Habíamos terminado el artículo homónimo, publicado en el Nº 43 de esta revista, con la “intriga” de que algo habría de suceder, a pesar del fallido intento de 1951 por ordenar en la Plaza Primera Junta el ascenso a los tranvías mediante la introducción de la democrática y universal “cola”. Decíamos que la idea quedó picando y, por supuesto, no cayó en el olvido.
Quien se encargó de ello fue, con toda seguridad, el entonces conocido y tradicional periódico florense La Parroquia. Como buen diario de barrio, se la pasaba husmeando defectos y necesidades de la zona oeste, y ya a finales de la década de los 40 había comenzado a investigar sobre el tema. Muy posiblemente por ello, la Corporación hizo el estudio (de resultado negativo) que comentamos en el artículo anterior.
No dado por vencido, volvió a la carga. El 30 de octubre de 1952, encabezó su edición con el siguiente titular: “Hay que obligar a los pasajeros a que formen fila para tomar en la Estación Primera Junta los tranvías de las Líneas 1, 40 y 49”. Justificaba este argumento con un subtitulado que decía: “Los coches, asaltados a mitad de camino, llegan repletos de pasajeros al lugar de espera” y con tono de melodrama remataba: “En esta forma, tienen que tener largas esperas los ancianos, mujeres y enfermos”.
Lo mejor es que eso era verdad. Una larga fila de viajeros se acantonaba a lo largo de las vías desde Rosario hasta Alberdi como si esperara el paso del “tranvía presidencial” y, al llegar éste, en circenses demostraciones, se iban trepando a los estribos para ubicarse en el interior.
A sabiendas de la resolución negativa del estudio realizado al respecto, es la propia redacción del diario la que ofrece soluciones, publicando hasta un plano del lugar con los detalles de ubicaciones de los postes de espera y lugares de estacionamiento de los tranvías, así como las direcciones que debían tomar las colas para no molestar el movimiento de peatones.
Ya sea por hache o por be, a mediados del otoño de 1953, vecinos y viajeros que día a día hacían trasbordo, se vieron sorprendidos por una serie de obras bajo la glorieta de la plaza, a un lado de la escalera grande del subte. No se entendía lo que era aquello, puesto que comenzaron con la instalación de un par de hileras de postes que, a decir verdad, daban la idea de estar puestos “a la marchanta”. Más curiosidad provocaron, cuando comenzaron a unirlos con una especie de barandales que daban ahora al conjunto la forma de las mangas de embarque de ganado de las estaciones de tren.
Eran un par de medialunas paralelas o mejor dicho un caracol que, comenzando a un lado de la escalera del subte y, tras pasar delante de un par de casillas, (de las que se utilizaban para control de los pasajes en la línea “A” cuando no tenía los molinetes), las contorneaba dividiéndose en dos andariveles en dirección a Rivadavia, terminando sobre Centenera, a la par de la baranda de la escalera del subterráneo delante de los tranvías.
Mi querido lector: si alcanzó a captar algo… ¡lo felicito!; pues hasta a mí me cuesta entenderlo. Podrá darse una idea de la incertidumbre y curiosidad que se había despertado ante esta construcción. Todo el mundo preguntaba: –¿Y para qué es esto, señor?; obteniéndose por respuesta: –Es para el tranvía…(¿?); –¿Para el tranvía?… ¿Este corral para el tranvía?
Finalmente, la incógnita se fue develando. La propia empresa se encargó de informar, mediante los tradicionales “avisos” pegados en las ventanillas de las puertas corredizas de los coches, dando instrucciones y hasta acompañando un plano explicativo (y que para aclarar se acompaña) para el uso correcto de aquella instalación que ocupaba toda la parte cubierta de la glorieta que oficiaba de terminal tranviaria y, aún hoy, brinda refugio a los viajeros del subte “A” al salir a superficie. Decía así:
Así se puso en práctica el ascenso ordenado a los tranvías de la línea 1, solucionando, con la inversión del lado de ascenso, la objeción de la resolución Nº 55355 / 51 que comentáramos en el artículo anterior, referente a la obstrucción de la libre salida de los viajeros del subterráneo que, al usar las escaleras, se verían perjudicados en su intento por las filas de los que esperaran el tranvía, para ascender, como era costumbre, por la plataforma trasera.
En su edición del 4 de junio de 1953, La Parroquia no sólo da cuenta de esto sino que se lo arroga personalmente titulando en primera página y copete “¡NUEVO ÉXITO DE LA PARROQUIA!: DESPUÉS DE 5 AÑOS DE TESONERA LABOR, HEMOS LOGRADO QUE SE FORME COLA EN LA PLAZA PRIMERA JUNTA PARA TOMAR EL TRANVÍA”. Continúa un subtítulo realmente de culebrón: “Ahora podrán viajar cómodamente sentados los ancianos, los inválidos y las madres () Los únicos perjudicados, son aquellos zánganos, jóvenes y fuertes que asaltaban los coches a mitad de camino y luego, sacando el cuello por las ventanillas, contemplaban burlonamente a los ancianos y mujeres, que se apretaban para poder subir”, terminando con grandes halagos para el Sr. Ministro del Transporte, Ing. Maggi y el Administrador Gral. de Transportes de Buenos Aires, por… “haberles cabido el honor de implantar esta comodidad”
Sin embargo, este “romance” con La Parroquia no duraría mucho. Primero se tiró contra las boleterías que atrasaban las partidas (¿?) haciendo perder muchas veces el tranvía al pasajero que debía hacer semejante voltereta para llegar a él. Las quitaron, y el 13 de agosto siguiente, a sólo dos meses y medio de inaugurada aquella obra, arremetió contra las pasarelas, pues decía que obstruían el paso y no servían para nada, argumentando que con sólo 4 m de cada una, sobre el punto de detención del coche bastaban para embocar la puerta y la cola se armaba sola sin necesidad de guía alguna Y volaron la pasarelas. Sólo quedó en su lugar el clásico poste de madera con el círculo negro con Nº blanco, igual que en el resto de los otros medios.
Bibliografía
Línea 1–Archivo “Frías”. (Biblioteca Popular “Federico Lacroze”).
La Parroquia (números especificados en el texto).
Reconocimiento
Agradezco al historiador Ángel Prignano el que me haya facilitado su colección del diario La Parroquia de Flores.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año VIII – N° 45 – marzo de 2008
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: Oficios, TRANSPORTE, Tranvías, trenes y subte, Cosas que ya no están
Palabras claves: cola, fila
Año de referencia del artículo: 1950
Historias de la Ciudad. Año 8 Nro45