En el detallado e interesante artículo de Alberto Bernades, publicado en el número anterior de esta revista, se dio cuenta de lo acontecido en los estertores de la introducción de los tranvías en nuestra ciudad, y creo que el título del presente no llamará a controversias, pues bien aclarado estuvo en aquel qué fueron los por él llamados “pretranvías” y que otro destacado estudioso de este tema, el prof. Dr. Cristian Werckenthien, ha dado en denominar “prototranvías”.
Ya sea de una manera u otra, los dos casos concretos habidos antes de lo que vamos a narrar, fueron a la larga tranvías que prestaron un servicio limitado a su función, específicamente complementaria de los ferrocarriles que los instalaron, sí, pero… por su figura, servicio y técnica… tranvías al fin y casi me atrevería a decir que este vehículo ha tenido una cualidad paradójica: antes de haberlos, ya los había, como complemento ferroviario (los “pre”) y cuando se erradicaron, siguió habiéndolos varios años más “jugando” a los trenes por las vías del Ferrocarril Urquiza (los “pos”). En fin, excentricidades de Buenos Aires. Pero vayamos al grano.
Aprobada tanto por la Cámara de Representantes como por el Senado Provincial la tan mentada Ley de Tranvías en la Pcia. de Buenos Aires el 22 de agosto de 1868, como bien dice Bernadez en su artículo, comenzaron a caer a la Cámara de Representantes un reguero de pedidos de concesiones para darle uso, cosa que no se hizo con su predecesora del año anterior (“La Ignorada”), a la que ni se echó mano, a pesar de haber tenido solicitudes en qué utilizarla.
De inmediato, el 24 del mismo mes, Federico Lacroze se presentó al gobierno provincial, solicitando permiso para establecer una línea de tranvías en la ciudad. En su pedido fijaba el siguiente recorrido: partiendo de la Plaza 25 de Mayo en su ángulo S.E. corriendo por Victoria ( hoy H. Irigoyen) hasta Entre Ríos, por ésta a Rivadavia y por ella derecho a la Plaza del 11 de Septiembre para doblar en Rioja hasta Piedad ( hoy Bartolomé Mitre) delante de la estación del Ferrocarril Oeste, y volver por ésta a Callao, correrse a Cangallo y bajar hasta 25 de Mayo cerrando el circuito en la plaza homónima en el punto de arranque. Cuando decimos Plaza 25 de Mayo, no nos referimos a la Plaza de Mayo actual, sino a su mitad Este entre la Recova y la Casa de Gobierno, pues la otra manzana (la principal) era llamada Plaza de la Victoria. En total se trataba de un recorrido de 60 cuadras que representaban aproximadamente unos 8 kilómetros y medio, fijándose la tarifa de $ 2.- por viajero en asiento de 1ª , $ 1.- en 2ª y media tarifa a los menores de 8 años. Recordemos que estos valores eran pesos moneda corriente. Como gratificación o favor a la provincia, viajarían gratis los carteros que llevasen correspondencia, así como soldados y vigilantes de uniforme y demás agentes de la Policía, siempre y cuando… hubiese lugar en los coches… En cuanto al servicio de cargas que también se habría de prestar, la tarifa dependería de la naturaleza de la mercancía, pero fijábase un máximo de “un real de cobre por arroba o fracción y por cuadra que transcurra la mercadería por la vía férrea” (sic). Eso sí; la empresa se haría responsable de las faltas o deterioros de lo transportado si ello fuera culpa o descuido de sus empleados. Para este servicio la compañía establecería agencias, que en un principio serían cuatro, una en cada extremo de la línea y dos en su parte media. En cuanto a los pasajeros podrían utilizar las mismas agencias a modo de estación, pero Lacroze aclara en su petitorio: “…fuera de las cuatro designadas, no habrá ninguna otra por ser innecesario en este género de transporte.”
Si bien el recorrido era un circuito cerrado, largo y angosto separado entre el Centro y Callao-Entre Ríos por tres cuadras y desde allí al Once por una sola, los tranvías lo recorrerían en ambas direcciones, lo que se desprende de la misma concesión en la que se estipula que “habrá cuatro puntos en los cuales se instalará un trecho de doble vía para que dos trenes (sic), viniendo en dirección opuesta, puedan cruzarse, conservando cada uno su derecha 1, estando estos puntos determinados de tal manera que los trenes lleguen siempre simultáneamente; y en caso de que por cualquier evento, uno de ellos llegase antes que el otro, el primero esperará al segundo”.
La frecuencia establecida como básica era la siguiente: “De cada extremo de la línea y a cada hora, á las horas por la vía del norte (Cangallo – Piedad); á las medias por la vía del sur (Victoria – Rivadavia) saldrán dos carruajes en dirección opuesta, de tal manera que, en el verano habrá treinta trenes que irán del 25 de Mayo al 11 de Septiembre y treinta del 11 de Septiembre al 25 de Mayo, ó sean sesenta trenes diarios; en el invierno veintiséis de ida y veintiséis de vuelta, ó sean cincuenta y dos trenes diarios”.
El horario de prestación se fijó entre las 5:00 A.M. y las 7:00 P.M. en verano y las 7:00 A.M. y los 6:00 P.M. en invierno. Además se facultaba a la Empresa para que “de creerlo conveniente” se establezca un tren extraordinario a las 11:00 P.M. para servir a aquellos que salen del teatro o se retarden en el Centro. Finalmente, destaquemos dos cosas de este contrato que quedarían fijas en todas las concesiones posteriores y que hicieron beneficio a la ciudad por un lado y a la unificación de las distintas líneas en una red por el otro. Dice así: “La Empresa de tranvía conservará en buen estado el empedrado de las calles designadas en el itinerario propuesto; y en aquella donde aún no existe, será también por cuenta de la misma la construcción del empedrado ó macadam entre los rieles y cincuenta centímetros más a cada lado, es decir, una banda cuyo ancho será de dos metros cuarenta y cuatro centímetros. La distancia, entre uno y otro riel, será de un metro y cuarenta y cuatro centímetros, ó sea cuatro pies con nueve pulgadas inglesas”, trocha que se adoptó y fijó a todas las líneas tranviarias en el futuro.
No seguiremos adelante sin hacer una debida aclaración. Cuando Lacroze hizo su presentación, la Ley de Tranvías estaba aprobada, pero no puesta en vigor, pues faltaba la conformidad y el Cúmplase del Poder Ejecutivo, que la promulgó el 26 de octubre de ese año de 1868, fecha con la que se la identifica. Posteriormente fue ampliada el 31 de octubre de 1871 y nuevamente el 4 de noviembre de 1876, adaptándola a las necesidades que iban surgiendo con el apogeo de este nuevo medio de trasporte. Fue éste pues el primer contrato tranviario que se firmó, refrendándolo Emilio Castro y Pedro Agote por el Gobierno de la Provincia y Federico Lacroze por la empresa siendo su solidario fiador Julio G. Vehner. Tomás Funes, Francisco Salas y Manuel Vega actuaron como testigos; todos ante el Escribano Mayor de Gobierno D. Alejandro Araujo. Era el 29 de diciembre de1868.
Paralelamente a Lacroze, los Sres. J. M. Macías Bate y Livingston y R. R. Pealer hacían idénticas gentiones para la obtención del permiso de instalación de sendas líneas tranviarias con partida desde la Plaza de la Victoria (mitad oeste de la actual Plaza de Mayo). Lo hacían como personeros y en representación de la “Cía. de Tranvías de la Ciudad de Buenos Aires” de capitales ingleses y fundada en Londres. Los recorridos ligarían la plaza con el “Bajo de las Catalinas”, la estación del Parque del F.C. del Oeste y Corrientes y Callao; más una cuarta entre las Cinco Esquinas y el Puente de Barracas. La solicitud es aceptada, firmándose el contrato el 8 de enero de 1869.
Y la “catarata” continúa. Al día siguiente, 9 de enero, Agustín Rodríguez & Cía hace su presentación ante el gobierno provincial con el objeto obtener una línea entre 25 de Mayo y Cuyo (Sarmiento ahora) hasta el Once de Septiembre, circulando por Cuyo, Callao, Cangallo, Centro América (Pueyrredón ahora), lado norte de Rivadavia hasta Rioja.
Como vemos un recorrido completamente idéntico y paralelo (una cuadra más al norte) que el de Lacroze. Las condiciones eran similares a las de aquel, que dicho sea de paso sirvió de modelo para todos los que habrían de venir en adelante, con muy pocas variaciones como por ejemplo las tarifas que, en este caso serían de $ 3.- por viajero, $ 2.- por arroba de encomienda y $ 20.- por tonelada de carga. El contrato respectivo se firmó veinte días después de la presentación, el 29 de enero de 1869. Cabe destacar que, en este caso, el fiador fue D. Teófilo Méndez, quien, con sus hermanos, habrían luego de identificarse directamente al nombre de esta empresa.
Al día siguiente, vale decir el 30 de enero, Pedro Montravel hace lo propio, firmando el contrato de concesión para la línea solicitada oportunamente con el fin de unir el Bajo de la Catalinas (en las adyacencias del Retiro) por el Paseo de Julio (L.N.Alem) a la Plaza 25 de Mayo y seguir por Balcarce a Potosí y por ésta a Salta donde se abriría en tres ramales: uno al sur hasta el Mercado de Constitución; uno al norte por Libertad hasta las Cinco Esquinas y un tercero al oeste hasta el Once de Septiembre. Ambicioso plan que no se concretó, pues estando a punto de caducar, la concesión se transfirió a los hermanos Bullrich (Adolfo y Rodolfo) a mediados de 1870 quienes encontraron más inconvenientes que ventajas en su construcción, quedando al final todo en la nada.
No había pasado una semana desde la presentación de Montravel, cuando es Mariano Billinghurst quien se halla firmando el contrato para su Tranvía Argentino, del cual nos hemos ocupado oportunamente en detalle hace dos números.
Poco más de un mes después, el 9 de marzo, vuelve Lacroze a presentarse al gobierno provincial solicitando una nueva línea. Esta vez sería para unir el Once de Septiembre con la Boca del Riachuelo. Su idea era ligar con sus rieles la estación del Ferrocarril del Oeste, receptora de la producción cerealera pampeana, con el puerto fluvial de la Boca. Este nuevo tranvía queda legalizado con la firma del contrato respectivo el 15 de marzo de ese año de 1869.
Creo que desde el punto de vista legal se tiene un panorama general bastante claro. Corresponde ahora tenerlo en lo referente a las puestas en servicio, que no lo fue tanto. Efectivamente, cuando recurrimos a las distintas fuentes históricas, ya sean oficiales como los censos posteriores a este tiempo, o bien a los autores que trataron la historia porteña en general, hallaremos discordancias y contradicciones que no hacen más que llevar confusión a este tema.
Por los avatares que tuvo entre apoyos, discusiones y animadversión, no tendría que haber lugar a dudas sobre el momento en que –al fin de tanto batallar– se puso en marcha.
Las de los documentos oficiales, como los mencionados censos, posiblemente se originen por tomar las fechas de las habilitaciones definitivas, distintas a las de las puestas en servicio cuando éstos se iniciaban sin contar con ellas. En cuanto a las de los historiadores, por aferrarse a éstas oficiales en algunos casos; en otros porque vista la confusión, acabaron por tomar partido por un conocido personal, como el caso de Manuel Bilbao que se la atribuye a su amigo Billinghurst. Y a todos siguen luego los copistas que repitieron lo que otro dijo.
El Ing. Marino Jalikis, secretario de la Compañía de Tranvías Anglo Argentina publicó en 1925 un interesante trabajo, titulado “Historia de los Medios de Transporte y de su Influencia en el Desarrollo Urbano de la Ciudad de Buenos Aires” en el que, luego de hacerse la misma pregunta sobre los primeros servicios tranviarios porteños, decidió recurrir a la “Máquina del Tiempo” esto es, a la lectura de los diarios de entonces, dando a luz fechas exactas y aclarando controversias. No vamos a transcribir sus investigaciones que bien pueden ser leídas en la obra de referencia (la Biblioteca “Federico Lacroze” de la A.A.T. tiene ejemplares y hasta quien desee constatar lo expuesto tendrá allí el detalle de los diarios que han sido consultados) pero concluiremos este artículo con el corolario que surge de ella.
En primer lugar, identificaremos a los concesionarios con el nombre de las compañías. La fundada por Federico Lacroze, a quien se sumaría su hermano Julio, era la conocida como “Tramway Central”; la de Rodríguez & Cía (luego de Teófilo, Agustín y Nicanor Méndez) el “Tramway 11 de Septiembre”; el de Billinghurst “Tranvía Argentino”; Macías & Pealer, como ya dijimos, representaban al “Tramway Ciudad de Buenos Aires” y la segunda concesión de Lacroze “Tramway Boca y Barracas”. Todas comenzaron a circular en el año 1870 y lo hicieron en el siguiente orden:
27 DE FEBRERO DE 1870: ¡EMPATE ! El “Central” por Cangallo y el “11 de Septiembre” por Cuyo, los dos el mismo día, que era Domingo de Carnaval, y con gran revuelo de público, pues informa “El Nacional” del 3 de marzo siguiente que “…En las dos líneas de tranvías establecidas en la carrera de la Plaza 25 de Mayo y el 11 de Septiembre han viajado en los 3 días de Carnaval 11.500 pasajeros”, lo que da una idea de la curiosidad, atracción y a la vez rotundo mentís al rechazo y “horror” que, según se dice que se decía… el nuevo medio causaría a los porteños.
26 DE JUNIO DE 1870: el “Argentino” inaugura su primer tramo entre la Recoleta y la esquina de Rivadavia y Suipacha.
18 DE AGOSTO DE 1870: el “Ciudad de Buenos Aires” entrega al servicio público su primer tramo por la calle Buen Orden (Bernardo de Irigoyen) continuando casi continuamente con otros (algunos dos en el mismo día) de la importante red tendida.
1º DE SEPTIEMBRE DE 1870: el “Boca y Barracas” comienza sus servicios entre Plaza de la Victoria y La Boca, mientras que dos años y medio después lo hace en el ramal directo a Barracas.
Fueron estos los primeros urbanos en circular por Buenos Aires. Vendrían a poco otros más. El “Tranvía á Belgrano”, los “Tranvías Nacionales” y el “Anglo Argentino” lo hacen para 1876. Interesante resulta destacar finalmente que de los cinco primeros, cuatro fueron nacionales y sólo uno inglés, el “Ciudad de Buenos Aires”.
Bibliografía
* “Recopilación de Leyes, Ordenanzas, Decretos y Contratos de Concesiones de Tranvías”, Municipalidad de la Capital, 1908.
* “Historia de los Medios de Transporte y su Influencia en el Desarrollo Urbano de la Ciudad de Buenos Aires”, Compañía de Tranvías Anglo Argentina, 1925.
Notas
1 – En realidad la mano fue siempre derecha, pero en la década del ‘80 se impuso la izquierda. Una de las causas era la de que los cocheros (generalmente derechos) al azuzar a sus caballerías revoleaban los látigos sobre los viandantes dando muchas veces en éstos antes que en los animales. Otros dicen que fue para copiar a los ingleses. En junio de 1945 se volvió a la derecha.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año IV N° 21 – Junio de 2003
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Categorías: TRANSPORTE, Tracción a sangre, Tranvías, trenes y subte,
Palabras claves: medios de locomocion
Año de referencia del artículo: 1968
Historias de la Ciudad. Año 4 Nro21