto de Rosas, diversas propiedades a los unitarios de ese partido. Muchos años más tarde, entre 1876 y 1879 fue diputado nacional. Era poseedor de vastas extensiones de terrenos en Palermo, vecinas al Parque 3 de Febrero, que conservaba todavía en 1888.
11.- Parece que el contrato no duró mucho, pues el 15 de enero del siguiente año, los hermanos Morillo la vendieron a Nicolás y Juan Anchorena. (A.G.N. Registro 1. 1859. Folio 454v.)
12.- A.G.N. Registro 5. Escribano Castellote. Escritura del 14 julio 1857.
13.- A.G.N. Registro 1. 1870 Tomo 3. Escribano Mariano Cabral. Escritura del 17 octubre 1870. No olvidemos que dentro de la antigua quinta de Paso existían varias hectáreas que compró a doña Agustina Echevarria de Pesoa, de la suerte lindera por el este, que luego quedaron incluidas en las tierras de los Morillo.
14.- La Prensa. 23 marzo 1873.
15.- La Prensa. 5 septiembre 1873.
16.- Eran sus hijos, Mariano Amancio Elías, Baldomero, Manuela Andrea esposa del Dr. Julián Panelo, Ramona Josefina del Corazón de Jesús, María Elena Silveria y Dolores Ramona Adoración Morillo, esposa de Alberto Martínez.
17.- A.G.N. Tribunales. Sucesión 7039.
Información adicional
Año VII – N° 36 – junio de 2006
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: ARQUITECTURA, Palacios, Quintas, Casas, ESPACIO URBANO, Historia, Mapa/Plano
Palabras claves: Paso, Quintas, Chacras, Venta, Primera Junta
Año de referencia del artículo: 1830
Historias de la Ciudad – Año VI Nro 36