Medio siglo entre libros viejos: Arturo E. Eusevi
En un recorte de diario sin identificación ni fecha (aproximadamente década de 1960) encontramos un reportaje a don Arturo Federico Eusevi, donde cuenta sus inicios como librero anticuario. Eusevi, hijo del famoso dibujante de Caras y Caretas y Fray Mocho, nació en la calle Patricios 151, el 24 de febrero de 1896. Casado con Concepción Alonso tuvo dos hijos varones y cinco mujeres. Falleció en su domicilio de Cochabamba 3512 el 2 de mayo de 1982. Lo brindamos en transcripción fiel para deleite de los lectores. Dice así:
“Allá por el 14 de mayo de 1910, a las cinco de la mañana leí un aviso en “La Prensa” donde pedían un empleado de librería. Tenía a la sazón 15 años y ni corto ni perezoso me largué a Buenos Aires, pues yo vivía en Quilmes y me fui a la dirección indicada, Lavalle 1081. Cuando llegué, me encontré que había unos 200 postulantes; primero pensé en retirarme, pero opté por esperar, pues estaba cerrado. Después de una larga espera junto a la Comisaría 3ra. que estaba enfrente, llegó un señor italiano que chapurreaba bastante el castellano. Resultó ser don Rafael Palumbo, que todavía vive, con negocio en la calle Corrientes al 1600 y tiene actualmente 86 años.
Luego que pasó, abriéndose paso entre los que esperaban, dijo:—Muchachos, yo pedí un empleado… no 300; bueno…¿quién vino primero?
-¡Yo!…¡yo!… gritaron todos a la vez.
Y yo sin inmutarme, grité: —Diga, tano, yo llegué último.
—Ta bien, entonces entren ustedes dos (los que tenía a su lado) y gritándome me dice: -Cóven, venga usted también. Y haciéndonos entrar, bajó la persiana metálica y nos encerramos.
Ahí empezó el trajín, entre pilas y pilas de libros, nuevos y viejos. -Señor, ¿cómo se llama usted? —Arturo, le contesté y después de tomarnos las direcciones, nos convidó con café y anís. Así pasó todo el día, pues como yo vivía afuera, me hizo quedar a comer.
Después que trabajamos hasta las 10 de la noche me dijo: —Señor Arturo, usted se queda a dormir con nosotros, pues es un “coven” de gran porvenir. Pero yo le dije que había salido a la madrugada y que no podía quedarme y además quería saber cuánto iba a ganar, a lo cual me dijo que no me preocupara que ya tenía un sueldo de 15 pesos mensuales. Pero como protesté me aseguró un porcentaje de la venta. Como yo veía que vendía 400 y 500 pesos diarios, acepté y le pedí algo a cuenta para volver a casa y enseguida me hizo hacer un recibo por ¡un peso!
Así comenzó mi carrera de libroviejero; después de seis meses de trajín, me llevaron con cien pesos y comisión, dos hermanos de Palumbo, Generoso y Vicente, ya fallecidos. Ahí empecé a codearme con todos los libreros de la época: Juan Palumbo, que tenía dos negocios, uno en San Martín 147 donde venía lo más granado de la sociedad y otro en Corrientes 1181, el “Gran Emporio”, así se llamaba la casa; Gustavo Mendersky, sucesor de Alfredo Cosson en Florida 359; Martín García, en Rivadavia 581: Arnoldo y Valder Moen, en Florida 323; Juan Roldán, en Florida 416; Emilio Perrot, en Santa Fe 1789; Perfecto García, en Córdoba 2021; Julio Suárez en Libertad 236; J.M. Perfumo en “La Gran Quemazón”, de Perú y Victoria; J. Bonati, en Bolívar al 300; Félix Lajouanne, en Bolívar 289; Jesús Menéndez, en Bernardo de Irigoyen 181; Valerio Abeledo, en su librería jurídica de Lavalle 1368; Antonio García Santos, en Moreno esquina Bolívar; por ahí aparecía Pedro García en Victoria 658 con “El Ateneo”.
Allá por 1913 me establecí con un boliche en Defensa 345 y así fui tomando vuelo y fundé lo que di en llamar la “Compañía Argentina de Libros” que, con aviso en todos los diarios, me cansé de comprar y venderle a todos los libreros. Tenía mi sección compras en Cerrito 667 y mi local de ventas en Lavalle 790 frente al Julien, el restaurant de moda hasta 1920. Ahí me hice amigo de Manuel Gleizer y me compraba para su librería de la calle Triunvirato 537 hasta que empezó su editorial con Tres relatos porteños, de Arturo Cancela. Este librero fue el editor precursor de los escritores actualmente en boga: Gerchunoff, Lugones, Cancela, Franco, González Tuñón, de Vedia, etc.
Entre mis años de empleado y patrón he conocido todas las grandes personalidades: le he vendido libros al doctor Dardo Rocha, a Agustín P. Justo, Antonio Santamarina, Carlos A. Pueyrredón, etcétera. En 1919 vendí a un corredor llamado Juan Ceñero, “La Gaceta de Buenos Aires”, en la primera edición completa (después se hizo otra facsimilar,) con los ejemplares desde 1810 a 1821. La cobré 5.000 pesos de entonces.
He comprado centenares de bibliotecas, organizado subastas importantes (entre ellas las de las bibliotecas de Jorge Cabral, Jorge Casares, Marcelo T. de Alvear, Claro C. Dassen, Oscar C. Mayer, Matías Errázuriz, etcétera; alrededor de trescientas. Organicé el Archivo Teatral y Catálogo (único en el país) de la librería El Canta Claro, con 250.000 obras teatrales.
Actualmente administro la “Librería Americana” de Pueyrredón 671, publicando desde hace diez años el “Boletín Bimensual” de obras argentinas y americanas. Esta casa es la sucesora de Juan Paulino, la primera librería, fundada en 1898, especializada en libros americanos, cuyo propietario, Roberto Buonocore, es mi amigo desde su infancia.”
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año II – N° 8 – Marzo de 2001
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Oficios, PERSONALIDADES,
Palabras claves: Eusevi, caras y caretas, entrevista, libreria, libroviejero
Año de referencia del artículo: 1960
Historias de la Ciudad. Año 2 Nro8