Ya hemos visto en estas páginas algunos usos diferentes, hasta especializados podríamos decir, que se le han dado al tranvía. En lo que a cargas se refiere, vimos la importancia que le cupo en el transporte de cerveza. No fue el único caso, hubo más. Pero no sólo en la carga estuvo la variedad, sino también en el traslado de viajeros y hasta llegó a tener lo que podríamos llamar funciones decorativas, como las que veremos a continuación.
Armar tranvías para recordar un hecho, una fecha, fue una costumbre practicada entre nosotros únicamente por el Anglo. No era de extrañar que así fuera. El carrozar o adornar tranvías para una determinada conmemoración, era una costumbre muy arraigada entre los ingleses. Es más, aún continúan haciéndolo en Blackpool. Es este uno de los principales balnearios de las Islas, tal vez el más popular de todos. Ubicado sobre el mar de Irlanda, al norte de Liverpool, se caracteriza por su ambiente de farra permanente. Es una especie de gran feria a la vera del mar en la que el turista podrá encontrar todo el entretenimiento que se le ocurra: desde noches de ópera y ballet hasta el más ordinario espectáculo de varieté; pasando por casinos, salas de entretenimientos, juegos electrónicos y negocios de “recuerdos y souvenirs”, donde no será difícil encontrar hasta costureros con caracoles en la tapa al más “mersa” estilo marplatense. En suma: una extraña mezcla de Mar de Ajó con el viejo Balneario de Quilmes. Y como en este último (en sus buenos tiempos) está el atractivo del tranvía. A lo largo de la costa, por varios kilómetros, la Explanada es recorrida por una centenaria línea tranviaria de una punta a otra de los balnearios que, como el quilmeño, tienen los característicos muelles de madera con sus casetas de bares y entretenimientos que se adentran en el mar. Hacia final de temporada, en otoño, para ser más exactos, desde comienzos de septiembre hasta mediados de octubre, tiene lugar allí la “Fiesta de la Iluminación”, durante la cual la costanera es cubierta prácticamente de lamparitas de colores en guirnaldas y figuras de todo tipo. Y los tranvías se suman a los festejos; ¡y en qué forma!
En primer lugar les hacen una carrocería especial. Pueden ser: el tranvía locomotora, el tranvía barco, el tranvía lancha, el tranvía ¡cohete espacial! … A estos modelos se los cubre con hileras de lamparitas, como dibujándolos, tal como se hacía con los frentes de las casas antiguamente. Y allá van por las noches, todos iluminados, llamando la atención y recibiendo aplausos de los pacientes turistas que aguardan turno para viajar en ellos.
Esta costumbre llegó con los ingleses a Buenos Aires y el Anglo, como se dijo, fue la usufructuaria. Generalmente se los hacía para las fechas patrias o para algún acontecimiento en particular, como por ejemplo: el Congreso Eucarístico del ‘34, el homenaje al Gral. Mitre o los propios aniversarios de la Compañía. En la mayoría de los casos, era carrozada una zorra con motivos alegóricos y, en otros, como en las celebraciones del Anglo, a un coche de pasajeros se le adicionaban carteles alusivos, debidamente iluminados. Durante las noches próximas al festejo, el coche salía por las calles como un adorno móvil llamando la atención (y admiración a la vez) de los viandantes. La Corporación de Transportes siguió con la costumbre un tiempo. El último, fue un tranvía que hacía la propaganda del Segundo Plan Quinquenal, con el infaltable: “Perón – Evita”.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año II – N° 8 – Marzo de 2001
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Categorías: TRANSPORTE, Tranvías, trenes y subte, Cosas que ya no están
Palabras claves: conmemorativos
Año de referencia del artículo: 1925
Historias de la Ciudad. Año 2 Nro8