Buenos Aires, como ninguna otra capital sudamericana, recibió e incorporó el influjo de la inmigración italiana en el campo de la vida cotidiana, en el desarrollo económico, en su patrimonio arquitectónico. La publicación analizada refleja en sus páginas la imagen de esa presencia en las primeras décadas del siglo XX.
En 1924 el Touring Club Italiano, prestigiosa institución difusora de las bellezas y la cultura italianas, decidió establecer un contacto más frecuente con los italianos que vivían en el exterior. Con el título: “Le vie d’Italia e dell’America Latina” comenzó a publicar otra revista mensual que incluía en cada número abundante información sobre regiones latinoamericanas, sus principales encantos naturales, sus producciones agrícolas, sus civilizaciones indígenas y sus ciudades destacadas. Una red de consulados propios y un conjunto de cronistas especializados proporcionaban, mes a mes, datos de interés general, numerosas fotografías y análisis detallados de los países al sur del río Grande, acompañando a sus habituales secciones sobre arte, naturaleza y progreso peninsulares.
Los temas del comercio internacional y de los posibles mercados latinoamericanos para la producción italiana no podían estar ausentes en una publicación cuyos dirigentes eran, al mismo tiempo que promotores de las ventajas del turismo, los más importantes industriales milaneses. En secciones especiales se daban a conocer cifras sobre comercio exterior de varios países, desarrollo de las redes camineras —para ubicar la producción automotor del norte de Italia— crecimiento demográfico e inmigratorio de las regiones del Río de la Plata y Brasil e información sobre el funcionamiento de las Cámaras de Comercio Italo-americanas.
Desde el norte de México hasta el sur de Argentina y Chile las distintas zonas fueron recorridas y mostradas en las páginas del mensuario. Industrias y artesanías locales se describían con detenimiento, mientras extensos artículos informaban sobre las bellezas naturales de las zonas inaccesibles, en un antecedente poco frecuente del hoy difundido “turismo aventura”. Conocedores del medio hacia el que dirigían su esfuerzo editorial, los dirigentes del Touring dedicaron especial espacio e interés a las regiones donde estaba radicada la colonia italiana más extensa. Argentina y Brasil, por lo tanto, aparecieron muy frecuentemente en notas y comentarios, especialmente las regiones del litoral argentino y los estados brasileños de São Paulo y Rio Grande do Sul.
Obvio es decir que la ciudad de Buenos Aires ocupó la atención de los redactores del Touring reiteradamente. Referencias a monumentos, plazas, iglesias y barrios porteños aparecieron cada dos o tres números de la revista; en esas notas es posible encontrar datos históricos, noticias sobre la organización política del país y comentarios sobre el progreso edilicio y cultural de la ciudad. Como no podía ser de otra manera, la influencia italiana en el arte y la arquitectura locales era destacada especialmente, haciendo hincapié en el papel rector de la civilización latina y en la multiplicidad de lazos culturales que unían a ambos países.
El análisis de esta revista mensual nos pone en contacto con una fuente bastante inusual entre la muy extensa lista de obras que estudiaron a la ciudad de Buenos Aires. Es el enfoque de una institución que, en la década de 1920, contaba en su haber con treinta años de servicios al turista y un enorme prestigio entre el exigente público europeo; reputación avalada por la publicación de mapas, informes y folletos destinados a difundir los encantos de Italia y los mejores modos de disfrutarlos.
Al extender su campo de acción al mundo latinoamericano, el Touring buscaba concretar un doble propósito: brindar a su público ya afianzado un interesante panorama de tierras nuevas y posibles futuras inversiones descubriendo ante los ojos europeos las ciudades y campos del Nuevo Mundo, al mismo tiempo que estas regiones se impregnaban de las noticias sobre el progreso italiano, reencontrando la antigua patria en algunos casos, o maravillándose con los avances de la industria y el desarrollo urbanístico de la Italia posterior a la Gran Guerra.
Una pequeña digresión resulta oportuna.
Si bien el Touring Club Italiano era una asociación privada, con sede propia y objetivos específicos, durante la década de 1920 compartió en forma entusiasta el orgullo nacionalista que impregnaba el ambiente de la península en los inicios del gobierno de Mussolini.
La revista reflejó esta postura dedicando muchos artículos a describir los grandes transatlánticos fabricados en los astilleros genoveses, ponderar los logros de la aviación nacional y presentar, mediante mapas y gráficos, el tendido de modernas líneas férreas que acortaban las distancias entre los centros urbanos.
Un conjunto de notas que destacaban la acción de ingenieros o constructores italianos en América Latina puede atribuirse también al interés por mostrar a Italia como un país a la altura de las más conocidas potencias europeas. En el caso preciso de Argentina, además de comentarios altamente elogiosos sobre la importancia del cable telegráfico submarino —tendido entre el sur de Europa, puertos de Brasil, Montevideo y Buenos Aires por una compañía italiana—, hacía especial referencia a la participación de ingenieros italianos en la construcción del puerto de Bahía Blanca, a los muelles que la empresa marítima Costa tenía en Buenos Aires y a las usinas de la Compañía Italo-Argentina de Electricidad.
Así como se hacía publicidad de la tecnología italiana, se brindaba atención al legado espiritual. En este contexto debe destacarse el espacio dedicado a la tarea de órdenes religiosas católicas, que adquirieron gran importancia entre la comunidad italiana radicada en Argentina. Especialmente notorio fue el caso de la Orden Salesiana. Sus miembros encarnaron, a los ojos de muchos, una representación de la identidad nacional. La labor realizada por las escuelas de la Orden, así como la extensa acción que desarrollaron en la Patagonia, fue recogida numerosas veces en las páginas de la revista. Al referirse a Buenos Aires, fotografías y artículos informaron sobre la tarea que se llevaba a cabo en la Escuela de Oficios radicada en el barrio de Almagro.1
¿Qué miraban en Buenos Aires estos experimentados asesores en turismo? ¿Cómo describían los aspectos destacados de la urbe? O mejor aún, ¿cuáles eran, para ellos, los rasgos característicos de la ciudad, aquellos que la hacían diferente de las demás capitales sudamericanas?
Dijimos más arriba que prestó amplia atención a la impronta italiana visible en edificios e instituciones de la ciudad. Asimismo, aparecieron en la revista artículos y fotografías mostrando las sedes de empresas italianas en Buenos Aires; fueron exhibidos los establecimientos de la Pirelli Platense, vinculada a su homónima italiana, el depósito de carbón que la empresa Navigazione Generale Italiana poseía en el puerto y el inmueble del Instituto Biológico instalado frente a la plaza del Congreso, mientras se destacaba la incidencia alcanzada por estos emprendimientos en el desarrollo económico y técnico del país huésped.
La opción de enfocar los aportes más nuevos de Italia en Buenos Aires en lugar de hacer referencia a las entidades tradicionales de los peninsulares en la capital argentina podría situarse dentro de la orientación general que el Touring le otorgaba a su empresa editorial; se priorizaba un intercambio moderno, basado en mutuos intereses económicos y culturales, despojado de connotaciones nostálgicas o apelaciones emotivas.
Hacia mediados de 1924 un artículo de Ausonio Franzoni, periodista italiano radicado en el Plata, estrechamente vinculado a la actividad cultural y educativa desarrollada en Buenos Aires por la colectividad peninsular, procede a mostrar imágenes de L’Argentina y de su ciudad capital. En esta oportunidad la mirada estaba puesta en el desarrollo industrial de Buenos Aires, con especial referencia a la participación italiana en esta materia. Los nombres de Devoto, Canale, Carosio, Mataldi, Pirelli, Bianchetti, Spinetto y Valdani aparecían una y otra vez, acompañando fotografías de oficinas de la Compañía Italo-Argentina de Electricidad y de la fábrica Canale.2
Texto y fotografías hacen pensar que el contenido estaba destinado especialmente a los lectores europeos. Comentarios relativos al carácter exótico de una Navidad celebrada en pleno verano confirman la impresión; más que mostrar Buenos Aires, se celebra la riqueza de la élite industrial italiana en la metrópoli.
En los números siguientes la información adquirió un tono más específicamente turístico. Un recorrido desde Buenos Aires hacia Mar del Plata incluyó una fotografía de la estación ferroviaria de Plaza Constitución, “situada en una gran plaza sombreada por un jardín amplio y hermoso” y algunos comentarios sobre las circunstancias que llevaron a la federalización de Buenos Aires. El agregado resultaba oportuno para explicar los elementos que unían y separaban a la ciudad de la provincia homónima.
En 1926, algunos cambios en la dirección del Touring determinan la necesidad de designar un codirector para la revista. Fue nominado el consejero Doro Rosetti, nativo de Buenos Aires, ratificando una vez más los lazos que conectaban a la Argentina con Italia.
El nuevo directivo conservaba muchos contactos con posibles colaboradores en la metrópoli sudamericana. Es posible que esa circunstancia haya influido en el contenido del mensuario, pues ese año se multiplicaron los artículos sobre la capital argentina, abarcando diversos aspectos de la urbe e incursionando en sus orígenes y aspectos de su evolución edilicia.
Una nota firmada por A. Colombo —primera de una serie de tres — reseñaba la historia de la ciudad, desde Pedro de Mendoza y Juan de Garay hasta el trazado de los primeros ramales ferroviarios y la construcción de las grandes avenidas. Fotografías antiguas, reproducidas de un álbum de la casa Witcomb, ilustraban el pasado reciente de Buenos Aires —la primitiva estación de Retiro, la vieja Recova, la sede del Congreso en Plaza de Mayo— así como figuras de vendedores ambulantes. El autor comentaba las nacionalidades de estos repartidores; eran italianos los vendedores de carne y hortalizas, vascos los tamberos o lecheros. La pintura presentada tendía a contrastar esos rasgos tradicionales de la metrópoli con su presente moderno y pujante.
La nota sobre el arquitecto italiano Mario Palanti, publicada en el mismo número de la revista, resulta un apropiado complemento del artículo anterior. El citado artista fue el proyectista de algunos de los edificios más destacados de la moderna Buenos Aires como la sede del Banco Francés e Italiano para América del Sud, el palacio Barolo —cuyos frente, torre y galería eran mostrados profusamente— y varias casas particulares. Las ilustraciones y fotografías que acompañaban la nota contribuían a remarcar la importante participación del “genio italiano” en la renovación urbanística de la capital argentina.
La segunda nota de Colombo, abundantemente ilustrada con fotografías procedentes de un álbum de Casa Peuser, gentilmente cedidas para la ocasión, comenzaba afirmando que Buenos Aires era, por su población, la segunda ciudad del mundo latino, después de París. La topografía de su parte central resultaba sumamente simple, continuaba diciendo el cronista, pues la calle Rivadavia actuaba como un eje dividiendo en dos la ciudad y estableciendo una numeración por centenas para cada cuadra. Por lo tanto, sólo con conocer los nombres de las calles paralelas a esa línea central era sencillo orientarse. Como dato interesante, agregaba que casi todas las arterias tenían nombres de políticos, militares, batallas o hechos históricos, ampliamente conocidos por todos los residentes.
La descripción de la ciudad partía de Plaza de Mayo y los principales edificios que la rodeaban: Casa Rosada, Catedral y Palacio Municipal. Por Paseo Colón el recorrido se extendía hacia la Boca, barrio muy cercano al corazón de los italianos por la extensa colonia genovesa asentada en la zona. Si el camino se orientaba hacia la derecha de la Casa de Gobierno —por el antiguo Paseo de Julio rebautizado con el nombre del líder radical Leandro N. Alem—Retiro y Plaza San Martín aparecían como puntos de interés; en torno del último podían encontrarse algunos de los más notables palacios de las ricas familias argentinas, como Anchorena, Paz, Ortíz Basualdo y Pereyra Iraola.
Florida representaba para Buenos Aires lo que la rue de la Paix significaba para París, el centro del lujo y la suntuosidad. Allí estaban las mejores tiendas y la magnífica residencia del Jockey Club, institución que reunía a las figuras de la élite. La arteria constituía, a juicio del autor de la nota, un legítimo motivo de orgullo para los porteños.
El palacio de Justicia, el edificio del Congreso Nacional, la sede del diario “La Prensa” y el teatro Colón recibieron también un comentario detallado, así como los monumentos a Mazzini y Garibaldi, los grandes héroes italianos.
La tercera de las notas sobre Buenos Aires estaba dedicada a los parques y plazas de la ciudad. Plaza Italia y su estatua de Garibaldi, plaza Francia y la Recoleta sirvieron de prólogo para la descripción del Parque 3 de Febrero y su famoso Rosedal. El artículo continuaba con apuntes sobre el Jardín Zoológico, los terrenos de la Sociedad Rural y las exposiciones anuales que allí se realizaban, para extenderse luego sobre los barrios de Belgrano, Saavedra y las “villas” ubicadas en los límites de la ciudad y que atraían a los amantes del verde y la naturaleza. Finalmente, algunos párrafos destacaban las bellezas de la zona de Tigre, sus canales y residencias, así como los numerosos clubes de remo que desarrollaban allí su actividad.
No podía estar ausente de las páginas del mensuario la referencia a un importante monumento que, en recuerdo de la visita realizada a América del Sur por el príncipe heredero de Italia poco tiempo antes, se había levantado en la avenida Costanera de Buenos Aires. La obra, un gran mástil o “antena”, conmemoraba el auspicioso hecho y constituía una prueba tangible de la estrecha amistad que unía a ambas naciones.
Un artista italiano, Gaetano Moretti, había diseñado el “monumento a la fraternidad ítalo-argentina”, para que en él flameara gallardamente la bandera argentina. Una serie de grupos alegóricos, realizados en bronce, se ubicaban en la base del mástil. Instalado en la ribera3, se convertía en uno de los primeros hitos de la ciudad que los que llegaban divisaban desde las embarcaciones. A título informativo, digamos que el mástil fue restaurado parcialmente hace pocos meses, luego de muchos años de abandono.
En 1924 Italia había convertido en embajada su legación diplomática en Argentina. La medida apuntaba a poner en pie de igualdad a las dos naciones, con iguales derechos y obligaciones en el contexto internacional, y a reforzar las mutuas relaciones culturales y económicas. Argentina postergó algún tiempo la realización de un gesto recíproco —sólo en 1926 el ministro argentino en Italia se convirtió en embajador— y esa circunstancia condicionó parcialmente el nombramiento de un titular definitivo para la nueva sede. Pero en 1928 la revista pudo mostrar la lujosa residencia que albergaba en Buenos Aires al representante de la península en el Plata. El edificio, el mismo que hoy conocemos, había pertenecido a la familia de Federico de Alvear y contaba con todos los refinamientos y comodidades que podían desearse. Los directores de la revista lo exhibían orgullosamente, destacando su magnificencia, digna de la importancia alcanzada por el Reino de Italia.4
A fin de mantener actualizada la información que brindaba, el Touring envió en 1927 a uno de sus colaboradores a realizar un viaje por los estados sudamericanos. Fue así como varios artículos de Ulderico Tegani, el citado colaborador, comenzaron a publicarse hacia mediados de 1928. Este comentarista era un viejo conocedor de la Argentina. Escritos suyos ya habían aparecido en la revista y ahora redescubría una Buenos Aires moderna y brillante. Numerosas fotografías acompañaban al primero de esos textos: la calle Florida, los rascacielos de la ciudad, la Avenida de Mayo vista desde lo alto, plazas, parques y las avenidas Callao y Leandro Alem. “ Es ésta, sin duda, —decía el cronista—, la metrópoli de América Latina, como Nueva York lo es de la América anglosajona”.
En un envío posterior, “in giro per Buenos Aires”, hablaba de la Casa Rosada. Imágenes del fotógrafo Emilio Morales y de la Dirección de Parques y Paseos ilustraban la visita, que incluía una descripción del frente del edificio y detalladas explicaciones de las áreas dedicadas a ministerios y a la presidencia propiamente dicha. Tegani se permitía bromear acerca del esplendor que encontraba en algunos salones, a los que describía como apropiados para un “reino” republicano.
El recorrido por las páginas de “Le vie d’Italia e dell’America Latina” nos devuelve la imagen de una ciudad opulenta, modernizada y activa. Los rasgos de la “gran aldea” han desaparecido y el proceso de mezcla de elementos étnicos de diferentes orígenes parece haber alcanzado el equilibrio. Si la urbe conserva el trazado urbanístico característico de la época española, la arquitectura demuestra la importante participación de los constructores italianos. Muestras del arte peninsular son visibles en edificios y monumentos. Buenos Aires es contemporánea, europeizada e italiana.
¿Hasta qué punto se ajusta esta imagen a la verdad de la época? La pregunta es, probablemente, ingenua. Son italianos los ojos que miran a esta Buenos Aires, capital de un país que ha alcanzado prosperidad económica y que usa orgullosamente a esa ciudad como su carta de presentación ante el mundo. Los redactores del Touring así lo reconocen, al mismo tiempo que destacan el importante papel desempeñado por los italianos en la realización de esa obra. yyy
Notas
1- En la esquina noroeste de Hipólito Yrigoyen y Yapeyú.
2- Las primeras en Alsina y Santiago del Estero y la segunda en la calle Martín García, frente al parque Lezama.
3- Se encuentra en el Balneario Sur, en la plazoleta ubicada entre el Boulevard de los Italianos y la avenida costanera Intendente Hernán M. Giralt, hacia el norte del monumento a Luis Viale.
4- La Embajada de Italia se encuentra en la esquina suroeste de Av. del Libertador y la calle Billinghurst.
Las reproducciones fotográficas han sido tomadas de ejemplares de la revista pertenecientes a la autora y del libro-catálogo de obras de Mario Palanti “Prima Esposizione Personale d’Architettura nella Repubblica Argentina”, Milano, Italia, 1917, colección L. O. Cortese.
María Silvia Ospital
Historiadora, docente
universitaria y becaria del CONICET
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año II – N° 10 – Julio de 2001
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Congreso-Av Mayo-Casa Rosada, Edificios destacados, ESPACIO URBANO, PERSONALIDADES, Inmigración
Palabras claves: revista Italiana, publicación, cultura italiana, turismo
Año de referencia del artículo: 1928
Historias de la Ciudad. Año 2 Nro9