Combinaciones
Se dice que una vez un guarda del tranvía 23, llegando a San Juan y Boedo, se asomó desde la plataforma al salón y anunció: —A ver esa señora que viaja con combinación, tiene que bajar en la esquina… Se bajaron todas… Conocido fue este viejo chiste por años, pero vale la pena exhumarlo porque justamente comenzaremos a hablar de los boletos de combinación.
Ya en tiempos de los tranvías a caballo, se había puesto en práctica. Mediante ellos era posible realizar viajes en distintas líneas con el mismo pasaje, de modo de alcanzar con dos recorridos lo que una solo no permitía. En rigor fue una manera muy práctica por la cual las empresas no necesitaban crear líneas nuevas, facilitando alcanzar un destino mediante el uso combinado de dos existentes.
Esto no quiere decir que cualquier línea permitía cambiar a otra indiscriminadamente. La facilidad existía, pero se encontraba rígidamente establecida: cual con cual, dónde y en qué dirección. Aunque esto se hallaba detallado en los volantes pertinentes en estaciones y lugares destacados, los boletos oficiaban a la vez de verdadera “guía de uso” de tal franquicia. Pongamos por ejemplo el de la figura 1, de la Compañía de Tramways Buenos Ayres y Belgrano que ilustra la nota, utilizado por todas sus líneas de Plaza Italia a Belgrano, vía Virrey Vértiz o Las Cañitas, para combinar con la línea de Estación Belgrano al Hipódromo Nacional. En el anverso se aclara que el billete será “Válido para el primer coche que corresponde al destino perforado, siempre que no esté completo”. Aquí debemos aclarar que esa condición de completo se daba en los tranvías que ya tenían todos los asientos ocupados.
En cuanto al anverso, encontramos: sobre un lado los números (1 al 31) correspondientes a los días del mes y, del otro, en números romanos, las horas (I a XII) AM y PM, según la costumbre de la época, y a continuación: 15, 30 y 45, correspondientes a los cuartos de hora. En el centro, de un lado, la dirección al Hipódromo y del otro, la inversa, mientras que al medio, bien especificado, el punto de cambio de tranvía. De modo que el mayoral (guarda) picaba o marcaba con lápiz el día, la hora y el cuarto y la dirección del viaje; y, para evitar “modificaciones” cancheras en beneficio propio, como hacerse de tiempo para alguna diligencia en el punto de cambio, ¡el lápiz era lápiz-tinta!
La variedad de combinaciones y de boletos fue muy amplia y da mucho para hablar del tema, porque no sólo existieron entre líneas de la misma empresa, sino que hasta hubo de empresa con empresa. Para ilustrar esto detengámonos en el hermoso ejemplar de la figura 2, que se utilizaba para ir al popular y siempre recordado Balneario de Quilmes. Unía dos líneas que fueron famosas: el tranvía 22 a Quilmes y el Anglo Argentino con el del Balneario, de la Compañía “Quilmes & River Plate” (luego Quilmes y Balneario) más conocido como “el de Fiorito” de aquella ciudad. Lo componen 4 partes: el boleto en sí, el Cupón I, el Cupón II y el Cupón III. Se tomaba el tranvía en Buenos Aires y se recorrían los 22 kms que la separan de Quilmes, llegando hasta la plaza.
Allí se trasbordaba al tranvía quilmeño, entregándosele al guarda el Cupón N° 1, llegando con él hasta la playa. Pasado el día se volvía al tranvía local, pagando con el Cupón N° 2 para, nuevamente en la plaza principal, trasbordar al 22, cuyo guarda se quedaba con el Cupón N° 3, emprendiendo el retorno a Buenos Aires. Por 90 centavos y con un solo boleto todo este recorrido combinado.
Cuando se construyó el subterráneo se estableció la tradicional “Combinación Subterráneo” (figura 3), de la que hablamos en otro artículo de esta serie. Pero, lo que muy poca gente sabe, es que las combinaciones entre tranvías siguieron teniendo vigencia, aún dentro de la Corporación de Transportes, manteniéndose hasta 1948, cuando fueron abolidas por el Ministerio de Transporte, junto con el más que histórico boleto de 10 centavos, que pasó a costar 15, todo de un plumazo. Las últimas líneas en utilizarlas fueron las N° 31, 34, 35, 36, 43, 48 y 73.
Aunque era chico, me acuerdo perfectamente de ellas. Cuando mi papá me mandaba al Parque Patricios, me recalcaba: “—No saques boleto, pedí combinación con el 73”. Y así hacía. Desde Caballito, donde vivíamos, se podía tomar tanto el 43 como el 48 y, en sentido a Patricios, se debía cambiar en Carlos Calvo y Boedo a la ida y en Carlos Calvo y Quintino Bocayuva a la vuelta. Eso sí, tengo que confesar que me daba un poco de vergüenza pedirle la combinación al guarda, porque lo miraba a uno con extrañeza y hasta con algo de molestia, porque debía hurgar por el fondo de su cartera en busca del talonario, que muy pocos utilizaban ya. Tal vez por eso guardé uno de estos boletos que, sin querer, junto con los capicúas, dio comienzo a mi colección (figura 4).
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año IV – N° 17 – Septiembre de 2002
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: TRANSPORTE, Tranvías, trenes y subte, Cosas que ya no están
Palabras claves: Boletos,
Año de referencia del artículo: 1927
Historias de la Ciudad. Año 4 Nro17