El tema de este trabajo está referido a los ritos que acercaban amorosamente al hombre y la mujer en Buenos Aires, especialmente durante los diez primeros años del siglo XX.
No se trata de una historia de la sociedad conyugal, cuya base es un “contrato”, sino de las formas nacidas del afecto que preparan el camino a la intimidad nupcial.
Entre los aspectos formales que nos han sido trasmitidos culturalmente por Europa, se encuentra la idea de que el amor es susceptible de ser enseñado, que como muchas otras cosas proviene de la Antigüedad. En la época romana podemos recordar a Ovidio, con su “Arte de amar”. La idea es retomada en la Edad Media, cuya sociedad -feudal- se caracterizaba fundamentalmente por la jerarquía reglamentada por rigurosos códigos.1 A los de Caballería ya existentes, se agregó un capítulo referido a la “caballería galante”, dirigido al caballero que pretendiera reconocer a una dama como “señora del amor”.
El lugar de nacimiento fue el sur de Francia en el s. XII en la corte de María, condesa de Champagne, hija de Leonor de Aquitania, reina de Francia.2 Esta transformación de las costumbres, de hombres hoscos dedicados a la guerra, se produce en los intermedios ociosos donde se ven precisados a convivir con mujeres, más allá del tiempo que dedican a la caza o a las justas deportivas. Estas señoras, ociosas también ellas, se organizaron estableciendo como un juego estas normas que transformaron las costumbres creando la cortesía, lo que hoy llamaríamos urbanidad o protocolo.
La Iglesia, autoridad máxima en normas de convivencia, ya había impuesto el respeto por la mujer a partir del siglo VI después del concilio de (Maçon) Monzón, para algunos apócrifo.3 Por escasa mayoría de votos se decidió que la mujer tenía alma, al igual que el hombre, y allí se comenzó a darle otro status social. La Iglesia, para elevarla ante la mirada del hombre, difundió notablemente la devoción de la Virgen María como madre del Salvador.
El amor en las cortes fue un sentimiento nuevo, que iba más allá de la finalidad sexual. Creaba la alegría de amar, la exaltación sentimental que, sin ser extraña al deseo, lo trasciende espiritualizándolo. Fue aristocrático por ser aplicable a un número limitado de personas con acceso al saber y con tiempo. Si se trabaja permanentemente para ganar el sustento en tareas no deseadas, no hay en el alma un estado que permita el goce en el amor. Es un arte difícil con reglas estrictas y complejas.
Surgió la figura del trovador, colocado social e intelectualmente por encima de los cantores o músicos que iban por las plazas. Eran contratados especialmente para componer canciones, muchas de ellas de amor, y para amenizar las conversaciones y discusiones galantes entre los caballeros y las damas en los tiempos de ocio.
Este sentimiento se trasmite con la enseñanza donde “la obligación de amar” se le impone a todo joven bien nacido. Nada parece que valga tanto en este mundo como el amor y el gozo. Decía Bernard de Ventadour: “En verdad está muerto aquel que no siente dentro de su corazón el sabor dulce del amor”.4
Este amor es razonado y está dirigido a alguien imposible como la mujer casada. Por lo tanto se trata de un amor ilegítimo, único que merecía el nombre de amor.
Ese amor verdadero no podía darse en el matrimonio. El matrimonio era y es un contrato en el que se unían haciendas, tierras y otros intereses. Los esposos eran ignorados en la elección que era realizada por las familias de ambas partes.
En esas condiciones era difícil la existencia de un sentimiento, una comunión de almas. Decía la condesa de Champagne: “los amantes se conceden todo gratuitamente. Los esposos están obligados por el deber a soportarse recíprocamente las voluntades y a no negarse nunca nada”.5
En esos tiempos la mujer tenía derecho de no amar a su marido y el deber de amar a otro hombre. Uno de los ingredientes que lo hacía atractivo era el aspecto de furtivo, secreto, por eso el amante debía ser absolutamente discreto.
Los caprichos de la dama debían interpretarse como rigores pasajeros que servían para incrementarles la paciencia, el coraje, la resistencia. Su mejoramiento a través del amor le transfiere a su alma lo que se llama “alegría de amar”. “El amor hace al flojo valeroso, al avaro pródigo, al triste vuelve alegre, etc”.6
Estos caballeros y estas damas se debían un amor distinto al que experimentaban los villanos y menestrales que no habían superado la etapa de conocer del amor más allá del aspecto material y carnal.
Recién en el s. XVIII, con el ascenso de la burguesía, el amor y el matrimonio se asociarán. La relación afectiva puso en práctica las costumbres medievales del “amor cortés” de la nobleza. El amor se constituyó en un valor agregado bien visto a partir del s. XIX y una ilusión necesaria que facilitaba la aceptación de la mujer de vivir en pareja.7
La mujer comenzaba su camino de emancipación que le permitía transcurrir en otros ámbitos además del doméstico. Esta realidad Balzac la describía con crudeza: “La mujer es una esclava a la que hay que saber poner en un trono”.8 El amor cortés fue un elemento eficaz para frenar la conquista de su libertad y al mismo tiempo permitió el desarrollo y la exteriorización de la ternura en el hombre.
Buenos Aires y el amor
En las costumbres españolas las familias arreglaban los matrimonios, pero desde las últimas décadas del s. XIX se comenzó a notar en esta ciudad un cambio en las formas del cortejo y de selección de pareja. El amor romántico comenzó a jugar un papel importante en la forma considerada legítima para la constitución del matrimonio. Se fueron formando nuevos códigos sociales según el ámbito donde se ejercieran.
Ritos amorosos en los lugares públicos
Los códigos de cortesía y los códigos sociales usuales en las décadas finales del s. XIX y los tramos iniciales del XX estaban orientados para su utilización por la clase social elevada. Los sectores menos favorecidos, con voluntad de prosperar y ascender, imitaron las relaciones sociales de los más prósperos.
La inmigración, la expansión económica, la modernidad urbana, acentuaron la diferenciación social y la formulación de las relaciones privadas y públicas, al cultivarse nuevas formas de vinculación y sociabilidad.
Las reglas del juego social se asentaban en el poder paterno, siendo una de sus manifestaciones la autoridad marital originada en las diferencias naturales entre el hombre y la mujer.9 Se establecía una división de funciones donde el hombre se desenvolvía en el espacio social mientras la mujer lo hacía en el ámbito doméstico. Cuando ella salía de su hogar y penetraba en el entramado social quedaba sujeta a las normas del buen actuar impuesta por férreos códigos de convivencia, para evitar “la extravagancia de la emancipación femenil” en el decir de José Manuel Estrada.10
La calle en esta gran ciudad era un lugar público, transitado especialmente por hombres, donde crecían día a día alternativas para satisfacer sus necesidades individuales. Ellos podían circular libremente mientras las mujeres debían hacerlo acompañadas por sus hermanos, por parientes, por amigos íntimos de la familia y llegado el caso, hasta por una criatura.
La calle era una amenaza a la privacidad. Por ella transitaban las mujeres que trabajaban fuera de su hogar en fábricas, talleres, oficinas y en casas de familia. Algunas otras se ganaban la vida con el propio cuerpo, teniendo la calle como ámbito laboral, por eso las denominaba “públicas”.
El trabajo en relación de dependencia o cuentapropista estaba en manos de los hombres, siendo muy poco representativo el sector femenino en el mercado laboral.
La mujer estaba expuesta al acoso de los hombres en la calle y también en sus lugares de trabajo. La versión amable de este avance masculino en la vía pública era la reunión de jóvenes en las esquinas “para verlas pasar” y lanzar una batería de piropos. Se armaba un certamen circunstancial entre ellos mostrando su capacidad imaginativa para alabar a la dama.
La participación en ritos religiosos daba a la mujer la posibilidad de compartir con el hombre espacios que trascendían el hogareño.11 La Iglesia católica, principal tejedora de las redes sociales en esta ciudad, ocupaba el espacio público con su liturgia. Concurrir a misa era una ocasión semanal segura para salir a la calle. Las novenas en las iglesias culminaban en procesiones y kermeses. Nueve días seguidos se visitaba el templo para rezar al santo o santa de devoción y luego se asistía a la festividad que cerraba esta práctica religiosa.
La puerta de la iglesia a la salida de la misa dominical era un lugar de reunión de los caballeros que se dirigían a la dama, rigurosamente custodiada por su madre u otra persona mayor, con un guiño, con un toque del bigote o con alguna reverencia. Sólo los más osados se permitían saludar.12
En los demás cultos que se profesaban fuera del ámbito católico debía suceder algo similar.
Otros espacios públicos reducidos eran los clubes. Ellos, en su mayoría, eran centros de inmigrantes donde se propiciaba favorecer la sociabilidad entre los connacionales y por ende la formación de nuevas familias dentro de la colectividad.13 Allí se organizaban los bailes, romerías y carnavales. En el carnaval se producía la maravillosa posibilidad de hablar con un hombre que no había sido presentado previamente.14
Como en Europa, el hipódromo podía ser un escenario para las mujeres de las clases “decentes”, ya que daba la posibilidad de arreglarse y lucir frente a los caballeros de su misma clase, sobre todo en los grandes premios.
Las mujeres “distinguidas” con recursos económicos se podían manejar mejor en el espacio público. El dinero y la educación permitían un mejor gerenciamiento de la vida privada y no tenían que dar tanta cuenta de sus actos. Una buena salida, ya fuera por devoción o esnobismo, era desempeñar actividades benéficas que estaban legitimadas socialmente y que le permitían ocupar su tiempo.15
En esta época no era fácil ver a mujeres solas ocupar mesas en bares o confiterías, práctica que muchas veces se asociaba con la prostitución. Los buenos hoteles no admitían el alojamiento a mujeres solas. La costumbre de tomar el té en las grandes tiendas como Harrods se difundió muy posteriormente (considerando que Harrods se abrió en nuestra ciudad en 1914 e inicialmente no ofrecía este servicio).
El ámbito político les estaba vedado. Amado Nervo dirigiéndose a un grupo de hijas de María de una escuela religiosa, hablaba del reinado de la mujer que es “absoluto”. Dice: “La mujer impera siempre. El plazo de su reinado es variable, pero el reinado existe sin discusión”.
El reino al que se refiere es el hogar según se desprende de su pregunta retórica “¿Creen Uds. sinceramente, que una diputada nacional, una economista, una socióloga, una intendenta, una abogada pueden seguir siendo esas cosas sin mengua de otras? ¿Creen Uds. que labios hechos para pronunciar la fórmula divina del amor, para llevar la esperanza y paz a las almas, para decir ese sí que la vida espera ansiosa, a fin de realizar el portento del ser, no se manchen con falsas promesas de discursos electorales, con verbología de tribuna o mitin, con presuntuosos apotegmas sociales? ¿No desciende por ventura la mujer de un plano superior, al obrar en el plano político?”16
La mujer formada dentro de este orden social llevó a opinar a algunos viajeros de procedencia europea que las porteñas son “las mujeres más lindas de la tierra… a pesar de la uniformidad de sus trajes y peinados, faltando la nota individual dando la impresión de que están en ‘pose’… Hay algo que no luce en la monotonía de los trajes, cortados por el mismo figurín de Worth, tan fervorosamente imitado en sus detalles, que después de cinco minutos de observar a dos señoritas sin aire de familia, no me atrevería a decir con fijeza cuál es la una, y cuál es la otra…”.17
Así surge “la ‘muñeca de salón’, idéntica actitud, idénticas exclamaciones, una conversación que gira eternamente dentro de los moldes establecidos, una pretensión literaria a menudo tediosa, el culto, el fanatismo del francés, el abuso de la ‘parisina’, en las grandes y en las pequeñas ocasiones.”.18
Ritos del amor en los lugares públicos. La prostitución
En el aspecto íntimo había más posibilidades de expresión para el sexo masculino que para el femenino. La sexualidad masculina tenía su expresión en diversos lugares públicos y clandestinos, algunos discretos y otros no tanto. Más allá de los prostíbulos estaban los pequeños departamentos para encuentros furtivos o para servir de habitación estable a mujeres que se aventuraban a tener relaciones con un hombre que no podía darse a conocer socialmente.
La vida privada tenía sus códigos, aplicable básicamente a la conducta femenina, mientras en la ciudad se multiplicaban los cafés, confiterías, restaurantes a los cuales acudían los hombres con sus queridas o amigas ocasionales, especialmente en horas nocturnas.
Existía un doble discurso para el comportamiento amoroso. Por un lado desde lo público se señalaba a la familia como célula fundamental para la formación de individuos y sostén de la Nación: en ella se gestaba la moral y las buenas costumbres. Por el otro se consideraba una necesidad la prostitución.
En las últimas décadas del s. XIX ya se había instalado en Buenos Aires un numeroso repertorio de prostíbulos que disponían de gran número de mujeres, entre quienes sobresalían las de origen europeo. Competían los muy sofisticados, con renovación permanente de pupilas, veladas musicales y hasta sala de juego, con casas de tolerancia de muy modesto porte.
Aquí la prostitución tuvo una magnitud escalofriante debido a su articulación internacional. Argentina fue famosa por ser centro mundial de trata de blancas en el género importación y comercio, siendo tildada de “la peor de los centros de comercio inmoral de mujeres” además de ser el principal puerto de importación.19
Proliferaron los “cafishios” que regenteaban la actividad en escala modesta. Para los librepensadores y anarquistas, la prostitución era una forma de auténtico reaseguro para el matrimonio convencional y por lo tanto una institución solidaria a la sociedad burguesa. Desde el punto de vista práctico, la concurrencia a los lupanares constituyó un tránsito absolutamente común en todos los sectores sociales. Los padres, los amigos y consejeros incitaban a la iniciación sexual de los jóvenes con prostitutas.
El primer “beneficio” de esta experiencia fue preservar la virginidad prematrimonial de las mujeres solteras, además de aventar las preocupaciones por la identidad sexual de los adolescentes, y especialmente atenuar los hábitos del “vicio solitario”, que mostraba la necesidad de contacto con mujeres que enseñaran el ejercicio de la masculinidad.
Esas relaciones muchas veces se podían tener sin necesidad de abandonar la casa paterna. En familias pudientes el ejercicio del sexo discreto podía ser provisto por el servicio doméstico. Eso se observa mucho en las novelas y en nuestra época la telenovela “Muñeca brava”, es un reconocimiento a esa práctica que no ha perdido vigencia, a juzgar por el reconocimiento del público y la crítica, que le otorgó el premio Martín Fierro 2000 a la mejor obra de ficción.
Lo que más preocupaba eran las consecuencias sanitarias de la prostitución. En Bs. As. desde 1875 las autoridades municipales reglamentaron su ejercicio, otorgándole carácter legal al comercio sexual. La medida estaba inspirada en razones sanitarias ya que se obligaba a las prostitutas a un control médico.20 Debían inscribirse en un registro especialmente habilitado por la Municipalidad. La Iglesia Católica, mientras tanto, propiciaba el matrimonio casto.21
Ritos amorosos en lugares privados
Las tradiciones españolas de índole netamente patriarcal trataron de guardar la familia a la manera morisca. En el tiempo se olvidó el origen y se consideraron usos criollos22 aunque en la práctica, para esta época, era ya más difícil hacerlo. La intimidad femenina era compartida con amigas o compañeras de estudio o trabajo. En los distintos grupos sociales era muy difícil compartir esa intimidad con las madres.23
En los sectores medios en ascenso, el mandato de la maternidad y los quehaceres domésticos las limitaban. Los valores burgueses se mantenían a salvo dentro del matrimonio, donde la constitución de una familia se percibía como el refugio frente a un mundo sin piedad.
En esta época se divulgaron nuevas formas de relacionarse en el ámbito privado. Hubo más fiestas organizadas por la familia, excursiones campestres, paseos por los Bosques de Palermo, corsos de flores, veraneos compartidos en quintas o estancias.
Se propiciaba que la iniciación del vínculo amoroso entre un hombre y una mujer se desarrollara dentro de un ámbito dominado por las familias,24 para evitar que la fragilidad femenina se viera afectada por el “egoísmo masculino”.
Ese ámbito controlador tenía sus leyes escritas en códigos publicados en venta en las principales librerías. El análisis de las normas referidas a las relaciones amorosas muestra que la conducta femenina era la principal destinataria de las mismas. Estos libros también trataban otros aspectos de la convivencia social.
Presentación en sociedad
La presentación en sociedad se constituye en el rito iniciático. Las mujeres entre los 15 y 20 años eran presentadas en sociedad en un baile realizado expresamente. Eso no quiere decir que las jóvenes no concurrieran con anterioridad a fiestas y paseos.
Esta presentación propia convertía a la niña en señorita, propiamente dicha, ante la sociedad.
Era la transición de un estado semi-infantil a otro más serio. Esta joven soltera tenía escaso rol en la vida social. Se la educaba para que en la vida de relación demostrara sus finos modales, su refinado buen gusto y sus dotes exquisitas y conocimientos generales como para sostener una conversación. Debía cuidar que su concurrencia a fiestas no fuese asidua.25
Cortejo
Educada para esposa y madre, debía cumplir una serie de ritos para llegar al matrimonio con un joven educado, “un caballero”, que la haría feliz para siempre.26
Los hombres tenían códigos propios, independientes de los ya mencionados. Eran específicos de su comportamiento amoroso. El libro Atributos de un caballero señala, por ejemplo, que debe comportarse como un enamorado de las damas pero que “nunca atropella sin ser invitado. Esta ley es categórica. No tiene que mirarla de arriba a bajo sino a los ojos, haciéndole la cortesía de reconocerla primero como persona y sólo observa sus demás encantos cuando el gesto de la dama se los pone en su línea de visión como parte natural del paisaje del amor…. Por definición el caballero es un hombre de delicados sentimientos y de sensibilidad fina”.27
Si hay afinidad entre el caballero y la dama ésta empieza por tener un “festejante”, que no tiene una personalidad social efectiva: es en todo caso un amigo. Las relaciones con él, como no tienen carácter oficial, podían durar cualquier espacio de tiempo sin que el joven se viera obligado a relacionarse con la familia de su festejada. En calidad de amigo podía pedir autorización para visitarla. La señorita visitada conservaba su plena libertad para tener otros amigos.
Pedido de mano
Si la relación se afirmaba se llegaba al compromiso. Podía ser de dos tipos, sin consentimiento de los padres, de carácter íntimo y el otro en que se llenaban requisitos de práctica. El íntimo se convertía en formal cuando los padres consentían. A partir de ese momento adquirían la personalidad de novios.
El joven haría conocer sus propósitos a los padres de la mujer, luego de previo acuerdo con ella. Si era aceptado manifestaba su decisión a su propia familia que sería la encargada de hacer la demanda oficial.
El paso siguiente era lo que se llama el “pedido de mano”. Los había de dos tipos: verbal o escrito.
El “verbal” era presentado por el padre del joven. Los padres de la señorita lo recibían solos. Él les hacía conocer sus propósitos, los padres de la joven daban su consentimiento y agradecían el honor que les dispensaban. Si el joven que frecuentaba a la familia con fines matrimoniales no tenía padre, el embajador podía ser un tío, un amigo o un sacerdote. Si la señorita era huérfana la petición la haría al tutor si era menor, al padrino, o a los que se ocuparan de ella. Si el padre del novio estaba lejos de la ciudad, el pedido lo hacía llegar por un intermediario.
Compromiso
Luego del consentimiento de los padres de la joven, el festejante pasaba a ser novio. Para marcar este acontecimiento, le regalaba a la novia “la sortija de compromiso” de acuerdo con el gusto de su prometida. La costumbre era que el novio eligiera con ella ese anillo.
A principios del s. XX la moda marcaba que el motivo fuera central. Por ejemplo una perla única, un brillante engarzado en platino. Esto se hacía de acuerdo con los recursos económicos del novio, que lo entregaba en la intimidad antes de la primera cena en ese papel en casa de la novia, quien se lo colocaba en el cuarto dedo de la mano izquierda. La prometida también podía regalarle un anillo al novio. A partir de ese momento las familias se visitaban. Entre los ocho y quince días posteriores al pedido de mano los padres del novio visitaban a los de la novia.
La segunda cena tenía lugar en casa de los padres del novio en la quincena siguiente.
En la intimidad los novios se intercambiaban las alianzas, que serían colocadas en el dedo anular de la mano izquierda, costumbre proveniente de la creencia en que el amor se trasmitía al corazón a través de una vena que pasaba por ese dedo. Se colocaba para siempre. En caso de viudez, si ella contrajese nuevas nupcias, debería colocar la segunda alianza al lado de la primera. A partir de ese momento el noviazgo era considerado oficial.
Luego se hacía una recepción, preferentemente en casa de la novia, donde se presentaba la nueva pareja a los parientes y amigos más íntimos. El novio enviaba un cesto suntuoso de flores y los invitados también podían hacerlo.
En esta fiesta era de buen tono que la novia bailase poco. Si lo hacía era con su novio, con sus hermanos y futuros cuñados. En esta ocasión no era aconsejable que la damita bailase con aquellos amigos tratados “como de la familia”.
El noviazgo
A partir del compromiso se iniciaba el noviazgo, que podía tener carácter íntimo cuando por diversas razones las familias se resistían a dar a conocer el proyecto matrimonial.
Si no existía esa causal el novio visitaba a la novia en su casa y cenaba con los miembros de la familia, para no despertar las curiosidades mundanas. Las dos familias podían visitarse de tanto en tanto, pero sin invitar a extraños a sus reuniones.
La frecuencia de las visitas aumentaba cuando se acercaba la ceremonia matrimonial. Mientras el novio permanecía en la casa de su novia debían estar presente la madre, la hermana o alguna mujer de la familia, sino sería el hermano varón o el padre. Debían hacerse especialmente de noche, no era común por las tardes. Quienes fijaban los días y las horas eran los novios, con aprobación familiar.
Si el novio la invitaba a algún paseo, al teatro, o a cualquier otra diversión “culta”, su madre u otro pariente debían formar parte de la comitiva.
En sociedad debían ser invitados los dos a reuniones o fiestas. Las invitaciones se cursaban por separado y la novia no podía aceptar ninguna sin consentimiento del novio, así como no debía concurrir a reuniones o fiestas íntimas a la que no fuera su novio, para no herir su susceptibilidad.
No se podía mantener correspondencia con el novio sin consultar a los padres, que tenían a su cargo la censura y autorización. Si ellos aprobaban el noviazgo la señorita podía firmar sus cartas con su nombre de pila, de lo contrario lo haría con nombre y apellido. El joven debía recordar estas normas al dirigirle cartas, ya que éstas serían previamente leídas, por lo menos por la madre, antes de entregarlas. La dama no estaba obligada a contestar. 28
Regalos durante el noviazgo
El novio debía hacer regalos de buena calidad como alhajas u otros accesorios durante el noviazgo, como recuerdos de una fiesta, un aniversario, un paseo, una excursión. Ella podía retribuírselos, pero el día de la boda no hacía ningún regalo. Si salían juntos de compras debían ir con compañía.
Ruptura de compromiso
Era un acto muy grave, debía hacerse con mucho tacto evitando en lo posible la publicidad. Primero se dejaba presentir distanciando las relaciones, luego se daba una razón valedera que no fuera imperiosa. Por ejemplo se podía invocar una incompatibilidad de caracteres, un mal estado de salud, etc.
Las familias raramente intervenían. Era de buen tono que el novio diera una explicación a la familia, pero todo dentro de un marco de gran discreción. Se consideraba conveniente que el padre del novio tomara la iniciativa de dirigirse a los parientes de la novia para anunciar el penoso desenlace.
Los regalos eran devueltos. Los personales los devolvían los novios, los regalos para el hogar se devolvían junto con unas palabras amables de los padres.
El novio le devolvía a la novia fotos y cartas y ésta debía quemar las del novio (no se las devolvía).
Despedida de soltero
Las despedidas de la novia por lo general eran en casa de una amiga con un almuerzo o una fiesta. Era poco usual que se reunieran varias amigas para hacerle una fiesta a la novia en un lugar que no fuera un domicilio particular. Era una fiesta estrictamente de mujeres y se desarrollaba por la tarde.
También podía darse que la despedida fuera a los dos integrantes de la pareja, en ese caso concurrían por igual damas y caballeros.
La despedida del novio era una cena en la que todos los amigos lo invitaban. Las invitaciones tenían que estar firmadas por quienes asistirían, a excepción de los parientes, que estaban obligados a asistir.
Los discursos eran obligatorios. El buen tono estaba unido a la brevedad. Los caballeros integrantes de la reunión debían enviarle a la novia al principio o al final de la cena o banquete un ramo de flores, que podía ser acompañado por el menú firmado por todos los concurrentes.
Las participaciones de matrimonio siempre la hacían los padres. Si la novia era huérfana el encargado de esta tarea era su hermano mayor u otro varón que detentara el título de jefe de familia. En el caso que el novio no tuviese padres la invitación la hacía el mismo.
Regalos de casamiento
Los padres del novio le regalaban a la novia alhajas, recuerdos de familia, etc. Los abuelos de ambas familias ofrecían generalmente un cheque, una cantidad de dinero o bien parte del moblaje. Los padres de la novia le regalan al futuro yerno un anillo, un alfiler de corbata, gemelos, etc.
A sus damas de honor y amigas, la novia les distribuía pequeños bibelots o sus joyas de señorita.
La novia le regalaba a su novio la camisa con plastrón bordado. Terminando la década se cambió este regalo por un reloj, un alfiler de corbata o gemelos.
No voy a detallar los demás regalos pero si hay que tener en cuenta que todos se ponían en exposición en la casa de la novia.29 Los de mucho valor era aconsejable colocarlos en vitrinas. Si el regalo era un auto o una mansión se exponía la foto.
Casamiento
Casarse, teniendo en cuenta las normas tradicionales, era poner en práctica un contrato privado donde la familia, las circunstancias económicas y el prestigio tenían una importancia fundamental.
De acuerdo con la ley, el matrimonio civil debe formalizarse antes que el religioso. Para los católicos, el casamiento civil era una ceremonia legal que en nada cambiaba la situación de los contrayentes que debían seguir comportándose como novios. Se aconsejaba que el civil se realizara uno o dos días antes que el religioso, pero si no quedaba más remedio, se hacía según las circunstancias.
Ser testigo del civil era un honor que no podía declinarse si no era por causas muy justificadas. Los testigos estaban moralmente obligados a obsequiar a los novios. Ellos eran testigos del acto, no volviendo a tener ninguna ingerencia en el matrimonio. Los libros de urbanidad de la época señalan que primero firmaba el acta el novio, luego la novia y alternativamente un testigo de cada parte. Pero hay un detalle: para la firma del contrato se debía usar una lapicera especial de oro, que sería obsequiada por uno de los testigos. Por lo general podía haber un almuerzo o una cena a la que era invitado el grupo que había asistido a la ceremonia civil.
El matrimonio religioso era totalmente independiente del civil. Había que hacer las amonestaciones, cuya función es dar la oportunidad para que si alguien conoce un impedimento lo manifieste. Se leían durante tres domingos en la parroquia del barrio donde vivieran, y si se hubiesen mudado, en aquella donde residieran anteriormente. Los padrinos obligados eran los padres de los contrayentes y así por orden de parentesco. Suponiendo que el padre del novio no hubiera participado —por ausencia— del proceso noviazgo-parentesco, la persona que tenía el derecho moral para ser padrino era quien pidiera la mano de la novia. Si los padrinos no eran los padres no tenían la obligación de correr con los gastos.
La hora del enlace podía ser a la mañana hasta las 12 y por lo general con misa de esponsales, o a la tarde hasta las 19 hs. Esta hora tenía un sello más mundano por ser menos frecuente y eso lo hacía más aristocrático. Pero lo más común era a la noche porque, por lo general, le venía bien a todos los invitados.
Estaba legislado el atuendo de los participantes de la ceremonia. El traje de novia estaba acompañado por una guirnalda de azahares (oranger). Originalmente los ramos y tocados se hacían con hierbas en lugar de flores. Se creía que el aroma que despedían las hierbas componentes del arreglo provocaban el alejamiento de los malos espíritus que podrían echar a perder la fiesta. También el novio debía llevar un adorno hecho con algunas de las hierbas que contenía el ramo de la novia.
El novio vestía de rigurosa etiqueta con traje negro de frac, corbata y guantes blancos, sombrero de copa y zapatos de charol. Podía elegir llevar una flor en el ojal para estar a tono con el ramo y el tocado de la novia.
Los demás caballeros participantes del cortejo y los invitados en general, debían vestirse de etiqueta, todos sin excepción.
El número de damas de honor y de sus respectivos caballeros que formaban el cortejo, era facultativo. Se componía generalmente, de los miembros más íntimos de las dos familias.
El cortejo se organizaba por parejas.30 Los jóvenes que actuaban de caballeros de las señoritas de honor podían regalarles un ramo de flores. Las damas debían vestirse con colores claros, exceptuando el blanco, color reservado exclusivamente a la novia.31
La ceremonia religiosa católica no ha cambiado mayormente, pero hay un detalle que es observable. En aquel entonces, si la novia no quería ser besada en el acto de las felicitaciones no se alzaba el velo. Si se había sufrido la pérdida de uno de los progenitores el casamiento se realizaba suprimiendo la fiesta posterior.
Fiesta de casamiento
Hay testimonios medievales según los cuales para los pueblos germánicos la fiesta de casamiento era única en su género.32 La fiesta fue cambiando los ritos propios desde la Edad Media hasta el período estudiado, pero en esta época que analizamos, el baile iniciaba el festejo. Se formaba una cuadrilla de honor constituida por los recién casados, los padrinos y parejas de novios o matrimonios jóvenes.
La colocación en la mesa era variable. Podían estar los novios sentados juntos en la cabecera o sentados en los lados largos de la mesa, enfrentados, teniendo la esposa a su izquierda a su padre y a la derecha a su suegro, y el novio entre su madre y su suegra. Los demás miembros de la familia se colocaban en los extremos dejando los lugares del medio para los invitados.
Se podía dar un caso de arrepentimiento cuando las ceremonias ya estaban preparadas y a punto de ejecutarse. Esa ruptura de por sí dolorosa había que llevarla a cabo con la mayor discreción. Se debían devolver todos lo regalos.
Si todo iba bien y se cumplían todos los pasos rituales, en boca de todos los participantes del festejo estaba la frase “Qué sean felices y coman perdices”.
El origen del tema de las perdices viene de la Iconología de Cesare Ripa, señor que vivió en el s. XVI. Según su opinión esa palabra designaba una descripción razonada de las imágenes. Es una especie de diccionario de figuras al que acudía todo artista para representar alegorías.
Cuando se refiere a la lujuria hace una serie de consideraciones de cómo debe representarse. Es una joven semi-desnuda, pero para expresar “el ardiente y desenfrenado apetito carnal de la concupiscencia debía llevar en su mano una perdiz a la que debe acariciar, por ‘no haber cosa más convincente para mostrar libidinosidad y desenfrenadísima lujuria que la indicada perdiz, la cual a menudo, agitada por la rabia y el deseo del coito, se enciende en tal lujuria que incluso llega el macho a destrozar los huevos que incubara la hembra, cuando está en incubar entretenida, viéndose así impedido de unirse a su pareja’”.33
De acuerdo con esto, el momento indicado para comer perdices era el viaje de bodas, momento altamente crítico por la desinformación y las inhibiciones inculcadas a las jóvenes desconocedoras de las características anatómicas de su propio cuerpo y ni qué decir del de su compañero. Las enseñanzas de anatomía de la escuela primaria y secundaria en su carácter descriptivo omitían el aparato de reproducción hasta bastante avanzado el s. XX.
La carga emocional del joven no era menor. Había sido educado en la disociación del cuerpo con el sentimiento amoroso y le era muy difícil en esos primeros momentos elaborar la unidad entre ambas partes. En los manuales para el perfecto caballero no se dan indicaciones de cómo se permanece caballero en ese trance tan íntimo.
Si ambos habían podido proteger sus sentimientos más allá de las inhibitorias barreras sociales, especialmente la mujer, pasaban ese trance sin mayores inconvenientes, si no era igual. La mujer no debía manifestar su agrado en demasía porque iba a ser mal considerada por el futuro padre de sus hijos, y éste podía lucir limitado porque tenía la posibilidad de expresarse libremente con otras mujeres que aceptaban todos sus devaneos.
Responsabilidades
De las acciones afectivas de la mujer en matrimonio era responsable el hombre, actitud basada en la creencia de que los hombres no perdían “su honor” por el hecho de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Lo contrario recaía en su “honra”.34
Hoy en la página católica de Internet. “Noviazgo-Matrimonio”, monseñor Cormac Burke, Juez de la Rota Romana, establece como regla de oro perdonar. Y pone por ejemplo al marido que ha cometido alguna infidelidad. “Si después la mujer es capaz de perdonarle, él, por eso mismo, ve que tiene una mujer realmente generosa; y vuelve a amarla mucho más que antes, con más intensidad”.
Por lo tanto las normas del Concilio de Trento del año 154835 siguen apoyando especialmente en la mujer la responsabilidad afectiva de llevar adelante el hogar, la familia, la formación de los hijos, etc.
Para concluir recordemos El decálogo del buen matrimonio, redactado por un tal Sr. Duvedant. Por el apellido debemos ubicarlo en Francia, cuna del amor cortés. Se presenta como experto en cuestiones sentimentales especializado en juicios de divorcio. Ante tales realidades creyó conveniente redactar los diez mandamientos de la mujer y del marido, según los cuales la felicidad conyugal será perfecta.36
Para la mujer:
1. No seas extravagante.
2. Ten la casa limpia.
3. No te abandones, perdiendo todo tu encanto y atractivo.
4. Pero tampoco busques llamar la atención de otros hombres.
5. No te opongas a la disciplina del padre con respecto a sus hijos.
6. No te pases todo el tiempo con tu madre.
7. No escuches ni a los vecinos ni a los amigos cuando se trata de intimidades de tu hogar.
8. No rebajes a tu marido.
9. Sonríe, se atenta. Una mujer indiferente es reemplazada a menudo por una mujer apasionada.
10. No hables siempre de las contrariedades que ocasionan los criados.
Para el hombre:
1. Sé generoso, según tus medios.
2. No te entremetas en los asuntos domésticos.
3. Sé alegre, nada excita más los nervios de una mujer casada que la entrada del marido taciturno.
4. Trata a tu mujer con exquisita delicadeza.
5. Hazle el amor.
6. No la riñas para nada y aun existiendo motivo, pon en tu recriminación la mayor dulzura.
7. No instales tu hogar demasiado cerca de tu familia ni de la familia de tu mujer.
8. No tomes nunca pensionistas.
9. Cuida y mima a tu mujer y sé siempre limpio.
10. Se bueno y justo con tus hijos.
Hoy la mayor parte de estas normas, tendientes a encauzar las relaciones afectivas en el ámbito privado, continúan acompañando al enamoramiento romántico. El amor no ha terminado y sigue siendo la ideología fundante de la elección del cónyuge.
La diferencia en la constitución entre aquellas parejas y las actuales está basada en la libertad individual del hombre y la mujer dispuestos a compartir un proyecto más allá del control familiar-social. f
Bibliografía
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-TRAVERSI, Marcelo, Estampas de antaño, 1949, El Ateneo.
Notas
1.- El único documento importante sobre este tema es “De arte amandi” (El arte de amar) de André Chapelain, que se constituyó en el catecismo del amor cortés. (Cfr. Lafitte-Houssat, J.)
2.- La poesía lírica se debe en gran parte a la obra de Chrestien de Troyes quien estuvo al servicio de María, condesa de Champagne. Su fuente de inspiración fueron las leyendas célticas donde el amor ocupa un lugar preferente. (Cfr. Lafitte-Houssat, J., Trovadores…).
3.- Cfr. 71. Gandía, E., 1967.
4.- Cfr. Lafitte-Houssat, J. 1963: 108.
5.- Cfr. Lafitte-Houssat, J., 1963: 110.
6.- Cfr. Lafitte-Houssat, J., 1963: 113
7.- Cfr.Rodríguez Mola, R.,: 9.
8.- Cfr. Duby, Georges, 155
9.- Cfr.Recalde H., : 70.
10.- Cfr.Recalde H., : 68
11.- De acuerdo con el censo municipal de la Ciudad de Buenos Aires de 1910, el cuadro 1 denominado “La población clasificada por sus creencias religiosas”, las mujeres católicas eran 329.890 en relación a las que eran protestantes, judías y de otras religiones que sumaban 7071.
12.- Cfr.Fray Mocho.
13.- Cfr. Barrancos: 311.
14.- “En el año 1890 antes de dirigir la palabra a una mujer el hombre debía ser presentado. Si se exteriorizaba que un hombre amaba a una mujer, ésta no debía nunca estar sola en la puerta de calle”. Cfr. Barrancos, D.: 557.
15.- Cfr. Clemenceau G., 1999: “Me parece, por lo demás, mucho más natural pensar que todas las obras de beneficencia a que prestan su decidido concurso las damas de Buenos Aires no pueden llevarse a buen término sin exigir mucho tiempo”.
16.- Cfr. Nervo, A.,1919: 40-43.
17.- Un viajero francés, un tal Mr. Raymond fue comisionado por la Nouvelle Société d’Ethnografphie de París para investigar el carácter moral de los argentinos. Sus impresiones fueron traducidas por Carlos Correa Luna. Sus comentarios sobre la aristocracia porteña pone el acento en la mujer descrita como poco natural en las relaciones sociales. “Hay no sé qué de elegancia á máquina en la uniformidad de los trajes y peinados femeninos, en la carencia de soltura, en la ausencia de esos aleteos que no son nada, pero que son todo á través de las esferas realmente aristocráticas del mundo: falta la nota individual para decirlo de una vez.Me inclinaría á creer que muchas están cumpliendo un deber penoso, y que otras, en su actitud de damas fotografiables, de trajes blancos y moños negros, se atribuyen la importancia que no se concede Guillermina de Holanda con su belleza deslumbradora y su prosapia”. Cfr. Correa Luna, C. :587.
18.- Cfr. Continúa Mr Raymond diciendo: “La muñeca de salón… preciosísimos juguetes femeninos, nacidos para agradar, y animados de un mecanismo simple como práctico, que consiste en desplegar siempre el mismo resorte de buen gusto… En París una dama va á casa del coiffeur y exige un peinado exclusivo para su porte, una ‘creación’, que se acomode al corte de cabeza, al color de los cabellos, al brillo de los ojos, á la expresión total de la figura, y que, en suma, realice la digna coronación de un tipo determinado. Aquí parece que todas las niñas dicen á su peluquero: ‘quiero que Vd. me peine como la muñeca de la vidriera”.Correa Luna, C. 591.
19.- “Es fama que nuestra capital es el centro mundial de este género de importación y comercio. Desde el congreso de Berlín en 1903, la afirmación no fue levantada y se ha repetido insistentemente en todos los demás que referiremos más adelante… En el reciente congreso de Londres, verificado con la alta adhesión del rey Jorge y bajo la presencia del Conde Aberdeen, su prestigioso iniciador Williams Alexander Coote, que nos visitó el año pasado para informarse personalmente sobre los hechos,dijo en plena sesión del 27 de julio de 1913 ante un auditorio en que solo faltaba la representación argentina ‘que la ciudad de Buenos Aires es el peor de los centros de comercio inmoral de mujeres”. Cfr. Feimann, E. 180-181.
20.- “La Municipalidad de Buenos Aires dispone del dispensario de salubridad para atender esta parte de la salud urbana. Sin embargo,la tutela profiláctica que ejerce sobre la prostitución y sus consecuencias,es aún muy reducida, porque se aplica sobre un número mínimo de mujeres inscriptas”. Cfr. Feinmann, E.: 185.
21.- En el tema del matrimonio la Iglesia Católica conserva la vigencia de lo instituido en el Concilio de Trento “ya no son dos, sino una sola carne” actualizada en encíclicas como la “Arcanum” de 1880 y “Casti Connubii” de 1930.
22.- Cfr. Daireaux, Emilio, 1898: 37.
23.- Se puede deducir esa situación de las novelas, las obras de teatro y folletines que evidencian la férrea autoridad de la madre en el hogar, en la que muy contadas veces había lugar para la conversación confidencial.
24.- No era fácil aquí entablar relaciones amorosas. La gente de buenas maneras no admitía que se faltara ni en detalles a las normas establecidas por la costumbre. Y el joven que no alcanzaba a entablar relaciones con la niña de su sueño con la premura ansiada no tenía otro recurso a su alcance que publicarle versos en el periódico. Cfr. Barrancos, Dora: 557.
25.- Barón de Engo, Cfr. 179.
26.- “Por definición el caballero es un hombre de delicados sentimientos y de sensibilidad fina. Esto no obsta para que tenga pasiones fuertes, pero es dueño y no su sirviente. Le caracteriza precisamente el control de sí mismo y su reserva. Es un hombre de gran serenidad, pero esto no debe confundirse con la indiferencia, sólo que siente pudor ante emociones que podrían llamarse primitivas y que son por lo tanto vulgares”. Cfr. Hume, Rolando, 1907. 27.
27.- Otros aspectos interesantes a destacar en este manual es “la cuestión de fondo de la cuestión es que el caballero persigue a las mujeres por amor, nunca para satisfacer complejos psíquicos. La expresión más cabal de la vulgaridad es el hombre que quiere ser visto con mujeres para darse importancia o notoriedad”. Cfr. Hume, Rolando. 1907: 25.
28.- Cfr. Baró de Engo: 181.
29.- “Los regalos de boda son de acuerdo a la estética, discreción y fortuna del que los hace; un estuche con reloj de oro, salpicado de diamantes y piedras finas, una cadena del mismo metal, pulsera ó anillo de brillantes, abanico, etc. Puede obsequiarse también, con pañuelos rigurosamente bordados y hasta con rica cartera de cueros exóticos, conteniendo algunos billetes de Banco.” Cfr. Darago V. 201-202.
30.- “Si hay mucha juventud el cortejo no se organizará lo mismo que si la mayoría de éste fueran personas de edad. Los caballeros ofrecen el brazo izquierdo, los oficiales el brazo derecho cuando llevan espada y, en este caso los civiles también del lado derecho. El desfile tradicional es el siguiente: La novia con su padrino, el novio con su madrina, la madre de la novia con el padre del novio, las damas de honor distribuidas en razón de la edad, los parientes cercanos y amigos. Los abuelos van detrás de los padres o bien detrás de las damas de honor. En los casamientos importantes cuando se quiere hacer un cortejo imponente entran en él los miembros de las dos familias y se da a los abuelos el sitio de honor”. Cfr. Guía Nupcial: 17-18.
31.- “Ellas usarán generalmente, los colores siguientes: rose tendre, bleu ciel, jeune paille, gris perle, créme mauve, lila, etc”. Cfr. Darago, V.,: 202-3.
32.- Crf. Blicke.P. : “La fiesta medieval era única en su género. Lo que hacía de ella una fiesta se reglamenta, canaliza y reduce en la Edad Moderna: la suntuosidad del vestido, el número de invitados, la cantidad de platos, el valor de los regalos y la duración del baile.”
33.- Crf. Ripa, C., 33-34.
34.- Cfr. Recalde, H. Tomado de: Quesada, Ernesto, La mujer casada ante el derecho argentino. 1911. Bs.As.
35.- El Concilio de Trento basó las normas matrimoniales en los escritos de San Agustín: la jerarquía en el amor: Primacía del varón sobre la esposa y los hijos, cuanto la diligente sujeción de obediencia de la mujer.
36.- Crf. “Guía Nupcial”:15.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año IV N° 20 – Abril de 2003
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Mujer, Varón, TEMA SOCIAL,
Palabras claves: Cortejo, pareja, noviazgo
Año de referencia del artículo: 1998
Historias de la ciudad. Año 4 Nro25