Fue a comienzos de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando después de una larga y sufrida travesía arribó a estas playas don Francisco Alén. Venía de aquella pequeña feligresía de Santa Eulalia de Mondariz, en la lejana Pontevedra, Galicia, donde había nacido el 30 de junio de 1736.
Hombre de trabajo, llegó a convertirse en propietario de una pulpería en los suburbios de la ciudad de Buenos Aires y, afianzada económicamente su posición, contrajo matrimonio con María Isabel Ferrer el 29 de enero de 1789, en la vieja Iglesia de Montserrat.1
El próspero pulpero adquirió también una quinta en el ejido de la ciudad, cuyo terreno, cercado de tunas, estaría hoy aproximadamente comprendido entre la avenida Independencia y las calles Treinta y Tres Orientales, Venezuela y Yapeyú, en el barrio de Almagro.
Don Francisco murió el 6 de octubre de 1798, dejando cinco pequeños hijos, la mayor de ocho años y el menor de cuarenta días: Paula Josefa, Diego, Leandro Antonio, María Dionisia y José Antonio Alén.
Un año y diez meses después su viuda contrajo nuevas nupcias con Ramón Vera, y el 30 de octubre de 18062 vendió la quinta a José Iturramendi. En ese acto, los descendientes y herederos del fallecido estuvieron representados por el Defensor General de Menores, don Francisco Belgrano, hermano del prócer.
Los Candelaria compran la quinta
Doce años más tarde la propiedad fue adquirida por Andrés Candelaria,3 y al morir éste quedaron como únicos dueños su esposa, Andrea Silva de Candelaria y sus hijos Sinforiana Ramona, Josefa Micaela, Joaquina Sinforiana y Asisclo Victorio Candelaria, quienes, en 18614 se repartieron la heredad, asignándole a la viuda la fracción que contenía los edificios y la arboleda, y que medía ciento cuarenta y siete metros de frente sobre “…la prolongación de la calle Independencia”, por unos doscientos quince metros de fondo. Por su costado al Este, la fracción tenía un martillo en contra coincidente con el trazado de la actual calle Yapeyú, que al llegar a la de México quiebra su recorrido.
En 1875,5 como consecuencia del fallecimiento de doña Andrea, sus hijos se repartieron el solar descripto, quedando los edificios y arboledas para Sinforiana Ramona Candelaria y Josefa Micaela Candelaria.
Asisclo Victorio Candelaria falleció el 20 de febrero de 1894, cuando hacía apenas dos años que se había casado con María Luisa Micossi, de quien tuvo un hijo, Luis Cenobio Candelaria. Este, al correr de los años, cursaría la carrera militar y con el grado de teniente, fue el primero que voló en la Patagonia y cruzó los Andes, el 13 de abril de 1918,6 yendo desde Zapala a Cunco, en Chile.
Nace el Club San Lorenzo de Almagro
Mientras tanto, el 7 de junio de 18927 Sinforiana Ramona Candelaria, enferma en su casa de la calle México entre Yapeyú y Artes y Oficios (tal la denominación primigenia de la actual Quintino Bocayuva), vendió al entonces presbítero Santiago Costamagna un terreno con frente a la calle Independencia entre la mencionada Artes y Oficios y Génova (la actual Treinta y Tres Orientales), cuyas medidas eran de veinte metros de frente por cincuenta y dos de fondo. La vendedora manifestó su imposibilidad de firmar, por impedírselo su estado de nervios, producido por su enfermedad.
En ese terreno y en el que daba a los fondos y tenía salida por la calle México —que había sido donado por la misma señora—, se instaló la quinta del colegio Pío IX y más tarde se levantarían el Colegio y la Capilla de San Antonio, esta última inaugurada el 12 de junio de 1904.8 Allí el padre salesiano Lorenzo Massa permitió que los integrantes del Club “Forzosos de Almagro”, antepasado y origen del Club San Lorenzo de Almagro, practicaran el deporte que los apasionaba.9 Massa fue también director del colegio San Francisco de Sales, así como fundador de los exploradores de Don Bosco. Dentro del terreno que abarcaba aquella quinta primigenia, en la calle Quintino Bocayuva 620 también se alza actualmente el edificio de la escuela que el 25 de mayo de 1910 se bautizara con el nombre de Salvador María del Carril. En instalaciones precarias, funcionaba en este lugar desde 1901.10
Fotografía de la Capilla de San Antonio. Fachada actual, calle México al 4000.
La familia Alén
Leandro Antonio Alén, como vimos uno de los cinco hijos del matrimonio de don Francisco Alén y doña María Isabel Ferrer, vino al mundo el 12 de marzo de 1795 en esta ciudad de la Trinidad, y a los seis meses y días de haber cumplido los treinta años, contrajo matrimonio con Tomasa Ponce.
Fueron sus hijos José Gregorio del Corazón de Jesús, casado con Eulogia Rodríguez; Marcelina Antonia, casada con el vasco francés Martín Yrigoyen, madre, entre otros, de Juan Hipólito del Corazón de Jesús Yrigoyen y Alén, dos veces Presidente de la República (1916-1922 y 1928 al 6 de septiembre de 1930), por la Unión Cívica Radical, el partido del cual, junto a su tío, fuera uno de los fundadores; José Severiano del Corazón de Jesús; Luisa del Corazón de Jesús; Domingo Hipólito; Tomasa; Francisco Lucio, guerrero del Paraguay, que llegara al grado de Coronel, casado con Magdalena Maradona, y finalmente nacería el 11 de marzo de 184211 don Leandro N. Alem y Ponce, bautizado el 7 de abril de ese mismo año en la iglesia de Nuestra Señora de Balvanera.12 El conocido abogado, político y hombre público, varias veces diputado y senador se suicida, desengañado y agobiado de pesares por su patria, en Buenos Aires el 1° de julio del año 1896.
Volviendo a don Leandro Antonio, durante un tiempo se ganó la vida con diversos menesteres: fue pulpero, policía, herrador y matarife. En 1834 Rosas lo hizo vigilante de a caballo. A partir de ese momento, se vinculó con personajes como Parra y Ciríaco Cuitiño, transformándose en un hombre temido por los adversarios del Restaurador.
Cuando en octubre de 1840 el general Juan Galo de Lavalle resolvió retirar sus tropas de las proximidades de Buenos Aires, comenzó por parte de los federales una sanguinaria persecución de los unitarios. Dice Andrés R. Allende13 que en la parroquia de Balvanera
“… Alén despliega en esos días una actividad febril. Se lo ve en todas partes y a todas horas; de día marchando a caballo al lado de sus hombres, en patrulla por las desiertas calles de la parroquia, pálido y taciturno, con los labios apretados, clavando en las puertas y ventanas sus ojos negros, vivísimos, cual si quisiera penetrar lo que ocurre o se oculta en el interior de las viviendas. Por las noches galopa embozado en su poncho rojo, a rayas negras y los vecinos se estremecen al escuchar su voz ronca impartiendo órdenes a la partida que lo sigue.”
La pulpería y quinta del mazorquero
El 13 de junio de 184214 Alén compró a los menores Natalio y Aniceto Lago en 55.000 pesos una casa quinta cuyo terreno abarcaba una manzana cuadrada de ciento veinte varas en cada uno de sus lados, situada sobre la calle Federación (actual Rivadavia), Matheu, Hipólito Yrigoyen y Alberti, en el barrio de sus andanzas. La propiedad enfrentaba a la del “salvaje unitario” Tomás Rebollo, vecino a quien consideraba uno de sus más enconados enemigos.
En la quinta había una pulpería “con dos trastiendas y otra habitación” y dos “casitas chicas de alquiler” de tres piezas cada una. Contaba con una exhuberante arboleda y estaba totalmente cercada. Según León Bouché, el negocio de pulpería estaba ubicado en la actual esquina de Rivadavia y Matheu.15 Por su frente pasaba una zanja, que originaba la existencia de un pantano que, en épocas de lluvia, la hacía casi inaccesible. Cuando las precipitaciones arreciaban, la citada zanja desbordaba y sus aguas inundaban el fondo de la quinta y hasta el patio principal. El pequeño arroyo desviaba su curso hacia el norte, cruzando Rivadavia, convirtiéndose en un obstáculo que debían salvar quienes partían o llegaban a la ciudad por esa ruta.16
“Esa es una servidumbre que perjudica considerablemente a dicha finca, pues no sólo hay un perpetuo pantano a su frente, que la hace casi inaccesible en la estación de las lluvias, sino que la zanja que recoge las aguas abraza un frente de seis varas y como hasta el fondo en extensión de setenta varas inutilizando todo este terreno…”.17
Sin embargo, desde otro punto de vista, la ubicación del negocio era inmejorable. Estaba próximo el “Mercado del Oeste”, nombre que había sustituido al de los “Corrales de Miserere”, espacio al que llegaban las carretas procedentes del Norte y del Oeste, y con ellas los troperos, los carreteros y sus peones, que venían de una larga y monótona travesía con ansias de divertirse y “relacionarse” con alguna “china”.
Cuando el sol se ocultaba y el trabajo daba un respiro, nada mejor que concurrir a alguna de las fondas o pulperías de la zona, donde poder guitarrear, cantar y beber algunas ginebras.
Cuenta Francisco L. Romay18 que el 2 de septiembre de ese mismo año 1842, el sereno Ceferino Paz “…fue detenido por el comisario Parra y puesto en la cárcel por haber penetrado en la casa del vigilante Leandro Alén y haberlo atropellado con un facón, pretendiendo asesinarlo, porque era un salvaje unitario… ¡El vigilante Alén unitario!”. En realidad, el atacado “…profesaba una total adhesión al Partido Federal, que a la larga le costó la vida”.19
En 1847 la suerte le fue adversa. El juez de paz de la parroquia de Balvanera, Eustaquio Giménez, lo acusó de haber atacado al alcalde Jerónimo Montero y a la familia de éste. La vibrante queja llegó hasta el gobernador y Alén sufrió dos años de cárcel.
La batalla de Caseros puso punto final al gobierno de Juan Manuel de Rosas. El mazorquero trató sin éxito de vengar, con la muerte del juez, su largo encierro, pero a pesar de la amnistía decretada por Justo José de Urquiza, por considerarlo incurso en delitos comunes y no políticos, Alén fue detenido, juzgado y sentenciado a muerte.
Según algún autor,20 Alén, junto a otros miembros de los diferentes grupos federales, como la Mazorca, se incorporaron a las tropas del coronel Hilario Lagos, que al frente de sus tropas sitiara Buenos Aires. Vencido Lagos y apresados estos mazorqueros, fueron sometidos a proceso en agosto de 1853. Ciríaco Cuitiño y Leandro Antonio Alén fueron defendidos en forma brillante por Marcelino Ugarte, pero fueron condenados a muerte.
Leandro Alem y la ejecución pública de su padre
El 28 de diciembre de 1853, víspera de su ejecución, otorgó su testamento, en el que afirma haber vivido como católico y fiel cristiano.21 Al día siguiente, totalmente abatido su espíritu, fue fusilado en la plaza de la Concepción, en compañía de Ciríaco Cuitiño y ante numeroso público. Para escarmiento, y tal como era costumbre en esos tiempos, su cuerpo pendió de la horca durante dos horas. Según algunas opiniones, su pequeño hijo Leandro fue involuntario testigo del triste y truculento episodio.
La viuda y su familia debieron afrontar a partir de ese momento tiempos difíciles, por muchos y variados motivos, unos incuestionables, otros presuntos; unos de índole familiar, otros económica.22
“Su hijo Leandro recordó muchas veces con emoción la abnegada actividad de la pobre mujer, que posibilitó al futuro caudillo los estudios en el colegio y en la universidad. Por otra parte los Alén debieron sufrir el desdén de la sociedad. Leandro, diez años mayor que su sobrino (Hipólito) hubo de padecer mucho más penosamente esas pequeñas prolijas persecuciones que suelen ejercer los vencedores sobre los derrotados que han tardado mucho en serlo. No es de extrañar, pues, que su carácter fuera modelándose triste, huraño, impulsivo, sensible.”23
De los problemas que tuvo doña Tomasa, el que más se relaciona con nuestro trabajo fue la demanda que, al poco tiempo de morir Alén, le entablaron los hijos de Manuel Antonio Lago, quienes alegaban que el mazorquero había adquirido, valiéndose del temor que inspiraba, por $ 55.000 lo que en realidad valía $ 250.000. Aducían además que el inmueble, por ser ellos menores, tendría que haberse vendido en pública subasta, y no en forma particular como se había hecho. El juicio finalizó con una transacción en virtud de la cual se reconoció a los demandantes cuatro cuartos de tierra24 de quince a dieciséis varas de frente, en proporción a las medidas de la manzana: dos sobre la calle de Federación (Rivadavia) y dos en la calle de la Victoria (Hipólito Yrigoyen), esquina con la actual Matheu.25
Destino final de esta quinta
En representación de los herederos de Lago participó Juan Francisco Gutiérrez, mientras que Federico Urtubey lo hizo por la viuda y herederos de Alén: “Quedan de exclusiva pertenencia de las partes las respectivas fincas y terrenos, es decir, la casa chica que fue dada en cambio por el finado Alén, queda de los Lago; y la grande y demás adherencias que a aquél fue vendida por los Lago con el terreno sobrante, deducidos que sean los cuatro cuartos de tierra expresados queda de los herederos de Alén.”26
Manuel Antonio Lago, cuyos sucesores vendieran a Alén, había comprado la quinta con la pulpería en ella existente, a la testamentaría de Manuel Berde27 quien, a su vez, la había heredado de su hermano Andrés a fines del siglo XVIII.28
El 26 de agosto de 1856,29 Tomasa Ponce de Alén, en garantía de un préstamo de $ 25.000 que le hiciera Demetrio Reguera, hipotecó “…todos los bienes que le correspondían en la liquidación de la testamentaría de su finado esposo Leandro Alén.”
El incumplimiento de la deudora obligó al acreedor a procurar judicialmente el cobro de su crédito. Los inmuebles fueron rematados pero solo hubo comprador para uno de ellos, siendo su adquirente el periodista Palemón Huergo.
Por su parte, Luisa Alén, otra de las hijas de Leandro Antonio y Tomasa, residente en Montevideo, vendió en 186230 un lote sobre la actual Rivadavia, que le había sido adjudicado en la sucesión de su padre, a Nicanor Maldonado, quien manifestó comprarlo para el escribano Adolfo Conde. Al año siguiente Conde vendió ese inmueble31 al antes mencionado Palemón Huergo cuando ya, en un lote lindero al anterior se había establecido la barraca de Corti y Fransischelli, uno de los primeros y principales negocios de artículos navales.32
Los años fueron borrando del recuerdo quintas, pulperías y fondines. La ciudad los fue enterrando bajo sucesivas capas de ladrillos y cemento, en una transformación permanente. Los documentos nos acercan a ese pasado. Alguna vieja fotografía nos recrea la imagen de un Buenos Aires que se fue. Parafraseando al Prof. Del Pino, las quintas de ayer se fueron, para concluir en el lote mínimo de 10 varas de frente por 20 ó 30 m de fondo … Quedaron los recuerdos y su rescate laborioso es la tarea que nos hemos impuesto, como investigadores del pasado porteño.
NOTAS
1- QUIROGA MICHEO, Ernesto, “El mazorquero Leandro Antonio Alem: ¿Culpable o inocente?”, en “Todo es Historia”, N° 302, setiembre de 1992, página 74.
2 – ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (AGN), escritura ante el escribano Tomás José Boyso en el Reg. 2.
3 – AGN, escritura 23 septiembre 1818, escribano Juan José de Rocha, Reg. N° 2.
4 – AGN, escritura del 8 de mayo de 1861, escribano José Victoriano Cabral, Reg. N° 1.
5 – AGN, del 22 de octubre de 1875, idem anterior.
6 – R…, José, “La conquista del cielo patrio” (Una epopeya porteña) en Colección de Estudios Históricos sobre la ciudad de Buenos Aires, Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires, N° 1, año 1986, pág. 73.
7 – AGN, escritura pasada ante el escribano Victorio A. Márquez en el Reg. N°11.
8 – DEL PINO, Diego A., “Ayer y hoy de Boedo”, Ediciones del Docente, Buenos Aires, 1986, pág. 138.
9 – DEL PINO, op. citada.
10 – TRUEBA, Carlos Manuel, “Almagro. El pasado que perdura”, Banco Boston, Bs. As., 1989, pág. 32.
11 – Según Gabriel del Mazo, en su “El Radicalismo, ensayo sobre su historia y doctrina”, T.1 (Ediciones Gure S.R.L., Bs. Aires 1957), la fecha del nacimiento sería el 25 de febrero de 1842. Dice también que “Su único nombre es Leandro, como consta en el acta de bautismo. La N. que como inicial suele agregársele proviene de la creencia de que la abreviatura de Leandro con que firmaba, compuesta por una “L” mayúscula seguida de una “n” minúscula, constituían iniciales. Preguntado una vez sobre qué quería decir la “N” con que en las publicaciones figuraba su nombre, contestó diciendo: “… pues … ¡Nada!”.
12 – FERNÁNDEZ DE BURZACO, Hugo, “Los antepasados de Alem fueron gallegos”, en revista “Historia”, año I, agosto-octubre de 1955, N° 1. El autor comenta que en el acta de bautismo aparece un espacio en blanco luego del nombre de Leandro, aparentemente dejado ex-profeso para completarlo luego con otro nombre, trámite que nunca se materializa.
13 – “Un Juez de Paz de la tiranía” en “Investigaciones y Ensayos”, publicación de la Academia Nacional de la Historia N° 14, Buenos Aires, 1973, pág. 179.
14 – AGN, Escritura pasada ante el escribano Teodoro Montaño en el Reg. N° 2.
15 – BOUCHÉ, León, “Las pulperías, mojón civilizador”, Ed. República de San Telmo, Buenos Aires, 1970, pág. 19. Nosotros pensamos que la pulpería pudo haber estado en la otra esquina, de Rivadavia y Alberti.
16 – BILBAO, Manuel, “Tradiciones y recuerdos de Buenos Aires”, Ediciones Dictio, Buenos Aires, 1981, pág. 319.
17 – ARCHIVO DE LOS TRIBUNALES DE LA CAPITAL (ATC), junio de 1854.
18 – ROMAY, Francisco L., “Los serenos de Buenos Aires (Policía nocturna) años 1834-1872”, Bs. As., 1974, pág. 114.
19 – ALÉN LASCANO, Luis C. “Alem y Saldías, entre la política y la historia”, “Todo es Historia”, N° 99, pág. 24.
20 – FERNÁNDEZ DE BURZACO, op. cit.
21 – AGN, escritura pasada ante el escribano Marcos Leonardo Agrelo en el Reg. N° 6.
22 – QUIROGA MICHEO, op. citada.
23 – LUNA, Félix, “Yrigoyen”, Hyspamerica Ediciones Argentina S.A., Buenos Aires, 1985.
24 – Las manzanas se dividían en cuatro “solares” y éstos en cuatro “cuartos” con una extensión aproximada de 17,50 varas de frente por 70 varas de fondo cada uno. (N. del A.)
25 – AGN, Sucesiones, Leg. 3.511.
26 – ATC, febrero 23 de 1856.
27 – AGN, escritura del 2 de diciembre de 1802, escribano Inocencio Antonio Agrelo en el Reg. N° 6.
28 – AGN, escritura de 6 de julio de 1791, escribano Tomás José Boyso en el Reg. N° 5. En este testamento declara “…la casa que es su morada con su quinta cercada de pared y tunas, y la pulpería con todos sus chismes y demás bienes muebles.” (N. del A.)
29 – AGN, escritura pasada ante el escribano Marcos Leonardo Agrelo en el Reg. N° 6.
30 – La venta se instrumentó el 5 de abril de 1862 en Montevideo y fue ratificada por escritura de fecha 5 de diciembre del mismo año, pasada ante el escribano Laudelino Cruz en el Reg. N° 10. (N. del A.)
31 – AGN, escritura del 9 de junio de 1863, escribano Laudelino Cruz, Reg.10.
32 – Sobre esta barraca, en su ubicación en la actual avenida Leandro N. Alem, ver “Buenos Aires nos cuenta”, N° 10, pág. 44, publicación de la siempre recordada profesora Elisa Casella de Calderón.
Información adicional
Historias de la Ciudad – Año I – N° 2 – 1ra. edición – diciembre 1999
Categorías: Balvanera
Palabras claves: pulpería, quinta, Alem
Año de referencia del artículo: 1856
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