La base original del acervo del Museo Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, el tradicional “Museo Saavedra”, tuvo su origen en el importante legado que con tal fin destinara en su testamento Ricardo Zemborain.
Como veremos en el cuadro genealógico que se encuentra al final de este trabajo, Serviliano Ricardo Rafael Zemborain, llamado habitualmente Ricardo, nació en 1871, hijo de Serapio Zemborain y de Carlota Martínez. Nada sabemos de sus primeros años. A juzgar por fotografías en poder de Maud Beatriz De Ridder de Zemborain, de quien era tío tatarabuelo político, su ánimo era festivo y le atraía la vida rural, en consonancia con las actividades familiares.
A los veinticuatro años, el 28 de marzo de 1895, contrajo matrimonio con Ema Frers, cinco años menor, lo que constituyó un acontecimiento social en el Buenos Aires finisecular. El matrimonio no fue un éxito. Casi desde el comienzo se produjeron desinteligencias aunque convivieron, al menos los últimos años de su unión, en la casa de la calle Talcahuano 1186, donde Ricardo acumuló antigüedades, cuadros y otros objetos de colección y un conjunto importante de monedas de oro y plata, libros y periódicos antiguos.
Finalmente, después de varios años de una situación anómala, el 18 de agosto de 1909 la señora de Zemborain promovió demanda de divorcio, en cuyos fundamentos hacía graves cargos a su marido.
Éste, a su vez, redactó sucesivamente tres testamentos: el primero, días después de la demanda de su cónyuge, de fecha 6 de septiembre de 1909, con un legado para ella; el segundo, del 2 de noviembre, en el que revoca el anterior y el tercero, del 28 de marzo de 1912, que incluye diversos legados pero no rectifica el revocado a Ema Frers. Zemborain falleció de tuberculosis el 5 de abril, ocho días después de redactado el documento.
Este testamento fue homologado por el juez el 7 de noviembre de 1913 y por la Cámara de Apelaciones en lo Civil el 14 de abril de 1914. De tal modo, su ex esposa quedó excluida de la sucesión no sólo por la revocación del legado sino también por la disposición del artículo 3575 del Código Civil, en su primitiva redacción, que establecía el cese de la sucesión entre cónyuges que vivían separados de hecho sin voluntad de unirse, como era el caso de Ricardo y Ema, aunque ésta intentó infructuosamente eludir dicha exclusión mediante algunas maniobras procesales.
Los legados
Descartada la viuda y como no había ascendientes ni descendientes, Ricardo tuvo total libertad de testar, conforme lo hizo el 28 de marzo de 1912.
Establecía que debía crearse un asilo de ancianos desvalidos de ambos sexos con el nombre de Asilo Ricardo Zemborain, bajo administración y vigilancia de la Municipalidad de Buenos Aires. Asimismo, los muebles, la biblioteca, la galería de cuadros y las colecciones numismáticas y artísticas debían reunirse en un museo, también con su nombre, que se ubicaría en el mismo edificio del asilo.
Designaba una comisión compuesta por el doctor Eleodoro Lobos, por el presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes y el director del Museo de Bellas Artes, con la misión de seleccionar los objetos que debían ingresar al museo proyectado. En caso de impedimento del doctor Lobos, lo reemplazaría el intendente municipal.
Los muebles y demás objetos que no ingresaran al museo por decisión de la comisión serían vendidos en pública subasta y con su producto, se adquiriría, por la misma comisión, cuadros u otros objetos de arte para enriquecer el museo a fundar. Todos los demás bienes serían reducidos a dinero, sin indicar el procedimiento; mediante pública subasta o venta directa. El importe de estas ventas se dividiría en dos mitades: con una de ellas se construiría el edificio necesario para albergar el asilo y el museo que llevarían su nombre y, con la otra, enumera numerosos legados en efectivo para parientes y amigos, todo esto, naturalmente, después de abonados los gastos causídicos y las deudas que tuviera la sucesión.
A sus primos hermanos Agustín P.; Saturnino, Juan Antonio, Carlos, Jacinto y Enrique Zemborain y Adela Z. de Peña, a José E., Armando y Sebastián Martínez (h) les legó $ 30.000 pesos moneda nacional a cada uno. Además legaba a su pariente Modesta Muñoz, $ 25.000, a José María Villar y su mujer $ 200.000 en conjunto con derecho a acrecer entre ellos: a José Murchio y su mujer Josefa, $ 5.000 con similar derecho; a Teresa Lloveras de Sánchez, en memoria de sus hijos fallecidos, $ 100.000 pesos; a su amigo Luis María Iglesias (antiguo oficial de fragata, domiciliado en la calle Ayacucho 934)$ 100.000; a los hermanos Felipe y Antonio Parera, $ 30.000 con derecho de acrecer entre ellos; dejaba al arbitrio de su albacea el reparto de la suma de $ 5.000 entre sus sirvientes de la casa de la calle Talcahuano, tanto en la proporción del beneficio como en la persona de los que resultaren beneficiarios. En total, estos legados importaban la suma de $ 355.000.
Además, legó al Patronato de la Infancia la cantidad de $ 30.000 para la construcción de una sala o taller, al Convento de Santo Domingo otra suma igual para la erección de un monumento funerario en memoria de fray José de Zemborain, hallaran sus restos o no; en el caso de no cumplirse esta manda, su importe sería destinado a su primo y legatario Saturnino Zemborain. El albacea debería destinar $ 40.000 para la compra de una casa en esta ciudad destinada al menor Luis María Martínez y las rentas de esa propiedad servirían para costear la educación del joven, quien podría disponer libremente de la finca cuando obtuviese título universitario o cumpliese treinta años de edad.
A la Sociedad de Beneficencia de la Capital legaba $ 30.000 para que con sus rentas instituya dos premios; el primero, que llevaría el nombre de sus padres, se otorgaría a cónyuges mayores de cuarenta años, pobres de condición y modelos de unión conyugal. Aunque no especificaba en qué consistiría el premio, debe suponerse que se trataba de una suma de dinero tomada de las rentas. El segundo, que llevaría su propio nombre, le correspondería a una mujer pobre que atienda con solicitud a su marido enfermo. Cabe suponer también que consistiría en un auxilio pecuniario.
El saldo remanente que quedare luego de cubiertos los gastos causídicos, las deudas de la sucesión y el conjunto de los legados, se destinaba a la Municipalidad de Buenos Aires, con destino al sostenimiento o ampliación futura del proyectado Asilo. En la cláusula 8° solicita que a su fallecimiento se nombre a los señores José María Villar o Luis María Iglesias como tutor dativo del mencionado menor Luis María Martínez, hijo de su tía materna Macedonia Martínez, fallecida dos años atrás y quien le encargó se ocupara de su joven primo.
Aclara, en este punto, que el nombrado se encuentra pupilo en el Colegio de San José y que no tiene otro pariente que lo ampare. Aclara que no ignora que su relación de parentesco con su joven primo no lo autoriza a solicitar esa designación pero la honorabilidad y prendas personales de los señores Villar e Iglesias ameritan que la autoridad competente acoja favorablemente esta petición.
Finalmente legó la parte que le correspondía en el sepulcro familiar de la Recoleta a su tía Jacinta Unzué de Zemborain y, en cuanto a la mitad indivisa del sepulcro de Sebastián Martínez en el mismo cementerio, lo lega a Sebastián Martínez (padre). Concluye el testador explicando el fundamento legal de la exclusión de su cónyuge Ema Frers de la herencia, y designa como albacea testamentario al doctor Eleodoro Lobos.
De la muerte de Zemborain y sus importantes legados a la Municipalidad se hizo eco la prensa; destacamos, en tal sentido, las notas publicadas el 16 y 17 de mayo, respectivamente, de las populares revistas La Semana Universal (Año 1. N° 20) y Fray Mocho (Año I, N° 3). Con numerosas ilustraciones, esas publicaciones daban cuenta de lo que la primera llamó “Un espléndido donativo” y la segunda, “Las colecciones Zemborain”.
En ese momento, según las revistas, un grupo numeroso de personalidades se ocupaba de inventariar el valioso acervo; figuraban entre otros, los escribanos José Torreguitar y Vicente Hoyo, el representante de la Municipalidad Francisco J. Rodríguez, el secretario de la Academia de Bellas Artes, Atilio M. Chiappori (quien años más tarde integró el Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades), el señor Segovia, también representante de la Municipalidad, el doctor Carranza, C. E. F. Vale y el ya mencionado José María Villar.
Las colecciones
Entre los objetos destinados al proyectado museo, figuraban cuadros, jarrones, miniaturas, estampas antiguas (principalmente de la época de Rosas), mármoles y bronces (tan en boga en esa época, aunque su superabundancia irritaba a Eduardo Wilde), una colección de abanicos de todas las épocas sin par en Buenos Aires, esmaltes, candelabros cincelados a mano, bibelots, medallas, cristalería, algunos recuerdos históricos, como las charreteras que pertenecieron a Juan Manuel de Rosas y diversos impresos históricos. Pero lo que sin duda era más caro al testador y a su familia es una talla que representa al Salvador y fue traída de España por fray José de Zemborain. En la época de la edición de la revista Fray Mocho existiría también un retrato de fines del siglo XVIII de fray José, conservado en el convento de Santo Domingo, aunque esa reliquia no podría formar parte del legado.
Una parte importante de estos tesoros museológicos la formaba la colección de monedas, entre las cuales había algunas muy estimables y alguna pieza única. En la época en que vivió Ricardo Zemborain había pocos numismáticos y esos pocos, agrupados desde junio de 1893 en la Junta de Numismática Americana. En su mayoría, desde comienzos del siglo XX habían variado su interés hacia la historia, con el consiguiente cambio en el nombre de la institución, que pasó a ser Junta de Historia y Numismática Americana, desde 1938 convertida en la Academia Nacional de la Historia.
En aquellos primeros años del siglo la mayoría de las colecciones de monedas se hacían comprando otras colecciones o, más frecuentemente, por compras en las casas de cambio, con lo que los precios tenían más relación con el contenido de fino de las monedas que con su valor numismático. Esto permitió, junto con la solvencia de Ricardo, formar ese valioso conjunto que hoy sería imposible o muy difícil de duplicar.
Recordaba Carlos Alfredo Zemborain que el anticuario Román Francisco Pardo comentaba que la famosa colección de Andrés Lamas pasó en gran parte a poder de Alfredo Meabe y de éste, a Ricardo Zemborain.
Otra compra importante fue la de una moneda de oro de cuatro pesos fuertes del Paraguay, con fecha de 1867, aunque según el numismático paraguayo Carlos Pusineri Scala fue acuñada en 1868. Esta pieza única fue la obra y lleva la firma del grabador norteamericano Leonardo Charles, que integraba una comisión encargada de la acuñación de los premios militares del Paraguay durante la guerra de 1865 a 1870. Según Enrique Peña, el único ejemplar conocido de esa moneda perteneció a Enrique S. López, hijo del mariscal y presidente de la República del Paraguay. Fue adquirida por Zemborain al propietario y publicada por Peña en Monedas y Medallas del Paraguay, bajo el número 14A.
Un aspecto no muy claro del legado de Zemborain lo constituye la colección filatélica. A fines del siglo XIX y comienzos del XX, la filatelia estaba en pleno auge por lo que no sería raro que un entusiasta coleccionista incluyera sellos de correo entre sus conjuntos, pero no existe otro indicio que haya llegado a nuestro conocimiento sobre ese tema, que el folleto que Carlos Alfredo Zemborain escribió hace unos años sobre su pariente, en el que incluye este párrafo: “Lo que ocurrió con la sección de filatelia, es más lamentable aún, ya que varios álbumes con importantes estampillas fueron trocados por otros muy llamativos por fuera, llamados Ivert & Tellier, pero vacíos.”
Sus propiedades
Una parte muy importante del patrimonio de Zemborain la constituían los inmuebles. Aparte de la casa de la calle Talcahuano donde vivía, componían su patrimonio inmobiliario dos casas en la calle Rivadavia, una quinta en Banfield y una casa quinta en Lomas de Zamora, una casa en la calle Bartolomé Mitre 2773 y una casona en la esquina de la Avenida Las Heras con la calle Canning (hoy Scalabrini Ortiz). Esta propiedad perteneció a Zenón Videla Dorna y, fallecido este en 1912, Ricardo la compró de inmediato para destinarla a sede del museo con que soñaba.1
Asimismo, era dueño de la estancia La Carlota, de 1.845 hectáreas, en Marcos Paz. La Municipalidad de Buenos Aires aceptó el 25 de junio el legado, lo que importaba, simultáneamente, aceptar el cargo de fundar el asilo de ancianos y el museo, y destinar a este último las obras de arte y antigüedades que formaban la colección que, entretanto, quedaron en la casa de la calle Talcahuano.
Los bienes inmuebles se fueron vendiendo y los importes de esas ventas fueron depositados judicialmente como pertenecientes a la sucesión y, una vez cobrados los legados personales, el remanente correspondió conforme al testamento, a la comuna porteña.
Todos los inmuebles fueron vendidos por orden municipal, así como los bienes muebles que no se reservaron para el museo. La casa de la calle Las Heras fue destinada en 1939 al Archivo Gráfico de la Nación, hasta que finalmente siguió el destino de las demás. En cuanto a los bienes muebles, que incluían las valiosas colecciones de arte y antigüedades, fueron entregados por el albacea doctor Eleodoro Lobos el 18 de noviembre de 1918. Lo que se estimó debía pasar al futuro museo quedó depositado en el Banco Municipal de Préstamos (hoy Banco Ciudad de Buenos Aires) y el resto fue subastado por los martilleros Naón y Bustillo.
Las subastas
El remate, que comprendió 1496 lotes, se realizó en el local de dichos martilleros, en Bartolomé Mitre 530, de esta ciudad, en los días 25, 26, 28 y 29 de noviembre y 2 y 3 de diciembre del mismo año 1918.
Por la premura de esta venta, después de más de seis años de espera, se advierte el deseo de la autoridad comunal de desprenderse cuanto antes de los bienes que no estaban destinados a ser conservados. Los cuadros subastados no ostentaban, en general, grandes firmas, o al menos no eran de autores conocidos, salvo los lotes 162 y 164 que podrían pertenecer a Meifren y Goltzius, aunque en el catálogo figuran como autores Weifren y Goltzins.
Además de los inevitables bronces fundidos finiseculares, tan poco estimados en los decenios sucesivos, se ofrecía a los interesados una gran variedad de mobiliario, objetos religiosos, alhajas, floreros, arañas y apliques eléctricos, juegos de mesa de Limoges, cubiertos sueltos, centros de mesa, vasos diversos, cajas, licoreras, platos de pared, jarrones, juegos de copas y botellones, mates, dos hojas con escudos de armas de la familia Zemborain, algunas banderas argentinas, bastones, paragüeros, ocho bibliotecas, dos balancitas de precisión y cuanto podía contener un hogar acaudalado de su tiempo.
Los lotes 1213 y 1343 comprendían cerca de ochocientos volúmenes de derecho, novelas, obras históricas, libros piadosos y de moral, libros de viajes y algunas obras de medicina. En el lote 1312, junto a otras obras, destacamos Formularios de testamentos ológrafos, de L. G. Montes de Oca, que quizá le hayan servido para redactar el borrador de alguno de sus tres testamentos.
Los lotes 1344, 1345 y 1346 incluían ejemplares de los periódicos Diario de la Tarde (años 1832, 1839, 1842, 1843, 1844 y 1848), La Gaceta Mercantil (35 ejemplares de 1832 a 1851); El Grito Argentino (1839); El Pampero (1839), El Amigo del País (prospecto), El Regenerador (Lima, 1835), El Judicial (1855) El Telégrafo del Comercio (Buenos Aires, 1832); El Lucero (1832), El Constitucional (Montevideo, 1844), El Nacional Argentino (Paraná, 1860); Diario de Avisos (Buenos Aires, 1851); El Progreso (Buenos Aires, 1852 y 1853) y El Nacional (1855). El conjunto abarca los años 1829 a 1860, cuando todavía Ricardo Zemborain no había nacido; nos inclinamos a pensar que fueron adquiridos por su padre u otro miembro de la familia y él los conservó por hábito de coleccionista.
Se crea el Museo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires
El 23 de septiembre de 1918, el martillero Raúl A. Carranza vendió el palacio Zemborain. Se trasladaron los bienes muebles que estaban destinados al museo al Banco Municipal, donde quedaron en depósito. El presidente del Banco, Jorge A. Echayde, distinguido coleccionista y numismático, se encargó de clasificar e inventariar los ejemplares hasta que, el 21 de septiembre de 1921, se creó el Museo de la Ciudad de Buenos Aires. Dos días después Prudencio Fernández, en representación de la comuna, pidió al juez de la testamentaría un cheque contra el Banco de la Nación Argentina por $ 69.468, saldo de los fondos en autos.
El Museo Municipal quedó inaugurado el 6 de octubre de ese mismo año en el local de la calle Corrientes 939, entre Carlos Pellegrini y Suipacha.
Ingratitud con el donante
En ese momento se debió cumplir la cláusula testamentaria que imponía el nombre del donante al museo creado con su colección, como lo reconoció el mismo Intendente Municipal. No obstante, no se cumplió esa previsión del testamento, ni en ese momento ni después, fuera por negligencia de la autoridad municipal, o bien, por alguna otra razón o motivo.
Quien más tarde fuera director del museo, profesor Carlos María Gelly y Obes, adelantó la hipótesis de que ese ingrato olvido se debió al temor de la autoridad municipal a que, si el establecimiento recibía aquel nombre, ello desalentaría posibles donaciones ulteriores. No cabe duda que dicha ingratitud pudo consumarse porque el testador no tenía herederos directos que pudieran reclamar por el incumplimiento de la carga testamentaria.
El ensanche de Corrientes en 1936 determinó la demolición de la finca en la que funcionaba el museo, que fue trasladado a la propiedad alquilada de Cerrito 281. Al año siguiente se hizo un nuevo traslado, por la apertura de la Diagonal Norte, a la finca que se alquiló entonces a Luis G. Zuberbühler en Quintana 82/86.
Fallecido el director Jorge Echayde el 14 de septiembre de ese año, el intendente Pueyrredón resolvió a fines de 1941 el traslado a la chacra de la familia Saavedra Zelaya, expropiada en 1938. El 25 de mayo de 1942, el establecimiento tomó el nombre de Museo Histórico de la Ciudad de Buenos Aires Brigadier General Cornelio Saavedra, en completo olvido de la cláusula testamentaria de Ricardo Zemborain, a quien se debía la mayor parte del acervo museológico allí expuesto.
Tampoco se erigió el Asilo de Ancianos
En cuanto al asilo previsto en el testamento, no tuvo mejor suerte. Al contrario del museo, que al menos llegó a concretarse aunque no fuera bautizado como correspondía; el asilo no tuvo ni siquiera comienzo de ejecución y el perjuicio alcanza no sólo a la memoria de Zemborain sino a todos los ancianos que pudieron y debieron recibir albergue y protección, a través de los años, en ese establecimiento. La desidia e ingratitud municipal lo hizo posible.
De tanto en tanto, empero, alguna publicación, como la de Carlos Alfredo Zemborain o la del colaborador de La Prensa de iniciales A.G.B. que publicó una nota del 25 de enero de 1984, hacen luz sobre este tema.
Finalmente, el presidente del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades se dirigió el 1° de noviembre de ese año al intendente municipal, Dr. Julio César Saguier, para interesarlo en hacer honor a la memoria de Ricardo S. Zemborain a través de alguna obra que él promovió desde la expresión de su última voluntad.
La familia Zemborain
Este linaje procede del lugar epónimo en el partido judicial de Aóiz, provincia de Navarra, España. La rama argentina que conserva la ortografía original del apellido, llegó de la península a fines del siglo XVIII, en 1771, y se afincó en las inmediaciones de la plaza Monserrat.
Fueron comerciantes y hacendados. Así figura Juan Samboray, (Zemborain, en el imperfecto deletreo de la época) con comercio de loza en el almanaque Blondel de 1826, e igualmente la firma Zemborain Hermanos en 1857 y poco después, la barraca de Martínez y Zemborain.
Pero, al margen de estas actividades utilitarias, se destaca con perfil propio en la historia de la familia fray José del Rosario Zemborain, hombre de gran virtud, vida religiosa y penitente.
Asimismo, sin tocar ninguno de ambos extremos, en el siglo XX los Zemborain cuentan con dos distinguidos anticuarios y coleccionistas que, cada uno en su tiempo, lució su cultura y buen gusto. Nos referimos a Ricardo y Carlos Alfredo Zemborain.
Genealogía
El antepasado más remoto que aparece nombrado en el manuscrito de doña Justa Dose Obligado sobre los Zemborain2, es don Martín de Vuirún, señor de Zemborain, personaje del siglo XVIII, aunque en otras partes del texto se alude a la actuación de la familia en tiempos de la Reconquista, pero en forma genérica, sin nombrar individuos concretos.
Martín de Vuirún, señor de Zemborain, casó con Jerónima de Urroz.
Hijo:
Martín de Zemborain y Urroz, casado con Isabel de Rubalcava y Monreal.
Hijos:
l) Fray José del Rosario de Zemborain (1741-1804).
2) Félix Martín Zemborain, casado con María Sánchez de Cueto y Marchit. Hijo:
Juan Antonio de Zemborain y Sánchez de Cueto (1775-1829). Casado con Carmen de Argerich. Hijos:
1) Serapio Zemborain casado con Carlota Martínez. Hijo:
Serviliano Ricardo Rafael Zemborain (1871-1912).
2) Juan Agustín de Zemborain (1818-1887). Casado con Jacinta Unzué- Hijo:
Saturnino Zemborain casado con María Adela Videla Dorna y Muñoz. Hijo:
Alfredo Zemborain casado con Justa Dose Obligado. Hijos:
1) Carlos Alfredo Zemborain (1919-1986) casado con Maud Beatriz De Ridder.
2) Otros hijos: Esther, Alfredo, Saturni no, Jorge, Luz y Martín Zemborain.
Hemos reunido en este trabajo cuantos datos pudimos obtener de Ricardo, connaisseur injustamente ignorado, no sin reconocer algunas lagunas biográficas que nuestras fuentes y nuestro empeño no acertaron a llenar.
Notas
1.- Datos tomados de apuntes manuscritos de Carlos Alfredo Zemborain, gentilmente facilitados por la familia.
2.- Para la redacción de este trabajo, la familia Zemborain nos proporcionó valiosos pormenores y, en particular, don Juan Jesús Zemborain, quien puso amablemente a nuestra disposición un voluminoso manuscrito de antecedentes familiares redactado por su abuela, doña Justa Dose Obligado entre 1934 y 1936. Así pudimos delinear el árbol genealógico y las armas familiares que incluimos en este trabajo.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año VI – N° 28 – Octubre de 2004
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Museos, Vecinos y personajes, Biografías
Palabras claves: comerciantes, Ricardo Zemborain, familia, genealogia
Año de referencia del artículo: 2020
Historias de la Ciudad. Año 6 Nro28