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“Hoy un chico de 7 años se disfraza de grande y no sube”

Saavedra

Retrato de Roberto

Aprendió el oficio de su padre y de su tío, dos gallegos que llegaron a Argentina en el 30. “La mayoría de los calesiteros en aquel tiempo eran gallegos. Mi padre era carpintero de oficio y mi tío era aficionado, juntos hacían unos caballitos hermosos. Yo empecé a los 12 años, cuando las calesitas andaban a tracción a sangre y eran ambulantes. Estábamos un par de meses en cada barrio, y en las fiestas patronales de los pueblos por unos días. Lindas épocas. Eran los tiempos del balero, la figurita, la bolita y la payana, así que cuando llegábamos nosotros era todo un acontecimiento. Acá en el barrio de la Philips estuvimos muchas veces, en Correa y Posta, y en Ruiz Huidobro, cuando todavía era de tierra. En 1986 llegué al Parque Saavedra y me quedé. Este barrio es un pueblo dentro de la ciudad. He estado en muchos barrios, pero gente buena y dada como acá, hay en pocos lados.” La calesita está en el parque desde el 52. Roberto venía de chico desde Florida a jugar a la pelota con sus amigos al mismo parque en donde hoy es calesitero, y se acuerda de cuando estaban los leones en la entrada y del reloj de arena. “A pesar de las edificaciones, y del shopping, alrededor del parque sigue siendo barrio. Hasta hace 10 años, para ir a tomar un café tenías que irte hasta Cabildo, hoy hay muchos barcitos alrededor del parque. Está lindo, iluminado y cuidado.” Roberto está convencido de que mientras existan chicos la calesita no va morir, pero cree que ha decaído mucho el público en relación a cuando llegó: “Hoy un chico de 7 años se disfraza de grande y no sube. Yo me acuerdo de chicos de 13 años con rodillas percudidas, que demostraban que eran unos capos jugando a la bolita y que para la sortija eran aguerridos. Por esta calesita vi pasar 2 o 3 generaciones de chicos, fácil. Hoy los chicos que ya son grandes me visitan”, sonríe. Uno de sus 3 hijos es calesitero. “Yo quería que estudiara, pero él eligió lo que le gusta. Creo que todos deberíamos vivir de lo que nos gusta. Y, mirá si le gustará, que se hizo un tatuaje con la pera de la sortija en el brazo.” Roberto se siente un afortunado por poder vivir de su pasión. No tiene vacaciones, excepto el día que llueve. No gana plata y tuvo que sostener su oficio de herrero toda la vida para seguir teniendo la calesita, pero no reniega de eso, ni de la inundación que le estropeó todos los juegos en 2013: “Nunca pensé en irme. Siempre digo que yo termino acá.”

Roberto
Este testimonio forma parte de la Colección Barrios y Vecinos de Asociación Civil Rumbo Sur.

Roberto, calecitero del barrio de Saavedra

Datos: Saavedra / 22/03/2018 / Saavedra, buenosaireshistoria, buenosairesvecinos, testimonios, historiaoral, porteños, calecitero, calecita, parque, plaza, oficio


Este testimonio es parte del libro
Saavedra, épica de barrio
Asociación Civil Rumbo Sur

Fotografía: Magdalena Siedlecki

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