Para referirse al grabado, que se estima nació en Europa a mediados del siglo XV y recién a inicios del XVIII en el territorio rioplatense, se hace imprescindible mencionar a título de simple recordatorio, dado que su historia es rica y extensa, al grabado prehistórico que como es de conocimiento general comenzó en la más remota antigüedad en cavernas y pasadizos sobre piedras, o bien huesos de animales, realizado con cualquier elemento más o menos cortante, a lo que es imprescindible añadir, por su gran importancia histórica y artística, el gran desarrollo que alcanzara entre antiguas civilizaciones como la egipcia o la china, que grababan sobre piedra dura, trabajo denominado glíptica. Este era realizado sobre gemas preciosas para adorno de reyes y príncipes, ya representativos de imágenes religiosas, ya como amuletos o talismanes.
La mayoría de los pueblos de Oriente practicaban la glíptica y al unísono etruscos, griegos, romanos, larga sería su enumeración. Tomemos sólo dos ejemplos inherentes, verdaderamente trascendentales: el pectoral de Aarón, sumo sacerdote de los hebreos, fue tallado en piedras preciosas y los clásicos de Confucio copiados y grabados en piedra con la escritura oficial del período Ham (202 a.C.-220 d.C.), teniendo presente que los primeros libros de la historia China fueron grabados en piedra como ediciones. En la Biblioteca Nacional de dicho país se pueden encontrar más de 230.000 estampas de caparazones de tortuga, bronces, piedras relativas a la historia, geografía, literatura, arte, ciencia y arquitectura, muchas de ellas pertenecientes a los años 175 y 183 d.C.
Por otra parte en América también se trabajaban tallas en hueso, jade, rocas como serpentina o nefrita, oro y todo tipo de piedra que así lo permitiera, en períodos muy anteriores a los años 900 a 1000 a.C. sin llegar al grabado impreso. No obstante, fue necesario que pasaran algunos siglos posteriores al XV, para descubrir el procedimiento de multiplicación de los diseños por medio del grabado impreso, a lo que colaboró indiscutiblemente la aparición de la imprenta en Europa, alrededor de 1440, con el alemán Johannes Genefleisch, llamado Gutenberg, quien precisamente en un principio se dedicara a la talla de piedras preciosas y a la fabricación de espejos. La más famosa de sus impresiones es la Biblia Latina, llamada también Biblia de Gutenberg.
A pesar de lo especificado y las influencias que pudo haber tenido en territorio sudamericano, ya que en Lima funcionaba la imprenta desde 1584, y en 1539 había aparecido en México el primer libro americano bajo el signo editorial de Juan Aleman Cronberger, es interesante recordar en cuanto a Argentina se refiere, los conceptos vertidos por Bartolomé Mitre en Orígenes de la Imprenta Argentina (1896): “La aparición de la imprenta en el Río de la Plata es un hecho singular en la historia de la tipografía después de Gutenberg. No fue importada, fue una creación original. Nació o renació en medio de las selvas vírgenes, como una Minerva indígena armada con todas sus piezas, con tipos de su fabricación manejados por indios salvajes, recién incorporados a la vida civilizada, con nuevos tipos fonéticos de su invención, hablando una lengua desconocida en el Viejo Mundo: un misterio envuelve su principio y su fin…” palabras que describen específicamente lo que allí sucedía.
Ubicados entonces ya a inicios del siglo XVIII en el Virreinato del Río de la Plata, sabemos que el grabado nació con las misiones jesuíticas que le dieron difusión principalmente en la zona misionera, extenso territorio entre Argentina, Brasil y Paraguay, donde fundaron 30 reducciones, la mitad en las provincias de Corrientes y Misiones. Precisamente fue la Compañía de Jesús que alrededor del 1700 estableció en Paraguay la primera imprenta que funcionó en esta parte de América, donde se enseñó la técnica del grabado y el arte de la impresión, aunque se aduce, sin probada certeza, que funcionaba desde 1680 . Sus prensas publicaron el libro del Padre Juan Eusebio Nieremberg “De la Diferencia entre lo Temporal y lo Eterno”, traducido al guaraní e impreso con tipos fabricados en las misiones en 1705, conteniendo 43 láminas grabadas en cobre, 67 viñetas y pequeños grabados en el texto, hábilmente ejecutados por los indios bajo la dirección de los jesuitas. Al pie de uno de ellos se halla la firma de su autor Juan Yapari, a quien se adjudica el título de primer grabador platense y único grabador misionero identificado. A esta muestra inicial, debemos agregar un grabado en cobre de gran tamaño “San Juan Nepomuceno Mártir” realizado por el indio Tomás Tilcara en la Misión de San Ignacio, ya alrededor de 1728.
Respecto a la lengua guaraní utilizada en las traducciones, debe tenerse en cuenta que los guaraníes constituyeron uno de los grupos étnicos más difundidos de toda América meridional. Por ende su lenguaje se extendió considerablemente en su hábitat que iba desde el Río de la Plata hasta el Amazonas, ocupando todo el litoral atlántico.
Pero a pesar de haberse tomado como fecha de inicio del grabado el año 1705, tal vez aproximativamente, el año anterior había aparecido de sus prensas el primer volumen en edición guaraní “Martirologio Romano” al que le siguió “Flos Sanctorum” del Padre Rivadeneyra, traducido por el Padre Serrano. Se considera que en ellas vio la luz la primera obra de autoría local editada en el Río de la Plata, ejemplar que se encontró en Lima dos siglos más tarde (1913). Dicha prensa misionera había sido construida con maderas del país, con piezas de hierro y platina de piedra.
La segunda imprenta argentina comenzó a funcionar en Córdoba, en la que se publicaron pocos libros, dado que sobrevino la expulsión de los Jesuitas, quienes la habían hecho traer de Italia. Esta quedó en el Colegio Montserrat, de donde la sacó el Virrey Juan José de Vértiz con la intención de traerla a Buenos Aires y ponerla al servicio de la Casa de Expósitos en 1780.
Los primeros grabados en Buenos Aires se atribuyen al carpintero y tallista lusitano Pedro Carmona para ilustrar el “Almanaque y Kalendario General”, diario de cuartos de luna, según el meridiano de Buenos Aires – Año 1781, con imágenes de una luna grande y doce signos del zodíaco. No obstante se ha hallado copia precisamente del “Almanak y Kalendario General, Diario de Quartos de Luna, según el Meridiano de Buenos Ayres para el año del Señor de 1786” Con Licencia: Fn la Real Imprenta de los Niños expósitos y a su costa” con el diseño central de una luna con media cara de un hombre de perfil.
Otros entendidos, como González Garaño, aducen que los cuzqueños Manuel Rivera y Juan de Dios Rivera fueron los primeros grabadores que trabajaron en Buenos Aires. Manuel Rivera grabó el “Verdadero Retrato de la Milagrosa Ymagen de Na. Sa. D. Luxan” que data de 1789, firmado en el ángulo inferior derecho“Manuel Rivera por devoción” y en el izquierdo “me grabó en Buenos Ayres año 1789”, cuyo cobre sin esta inscripción se conserva en el Museo Histórico Nacional, por lo que se supone que deben haber existido dos láminas del mismo autor. Se trata de un trabajo con la imagen de la virgen vestida a la usanza antigua, dentro de una hornacina con dos angelitos que recogen unas cortinas en las enjutas y otros flanquean la base, debajo de la que se ve una cabecita alada y dos querubines laterales. Ha sido considerado un dibujo elemental, con posturas algo forzadas y cierta indecisión en su estructura, por lo que no se puede considerar a esta antigua estampa de la Virgen de Lujan con condiciones artísticas sobresalientes, imagen que posteriormente fue modificada en parte, dentro ya de la litografía del siglo XIX.
Es pertinente aclarar que Manuel Rivera era comandante del cuerpo de artilleros veteranos y al enfermarse gravemente prometió grabar la efigie de la Virgen. Se trataba de un habilidoso armero, nombrado en 1807 Maestro Mayor de Armeros del Real Cuerpo de Artillería, por ende, con gran conocimiento del trabajo en metal, quien precisamente por su capacidad con las armas en 1812 fue designado por el General Belgrano y otros patriotas Director de la Fábrica de Armas Blancas de Tucumán, no así Juan de Dios Rivera, grabador, platero y medallista, descendiente de Alonso de Rivera, conquistador del Perú quien trabajó en la Casa de la Moneda de Potosí y posteriormente, alrededor de 1760, pasó al Río de la Plata. Juan de Dios ejecutó el dibujo del escudo del Consulado de Buenos Aires, por encargo de Manuel Belgrano, cuyo sello se encargó a Potosí para su grabado en hueco y entre otras cosas, el sello de la Asamblea General Constituyente de 1813, cuyo diseño prefiguraba nuestro escudo nacional. Este hábil artista que viviera hasta los 83 años, realizó además los retratos de Fernando VII, tirándose 24 ejemplares y 1000 en seda y otro de Mariano Moreno, efectuando entre tantos otros, grabados en madera encargados por Liniers.
Respecto al primer grabador argentino, se coincide plenamente en que fue Pablo Nuñez de Ibarra, maestro platero correntino, de quien se halló un pequeño grabado de Santa Rita de Cassia “Vencedora de imposibles”, el que en su parte inferior dice: “Buenos Aires 1809, un correntino la dibuxó y la grabó”, más el grabado de San Telmo, patrono de los navegantes, que se halla en el Convento de Santo Domingo. Nuñez Ibarra, hijo de un matrimonio de alta clase media, efectuó estudios en la escuela anexa al Convento de San Francisco y posteriormente comenzó estudios de dibujo y grabado. En Buenos Aires tenía un taller de platero y grabador y en 1812 y 1814 propuso al gobierno la instalación de una fábrica de tipos para imprenta de su invención. Enseñó grabado en láminas y planos en su propia Academia de Dibujo y realizó una lámina en homenaje al Libertador General San Martín con el prócer a caballo que le encargara el Cabildo de Buenos Aires, trabajo que se ha considerado ingenuo, pero que sirviera de base a otros artistas en litografías y óleos. Al regresar a Corrientes abrió una escuela de dibujo, mientras se dedicaba a la talla de jarros, mates, facones y rastras en su taller de platero. Asimismo trabajó en la espada que se entregó al General Paz por la victoria de Caaguazú (1841) y ese mismo año buriló un grabado de la Virgen de Itatí .
Como se puede apreciar por todo lo especificado, fue un trabajador tenaz en su especialidad de talla y grabado de metales, más otras disciplinas inherentes a dibujo y pintura.
Respecto a la fundación de la imprenta en Buenos Aires algunos estudiosos la sitúan alrededor de 1770. Se grabaron planchas como la pequeña lámina de la Virgen del Rosario con el niño en brazos, según se cree tirada en 1796. Precisamente una plancha de cobre que figura en el Archivo y Museo Histórico del Banco Provincia ostenta en una de sus caras el grabado del primer billete de banco argentino y en la otra, la imagen de dicha virgen, hecho por José Rosseau en 1822.
Es curioso que no hayan quedado asentados otros grabados que seguramente se hicieron en ese lapso de veintiseis años que va desde 1770 a 1796, los que tal vez por razones de importancia artística o social, no fueron registrados o tal vez perdidos.
Respecto a la difusión del grabado en Buenos Aires, que realmente alcanzó gran importancia, deberíamos ubicarnos en una de las partes centrales de la ciudad, la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo), donde nos encontraríamos con la casa en que vivía César Hipólito Bacle, calle de la Victoria 148 (hoy H. Irigoyen). Allí instaló a partir de 1828 un establecimiento de litografía y pintura, especialmente retratos en miniatura y al óleo, e impresiones de letras de cambio, circulares, tarjetas, etc. A él vamos a referirnos en forma particular, precisamente por toda su dedicación y enorme trabajo dentro del grabado en la ciudad de Buenos Aires.
Lógicamente, la litografía (de lito: piedra- grafía: escritura) descubierta por el bávaro Senefelder en 1796, revolucionó las artes gráficas, ya que por su facilidad y rapidez sustituyó ventajosamente al grabado sobre metal o madera. Esta fue conocida en Buenos Aires entre 1824-1827 por Hohn Q. Beech y Juan Bautista Douville, con lápiz sobre piedra para retratos, aspectos y costumbres urbanas. Se considera a Douville, viajero, naturalista y dibujante francés, el primero que realizó litografías en la ciudad de Buenos Aires, donde había instalado una casa de comercio en la calle de la Piedad 129 alrededor de 1926, trabajando pequeños retratos del Almirante Brown y de los Generales Mansilla, Alvear y Balcarce. Pero el real introductor y difusor general de las litografías fue César Hipólito Bacle, de origen francés, nacido en Ginebra en 1794 en el Castillo de Saint Loup en Veroix, pequeña población junto al lago de Ginebra, propiedad de su padre Jacques Bacle comerciante y relojero. César Hipólito Bacle fue litógrafo, cartógrafo, impresor, naturalista y botánico, fundador de la Litografía de Estado. Junto a él trabajaba su esposa Andrea Macaire, pintora, distinguida educadora con cursos de dibujo y pintura, quien más tarde (1831) regenteó el Ateneo Argentino.
En el perfeccionamiento de la litografía por parte de este incansable luchador mucho influyó Carlos Riso, notable litógrafo italiano de larga actuación en Brasil, Montevideo y Estados Unidos, quien también instaló su establecimiento en Buenos Aires.
Muchos retratos publicados por litografía y la primera serie de Trajes y Costumbres se deben al socio de Bacle, Arthur Onslow, pintor y dibujante, si bien había ilustraciones ya publicadas por Emeric Essex Vidal, que eran de tiraje limitado y elevado precio.
Ouslow, retratista francés, miniaturista, fue quien realizó los dibujos para las láminas tan conocidas y difundidas “Gaucho”, “Repartidor de pan” y “Lechero”, esta última con el fondo del Fuerte de Buenos Aires. A este dibujante y pintor se debe también la lámina “Traslación del cadáver del Gobernador Manuel Dorrego” impresa por Bacle en 1829. Asimismo ejerció la docencia con cursos de dibujo y pintura al óleo y en miniatura. De su viaje de regreso a Francia en 1833 se destaca la anécdota de haber viajado con los cuatro indígenas charrúas que se exhibieron en París, creyéndose que fue quien realizó su dibujo, grabado luego en París. Por su parte, ya con anterioridad había realizado el óleo “Una familia de indios Pampas de Buenos Aires” y el escudo de armas del Uruguay que le encargara el gobierno de dicho país, mientras estuvo instalado en él.
Respecto a las primeras obras del establecimiento Bacle y Cía. se deben citar “Vista de Salta” y distintos homenajes a la memoria del Cnel. Dorrego. Precisamente Carlos Enrique Pellegrini, el más interesante artista de aquellos años en Buenos Aires, ensayó sus primeras armas en las prensas de Bacle, quien ante la publicación de la “Colección General de las marcas de ganado en la Provincia de Buenos Aires,” expresó en las columnas de El Lucero: “No puedo resistir el placer de llamar la atención pública sobre la última producción de las prensas litográficas de Bacle y Cía. Quiero hablar del mapa geográfico de la provincia de Buenos Aires que hace parte de su gran obra de las marcas de ganado”. Al mismo tiempo salieron las vistas del Cabildo y Policía de la Recoba, del Fuerte, de la Retreta, etc., planos topográficos de Buenos Aires, Montevideo, de ambos puertos y cartas geográficas de las que se destaca la parte de la República Argentina, comprendida entre las capitales de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y San Luis. Se publicó igualmente música litografiada, desde una Marcha Fúnebre y Oración a la memoria de Dorrego, por Picasarri, hasta valses y contradanzas. A toda esta breve referencia de sus publicaciones, debemos agregar que entre su amplia actividad Bacle fundó su primer periódico llamado El Boletín de Comercio, dedicado a informes comerciales o marítimos, pero su publicación duró apenas dos años, de 1830 a 1832, dado que por decreto del Superior Gobierno, firmado por Rosas, los editores de periódicos estaban obligados a tener domicilio en la provincia y si eran extranjeros debían presentar un testimonio ante escribano público de establecerse con domicilio perpetuo en Buenos Aires como súbdito del país y renunciar a toda dependencia y protección del Estado en que hubiera nacido. En dos oportunidades Bacle se dirigió al gobierno, rogando por sus publicaciones, que no eran de orden político. Pero fue rechazado por lo que resolvió abandonar el país, pero un año más tarde recibió noticias que le aseguraban el poder ubicarse nuevamente al frente de su establecimiento, que había dejado en manos de su administrador y regresó a Buenos Aires en un buque que naufragó, en el que traía colecciones de pájaros embalsamados, de insectos y cuadrúpedos y gran cantidad de preparaciones botánicas de la isla Santa Catalina, donde se había dedicado junto a su esposa a estudiar su historia natural. Llegó pobre y decepcionado por la pérdida de todo aquel trabajo realizado y pensó en solicitar nuevamente la dirección de la Litografía del Estado al gobierno, que finalmente accedió considerando que los trabajos de un extranjero industrioso honraban al país.
Reanudó entonces la publicación de los Trajes y Costumbres de la Provincia de Buenos Aires en cuadernos con seis láminas cada uno, repertorio considerado por los entendidos digno de figurar junto a las aguatintas de Vidal, los Recuerdos del Río de la Plata de Pellegrini y los álbumes de D’Hastrel y Palliere. Quedaron así representadas las porteñas portando sus enormes peinetones en su segundo cuaderno y en el quinto las primeras caricaturas que se dibujaban ridiculizando la moda femenina. Reanudó asimismo la publicación de periódicos con Diario de Anuncio y Publicaciones Oficiales de Buenos Aires, dirigido por José Rivera Indarte, y de la litografía del Estado aparecieron en 1835 innumerables trabajos dedicados a rendir homenaje a don Juan Manuel de Rosas, con varios retratos suyos, además de divisas federales con el retrato de busto, de pie o ecuestre del general. En la imprenta Del Comercio continuó Bacle con impresos tales como el Gaucho Federal, Los Cautivos, la Campaña del desierto y ante la trágica muerte del General Quiroga una lámina de su asesinato en Barranca Yaco y un año más tarde la ejecución de Vicente y Guillermo Reinafé y de Santos Pérez, autores del crimen.
Mientras tanto continuó con sus trabajos cartográficos de la Capital de Buenos Aires y sus inmediaciones y con la idea de editar el periódico Museo Americano, que se concretó en Abril de 1835. Lamentablemente éste cesó un año después, al que le siguió El Recopilador, cuya duración fue de apenas seis meses. Todo esto implicó pérdidas considerables para Bacle, por lo que decidió irse a Chile, donde fue nombrado impresor y litógrafo del Estado.
De regreso a Buenos Aires para los preparativos de su viaje, se vio envuelto en una celada que le tendió Calixto Vera, persona muy desacreditada en la ciudad, quien con una carta elogiosa dirigida a Rivadavia en México, que hace firmar a Bacle, se presenta ante Rosas para interiorizarlo, y éste que ya le desagradaba el viaje de Bacle a Chile, encolerizado ordena su detención para encarcelarlo. Es engrillado y conducido a calabozo en Marzo de 1837 donde permaneció hasta casi finales de ese año en que obtuvo la libertad, pero enfermo del corazón y los pulmones falleció en Enero de 1838. Triste final para un estudioso, luchador incansable de la impresión gráfica en Buenos Aires.
Por su parte Carlos Enrique Pellegrini, pintor, litógrafo e ingeniero francés, de origen italiano, que había trabajado con Bacle, su esposa Andrea, Julio Daufresne y Guerrin, entre otros, adquirió imprenta propia y editó retratos de calidad superior como los de los Generales Mansilla y Guido. De este artista prolífero, se conocen alrededor de 60 aguadas y litografías, entre ellas Fiestas Mayas, que como sabemos, abarcan además las imágenes de los templos de San Francisco, Santo Domingo, San José de Flores y el Pilar, El Fuerte, saladeros y mataderos, escenas gauchescas y relativas a la danza como La Media Caña y El Cielito e indumentaria de la gente de campo, que son una sólida prueba de la vida y costumbres de la primera época colonial, como lo fueran las pintorescas imágenes de Montevideo y Buenos Aires, en los inicios del grabado, de Emeric Essex Vidal, marino que estuvo entre 1816 a 1818 en el Río de la plata, excelencia del grabado inglés, cuyos trabajos recién aparecieran en 1820. Tampoco se puede dejar de mencionar a Fernando Brambilla con su “Vista de Buenos Aires desde el Río” y “Vista de Buenos Aires desde el Camino de las Carretas,” aguadas pintadas en 1794, a través de un grabado titulado “Buenos Ayres,” realizado en Madrid y difundido a principios del siglo XIX.
A esta lista de pintores y grabadores se sucedieron con los años Carlos Morel, pintor argentino con “Usos y costumbres del Río de la Plata,” Alberico Isola con “El Album Argentino” y Juan León Palliere, nacido en Río de Janeiro de origen francés, ilustrador por excelencia en los años de la organización nacional (1856-66) e historiador gráfico de muchas provincias argentinas, con sus usos y costumbres.
Ente los artistas argentinos de gran valía que posteriormente fueron realizando sus grabados, tal como ocurriera en Europa con Durero en Alemania, Goya en España y Mantegna (en Padua) Italia y tantos otros artistas de suma importancia, sobresalen Pío Collivadino, Quinquela Martín, V. L. Rebuffo, Alicia Scavino, Adolfo Bellocq, Pompeyo Audivert y su hijo Eduardo, Aída Carballo, con trabajos de aguadas y grabados en metal de excelente calidad, que sería extenso enumerar, conocidos en distintas partes del mundo.
Consecuentemente con el avance de la fotografía en libros y periódicos se introdujo el fotograbado, dejándose un poco de lado la litografía, en cambio debe destacarse que el grabado sobre metal o madera como expresión artística, tuvo un gran resurgimiento, del que debemos enorgullecernos por la calidad y belleza con que fue y es trabajado por autores argentinos de primer nivel dentro de las artes plásticas.
*Escritora, profesora y traductora de italiano, conferencista de historia, literatura y artes plásticas, Vicepresidenta de la Junta de Estudios Históricos de San Telmo.
Bibliografía: Cochet Gustavo El Grabado – Ediciones Poseidón 1947 – Dic. Artistas de la Plástica Argentina – Editorial Inca 1988 – Biblioteca del Museo del Grabado – Museo Nacional de Bellas Artes – Museo Nacional de Historia.
Información adicional
PERSONALIDADES, Artistas plásticos y escultores, VIDA SOCIAL, Arte, / Arte, grabadores, rioplatenses.
2017 /
Cuadernos de San Telmo – Junta de Estudios Históricos de San Telmo – Nueva Época nº 3 – Año 2017
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