Soy el párroco de Santa Lucía desde el ‘85. Fui bautizado acá, tomé mi primera comunión acá, me confirmé y celebré mi primera misa acá. A mis 15 años ya estaba en Acción Católica. Cuando empezó a poblarse el barrio se comenzó a hacer la parroquia juntando fondos de muchas maneras. Mi abuela me contaba que había unos barriles vacíos de vino o cerveza, para que la gente tirara sus monedas. Existía más fidelidad a valores y a estilos de vida solidarios. No olvidemos que la gente venía de la guerra y de pasar hambre. Antes se vivía con las puertas abiertas. Estábamos todos integrados: judíos, rusos blancos, sirios, libaneses, cada uno tenía su fiesta pero, cuando llegaba el momento de jugar a la pelota, jugábamos todos. A veces, los vecinos, con los pelotazos
llamaban a la policía y rajábamos todos. Si estaba el vigilante de la esquina, que nos conocía, agarraba la pelota y todos “Uhhhhh…” y, si no lo veía nadie, la pateaba y la devolvía. En carnaval siempre había alguno que sabía cómo hacer funcionar la bomba de calle de los bomberos… era una guerra a los “baldazos limpios”. Nací en Patricios al 700, a 3 cuadras de la cancha de Boca y a 8 de Santa Lucía. Así que, en ese orden, fui primero a Boca y después me bautizaron. Cuando jugaba Boca tenías que salir una hora antes para tomar el tranvía. El 10 subía la barranca por Piedras hasta Caseros. Cuando venía lleno, iban todos colgados. A veces, entre la barranca y el peso trasero, el tranvía no tenía fuerza para subir y el guarda gritaba “¡Muchachos se queda!” Así que
se bajaban todos a empujarlo. La salida de la cancha era una marea humana de trajes y sombreros. En la fábrica Peuser, donde está ahora el Bellas Artes, trabajaban muchas mujeres. Era una imprenta. A las 12 del mediodía, la puerta estaba sobre Patricios, sonaba la sirena y salían todos. Había muchas casas de comidas, los bodegones, los boliches para la juerga popular. Tanta gente vivía acá. No se puede comparar, era otro mundo, más ligado al barrio. Todos se conocían. Dependíamos más uno del otro. Era hoy por vos, mañana por mí. La misma vida con sus necesidades modelaba las actitudes de la gente. La gente a veces me dice: “Che, ¿no estas cansado de estar siempre en la misma parroquia?” Yo digo que la parroquia que recibí en 1985 ya no existe más. Cambié de parroquia sin mudarme. Hubo que cambiar porque todo cambió. Lo que se mantiene es la procesión de Santa Lucía. Siempre fue una expresión popular desde tiempos inmemorables. El jazmín es la flor de la época y la de las viejas quintas de la zona. Usamos una frase tradicional que usaba Samperio: “Siendo las 18 horas del día 13 de diciembre sale del templo la cruz procesional”. Yo retomé eso y la repito todos los años. Hay mucha gente que camina, otra está parada, o la sigue desde los balcones. Viene gente de todos lados sólo para ese día, aunque llueva. En Barracas se mantiene lo familiar, porque la gente que se va, quiere volver. Eso habla del cariño que se le tiene al barrio.
Padre Titi
Este testimonio forma parte de la Colección Barrios y Vecinos de la Asociación Civil Rumbo Sur.
Padre “Titi”
Datos: Barracas / 22/03/2017 / Barracas, buenosaireshistoria, buenosairesvecinos, testimonios, historiaoral, porteños