Desde el primer número de la revista, en esta página se han venido narrando anécdotas, historias y acontecimientos ciudadanos relacionados con este medio de transporte. En él decía que trataría de relatar historias y que “si esto dura (columna y redactor) irán saliendo de a poco a la luz para que todos las conozcan”… Bueno. No sólo duró el redactor sino que la página también. Justo es dar a todos las gracias por haber posibilitado que ello así fuera. Hoy daré a conocer una historia que, a pesar de ser relativamente reciente, merece que empiece a conocerse. Es la de esos “LOCOS DEL TRANVÍA”, término con el que, pintoresca y a la vez cariñosamente, encabezara García Rozada su editorial de La Nación con motivo del vigésimo aniversario del servicio tranviario finisemanal de Caballito.
Los locos del tranvía… Y no le faltaba razón. Es que había que serlo para emprender una tarea como la que se proponían. ¿Y de dónde salieron? En realidad, de la reunión de dos grupos, uno encabezado por quien escribe y sus amigos del entonces humilde Ferroclub y el otro por Juan Carlos Falco y sus compañeros del Club de Radioaficionados Ciudad de Bs. As. (el “CBA”). Los unía el común sentimiento de simpatía por el tranvía y la concreta (y errónea) creencia de que amén de a uno mismo, a ningún otro habría de importarle nada de este tema. Aficionados ferroviarios siempre hubo, pero tranviarios….. De allí que la primera sorpresa fue el verse tantos juntos. Pero vayamos al relato de aquella fundación que, además del motivo en sí, tuvo cosas para recordar.
16 de julio de 1976. Fría y desapacible noche de invierno. Llovía. Algunos chispazos en el cielo semejaban víboras de fuego entre las frondas del Parque Chacabuco. Embozados y protegiéndose de la borrasca, poco a poco los citados iban transponiendo el oscuro y húmedo portón del Nº 1016 de la calle Emilio Mitre… ¡Já!, ni que fuera una radionovela de misterio en la voz de Julio César Barton. Pero la verdad es que así comenzó la fundación de esta “loca y lírica” Asociación que, con los años, llegaría a lo que hoy es. Circunspectos y algo nerviosos, estábamos aquellos primitivos 16 (al fin de la reunión llegamos a 22); con una seriedad que tenía su mejor ejemplo en Juan Carlos Falco, como se dijo uno de los principales cofundadores y que por muchos años ocupó la Secretaría de la institución. Organizador nato y cultor del protocolo, había conseguido para la ocasión la sala de la Sociedad de Fomento Bernardino Rivadavia. En el local prestado dispuso las sillas en platea, colocando en la cabecera un escritorio (con tintero y todo…); y hasta se invitó al Prof. Iñigo Carrera, a la sazón director del Instituto Histórico de Buenos Aires, para que presidiera la sesión. En suma: TODO.
En eso, golpean. Otro que viene, pensamos. Pero no. Era un mensajero de Correos y Telégrafos. Jovencito él. regordete y “bonito” él, que muy modoso inquirió: -¿Esto es algo de tabía, tambría o que ze shooo? – Sssii… pero… La verdad que nos descolocó a todos, y sin dar lugar a que saliéramos de nuestro asombro espetó: – Telegraaama… Pinzándolo entre el índice y el medio de su mano derecha, describió con ella un gracioso arco digno de un paso de ballet para zarandeárselo como sortija de calesita en la nariz a Falco quien, al igual que todos, lo miraba con ojos de Luis Sandrini pidiendo auxilio. En tanto abría el telegrama, con todo el resto pendiente del remitente, el “aparato postal” llevó la mano a su cintura mientras, recostando el cuerpo contra el escritorio, se puso a sacudir una pierna como marcando un compás de modo de lucir mejor su “traserito”; aprovechando nuestra curiosidad por lo recibido para relojearnos de arriba abajo (sin detallar en quienes se detuvo más tiempo, pero haber, los hubo…) Con el remito firmado y tras un modoso: —as nooochez, meneando su cintura (y complemento) hizo mutis por el foro.
Este inesperado e inolvidable personaje tuvo una cualidad que ni siquiera imaginaba: distender el ambiente de aquella ya seria reunión y dejarnos más que complacidos con su encomienda. El telegrama venía desde Montevideo. La AUAR (Asociación Uruguaya Amigos del Riel) nos congratulaba por lo que íbamos a hacer, terminando a manera de saludo con las palabras “¡Nueve puntos, adelante!” Esa noche declaramos a la asociación uruguaya nuestra madrina, y la frase final dio el nombre a nuestra futura revista.
Esta graciosa anécdota quebró el hielo sí, pero no restó seriedad ni entusiasmo a los presentes que, al terminar la reunión, habían dejado fijadas las metas a seguir por la recién nacida Asociación. Vale la pena recordarlas:
– Reunir en su seno a quienes sientan interés por el conocimiento del presente, pasado y futuro del tranvía como medio de transporte urbano e interurbano.
– Reivindicarlo como tal, haciendo notar el importante rol que ha jugado en el progreso de nuestras ciudades y la evolución que experimenta hoy en otras partes del mundo.
– Tomar a su cargo la implantación y el mantenimiento de un servicio Histórico – Turístico de tranvías en nuestra ciudad.
– Editar y distribuir una publicación especializada, órgano oficial de la Asociación, en la que se publicarán trabajos relacionados con la actividad común y la marcha de la institución.
– Formar y mantener una biblioteca tranviaria, organizar conferencias, exposiciones y debates sobre el tema.
– Fomentar el modelismo tranviario entre los aficionados al tema.
– Propiciar la reimplantación del tranvía como transporte en nuestro medio.
– Atraer la atención pública, la acción de la prensa y la colaboración de las autoridades para la concreción de estos objetivos.
Así quedó sentado en el acta fundacional. Pasaron 25 años y, aunque parezca mentira, todo se ha cumplido, y en algunos casos con creces.
Tres meses después de aquella noche, aparecía el Boletín de la AAT, incipiente e inolvidable publicación creada y dirigida por Miguel Ángel Pignataro que desde su primer número se convirtió en vocero y difusor de nuestra obra. Poco a poco fue incrementando sus páginas, agilizando su diagramación y difundiendo historia, noticias y actualidad tranviaria tal como lo postulara el cuarto punto enunciado más arriba. Aquel “Boletín” con el tiempo se transformó en la revista “9 Puntos” que hoy, bajo la dirección de Franklin Romero, uno de los “pibes” fundadores, es orgullo de la AAT, tanto nacional como internacionalmente.
El 27 de noviembre de 1977, por idea y creación de Cristian Werckenthien, uno de nuestros jóvenes socios, nace la Biblioteca y Archivo “Federico Lacroze”. El primer mueble de la AAT, fue un armario metálico que regalara el socio Carlos Alberto Mari al que se sumó un roperito viejo comprado en un cambalache de La Floresta. Eran nuestros “bienes “, pero no había donde ponerlos. Tener algunos libros en ellos, no era el fin que se perseguía. Hacía falta un local, que al fin pudo conseguirse gracias a la intervención de nuestro socio Daniel Vigo, que nos alquiló razonablemente una oficina suya en la calle Paraná. Con esta ya “Sede Social” dejamos de deambular en locales obtenidos gracias a la gentileza de otras instituciones: primero el CBA, luego la Asoc. Argentina Amigos del Turismo y al fin, a partir de noviembre de 1982, ¡la casa propia!. Esto hizo que el sueño de Werckenthien y la Biblioteca y Archivo tuvieron su local, pudiendo atenderse no sólo al socio sino también al público en general. Y creció y creció, siendo ahora una de las más importantes en su género; al punto que casi dos décadas después, aquel lugar que cuando lo tomamos no sabíamos con qué llenarlo, quedaba chico. Recibíamos colecciones en donación que ni podían desempaquetarse pues no había dónde ponerlas. Hubo que pensar en ampliarse y el pasado 21 de julio, como parte de las celebraciones de las Bodas de Plata institucionales, se inauguró la nueva y amplia sede en la calle Thompson 502 en Caballito. Allí encontrará el investigador biblioteca, hemeroteca, mapoteca, fototeca, videoteca y archivo histórico, que son puestos a disposición de todo aquel que los necesite en forma totalmente gratuita.
Desde octubre de 1999 otro socio, Juan Yanni, configuró la página de Internet de la Asociación, que puede consultarse en la dirección: “www.tranvia.org.ar“. En ella el interesado hallará todo lo que estas páginas no alcanzan a decirle, así como informarse de las últimas novedades, no sólo nacionales sino mundiales sobre el tema.
Más que ampliamente se cumplió con la quinta propuesta, pues además de la biblioteca fuimos editores de algunos libros dedicados a la historia del tranvía, como “El Transporte en Buenos Aires 1870-1880” por Cristian Werckenthien o “Los Tranvías de Buenos Aires” de quien escribe. Súmese a esto la difusión por medio de charlas, conferencias y exposiciones. Desde el 25 de noviembre de 1977, día en que otro socio, Alfredo Spinelli, tuvo la ocurrencia de traer a una reunión un proyector y una cajita de diapositivas para entretenernos un rato proyectándolas en la pared, a la fecha, se llevan organizados 24 ciclos anuales de audiovisuales con 225 funciones cumplidas. Al principio no teníamos salón, por lo que se hacían en el mismo lugar de las reuniones, hasta que el CBA inaugura el suyo y nos lo facilita. Luego fuimos a los Amigos del Turismo, a la Cámara de la Industria del Calzado, para pasar algún tiempo al Foto Club Buenos Aires. Estuvimos después varios años en la Biblioteca Obrera Juan B. Justo, recalando finalmente en el salón de la Asociación de Fomento General Alvear de Caballito, donde se llevan ofrecidos ya varios ciclos a sala llena. A esto debemos sumar un par de centenares de visitas a escuelas e institutos que lo solicitan, y sobre todo las exposiciones. Desde la primera, celebrada el mismo año de la fundación, en diciembre de 1976, a bordo del coche 4 de Subterráneos con motivo del Centenario de la Cía. de Tranvías Anglo Argentina, a la reciente realizada en julio pasado en al “Shopping Caballito” con motivo de las Bodas de Plata de la asociación, fueron muchas; algunas memorables. Entre éstas, recordaremos la de 1985 en las 14 vidrieras de ENTEL (Rivadavia y Perú) que, montada por un mes, ante el éxito de público hubo que dejarla por un mes y medio más; la Feria de la República de 1986, en la que el tranvía 652 se convirtió en el stand representativo de la Ciudad de Bs. As.; Expohobby, en la Rural; la del Centenario del Tranvía Eléctrico de 1997 en el Hotel Intercontinental; o la de la Casa de la Cultura (La Prensa) de 1998 y muchas, muchas más.
La reivindicación del tranvía y el interés despertado en las autoridades, se vio plasmado en la vuelta del medio a nuestras calles en la figura del llamado “premetro”. Cupo en ello a la Asociación ocupar un papel alegórico, pero de una importancia que nos llenó de orgullo, al ser solicitada la presencia de un coche de tranvía en la ceremonia de inauguración de las obras. El 8 de mayo de 1986 estuvo allí el “Lacroze”con un gran cartel que rezaba “¡vuelvo!” y su interior sirvió para la ceremonia de la firma de los contratos de construcción de los coches para la nueva línea. Años después correspondería al coche 3 similar honor. El 1 de diciembre de 2000 se lo trasladó a la estación Plaza Miserere para que en él y en coincidencia con un nuevo aniversario de la inauguración del primer subterráneo porteño (el “A”), se firmaran los contratos para la construcción de la nueva línea “H”, ya en ejecución.
Otro hecho inolvidable fue la conmemoración del Centenario del Tranvía Eléctrico de Bs. As. en la que se logró la colaboración de varias entidades como Telecom, que lanzó una tarjeta telefónica en adhesión al acontecimiento, única con motivo tranviario hasta la fecha; el Correo Argentino, emitiendo por primera vez una serie conmemorativa de estampillas con tranvías, novedad filatélica muy comentada, y la ya recordada exposición en el Hotel Intercontinental en el que llegó a presentarse el “Menú Tranvía”, variedad culinaria especial del chef del hotel en adhesión a la muestra. Y cuantas cosas más…
Ha quedado para el final la meta primordial de aquellos fundadores en la que concentraron los esfuerzos de la más loca y, al parecer, irrealizable idea: “Implantar y mantener un servicio de tranvías Histórico-Turístico”. Si debemos ser sinceros, haría falta un artículo exclusivo sólo para este punto, si no uno para cada coche. Tal vez algunas fotografías de acontecimientos referidos a ellos sean más elocuentes que mil palabras. Han sido tantas las aventuras y desventuras que se tuvieron que pasar, que bien pueden compararse con un cuento de Salgari. La llegada de cada uno de ellos y la consecución, traslado y reconstrucción del modelo recordado como “Fabricaciones Militares” fueron realmente… de antología; con situaciones como para comerse los codos o desternillarse de risa. Hoy, cuando uno se pone a pensar en ello, es para preguntarse: ¿Pero cómo hicimos todo esto? Tal vez por haberlo pensado poco o actuado por instinto, no sé, pero lo que nunca faltó fue Fe, mucha Fe en que lo que estábamos haciendo era bueno y que ante los escollos Dios habría de proveer. Y vaya si proveyó…
Los tranvías de Caballito allí están, para que todos los disfruten; los mayores con nostalgia, los chicos con curiosidad. Los viajes son gratuitos como ad honorem el trabajo de los equipos que los operan. En los coches y dentro de la estación, otro mundo se mueve para que las cosas marchen sin problemas. Como en la televisión, en que todos esos que hacen posible que la imagen llegue a nuestra casa no salen en cámara, así en la Estación Polvorín otro equipo de voluntarios hace posible que cada fin de semana las unidades estén prontas para salir y prestar servicio. La mayoría son jóvenes, chicos algunos, que ni siquiera conocieron el tranvía y que brindan su esfuerzo para hacerlo posible. Tal vez sea una de las mejores cosas que nos pueda haber pasado. Que las nuevas generaciones se sumen a la quijotada que hace 25 años iniciaron aquellos “Locos del Tranvía”. Ya muchos de los chicos del comienzo son hoy directivos y ejecutivos de la institución tomando la posta de los iniciadores, así como los chicos de hoy serán los que mañana la tomen de ellos. Esto significa que hay continuidad y, habiéndola, habrá futuro.
Constantes y con Fe ante los inconvenientes, van 25 años de trabajo. Los frutos están a la vista. Pero se viene sembrando otra vez y esos chicos de hoy y dirigentes de mañana, levantarán su cosecha y seguramente dejarán arado el terreno para los que los sigan. Medio en broma, medio en serio, se ha dicho que en la Asociación Amigos del Tranvía se aplica LA LEY DE LA PERINOLA, pero con una particularidad: la nuestra es una perinola en la que en todas sus caras dice “TODOS PONEN”…
Tal vez allí esté la respuesta a cómo hicimos todo esto.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año III – N° 11 – Septiembre de 2001
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: PERFIL PERSONAS, Vecinos y personajes, Tranvías, trenes y subte, Cosas que ya no están
Palabras claves: locos por el tranvía
Año de referencia del artículo: 2000
Historias de la Ciudad. Año 3 Nro11