Somos del equipo de coordinación del Circuito Cultural Barracas y del grupo Los Calandracas. Juntos motorizamos la idea del circuito. Los Calandracas nace hace 30 años. Cuando empezamos había una gran movida de teatro de calle: Parque Lezama, Catalinas Sur, Grupo Dorrego, Agrupación Humorística La Tristeza. Había toda una energía de agruparse, de juntarse con el vecino… Nosotros éramos todos del barrio y definimos transmitir a nuestros vecinos lo que sabíamos. Era el año ‘96 y vivíamos supuestamente en el primer mundo. No había un interés por lo colectivo y lo comunitario, pero apenas abrimos el lugar se llenó de vecinos. Se llamó circuito porque empezamos haciendo talleres y fiestas en distintos puntos del barrio: la plaza Colombia, el pasaje Bardi y el parque Pereyra. En el ‘97, cuando dimos el primer espectáculo de calle “Los chicos del cordel”, teníamos esa imagen medio extraña propia de los barraquenses: la del barrio mítico, del pasado. Creíamos que los vecinos iban a querer hablar del tango, de Arola, de Bardi. Pero no, querían hablar de lo que pasaba en Barracas, de que había gente comiendo de los tachos de basura, de que en la estación Hipólito Yrigoyen se juntaban más de 30 chicos a aspirar suprabond. El circuito está en “la frontera” entre la clase media alta, las casas tomadas y la villa más grande de Buenos Aires. En esta zona, que mira hacia el Riachuelo, se quiere hablar de ciertos temas, y en la otra zona se mira más hacia el centro. Lo que hacemos nosotros no es solo desarrollar la creatividad sino empoderarnos como vecinos y que el barrio sea un lugar de pertenencia. Si uno lo conoce, uno lo ama; y si uno lo ama, lo cuida y quiere que progrese. Es un espacio en el que le hacemos lugar a cualquiera que tenga ganas de participar. Los espectáculos son numerosos y tienen gente de todas las edades. En Los Calandracas hay una señora que fue directora de escuela al lado de un pibe que es repetidor, o que si lo viera en la calle cruzaría de vereda. Pero están juntos, produciendo ficción y eso es muy poderoso.
Habitualmente, la ficción siempre la produce otro y la gente común la consume. Acá el vecino produce ficción a partir de lo que le está pasando, lo que le duele y quiere compartir con otro vecino. Cuando se empieza a construir un espectáculo, los vecinos deciden de qué quieren hablar. El tema que aborden puede gustar o no gustar, pero es legítimo, siempre. Y, más allá de que se hagan aportes colectivos, hay una intención dramatúrgica de hacer de eso un espectáculo. En el teatro comunitario entendemos las relaciones humanas de un modo distinto. Producimos ficción desde lo que somos. Barracas tiene una identidad y raíces, pero no identidad como un hecho xenofóbico. Eso es un error. La identidad se construye desde la mezcla de culturas que tiene este territorio. El dia que podamos integrar la cultura guaranítica, la andina, con la occidental… ¡Mamma mía! ¿Quién nos para?
Hay que tener cuidado con los progresos basados en el dinero. Estamos a 25 cuadras del obelisco y empiezan a vender el territorio. Podemos perder la condición de barrio. El barrio tiene lugares de encuentro: el club, la escuela, que conservan el sentido. En Barracas hay viejas instituciones. Sportivo Barracas con un Megatlon en la puerta… si el vecino no toma la posta de esos lugares los toman otro tipo de personas con intereses diferentes.
Es un momento interesante para crear. Hay crisis y la gente esta más permeable. Hacerlo colectivamente, por ahí tiene que pasar. En el pasado el vecino era alguien creador, había espacios. Está el vecino de los carnavales, que tenía ritos de encuentro con otros vecinos, comparsas, murgas. Ahora parece ser que el arte y el ser artista es para unos pocos. Estos tipos de barrios van a ser nuevamente el faro de señales culturales. Lo podemos pensar porque estamos en este barrio… en Barracas tenemos esta riqueza.
Ricardo Talento
Datos: Barracas / 01/01/2017 / teatro, teatro comunitario, centro cultural, arte