Si bien hace tiempo que vivo en otro lugar de la ciudad, Liniers es en el corazón y el alma mi patria chica.
Pero esta afirmación tiene geográficamente un sentido restringido pues fui uno de los tantos que poblaron las “Mil Casitas”, donde moré durante mis primeros 27 años. Fue en tiempos que el barrio se vivía de a pie –el vecindario, en su inmensa mayoría, no estaba motorizado- y las mañanas eran para las mujeres, amas y dueñas de sus casas, calles y pasajes. Los hombres partían para tomar el colectivo, tranvía, tren o trolebús, rumbo a sus trabajos. Jóvenes a estudiar o a su primer empleo y el piberío a la escuela o a jugar.
Quedó eternizado en mis recuerdos la salida cotidiana de compras de las madres, con la bolsa de rejilla para hacer el circuito habitual de almacén, verdulería, carnicería y panadería para preparar con los productos frescos la comida del día. El circuito también era aprovechado para el intercambio de noticias en el cruce inevitable con vecinas abocadas a la misma tarea. A veces, la llegada del frutero-verdulero a la esquina de casa con su carro de mano evitaba la visita al local.
Los pasajes y la placita Sarmiento fueron territorios de nuestros juegos, carentes de plásticos y baterías. Mostrábamos nuestras habilidades en el manejo del balero, yo-yo, trompo, figuritas, barriletes y autitos; “cachurra”, rango y midas y pelota de trapo o la “pulpo” de goma cuando nos juntábamos varios.
Al crecer comenzaba la vida social y deportiva teniendo en el centro al Club Liniers y a las desaparecidas salas cinematográficas “Capitolio”, “Edison” y “Canadian 2”. ¿Bailar y conocer chicas? El principio cumpleaños de 15 y “asaltos” en casas de amistades. Luego clubes y confiterías.
Si tuviese que distinguir algunos aspectos distintivos de mi barrio de entonces puedo apuntar al buen trato y conexión entre vecinos de heterogénea especificidad (desde obreros manuales hasta gerentes de banco, por ejemplos), su pulcritud y atildamiento. De ellos seguramente heredamos nuestro interés por la elegancia, algo que hoy parece pasado de moda.
Actualmente Liniers es un espacio vibrante y cosmopolita de la ciudad con una profusa actividad comercial y circulación. Las “Mil casitas”, de diseño uniforme de nacimiento, se han remodelado según el gusto e interés de su morador, hoy, inevitablemente motorizado y ocupando calles y pasajes. Para los pibes quedará la actualmente enrejada placita Sarmiento
Gerardo Muzlera Mooney
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