“Me vine de Villa Ballester y empecé a los 15 años, con Teresa, una piamontesa, y su hijo Alejandro. Es un negocio familiar. La historia del nombre es breve: no encontraban ninguno y dijeron ‘má sí, lo ponemos en inglés’”, se ríe. “Atender a la gente me apasiona, tener diálogo y poder ayudar en lo que pueda, con una charla, una palabra. La gente no pasa solo a comprar, a veces pasa a saludarte y a conversar. Saavedra es un barrio hermoso, de casas bajas, pocos edificios. Entre los comerciantes nos ayudamos entre todos. Por acá tenés el Fortín Salteño, la primera heladería Chungo (el dueño se ganó la lotería el día que inauguró), la Iglesia San Isidro Labrador, La Farola de Saavedra, la casa de ventiladores de acá a la vuelta… No deja de ser un barrio, aunque evolucionó mucho en cuanto a iluminación, asfalto, arreglo de plazas, transporte para todos lados. Todavía vive mucha gente grande y gente extranjera: italianos, franceses, españoles, ucranianos, alemanes, cuyas historias uno va conociendo por
medio de los nietos y los hijos, que van pasando de generación en generación. Acá en Cabildo había dos boliches conocidos: Airport y Margarita. Estaba la parrilla Pachamama, y había otra en la calle Correa. Todas mis amistades están acá, en el barrio. Los sábados voy al Parque Saavedra a tomar unos mates con los amigos. Después de 26 años, uno es parte del barrio. Acá es todo muy abierto, no hace falta estar en el negocio para charlar, te cruzás en la calle. Cuando llegan las fiestas y pasan a saludarte resulta muy gratificante. Uno le toma cariño al barrio.” Mientras charlamos, atiende a un cliente: “Este es un fenómeno, es profesor de Cívica; ahí pasa Fabi con la novia; y ahí va Marcela, otra vecina, con el padre… ¿Viste? está buenísimo, nos conocemos todos. Hay mucha gente que está hace mucho tiempo, gente que resiste y no vende. Es muy tranquilo, la gente, sus negocios… parece domingo todos los días. Ojalá siga siendo el mismo barrio de siempre.” Alejandro charla con todos, y todos charlan con él, entre guiños, códigos, confianza, se despide de un cliente: “No tengo monedas, jefe, me lo das otro día”.
Alejandro, maxikiosko “No Name”
Este testimonio forma parte de la Colección Barrios y Vecinos de Asociación Civil Rumbo Sur.
Alejandro, maxikiosko “No Name”
Datos: Saavedra / 22/03/2018 / Saavedra, buenosaireshistoria, buenosairesvecinos, testimonios, historiaoral, porteños, vecino, maxikiosko, no name