Al 31 de enero de 1806, en vísperas de la invasión inglesa, los pardos y morenos fomaban dos compañías de 100 y 60 efectivos. En las jornadas de la defensa y reconquista más de 2.000 esclavos se ofrecieron para la lucha, armados únicamente con picas, espadas y cuchillos. Pelearon así con lealtad y valor, cuerpo a cuerpo y fueron recordados por los poetas que exaltaron la derrota inglesa y premiados por el Cabildo, otorgándoles la libertad, por sorteo, a setenta de ellos.
La noticia de la presencia de la flota inglesa fondeada frente a la playa de Quilmes el 25 de junio de 1806 llegó a Buenos Aires por boca de dos negros, según el diario de don Pedro Cerviño: “el pardo Juan Clemente y el negro Juan, esclavos ambos de don Juan Antonio de Santa Coloma, conducidos a la presencia del coronel, le informaron de cuanto sabían de los buques ingleses fondeados en la costa de los Quilmes, habiendo explicado el pardo Juan Clemente con la mayor exactitud el número de botes que de dichos buques se habían destinado al desembarco de las tropas, los viajes que hicieron, las personas que conducía cada bote, el uniforme de las tropas, la ocultación de éstas en el pajonal, el toque de caja con el que salieron de él antes de anochecer para formarse en la plaza, y descargar el armamento y artillería, con otro pormenor de circunstancias interesantísimas”1.
El inglés Alexander Gillespie hizo una descripción del trato que recibían los esclavos en 1806: “el primer cuidado del amo es instruirlo en el lenguaje nativo del lugar y lo mismo en los principios generales y el credo de su fe. Este ramo sagrado se recomienda a un sacerdote, que informa cuando su discípulo ha adquirido conocimiento suficiente del catecismo y de los deberes sacramentales para tomar sobre sí los votos del bautismo. Aunque este proceso debe ser superficial, sin embargo tiene tendencia a inspirar un sentimiento de dependencia del Ser Supremo, obliga a una conducta seria, tranquiliza el temperamento y reconcilia a los que sufren con su suerte. Hasta que se naturalizan de este modo, los negros africanos y sus hermanos nacidos en América son estigmatizados por el vulgo, como infieles y bárbaros. Los amos, en cuanto pude observar, eran igualmente atentos a su moral doméstica. Todas las mañanas, antes que el ama fuese a misa, congregaba a las negras en círculo sobre el suelo, jóvenes y viejas, dándoles trabajo de aguja o tejido, de acuerdo con sus capacidades. Todos parecían joviales, y no dudo que la reprensión también penetraba en su círculo. Antes y después de la comida, así como en la cena, uno de estos últimos se presentaba para pedir la bendición y dar las gracias, lo que se les enseñaba como deberes prominentes, y siempre los cumplían con solemnidad” 2.
Una prueba del buen trato es que en esos días murió don Juan Martín de la Higuera, viudo de doña María Nicolaza Marín, quien en su testamento dispuso la libertad de todos sus esclavos, y de manera muy particular de la mulata Francisca y de su hija María Josefa, ambas criadas en su casa desde muy pequeñas. Para resguardarles el futuro además ordenaba comprarles una vivienda y que se le entregaran otros bienes3. Podrían mencionarse muchos otros casos semejantes de afecto hacia los esclavos.
Según el estado de la fuerza al 31 de enero de 1806, formaban en Buenos Aires, una compañía de pardos y otra de morenos, con 100 y 60 efectivos respectivamente. Agustín Sosa, era el capitán de la primera, secundado por el teniente Joaquín Pereyra y el subteniente M. I. de la Rosa. De la de morenos lo era el capitán José García seguido por el teniente Félix de Fonseca.
La ocupación de la ciudad alertó a los esclavos, los que informados por negros libres tripulantes de barcos provenientes de las Antillas francesas, presumieron una pronta liberación y comenzaron a sublevarse. Ante esa situación Juan Martín de Pueyrredon pidió al gobernador Beresford que tomara medidas, por lo que éste dictó en los primeros días de julio de 1806, una proclama que sirvió para aplacar los ánimos. Decía entre otras cosas: “que habiéndose notado en la ciudad que los negros y mulatos esclavos, después de tomada la plaza, han pretendido y pretenden sacudir la subordinación a que por su estado están ligados, faltando a la obediencia que deben a sus respectivos amos, y negándose a todos aquellos ejercicios, en que su constitución han sido empleados hasta hoy; se les haga entender que permanecen en el mismo estado en que estaban, sin variación alguna, que deben estar sujetos a sus amos, obedecerlos en un todo con absoluta subordinación, y no andar ociosos por las calles, bajo las más rigurosas penas…”4.
Los ingleses pensaban, en caso de resultar permanente la ocupación, formar cuerpos militares con los criollos, indios y negros libertos, en pequeñas agrupaciones agregadas a los regimientos británicos5.
El 25 de agosto de 1806, Popham comunicaba al lord del almirantazgo: “los hijos del país habían creído que el objeto de esta expedición se dirigía principalmente a declarar su independencia; los negros pensaban que ella venía a darles la libertad” 6.
No podemos dejar de reconocer el heroísmo de algunos morenos en las acciones de la Reconquista, aunque sus nombres no constan en los documentos. El comerciante Gaspar de Santa Coloma escribió en una carta: “muchos de los nuestros hubiesen perecido si los ingleses tuvieran mejor puntería, porque de negros, mulatos y muchachos ,estaban las calles llenas, sin recelo ni temor ninguno a la muerte, ayudando a traer balas y tirando de los cañones y obuses porque las mulas que los conducían todas fueron muertas”7. En diciembre de 1806 le escribía a Celedonio Villota, residente en Chile: “No le digo nada a V.M. de los esclavos negros y mulatos porque estos como leones se entregaron al peligro”8. Hemos podido rescatar entre los muertos en la primera invasión al subteniente Mariano la Rosa9 y herido al pardo Bernardo Benítez, ambos de la compañía de Granaderos de Pardos Libres10.
Después de la reconquista se formó el Cuerpo de Artillería de Indios, Pardos y Morenos (Naturales y Castas) para ser destinado al servicio de la artillería pesada. Fue comandante el alférez de la Real Armada don Domingo de Ugalde, que lo organizó en ocho compañías, constituida cada una por individuos de igual origen, evitándose la mezcla de ellos en una misma compañía11. Para cubrir los gastos del uniforme el Cabildo, en la sesión del 2 de diciembre de 1806 destinó la suma de 3.000 pesos12. En esa organización militar se creó con los esclavos un Batallón de Naturales, Pardos y Morenos de Infantería, armado sobre la base de las dos compañías de granaderos de Pardos y Morenos Libres. Fue nombrado jefe el asturiano José Ramón Baudrix y sus efectivos alcanzaron a 350 hombres13.
A la tropa inglesa, antes de enviarla al interior, se le quitó el uniforme, que sirvió para vestir entre otros a los Migueletes, Cazadores de Caballería y Morenos de Infantería14.
El testimonio de Santa Coloma refleja claramente el contento del momento: “El ardor y el entusiasmo se observa más vivo. En todo el próximo mes contemplo pasaron de cuatro mil hombres los uniformados en esta forma: Navarros, Vizcaínos y Asturianos, forman un cuerpo uniformado; Catalanes y Mayorquinos, lo mismo; Andaluces, cuerpo separado; hijos del país, cuerpo separado; mulatos, negros, indios y mestizos, sus cuerpos separados y sus uniformes. De todos los cuerpos se han de sacar trescientos artilleros para los trenes volantes, gente escogida y de algún conocimiento de su manejo”15.
El cuerpo de Indios, Morenos y Pardos, promovió una instancia ante el Cabildo para obtener su bandera, lo que fue aprobado el 21 de mayo de 1807; en el acuerdo del 26 de junio se ordenó pagar a don Martín Martínez la suma de 135 pesos y dos reales y medio por el costo de la misma16.
Cuando el 25 de junio de 1807 se tocó generala anunciando la presencia de la escuadra británica, según informó el Cabildo “corrieron todos, aun los no alistados, el infeliz esclavo ansiaban por tener parte en la defensa”17.
En las jornadas de la Defensa ofrecieron su sangre generosa 36 efectivos de los Cuerpos de Esclavos y Castas y algunos particulares que entran en el tema del presente estudio. Beruti en sus Memorias escribió: “Igualmente los esclavos en número de más de 2.000 con un valor no esperado, atropellaron entre el fuego enemigo, únicamente con picas espadas y cuchillos, hasta llegar con ellos a las manos, en términos que mucha parte de la victoria se debe a su valor y esfuerzo”18. Uno de los motivos de las bajas, según Domingo Matheu, fue que los ingleses hacían llamadas falsas y cuando los defensores estaban en medio de la calle disparaban el cañón cargado a bala y metralla. Liniers dio orden de que ninguno saliese a las guerrillas “porque los de poco juicio con algunos pardos y morenos esclavos que se escapaban de sus amos, se iban allí sin que nadie pudiera contenerlos”19.
El arrojo de los indios, pardos y morenos mereció el honor de los poetas. En El Triunfo Argentino Vicente López y Planes escribió en una de sus estrofas:
Allí está el labrador, allí el letrado
el comerciante, el artesano, el niño
el moreno, y el pardo
Más adelante vuelve a mencionar las castas y el ardor de los esclavos:
tras su heroico valor, tras su entusiasmo
al natural, al cuarterón, y al hijo
del tostado habitante de Etiopía
……………………………………….
Los esclavos mismos
que no sin parte en entusiasmo tanto
con fervor piden armas al Cabildo.
Refiere don Francisco Saguí: “hasta los esclavos en esta defensa se manifestaron no solo con la mayor lealtad y valor, sino hasta con una admirable humanidad. Pablo Jiménez, esclavo también, defiende y libra a su hermano en peligro, batallando cuerpo a cuerpo. Mata a uno, hiere a otro, y se echa éste a cuestas, llevándole a un hospital. Es de sentir que no hayan quedado más en la memoria muchos otros actos de heroísmo de que entonces se hizo mención; y que acaso se miraran con poco aprecio por la triste y humilde condición de esta gente” 20.
El capellán del Regimiento Fijo don Pantaleón Rivarola, exaltó al pardo en estos versos:
Pablo Jiménez, esclavo
pardo, agregado a su cuerpo
maravillas de valor
y piedad al mismo tiempo,
en este día señalado
obró con gran lucimiento.
Mató, el sólo, dos ingleses
batallando cuerpo a cuerpo
y libra a su pobre hermano,
que se hallaba en grande riesgo
Estas heroicas acciones
De su amo le valieron
la franqueza y libertad
que le concedió al momento.
brillando en amo y esclavo
honor y virtud de acuerdo
En la misma composición Rivarola describía a otro moreno anónimo, que se presentó a la lucha bailando una danza africana:
De la piedad por el barrio,
otro bravo y fuerte negro,
armado solo con pica,
escaramuzas va haciendo
al estilo de su país,
tirándose por el suelo,
con el fin de atravesar
de un inglés armado el pecho
según lo que prometió
a sus otros compañeros.
En su media lengua entonces
El negrito va diciendo
– Tirá, inglés y no me hierres,
si me hierras eres muerto.
Cuando ya se puso a tiro
le pone los puntos luego
el bretón, y le descarga
el fusil, pero mi negro,
con viveza sin igual
se dejó caer al suelo,
y por entre el humo, corre
hacia el inglés con denuedo,
y antes que éste cargue el arma
con su lanza le abre el pecho.
brillando en amo y esclavo
honor y virtud de acuerdo
La poesía de Rivarola sirvió también para destacar lo sucedido con un esclavo de don José Domingo Urien; la misma fue consignada por Saguí en su Memoria21:
Los esclavos de las casas
desamparan a sus dueños,
y a la palestra de Marte
van a porfía corriendo,
sin que contenerlos pueda
de sus amos el precepto.
¡Que prodigio de valor
que heroicos hechos no hicieron
estos vasallos esclavos
a vista del mundo entero!
Ellos al inglés persiguen
con el más noble ardimiento,
avanzan por todas las calles
y menosprecian los riesgos
siendo lo más admirable
lo más dulce y lo más tierno
oírles decir con fervor
que pelean por la fe
de Jesucristo y su reino.
En una de las guerrillas
que por el Alto hicieron,
fue atacado de improviso
por varios ingleses fiero
don Juan Domingo Urien,
tercer comandante nuestro,
y antes de tener lugar
de valerse de su acero
un atrevido bretón
a le apunta cierto;
más, cuando va a descargar
el duro incendiado fierro
y que nuestro comandante
se contaba ya por muerto
un sujeto que a su lado
le seguía con empeño,
con su pica atravesó
del inglés el duro pecho,
dejándole allí tendido
donde dio el ultimo aliento.
Urien que libra la vida
en un lance tan estrecho,
rebosando de alegría,
honor y agradecimiento,
dice a su libertador:
muchacho búscame luego
en mi casa que eres libre.
Esto dijo, pero el negro
tan noble como valiente
no se ha dado a conocer
sólo con su honor contento,
o quizá perdió la vida,
en los combates sangrientos
que en estos días terribles
aquí y allá se ofrecieron.
Finalizada la Defensa el Cabildo, temeroso de las desgracias que podían resultar si se dejaban las armas que se habían repartido para repeler el ataque, en manos de los negros y pardos, acordó se recogieran “mandándoles concurran a la Sala a entregarlas; más para que no formen motivo de queja, ni se crean desairados después del importante servicio que han hecho, determinaron se tome razón de sus nombres, como de tan buenos servidores del Rey y de la Patria, se le den las gracias, y les entregue el mayordomo de propios, dos pesos a cada uno por fusil y ocho reales por chuza, espada, bayoneta o arma blanca, manifestándoles ser esta una pequeña demostración por ahora y que el Cabildo tendrá presente su mérito para premiarlo como corresponda y le sea posible”22. Era tal la excitación de los negros que “los esclavos desampararon las casas de sus amos y algunos desde las quintas se vinieron a la guerra, diciendo a gritos que peleaban por la fe de Dios”23.
El Cabildo en su parte al Rey manifestó: “El Cabildo no puede recordar sin ternura, varios y repetidos pasajes que admiró; ni podrá olvidar el entusiasmo con que el esclavo, el infeliz esclavo moreno y el pardo libre, émulos de la gloria del vecino, se arrojaban a los peligros y el ansia con que pedían las armas del prisionero” 24.
La brillante actuación de los esclavos mereció que el Cabildo en su acuerdo del 15 de octubre de 1807, decidiera premiarlos por “la energía y valor con que los esclavos acometieron al enemigo y considerándolos acreedores por esta razón de un premio equivalente a sus distinguidos servicios, si bien por la notoria escasez de fondos en este Cabildo a causa de los inmensos desembolsos que se han hecho no puede dar a todos la libertad, premio el más apreciable que se les podría proporcionar: acordaron que para estimularlos a igual desempeño siempre que ocurra un caso semejante, se dé por cuenta de este Cabildo la libertad a todos los esclavos que resultaron mutilados e inútiles para el servicio pagando a los amos el precio de su valor regulado por el estado en que se hallan en doscientos cincuenta pesos, y que se les contribuya para su subsistencia la pensión mensual de seis pesos corrientes. Que más de esta declarada libertad la gocen también hasta el número de veinticinco sorteados entre los que concurrieron al servicio y defensa de la ciudad; con reserva de donarla a elección a cinco más de los que habiéndose aventajado no les cupiese la suerte del sorteo. Para lo cual deberán acreditar sus servicios con certificaciones de los Comandantes de los puestos y avanzadas a cuyas órdenes sirvieron y visto bueno y conformidad de sus amos…”25.
Notificado Liniers, autorizó la ceremonia “anunciándola por carteles, avisándome con anticipación el día en que señalase para el sorteo y paraje en que ha de hacerse para tener la satisfacción de concurrir a este acto de humanidad y beneficencia”26.
El Cabildo fijó la fecha para el 12 de noviembre, cumpleaños de Carlos IV y ordenó luminarias y todo lo necesario para hacer más brillante la celebración. Resolvió invitar al Regente de la Real Audiencia, al consejero de Indias don José Portilla en viaje a España y que se encontraba detenido en la ciudad por el ataque inglés y a don Bernardo de Velasco, gobernador del Paraguay que había participado en las acciones de julio. Igualmente, para evitar desórdenes, pidió a Liniers el número suficiente de tropas de Infantería y Caballería. En el acuerdo del 29 de octubre el Cabildo resolvió incluir en el sorteo a las viudas de los que fallecieron en acción de guerra27.
La crónica de la ceremonia fue dada a conocer por el Cabildo por medio de una Relación que se imprimió en los Niños Expósitos. Juan M. Beruti, en sus Memorias Curiosas, describió el acto que comenzó a las cuatro de la tarde con la presencia de las más altas autoridades y un concurso multitudinario de gente que ocupaba balcones, azoteas y la plaza: ”Después de una arenga que echó el escribano se repitieron las aclamaciones y vivas a nuestro augusto soberano por el pueblo, con demostraciones que acreditaban su fidelidad, amor y vasallaje, rompiendo un armonioso concierto de las orquestas preparadas; y colocados los dos niños que debían sacar los bolillos, suspendiendo el concierto, se empezó el sorteo, tomando dos de los señores regidores los bolillos de manos de los niños, que reconocidos por el escribano y leídas las cédulas que contenían, publicaba el nombre y suerte de que eran comprensivos; y cuando resultaba algún agraciado, era manifestado por un redoble, anuncio de su premio y llevado por sus compañeros bajo las banderas de las compañías de pardos y morenos libres, en cuya formación se intercalaban ya como individuos de ellas. Esta triunfante demostración se reiteraba con cada uno de los agraciados hasta la conclusión del sorteo, que terminó a las ocho y cuarto de la noche resultando libres de los 686 beneméritos que entraron en cántaro, los setenta que enumera la relación adjunta. Concluido el sorteo, se prorrumpió por todo el público en aclamaciones y vivas al rey y la Patria, y siguieron las orquestas hasta las diez y media de la noche, cuyo tiempo se conservaron las luminarias propias del día28”.
La donación para liberar a los 70 esclavos, por los que se pagaron a sus propietarios de 250 a 300 pesos por algunos, fue sostenida de esta forma: el Cabildo 25 a su suerte y 5 por elección; Liniers en nombre del Rey 20 a la suerte y 5 por elección, y uno en forma personal. Para redimir dos esclavos contribuyeron: los Patricios, los Vizcaínos y los oficiales del tercer escuadrón de Húsares. Con uno lo hicieron: el primer escuadrón de Húsares, el comandante y los oficiales de Miñones; los sargentos, cabos y soldados de Miñones; el Pbro. Juan Manuel Giménez; el comandante del tercer Escuadrón de Húsares y los cuerpos de Arribeños, Andaluces y Cántabros29.
Los Patricios, comandados por Cornelio de Saavedra, se dirigieron a los negros a los que la suerte les había sido desfavorable en el sorteo, en estos términos: “Valerosos esclavos, el Cuerpo Voluntario de Patricios a la par que ensanchó su corazón al ver el lucido número de los que entre vosotros la suerte y la elección premiaron sus servicios a la patria, no puede sin resentirse volver los ojos hacia vosotros los que con igual mérito quedasteis por la suerte sin obtener el premio, es el único tormento que angustia los corazones de los Patricios” 30.
Días antes del sorteo, se había dispuesto la ejecución del negro Sebastián, culpable del alevoso asesinato de su mujer, Dionisia. El 24 de octubre de 1807 Liniers decidió suspender el cumplimiento de la sentencia, porque en momentos en que la ciudad aplaudía el desempeño de los negros en la defensa, no era conveniente que apareciera ahorcado uno de ellos. Decidió esperar hasta que se ofreciera la oportunidad de ejercerla también en un blanco, para, de esa manera demostrar a los negros que la justicia no sólo se aplicaba a ellos31.
Un caso interesante fue el de Manuel Antonio Picabea, esclavo de doña Clara Picabea, que presentó una nota al Cabildo, para que en lugar de incluírsele en el sorteo, se le premiara de algún otro modo. El pedido fue analizado en el acuerdo del 14 de noviembre, y después de estudiar los méritos del esclavo, que renunciaba a su derecho, temeroso de incurrir en ingratitud con su señora, que por septuagenaria, pobre y achacosa, no tenía otros auxilios que los suyos; el Cabildo mandó en medio de los mayores elogios entregarle 50 pesos y publicar el expediente32.
Fray Cayetano Rodríguez, para celebrar el acontecimiento, dio a conocer el “Poema que un amante de la patria consagra al solemne sorteo celebrado en la plaza mayor de Buenos Aires, para la libertad de los esclavos que pelearon en su defensa”33.
El 15 de diciembre de 1809 el virrey Cisneros mandó repartir al Cuerpo de Pardos y Negros las medallas de premio de la Defensa, por orden de S.M., de oro a los oficiales y de plata a los sargentos, cabos y soldados. La ceremonia se realizó en el Fuerte y “el Cuerpo quedó airoso y aplausivo”34.
Entre los negros que actuaron en las Invasiones se contó, entre otros, Fermín Gayoso, hijo de un español y una negra y esclavo de Juan Martín de Pueyrredón. Se destacó en el dibujo, pero por su condición no pudo concurrir a los cursos que se impartían en la escuela que para ese fin se había instalado en el Consulado a iniciativa de Belgrano. Aunque su obra permanece ignorada, algunos afirman que fue el quien transmitió su afición artística al hijo de su amo, el renombrado artista Prilidiano Pueyrredón, aunque no resulta muy probable dicha aseveración35. Viajó con su amo a España, cuando aquel fue enviado por el Cabildo porteño como diputado para informar en la Corte la reconquista de Buenos Aires. José Torre Revello descubrió en el Archivo de Indias un documento en el que Gayoso solicitó al Rey su libertad declarando que podía mantenerse con su oficio de retratista y alegando además el servicio que prestó en la defensa de Buenos Aires. Se le observó escuetamente en la resolución: “que exprese el mérito que hizo en la Reconquista”. Es la última noticia de él, ya que poco después los franceses invadieron la península y el expediente quedó olvidado para siempre36.
Con el nombre de Batallón se conoció un moreno bozal, que actuó en las invasiones y que más tarde figuró entre los que hicieron la campaña libertadora y que terminó su actividad en la campaña de Pavón. A los 90 años se le dio la baja del ejército y murió años después en la estancia Manantiales, cerca de Chascomús, donde lo había albergado el propietario de la misma, don Juan N. Fernández37.
Manuel Macedonio Barbarin nació en Kalibali (Angola) en 1781 y llegó como esclavo a Buenos Aires a fines del siglo XVIII. Peleó en la lucha contra los invasores por lo que intervino en el sorteo que como premio a los esclavos se realizó meses después. Quedó libre y siguió la carrera de las armas. Finalizó sus días con el grado de teniente coronel otorgado por el gobernador Juan Manuel de Rosas. Falleció el 3 de marzo de 1836. Había casado con una esclava liberada por don Martín de Sarratea (suegro de Liniers), quien la había hecho bautizar como Simona Sarratea; con ella formó un hogar honorable del que nacieron siete hijos38.
Es del caso recordar a la parda María de los Remedios, esclava de doña Rosa del Valle, que obtuvo una gratificación de 12 pesos del Cabildo por los servicios prestados en la defensa39.
El arrojo de aquellos negros en las épicas jornadas de 1806 y 1807 quedó grabado para siempre en estos versos:
No es posible aquí omitir
para honor de nuestro suelo,
y de nuestro Soberano
las maravillas que hicieron
la religión y el valor,
los indios, pardos y negros;
todos ellos a porfía
pelean con increíble esfuerzo
ya en cañón, ya en las guerrillas
y siempre con lucimiento.
Notas
Este texto es una ampliación del que aparece en nuestro libro Historias ignoradas de las Invasiones Inglesas. (Aguilar).
1.- GALLO, Klaus, Las invasiones inglesas. Eudeba. Buenos Aires. 2004. p. 151-152.
2.- GILLESPIE, Alexander, Buenos Aires y el interior. Hispamérica. Buenos Aires. 1986. p. 70-71.
3.- SALAS, Alberto M., Diario de Buenos Aires. 1806-1807. Ed. Sudamericana, p. 210-211.
4.- MOLINARI, José Luis, Los indios y los negros durante las Invasiones al Río de la Plata en 1806 y 1807. Academia Nacional de la Historia. Boletín. Buenos Aires. 1963. XXXIV. p. 661.
5.- BEVERINA, Juan, Las Invasiones inglesas. Círculo Militar. Buenos Aires. 1939. T. I. p. 318.
6.- WILLIAMS ALZAGA, Enrique, La fuga de Beresford. Emecé. Buenos Aires. 1965. p. 50.
7.- GANDIA, Enrique de. Buenos Aires colonial. Ed. Claridad. Buenos Aires. 1957. p. 87.
8.- Ibídem. p. 96.
9.- Su viuda Juana Basualdo fue favorecida por el Cabildo el 12 de noviembre de 1806 con una pensión de 72 pesos anuales. Cf. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires. Buenos Aires. 1926. Serie IV. Tomo II. p. 343.
10.- SALAS, Alberto M., Diario de Buenos Aires… ob.cit. p. 210-211.
11.- BEVERINA, Juan, El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar. Círculo Militar. Buenos Aires. 1992. p. 336.
12.- ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires. Buenos Aires. 1926. Serie IV. Tomo II. p. 303.
13.- BEVERINA, Juan, El Virreinato de las Provincias del…, ob. cit. p. 337.
14.- ROBERTS, Carlos, Las invasiones inglesas. Ed. Emecé. Buenos Aires. 2000. p. 217.
15.- GANDIA, Enrique de, Buenos Aires…, ob. cit. p. 87.
16.- ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. Acuerdos del… ob. cit. p. 714.
17.- INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LA RECONQUISTA Y DEFENSA DE BUENOS AIRES. La Reconquista y defensa de Buenos Aires. Ed. Kraft. Buenos Aires. 1947. p. 325.
18.- BERUTI, Juan Manuel, Memorias Curiosas. Senado de la Nación. Biblioteca de Mayo. Buenos Aires. 1960. Tomo IV. p. 3713.
19.- MATHEU, Domingo, Autobiografía. Senado de la Nación. Biblioteca de Mayo. Buenos Aires. 1960. Tomo III. P. 2254.
20.- SAGUÍ, Francisco, Los últimos cuatro años de la dominación española en el antiguo virreinato del Río de la Plata, desde el 26 de junio de 1806 hasta el 25 de mayo de 1810. Senado de la Nación. Biblioteca de Mayo. Buenos Aires. 1960. Tomo I. p. 86.
21.- “Hasta los esclavos en esta defensa no sólo con la mayor lealtad y valor, sino hasta con una admirable humanidad. Pablo Jiménez, esclavo también, defiende y libra a su hermano en peligro, batallando cuerpo a cuerpo. Mata a uno, hiere a otro, y se echa éste a cuestas; llevándole a un hospital”. SAGUÍ, Francisco, Los últimos cuatro años…, ob. cit. p. 86.
22.- WILLIAMS ÁLZAGA, Enrique, Documentos relativos a la actuación de Martín de Alzaga en la Reconquista y en la Defensa de Buenos Aires. (1806-1807). Buenos Aires. 1948. p. 135.
23.- La gloriosa defensa de la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata; verificada del 2 al 5 de julio de 1807, brevemente delineada en verso suelto, con notas. Por un fiel vasallo de S. M. y amante de la Patria. p.21. BIBLIOTECA NACIONAL. 3 A 05-3-6-17.
24.- INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LA RECONQUISTA Y DEFENSA DE BUENOS AIRES. La Reconquista…, ob. cit. p. 327.
25.- ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. Acuerdos del…., ob. cit. Serie IV. Tomo II. p. 694.
26.- Ibídem, p. 699.
27.- Ibídem, p. 703.
28.- BERUTI, Juan Manuel, Memorias…, Tomo IV. p. 3705.
29.- Ibídem, p. 3706.
30 LANUZA, José Luis, Morenada. Ed. Emecé. Buenos Aires. 1946. p. 59.
31.- SALAS, Alberto M., Diario de Buenos Aires…, ob. cit. p. 632.
32.- ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. Acuerdos del…., ob. cit. Serie IV. Tomo II. p. 712.
33.- FURLONG, Guillermo S. J., Historia y Bibliografía de las primeras imprentas rioplatenses. 1700-1850. Buenos Aires. 1955. Tomo II. p. 523.
34.- ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. Diario de un soldado. Buenos Aires. 1960. p. 282.
35.- Es improbable que Pueyrredón, que tuvo que fugarse de España, lo trajera con él.
36.- ESTRADA, Marcos de, Argentinos de origen africano. Eudeba. Buenos Aires. 1979. p. 62.
37.- Ibídem, p. 71.
38.- Ibídem, p. 81.
39.- ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. Acuerdos del…, ob. cit. Serie IV. Tomo II. p. 671.
Información adicional
Año VII – N° 37 – agosto de 2006
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Ejército, Policía y fuerza pública, POLITICA, Hechos, eventos, manifestaciones, TEMA SOCIAL, Vida cívica, Historia
Palabras claves: Invasión, Negros, Esclavos, Esclavitud, Racismo, Cabildo
Año de referencia del artículo: 1806
Historias de la Ciudad – Año VI Nro 37